Rebautizar América (III Parte) AMÉRICA Y AMERICANOS
AMÉRICA Y AMERICANOS
Pero además de que estamos sin bautizar, como señala Fidel, el nombre que teníamos se lo apropió el gigante de botas de siete leguas del norte. . Tenemos que lidiar con los anglosajones del norte que se arrogaron la paternidad del nombre y se hacen llamar “americanos”, con un resultado asombroso, ya que la mayoría del mundo los acepta llamar así. Son ciudadanos de un país sin nombre: Estados Unidos de América es una razón institucional, una forma de organizar Estados, pero nunca un nombre propio; si el destino nos llevara, a los que vivimos en lo que hoy se define como América latina, por el camino que conduce a la integración, y ésta adquiriera una síntesis institucional, también podríamos llamarnos Estados Unidos de América, sin faltar a la verdad o a una razón con sentido común. Habría que plantearle a las Naciones Unidas –aunque fuese solamente por un ejercicio de ironía- que le exija a nuestros vecinos del norte, que se inventen un nombre propio, si es que no quieren –como supongo- utilizar algún nombre de los que utilizaban los originarios de allí para llamar a su territorio. Y este planteo, para no resignarnos como el panameño Justo Arosemena quien, en un discurso en Bogotá en 1856 en el que rehabilitaba el nombre de Colombia para el continente, explicó: “Nosotros, los hijos del Sur, no le disputaremos una denominación usurpada, que impuso también un usurpador”.
¿Qué América tenemos entonces en común con los Estados Unidos? Dice el chileno Miguel Rojas Mix:
“Siempre ha sido un problema para nosotros poder identificarnos. Saber cómo nos llamamos. Desde que, a comienzos del siglo XIX, el nombre de América deja de tener un sentido general para pasar a designar sólo a los Estados Unidos, los que vivimos al sur del Río Bravo nos encontramos en busca de nuestros papeles de identidad. Somos una especie de exiliados en nuestro propio continente. Ya lo constataba Humboldt en el suplemento agregado a la edición del Ensayo político sobre la isla de Cuba: “Para evitar las circunvoluciones fastidiosas” –decía- “pese a los cambios políticos ocurridos en la situación de las colonias, yo continúo describiendo en esta obra los países habitados por los españoles-americanos con la denominación de América Española. Nombro Estados-Unidos, sin agregar de la América septentrional, a los países de los anglo-americanos, bien que haya otros Estados-Unidos, formados en la América meridional. Es molesto cuando se habla de pueblos que desempeñan un papel importante en la escena mundial, y no tienen nombres colectivos. La palabra ‘americano’ no puede seguir siendo aplicada únicamente a los ciudadanos de los Estados Unidos de la América del Norte, y sería deseable que esta nomenclatura de naciones independientes del Nuevo Continente pudiera ser fijada de una manera a la vez cómoda, armoniosa y precisa.’”
Podríamos agregar que, en la misma sintonía de confusiones, la palabra “latinos” está incorrectamente utilizada para designar a los inmigrantes que, por causas originadas en la dominación neocolonialista de los mal llamados “americanos”, debieron cruzar el río Bravo hacia el norte. En un artículo aparecido en la Sección Enfoques del diario La Nación de Buenos Aires, que lleva el sugestivo título de “Nueva York, capital latina”, se lee: “ ‘Latino’ fue acuñado por militantes chicanos (descendientes de mexicanos) de California durante la era de los derechos civiles como un término de orgullo étnico. Obvia contracción de ‘latinoamericano’, la palabra adquirió muy pronto una connotación más específica. En principio, Latino es todo estadounidense que desciende de latinoamericanos, que tiene por lengua materna el inglés y por color de piel algún tono de la gama del marrón, y hasta el negro. La mayoría no tiene más contacto con América latina que el que los descendientes de alemanes, italianos o rusos tienen con Europa. En su sentido más amplio, el término engloba también a españoles y brasileños.”
La gran contradicción salta a la vista: Quien por su mezcla o pureza étnica tenga alguna gama del marrón o del negro en su piel, y viva en Nueva York u otra ciudad del norte, será catalogado como “latino”, aunque el fondo de su cadena ancestral lo denuncie como descendiente de maya, quechua, guaraní, congoleño o ugandés.
Horacio A. López.
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