Libertablas: 30 años de compromiso estético y social con los niños y los jóvenes. Estudio y entrevista
Autor/es: Nora Lía Sormani
Sección: Palos y Piedras
Edición: 5 / 6
El grupo Libertablas tiene una historia rica en experiencias artísticas y sociales. Libertablas nació en 1979 por la iniciativa de Luis Rivera López (Buenos Aires, 1959) y Sergio Rower (Buenos Aires, 1958), dos jóvenes estudiantes de actuación que, paralelamente, trabajaban en el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín y se conocían desde la infancia. Desde entonces, la compañía fue creciendo paso a paso hasta llegar a constituirse en una formación prestigiosa y prolífica que durante treinta años no ha dejado de presentar obras en todo el país y en el extranjero.
      Travesías y poética de un grupo de artistas
    
      El grupo Libertablas tiene una historia rica en experiencias artísticas
      y sociales. Libertablas nació en 1979 por la iniciativa de Luis
      Rivera López (Buenos Aires, 1959) y Sergio Rower (Buenos Aires,
      1958), dos jóvenes estudiantes de actuación que,
      paralelamente, trabajaban en el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín
      y se conocían desde la infancia. Desde entonces, la compañía
      fue creciendo paso a paso hasta llegar a constituirse en una formación
      prestigiosa y prolífica que durante treinta años no ha
      dejado de presentar obras en todo el país y en el extranjero.
    
      Libertablas se caracteriza por la creación de espectáculos
      de alta calidad estética en los que se combinan el teatro de
      actores y el de títeres. Ambos lenguajes se potencian mutuamente
      para la captación del espectador de todas las edades, y
      especialmente de los niños y los adolescentes. El secreto reside
      –como afirman sus fundadores- en la confluencia de un texto dramatúrgico
      bien construido y una puesta en escena que despierta la sensorialidad y
      estimula la imaginación. Pero además Libertablas pone ese
      secreto en práctica a través de una intensa laboriosidad, de
      una capacidad de producir sin descanso, hecho que ratifica su relación
      con el modelo de teatrista-gestor, afianzado en los años
      de la dictadura y la postdictadura como una forma de sobrevivencia y de
      resistencia en el oficio específico.
    
      Libertablas es una cooperativa autogestiva independiente, cimentada en
      principios ideológicos sobre la vida y el arte. Uno de sus lemas de
      presentación es “Conjunción humana, síntesis
      estética y unión productiva”. Entre los objetivos
      centrales del grupo está el de incidir en la subjetividad de los niños
      y los jóvenes, venciendo todas las barreras culturales y económicas
      que se interponen entre el arte y los que serán protagonistas de la
      sociedad futura. Por eso, además de hacer temporadas estables en
      salas, sus obras viajan por muchos caminos para llegar a niños y jóvenes
      en los patios de las escuelas, galpones, aulas grandes y estrechas,
      hospitales, centros culturales, comedores y en cualquier rincón
      posible. Cada año ofrecen entre 600 y 800 funciones promedio con
      sus diferentes espectáculos, y logran una asistencia que ronda los
      trescientos mil espectadores al año. A lo largo de su trayectoria
      han visitado más de tres mil doscientas escuelas de todo el país,
      en más de 300 giras nacionales y numerosas internacionales en el
      mundo hispánico, especialmente en Latinoamérica
      class="sdendnoteanc" name="sdendnote1anc" href="#sdendnote1sym">1.
    
      En su repertorio Libertablas trabaja principalmente con la adaptación
      escénica de clásicos de la literatura. De esta manera
      cumplen una doble función artística: conectan a los
      espectadores con el acontecimiento teatral, y estimulan el contacto con la
      gran literatura. Realizan así una función humanista
      preocupados por mejorar la sociedad a través del arte
      class="sdendnoteanc" name="sdendnote2anc" href="#sdendnote2sym">2.
      Como herederos del teatro independiente, se sostienen en una “mística”
      artística (el arte como territorio de subjetividad, trabajo y
      habitabilidad
      href="#sdendnote3sym">3) y en una “militancia”
      (el arte como religación de vínculos sociales, resistencia y
      transformación del mundo). En tanto cooperativa teatral, su mayor
      legado es el del compromiso con los ciudadanos, ya que su paso por cada
      lugar deja un rastro indeleble, tanto en lo estético como en lo
      social.
    
      Con el flamante volumen publicado por la Colección Teatro Argentino
      de Atuel (2009), Libertablas comienza la recopilación de los textos
      dramáticos de los espectáculos estrenados por el grupo, en
      este caso, cuatro de obras más destacadas para el público
      infantil y adolescente: Cuentos de la Selva, versión
      de Luis Rivera López del libro homónimo de Horacio Quiroga;
      Gulliver, adaptación de Rivera López de la
      novela de Jonathan Swift; Leyenda, texto original de
      Rivera López a partir de leyendas populares de la Argentina y
      Latinoamérica; Pinocho. Dando alma a la materia,
      versión libre de Rivera López de la novela del italiano
      Carlo Collodi.
    
      Libertablas hoy
    
      Libertablas fue creciendo internamente poco a poco y hoy cuenta con un
      departamento de producción y dirección, un taller de
      realización y diseño de muñecos, efectos especiales y
      escenografías, áreas mantenidas y generadas en forma
      artesanal y adecuadas a las necesidades de los distintos espectáculos.
      Actualmente Libertablas está integrado por unos veinte artistas.
      Los fundadores fueron Luis Rivera López y Sergio Rower, pero nunca
      fueron sólo dos. Hoy son parte de Libertablas según detalla
      el mismo equipo-:
    
      Actores y titiriteros: Mónica Felippa, Melania Miñoñe,
      Julieta Rivera López, Mimí Rodríguez, Marina
      Svartzman, Soledad Vidal, Juan Castillo, Hugo Dezillio, Diego Ferrari,
    
Gustavo Manzanal, Luis Rivera López, Sergio Rower, Jorge Sánchez.
      Realizadores intervinientes: Juan Castillo, Marcelo Fernández,
      Manuela Mateo, Araceli Pszemiarower, Julieta Rivera López.
    
Dirección en realización: Andrés Manzoco.
Coreografía: Marina Svartzman y Dora Vidal.
Director de Arte: Alejandro Mateo.
      Músicos: Alberto Chucho Bonacera, Daniel García y Leo
      Sujatovich.
    
Asistentes de Dirección: Anabella Valencia y Andrés Manzoco.
      Equipo de Gestión y Producción: Julieta
      Rivera López, Anabella Valencia, Andrés Manzoco, Luis Rivera
      López y Sergio Rower. 
    
      Directores de Puesta en Escena: Mónica Felippa,
      Gustavo Manzanal, Luis Rivera López y
    
Sergio Rower.
      Directores Generales: Luis Rivera López y Sergio
      Rower.
    
      Libertablas ha desplegado además una rica labor externa: dirigió
      y coprodujo espectáculos con una veintena de grupos de distintas
      provincias.
    
      La estética de Libertablas se irradia a la sociedad a través
      de los espectáculos y de la tarea docente y formativa, desplegada
      en los cursos
      href="#sdendnote4sym">4 que dicta todos los años,
      ya sea para artistas principiantes y para profesionales, o para los
      docentes. Algunos de los temas de los cursos destinados a los maestros son
      “El títere como elemento intermediario en la relación
      con el alumno”, “Los alcances pedagógicos del juego
      teatral con títeres” y “Las diversas técnicas en
      la realización plástica de los títeres”.
      Libertablas despliega también un trabajo interdisciplinario con
      otros profesionales para desarrollar actividades con relación a
      temas sociales como la violencia y los problemas de la Tercera Edad. Por
      su militancia y por el empleo del teatro como una herramienta artística
      al servicio de la gente, Libertablas prestó sus obras para la Campaña
      de Vacunación (Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos
      Aires), el Hospital Aráoz Alfaro (en el sector infanto-juvenil y
      para la Tercera Edad), participó en las Primeras Jornadas
      sobre Violencia Familiar y en las Jornadas sobre Tercera
      Edad, organizadas por el Instituto de Estudios Sociales y
      Familiares (IESYF) en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y en la
      Universidad de Lomas de Zamora. También estuvieron presentes en el
      Congreso de la Tercera Edad, Fiesta Intercentros de
      Jubilados (ATE).
    
      Las obras
    
      Una larga lista de títulos corona el balance de estos treinta años
      de carrera teatral. El grupo se empezó a conformar alrededor de
      1979, cuando Sergio Rower y Luis Rivera López inician su trabajo en
      colaboración. Aún sin el nombre de Libertablas, el equipo de
      origen se va consolidando progresivamente con la inclusión de otros
      teatristas: entre ellos, Mónica Felippa y Noemí (Mimí)
      Rodríguez, quienes siguen formando parte del elenco hasta hoy. A
      partir de 1983, con el estreno de su primera obra (los trabajos anteriores
      entre 1979 y 1982 son considerados tanteos, borradores, búsquedas),
      empiezan a presentarse como Libertablas. Sobre la elección del
      nombre, nos ha señalado Sergio Rower:
    
      Dando rienda suelta del porqué de un nombre llegaríamos al
      texto de Romeo y Julieta: “Qué puede haber
      dentro de un nombre, si otro título damos a la rosa con otro nombre
      nos dará su aroma”. Pero lo concreto fue que varios años
      después de estar juntos, decidimos en una madrugada de Palermo
      ponernos LIBERTABLAS por el simple juego de hacer convivir Libertad y
      Tablas. Esperamos, con todos estos años transcurridos, haber
      rellenado de contenido y proyecto aquellas letras juntas que surgieron en
      aquella madrugada.
    
      Su primera obra en cartel es un espectáculo para jóvenes y
      adultos (la producción para niños llegaría más
      tarde). Se trata de La tremebunda tragedia de Macbeth, versión
      del texto de William Shakespeare, estrenada en el Teatro Fundart en 1983 y
      presentada más tarde en el Teatro Nacional Cervantes (1985-1986),
      en gira internacional en México (1986), con reposiciones en 2004 y
      2008 (Teatro El Búho).
    
      En la línea del teatro para jóvenes y adultos, siguieron los
      espectáculos:
    
      - Sueño de una noche de verano, versión del
      texto de William Shakespeare (Teatro Nacional Cervantes, 1986-1987; gira
      internacional en México, 1986).
    
      - Los disfrazados, versión del sainete de Carlos
      Mauricio Pacheco (Teatro Nacional Cervantes, patio de la terraza, 1989).
    
      - Romeo y Julieta, versión del texto de William
      Shakespeare (Comedia de la Provincia de Buenos Aires, 1988).
    
- Electra (Teatro Cervantes, 1993).
      - La misa humana, de Rodolfo Braceli (Teatro Andamio 90,
      2000).
    
      - Will y Sue de Luis Rivera López, a partir de
      textos propios y de W. Shakespeare (Co-producción con México,
      Teatro Nacional Cervantes y Bellas Artes de México D.F., 2008,
      dirección de Luis Rivera López y la mexicana Haydée
      Boetto).
    
      En esta misma línea Libertablas realizó además
      co-producciones:
    
      - con la Comedia de la Provincia de Buenos Aires. Tragicomedia de
      Don Cristóbal y Doña Rosita, de Federico García
      Lorca.
    
- con el Grupo Metateatro de Trellew. Un viaje al corazón.
      - con la Comedia Municipal de La Plata. Diabladas o
      lo que quedó de un Herrero y el Diablo, versión de
      El herrero y el Diablo de Juan Carlos Gené.
    
      Pero creemos que es en las “obras para todo público”
      –las que incluyen a los niños y adolescentes como
      espectadores- donde Libertablas encontró su mayor definición
      poética. Las primeras incursiones fueron con Acá a la
      vuelta, de Roberto Docampo y Sergio Rower (1981-1990), espectáculo
      al que se suman los siguientes:
    
      - La tempestad, versión de la comedia de William
      Shakespeare (Teatro Lorange- Teatro Del Pueblo 1988-1994, dos giras
      internacionales).
    
      - Mariel y los cuentos, de Luis Rivera López (1989,
      auspiciada por Comision Nacional por los Derechos del Niño
      y la Feria del Libro infantil).
    
      - Alicia en el País de las Maravillas,  de
      Lewis Carroll, con Soledad Silveyra (Teatro La Plaza, 1992; Teatro
      Metropolitan, 1993). Con este espectáculo ingresan al circuito de
      “teatro comercial de arte” y alcanzan gran resonancia en la
      prensa y el público.
    
- La hora verde del Ecopibe (1993/1997).
      - Gulliver (Teatro Nacional Cervantes, 1997-1998). Con
      esta pieza comienzan el ciclo de las temporadas multitudinarias en el
      Teatro Nacional Cervantes; las visitas de contingentes escolares favorecen
      la llegada de Libertablas a alumnos de toda la ciudad y de la Provincia de
      Buenos Aires. Gulliver se repuso en el Teatro Presidente
      Alvear (1999-2000).
    
      - La guerra de los yacarés (Teatro Nacional
      Cervantes, 1997, reestrenada en 2008, con giras en México y
      Ecuador).
    
      - Las mil y una noches (Teatro Nacional Cervantes, 1998 y
      1999).
    
      - Pinocho (1999-2000, con presentaciones en el Festival de
      Animaçao y Objetos, San Pablo, 2001 y el Festival del Mercosur,
      2001).
    
      - Rayas, adaptación del cuento “El paso del
      Yabebirí” de Horacio Quiroga (1999).
    
      El nuevo siglo multiplicó las presentaciones del grupo, debido a su
      prestigio y su flexibilidad para concretar las puestas en escena y el
      crecimiento de su número de integrantes en los diversos roles:
    
      - Leyenda (2000-2001, Teatro Margarita Xirgu y
      paralelamente la presentan en el Teatro Cervantes, 2000). La misma obra
      será reestrenada en el Cervantes en 2005 y en el Paseo La Plaza en
      2008. La obra formó parte del Plan Nacional de Lectura.
    
      - Quijote (Teatro Nacional Cervantes, 2003 y 2005). Marca
      un hito en la historia del grupo, por la enorme aceptación que
      recibe la adaptación de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra. La
      obra realizó temporada en el Teatro Solís de Montevideo y
      obtuvo el Premio España al Mejor Quijote de América.
      Mientras se presentaba Quijote, se estrenaba...
    
      - David y Goliath (Centro Cultural Recoleta, 2004-2005),
      obra que se trasladará en 2005 al Teatro Margarita Xirgu y que
      recorrerá en giras las ciudades de Tolosa, Alicante y Pamplona,
      además de México, Ecuador y Bolivia.
    
      - Cuentos de la selva, a partir de cuentos de Horacio
      Quiroga (Paseo La Plaza, 2006, 2007 y 2008). Como lo explicáramos
      anteriormente, cada una de las obras enumeradas recorrió escuelas y
      fue llevada hasta los niños en espacios no convencionales.
    
      - Pinocho. Dando alma a la materia (Paseo La Plaza, 2009,
      de próximo estreno).
    
      A esta intensa actividad se suman otros ciclos como el denominado “Teatro
      al aula”, compuesto por los espectáculos: La vida es
      sueño, Antígona Vélez, Acerca
      del grotesco (todas de 1996), Don Martín Fierro
      (2004), El mensaje, de Javier Villafañe y Luis
      Rivera López (1999), En la Boca de Quinquela de
      Sergio Rower (1999).
    
      Libertablas incursionó en la televisión argentina con
      grandes éxitos: Los Muvis (Canal 13, 1999) y Kanal K (Canal 13
      – Telefé, 1991-1992-1993), en formatos innovadores para la
      presencia de los títeres en la pantalla chica.
    
      En su rica trayectoria de producción e investigación,
      Libertablas ha merecido numerosas distinciones nacionales e
      internacionales
      href="#sdendnote5sym">5, que evidencian el lugar de
      reconocimiento conquistado en el campo teatral argentino e hispánico.
      Pero sin duda el mayor de los premios es el aplauso del público que
      los acompaña, y en especial la aceptación de los niños
      y los adolescentes.
    
      Valoramos especialmente la publicación del libro porque contribuirá
      a dejar una memoria de la actividad del grupo Libertablas, así como
      proveerá documentos fundamentales para una historia del teatro para
      niños y adolescentes en la Argentina. Ojalá sea también
      un multiplicador de la actividad del teatro infantil en nuestro país.
      Por otra parte, la entrevista con Luis Rivera López y Sergio Rower
      –que acompañamos a continuación- ilumina ejemplarmente
      aspectos de la historia del grupo, su modalidad de organización
      cooperativa, su laboriosidad en gestión, sus mecanismos de producción
      y de poética, que resultan característicos no sólo de
      Libertablas sino también de toda una nueva etapa del teatro
      argentino. Esperamos que el lector valore estos textos como exponentes
      fundamentales de la escena infantil nacional, y encuentre en ellos el estímulo
      para volver a ver la actividad de Libertablas en escena.
    
      A treinta años de su creación, le deseamos a Libertablas que
      cumpla muchos años más.
    
Libertablas según Libertablas
      Entrevista con Luis Rivera López y Sergio Rower
    
      Con motivo de los 30 años de trabajo de Libertablas, entrevistamos
      a Luis Rivera López y a Sergio Rower
      class="sdendnoteanc" name="sdendnote6anc" href="#sdendnote6sym">6.
      El objetivo es ofrecer a los lectores un acceso directo a la subjetividad
      de estos artistas, para comprender su manera de pensar el mundo y el arte,
      su visión de la poética, la “mística” y
      la militancia que fundamentan Libertablas.
    
-¿Cómo comienza la historia de Libertablas?
      Sergio Rower: A esta altura ya estamos cercanos a los 30 años
      de la creación del grupo. Nuestro sostén fundamental, más
      que allá de lo profesional, es afectivo e histórico. Con
      Luis (Rivera López) nos conocemos desde los 6 años, cursamos
      juntos el Instituto Vocacional de Arte. Con otros compañeros de
      Libertablas nos conocimos en la adolescencia. Tenemos 50 años cada
      uno, es decir que la ligazón afectiva viene desde hace 44 años.
      El camino de aquellos juegos teatrales, aquellos primeros lugares de
      estudio donde tuvimos a Sarah Bianchi o a Ariel Bufano como profesores,
      nos fue llevando, invitando a ser lo que somos hoy. Si bien venimos de
      historias diferentes, porque Luis es hijo de artistas y yo no, nos fuimos
      juntando y fuimos descubriendo afinidades estéticas ya en esos
      primeros tiempos. Cuando teníamos 17 años, en 1976, Ariel
      Bufano, nuestro profesor de teatro, nos convoca para integrar el Grupo de
      Titiriteros del Teatro San Martín. Participamos en el primer espectáculo
      de Bufano: David y Goliath, en 1977. Ese fue nuestro
      primer contacto con el ámbito profesional. Entramos por la “puerta
      grande”, porque consideramos que Ariel fue una bisagra en la
      historia de los títeres argentinos. Curiosamente nosotros no teníamos
      formación como titiriteros. Nuestra formación, en estudios
      particulares, conservatorios o instituciones, era actoral. Trabajábamos
      como titiriteros profesionales con alguien a quien admirábamos pero
      sin haber estudiado títeres. Nuestro corazón estaba en
      nuestros estudios de teatro: queríamos representar a los clásicos
      y hacer la mayor cantidad de Shakespeare posible. Siento que se fue
      armando una cofradía entre aquello que hacíamos y aquello
      que queríamos hacer. Estábamos trabajando con el artista que
      más sabía de títeres en la Argentina, y entonces, lo
      teatral iba quedando atrás como expresión.
    
      Luis Rivera López: De todos modos, en ese momento
      Ariel (Bufano) da algunos pasos muy importantes dentro del Grupo de
      Titiriteros, pasos que nos llevaron también a nuestra propia estética:
      la idea del elenco estable del San Martín, el acceso a los grandes
      escenarios, la utilización muy usual del titiritero a la vista, y
      además, el intento de acceder a textos de clásicos -como
      Federico García Lorca- o a los cuentos clásicos, pero
      tomados de forma muy seria, no como los tomaba generalmente el teatro para
      niños. Todo eso fue generando en nosotros una búsqueda, en
      forma paralela al San Martín, donde trabajamos 10 años. Es
      decir que entre 1976 y 1986, nuestro trabajo se centró por un lado
      en el San Martín haciendo títeres, y a partir de 1979, en
      nuestro grupo, buscando nuestra propia identidad. La irrupción
      creativa más importante de nuestro grupo, hasta el momento sin
      nombre, se produce cuando se empiezan a sumar otros artistas que se unen a
      nuestro desafío y que luego nos acompañaron durante muchos años.
      Allí comienzan Mónica Felippa y Noemí Rodríguez,
      que son parte todavía hoy del elenco.
    
      Sergio Rower: A partir de 1979 comienza el nacimiento de
      este grupo con el que investigamos en la composición de una obra
      basada en La chanson de Roland, para presentarlo en el
      Museo Larreta. El nombre Libertablas se impone en 1983, cuando hicimos La
      tremebunda tragedia de Macbeth, en el Teatro Cervantes, pero ya
      veníamos trabajando hacía unos cinco años. En los
      primeros diez años trabajamos para jóvenes y adultos. No hacíamos
      espectáculos para niños. A este rubro llegamos después
      y nos quedamos. Quizás porque en ese momento con Bufano trabajábamos
      para chicos y entonces buscamos por otro lado. Teníamos ganas de
      bucear e investigar por otras zonas desconocidas. Nos armamos una
      cooperativa que quería vivir del teatro. Esa mezcla de jóvenes
      de familias de artistas y de jóvenes que, como yo, estaban buscando
      de qué vivir, nos condujo a esta forma de gestión. La gestión
      al principio era un cuadernito. No podíamos vivir de otra cosa y,
      si no, teníamos que buscar otro trabajo. En el primer espectáculo
      ya tuvimos esta idea de producción cooperativa. En ese momento nos
      acompañaban en el grupo Santiago Ferrigno (el hijo de Oscar
      Ferrigno), Mariano Cossa (el hijo de [Roberto] Tito Cossa) y Luis (hijo de
      Jorge Rivera López). Entonces, usando las agendas de los papás,
      salimos a vender la primer función y con ese dinero tuvimos la
      primera recaudación para poder hacer un espectáculo.
      Nosotros hicimos nuestro primer espectáculo con la esperanza de no
      tener que suspender funciones por falta de público. Es muy
      interesante ese momento, porque en el San Martín hacíamos La
      Bella y la Bestia, de Bufano, con un éxito descomunal.
      Mientras tanto, los viernes y sábados hacíamos La
      tremebunda tragedia de Macbeth, que era para adultos.
      Obviamente, la única gacetilla que conseguimos que saliera decía:
      “Los titiriteros del San Martín están haciendo Macbeth”.
      Por lo cual, de los pocos espectadores que conseguimos, algunos venían
      con chicos, a las 23 horas, porque decían: “¡Si son los
      títeres del San Martín!”. Eso nos marcó un
      camino. Además, teníamos claro que queríamos adaptar
      autores clásicos y que cada artista tenía que tener un rol
      específico dentro del espectáculo. Por eso siempre fuimos un
      montón, nunca fuimos tres, siempre somos veinte. Veníamos de
      hacer unos siete espectáculos con Bufano, algunos incluso los
      dirigimos nosotros. El método de Ariel consistía en que el
      elenco ensayara durante seis meses. Ariel hacía de todo, era el
      director, escribía la obra, era el protagonista, hacía la
      puesta de luces. En esos seis meses él miraba desde afuera.
      Entonces, el día del ensayo general el único que no sabía
      la letra era Ariel. Era un genio de la disociación, y por eso
      superaba ese escollo. Ariel podía estar durmiendo, pero manejaba
      los títeres de todas formas. Esta experiencia con Bufano nos decidió
      a dividir los roles. Es decir, el día que tuvimos nuestro grupo,
      determinamos que uno tenía que ser el director y el otro el actor,
      y el que estuviera afuera no debía estar adentro del espectáculo.
    
      Luis Rivera López: Instalamos este criterio de
      dividir de acuerdo a los talentos y los saberes. Es decir, ¿por qué
      me voy a encargar yo de diseñar los títeres si hay plásticos
      maravillosos? Busquemos gente que dibuje, busquemos actores que encarnen a
      los distintos personajes, hagamos que cada uno se exprese con lo que tiene
      de potente. Es un camino que también Bufano necesitó hacer
      inevitablemente, años después, en el Grupo de Titiriteros.
      Comenzó a darse cuenta de que no podía abarcar todo y por
      eso en El Gran Circo Criollo, descansó en otras
      personas. Otro punto de inflexión, que ya nos definía como
      grupo en ese momento, tuvo que ver con nuestra idea de acceder a un teatro
      más amplio que el de los títeres. El teatro de títeres
      es, ante todo, teatro, es una forma de teatro. Pensábamos que un
      espectáculo era teatro y, si necesitábamos poner títeres
      para enriquecerlo, los incorporábamos. Y si se nos ocurría
      que podían ser muy valiosos los objetos, entonces, poníamos
      objetos. De alguna manera ese camino nos dividía del elenco del San
      Martín, que era y sigue siendo, exclusivamente de títeres.
    
      Sergio Rower: Y tuvimos que lidiar con este prejuicio casi
      ontológico de que los títeres son para los niños y el
      teatro de objetos, para grandes. En aquél momento nos matábamos
      diciendo que el espectáculo que hacíamos tenía títeres,
      pero era para grandes.
    
      Luis Rivera López: Era algo distinto y muy nuevo.
      Ahora las cosas cambiaron.
    
      Sergio Rower: Surge con esta historia de vida. La
      tremebunda tragedia de Machbeth había participado en un
      ciclo llamado “Todos los Jóvenes al Cervantes”, para el
      cual se habían convocado 8 producciones “under”
      para trabajar a las 18.30 de la tarde los miércoles y jueves, casi
      sin promoción. Fuimos un éxito en un año muy político
      del Teatro Cervantes, porque cada dos meses cambiaba el director. Se nos
      fue armando una égida y quedamos finalistas. Ahí tuvimos la
      posibilidad de hacer un espectáculo nuevo: Sueño de
      una noche de verano. Juntamos el dinero de lo recaudado.
      Decidimos ser los dueños de los telones, de la escenografía
      y los guardamos para conservarlos. Fueron decisiones que nos ayudaron a
      estar donde estamos. En la medida en que el Estado empezaba a desaparecer
      como gestor y productor, la posibilidad de que un grupo se autoprodujera
      era una resolución maravillosa. Porque los espacios, las salas, los
      teatros, siempre están, pero lo que no hay son espacios para
      producir. En 30 años nadie nos puso 30.000 dólares para
      decirnos: “Yo les produzco el espectáculo”. Una vez que
      alguien nos presta un espacio, nosotros llegamos con una capacidad de
      trabajo, producimos y convocamos público. Los teatros nos cobran,
      no nos dan. Durante muchos años al Cervantes le dábamos el
      veinte por ciento de lo que hacíamos. Nos cobraban sobre el
      trabajo, pero no nos producían.
    
      Luis Rivera López: Pensemos que 1983 era un año
      político muy importante del país. Era la gran explosión,
      la gran apertura, fue un éxito como pocos, se llenaba de jóvenes
      hasta arriba.
    
      Sergio Rower: Hay una nota de un diario, muy simpática,
      que dice que el guardarropa se llenaba de mochilas y bicicletas. Colgábamos
      el cartel de “Localidades agotadas”. Éramos artistas
      muy jóvenes.
    
      -¿A lo largo de estas tres décadas los integrantes del
      grupo han cambiado? 
    
      Luis Rivera López: Al principio los integrantes
      éramos nosotros dos y Roly Serrano, Eduardo Blanco, Eduardo
      Gersberg y Mónica Felippa y, poco después se incorporó
      Mimí Rodríguez. Es muy importante señalar que
      siempre, en los 30 años, nos consideramos un grupo. En otros casos,
      el grupo queda en el nombre de una sola persona. Y no está mal,
      pero es distinto en nuestro caso. Somos un ejemplo de grupo, para nosotros
      el trabajo tiene que ver con abrir la estética, compartir la estética.
      No es un director que tiene ideas en su cabeza y de ahí sale el
      espectáculo. El intérprete participa activamente en la
      confección del espectáculo. Yo soy básicamente el
      adaptador y el literato, registro las obras y hago todo el trabajo de tipo
      literario, pero me resisto a sentir que soy el único autor de mis
      textos. Porque además la forma teatral, dramatúrgica, está
      muy definida por el trabajo que yo hago como director o que hace Sergio
      cuando dirige y que después hacen los intérpretes. Todo eso
      deriva en un resultado final que es un texto y una puesta en escena. El
      texto es como una expresión de la puesta en escena. No tomamos un
      texto y sobre ese texto hacemos una puesta en escena. De hecho, buscando
      algunos de los textos para este libro me he encontrado con que tenía
      que modificar muchísimas cosas porque tengo escrito el texto en la
      tercera versión, pero tampoco es la definitiva, porque hoy ya los
      estamos haciendo de manera diferente. Y eso a mí me resulta desde
      el punto ideológico muy importante, porque nos define. Es decir que
      lo teatral es básicamente grupal, y lo textual, incluso, también
      es grupal. De hecho, hay ejemplos famosos que hablan del trabajo de esta
      manera. Shakespeare, que es una especie de obsesión de nuestro
      grupo, hacía lo mismo. Escribía en su casa con muchas ideas
      en su cabeza, pero después estaba siempre arriba del escenario. Los
      textos de Shakespeare que nos llegaron no son los que él escribió,
      sino los que los copistas copiaron de las funciones. Y que probablemente
      tienen todas los agregados que metieron los actores y que después
      él adoptó como suyos. Estos agregados del actor son muy
      importantes, porque son las palabras adecuadas que éste siente en
      esa situación y en ese contexto estético. El actor,
      entonces, es una parte del funcionamiento total y el texto también.
      Todo este funcionamiento grupal deriva en ese hecho artístico, que
      es tan potente como pequeño y perecedero es el teatro.
    
      Sergio Rower: Cuando estrenamos La tremebunda
      tragedia de Macbeth teníamos 22 años y éramos
      alrededor de once. Todos estábamos en todos los ensayos. Además
      de nosotros cuatro –Luis, Mónica, Noemí y yo- también
      estaban Mariano Cossa, Omar Comin, Silvia Copello, Virginia Lombardo,
      Sandra Antman, Gerardo Niñe, Gabriel Pacheco, Jorge Crapanzano y
      Claudio Colo Nachman, entre otros. Seis en el escenario y el resto del
      equipo afuera. Siempre con los roles definidos. Llevábamos las
      cuentas en un cuaderno. Yo me especialicé en organizar, Luis en
      escribir, y así cada uno fue encontrando su lugar. En Libertablas,
      los artistas vienen y se quedan. Cada vez hay más lugar, hay más
      necesidad. La gente nos dice: “Si fueran diez, vivirían muchísimo
      mejor”. Sí, viviríamos dos años muy bien, pero
      después la fuerza del grupo se desharía. Salimos a las
      funciones en las escuelas o en el interior con 2000 kilos de carga.
      Priorizamos el proyecto estético, pero trabajamos mucho. Para
      juntar la misma plata que un artista comercial consagrado gana en una
      función, nosotros tenemos que hacer 15 funciones, a 3 pesos por
      espectador, pero con cinco mil pibes. Un soporte ideológico muy
      fuerte del grupo es la modalidad del circo criollo y el radioteatro, esto
      es, llegar adonde la gente esté, porque la gente no va a venir.
      Esta ideología nos salvó. Cuando éramos jóvenes
      había bonos escolares de teatro clásico tanto en el San Martín
      como en el Cervantes. La cartelera de hoy no ofrece un Pirandello o un
      Shakespeare para jóvenes porque no es productivo. No hay nadie que
      se atreva a producirlo. ¿Qué docente va a correr con la
      responsabilidad civil de llevar al teatro a un pibe que se rompe una
      pierna y los padres le hacen un juicio? Entonces decimos: Acá
      estamos nosotros que somos los que vamos a buscar a los espectadores.
      Entonces, el docente nos convoca porque con nosotros tiene la posibilidad
      de tener la representación, el hecho teatral en la misma sala donde
      da clases todos los días. Más allá de que es una
      herramienta para enseñar literatura. ¡Vamos!, ésa es
      la clave. Hicimos Quijote en todos lados. Y el mismo Quijote
      que ganó el Premio ACE, en el teatro con cuarenta tachos y un
      sonido bárbaro, ése mismo, lo hacemos en un galpón en
      Campana y en el Festival “Al Sur del Sur”, en La Boca. El
      espectáculo es el mismo, pero la gente cree que es diferente. La
      gente se pregunta: ¿Pero la misma obra va a venir hasta acá?
      El producto es el mismo, y para llegar hacemos giras donde nos prestan
      tachos de miel de 200 kilos para poner madera arriba y hacer los
      escenarios. A la hora de la función, los pibes entran y ven que en
      el mismo escenario donde juegan al básquet hay montada una sala
      para teatro negro. Es el gimnasio por fuera y teatro negro por dentro,
      todo en un descampado en medio de Lincoln
      name="sdendnote7anc" href="#sdendnote7sym">7. En ese
      sentido, somos muy respetuosos de la esencia teatral, respetuosos de la
      producción, para no faltarle el respeto a un pibe de Lincoln. Otros
      teatristas dirían: “Como vamos a Lincoln, van Quijote y
      Sancho y el resto grabado”. Nosotros vamos con los 8000 kilos, con
      los 10 actores y nos matamos para ver cómo lo hacemos de la mejor
      manera. Por eso tenemos que estar cinco días para recaudar el
      dinero que otros recaudan en una sola función. Ahora, el esfuerzo
      vale porque hacemos una revolución, porque ese pibe recordará
      toda su vida ese Quijote o esos Cuentos de la selva
      o esa Leyenda. Además, esa maestra siempre te pide
      que vuelvas. En estos treinta años hay algo que cambió con
      nuestras visitas escolares: cuando comenzamos creíamos que ilustrábamos
      el texto literario a través de la representación teatral.
      Hoy, muchos docentes nos cuentan que los pibes ven el espectáculo y
      luego buscan el libro. Vamos a los pueblos y la gente nos dice: “Yo
      no sabía que el Quijote era esto, creía que
      La vida es sueño era otra cosa”.
    
-¿Y ustedes disfrutan esta manera de trabajar?
      Luis Rivera López: Respetamos lo que creemos que es
      la esencia del teatro: esa hora u hora y media, es “EL”
      momento. Esto es algo que tenemos clarísimo: esa hora que brindamos
      a los chicos nos la estamos proporcionando, en realidad, a nosotros
      mismos, porque estamos viviendo ese momento al extremo, en plenitud. Por
      lo tanto ese momento tiene que ser potente, arrasador,
      sorprendente, tiene que tener todas las características posibles de
      la comunicación, es el momento de la comunicación por
      excelencia.
    
      Sergio Rower: El famoso “aquí y ahora”,
      que en la calle Corrientes es muy fácil de ver, pero tal vez en
      otro lugar, en un pueblito, es “aquí, ahora y nunca más”.
      Acaso sea la única vez que ese chico vea teatro. Los años
      van generando una mochila de responsabilidad, Libertablas es consciente de
      que no puede hacer cualquier cosa.
    
      Luis Rivera López: Pero de pronto nos damos cuenta
      de que también en la calle Corrientes es “aquí, ahora
      y nunca más”. Mañana volvemos a hacer función,
      pero esa persona del público no vuelve a ver el espectáculo.
      Entendemos que el teatro siempre es “aquí, ahora y nunca más”,
      siempre es una experiencia sin red. Vida o muerte. Se termina y es la
      muerte: lo que estaba vivo ya no lo está más. Ese carácter
      extremo del teatro lo hace tan potente y nos apasiona. Cuando llega
      “EL” momento, todo lo otro no importa, si el hotel está
      bueno, si dormimos o si comimos bien. Toda circunstancia pasa a un segundo
      plano al servicio de la vivencia de “EL” momento. No alcanza
      con ser consciente de que este es el secreto del teatro; también es
      indispensable saber cuáles son los caminos para acceder a esa
      plenitud. Necesitamos técnicas y recursos, muchos de los cuales
      aprendimos en las escuelas de teatro. Sergio ha recurrido a la Universidad
      para adquirir conocimientos sobre gestión y producción. En
      mi caso, como autor, necesito ser muy fiel a aquello que estoy adaptando.
      No tengo que quedarme en los aspectos superficiales, tengo que conocer las
      coordenadas que me permiten ser respetuoso con ese material. Cuando adapto
      Quijote trabajo con una materia universal, que no es mía,
      ya ni siquiera tampoco es de Cervantes. Debo respetar la esencia de Quijote
      y no respetar aquello que no es esencial. Con los años y la
      experiencia hemos adquirido un importante bagaje de conocimientos en los
      distintos roles que a cada uno dentro del grupo le tocan cumplir.
    
      Sergio Rower: La experiencia provee saberes específicos.
      Estamos acostumbrados a leer los libros de los grandes directores y teóricos
      mundiales, pero hay otros saberes que se adquieren directamente en la práctica
      escénica, por ejemplo, un actor sabe muchas cosas después de
      hacer 300 funciones de Quijote, algunas a las 8.20 de la
      mañana y en los lugares más diferentes. ¿Es lo mismo
      trabajar en el San Martín o en un tablado improvisado en medio de
      la pampa? ¿Cómo se hace además para combatir nuestra
      rutina y, después de la función 300, seguir teniendo el
      mismo placer o una mayor intensidad? Nosotros nos parecemos a los
      titiriteros transhumantes, que viven de su laburo. Mientras muchos actores
      en el día hacen otro trabajo para hacer teatro a la noche, los
      titiriteros se meten en un comedor, animan una fiesta infantil, hacen
      funciones en el patio de una escuela, participan en una fiesta vecinal...
      Siempre trabajan en su oficio. Los titiriteros se ponen la mochila al
      hombro y van. Toman la decisión ideológica de ir. Nosotros
      hacemos lo mismo. Esto es muy importante en términos de gestión.
    
      Luis Rivera López: Esto implica conocer y poner en
      práctica técnicas distintas, métodos de aproximación
      diferentes. Todas las técnicas son importantísimas.
    
      Sergio Rower: Por eso creemos que es importante atender a
      la experiencia del actor que hace 300 funciones por año, elaborar
      una teoría del actor que permita acceder a sus saberes. Para evitar
      la rutina, la mera repetición, el peligro de la mecanicidad,
      cambiamos los roles, estrenamos nuevas obras, nos planteamos nuevos desafíos
      y nos mantenemos todo el tiempo muy atentos. La gente cree que Luis y yo
      somos los únicos directores del grupo, pero no es así,
      tenemos tanto directores como haga falta, y eso me gusta, que seamos más.
      El 80% de los integrantes del grupo tiene alrededor de 50 años,
      entonces nos armamos una mística de lo que somos para poder salir a
      hacer esta tarea titánica de trabajar todo el tiempo, en diversos
      lugares, con diversos públicos. Los que ingresan necesitan
      comprender cómo nos organizamos y asumir esa mística. Se
      trata de comprender otras coordenadas, advertir que hace falta otra
      valoración. Por ejemplo, hacemos 300 funciones por año de Quijote
      y, como no tenemos plata para imprimir 300.000 programas anuales, los
      chicos que ven la obra no saben el nombre de los actores. Tampoco saben
      que es Libertablas, vienen a ver Quijote y se van. Esto
      implica comprender formas de producción y buscar nuevos mecanismos
      para ir solucionando los problemas paso a paso. Intentamos no perder nunca
      de vista la esencia: Libertablas traza un camino ideológico.
      Compartimos ocho o diez horas de trabajo por día promedio, y no en
      las mejores condiciones, por eso es fundamental compartir ese basamento
      ideológico.
    
      -Para hacer tantas funciones, con tantas personas, escenografía,
      accesorios, y en lugares tan diversos, ¿cómo se trasladan?
      ¿Tienen un vehículo propio? 
    
      Sergio Rower: Nos trasladamos como podemos. No tenemos
      nada fijo.
    
      Luis Rivera López: El no tener un medio de
      transporte fijo es un problema para nosotros. Pero en realidad no lo
      tenemos por una razón de peso: priorizamos la remuneración
      del trabajador. Los dividendos que quedan para la producción no nos
      permiten comprar un auto o una sala. Si hacemos la cuenta de lo que hemos
      gastado en salas desde que empezamos, con ese dinero podríamos
      habernos comprado un teatro. Con lo que gastamos en transporte, en dos años
      podríamos comprarnos un vehículo. Cuando vienen épocas
      de crisis importantes, como en el 2002 o en el momento actual, los
      ingresos se derivan indefectiblemente a los sueldos de las personas que
      trabajan. En el momento en que se cierra una gira, se cierra con el
      transporte incorporado y éste se paga. Para los espectáculos
      más chicos nos trasladamos en micro; para los más grandes,
      trasladamos las cargas en camiones especialmente contratados.
    
      Sergio Rower: Y además hay que contar los gastos de
      hospedaje y de comida de unas diez personas por varios días. El
      gasto básico es entonces muy grande, sin que nadie gane nada. En
      algunos casos nos contratan, pero casi en el 80% sucede que nosotros vamos
      creando las condiciones de trabajo. Veamos algo que nos ha sucedido y nos
      sucede muy seguido. Llegamos a un municipio, le pedimos al secretario de
      Cultura la sala y nos la da con gusto. Pedimos que nos paguen y nos dicen
      que no tienen dinero. Entonces arreglamos 70 y 30. Entonces ya nos
      quedamos sin el 30. ¿Me conseguís un hotel? “No puedo”.
      ¿Me conseguís la comida? “No”. Yo voy a hacer el
      trabajo social que tendría que hacer él: voy a meter 2.500
      pibes gratis. El primer año no conseguís nada, pero el
      segundo las escuelas más pudientes pagan una pequeña entrada
      porque valoran la calidad del espectáculo que vieron el año
      anterior. Entonces 300 pibes pagan $8, otros 200 pagan $7 y el resto de
      los espacios vacíos invitamos gratuitamente. ¿Qué le
      pasa al funcionario? Cuando nos vamos, la gente le dice al funcionario que
      estuvo buenísimo lo que trajo, y tiene que aclarar que él no
      lo trajo. Entonces, al tercer año, el funcionario no nos da plata y
      nos cobra la sala pero nos consiguió el hotel para que duerman seis
      personas y el galpón municipal para el resto del grupo. Así
      vamos trabajando. No hay una sola Secretaría de Cultura de la Nación
      que esté en condiciones de pagarnos el flete más el
      transporte más las funciones más el hospedaje más la
      comida. No tienen $25.000 para pagarle a un grupo que hace teatro para
      chicos. Esta locura de gestión nos hace sentirnos muy quijotes
      muchas veces.
    
      -En un año normal, ¿cuántas funciones hacen?
      
    
      Sergio Rower: El año pasado [2008] fue malo para
      nosotros, hicimos 400 funciones. Normalmente tenemos que hacer entre 600 y
      800. Este año, que va a ser muy duro, pensamos hacer 1000
      funciones, porque cambiamos absolutamente la égida. Al mismo
      momento, durante los 180 días escolares, estaremos trabajando en
      varios espectáculos al mismo tiempo, en las salas (Auditorio de
      Belgrano, Metropolitan) y en las escuelas. Hemos incorporado gente y
      organizado un departamento de gestión mucho más potente. No
      tenemos ni representante ni vendedores, porque se asustan cuando no les
      dan los números. Somos nosotros mismos los encargados.
    
      -¿Los convocan los funcionarios, las maestras, las escuelas,
      o ustedes se encargan de ofrecer los espectáculos?
    
      Luis Rivera López: Hay distintos
      casos. Incluso casos insólitos: por ejemplo, hemos trabajado en
      Comodoro Rivadavia con una fundación que junta dinero para
      trasplantes. Ellos venden las funciones a las escuelas y se quedan con el
      50%.
    
      Sergio Rower: El 70% de nuestras gestiones arrancan de
      gente que nos ve y nos dice: “Quiero que los míos vean esto”.
      “Vi en la Feria del Libro una función de Quijote,
      soy de Salta, ¿no pueden ir a Salta?”. A partir de allí
      establecemos vínculos. Con los años hemos establecido muchos
      contactos.
    
      Luis Rivera López: En algunas épocas tuvimos
      el apoyo de la Nación o del Gobierno de la Ciudad, y ese apoyo fue
      maravilloso. Por ejemplo, nos permitía cubrir los gastos de
      traslado. Hicimos una gira de dos meses por México y hemos visto la
      presencia protagónica del Estado en la cultura.
    
-El objetivo final es llegar a los chicos.
      Sergio Rower: Exacto, llevarles el teatro, las historias,
      las grandes obras de la literatura clásica. Pelearle el espacio al
      multimedia, a la soledad de la computadora, seguir defendiendo el hecho
      social de compartir con el otro una emoción. Muchas maestras tienen
      miedo de que sus alumnos se porten mal en las funciones, pero los chicos
      quedan atrapados, fascinados, en silencio, se portan genial.
    
      -¿Cómo eligen los textos que van a llevar a escena a
      través de las adaptaciones? 
    
      Luis Rivera López: No es unívoco: a veces la
      propuesta surge de un integrante del grupo, otras de un espectador.
    
      Sergio Rower: Otras veces tenemos en cuenta una fecha, un
      centenario. Los motivadores pueden ser muchos.
    
      Luis Rivera López: En el caso de Gulliver,
      el libro de Swift es uno de mis preferidos desde la infancia. Pinocho
      me lo propuso Sergio; yo tenía un prejuicio enorme con la novela de
      Collodi, con Disney y con todas las imágenes que circulan de
      Pinocho. Y Sergio me convenció: “Somos titiriteros y Pinocho
      es la imagen ideal del títere”. Habla de la dar vida a la
      materia, que es lo que hacemos nosotros. Gepetto es el titiritero por
      excelencia. Tomamos a Collodi y empezamos a investigar.
    
      -¿Luego discuten las adaptaciones en reuniones de mesa,
      discuten los textos? 
    
Sergio Rower: Exacto. Y allí tomamos decisiones.
      Luis Rivera López: Y el texto que finalmente se ve
      en escena es resultado de todo el proceso de trabajo con el grupo. Eso no
      va en desmedro del trabajo autoral. El autor determina una concepción.
      Tito Cossa escribió El viejo criado improvisando
      con los actores, y no por eso la obra no es de él. El buen director
      ordena los impulsos de los actores, trabaja con el material que tiene y
      suma su propia concepción. Para mi gusto el buen autor teatral hace
      lo mismo: elige de cosas que aparecen en los ensayos, desecha otras. El
      autor puede escribir en su casa, pero también puede hacerlo a
      partir del contacto directo con la escena. El autor que está cerca
      de la escena acepta modificar, cambiar, agregar, sacar, de acuerdo a lo
      que la escena va exigiendo.
    
      Sergio Rower: A veces el actor va descubriendo una
      coherencia de su propio personaje que exige modificaciones.
    
      Luis Rivera López: Esto sucede en absolutamente
      todos los hechos teatrales. Así es el teatro, no sólo como
      trabajamos nosotros. Para quien está cerca de lo teatral, lo
      importante no es lo literario sino el fenómeno expresivo. Aunque
      hay momentos en que el autor sí tiene que defender determinados
      momentos de su texto para que no se pierdan ciertos componentes que hacen
      a la visión que el texto está proponiendo. Siempre decimos
      en Libertablas que ni el autor ni el director nunca deben perder de vista
      que quien hace el teatro es el actor. Las semillas expresivas que el actor
      planta deben ser respetadas al extremo para que germinen.
    
      -¿Cuál ha sido y es el secreto que les
      permite mantener el grupo unido y en plena producción a través
      de los años?
    
      Sergio Rower: La palabra clave en un grupo como el nuestro
      es ser flexibles. Entender que la potencia grupal va a
      estar dada cuando el mejor diseñador pueda proponer algo al mejor
      realizador para que el mejor actor y el mejor titiritero hagan el mejor
      texto posible.
    
Bibliografía
- 
        Dubatti, Jorge. (2008) “Teatro y producción de subjetividad”,
Cartografía teatral. Introducción al Teatro
Comparado, Buenos Aires, Atuel, Cap. III. - 
        Rivera López, Luis, y Libertablas. (2009) Libertablas.
Pinocho, Cuentos de la Selva, Gulliver, Leyenda, Buenos Aires,
Atuel. Edición, estudio y entrevista a cargo de Nora Lía
Sormani. - 
        Sormani, Nora Lía (1996) “La preocupación humanista
en el teatro infantil actual 1992-1994”, Celehis,
Revista del Centro de Letras Hispanoamericanas de la Universidad
Nacional de Mar del Plata, a. V, n. 6-7-8, volumen 3, pp. 593-602. - 
        -----. (2004) El teatro para niños. Del texto a la escena,
Rosario, Homo Sapiens. - 
        CDs de los espectáculos Libertablas ha publicado
las grabaciones de los textos y la música de varias de sus obras. - 
        Página Web oficial Libertablas cuenta con una página
en internet que incluye fotos de los espectáculos: href="http://www.libertablas.com.ar/">www.libertablas.com.ar 
Notas
Entre las giras internacionales, destaquemos las siguientes: México,
Paraguay y Brasil, 1986; México y Perú, 1990; México,
1993; Ecuador, 1996; Brasil, 2001; Ecuador y México, 2002; Ecuador,
2003; Uruguay y España, 2005; Ecuador, 2006; Ecuador y México,
2007; Bolivia y México, 2008.
Esa preocupación humanista es una constante del mejor teatro para
niños y jóvenes en la Argentina. Véase al respecto
Sormani, 1996, pp. 593-602.
Han impartido cursos para la Secretaria de Cultura de la Nación, la
Comedia de la Provincia de Buenos Aires, la Asociación Argentina de
Actores (Delegación La Plata), la Comedia Municipal de La Plata, la
Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UBA, la Universidad
de San Luis, la Comedia Municipal de Tornquist, la Universidad de Bellas
Artes de México DF, el Instituto de la Máscara, el Plan
Cultural en Barrios de la Ciudad de Buenos Aires, SUTEBA (Sindicato Unido
de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires), la Municipalidad
de Vicente López (Plan Experimental en Carapachay), la Escuela
Latinoamericana de Teatro, la Comedia Cordobesa, el Posgrado de la Escuela
Oficial de Títeres de Rosario, la Escuela de Andamio 90, la Escuela
de Titiriteros de La Pampa,y decenas de otras instituciones de todo el país.
En 2000 realizaron las Jornadas Pedagógicas Libertablas en Río
Grande, Tierra del Fuego.
Algunos de los premios recibidos por Libertablas son: Premio Mejor Grupo
de Búsqueda Teatral (1991, FUNCUN), Primer Premio del Festival
Mundial de Teatro para la Infancia y la Juventud (Lima, Perú,
1991), Premio UNICEF (1991), Premio ACE por Alicia en el País
de las Maravillas (1992), Premio María Guerrero (1998),
Premio Florencio Sánchez (1999, Casa del Teatro), Premio Argentores
por Las mil y una noches (1999), Pregonero en el rubro
“Teatro” (Fundación El Libro, 2000), Premio Teatro del
Mundo (UBA, 2000), Premio ACE por Quijote en el rubro
“Mejor Espectáculo Infantil” (2003), Premio María
Guerrero (2003), Premio Trayectoria del CELCIT (2005). Gulliver fue
distinguido por el Plan Nacional de la Lectura del Ministerio de Educación.
En 2001 las presentaciones de Libertablas fueron declaradas de “Interés
Cultural” por el Honorable Congreso de la Nación. Libertablas
recibió también una distinción del Consulado de España
en la Argentina.
Localidad de la Provincia de Buenos Aires.
