Historia del teatro, memoria del teatro: versiones y tensiones | Centro Cultural de la Cooperación

Historia del teatro, memoria del teatro: versiones y tensiones

Autor/es: Jorge Dubatti

Sección: Palos y Piedras

Edición: 5 / 6

Español:

Pensar una de las tensiones más conflictivas en el campo teatral argentino: la de la construcción de una historia del tiempo presente y del pasado reciente de la escena nacional, especialmente la que corresponde a los años de la Postdictadura, entre 1983 y nuestros días. Al respecto caben muchas preguntas, todas relevantes: ¿Qué imágenes del pasado reciente y de la historia del tiempo presente se construyen? ¿Cuántas son? ¿Por qué se diferencian tanto entre sí? ¿En qué se fundamentan? ¿A cuáles dar más crédito?


“El pasado es siempre conflictivo. A él se refieren, en
competencia, la memoria y la historia, porque la historia no siempre puede
creerle a la memoria, y la memoria desconfía de una reconstrucción
que no ponga en su centro los derechos del recuerdo (derechos de vida, de
justicia, de subjetividad)”.

Con estas palabras reveladoras Beatriz Sarlo abre su libro Tiempo
pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo
(2005). Esas
palabras valen para pensar una de las tensiones más conflictivas en
el campo teatral argentino: la de la construcción de una historia
del tiempo presente y del pasado reciente de la escena nacional,
especialmente la que corresponde a los años de la Postdictadura,
entre 1983 y nuestros días.

Al respecto caben muchas preguntas, todas relevantes: ¿Qué
imágenes del pasado reciente y de la historia del tiempo presente
se construyen? ¿Cuántas son? ¿Por qué se
diferencian tanto entre sí? ¿En qué se fundamentan?
¿A cuáles dar más crédito?

La memoria compite con la historia en la elaboración de esos
relatos, y especialmente en la pelea por su legitimación.

Además todo se complica por la riqueza y multiplicidad de un campo
teatral que atraviesa sin duda una Época de Oro: nunca antes el
teatro argentino niveló internacionalmente como en la
Postdictadura.

Hay tres fuentes principales de relatos sobre la historia teatral de la
Postdictadura:

  1. los teatreros y sus testimonios y memorias sobre lo que han vivido estos
    años creando y participando en diversas experiencias; en buena
    parte se trata de una cadena de oralidad, que sólo
    excepcionalmente se fija por escrito (salvo en el registro de
    entrevistas).
  2. los periodistas, espectadores sistemáticos y frecuentes, que ven
    mucho teatro y además dejan por escrito sus observaciones;
  3. los historiadores: llamamos así a los investigadores de base
    científica, solidez teórica y método riguroso, que
    publican libros y artículos.

Las versiones de los dos primeros, teatreros y periodistas, guardan mucho
contacto, se parecen, e incluso se intercomunican. Pero entre ellos y los
historiadores se advierte una brecha insondable.

Muchas veces puede suponerse que los periodistas no producen un
pensamiento propio sino que se limitan a ordenar lo que escuchan decir a
los teatreros, con los que dialogan permanentemente. Creadores y
periodistas se acercan a los fenómenos de la memoria, a los relatos
de experiencia, al testimonio de visiones subjetivas.

El desafío de los historiadores es hoy el de “rectificar”
o al menos “esclarecer” los límites entre subjetividad
y objetividad, a través del acopio de documentación
fehaciente, de datos comprobables y del análisis minucioso de los
acontecimientos y las poéticas. Buscan diferenciar un estatus
objetivo del campo teatral, para distinguirlo de los “recuerdos”
de lo vivido. Los historiadores suelen descubrir que lo que “se dice”
en los testimonios no es exactamente lo que puede comprobarse que sucedió,
o que los “recuerdos” cambian según la circunstancia
del testimonio (lo ha demostrado Guillermo O’Donnell).

Sin duda los teatristas son grandes protagonistas del campo teatral, saben
muchísimo sobre teatro, especialmente sobre sus propias prácticas,
pero poseen generalmente una visión acotada, limitada a su propia
experiencia y a la de sus colegas más afines. La mayoría de
ellos, cuando trabaja mucho, va poco al teatro a ver las obras de sus
contemporáneos, sencillamente porque trabajan en los mismos
horarios. Si están actuando a la misma hora en que lo hacen los
colegas, ¿cómo saben lo que están haciendo los otros?
Además, si en Buenos Aires en la Postdictadura se presentan sólo
los sábados más de doscientos espectáculos, ¿quién
puede experimentar la vivencia de semejante diversidad? En suma, las
observaciones de los teatreros valen más para entenderlos a ellos
mismos, como autodefiniciones, que para saber a ciencia cierta qué
pasaba en determinado momento en situaciones de conjunto.

Por su parte, los periodistas ostentan una formación cada vez menos
sólida, no se preocupan por la teoría ni la metodología,
y eso les resta una base rigurosa. La crítica teatral argentina está
pauperizada, suele carecer de autocrítica, y padece enormes
presiones, sobre todo aquella de los medios más masivos. La imagen
del teatro argentino que resulta de las páginas críticas en
los medios es tan pobre que si se la confronta con la masa de
acontecimiento teatral, con la complejidad y pluralismo de lo que pasa, no
resiste examen.

¿Qué relatos sobre la Postdictadura suelen oírse o
leerse entre los teatristas y los periodistas, que los historiadores hayan
refutado?

  1. Que después de Teatro Abierto 1981 no pasó “nada
    importante” en la historia del teatro argentino.
  2. Que durante los años de la presidencia de Carlos Menem
    (1989-1999) el teatro argentino fue “funcional” al
    liberalismo salvaje, que fue un teatro indiferente a lo social y
    obsecuente con el nuevo orden.
  3. Que el teatro argentino “cambió” después de
    los acontecimientos del 2001: que a partir de diciembre de 2001 “regresó
    la política” al teatro nacional.
  4. Que la Postdictadura se caracterizó por el retiro de la política,
    por un teatro alavandinado, anodino, sin compromiso, despolitizado y frívolo,
    mal llamado “postmoderno”.
  5. Que durante la primera Postdictadura (1983-1990) no hubo una dramaturgia
    de autor, sino teatro de grupos y de directores.

Por supuesto estas afirmaciones poco tienen que ver con lo realmente
sucedido en el campo teatral en los últimos veinticinco años.
Felizmente una creciente cantidad de investigadores, en todo el país,
ya sea a través de trabajos independientes o académicos, se
han encargado de refutar esas afirmaciones (y lo siguen haciendo; hay muchísimo
todavía por hacer). Destaquemos especialmente los libros y artículos
producidos por la nueva generación: Patricia Devesa, Lorena
Verzero, Marcela Bidegain, Victoria Eandi, Natacha Koss, Gabriel Fernández
Chapo, Araceli Arreche, Marta Taborda, Beatriz Lábatte, Mauricio
Tossi, Yanina Leonardi, Irene Villagra, Nora Lía Sormani, y muchos
otros.

Para refutar la primera, baste decir que la Postdictadura debe ser pensada
con parámetros historiológicos específicos y que ha
sido un período de riqueza increíble, donde sobresalen las
aportaciones de “clásicos” de la talla de Ricardo Bartís,
Mauricio Kartun, Emeterio Cerro, Paco Giménez, El Periférico
de Objetos, Javier Daulte, Alejandro Urdapilleta, el grupo De la Guarda,
Catalinas Sur y Los Calandracas, Vivi Tellas, La Banda de la Risa,
Teatroxlaidentidad y Rafael Spregelburd, por citar unos pocos nombres
relevantes.

Para refutar la segunda: el teatro fue durante la década neoliberal
un espacio de resistencia, de política y de construcción de
espacios de subjetividades alternativas. En este período se
redefinió el concepto de lo político hacia formulaciones más
amplias y lúcidas, al decir de Félix Guattari, entre lo
macropolítico y lo micropolítico.

Para refutar la tercera: el 2001 fue posible entre otras cosas por el
trabajo de construcción de subjetividad política y de
conciencia social realizado por el teatro ininterrumpidamente durante toda
la Postdictadura. Pero además no debe ser idealizado: los reclamos
de la clase media por sus fondos encerrados en los bancos no deben
asimilarse a la “revolución”. ¿No es importante
releer el 2001 y el “que se vayan todos” a la luz del triunfo
de Mauricio Macri en Buenos Aires y la escalada de subjetividad de derecha
en todo el país?

Para refutar la cuarta: la Postdictadura creó nuevas formas de
hacer política desde el teatro, modalidades que deben ser pensadas
a partir de otras concepciones y prácticas.

Finalmente, para refutar la quinta: que entre 1983 y 1990 hubo una riquísima
dramaturgia de autor, sobre la que pronto publicaremos un estudio
reivindicatorio.

Sin embargo, la escasa consulta de los trabajos de investigación
por parte de los artistas y de los periodistas hacen que esas versiones
sigan circulando, y que muchos las crean tesis fehacientes. Una buena señal
de comunicación entre periodistas e historiadores puede hallarse en
la creación de la Asociación Argentina de Investigación
y Crítica Teatral, que vuelve a reunir a ambos gremios. La historia
sigue compitiendo con la memoria, pero lo mejor está por venir.

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