Piernas entrelazadas, de Omar Aita. Mujeres de Alpargatas. | Centro Cultural de la Cooperación

Piernas entrelazadas, de Omar Aita. Mujeres de Alpargatas.

Autor/es: Ezequiel Gusmeroti

Sección: Palos y Piedras

Edición: 18


En el Camarín de las Musas esta vez, la muy buena obra del dramaturgo y director Omar Aita, Piernas entrelazadas, sigue recibiendo merecidamente los aplausos de un público que, alternativamente, varía entre distintos espacios del Gran Buenos Aires y la CABA.

La acción de esta obra –que pasó ya por lugares como el Belisario Club de Cultura (CABA) y el Espacio Disparate (Lanús Este), por ejemplo– se concentra en el interior de un espacio cerrado (un departamento, una pequeña casa), ubicado en algún barrio del centro porteño. Allí, en ese particular universo privado, tres hermanas –Delia (Cecilia Tognola), Herminda (Verónica Intile) y Celia (Sabrina Lara) – comparten juntas sus sueños, sus fantasmas, sus miedos y sus pasiones. Más allá de las paredes del lugar, el ámbito exterior –percibido sobre todo en su dimensión político-social–, repercute absolutamente en la vida de estas tres mujeres de campo que, en busca de nuevas oportunidades, han arribado al centro de Buenos Aires: un nuevo espacio que se les revela tan extraño como complejo y emocionante a la vez. Las mujeres llegan a la metrópoli porteña desde el interior de la provincia, y arrastran un pasado brutal: dos de ellas han sido violadas por su propio padre. Este hecho terrible ha sellado las distintas personalidades de las protagonistas; en la obra, se definen como: “la putita”, “la tortillita” y la “vaca putona”. La sexualidad de cada una de las hermanas ha quedado marcada a fuego por el incesto.

La pieza nos sitúa en el año 1953, durante la segunda presidencia de Juan Domingo Perón, un año después de la muerte de Eva Duarte, símbolo femenino para las mujeres de Piernas entrelazadas: allí, la vemos a Delia pasearse por la casa con un cuadro de “Evita”, y escuchamos a Celia comentándole a una de sus hermanas que en la fábrica no hay mujer que no se haga el rodete característico de la “abanderada de los humildes”. Esta megahistoria –o Historia de cambios profundos a nivel político, social y cultural– sirve de marco para las historias singulares de cada una de las tres mujeres.

En la obra de Aita, no sólo las piernas están entrelazadas; del mismo modo, se hallan entrelazados el mundo de lo privado y de lo público; el del campo y la ciudad; el de la brutalidad masculina y la sensibilidad femenina; el de la dimensión política y el de la dimensión sexual: todo se cruza, todo se conecta -y se interconecta-, se confunde y se funde al mismo tiempo en los cuerpos de las protagonistas -en el ámbito cerrado del departamento.

En este contexto de grandes cambios para la Argentina, se suceden los diversos acontecimientos y las grandes conquistas sociales: la igualdad de derechos para hombres y mujeres, la Ley del Voto Femenino, la Ley de Divorcio Vincular, el auge de la industria, las distintas migraciones internas hacia la capital del país (Buenos Aires), el nuevo rol de la mujer en la nueva sociedad: todo parece atravesar el ámbito privado en el que llevan adelante sus vidas las tres hermanas –Delia, Herminda y Celia–, mientras acontece el drama. En este sentido, el espacio “cerrado” –el “adentro”– se ve fuertemente moldeado por el espacio exterior –el “afuera”–: lo íntimo, en la pieza, está completamente entrelazado con lo público; Celia reflexiona al respecto: “tres hermanas, un destino: obreras de Alpargatas”.

Sin embargo, Herminda, la más joven –“la putita”–, conseguirá, no por mucho tiempo, progresar social y económicamente: pasará de ser obrera en Alpargatas a empleada en Palmolive, una empresa de productos de belleza. Tanto Herminda como Delia dejarán temporalmente el departamento que comparten junto a Celia. De todos modos, el destino hará lo suyo para que, en el final de la pieza, las tres terminen juntas –como siempre.

Este clima, íntimo y nostálgico a la vez, se acentúa con el protagonismo que cobra el radioteatro en la vida de las hermanas –y en el espectáculo–: esas historias las unen, las apasionan, las conectan entre sí: avisos publicitarios –como el de “Geniol”, por ejemplo– y grandes voces radiales de la época sirven para entrelazar también los distintos actos, instaurando en el acontecimiento un clima epocal mágico y evocativo.

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