COOPERATIVISMO ARGENTINO: Incidencia económica y social | Centro Cultural de la Cooperación

COOPERATIVISMO ARGENTINO: Incidencia económica y social

21/01/2011


Cuentan con 9 millones de asociados y, junto con las mutuales, generan 500.000 puestos de trabajo y aportan cerca del 10% del Producto Bruto Interno de la Argentina. Proveen gas y agua potable. Producen energía, principalmente con recursos renovables, y la distribuyen a consumidores finales en más de 1.500 pueblos y ciudades de 15 provincias. Brindan servicios financieros a más de 700.000 personas, en 250 filiales y servicios de telecomunicaciones en más de 250 localidades. Ofrecen cobertura de salud, en especial atención primaria, a 2.700.000 argentinos, particularmente en zonas geográficas que no despiertan el interés de la medicina lucrativa.

Tienen presencia en numerosos sectores económicos, producen bienes y servicios mediante la asociación solidaria de los propios trabajadores, construyen viviendas, trabajan el campo, comercializan productos agropecuarios, intervienen en la distribución minorista y, en todas esas áreas, en cada región y en cada pueblo, le imprimen a su actividad un sello peculiar: el de la solidaridad y la democracia en la toma de decisiones.

En la Argentina, a lo largo de la historia, el cooperativismo se ha desarrollado en todas sus formas, respondiendo a las necesidades de sus asociados y a las comunidades en las cuales está presente. Para millones de habitantes de nuestro país, hablar de cooperativas significa referirse a la luz, el teléfono, el gas, la vivienda, el agua, el crédito o el trabajo. Especialmente en el interior, en las zonas rurales y en las pequeñas y medianas localidades alejadas de los grandes centros urbanos, el rol de estas entidades fue y es fundamental para su desarrollo económico y social.

Su accionar se tornó especialmente relevante tras la crisis generada por el neoliberalismo, que produjo un importante deterioro en la calidad de vida de los pueblos, retroceso en la distribución del ingreso, acelerada desocupación y dependencia económica a grandes capitales. La crisis puso en evidencia la incapacidad de ese modelo en materia de protección social de la población y, en este contexto, las cooperativas han demostrado ser más resistentes.

Según el último relevamiento realizado por el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), las cooperativas registradas en el país son 14.760, con un total de más de 9 millones de asociados. El 62,5% de las entidades se concentra en cinco jurisdicciones: Buenos Aires, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Tucumán. En conjunto, de acuerdo a estimaciones del organismo, las empresas y entidades de la economía social (mutuales y cooperativas) generan 500.000 puestos de trabajo y aportan cerca del 10% del Producto Bruto Interno de la Argentina.

Una de las ramas económicas gestionadas bajo la figura cooperativa, más extendida en el territorio nacional y con amplia trayectoria, es la de los servicios públicos. Desde sus inicios, los objetivos de estas organizaciones no sólo apuntaron a satisfacer las necesidades de sus comunidades, sino también a abaratar los costos y mejorar la calidad de los servicios suministrados en aquella época por empresas que, en su mayoría, pertenecían a capitales extranjeros.

«En la actualidad, las cooperativas de electricidad distribuyen energía a consumidores finales, en más de 1.500 pueblos y ciudades de 15 provincias de la Argentina –sostiene Marcelo Gallo, presidente de la Federación Argentina de Cooperativas de Electricidad (Face)–. También transportan energía para abastecer a sus redes y a pequeñas poblaciones. Algunas de ellas producen energía, principalmente con recursos renovables, como la hidráulica y la eólica». Con el tiempo, estas entidades fueron incorporando múltiples prestaciones: provisión de agua potable, cloacas, telecomunicaciones, educación, servicios sociales, gas, etc.

De acuerdo a lo informado por el dirigente pampeano, la participación en la distribución de energía en todo el país es del 8% en la facturación y del 17% en cantidad de usuarios. En algunas provincias, como La Pampa (99%) y Chubut (97%), casi la totalidad de la población recibe la electricidad desde una cooperativa. «A nivel país, 7 millones de argentinos son iluminados por cooperativas. Por otro lado, dice Gallo,«en cada comunidad, las cooperativas de electricidad suelen estar entre las tres primeras empresas más importantes en cuanto a generación de empleo e incidencia económica local».

El servicio público del suministro de agua potable, la recolección, tratamiento y disposición de aguas servidas, el alcantarillado y el saneamiento ambiental, también cuenta entre sus prestadores a numerosas entidades solidarias (casi 500), que en su mayoría se concentran en el interior de la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y el resto de la región pampeana.

Igualando oportunidades, sin distinción de geografías y distancias, las cooperativas de telecomunicaciones, con más de cinco décadas de presencia en el país, operan en más de 250 localidades, brindando un servicio acorde a las nuevas necesidades de comunicación. Pioneras en el desarrollo tecnológico del sector, ofrecen Internet (dial up y banda ancha) y han constituido numerosos nodos locales y regionales que llegan a los lugares más recónditos del territorio nacional, compitiendo al mismo tiempo con poderosos servidores en importantes centros urbanos. Tal es el caso de los nodos conformados por la Cooperativa Telefónica de Centenario, en la provincia de Neuquén, y el de un grupo integrado de cooperativas de la provincia de La Pampa, que lideran el mercado local. En el ámbito del IMFC, se creó la Red Cooperativa de Comunicaciones que opera a nivel nacional, brindando además de la conexión, una gran variedad de servicios de valor agregado.

Hoy, el gran desafío que tienen por delante es el desarrollo de la telefonía móvil, un mercado al que se van acercando con servicios virtuales pero que todavía no han logrado ingresar, ya que se encuentran a la espera del otorgamiento oficial de la frecuencia. «Antes del masivo desarrollo de la telefonía celular, el movimiento cooperativo llegó a ostentar una participación del 7% del mercado de la telefonía fija. En 1998, el sector cooperativo duplicaba la inversión que había en el país en el área satelital –cuenta Rafael Sánchez, presidente de la Federación de Cooperativas de Telecomunicaciones (Fecotel)–. De no obtener políticas que decididamente fomenten el mantenimiento de las comunicaciones cooperativas, impulsando líneas de crédito blandas para el desarrollo del triple play (datos, voz e imagen por una misma vía), la federalización de la banda ancha (precio similares entre las grandes ciudades y las pequeñas localidades), no se podrá mantener la calidad de servicio en los lugares donde las cooperativas han logrado una calidad similar a la de las grandes urbes, la que posibilitó achicar la brecha digital», sostiene el dirigente.

Dentro de la amplia diversidad de servicios que prestan las entidades solidarias, se puede mencionar el de la atención de la salud. Dichas organizaciones colaboran en la prevención, diagnóstico, tratamiento, rehabilitación, curación y educación sanitaria en las distintas localidades en las que actúan, más allá de que cuantiosas entidades solidarias de servicios públicos ofrecen entre sus prestaciones, farmacia, ortopedia, enfermería, ambulancia, vacunatorio y banco de sangre.

«Los datos obtenidos a través del Reempadronamiento Nacional de Cooperativas y Mutuales (RNCyM 2006) y en el Censo de Información Económica Sectorial de Cooperativas y Mutuales 2007 (CECIM 2007), han permitido documentar que el sector cooperativo mutual de servicios de salud cubre aproximadamente 2.700.000 de asociados, conformando el cuarto subsector, integrado por más de 1.000 entidades que, respondiendo a las necesidades de sus asociados, brindan una cobertura parcial de salud, en especial atención primaria, a muy bajo costo, mejorando el acceso a las prestaciones, particularmente en zonas geográficas que no despiertan el interés de la medicina lucrativa y complementando el sistema público de salud», dice el presidente de la Federación Argentina de Entidades Solidarias de Salud (Faess), Ricardo López. Hay que destacar que del universo contemplado por el Inaes, cuya actividad principal y/o secundaria es la prestación de servicios de salud, las cooperativas sólo representan el 18%; el resto es cubierto por mutuales. «Con respecto a la creación de empleo directo, este sector aporta el 10,6% (87.431 personas) de la cantidad total de trabajadores ocupados por entidades de la economía social», indica el titular de Faess.

Las primeras manifestaciones del movimiento cooperativo desarrolladas en nuestro país corresponden a la rama del consumo. «Las cooperativas de consumo no sólo constituyen una manifestación empresaria profundamente nacional, sino que también actúan como verdaderas empresas testigo y brindan informaciones para una mejor comprensión del comportamiento del mercado», señala Rubén Masón, presidente de la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo (Facc), una entidad que agrupa a más de un centenar de cooperativas de todo el país.

Este sector empezó a cumplir un papel importante a partir de 1905, cuando se creó la Cooperativa El Hogar Obrero, y llegó a contar, a finales de la década del 80, con una red de 300 supermercados diseminados por todo el territorio nacional, liderando el campo de la distribución minorista. Luego de la caída de esta institución, pasó de tener un 20% a un 2% de participación en el supermercadismo argentino. En la actualidad, la principal experiencia es la de la Cooperativa Obrera de Consumo y Vivienda –cuya sede central se encuentra en Bahía Blanca–. La misma está integrada por más de 950.000 asociados y cuenta con una red de 85 supermercados, abarcando con sus servicios media provincia de Buenos Aires, gran parte de Río Negro, los principales núcleos urbanos de La Pampa y la ciudad capital y la de Centenario en la provincia de Neuquén. Si bien la Cooperativa Obrera no cuenta con sucursales en los principales centros poblacionales (Capital Federal y GBA, Córdoba, Rosario, etc.), es líder indiscutida en el país en materia de promoción de la alimentación saludable, condición que le ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud.

 

Cómo empezó todo

Los orígenes de la cooperación argentina, particularmente de las entidades agrarias, están vinculados con la inmigración europea de fines del siglo XIX. Italianos, alemanes, franceses y rusos, entre otros, que además de su fuerza de trabajo, trajeron un bagaje cultural e ideológico impregnado por el asociativismo y la solidaridad. Fueron las necesidades de aquellos pequeños productores agrarios las que dieron lugar a la creación de numerosas cooperativas.

Son diversos los productos del campo que estas entidades comercializan: granos, arroz, algodón, lana, yerba, té, lácteos, miel, vacunos, vino, tabaco, frutas y hortalizas, entre otros. Las cooperativas del sector agropecuario están presentes en todas las regiones del país. No obstante, según el censo del Inaes de 2008, de las entidades existentes, el 66,1% se concentra en cuatro regiones: Santa Fe, interior de la provincia de Buenos Aires, Córdoba y el nordeste (NEA).

«Las cooperativas agropecuarias contemplan un tipo de explotación de agricultura con agricultores, fomentando el arraigo en el lugar de origen, donde la producción familiar es dominante, el predio está ocupado por el productor, quien también suele hacer otras actividades agrícolas para su subsistencia –explica el economista Alejandro Rofman–. Ese modelo se contrapone al modelo sojero, donde las empresas contratistas van a los campos vacíos, quizás sólo asistidos por puesteros, y siembran, cosechan y después se van», reflexiona el investigador del Conicet.

Según explica Rofman, director del Programa de Economía Solidaria de la Universidad Nacional de San Martín, el cooperativismo llegó a incidir hasta en la mitad de la producción transada entre los productores algodoneros y las fábricas que se dedicaban a transformar el copo de algodón en fibra.

Desde hace 10 años, la situación cambió. Cayeron la mitad de las cooperativas algodoneras y aunque en la actualidad el mercado repuntó, el sector no ha recuperado la fuerza que supo tener en su momento de auge. «Esto tiene que ver con la pérdida de peso del algodón como producción central en el nordeste argentino –dice Rofman–, producto de fenómenos concurrentes como la escasa capacidad financiera para afrontar la compra de maquinarias de última generación, la pérdida de superficie sembrada, sobre todo, a partir del avance de la soja, y los fuertes altibajos en la cotización de la materia prima en el mercado mundial que se transfieren a la economía interna».

En el caso de la región cuyana, la producción vitivinícola de Mendoza y San Juan representa el 90% del total de la Argentina. En San Juan hubo una cooperativa importante, la Corporación Agroeconómica Vitícola y Comercial (Cavic), que en su época de apogeo –décadas del 60 y 70– actuaba como empresa testigo en la fijación de precios de la uva y defendía al productor de vino en el mercado de la competencia. «Esta cooperativa desapareció con la apertura externa –cuenta Rofman–, las dificultades económicas del mercado interno y la falta de adecuación en las maquinarias». En tierras mendocinas ocurrió algo similar con Bodegas y Viñedos Giol, una empresa estatal que cumplió un papel trascendental en el sostenimiento de la producción, fraccionamiento y comercialización vitivinícola. Pero en este caso, cuando la empresa estaba a punto de cerrar, el Estado promovió la integración de los productores y la transfirió a la Federación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Fecovita).

«Actualmente, Fecovita está integrada por 30 cooperativas que reúnen a más de 5.000 productores primarios –informa Juan Rodríguez, gerente general de la entidad–, distribuidos en toda la provincia. Estas cooperativas cuentan con establecimientos industriales que reciben la uva y elaboran el vino que luego fracciona y comercializa la Federación, tanto en el mercado interno como en el externo», dice Rodríguez. Con referencia a la comercialización de vinos de mesa, Fecovita está entre las líderes del mercado, y es una de las primeras empresas en exportaciones de vino a granel y mosto. «Otro dato relevante es que el 40% del total del vino fraccionado en el país se encuentra en manos de compañías internacionales, mientras que sólo Fecovita reúne más del 25%», agrega el funcionario.

 

En todo el país

La organización cooperativa también tiene un representante destacado en la producción láctea, a través de SanCor, que tuvo origen en la asociación de entidades constituidas por productores de la zona limítrofe de las provincias de Santa Fe y Córdoba. Los 16 complejos industriales que posee la cooperativa de cooperativas cuentan con una capacidad de procesamiento para 4 millones de litros de leche por jornada. Allí se elaboran 150 productos, como manteca, quesos, leche en polvo, dulce de leche, una amplia gama de leches especiales, yogur, crema, flanes, postres, proteínas de suero y alimentos enterales.

«A lo largo de los casi 72 años de SanCor, la cooperativa se convirtió en una referencia regional y nacional indiscutible al momento de dinamizar la economía del sector lácteo, fijando nuevos estándares en la calidad de la leche y el precio percibido por los productores –sostiene Sergio Montiel, gerente de Relaciones y Comunicaciones–. El desarrollo de las actividades colaterales a la producción láctea y a la etapa industrial y comercial resultó determinante para economías florecientes y nuevas formas de trabajo que se trasladaron a las comunidades donde actuamos», asegura el ingeniero agrónomo, quien destaca que la participación de la entidad en el mercado lácteo es de un 70% a nivel nacional y de un 30% en la esfera internacional.

En tanto empresas insertas dentro de la economía social, las cooperativas de trabajo contribuyen al crecimiento social y económico y a la creación y permanencia de la ocupación laboral. Son disímiles y variadas las ramas de la economía que en la actualidad están gestionadas por entidades solidarias. A grandes rasgos, pueden dividirse en industriales, de servicios y cooperativas surgidas de programas de inclusión social.

«El crecimiento del cooperativismo de trabajo comenzó durante la década del 90, y reconoce entre sus causas el progresivo aumento de la desocupación; la flexibilización y precarización de las condiciones laborales, la recuperación de empresas por parte de sus trabajadores y la formulación estatal de programas sociales basados en la creación, el desarrollo y el financiamiento de entidades cooperativas», reflexiona el coordinador del departamento de Cooperativismo del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Daniel Plotinsky.

Para poder mantenerse en pleno funcionamiento, estas organizaciones reclaman, entre otras cuestiones, que se promulgue una ley de cooperativas de trabajo y la modificación de la normativa de quiebras y de expropiación nacional para que las empresas recuperadas convertidas en cooperativas puedan conservar su fuente laboral. «Del total de cooperativas censadas por el Inaes en 2005 (5.256 entidades), 3.700 corresponden a cooperativas impulsadas a través de planes gubernamentales», declara el presidente de la Federación de Cooperativas de Trabajo (Fecootra), José Orbaiceta.

Ante esta nueva realidad del sector asociativo de trabajo, «el desafío para el movimiento está en acompañar a estas nuevas cooperativas en un camino de desarrollo laboral y cultural que les permita despegarse gradualmente del Estado y promover una participación real y efectiva de sus asociados, consolidando su carácter autogestivo a partir de la sustentabilidad económica e ideológica», opina el historiador Plotinsky.

Por último, no podemos dejar de mencionar al cooperativismo de crédito, que en la Argentina cobró gran impulso a partir de la fundación del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC), que en la década del 60 nucleaba a más de un millar de cajas de crédito. Estas entidades cooperativas tuvieron un importante desarrollo y llegaron a captar un 13% de los depósitos del sistema financiero nacional. Debido a las características de la legislación financiera impuesta por la última dictadura militar, las cajas de crédito debieron fusionarse y transformarse en bancos cooperativos para poder sobrevivir. De ese proceso sólo queda una experiencia, la del Banco Credicoop (ver Ventajas comparativas).

Son numerosas las trabas y dificultades que todavía limitan el accionar de las cooperativas dentro de la vida social y económica de nuestro país. Uno de los logros más recientes del sector fue su inclusión en la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, lo que no sólo les va permitir a las entidades solidarias participar como operadores sino también les dará la posibilidad de romper el cerco informativo para dar a conocer sus propuestas, su visión del mundo, su modelo social y económico alternativo.

Aún frente al proceso de privatizaciones a gran escala, que intentó la desnacionalización de todos los sectores de la economía de nuestro país, las empresas cooperativas han demostrado una insoslayable capacidad de gestión y organización en función del interés general.

Con motivo del Bicentenario, y para fortalecer la presencia de la cooperación en todos los ámbitos de la vida nacional, la Confederación Cooperativa de la República Argentina (Cooperar), hizo público su objetivo de «fortalecer la integración institucional y empresarial del movimiento cooperativo en todas sus ramas, tanto hacia el interior de nuestro país como a nivel regional, continental y mundial; incrementar la participación de la riqueza generada por las empresas cooperativas en el Producto Interno Bruto de nuestro país y lograr mayor incidencia en el diseño y la ejecución de políticas públicas». Bajo el título «Por una Argentina solidaria y próspera», el documento pone los princpios y proyectos del movimiento cooperativo al servicio de toda la ciudadanía. «La cooperación ha dejado su marca indeleble en la configuración de la Argentina –asegura– y exhibe en el presente una extraordinaria potencialidad, tanto por su dinámica empresarial, su peso específico en la generación de riqueza y su capacidad de gravitar en la agenda de los grandes temas nacionales».

Silvia Porritelli

Acción Nº 1064 / segunda quincena de diciembre de 2010

http://www.acciondigital.com.ar

 

 

 

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