Somos un continente atrapado en una transición suspendida. Con algunas torsiones, la frase corresponde a Bolívar Echeverría. Es precisa. Casi la única forma de consenso que conocemos, siempre estamos embarcados y embarcadas en alguna transición. Está más difícil precisar hacia dónde. Allí vuelven a florecer las controversias. En cualquier caso, no está mal. Ya quisiera la anciana Europa, confinada a otra temporalidad clásica (¿o remanida?): la del declive, vivir las lozanías de este transitar in aeternum.

El presente número de El búho y la alondra nos ofrece una dispersión de textos y reflexiones que nos animan a repasar distintos sentidos y modos de la transición. Como fuerza primaria asociada al terror, pero también a ese impulso vital que nos arroja a lo inexplorado, sin garantías, para producir grandes hazañas o cometer imperdonables errores, que siempre resulta un poco estéril juzgar –a dedito levantado– desde la platea. La transición también en los modos en que eso que llamamos “cultura” está reimaginando eso que denominamos “cuerpo”, sus estabilidades y fugacidades, sus gramáticas posibles y sus restos imposibles, inasibles, inquietantes. Y el riesgo, precisamente, de que ello también devenga una forma más de consumo cultural. La transición como lógica histórica que sedimenta y acumula prácticas, normas y formas, por ejemplo, de enseñar y aprender a ser integrantes de esta sociedad. O como mito, como contraseña discretamente difundida, que funda nuestro decir cotidiano de pactos y promesas; los matices y contrastes con los que pensamos la política. La transición como un salto, y, entonces, el temor al vacío de un futuro incierto que se nos escamotea al mismo tiempo que esos pactos con los que nos arrullaron parecen haber perdido su hechizo. Ya nos convocan a firmar otros nuevos con la promesa de llegar, a(l) otro lado.

El hilo de los textos nos depara una (anticipada) sorpresa: el tiempo de la transición no se dibuja lineal. Quizás así sea en otras latitudes. Aquí no. Aquí los procesos se enjambran los unos sobre los otros, se arremolinan, se contradicen, antagonizan; los despliegues y resacas se suceden, pero también se superponen. Nunca sabremos qué tiempo es este: se mueve lo que está quieto y está inmóvil lo que parece moverse.

Ella viaja sin pagar
El viejo truco de andar por la sombra.
Ella baila sobre el mar
Ella se va.

Pasajera en trance
Pasajera en tránsito perpetuo
Pasajera en trance
Transitando los lugares ciertos.

Charly García y Pedro Aznar