El simple estatuto del actor?: aproximación a una problemática a partir del trabajo de José María Muscari | Centro Cultural de la Cooperación

El simple estatuto del actor?: aproximación a una problemática a partir del trabajo de José María Muscari

Autor/es: Pamela Brownell

Sección: Palos y Piedras

Edición: 9/10

Español:

Comencemos con una pregunta surgida de la observación de la actividad crítica - propia y ajena- sobre muchas obras teatrales contemporáneas: ¿cuántas veces puede la noción de personaje ser “puesta en crisis” sin que esto deje de ser noticia? Éste es un caso similar al de otra pregunta que podríamos hacernos: ¿cuándo dejaremos de señalar que una obra se “aleja del realismo”? Hay nociones que parecen estar tan arraigadas que, lejos de ser libradas al tranquilo reposo de la madurez, son condenadas a vivir su estado de crisis crónica confinadas al centro de la escena. Por alguna razón parecen ser a la vez eternamente cuestionadas y eternamente necesarias. Deseamos aquí aproximarnos a esta cuestión, específicamente al vínculo otrora fácilmente identificable como de actor-personaje y para hacerlo nos acercamos al trabajo de José María Muscari, quien ha ubicado en esa encrucijada uno de los espacios centrales de su experimentación y su poética personal.


Aproximación

Comencemos con una pregunta surgida de la observación de la actividad crítica - propia y ajena- sobre muchas obras teatrales contemporáneas: ¿cuántas veces puede la noción de personaje ser “puesta en crisis” sin que esto deje de ser noticia? Éste es un caso similar al de otra pregunta que podríamos hacernos: ¿cuándo dejaremos de señalar que una obra se “aleja del realismo”? Hay nociones que parecen estar tan arraigadas que, lejos de ser libradas al tranquilo reposo de la madurez, son condenadas a vivir su estado de crisis crónica confinadas al centro de la escena. Por alguna razón parecen ser a la vez eternamente cuestionadas y eternamente necesarias. Deseamos aquí aproximarnos a esta cuestión, específicamente al vínculo otrora fácilmente identificable como de actor-personaje y para hacerlo nos acercamos al trabajo de José María Muscari, quien ha ubicado en esa encrucijada uno de los espacios centrales de su experimentación y su poética personal.

Esta necesidad de volver sobre conceptos anteriores sólo para señalar que en realidad no dan cuenta del fenómeno que queremos abordar se refleja en la proliferación de términos construidos a partir de la negación. Nos remitimos a alguna terminología anterior sabiendo que podemos suponer cierto consenso en torno a cuál es su sentido sólo para decir “bueno, eso no”. Es como si en el ejercicio crítico construyéramos una y otra vez razonamientos del tipo: “¿Viste que en el teatro se suele ver actores, que actuando componen personajes? Bueno, eso no”. No composición, no acting, no representación, no interpretación... De esto podríamos concluir, o bien, que la renovación de las fórmulas conceptuales aún no ha llegado a extenderse a la mayor parte de la crítica, o bien, que hay algo de esas nociones que sigue siendo esencialmente necesario porque hay algo de un orden cercano a ellas que sigue funcionando.

Si parecía adecuado señalar que en las obras en las que, más o menos en crisis, sobrevive la idea de personaje, el actor tendría un doble estatuto, esto parece ponerse en duda en los casos en que el actor hace de sí mismo. ¿Estamos entonces ante un simple estatuto del actor? Si acordamos con Jorge Dubatti –y es éste nuestro caso- en que el acontecimiento poético dentro del acontecimiento teatral siempre constituye un salto ontológico, un universo otro, pronto veremos que nada habrá de simple en el estatuto del actor, aún cuando nos hable de su vida y en su propio nombre. Sin embargo, creemos que esto es sólo un punto de partida y que debemos analizar más profundamente el tema, ya que, entendemos, existe una búsqueda específica en instalar a la propia persona como figura del acto poético y existe también una infinidad de matices, saltos y niveles ontológicos al interior mismo de cada una de las propuestas, en este caso, de José María Muscari.

En definitiva, la pregunta que nos hacemos es la siguiente: si acordamos en que la noción de personaje no es adecuada para determinadas experiencias del teatro actual, ¿cómo hablar de esos entes poéticos que son/construyen/devienen los actores en escena?

Nos concentraremos aquí en propuestas que, a nuestro entender, tematizan explícitamente este juego de estatutos que rodea al actor. Consideramos que no todas las propuestas teatrales nos imponen esta discusión de la misma manera (lo que no implica que no sea necesario darla igualmente).

Creemos que el gran desafío del ahora para la crítica del teatro contemporáneo es rechazar la tentación de que la aceptación de la complejidad, la multiplicidad y la desdelimitación se transforme en un nuevo lugar de comodidad. No se trata sólo de aceptar que las herramientas conceptuales de las que nos valíamos han sido desbordadas sino de pensar qué nuevas herramientas podemos encontrar para acercarnos a las experiencias que una y otra vez rompen y construyen y rompen y construyen las fronteras de lo teatral. En la mayoría de los casos, son las obras mismas las que nos imponen la necesidad de retomar discusiones que ya creíamos salvadas. Entendemos que esto es lo que constantemente hace José María Muscari.

Crudo-Fetiche-Morbo-Shock

Haremos a continuación un rápido recorrido por cuatro obras de Muscari deteniéndonos específicamente en los aspectos que se vinculan a la problemática aquí abordada. No podemos ni deseamos aquí referirnos a la generalidad de poética de Muscari que, por otra parte, seguramente será conocida por la mayoría de ustedes.

Hemos tomado, Electra Shock, de 2005, Dame Morbo y Fetiche, su Biodrama, de 2007, y Crudo, de 2008, obra en la que él actúa y habla de su vida y sus obsesiones dirigida por Mariela Asencio1. Aunque no lo haremos en esta ocasión, muchos de los puntos aquí desarrollados podrían ser proyectados a su vez sobre sus producciones más recientes. Es el caso especialmente de Auténtico, estrenada en 2009 y que en mayo volverá a estar en cartel.

Electra Shock integró el “3er Festival Konex de la Cultura: Teatro Griego en la Ciudad Cultural Konex” pero debió, Cromagnon mediante, estrenarse en el Teatro Lorange. La versión motokera-graffitiera-neopunk-pop de la clásica Electra nos presenta al menos dos tematizaciones de la tensión actor-personaje. Quienes hayan visto la puesta recordarán que uno de los procedimientos fundamentales era la puesta en escena de la construcción de la representación, con el coro griego transformado en apuntadoras que iban marcando el paso al grito de “Fal, te toca a vos” (por Carolina Fal, en el personaje de Electra), “Viene Suardi” (por Luciano Suardi, que interpretaba a Orestes), entre tantos ejemplos.

En una entrevista que tuvimos con Muscari, él nos habló del respeto que sentía por la tragedia que estaba versionando y que esta separación entre la instancia de construcción escenificada de la representación y la de los parlamentos propiamente dichos le pareció la negociación posible entre la impronta propia de su teatro y el texto de Sófocles.

El otro elemento que llamó poderosamente nuestra atención, sobre todo por cuánto llegó a mostrar sobre la significación de los espacios teatrales en sus sucesivas mudanzas, fue una pantalla, en la que, cada vez que entraba un actor nuevo a escena, se contaba cómo había conocido a Muscari y cómo había sido convocado para ese elenco. La vocación de trabajar con la relación actor-personaje no aparece solamente en el desdoblamiento de los actores, por ejemplo, en “la Fal” y Electra, sino también en “la Fal” en tanto actriz que está junto a nosotros y Carolina Fal-persona en su relación humana con Muscari.

Lo peculiar fue que en el Teatro Lorange, la pantalla estaba a un lado del escenario, por lo que, como dijimos, los textos aparecían simultáneamente con la llegada del actor. Cuando la obra pudo finalmente hacerse en la Ciudad Cultural Konex, espacio para el que había sido creada y donde fue ensayada inicialmente, la disposición de la sala había cambiado y ya no había forma de incluir la pantalla junto a la escena de modo que todos pudieran verla. Entonces, lo que antes se proyectaba en la pantalla pasó a proyectarse sobre una de las paredes antes de ingresar a la sala y uno, si advertía su existencia y no había llegado muy sobre la hora, podía leer lo que ahora parecía una potenciación del programa de mano, un paratexto, una referencia a los actores-personas en un momento en que aún nosotros también éramos espectadores-personas, participando ya del acontecimiento convivial pero sin que se haya constituido, al menos en sentido completo, el acontecimiento poético y espectatorial.

En las dos obras de 2007 encontramos una paradoja, que probablemente sea también sólo una paradoja aparente (tenemos la sensación de que los trabajos teóricos se afirman cada vez más en su condición de work-in-progress), pero permitámonos por el momento plantearlo como una paradoja: Dame Morbo, que se presenta como un espectáculo de Stand Up + Varieté + Music Hall + Café Concert, formas habitualmente vinculadas a la idea de performer, es señalada por Muscari como un caso extraño porque tenía un texto previo al trabajo con los actores, escrito por Bernardo Cappa y reformulado por él. Es decir, un espectáculo de performers que hablan en nombre propio con un texto previamente escrito por otros. Por su parte, en Fetiche, su participación en un ciclo que se plantea explícitamente experimentar en esa frontera de la relación entre teatro y vida, trabajar con vidas de personas “reales”, Muscari no elige hacer una experiencia más cercana a Crudo, con la misma persona en escena, por ejemplo, sino que construye su mirada de la fisicoculturista Cristina Musumeci a partir de seis actrices que representan momentos o aspectos distintos de su persona y que podrían vincularse sin grandes dificultades a una idea relativamente clásica de personajes: Cristina joven, Cristina teóloga-intelectual, Cristina voluptuosa, etcétera2.

Por supuesto que éste es sólo un punto que elegimos para acercarnos inicialmente a estas dos obras. Ambas revelan rápidamente muchos otros niveles para pensar la relación de actores, enunciadores, personas y personajes. En Dame Morbo Muscari desde un comienzo relativiza la idea de los actores-performers presentando el espectáculo como “un desastre teatral de José María Muscari, quien odia los géneros arriba mencionados” y también hace que los actores cuenten anécdotas personales en determinados momentos, y en Fetiche hacía subir a Cristina Musumeci siempre que ella asistía a la función y ella hacía una pequeña demostración de fisicoculturismo presentándose “como persona” ante un público que la ha conocido “como personaje” y habiendo sido ella de alguna manera espectadora de sí misma.

Otro elemento llamativo y que se vincula con esta problemática en Dame Morbo es que la referencia a Muscari como autor-director es constante a lo largo de la obra, al punto que llega a transformarse casi en un personaje virtual: “Muscari me pidió que cuente algo de mi vida”, “Muscari está juntando plata para comprarse una casa”, “Muscari quiere tener hijos”. Es interesante pensar cómo juegan estos parlamentos dependiendo de la presencia o no de Muscari en la pequeña sala del Belisario.

Esta autorreferencialidad o construcción poética a partir de su propia vida es el centro de Crudo, que es la única de las obras seleccionadas aquí en la que él actúa y que desde sus volantes de difusión se presenta como “esto no es ficción”. Sin embargo, en la gacetilla dice, en relación a la colaboración de Muscari y Asensio en la realización del espectáculo: “dos miradas que se mezclan para dejar acontecer un material que no es realidad y no es ficción; o tal vez es realidad y es ficción”.

Crudo presenta experiencias muy diversas si pensamos en los momentos de mayor o menor tensión realidad-teatro, por llamarlo de algún modo -provisoriamente también-. Por ejemplo, cocina, come o se ejercita: realiza acciones que se constituyen en acciones presentes casi “naturalmente”. Éste es uno de los elementos señalados por quienes teorizan el teatro posdramático: las acciones ponen al actor en juego en presente ante el espectador, fuera de la idea de ficción o de un sentido trascendente.

Por otro lado, su vida, sus obsesiones, han sido tomadas como material para construir un texto que función tras función será dicho más o menos del mismo modo.

Sin embargo, también abre mayores incisiones en la idea de representación cuando llama y mantiene una conversación con sus padres, que están en su casa y que es siempre distinta. Allí la idea de espacio teatral, de personaje, de realidad teatral o extra teatral se nos hacen difícilmente aprehensibles. También abre su correo electrónico, que vemos en una gran pantalla, y contesta los mensajes recibidos. No sólo los mensajes son imprevisibles sino que, en una función que presenciamos, por ejemplo, no funcionó Internet y debió generar otra situación, escribiendo un mensaje al público a través del procesador de textos para salvar el momento cibernético.

Por último, nos detenemos en un volante que distribuye en la sala, en el que leemos una lista de quiénes son sus amigos más íntimos a los que les cuenta todo, quiénes sus amigos a los que les cuenta muchas cosas y quiénes sus afectos preciados a los que les cuenta algunas cosas. La lista incluye una gran cantidad de actores conocidos, que han trabajado en sus obras. Julieta Vallina, una de ellas, estaba en la platea en la función que mencionamos, entonces ella también devino por un momento personaje sin quererlo. ¿O no? ¿Y para ella, espectadora de sí misma como elemento poético de una obra de otro?

Podríamos continuar pero no queremos extendernos por demás.

Sólo señalaremos dos puntos más antes de terminar.

Muscari, todo un personaje

Algo que subyace en lo que hemos dicho hasta aquí es que existe una idea de personaje ligada a la persona en tanto teatrista pero fuera del teatro. Muscari podría considerarse, como Andy Warhol, un artista que es en sí mismo su propia obra. Él, sin embargo, lucha contra esto y opina que poco tiene que ver con él. En este sentido, cuando le consultamos sobre el “esto no es ficción” de los volantes de Crudo, nos respondió que siente que hay una ficción creada en torno a su figura y lo que él busca es mostrar cómo es, no como “experimento teatral” (puramente) sino en diálogo con ese “personaje” que se ha creado de él.

Éste es el texto de un correo electrónico masivo que envió invitando a Crudo:

“PORQUE NO VENIS?

CREES QUE YA SABES COMO ES?

DAME UNA OPORTUNIDAD

TE JURO QUE LA APROVECHARE

JOSE”

Todo esto nos remite a una figura muy bonita formulada por María Fernanda Pinta en el trabajo que leyó en el XVII Congreso de Teatro Iberoamericano y Argentino, y es la del artista parado “en el umbral del círculo mágico”, incluido dentro del fenómeno poético por momentos hacia adentro del espectáculo, pero también participando de él desde los programas de mano, páginas web, blogs y demás vías por las que se construye también el universo de una obra, en las que la idea de actor-personaje sigue tensionando de alguna manera.

El signo personal

Por último, nos referimos a un concepto desde el cual Muscari sintetiza el espítitu de su poética y su método basado en la “no composición”, y es el del signo personal.

Ésto nos comentó al respecto:

Yo lo que trabajo cuando doy clases es el nivel expresivo de cada uno. Como director y dramaturgo soy muy observador. Me fijo cómo se comportan los actores, cómo se maneja una actriz cuando la viene a buscar el marido, por ejemplo, y le busco la teatralidad a eso. Creo que cada uno tiene que actuar desde el propio signo. Busco que cada uno descubra su propio signo para poder proyectarlo, depositarlo. Hay gente que dice como crítica “ese actor actúa siempre igual”. En general, a mí los actores que actúan siempre igual son los que más me gustan. Me parece que tienen un signo personal muy fuerte descubierto y que lo ponen en función tanto de una película de Suar como haciendo teatro. Creo que se trata de encontrar lo potente expresivo de uno y ponerlo en juego.

La potenciación de una determinada fibra, marca personal, puesta siempre en función de la teatralidad. En esta idea de signo personal Muscari condensa el canal de comunicación permanente entre sus personas-personajes-entes poéticos, en un juego permanente de alternancia y fusión.

Álgebra

Terminemos reformulando nuestra inquietud desde un pequeño juego algebraico. ¿Podríamos pensar una fórmula como la siguiente:

Actor-persona + dramaturgia ­+ ficciones circulantes de sí mismo + escena + espectadores = una nueva noción de personaje?

O, como planteo simplificado, ¿podríamos decir que Muscari + teatro = Muscari’, que se acerca a la idea de personaje?

¿O nos olvidamos de una vez por todas de esa pobre noción de personaje y le concedemos el merecido descanso?

Algo es seguro: el estatuto del actor sólo a veces es doble, pero definitivamente nunca es simple.


Bibliografía

  • Cornago, Oscar, “Teatro posdramático: las resistencias de la representación”, en Dubatti, Jorge (Comp.), Escritos sobre teatro I, Teatro y cultura viviente: Poéticas, política e historicidad, Buenos Aires: Nueva Generación, 2005.
  • Dubatti, Jorge, Filosofía del teatro I. Convivio, experiencia, subjetividad, Buenos Aires: Atuel, 2007.
  • Pinta, María Fernanda, “Algunos recorridos (auto)biográficos de la escena argentina actual. Acerca de Domingo”, trabajo presentado en el XVII Congreso Internacional de Teatro Iberoamericano y Argentino, del 5 al 9 de agosto de 2008, Buenos Aires.
  • Muscari, José María, Entrevista personal realizada el 21 de agosto de 2008.
  • Programas de mano
  • www.alternativateatral.com

Notas:

1 Fichas técnico-artística de las obras:

  • Dame Morbo Dramaturgia: Bernardo Cappa, José María Muscari Actúan: Emiliano Figueredo, Mariana Plenazio, Paula Schiavon Música original: Mauro García Barbe Fotografía: Javier Sinay Asistencia artística: Marcelo Rovera Prensa: Carolina Alfonso Coreografía: Valeria Narváez Dirección: José María Muscari
  • Electra Shock Autoría: José María Muscari Actúan: Horacio Acosta, Laura Espínola, Carolina Fal, Dolores Fernandez, Emiliano Figueredo, Stella Galazzi, Natalia Giardinieri, Pablo Kovacs, Alejandro Molina, Hernán Muñoa, Juliana Muras, Analía Nuñez, Mercedes Scápola Morán, Martín Urbaneja, Julieta Vallina, Gabriel Zuccarini Diseño de vestuario: Cristian Morales Diseño de escenografía: Cristian Morales Diseño de luces: Marcelo Álvarez Realización escenográfica: Graffiti Laif Realización de vestuario: Carola Lista Diapositivas: Ariel Di Marco Música original: Mauro García Barbe Asistencia de dirección: Mariela Asensio Prensa: Flavia Salvatierra Producción: Carlos Tkizian Coreografía: Luis Biasotto Dirección: José María Muscari
  • Fetiche Autoría: José María Muscari Actúan: Mariana A, Lucrecia Capello, Edda Bustamante, Carla Crespo, María Fiorentino, Julieta Vallina Vestuario: Marta Albertinazzi Escenografía: Marta Albertinazzi Iluminación: Marcelo Álvarez Música original: Mauro García Barbe Diseño gráfico: Andrés San Martin Asistencia artística: Emiliano Figueredo, María Urtubey Asistente de producción: Natalia Ávila Prensa: Debora Lachter Producción ejecutiva: Pablo Silva Productor comercial: Bárbara Zerbini Coreografía: Gabriela Barberio Dirección: José María Muscari
  • Crudo Dramaturgia: Mariela Asensio, José María Muscari Actuan: Soledad Cagnoni, José María Muscari, Mariana Plenazio, María Soledad Tuchi Participación: Mariano Buscarini, Aida Curiale, José Muscari, Cristina Musumeci, Ana María Rossetti de Muscari Vestuario: Vessna Bebek Diseño de luces: Matías Sendón Realización de escenografía: Nicolás Botte Realización de video: Diego Casado Rubio, Martín Gómez, Héctor González Audiovisuales: Mariela Asensio Fotografía: Sol Levinas, Clara Muschietti Diseño gráfico: Rocio Paladíni Asistencia técnica: Diego Casado Rubio Asistente de producción: Diego Rinaldi Asistencia de dirección: María Soledad Tuchi Producción general: Héctor Bordoni Coreografía: Gabriela Barberio Dirección: Mariela Asensio

2 De esta forma se presenta Fetiche desde sus paratextos:

“BIODRAMA SOBRE CRISTINA MUSUMECI, MUJER, FISICOCULTURISTA, TEOLOGA Y DIPLOMADA EN SALUD SEXUAL Así aparecen 6 mujeres particulares que hacen una misma:   Edda Bustamante, como la impronta y la voluptuosidad sexual. María Fiorentino, como el intelecto,  la teología y  lo filosófico. Lucrecia Capello, como la vejez imaginada y proyectada. Mariana A, como la transgresión y la  ambiguedad. Julieta Vallina, como la relación con la comida y los estados políticos. Carla Crespo, como la juventud, sus dudas de casamiento y sus inicios como catequista.”    

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