“Honduras: rehén del delirio golpista”: entrevista a Pedro Brieguer, Analista de Política Internacional, Periodista y Sociólogo | Centro Cultural de la Cooperación

“Honduras: rehén del delirio golpista”: entrevista a Pedro Brieguer, Analista de Política Internacional, Periodista y Sociólogo

Autor/es: Alejandro Aymú

Sección: Entrevistas

Edición: 5 / 6

Español:

El golpe Cívico Militar que sacude a Honduras no es más que la clásica salida que encuentra la derecha del continente representada por siniestros personajes que no dudan en desplegar su poder más brutal cuando las decisiones políticas se ponen a disposición de los sectores más populares de la población. El pueblo hondureño está en una batalla que encuentra la solidaridad y preocupación de los países de la región y de un mundo donde los organismos internacionales no dudan, a esta altura, en salir en defensa de la democracia. En esta entrevista, Pedro Brieger, periodista especializado en temas internacionales, nos brinda claves para entender el proceso hondureño y poder enmarcarlo en el mapa regional.


El golpe Cívico Militar que sacude a Honduras no es más que
la clásica salida que encuentra la derecha del continente
representada por siniestros personajes que no dudan en desplegar su poder
más brutal cuando las decisiones políticas se ponen a
disposición de los sectores más populares de la población.

Las argumentaciones delirantes con las que los fascistas hondureños
pretenden justificar un accionar que no tolera análisis democrático
alguno se apoya en sus armas cargadas de intolerancia y balas, en la
oligarquía tradicional, la jerarquía eclesiástica, en
un empresariado egoísta y en los medios masivos de comunicación.

Son los mismos personajes que se repiten en los países de la región
que han enfrentado estos acontecimientos. Los mismos sectores obtusos que
se revelan ante el más mínimo indicio progresista. Son estos
los que consiguen la complicidad de los sectores conservadores del imperio
destituyente y de los presidentes felpudos de la región.

El pueblo hondureño está en una batalla que encuentra la
solidaridad y preocupación de los países de la región
y de un mundo donde los organismos internacionales no dudan, a esta
altura, en salir en defensa de la democracia.

El tiempo desgasta las fuerzas populares y la legitimidad que el voto le
dio a Zelaya. Juega a favor de los gorilas golpistas que parecen
envalentonarse a cada minuto en el que el presidente Zelaya se encuentra
fuera del poder real.

¿Cómo se llegó a este golpe cívico-militar
en Honduras?

Si tomamos los datos puntuales y el argumento de los golpistas es que se
estaba por realizar una encuesta nacional el 28 de junio; esto era una
especie de consulta popular no vinculante para ver si en las elecciones
del 29 de noviembre se iba a colocar una cuarta urna para los votantes.

El 29 de noviembre se tenían que colocar tres urnas para las
elecciones generales. Para Presidente, Alcaldes y Legisladores. Lo que
quería el presidente Manuel Zelaya era a través de esta
encuesta no vinculante, plantearle al pueblo la posibilidad de colocar la
cuarta urna y, en esa cuarta urna, abrir una puerta para la convocatoria
para una asamblea constituyente. Cosa que se preguntara el 29 de noviembre
si la gente quería o no una asamblea constituyente. Creo que el
gran temor de los sectores de oposición a Zelaya era que pudiera
reproducir una situación similar a la que se dio en Ecuador y
Venezuela donde la convocatoria a una asamblea constituyente abrió
una dinámica que llevó a que presidentes que no tenían
una mayoría en el parlamento y que habían ganado solamente a
través de la elección presidencial pudieran revertir esa
situación, tener mayoría en la asamblea constituyente,
sumaran a través de la movilización a una gran parte de la
población y entonces pudieran convocar a nuevas elecciones
generales donde entonces sí tuvieran mayoría. Creo que el
gran temor del parlamento hondureño que estaba en contra de Zelaya
es que se abriera esa dinámica. Por eso, trataron de cortarla el 28
de junio para impedir que se hiciera, incluso, una convocatoria que no era
vinculante pero me parece que ellos en la dinámica que preveían
si ganaba la propuesta de poner la cuarta urna, entonces el 29 de
noviembre era muy posible que se colocara esa urna, que se preguntara por
una asamblea constituyente y después los seguidores de Zelaya
ganaran la asamblea constituyente y pudieran convocar a elecciones
generales de otra manera. Si bien esta constitución no habilitaba
la reelección de Zelaya, creo que el temor de los opositores a
Zelaya era que la asamblea constituyente sí reformara la legislación
y habilitara la reelección de Zelaya. Como el tema de las
reelecciones es un tema muy espinoso a nivel regional y está muy
emparentado con Chávez, Correa, Evo Morales con un eje progresista
en la región, al acusar a Zelaya de reeleccionista lo que buscaban
también era conseguir apoyo internacional para un golpe que se hacía
en principio para evitar la reelección de Zelaya.

¿Cuál fue la postura que tomó el partido
de Zelaya?

El partido de Zelaya, el Partido Liberal, en su mayoría estaba
representado en el parlamento y votó por la destitución de
Zelaya. Primero aprobó una supuesta carta de renuncia y después
se aprobó la destitución de Zelaya. El presidente hondureño
llega al poder a través del Partido Liberal, un partido de los históricos
que en su mayoría está en contra del giro que había
dado Zelaya hacia posturas más progresistas. Más allá
de medidas internas, como aumentar salarios o tener un discurso respecto
de la distribución de la riqueza, me parece que tuvo algunos ejes
que irritaron mucho a la derecha hondureña, a los sectores
tradicionales. Como, por ejemplo, en primer lugar, la adhesión al
ALBA, esta alianza bolivariana liderada por Hugo Chávez. En segundo
lugar, la fuerte postura que tuvo Manuel Zelaya para levantar la suspensión
a Cuba en la OEA, la reunión de la OEA se hizo en Honduras. Ahí
el presidente Zelaya, la Canciller Patricia Rodas tuvieron postura muy
fuerte de apoyo de reincorporación de Cuba a la OEA.

¿Cuál es la diferencia que Ud. ve con el golpe
que tuvo Chávez en el 2002 y el avance que tienen las derechas de
la región, con las mismas herramientas golpistas?

Creo que justamente este golpe tiene similitudes con el golpe que se
realizó en Venezuela en el 2002, y que se diferencia de los golpes
llamados “tradicionales” de la década del 60 y del 70
en América Latina. La diferencia de estos golpes con el que vive
Honduras es que los golpistas recalcan que no son sólo las fuerzas
armadas las que toman el poder. En Venezuela, tampoco fueron las fuerzas
armadas las que tomaron el poder. Si bien todos los golpes en América
Latina fueron cívico-militares es real que en muchos casos quienes
tomaban el poder eran los militares, la imagen de Pinochet, tal vez
simboliza esto más que nada; un militar sentado con los brazos
cruzados, anteojos oscuros y una mirada de odio. En este caso, como en el
2002, lo que hacen las fuerzas armadas es tomar al Presidente y
destituirlo, después dar un paso al costado, estar expectante
apoyando la nueva situación, dándole un marco de seguridad a
una sucesión constitucional, y lo que se plantea en Honduras es una
sucesión constitucional. No es justamente el caso de Venezuela;
porque en Venezuela se disolvió el Parlamento y se nombró a
una persona que no era ni siquiera miembro de este órgano, su
nombre era Carmona. Pero en el caso de Honduras, permanentemente se
insiste en el discurso de que esto es una continuidad del proceso
constitucional, que no hay violación de la constitución y se
trata de plantear a nivel mediático-internacional que acá
hay una sucesión constitucional. Estos argumentos para los golpes
de Estado en la década del 60 y 70 era algo irrelevante. Si bien
muchos planteaban que iban a volver a la democracia y que esto era
solamente un proceso de “normalización” como decían,
tenían otras características, más allá de la
poca credibilidad, por la sucesión de golpes de Estado con las
mismas características en América Latina.

¿Cómo analiza Ud. el rol de los organismos
internacionales y de las regiones?

Creo que la actitud muy torpe, burda, por parte de los golpistas hizo que
rápidamente América Latina cerrara filas y denunciara que
esto es un golpe de Estado. Es muy difícil de justificar, por más
que haya una decisión de la Corte Suprema, que se tome a un
Presidente a las cinco de la mañana, se lo saque de la cama y se lo
expulse del país. Distinto hubiera sido si la Corte Suprema lo
arrestaba para comenzar un proceso judicial, legal, de hecho, hubieron
destituciones en América Latina y la semana previa al golpe se
hablaba de que podían decretar que Zelaya era insano mentalmente,
algo que pasó con Abdalá Bucaram en Ecuador, por lo tanto,
había un antecedente de destitución del Presidente. No es el
caso, cometieron la torpeza de echarlo del país, de leer una carta
de renuncia que no había presentado Zelaya, cometieron muchos actos
de torpeza que los dejó descolocados y con América Latina
muy unida respecto de la condena de este golpe. A lo que se suma que un
Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, Miguel d’
Escoto, nicaragüense, que también tomó la decisión
de llevar inmediatamente el tema a Naciones Unidas por lo que se logró
un repudio de ONU. En primer lugar, de la OEA, y, después, de prácticamente
todas las instituciones Latinoamericanas.

¿Podría comentar la posición de Estados
Unidos?

EE.UU. tiene primero una postura más dubitativa, pero el mismo día
Hillary Clinton, la Secretaria de Estado, sale a decir públicamente
que el único Presidente que EE.UU. reconoce es Manuel Zelaya y el
embajador de EE.UU. en Honduras también sale públicamente a
decir que el único Presidente que reconocen es Manuel Zelaya. Esto
marca una diferencia de lo que pasó en 2002, cuando detrás
del golpe de Estado había muchas señales de que estaba
EE.UU. y además muy rápidamente los periódicos del stablishment
de EE.UU. en las primeras 48 hs acompañaron el golpe de Estado.

La actitud dubitativa de EE.UU. persiste desde algunas organizaciones. Yo
no leí declaraciones públicas de la CIA, habría que
hacer un seguimiento riguroso de organismos de Seguridad, Inteligencia,
Departamento de Estado, para ver qué declaró cada uno pero
en principio la voz oficial es la del Presidente, la de Departamento de
Estado. Incluso en una conferencia, dos miembros del departamento de
Estado dijeron públicamente que eso fue un golpe de Estado.

¿Respecto de la posición que tuvo la presidenta
Cristina Fernández?

Me parece que toda América Latina con diferentes matices acompañó
a través de la votación en la OEA la condena del golpe de
Estado pero, por supuesto, que hubo matices y diferencias que se vieron
cuando Fernando Lugo (presidente de Paraguay), Rafael Correa (presidente
de Ecuador) y Cristina Fernández fueron a poner el cuerpo en el
intento de regreso de Zelaya, esto fue diferente de la postura del
presidente de Colombia, Álvaro Uribe, que inclusive insinuó
que no había que intervenir en los asuntos internos o del
presidente de Panamá, Martinelli, que dijo que había que
buscar el diálogo y negociar. En este sentido, la postura de
Correa, Lugo y Cristina Fernández de Kirchner fue la de marcar
claramente que había que condenar el golpe de Estado y acompañar
el regreso de Zelaya; algo que tal vez se hubiera concretado si más
presidentes latinoamericanos y figuras públicas tomaban esta
iniciativa.

¿Cuál es su lectura de la postura que toma la
sociedad civil respecto de los golpes de Estado y el rol de los medios de
comunicación?

Los diarios tradicionales históricos en Venezuela, Bolivia,
Ecuador, Argentina, también claramente están en contra de
cualquier cambio que tenga un rumbo progresista y lo manifiestan públicamente.
Hoy se han convertido en sectores abiertos de oposición y en el
caso de Honduras también. Transmitiendo públicamente todo lo
que pueda minimizar el apoyo a Manuel Zelaya e instigando al miedo todo lo
que pueda ser una alianza con Chávez. El presidente venezolano se
ha convertido en un “cuco” en América Latina y esto se
vio en las elecciones en Ecuador y Perú. Permanentemente está
la sombra de Chávez, no está la sombra de Cuba pero ahora
está la de Chávez. Los periódicos y las cadenas de
televisión privadas que tienen una postura ideológica en
contra de estos cambios progresistas, abiertamente agitan el fantasma de
Chávez.

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