Discursos y políticas de la memoria: consideraciones acerca de la relación entre pasado y presente
Autor/es: Sergio Gradel
Sección: Investigaciones
Edición: 5 / 6
El propósito del texto consistirá en indagar la estructuración de las identidades, acciones y organizaciones colectivas de los discursos de las memorias en la década del noventa en Argentina. Analizaremos como dichos discursos contribuyeron a la conformación de un escenario social alternativo o contrahegemónico, en el orden de pensar una subjetividad social distinta y antagónica a la hegemonía neoliberal de aquel momento. Observaremos cuáles son las potencialidades y los límites de estas políticas de la memoria, además de sus transformaciones históricas, simbólicas y organizativas, para reflexionar sobre el momento actual político y social de nuestra realidad.
      La Memoria a contrapelo de la hegemonía neoliberal
    
Es como si la cuestión de la ideología fuese, hoy, una
nueva versión del enigma que la Esfinge propuso a Edipo. En vez de
la alternativa “o descifras el enigma o te devoro”, la cuestión
de la ideología, moderna Esfinge, nos provoca, irónica:
“descíframe en cuanto te devoro”.Leandro
Konder
      El presente texto pretende reflexionar acerca del análisis
      de las distintas construcciones narrativas de la memoria que se fueron
      constituyendo a lo largo de la década del noventa en Argentina. En
      primer lugar, para poder llevar a cabo este objetivo, habría que
      dar cuenta de los obstáculos que presupone la compleja y
      conflictiva relación que se produce a la hora de revisitar los vínculos
      entre nuestro pasado y presente
      href="#sdendnote1sym">1. Nuestro recorrido
      argumental hará hincapié en la relación entre los
      conceptos de memoria y política. Nos interrogaremos si estos
      discursos y prácticas podrían o no estar ligados a una
      cultura política en transformación, entendiendo a ésta
      como una práctica contrahegemónica. Esta práctica
      intenta reconfigurar los lazos sociales de un sujeto colectivo
      name="sdendnote2anc" href="#sdendnote2sym">2
      alterados por el genocidio en nuestro país.
    
      Es debido a la expansión y profundización del modelo
      neoliberal que implica, tal como dice Atilio Borón (1997), una
      radical reestructuración de las sociedades por el capital, que en
      la década del noventa logró extenderse una peculiar
      imaginación colectiva. Esta última concebía a una
      nueva organización social a partir de la figura del “capitalismo
      libre de fricción”. Estas sociedades (según los
      autores referenciales del neoliberalismo) pasaron a llamarse entonces
      “sociedades pos-históricas”, precisamente porque
      estaban ausentes los agentes clásicos de la Historia anterior, y al
      mismo tiempo, “pos-ideológicas” debido a que ya no
      existirían velos ideológicos estructurales para el
      desarrollo tanto de la acción individual como colectiva.
    
      Frente a ese escenario se erigieron resistencias y alternativas que se
      podrían pensar como partes constitutivas de una política
      contestataria, en la medida en que enfrentaron a la hegemonía
      neoliberal, la cual pretendía constituirse como “pensamiento
      único”3.
      Es allí donde cobró relevancia el surgimiento de nuevas
      identidades, prácticas políticas tendientes a la
      transformación socio-cultural, que se mezclaron con las ya
      tradicionales organizaciones políticas. En este sentido podemos
      decir que en los noventa emergieron rasgos antagónicos en los
      movimientos sociales que iban cada vez más a profundizar el
      agotamiento de la hegemonía neoliberal. Entonces, podríamos
      afirmar que los discursos y las políticas de la memoria tuvieron un
      rol central en la creación de una práctica de resistencia
      político-cultural. En un primer momento, muchos de estos discursos
      de la memoria estuvieron ligados a las intervenciones artísticas
      constituyendo un “malestar en la cultura”, generando una crítica
      a la idea de transparencia y de cosificación en torno a una idea de
      sociedad armónica y sin conflictos. A partir de allí resulta
      importante rastrear las relaciones entre los discursos de memoria, arte y
      política como manifestación de los conflictos sociales de
      ese entonces.
    
      Así, podríamos afirmar como hipótesis que la puesta
      en escena de los relatos y prácticas de la memoria durante esa década
      generaron una re-territorialización del conflicto social en medio
      del desierto neoliberal, y simultáneamente tendieron a producir
      nuevas redes sociales a través de una práctica que, en tanto
      cuestionadora del orden existente, se solventaba en una dimensión
      ético-política.
    
      En paralelo a otras prácticas como el movimiento social por los
      derechos humanos, el movimiento estudiantil, las asambleas barriales, las
      fábricas recuperadas, los grupos de intervención de arte
      callejero, entre tantos otros, que se constituyeron como los
      interlocutores en la sociedad para pensar los problemas sociales de
      nuestro tiempo, surgió así, a través de los discursos
      y las políticas de la memoria una perspectiva de la reapropiación
      social de lo común. Mediante los discursos de la memoria (medio
      organizador colectivo territorial, articulador entre organizaciones y
      modos de construcción social y político) se formularon
      preguntas que interpelaron al conjunto de la sociedad. Esto permitió
      que se crearan distintas formas de la auto representación
      discursiva en cuanto a la configuración de relatos propios, creación
      de canales alternativos de modos expresión que combinasen formas
      tradicionales y emergentes de la cultura popular a través de
      distintos discursos y géneros: literatura, teatro, baile, música,
      artes visuales, etc.; y que por otro lado generaron la producción
      de símbolos, la identificación y la memoria grupal a
      contrapelo de la cultura dominante.
    
      La constitución de los discursos de la memoria en la sociedad
      pos-dictadura
    
El mundo de hoy se nos aparece horrible, malvado, sin esperanza.
Esta es la tranquila desazón de un hombre que morirá en ese
mundo. No obstante, es justamente a eso a lo que me resisto. Y sé
que moriré esperanzado. Pero es necesario crear un fundamento para
la esperanza. Jean-Paul Sartre
      Durante la década del setenta, en nuestro país, el genocidio
      fue producto de un proyecto político- económico cuya
      claridad ideológica y sistematicidad de prácticas de
      exterminio fueron innegables. Este proyecto se implementó a través
      de golpes y dictaduras militares que se sucedieron (como en otras regiones
      del mundo) en algunos países del Cono Sur de América Latina:
      Brasil, Uruguay, Chile y Argentina. Además, las elites económicas
      y militares de estos países colaboraron conjuntamente articulando
      dichas dictaduras en el llamado “Plan Cóndor”
      name="sdendnote4anc" href="#sdendnote4sym">4.
    
      De esta manera, podríamos pensar el concepto de genocidio, según
      Feierstein,
    
(...) como una práctica social que utiliza particulares tecnologías
de poder para “reorganizar” las relaciones sociales hegemónicas
mediante la construcción de una otredad negativa, el hostigamiento,
el aislamiento sistemático, el aniquilamiento material y la
realización simbólica. (Feierstein, 2007, p. 121)
      En el caso de la Argentina, la dictadura sentó las bases para un
      cambio de época, para la implementación de un nuevo modelo
      económico y social: el neoliberalismo
      name="sdendnote5anc" href="#sdendnote5sym">5,
      barriendo por medio de la represión con todo un proyecto de
      emancipación político-social gestado por las resistencias en
      las décadas anteriores. De forma similar, el final de la dictadura
      trajo aparejado el advenimiento y la consolidación de la democracia
      política, en su mayor parte obtenida por la movilización
      social que sostuvo en todo momento la vigencia de la denuncia y la lucha
      por los derechos humanos.
    
      Una parte importante de los discursos y las políticas de la memoria
      se fueron constituyendo a lo largo de la resistencia del movimiento de los
      derechos humanos, el cual cobró relevancia en la movilización
      social de la década del ochenta. Los reclamos más
      sobresalientes fueron la denuncia por las violaciones a los derechos
      humanos durante la dictadura militar y el reclamo por la vuelta a la
      democracia política. Esta parte de los discursos de la memoria
      estuvieron muy ligados a la idea de justicia para las víctimas del
      terrorismo de Estado y castigo a los culpables. De esta manera, se
      constituyó sobre ese discurso una política de la memoria
      particular, con una definición de objetivos específica. Sin
      embargo, las miradas no se agotan en esa política particular, sino
      que por el contrario hay otras políticas de la memoria que también
      poseen sus relatos, sus símbolos y sus reclamos.
    
      Por lo tanto, en primer término, podríamos preguntarnos:
      ¿Qué hacer con nuestra(s) memoria(s)? ¿Qué
      hacer con nuestro pasado que ilumina nuestro presente? En principio, estaría
      planteada la tensión entre las distintas construcciones políticas
      a la hora de producir y realizar los discursos y las políticas de
      la memoria. A la hora de bucear en las distintas construcciones políticas,
      podemos encontrar memorias del terror, memorias de las víctimas,
      memorias que esperan de la justicia una reparación del daño
      que sufrieron, y entre estas si es una reparación jurídica o
      de otro tipo. Memorias como industrias culturales que en definitiva licuan
      sus propios contenidos y generan olvidos. Memorias colectivas, memorias
      individuales, estéticas de la memoria, memorias contrahegemónicas,
      memorias oficiales, memorias constituyentes o memorias instituidas,
      institucionales. Memorias de la propia comunidad o memorias del Estado.
    
      En segundo término, cuando nos referimos a los discursos y a las
      políticas de la memoria, en la década del noventa, estamos
      haciendo alusión al surgimiento de identidades, símbolos, y
      repertorios de acción en los que se condensan nuevos actores
      ligados a la memoria. El caso de H.I.J.O.S
      name="sdendnote6anc" href="#sdendnote6sym">6 es uno
      de los paradigmas de la lucha contestataria de la década. Esta
      agrupación se funda en el año 1995 y construye una identidad
      en torno a la denuncia contra la impunidad del ayer y del hoy. Al mismo
      tiempo, inaugura la práctica político-cultural del escrache
      name="sdendnote7anc" href="#sdendnote7sym">7. A
      pesar de que varios organismos de derechos humanos acompañan esta
      nueva práctica, desde sus inicios hasta la actualidad, es virtud de
      esta última el interpelar fuertemente a las generaciones más
      jóvenes. Son ellas quienes expresan su repudio hacia las marcas
      traumáticas dejadas por el genocidio y hacia las continuidades de
      la dominación que se mantienen en el presente (abusos de la fuerza
      policial, casos de gatillo fácil, desapariciones en democracia,
      etc.).
    
      De esta forma, el escrache puede ser interpretado como un campo de
      resistencia cultural que desnuda intencionalmente el carácter
      fetichizante de la cultura y su hegemonización del sentido. Desde
      esta visión es que las memorias fastidian al poder del orden
      establecido, debido a que ellas evocan disputas de sentido, valor y poder,
      abandonando la falsa idea de una “memoria completa”. Las
      memorias son múltiples como los distintos sujetos que integran la
      sociedad misma; que el poder dominante tienda homogeneizar buscando
      imponer su lógica normalizadora y construyendo su poder
      disciplinario, es un tema a estar alerta en la construcción de
      procesos de resistencia.
    
      Memorias, política e historia
    
Hacer época no es intervenir pasivamente en la cronología,
sino precipitar el momento. Walter Benjamin
      Cuando hablamos de la historia, se nos (re)presenta en nuestro imaginario
      social la idea de que la historia es homogénea, única y
      oficial. De modo que es impensable para ese imaginario ver a la historia
      como un campo de luchas, de elecciones, de combates, en donde el sujeto
      intervenga y produzca su propio tiempo de existencia. Por este motivo, nos
      resultan pertinentes los aportes de Pilar Calveiro (2008) acerca de que la
      memoria puede adquirir toda su potencialidad de ser un instrumento de
      resistencia, en tanto y en cuanto la memoria pueda establecer una
      presencia del pasado en el presente, visibilizando las formas de dominación
      que se constituyeron en el ayer y continúan siendo hoy.
    
      No obstante, es importante decir que no se trata de una guerra por la
      representación de la historia, sino de una batalla cuyo campo es la
      historia misma. A su vez, en esta disputa cobran relevancia los atributos
      de los discursos y las políticas de la memoria, que son capaces de
      trazar las asimetrías respecto del poder. Por eso, nos parece
      central ligar los conceptos de historia, memoria y política, ya que
      es a través de las memorias entendidas como territorios que se
      producen intervenciones (formas de práctica política) que
      los configuran como campos de batalla de las representaciones simbólicas
      de nuestros pasados en la historia. En este sentido, la historia es un
      relato institucional de un proyecto político; relaciones de poder
      instituidas que convalidan el proyecto dominante hacia el pasado pero
      también en el presente y hacia el futuro.
    
      Llevar a cabo la desnaturalización del sentido común de la
      historia oficial, nos revelaría la importancia de la concepción
      de una historia otra. Jameson (1989) nos propone pensar la existencia del
      inconsciente político de la historia oficial. Este implica otra
      temporalidad y otro sujeto contrapuestos a la violencia basada en la idea
      del progreso8,
      que anula nuestra historia y la posibilidad de intervención en ella
      para transformarla.
    
      Uno de los obstáculos más destacados para una mirada crítica
      de la historia, al decir de Walter Benjamin, es lo que sucede con los
      momentos invisibles que en ella se encuentran, que no se ven y no se
      narran, simplemente se los desconoce. De igual modo se desconoce la
      violencia que los anuló, que los hizo no visibles. El escritor
      ligado a la Escuela de Frankfurt plantea la necesidad de evidenciar el
      conflicto, la lucha por la historia, la pregunta acerca de la relación
      entre visibilidad y no visibilidad
      href="#sdendnote9sym">9.
    
      La concepción a contrapelo de la historia de
      Benjamin nos invita a interpretar los discursos y políticas de la
      memoria como si fueran una señal de alarma en la normalidad. No se
      trata de reclamar por un pasado que ya quedó trunco, que es
      irrecuperable, sino por la violencia que se ejerció e impidió
      la realización de ese pasado en el presente, y que permite la
      continuidad de la dominación en él. La violencia que se
      visibiliza instituye y cosifica una versión de la historia como
      oficial y reinante. Quisiéramos concluir este párrafo con
      una cita de las tesis de Walter Benjamin, texto tan hermoso y al mismo
      tiempo tan contundente:
    
Quien hasta el día actual se haya llevado la victoria, marcha en el
cortejo triunfal en el que los dominadores de hoy pasan sobre los que
tambien hoy yacen en la tierra. Como suele ser costumbre, en el cortejo
triunfal llevan consigo el botín. Se le designa como bienes de
cultura.”... “Jamás se da un documento de cultura sin
que lo sea a la vez de la barbarie. (Benjamin, 2007, Tesis VII. p. 28)
      Hasta aquí mencionamos el vínculo entre memoria e historia,
      ahora bien, podríamos agregar que resulta indispensable hablar de
      la dimensión política que las atraviesa. Los discursos y las
      políticas de la memoria, como otras expresiones contestatarias de
      la década de los noventa, se pueden concebir a través de su
      derrotero político como políticas en movimiento. Acciones
      colectivas que derrumban los límites de la repetición
      mediante la in(ter)vención. Creemos que estas experiencias políticas
      (o por lo menos gran parte de ellas) provocaron en su tiempo la ocasión
      para una apertura del presente, entendida ésta como una grieta en
      el tiempo, una brusca expansión del instante que significó
      un nuevo punto de vista, un ensanchamiento del horizonte político.
    
      Estas prácticas políticas nacieron al calor de una nueva
      idea de temporalidad, que involucra un encuentro entre el pasado trunco y
      el presente. Este pasado que aparece en el presente como un relampagueo
      fugaz, un instante de peligro, y es tarea de nuestro tiempo dar cuenta de
      este síntoma y poder hacer hablar a este doble silencio. En primer
      lugar darle voz a ese vacío, “el grito”, y en segundo
      lugar levantar el silencio violento que pesa sobre esas voces o gritos
      olvidados y anulados. Por eso podemos ver en estos discursos de la memoria
      una forma de pensar al tiempo ya no en su linealidad, sino dar a conocer
      que toda historia de los vencedores se sostiene sobre las voces
      silenciadas de aquellos que construyeron ese pasado que no fue, por la
      violencia y el terror que actuó sobre ellas. En ese sentido, pueden
      ser una herramienta política que ayude al conjunto de la sociedad
      en la tarea de escuchar aquellas voces y lograr su redención.
    
      Al respecto sería bueno recordar otra cita de Walter Benjamin de su
      texto “Tesis de la Filosofía de la Historia”:
    
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se
representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de
alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están
desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas sus alas. Y este
deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el
rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de
datos, él ve una catástrofe única que amontona
incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien
quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo
despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se
ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no
puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el
futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen
ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros
llamamos progreso. (Benjamin, 2007, Tesis IX, p. 29)
      Los relatos de la historia nunca son inocentes, por eso la escucha de lo
      que tienen para decirnos es primordial para comprender lo que aconteció.
      Discutir esas diversas narrativas implica actuar políticamente y de
      alguna manera disputar el poder.
    
Bibliografía
- 
        Benjamin, Walter. (2007) Sobre el concepto de historia. Tesis y
fragmentos, Editorial Piedras de Papel, Buenos Aires. - 
        Borón, Atilio. (1997) “Réquiem para el
neoliberalismo”, en Revista Periferias, Nº 3,
Buenos Aires. - 
        Calveiro, Pilar. (2008) “La memoria como futuro”, en Actuel
Marx /Intervenciones, Nº 6, Ediciones LOM, Chile. - 
        Feierstein, Daniel. (2007) El genocidio como práctica
social. Entre el nazismo y la experiencia argentina, Fondo de
Cultura económica, Buenos Aires. - 
        Jameson, Fredric. (1989) “Sobre la interpretación”,
en Documentos de cultura, documentos de barbarie, Visor,
Madrid. 
Notas
trae consigo las disputas simbólicas que se ponen en juego en las
representaciones que se construyen desde nuestro presente sobre nuestro
pasado. Y éstas asimismo, continúan produciendo efectos en
nuestra realidad social y política actual.
éste como el resultado de conflictivos procesos de subjetivación
organizados según un triple orden de relaciones: las que el
colectivo establece con los procesos de legitimación del orden político
-relaciones de dominación-, las que lo vinculan con el régimen
de acumulación vigente -relaciones de producción- y,
finalmente, las que hacen a su propia auto representación como
unidad de intereses, objetivos y estrategias –relaciones de
identificación (Foucault, 1983).
éste en el sentido común como un consenso inevitable,
naturalizado, como forma monopólica hegemónica de la política.
que se designó, en la década del setenta, a un plan de
inteligencia y coordinación entre los servicios de seguridad de los
regímenes militares del Cono Sur. El mismo se constituiría
en una organización clandestina internacional para la práctica
del terrorismo de Estado con la cooperación de los Estados Unidos.
cuenta las reformas políticas económicas que traería
el neoliberalismo como modelo, no podemos dejar de mencionar las
transformaciones que ocasionó en la estructura social del país.
Se reestructuraron las relaciones entre Estado y mercado modificando el
mundo del trabajo y por consiguiente su tradicional vínculo con el
proceso de movilización social.
fundada por hijos de desaparecidos, detenidos-desaparecidos y fusilados en
la última dictadura militar Argentina. La sigla H.I.J.O.S significa
Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio.
popular” construido por H.I.J.O.S. y por la “mesa de escrache”
es una práctica político-cultural donde se propone al barrio
construir entre todos una movilización en repudio a un represor o cómplice
de la dictadura que anda suelto por las calles. Dicha práctica
denuncia la continuidad de la impunidad vigente e intenta generar lazos
colectivos y solidarios. El origen de la palabra “escrache”
proviene del lunfardo y significa “sacar a la luz lo que se
encuentra oculto”.
idea de una temporalidad lineal, homogénea y vacía.
refiere a una historia tartamuda, en donde hay que construir la historia
entre lo que se dice y lo que se calla, entre las palabras y los
silencios. Pensar en una relación de necesidad entre sus monumentos
y sus ruinas. Sobre esto podemos enfatizar la importancia de las fuentes
orales como parte de la construcción de una historia a contrapelo.
