Memoria del teatro uruguayo a través del crítico Jorge Pignataro Calero: acerca de su libro "Memorias de un crítico teatral" | Centro Cultural de la Cooperación

Memoria del teatro uruguayo a través del crítico Jorge Pignataro Calero: acerca de su libro "Memorias de un crítico teatral"

Autor/es: Marita Foix

Sección: Palos y Piedras

Edición: 14/15


Jorge Pignataro Calero, crítico uruguayo de larga trayectoria, recientemente fallecido, reseña en este libro una historia del teatro uruguayo a partir de su experiencia vital en contacto con obras, teatristas y artículos periodísticos, fundamentalmente, montevideanos. Valioso libro de imprescindible consulta para quienes quieran conocer el teatro uruguayo de los últimos sesenta años. Sus investigaciones históricas lo han llevado a elaborar un valiosísimo Diccionario del teatro uruguayo, cuyo segundo tomo está próximo a editarse, con la colaboración de su compañera María Rosa Carbajal. Entre sus obras podemos citar, en orden cronológico:


1968: El teatro independiente uruguayo. Incidencia, evolución y perspectivas, Montevideo, Bolsillito de Arca (Premio FUTI 1968).

1979: Florencio Sánchez, Montevideo, Colección Figuras de Arca.

1994: Directores teatrales del Uruguay: 50 retratos, Montevideo, ed. Proyección.

1997: La aventura del teatro independiente uruguayo. Crónica de seis décadas, Montevideo, ed. Cal y Canto.

2001: Con María Rosa Carbajal, Diccionario del teatro uruguayo-I. Autores y Directores (1940/2000), Edit. Cal y Canto.

Jorge Pignataro Calero participó con ponencias en congresos de su país, y en Buenos Aires, Santiago de Chile, México. También como crítico teatral asistió a diversos festivales de teatro en Buenos Aires, Argentina; Venezuela; Chile; Cádiz (España); Santa Cruz de la Sierra, La Paz (Bolivia). Integró el jurado que otorga los premios Florencio, y colaboró en publicaciones uruguayas como El País Cultural, Siete sobre siete, y extranjeras como la Revista Teatro CELCIT (Argentina)i, Conjunto (La Habana), Latin American Theatre Review.

El libro que comentamos abunda en anécdotas y semblanzas de los principales teatristas uruguayos y extranjeros, en textos que vertebran un volumen crítico que enriquece el conocimiento del teatro uruguayo.

No falta nunca la enumeración de las carencias con que el Estado no ha colaborado a la conservación de importantes documentos que sirven para reconstruir esta historia.

Comienza estableciendo paralelamente a la historia del teatro uruguayo, la historia de su familia de inmigrantes teatreros en la década del 20. Tres varones y una mujer componían esa familia dedicada a las tareas teatrales. Su madre, la menor de los cuatro hermanos, lo lleva a los seis años al teatro Solís. Ella era modista y vestuarista. Así nace su aficiónii por el teatro.

Este paralelo señalado entre su historia personal y la del teatro, la mantendrá durante toda la obra. Asimismo, hay una correlación con los hechos históricos más importantes de la historia uruguaya.

Es muy valiosa la secuencia de obras y poéticas que Pignataro Calero va enumerando, y que acontecen en los escenarios de ese país, así como sus comienzos de crítico teatral a partir de 1956 en La Mañana y su formación con maestros de la crítica de ese entonces. Su actividad como periodista de espectáculos abarcaba el cine y el teatro.

Así, se relaciona con los comienzos del teatro independiente motevideano, que entonces exhibía títulos de dramaturgos universales, también uruguayos y argentinos.

Luego fue Época y su relación con Eduardo Galeano y Carlos Martínez Moreno, lo que van afianzando su formación intelectual y crítica. No faltan las anécdotas a cada paso, como las visitas del inolvidable y maravilloso actor Vittorio Gassman.

Y luego de varias experiencias señala:

“Se iniciaba así mi largo viaje de más de cuarenta años en el ejercicio periodístico de la crítica teatral con ánimo y pretensión profesional, sin más herramientas que una intensa vocación, una formación puramente empírica y la afanosa búsqueda de una vaga sistematización, más todas sus posteriores derivaciones de investigación histórica y algunos tanteos exploratorios de la crítica académica”. iii

Desfilan por la obra de Pignataro Calero los grupos independientes que se iniciaron en la década del 50 y continuaron en los 60 como Libre, Moderno, Club de Teatro, La Máscara, El Tinglado, El Galpón y Circular, que impulsaron la Comedia Nacional y los teatros Del Pueblo y Universitario.

Nace así una crítica teatral rica con nombres como los de Mario Benedetti y Emir Rodríguez Monegal, entre otros. Se forma entonces el Círculo de la Crítica de Montevideo en 1962, y se establece el premio Florencio.

La década del 60 es también significativa en la aparición de dramaturgos como Mauricio Rosencof, Jacobo Langsner; directores como Omar Grasso, Antonio Larreta y el inolvidable maestro Atahualpa del Cioppo, quien difundió ampliamente el teatro de Bertolt Brechtiv.

Una amplia documentación de los espectáculos puestos en escena a partir de programas, recortes de prensa, revistas, apuntes bibliográficos y otros materiales sobre el teatro uruguayo, es lo que hace de Pignataro Calero, uno de los historiadores más versados sobre dicho teatro. En 1968, gana el premio que la Federación Uruguaya de Teatros Independientes daba a los ensayos que recordaban el 30 aniversario de este movimiento, cumplido en 1967, sobre el tema El teatro independiente uruguayo, evolución y perspectivas. Con orgullo nombra el jurado compuesto por el gran actor Blas Braidot, la gran actriz Leonor Álvarez Morteo y el crítico Carlos Martínez Moreno.

Los años que suceden en el Uruguay al igual que en nuestro país son agitados y preceden a las dictaduras brutales que ya amenazaban. Pignataro Calero también sufre las consecuencias, porque era empleado bancario y activo militante de su sindicato.

Un recuerdo entrañable le dedica a Mario Benedetti, quien fuera también crítico teatral:

“Lo que Benedetti me sugería era cuidar que mis comentarios críticos fueran concebidos y redactados en un lenguaje accesible, tanto para un profesor que mientras viaja en ómnibus de un liceo a otro para completar sus horas de clase va hojeando el periódico, como para un canilla que en una esquina achica el tiempo entre una venta y otra pisando fuerte para combatir el frío. Prudente y ponderado equilibrio estilístico necesario para la crítica periodística que consideré adecuado y que a lo largo de los años he procurado tenerlo casi siempre presente.”v

De esta última afirmación podemos inferir su concepción de la crítica teatral que se convierte en norma en todo este libro. También hacer suya la recomendación del crítico uruguayo René Arturo Despouey: “Exigirle algo a alguien es darle la medida de lo que es capaz de hacer:”

No deja de analizar pormenorizadamente las vicisitudes que sufrieron los teatreros uruguayos durante la dictadura: exilios, cárceles y censuras. Paralelamente, su vida, dedicada a la crítica teatral, que abarca los años negros, se desarrolla a partir de una resistencia continua ejercida a partir de la palabra en aquellos espacios posibles, pese a ser catalogado de peligroso, subversivo, entre otros calificativos comunes en aquellos tiempos.

Uno de los dramaturgos importantes que encubrieron su palabra para la escritura de sus obras es el autor teatral uruguayo Carlos Manuel Varela con obras como Alfonso y Clotilde, entre otras, con su “teoría del espejo fracturado”.

Durante la transición a la época democrática, se realiza en 1984 la Primera Muestra Internacional de Teatro de Montevideo, la Comedia Nacional se recupera y regresan de su exilio los integrantes de El Galpón.

Culmina una etapa oscura cuando, en 1985, el presidente Sanguinetti devuelve al teatro El Galpón la sala que la dictadura le había quitado. El regreso de algunos exiliados y la incorporación de nuevas figuras inician una nueva etapa en el teatro montevideano. El apoyo financiero municipal posibilitó nuevas búsquedas poéticas.

A partir de 1988, comienzan a llegar también grupos internacionales y se siguen realizando los festivales internacionales:

“El papel fundamental que desempeñaron los grupos independientes en esa temporada, que incluyó cerca de sesenta espectáculos nacionales y una docena de extranjeros, fue muy significativo cualitativamente, más que numéricamente.”vi

Las dificultades económicas son señaladas en este libro sobre todo a partir de la década del 90 y el neoliberalismo. Pignataro Calero marca una pauperización, también de las propuestas en el teatro uruguayo. Sin embargo, aparecen especialistas del teatro para chicos y titiriteros.

Una reflexión sobre la crítica teatral ejercida por él, le hace volver a la importancia de la formación teórica de un crítico y menciona la Teoría de la Recepción como un aporte necesario. Confiesa sin embargo que se ha dedicado preferentemente a hablar sobre obras, autores, puestas en escena, actuaciones y elementos técnicos. Clasifica a los críticos en históricos, biográficos y expresionistas en la escuela de Benedetto Croce; también están los moralistas que existieron a comienzos del siglo XX y a los que siguieron los políticos. Finaliza definiendo al crítico como “un espectador calificado”, y lamenta que no exista una formación adecuada para esta labor.

Este libro termina citando a la crítica e investigadora uruguaya María Esther Burgueño, a partir de una referencia de Fernando de Toro:

“Desde el momento que el público entra en un espectáculo plantea de partida la distancia, un tipo de relación precisa, una convención: un sector del espacio lo constituye el público. Esta distancia siempre existe.”

Y se agrega más adelante:

“Es decir, confirmando que “…el teatro es apto para presentarse en cualquier sitio que se encuentre estéticamente justificado”, como sostiene Burgueño; y, agrego que en esa búsqueda de espacios singulares, no debe desdeñarse a priori ninguno de los posibles, pero deben estudiarse y explotarse a fondo las condiciones que permitan integrarlo significativamente como otro personaje, ya como elemento envolvente creador de climas, no sólo como base física para el desarrollo de una acción dada; y, fundamentalmente y aunque parezca paradójico dada su estática pasividad, convertirlo en elemento dinamizador del proceso de gestación de imágenes y de elaboración de una red simbólica, como sostiene Roger Mirza siguiendo a Castoriadis”.vii

El libro se completa con un anexo interior con fotografías sobre actores, actrices, directores y puestas en escena. Las notas bibliográficas marcan referencias indispensables.



Notas

i Nºs. 5, 6, 7, 8,, 9/10, 11/12, 13/14, 21, 22, 23, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 35/36.
ii “Congruentemente con ella, se me antoja innegable que el cuarteto de “los Calero” – como se los conocía en la acotada popularidad barrial- constituyen la humilde prosapia teatrera que me ha llevado a firmar todos mis trabajos periodísticos y librescos con mis dos apellidos”, p. 9.
iii Op.cit., p. 21.
iv Pignataro Calero, Jorge, La escena iberoamericana. Uruguay. Atahualpa del Cioppo: las luces del siglo XX. En: Revista Teatro CELCIT, Nº 26, pp.1-4.
v Pignataro Calero, Jorge, op.cit., p. 31.
vi Pignataro Calero, Jorge, op.cit., p. 94.
vii Pignataro Calero, Jorge, op. cit., p. 131.

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