Las Malvinas en el teatro argentino: memoria en escena, del testimonio a la metáfora | Centro Cultural de la Cooperación

Las Malvinas en el teatro argentino: memoria en escena, del testimonio a la metáfora

Autor/es: Jorge Dubatti

Sección: Palos y Piedras

Edición: 14/15


En los años de la Postdictadura argentina, de 1983 hasta hoy, el teatro ha sido uno de los indicadores más sensibles de los conflictos nacionales. Una de las funciones más potentes que ha asumido el teatro en este período cultural de tensiones entre la democratización y la perduración de estructuras de la subjetividad dictatorial, es la de construir memorias de aquellos sucesos y experiencias del pasado que hoy persisten como trauma.

El teatro argentino de Postdictadura es un vasto constructo memorialista de la aberrante experiencia de la dictadura de 1976-1983 y por supuesto la Guerra de Malvinas aparece una y otra vez, bajo diferentes formas, en los escenarios nacionales. La creatividad escénica argentina prolifera en resoluciones inteligentes, y por lo tanto no hace falta decir “Malvinas” para que los acontecimientos de la “Guerra del Atlántico Sur” resuenen en la memoria. Muchas veces en las tablas es más potente la metáfora, oblicua, indirecta, que el realismo documental. Sucede que el teatro de la Postdictadura, con sabiduría, se ha dividido el trabajo con el periodismo, el cine, la televisión: mientras éstos suelen proponer una representación de la literalidad, el realismo y el testimonio, el teatro reivindica el imperio de la metáfora.

Dos casos ejemplares avalan la diversidad poética con que el teatro argentino construye memoria de la guerra de Malvinas. Del lado de la imagen casi literal y directa, una de las carrozas del conmovedor desfile del Bicentenario el 25 de mayo de 2010, diseñado por los teatristas de Fuerzabruta: se ven las filas de los jóvenes soldados en las islas, se los ve caer por la ráfaga de metralla una y otra vez, se ve brotar de sus espaldas yacentes, una y otra vez, como si fueran “bio-objetos” de Tadeusz Kantor fusionados a sus cuerpos, erguidas rígidamente, las cruces blancas de sus tumbas.

Del otro lado, el de la metáfora, se coloca Pericones (1987) de Mauricio Kartun, obra que propone una lectura política de la Argentina y de su Historia. Los tres actos transcurren en “El Pampero”, un barco frigorífico-mercante que lleva, de Argentina a Europa, en 1889, sus bodegas cargadas de reses congeladas. Kartun plantea a escala “micro” una imagen de la sociedad argentina de estructura liberal-capitalista, inmediatamente posterior a la Conquista del Desierto y anterior al ascenso de las clases populares (el radicalismo, primero, luego el peronismo). Entre los personajes está el Fogonerito de Unquillo, el más joven de la tripulación, al que fusilan los “piratas” que invaden el barco. Metáfora de todos los filicidios nacionales, y especialmente del de Malvinas, chorreando sangre, casi ciego, el Fogonerito se niega a ser condenado como “soldado desconocido”, grita su nombre, Víctor Pérez, y en su agonía dice a todos los sectores sociales representados en cubierta, imagen de la Argentina en 1982: “¡Qué miran, hijos de puta! ¡Qué esperan, miserables! ¡Ni pienso gritar ‘Viva la patria’! ¡Bajando la bandera…! ¡Se me cae la cara de vergüenza! (Con la voz ya enronquecida. A Cantú.) Anote, señor historiador… anote… (Un hilo de voz.) ¡Se van todos… a la mismísima puta madre que los parió!”.

Fatalmente, en toda escena filicida, en toda acción bélica, el espectador argentino presentificará de una manera o de otra el fantasma de Malvinas. Diversos matices adquiere la metaforización en obras tan diferentes como Malvinas un canto a la esperanza (1992) de Osvaldo Buzzo y Néstor Zapata (con música de Litto Nebbia, recientemente repuesta por Arteón Teatro en Santa Fe), Bar Ada (1997) de Jorge Leyes, Museo Miguel Ángel Boezzio (1998) de Federico León, Continente viril (2004) de Alejandro Acobino, Las islas (2011), versión escénica de la novela de Carlos Gamerro dirigida por Alejandro Tantanian, o Asuntos pendientes (2011) de Eduardo Pavlovsky. En Arriba hermano (1992), de Omar Aíta, por ejemplo, Mostaza es un ex combatiente que evoca su pasado en el Chaco, su participación en Malvinas, y su vínculo amoroso, en la guerra, con otro soldado. Incluso la reciente versión de Todos eran mis hijos de Arthur Miller, dirigida por Claudio Tolcachir en 2010-2011, fue leída por el público porteño desde la metáfora de la guerra en las islas. ¿Quiénes son para los argentinos esos “hijos” de los que habla Miller, sino los jóvenes muertos en 1982, aunque también resuenan en ellos los chicos de la calle, los “indignados” y las nuevas generaciones en un mundo incierto?

Entre las propuestas actualmente en cartel sobresale Islas de la memoria. Historias de guerra en la posguerra, de Julio Cardoso, con dirección de Cardoso y Manuel Longueira, espectáculo producido por el Teatro Nacional Cervantes, es decir, una iniciativa de las políticas del teatro oficial. Cumpliendo con el “plan federal” del Cervantes, mañana, lunes 2 de abril, Islas de la memoria se repondrá en una escuela secundaria de la capital de San Juan, durante un mes estará en gira por las provincias, y regresará a Buenos Aires el viernes 4 de mayo a la Sala Luisa Vehil del Cervantes.

Islas de la memoria es una obra teatral elaborada en el marco del Programa de Investigación y Desarrollos Pedagógicos del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús. Estrenada en 2011, fue aplaudida por casi nueve mil estudiantes y docentes de escuelas secundarias de todo el país en las cincuenta y cinco funciones que realizó. Islas de la memoria es un relato coral, una crónica que se inicia en el siglo XVI con las primeras incursiones de la piratería europea, narra la ocupación británica en 1833 y resume la historia de las islas en el siglo XX hasta el presente. La dramaturgia de las historias y de las crónicas de guerra fue escrita siguiendo testimonios personales tomados en entrevistas a ex combatientes y a familiares de los caídos en combate. En la obra se leen fragmentos de la correspondencia que intercambiaron los soldados y sus familias durante la guerra.

Otro espectáculo en cartel es Queen, Malvinas, de Agustín Palmeiro, con dirección general de Esteban Massari (Sala Pan & Arte, Boedo 876). La obra cuenta la historia de dos jóvenes que fueron obligados a combatir y no regresaron. En la escritura de esta pieza Palmeiro evoca su paso por la guerra, a la que fue enviado mientras realizaba el servicio militar obligatorio. Destaquemos además Los Tururú, con dramaturgia y dirección de Diego Quiroz, en Espacio Urbano (Avecedo 460). Quiroz parte de las novelas Los Pichiciegos de Rodolfo Fogwill y Sin novedad en el frente, de Erich María Remarque, para contar la historia de un grupo de soldados desertores que busca negociar su libertad desde la clandestinidad.

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