Apuntes para la comprensión del clientelismo académico | Centro Cultural de la Cooperación

Apuntes para la comprensión del clientelismo académico

Autor/es: Rodrigo Hobert

Sección: Investigaciones

Edición: 14/15

Español:

La investigación fue realizada en cuatro unidades académicas de la Universidad de Buenos Aires. Se focaliza sobre el significado de aquello que entendemos por clientelismo académico o de claustro. Para ello, subdividimos su tratamiento en dos secciones. En la primera, realizamos una breve reseña sobre la informalidad procedimental y distributiva de los espacios académicos que hemos analizado; para poder abordar en la segunda sección el tratamiento del concepto. Se propone acercar los derivados analíticos de la investigación que realizamos, con el interés de que pueda ser empleada como insumo de nuevas discusiones e indagaciones. Finalmente, consideramos que la extensión y durabilidad de estas prácticas obligan a la realización de indagaciones de mayor envergadura que permitan comprender la compleja multiplicidad de expresiones que pudiera poseer el clientelismo académico en otros espacios de formación superior.


Introducción

Una de las cuestiones más negadas dentro del espacio académico reside en el peso que poseen los lazos interpersonales al momento de moldear las carreras de sus miembros. Claro está que todo colectivo social se encuentra atravesado por complejas tramas relacionales, pero en la “vida académica” esto aparece convenientemente oculto. La denunciada lógica meritocrática de los claustros, justificada por sus procedimientos de legitimación (no siempre legibles), está orientada a dotar de imparcialidad las decisiones que toman sus miembros. Pero esta objetividad dista de ser tal. Más allá de sus pretensiones asépticas, el mundo académico no escapa a los usos y lógicas de otros colectivos institucionalizados que apelan a mecanismos formales e informales para garantizar el ejercicio de su poder dentro del espacio que dominan.

Este artículo condensa uno de los fenómenos analizados durante el desarrollo de nuestra investigación doctoral sobre el trabajo docente ad honorem en la Universidad de Buenos Aires (UBA)1, cuyo objetivo estuvo centrado en comprender los factores que motivaban la elección de empleos no remunerados y apenas reconocidos institucionalmente.2 Los avances derivados del proceso analítico y las posteriores indagaciones llevadas adelante, permitieron descubrir de qué manera los mecanismos informales operaron sobre la reproducción del trabajo académico en la universidad.

Al efectuar un seguimiento de las trayectorias académicas de más de cien docentes de cuatro Facultades de la UBA (Ciencias Económicas; Derecho y Ciencias Sociales; Arquitectura, Diseño y Urbanismo; y Ciencias Sociales) durante el período 1994 a 2011, fue posible identificar diversas estrategias vinculadas con sus carreras dentro de estos espacios. La multiplicidad de modalidades de ingreso, salarización y ascenso, evidenció la existencia de diversas vías a través de las cuales garantizar la existencia y reproducción académica.

Las entrevistas y observaciones realizadas nos obligaron a revisar los supuestos iniciales que vinculaban a las carreras académicas con el seguimiento estricto de los procesos normativos fijados por la autoridad universitaria. Esto permitió descubrir la incidencia que poseía (y posee) la informalidad procedimental al momento de moldear las carreras académicas de los docentes y/o investigadores de las Facultades bajo análisis. Esta cuestión fue fundamental para comprender no sólo las variadas formas de ingreso a la actividad3, sino además para abordar analíticamente las continuidades y abandonos de la docencia. De esta manera, nuestro interés inicial por la “cuestión ad honorem” nos condujo hacia una comprensión general sobre los alcances y las significaciones que poseía la informalidad distributiva en la UBA, pues esta no sólo comprendía a los docentes no remunerados, sino que se extendía al conjunto de la comunidad académica.

Conforme nuestro trabajo de campo fue avanzando, comenzamos a descubrir el peso que poseía la informalidad procedimental en relación con la reproducción del trabajo académico. Esta cuestión obligó a que realizáramos una revisión de las estrategias emprendidas por los actores, incorporando nuevas dimensiones analíticas orientadas a dar cuenta sobre aspectos ocultos o naturalizados de la reproducción académica. De esta manera, comenzamos a dirigir nuestras miradas hacia los procesos de intercambio que se producían dentro de los espacios de las cátedras de estas Facultades; centrándonos en las dinámicas relacionales establecidas entre los responsables y sus miembros.4 Nuestra intención inicial fue la de comprender el impacto que estas relaciones interpersonales poseían al momento de optar por la continuidad o el abandono de las prácticas ad honorem, prestando especial atención a los vínculos que se establecían entre los titulares/responsables y el resto de los docentes que formaban parte de las cátedras5. En virtud de su análisis comprendimos que los miembros de estos espacios se encontraban atravesados por complejas relaciones de obligación y compromiso, que excedían a lo estrictamente académico y configuraban complejos esquemas de prestaciones y contraprestaciones. Llegado este punto, comenzamos a interrogarnos sobre la forma de comprender, explicar y explicitar estos sistemas de intercambio informal que habían demostrado ser determinantes en las trayectorias académicas de los actores relevados.

Nuestro análisis permitió distinguir que estas relaciones no sólo estaban motorizadas por vínculos de carácter asimétrico, sino que estructuraban dinámicas de intercambio informal orientadas hacia la discrecionalidad en la distribución de recursos (designaciones, rentas, etc.).6 El fenómeno guardaba una estrecha similitud con otros que ya habían sido indagados desde las ciencias sociales7, aunque vinculados con modalidades de organización y socialización de agrupamientos políticos. En otras palabras, aquello que analizábamos respondía a la definición general sobre el clientelismo, pero el caso que estábamos analizando se hallaba por fuera de los espacios sociales que habían sido objeto de esas investigaciones. De allí que los desarrollos realizados por estos autores beneficiaran la comprensión de una parte significativa de los fenómenos que relevamos sobre la informalidad distributiva de la UBA.

En este artículo focalizamos nuestro desarrollo sobre el significado de aquello que entendemos por clientelismo académico o de claustro. Para ello, subdividimos su tratamiento en dos secciones. En la primera, realizamos una breve reseña sobre la informalidad procedimental y distributiva de los espacios académicos que hemos analizado; para poder abordar en la segunda sección el tratamiento del concepto. Este artículo propone acercar los derivados analíticos de la investigación que realizamos, con el interés de que pueda ser empleada como insumo de nuevas discusiones e indagaciones. Para finalizar, consideramos que la extensión y durabilidad de estas prácticas obligan a la realización de indagaciones de mayor envergadura que permitan comprender la compleja multiplicidad de expresiones que pudiera poseer el clientelismo académico en otros espacios de formación superior.


Comprendiendo la informalidad en los espacios académicos

En nuestra investigación8 hemos relevado que la estructura normativa y representativa de la UBA demostró ser inadecuada frente a un contexto de marcada escasez presupuestaria durante la década de 1990 y los primeros años de la del 2000, así como frente a las modificaciones en la composición de su estructura poblacional. Estos factores operaron en torno a la pérdida de legitimidad y eficacia de los procedimientos formales de la institución. En este contexto, las características organizativas de las cátedras beneficiaron la densidad de las vinculaciones e intercambios de tipo informal, dinamizando su desarrollo durante el período; factores que condujeron a que los ordenamientos que regulaban la vida colectiva en las Facultades relevadas fueran perdiendo validez. A su vez, la existencia de una coyuntura marcada por la carencia de recursos repercutió en el “congelamiento” de los salarios, y en la suspensión de los concursos y de los ingresos regulados y rentados a la actividad docente. Esto derivó en un incremento de las estrategias informales destinadas a garantizar el desarrollo de las actividades pedagógicas y académicas. Dinámicas que incidieron sobre las carreras de los ingresantes y los miembros de universidad.

Consideramos que la existencia de un fenómeno social no debe buscarse en la singularidad de un grupo determinado, sino que la generalidad de su uso y vigencia representa la existencia de sentidos colectivos superiores que le dan forma. De esta manera los fenómenos sociales “están en cada parte porque están en el todo, pero no están en el todo porque estén en las partes. Esto es sobre todo evidente respecto de las creencias y prácticas (...) las recibimos y adoptamos porque, siendo a la vez una obra colectiva y una obra secular, están investidas de una autoridad particular”9. Dicha autoridad opera bajo la imposición pedagógica de cosmovisiones y procedimientos que se ven resignificados por la dinámica social. La vigencia de las prácticas informales observadas durante el proceso de indagación permite sostener lo aseverado por Durkheim, pues su existencia particular es la resultante de dinámicas colectivas compartidas que ejercen su influencia en los espacios académicos de la universidad. Procedimientos que no se encuentran aislados, sino que son estructurados y estructuran el desarrollo de las interacciones. La aclaración realizada contribuye a comprender que la existencia de los procedimientos de intercambio informal relevados se corresponde con prácticas similares en otras esferas de acción académica. No se encuentran aislados, sino que responden a lógicas relacionales que atraviesan al espacio y le dan sentido.

En otros trabajos10 hemos expuesto que las cátedras de estas Facultades constituyen unidades pedagógicas, pues representan unidades organizativas singulares, estructuradas piramidalmente, independientes de otras asignaturas que abordan las mismas temáticas o posean nombres equivalentes. Sus funciones son las de organizar e impartir el dictado de clases y evaluar a los estudiantes conforme la especificidad de sus programas y objetivos. Sus características organizativas permiten definirlas como unidades heterocéfalas de funcionamiento autónomo. Esto es así, pues la conducción de éstas responde a ordenamientos externos (los programas generales, los responsables y la estructura son producto de la configuración externa dada por los mecanismos institucionales y el Estatuto Universitario), pero su funcionamiento responde a ordenamientos internos dados entre y por sus propios miembros. De allí que la discrecionalidad en la toma de decisiones de parte de sus responsables haya representado una de las características más significativas de la fragmentación del espacio de las unidades académicas en torno a organizaciones autónomas.

La autonomización de las cátedras ha constituido un fenómeno11 previo al período bajo estudio (1994-2011). Esta ha sido impulsada por la propia normativa de la universidad en relación con la no injerencia sobre los modos en que son abordadas las temáticas que corresponden a las asignaturas de las Facultades de la UBA.12 Sin embargo las definiciones estatutarias no expresan como atributo de las cátedras (o de sus responsables) la libre disponibilidad de acciones y criterios tendientes a la incorporación de nuevos miembros. De allí que se considere que este fenómeno ha sido motorizado por el aletargamiento y/o la suspensión de las políticas de la universidad orientadas a la incorporación de nuevos docentes a su plantel, así como por los mecanismos de cierre13 imperantes, los cuales han dinamizado los procedimientos informales de ingreso a la actividad. Este fenómeno cooperó con un mayor debilitamiento de las dinámicas formales de las unidades académicas, repercutiendo en la fragmentación de sus espacios y en la emergencia de dinámicas informales de intercambio asimétrico desvinculadas de los criterios de selección y promoción meritocráticos de la institución.

Por otra parte, hemos relevado que los intercambios informales han estado dinamizados por las vinculaciones entre responsables de las cátedras, autoridades de las distintas Carreras y/o Departamentos, funcionarios, agrupaciones estudiantiles y gremiales, y los órganos de gobierno de las unidades académicas y de la Universidad. Su conjunción coadyuvó a la articulación de las voluntades de distintos actores de la vida académica en torno a la validación de la informalidad distributiva como ordenamiento de los espacios, contribuyendo con los términos en los cuales fueron naturalizadas las relaciones de inequidad laboral y exclusión política. Más allá de la extensión e influencia que hubo alcanzado, se considera que el consenso derivado sobre de la primacía de lo informal ha sido de carácter parcial.14

La preeminencia de vinculaciones inmediatas entre los aspirantes a la docencia y aquellos actores en condiciones de garantizar sus ingresos ha sido la característica más relevante de los procesos de selección e ingresos relevados. Las dinámicas pedagógicas destinadas a la formación de profesionales llevadas adelante por las distintas cátedras ubican a sus docentes en contextos de interacción periódica con alumnos interesados en su formación integral y particular (temáticas abordadas por las asignaturas, áreas específicas de conocimiento). El dictado de las clases, evaluaciones, debates y conversaciones (dentro o fuera de la situación pedagógica) han constituido instancias de interacción que coadyuvaron a la visibilización de intereses, posiciones y disposiciones de parte de los estudiantes en relación con las prácticas académicas. Dinámicas que permitieron a los miembros de las cátedras y a sus responsables identificar entre los estudiantes a potenciales ingresantes a la actividad docente. Estos procesos de distinción no constituyen por sí mismos factores disruptivos de los ordenamientos de facto que rigieron (y rigen) las selecciones de nuevos miembros de las cátedras en los espacios de la Universidad, sino que describen parte de las acciones discrecionales que han sido (y son) monopolio de los responsables de las cátedras.15

Estas instancias de formación constituyen la “primera línea” de interacción entre docentes y alumnos. Allí los estudiantes toman contacto con los conocimientos relativos a sus formaciones y los docentes ejercen su actividad, brindando sentidos de existencia en el espacio a ambos.16 Las vinculaciones originadas en las interacciones pedagógicas dotan a los docentes de información sobre sus alumnos (intereses, expectativas, desempeños, habitus); conocimiento que ha nutrido sus criterios de distinción y que los ha habilitado a emprender las selecciones de ingresantes a las asignaturas.

El análisis de las perspectivas de los docentes en relación con sus inserciones, percepciones y orientaciones, así como el seguimiento de las vinculaciones de carácter informal que vehiculizaron los distintos procesos de selección relevados, permitieron dar cuenta sobre la existencia de redes activas de intercambio no institucionales que operaron en el espacio de estas Facultades. Su identificación permitió inscribirlas en torno a un complejo sistema de redes clientelares que ha sido caracterizado como específico del sistema académico.

En términos generales el clientelismo académico emerge como una herramienta conceptual que permite dar cuenta sobre modalidades informales de intercambio que son motorizadas por vínculos de carácter asimétrico17 en la universidad. Así, el clientelismo académico es definido y examinado como vehículo de intercambio, legitimación, reproducción y reconocimiento dentro de un contexto caracterizado por la preeminencia de la informalidad. Este fenómeno fue posible en virtud de las autonomías relativas de algunos actores, así como de la baja presencia institucional al momento de regular la vida de sus miembros. La conjunción de estos factores benefició al establecimiento de circuitos informales que paulatinamente fueron sustituyendo a los procedimientos estipulados por las unidades académicas y la UBA.

Nuestro trabajo de investigación nos ha permitido comprender la forma en que el clientelismo académico operó sustituyendo procedimientos institucionales anquilosados, permitiendo dinámicas de intercambios que tendieron a garantizar selecciones (inserciones, reconocimientos, salarizaciones, promociones) y por ende, modalidades de recambio y reproducción del trabajo académico dentro del espacio. Consideramos que las dinámicas del clientelismo de claustro han respondido a vinculaciones, intercambios y estructuramientos anteriores (sentidos, repertorios, obligaciones, agradecimientos y trayectorias compartidas) propios de las características constitutivas del colectivo analizado. De allí que la existencia de este fenómeno no permita su imputación directa a la pérdida de injerencia de la institución en torno a sus políticas académicas dado que, si bien sus dinámicas cobraron fuerza ante este contexto, su génesis es preexistente.

Los mecanismos de intercambios y las estrategias informales observadas pudieron ser motorizados y reproducirse hacia el interior de las unidades académicas como consecuencia de vinculaciones, sentidos y procedimientos antecedentes. El debilitamiento de las políticas formales de la universidad, su fragmentación constitutiva y la preexistencia de estas redes dieron paso a la preeminencia y validación de acciones discrecionales tendientes a garantizar las reproducciones de sus miembros en el espacio. Los intercambios informales (materiales y simbólicos) de carácter asimétrico derivados de este proceso han constituído la expresión de modalidades previas que, si bien actuaron en contextos de mayor injerencia institucional, lo hicieron solapadamente.

El debilitamiento de los procedimientos formales, la escasez de recursos disponibles, la modificación de la matrícula estudiantil, las características organizativas de las Facultades (fragmentación de sus espacios y autonomización de sus cátedras), así como la preexistencia de redes estructuradas en torno a factores no meritocráticos, coadyuvaron a dinamizar y validar procedimientos e intercambios de carácter informal. De esta manera las relaciones clientelares dentro del espacio no sólo estuvieron destinadas a la “conquista” de cuotas, posiciones o espacios de poder por parte de algunos responsables de las cátedras o de referentes académicos vinculados con las gestiones de las unidades académicas; sino que además tendieron a garantizar tanto el funcionamiento de las distintas instancias de formación y difusión de conocimiento, como a sustentar y fortalecer sentidos de pertenencia en relación con la práctica académica en la universidad. Esto condujo a que los sistemas de intercambio informal se encontraran reemplazando en los usos a aquellas funciones que la institución (por impedimentos normativos, presupuestarios, organizativos o por la orientación de sus políticas) no logró llevar adelante.

La investigación realizada nos ha permitido tratar las características de un contexto en el cual emergieron un conjunto actores que, a través del empleo de prácticas informales, han poseído cuotas significativas de poder en torno a la selección y promoción de nuevos docentes. Estos procesos de distinción configuraron patrones de compromiso (agradecimiento, obligación, lealtad)18 asociados con las selecciones realizadas. De este modo, las dinámicas de las cátedras (sustentadas a través de la generación de vínculos afectivos y de reconocimiento), nutrieron a otras relacionadas con la autonomía decisoria y la acumulación de poder.

Las experiencias de los entrevistados sobre los procedimientos informales de reproducción del trabajo académico fueron corroboradas durante la investigación. Así, se relevó que en los procesos de otorgamiento de avales para lo postulantes a becas, de selecciones de candidatos a concursos para la obtención de designaciones rentadas, de evaluaciones de ponencias y artículos, y de nombramientos para participar en equipos de investigación han existido componentes de carácter informal que han repercutido en los resultados de las decisiones.19 La especificidad del enfoque y de la temática de este artículo impide el desarrollo y profundización de estos aspectos. No obstante resulta pertinente exponer la existencia de dichas modalidades, las cuales reflejan la percepción de los actores en relación con el uso y la extensión de factores no meritocráticos implicados en los procesos de reproducción académica.

El análisis de estos fenómenos ha permitido identificar distribuciones discrecionales de designaciones y rentas docentes, la organización de grupos informales en torno a determinados responsables de cátedras y/o de funcionarios que poseyeron la capacidad de repartir recursos20 o cargos, y la constitución de equipos de investigación21 articulados con las cátedras en donde su composición y distribución de estipendios estuvieron atravesadas por vinculaciones extra académicas.22 Estas cuestiones que han contribuido al entendimiento de los relatos de los entrevistados sobre su adscripción, agradecimiento y/o fidelidad hacia quienes los hubieron seleccionado23; así como sus aceptaciones frente a los casos de inequidad laboral que los han atravesado. Pero el doble carácter de la informalidad (útil y perjudicial) entra en juego al momento en que los actores definieron sus posiciones, pertenencias, lealtades y estrategias de reproducción.24 La disconformidad de algunos entrevistados, ayudó a comprender que ésta emergió cuando la informalidad los perjudicaba, pero no así cuando actuó en su beneficio. El fastidio frente a la ilegibilidad de los procedimientos, la preeminencia de los lazos clientelares y de los intercambios prebendarios, constituye la expresión resultante de posicionamientos desfavorables en torno al sistema de intercambios que les garantizó su inserción y permanencia.

Si bien los entrevistados han caracterizado a las relaciones de tipo informal como negativas, es dable destacar que éstas han constituído un vehículo de reproducción satisfactoria dentro del espacio; incluso para ellos, pues sus selecciones y reconocimientos se encontraron atravesados por la misma informalidad que rechazaron.

Por otra parte, las dinámicas de selección, incorporación y estructuración de posiciones en las cátedras repercutieron en el estrechamiento de los vínculos, al punto de anudar voluntades e inclinar percepciones sobre la continuidad en la actividad (remunerada o no); lazos que parecieran “hechizar la relación de dominación y de explotación de manera que se transforme en una relación doméstica de familiaridad mediante una serie continua de actos adecuados para transfigurarla simbólicamente, eufemizándola”25. De este modo las percepciones en torno al honor, al prestigio, a las carreras profesionales, al salario vinculado al trabajo, a las contraprestaciones afectivas, materiales, simbólicas, etc., confluyeron dinámicamente hacia la legitimación de relaciones laborales y salariales asimétricas.

La compleja articulación entre los intercambios de dones y las obligaciones generadas ha conducido a que se los enmarque en torno a la construcción analítica de clientelismo académico o clientelismo de claustro. Consideramos que este concepto permite circunscribir un conjunto de prácticas informales de intercambio de características prebendarias; las cuales se encuentran inscriptas en un contexto de consolidación de redes alternativas a las estructuras formales de administración, distribución y ejercicio del poder dentro de las Facultades relevadas. En dichas redes se estructuran, regulan y llevan a cabo procesos de intercambios de múltiples orientaciones (medios – fines, medios – valores, afectivos), asociados con lógicas y dinámicas propias de sus desarrollos y existencias.


¿Qué es el clientelismo académico?

El empleo de la relación clientelar como concepto está orientado a describir complejos entramados de prestaciones, obligaciones, lealtades y seguimientos que exceden al intercambio de bienes o protecciones; pues su fortaleza reside en la densidad moral, simbólica y afectiva que inviste a los actores implicados en esta. Su uso actual deriva de la denominación latina cliens (cuya definición es cliente, vasallo) y refiere a las relaciones asimétricas de carácter informal establecidas entre patrones (patrōni) protectores y clientes (clientis) o súbditos durante la República y el Imperio romano. Estos vínculos, generalmente establecidos entre nobles (patricios, senadores, magistrados, obispos) y plebeyos o libertos, encontraron correlato en otras figuras similares como la de la gefolgschaft (lealtad comunitaria) establecida entre los líderes guerreros germanos y sus seguidores.26

Desde las ciencias sociales, la noción de clientelismo ha sido empleada por diversos teóricos con el objeto de hacer comprensibles prácticas asociadas con la búsqueda de apoyo electoral o político, vehiculizadas por el reparto de prebendas. Tal es el caso de los “favores por votos” que forman parte de complejas redes subjetivas que moldean percepciones y disposiciones de los sujetos comprendidos en el intercambio27 o las modalidades de organización y socialización de agrupamientos políticos a través de relaciones de alianza, clientela y de facciones.28

A su vez, el concepto de clientelismo ha poseído y posee una connotación negativa derivada de la narrativa periodística y de la de algunos referentes o representantes políticos cuyas opiniones son expuestas en los medios de comunicación masiva en la Argentina.29 Su utilización no científica y su masiva difusión derivó en que sea concebido en los usos como un concepto exotizante de la alteridad política y/o socioeconómica. De esta manera, existe un ideal forjado desde el sentido común que invita a asociar a las prácticas clientelares con estructuras partidarias organizadas, orientadas a la obtención de respaldo electoral de parte de los sectores de más bajos ingresos. Esta operación elimina la complejidad relacional, sustituyéndola por una instrumental (“favores por votos”), en donde la orientación de las acciones de los sujetos comprendidos es simplificada con ecuaciones de intercambio que impiden abordajes que permitan comprender la riqueza de estos vínculos.

En nuestra investigación el clientelismo académico no es utilizado como la adecuación de un concepto propio de las relaciones político-electorales, sino como una herramienta analítica derivada de los procesos de indagación y comprensión sobre las prácticas académicas que hemos relevado. El clientelismo académico expresa un conjunto de prácticas prebendarias, propias de grupos informales, e inscritas en un contexto de dilución de las esferas de influencia de la autoridad universitaria.

De acuerdo con Pablo Buchbinder, “la falta de renovación del cuerpo docente ha permitido que se perpetúe en el poder una elite que actúa de forma corporativa y que defiende con dureza sus privilegios, [esto] ha estimulado la creación y desarrollo de extensas redes clientelares que se manejan con mecanismos no muy distintos de los de la política nacional”30. En esta línea, Roberto Follari sostiene que han existido situaciones similares a lo ocurrido en la UBA, como por ejemplo el caso de la modificación del Estatuto de la Universidad Nacional de Cuyo donde segmentos “representativo[s] de los sectores más conservadores anclados en el viejo mandarinato académico, (...) votar[on] a favor de la eliminación del requisito del concurso para mantener el cargo, para quien ya hubiera sido previamente concursado al obtenerlo; y [se] negar[on] a votar alguna forma de consecuente control de quienes mantuvieran así sus sitiales”.31

Para el caso que analizamos, las redes clientelares encontraron en las cátedras instancias que permitieron la administración informal de recursos. Sin embargo, las relaciones clientelares trascendieron estos espacios y fueron identificadas en diferentes ámbitos académicos. En otras palabras, el campo de acción clientelar no culmina en una u otra cátedra, Carrera o Facultad de la UBA; se replica en otras instancias de acreditación y evaluación académicas, trascendiendo a la universidad como espacio y afectando a otras instituciones vinculadas con los espacios de producción, difusión, legitimación y certificación académicas.

En nuestra investigación las vinculaciones asimétricas de carácter clientelar han respondido a encadenamientos relacionales que trascendieron la particularidad de los intercambios entre los seleccionadores (titulares y/o responsables de las cátedras), los aspirantes y/o los docentes de menor jerarquía dentro de una misma cátedra. Estas atravesaron las cátedras y formaron parte constitutiva de los entramados de significación que brindaron sentido (de pertenencia, permanencia, reproducción) a un contexto caracterizado por la informalidad procedimental. De allí que los intercambios que fueron imputados a prácticas clientelares académicas hayan requerido de un enfoque holístico que los inscribiera en un contexto general de deterioro de las condiciones formales de producción y reproducción del trabajo académico en la UBA. La identificación de procedimientos ad hoc vehiculizados por la ilegibilidad de contextos marcados por la preeminencia de la informalidad distributiva, permitió caracterizar la densa complejidad de motivaciones, obligaciones y lazos que han atravesado a los miembros del espacio que han sido relevados.32

Afirmar que las vinculaciones (afectivas, racionales, morales, etc.) entre los seres sociales se encuentran reguladas por procesos y ordenamientos visibles, comprensibles y compartidos en la extensión de un colectivo social, resulta en una aseveración por lo menos temeraria. Del mismo modo lo es suponer que las relaciones de tipo clientelar responden a formas de hacer colectivas “desviadas”, producto de modalidades “imperfectas” de la organización social. Consideramos que ambos desarrollos son fruto de una matriz explicativa de carácter ideológico tendiente a legitimar y/o deslegitimar procedimientos, con el objeto de invisibilizar y hacer prevalecer las relaciones de poder que le han dado forma. Desde esta perspectiva, el clientelismo responde a una calificación peyorativa orientada a menoscabar a los agrupamientos sociales en los que se ha identificado la existencia de estos vínculos informales de carácter asimétrico. Estos enfoques transfiguran los términos de la descripción, orientándolos hacia expresiones de denuncia. De esta manera, las prácticas clientelares suelen ser expuestas al momento de caracterizar, vía descalificación, las modalidades de intercambio y reproducción social de agrupamientos subalternos, con el objeto de constituirlos como elementos anómalos cuya existencia es susceptible de amenazar los ordenamientos colectivos de las sociedades políticas.

El análisis llevado adelante durante el desarrollo de la investigación no ha permitido imputar validez alguna a dicha matriz explicativa, sino que además ha habilitado a comprender que las relaciones de tipo clientelar se corresponden con dinámicas de integración inherentes al proceso de socialización.33 La interacción mutua, la posesión de sentidos, prácticas y metas compartidas caracterizan a la integración; la cual a su vez da cuenta sobre las modalidades a través de las cuales los agrupamientos colectivos brindan significado a la “atracción” (y apropiación) de los individuos como parte de un conjunto. Esta dinámica es complementaria a la de la regulación34 y constituye el sustrato sobre el cual se asientan y vehiculizan los procesos de interacción, aun cuando los mecanismos regulatorios más generales se tornan laxos o en apariencia inexistentes.35

En el caso del clientelismo académico, las modificaciones en la composición de la estructura poblacional de las Facultades y de la UBA, la escasez presupuestaria, la inadecuación de su estructura normativa y representativa, y el relegamiento de las políticas de incorporación y formalización de trabajadores docentes, condujeron a la pérdida de legitimidad de los ordenamientos que regulaban la vida colectiva en el espacio, derivando en la debilidad de sus dinámicas organizativas formales.

La preexistencia de organizaciones autónomas dentro de la estructura de la UBA, así como de sentidos, prácticas y metas compartidas en relación con la existencia en el espacio, sentó las bases para la constitución de núcleos de poder alternativos al de la organización formal. Cabe destacar que dicha emergencia no ha sido la expresión de la “desaparición” institucional, sino de la pérdida de intensidad su poder de regulación de la vida social ante la imposibilidad estructural de brindar respuesta a las demandas de sus miembros (ingresos, concursos, designaciones formales, ascensos, representación, reproducción y proyección dentro del espacio), a las transformaciones de su composición (aumento de la matrícula estudiantil y del cuerpo docente) y a la escasez de recursos disponibles para la renovación de sus procedimientos y la ejecución de sus políticas de recambio, producción y desarrollo.

Ante la distensión de los lazos regulatorios, las dinámicas de integración preexistentes coadyuvaron a la reorientación de los ordenamientos hacia la legitimación de las organizaciones autónomas y de los intercambios de carácter informal. Estas instancias operaron reorganizando prácticas y sentidos como respuesta al contexto de incertidumbre derivado de la inadecuación de la estructura frente a las transformaciones del período. De esta manera las relaciones informales de carácter asimétrico comenzaron a tomar fuerza como modalidades de respuesta a un contexto institucional caracterizado por la incertidumbre y por la suspensión o aletargamiento de los mecanismos de reconocimiento meritocrático; fenómeno que repercutió en la intensidad y frecuencia de las dinámicas informales de intercambio dentro del espacio, cooperando por sustitución con el desplazamiento de los procedimientos formales de selección e ingreso a la actividad docente.

Coincidiendo con la perspectiva de Marcel Mauss36, consideramos que los actores que forman parte de estas dinámicas de intercambio informal constituyen ante todo “personas morales”. Seres sociales que han sido creados y son creadores y reproductores de creencias; adaptados y adaptables “en y por” sistemas de prestaciones y contraprestaciones. De allí que la tarea de analizar los intercambios sólo desde la perspectiva de la transacción de bienes y favores (obligaciones tácitas o explícitas derivadas de la aceptación del bien) se convierta en una tarea infructuosa. Esta es la razón por la que Mauss inscribe a estos intercambios en torno a un sistema de prestaciones totales37, pues en éste se condensa la complejidad de sentidos implicados en las transacciones. En esta línea Germán Soprano ha señalado que “un sistema de prestaciones totales no sólo supone intercambios materiales sino intercambios simbólicos (“honor”, “prestigio”, “reconocimiento social”, entre otros atributos)”.38 Abordaje que permite comprender la relevancia de evitar “confundir la descripción del intercambio objetivo de bienes y servicios, con los principios subjetivos que los sujetos invierten en dicha relación”. A su vez, Javier Auyero destaca que “la distribución de bienes y servicios es una condición necesaria pero insuficiente para el funcionamiento del mundo clientelar. Dado que los intercambios son (...) experiencias humanas vividas, el conjunto de creencias, presunciones, estilos, habilidades, repertorios y hábitos que acompañan a estos intercambios –explicándolos y clarificándolos, justificándolos y legitimándolos– es tan importante como el conjunto de los intercambios”.39

El análisis de las relaciones clientelares en el contexto académico nos permitió comprender las complejas relaciones informales de intercambio material y simbólico de carácter asimétrico que acontecían dentro del espacio universitario de producción y difusión del conocimiento. De este modo, se tornaron legibles aquellos “compromisos” afectivos que moldearon las decisiones y continuidades de los docentes, y permitieron un tratamiento integral de sus trayectorias, motivaciones y expectativas. A través de nuestro trabajo pudimos distinguir el modo en que las vinculaciones afectivas otorgaron sentido a las dinámicas de intercambio dentro del espacio docente, eufemizando relaciones laborales, invisibilizando inequidades distributivas y reafirmando la preeminencia de la informalidad como procedimiento.40 De allí que consideremos que, al incorporar la perspectiva de la afectividad en relación con los sistemas de intercambio asimétrico, es posible dar cuenta sobre la particularidad de las relaciones emotivas comprendidas en la constitución de estos marcos de significación; dado que dieron sentido a los bienes (designaciones, rentas, recomendaciones, etc.) que fueron transados dentro del espacio, a las posiciones de los actores, a sus expectativas y a sus estrategias de reproducción.

De acuerdo con nuestro trabajo, las dinámicas informales garantizaron la continuidad de prácticas discrecionales y repartos prebendarios, así como la emergencia de grupos que acumularon poder desde la estructura universitaria (pero al margen de los intereses institucionales). Pero a su vez, lograron afianzar lazos dentro del espacio y permitieron erigir estrategias de reproducción interpretadas como útiles y legítimas por los propios actores. Esto brindó sentido al doble carácter de la informalidad que relevamos, pues si bien es cierto que las relaciones informales de tipo asimétrico lograron garantizar la reproducción de los sujetos incluidos en estas; a su vez y en la medida en que operaban con mayor intensidad, redujeron (y perjudicaron) las posibilidades de otros que se encontraron por fuera de las redes de intercambio, profundizando la desigualdad.41 Este fue el contexto en el cual las relaciones clientelares fueron cobrando fuerza y legitimidad. No como parte de una matriz fundada por la sola desviación de los procedimientos normativizados, sino como respuesta a las brechas que la institución no pudo llenar. De allí que consideremos necesario destacar que el empleo del concepto de clientelismo académico no está orientado a la rotulación de formas de asociación imperfectas ni a la identificación de prácticas discrecionales para su denuncia y penalización; sino a la conceptualización de modalidades de asociación propias de la existencia social (sea cual fuere el espacio en donde tengan lugar) con fin de hacerlas inteligibles y contribuir con la generación de conocimiento.


Palabras finales

Abordar la cuestión del clientelismo representa por sí mismo un tema delicado. Como hemos destacado, su tratamiento mediático ha colocado estas prácticas en un lugar oscuro en donde los juicios valor operan como única explicación. De esta manera, no importan ni su génesis, ni sus procedimientos, ni los actores, ni los valores que forman parte de estas dinámicas; sólo la mirada reprobatoria de estos actos. Pero el fenómeno excede a la indignación que pueda generar en un determinado sector de la sociedad. Existe a pesar de estos sectores y se halla imbricado en las prácticas de múltiples colectivos institucionalizados. Incluso dentro del sistema universitario.

Tal vez este sea el hecho más incómodo de aceptar para aquellos que consideran que estos procedimientos son propios de los sectores populares o de determinados agrupamientos políticos. Incluso para aquellos que forman parte del campo académico y creen en la total asepsia de sus modos y en la imparcialidad de sus juicios. Lamentablemente nuestros hallazgos dan de plano con esas especulaciones. Y aquí consideramos que es conveniente realizar las pausas que sean necesarias para poner en discusión todos los supuestos que consideramos como explicaciones válidas de la realidad social; porque este fue el punto de partida real de nuestra investigación. Cuestionar aquello que parecía obvio o incuestionable. Sólo así fue posible desmenuzar las relaciones que “hacían” a la existencia académica y de las que también formábamos parte. Sin dudas, esto demandó una compleja tarea de revisión sobre cada una de las decisiones metodológicas que iríamos tomando; pero resultó ser indispensable para comprender las motivaciones de los actores que queríamos relevar.

La inclusión del clientelismo académico en nuestra investigación fue inesperada. Inicialmente registramos una sucesión de procedimientos informales que imputamos a las relaciones afectivas que se generaban hacia el interior de un conjunto de cátedras y equipos de investigación. Conforme avanzó el trabajo de campo y nuestro conocimiento sobre el objeto, nos encontramos frente a un contexto que excedía la discrecionalidad que habíamos hallado. Esta reflejaba complejos sistemas de intercambio fundados no sólo en la afectividad, sino en la reciprocidad. Las obligaciones y compromisos que los entrevistados declaraban habían favorecido o condicionado sus carreras, comenzaron a indicarnos que la vida académica representaba “algo más” que formación, investigación, trabajo y/o titulaciones. Sus experiencias nos obligaron a ver “más allá” de lo observable, alertándonos sobre las sutiles contraprestaciones que regían los intercambios informales dentro del espacio académico. Como señalamos al comienzo de este artículo, la noción del clientelismo académico no tomó forma sino hasta que los derivados analíticos demostraron la necesidad de su incorporación. De allí que fuera indispensable recurrir a los desarrollos de otros investigadores para poder elaborar nuestras propias herramientas conceptuales.

La asociación inmediata entre clientelismo y su par político constituyó una de las principales dificultades al momento de aplicar el concepto a nuestra investigación. Fundamentalmente, esta se debió a la escasez de investigaciones sobre prácticas similares, pero ajenas a la búsqueda de apoyos políticos. Por otra parte, la difusión del término clientelismo político operaba por sí misma como categoría explicativa, cerrando cualquier desarrollo que pretendiera aplicar sus dimensiones analíticas en otros contextos de socialización. Esto nos obligó a centrarnos sobre una serie de características del clientelismo que consideramos nodales, y a desestimar otras que estaban asociadas con su par político. De esta manera, podríamos hacer inteligibles un conjunto de procedimientos activos (aunque ocultos y/o negados) en el espacio académico.

De acuerdo con lo expuesto en este artículo, el clientelismo académico o de claustro no representa una etiqueta destinada a calificar peyorativamente a uno o varios colectivos sociales; sino que es una herramienta empleada para describir dinámicas informales de intercambios asimétricos que acontecen en el espacio académico. Nuestro desarrollo lejos está de calificar estas prácticas como positivas o negativas, pues consideramos que la verdadera riqueza de sus análisis se halla en la comprensión de sus funcionamientos. Si bien somos conscientes de la incomodidad que pudiera generar la asociación de determinadas prácticas académicas con dinámicas clientelares, consideramos que nuestro rol de investigadores comprometidos con el estudio de la realidad social nos obliga permanentemente a cuestionar e indagar más allá de lo apropiado o inapropiado de los resultados a los que arribemos. No como una impostura, sino como procedimiento continuo fundado en la búsqueda de conocimiento, aún cuando los hallazgos puedan resultarnos molestos.

 



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Notas

1 Hobert, Rodrigo (2012) Homo Ad Honorem. La docencia ad honorem en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (1996-2004). ). Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, mimeo.
2 Esta investigación demandó la realización de más de cien entrevistas a docentes de cuatro Facultades (Ciencias Económicas; Ciencias Sociales; Arquitectura, Diseño y Urbanismo; y Derecho y Ciencias Sociales) de la UBA, además de observaciones y análisis de las normativas de las unidades académicas y de la universidad.
3 Hobert, Rodrigo (2011) “Cartografías académicas. Analizando los ingresos a la docencia universitaria”. En Wortman, Ana (coord.) Mi Buenos Aires querido. Nuevas dinámicas del campo cultural en la globalización: la legitimación en cuestión. Prometeo, Buenos Aires.
4 Un análisis exhaustivo sobre las dinámicas relacionales dentro de las cátedras puede hallarse en Hobert (2011).
5 Nuestro análisis se extendió hacia las relaciones que poseían los miembros con actores que formaban parte de otros espacios académicos (otras cátedras, equipos de investigación, funcionarios, agrupaciones gremiales y estudiantiles, etc.).
6 Los entrevistados detallaron una variedad de prácticas discrecionales asociadas con la distribución de designaciones, rentas, becas, estipendios y/u otros recursos en las cátedras y en otros espacios de las Facultades. De acuerdo con sus relatos estas asignaciones fueron motorizadas por afinidades de tipo ideológico, religioso, partidario, sexual y laboral. La extensión y la temática específica del presente artículo impide su tratamiento e inclusión en estas páginas. No obstante, se considera de relevancia su análisis en posteriores abordajes que tiendan a problematizar las percepciones de los actores en relación con los intercambios asimétricos del espacio académico.
7 Auyero, 1997, 1999, 2000, 2001, 2002; Stokes, 2005; Soprano, 2002, 2003; Masson, 2002; Kneeteman, 2012.
8 Hobert, op. cit. 2012.
9 Durkheim, Emile (1982) Las reglas del método sociológico. Hyspamerica, Madrid, pp. 31.
10 Hobert, 2011.
11 Di Bello, 1997; Buchbinder, 2005.
12 De acuerdo con el Estatuto Universitario (Título I, Capítulo IV, Artículo 13º) los planes de estudio, los títulos y grados, y la creación de las Carreras que se dictan en la UBA corresponden a las decisiones del Consejo Superior. Modificaciones posteriores sobre el Estatuto de 1958 (Ley 22.207/80) establecían la incidencia del Estado Nacional sobre “el alcance y (...) las incumbencias profesionales de los títulos”, reglamentando “las incumbencias correspondientes a los títulos profesionales” conforme a los diseños del PEN. La caída de la dictadura militar (1976-1983) condujo a la derogación de aquella Ley a través de nuevas modificaciones (Decretos Nº 154/83 y Nº 1.975/84 y Ley 23.063) las cuales reforzaron los criterios de autonomía académica y de investigación de la Universidad. Se destaca en el Considerando del Decreto Nº 154/83 que “el gobierno constitucional ha asumido públicamente el compromiso de restablecer el pleno ejercicio de la autonomía universitaria, garantizando la libertad académica, como un modo de asegurar a la Universidad su misión creadora, como institución abierta al pueblo afianzando el principio de igualdad de oportunidades y posibilidades”. De esta manera, es posible observar el modo en que el principio de “libertad de cátedra” se encuentra férreamente ligado a los criterios de libertad académica que rigen a las universidades nacionales, a sus unidades académicas y a las cátedras.
13 En este sentido, Frank Parkin (1984) recurre a la definición que realizara Max Weber (1997) en relación con el concepto de cierre social, en tanto el proceso “mediante el cual las colectividades sociales buscan ampliar al máximo sus recompensas limitando el acceso a los recursos y oportunidades a un número restringido de candidatos [el cual] supone la necesidad de designar ciertos atributos sociales o físicos como bases justificativas de tal exclusión” (35-36). De este modo, se pretende la concentración de las recompensas y las oportunidades en un grupo dominante, a los efectos de restringir el acceso a los beneficios económicos y sociales a otro grupo dominado (Weber, 1997:195; Tilly, 2000:165-74). Charles Tilly (2000) considera que los mecanismos destinados al acaparamiento de oportunidades se asientan en torno a “una red distintiva; recursos valiosos (...) renovables, sujetos a monopolio, sustentadores de actividades de la red y realzados por los modus operandi de ésta; (la) confiscación de esos recursos por los miembros de la red; (y la) creación de creencias y prácticas que sostienen el control que la red ejerce sobre los recursos” (166).
14 Su constitución ad hoc manifestó haber estado orientada hacia la discrecionalidad distributiva. Cabe destacar que la aceptación e indiferencia relevadas que tuvieron los docentes frente a sus condiciones laborales coincidieron con el predominio de la informalidad distributiva y la ilegibilidad de los ordenamientos que guiaron los intercambios en el espacio académico.
15 Procesos de selección que han sido observados durante la realización del trabajo de campo en las cátedras de las Facultades de Ciencias Económicas; Derecho y Ciencias Sociales; Arquitectura, Diseño y Urbanismo; y Ciencias Sociales de la UBA.
16 Si bien los contenidos/temáticas, las acreditaciones y las instituciones articulan esta relación, los actores que participan en esta dotan de sentido a su existencia en el espacio en función una mutua reflexividad: docente-alumno, alumno-docente. La acción pedagógica (basada en saberes, titulaciones, reconocimientos y trayectorias consideradas legítimas) no constituye un fin en sí mismo, sino que su sentido está referido a sujetos en condiciones de reconocer la validez de los conocimientos, así como de los ordenamientos asimétricos que el aprendizaje supone. La condición de docente y alumno cobra sentido en la interacción pedagógica. Uno y otro se refieren y refuerzan en la situación, amén de la existencia de otros mecanismos de formación (a distancia, virtual, etc.) que sustraen a los actores de interacciones “cara a cara”.
17 Germán Soprano (2003) ha identificado relaciones de intercambio material y simbólico recíprocas y de carácter obligatorio del tipo simétricas, característico de las alianzas; y asimétricas, característico de las relaciones clientelares.
18 En su desarrollo sobre la lealtad, Mauss (2009) destaca que el sentido de reciprocidad depositado en el acto de fidelidad se ve expresado con férrea intensidad pues en él se “está intercambiando más que un producto o que un tiempo de trabajo, (se) está dando algo de sí: su tiempo, su vida” (249). De allí que las experiencias relativas a la fidelidad se encuentren atravesadas por proyecciones y explicaciones de índole existencial/moral. El valor de la lealtad opera como certeza proyectiva, acotando márgenes de incertidumbre, reforzando los vínculos afectivos y las nociones sobre modos de conductas deseables (esperados) e indeseables (inesperados).
19 Si bien durante el proceso de indagación se ha concentrado la atención en fenómenos observables, pronto se descubrió que los rumores (sobre cosas que han ocurrido o que están a punto de ocurrir) son parte constitutiva de la vida en las cátedras. Estos son lugares atravesados por historias (no siempre verificables) sobre las acciones (pasadas, presentes y futuras) de los responsables y los miembros de éstas, de las Facultades y de la UBA. En los casos en que se pudo comprobar la veracidad de los rumores, fueron analizados y expuestos. En otros casos, algunas historias no pudieron ser verificadas (por ejemplo, aquellas que narran la existencia de concursos docentes amañados, de la entrega de parte del salario a algunos titulares como gratificación por la obtención de la renta, de becas de investigación otorgadas irregularmente). Sin embargo, se le ha prestado atención analítica a estas historias pues constituyen una parte esencial de la existencia en contextos de discrecionalidad distributiva e informalidad procedimental, conociendo que en el análisis de las experiencias docentes lo más relevante no es lo que en realidad son y hacen este o aquel Titular de cátedra, este o aquel funcionario de la Facultad, sino de cómo son percibidos.
20 Los recursos relevados han sido de diversa índole. Desde la escritura de una carta de recomendación, la dirección de un proyecto de investigación, la manipulación de concursos, hasta la designación para un cargo rentado. Como se ha observado, esta distribución de recursos supone un refuerzo del sentido de la contraprestación, estrechando los lazos de la obligación y del agradecimiento. Estas contraprestaciones han encarnado diversas modalidades tales como votos en las elecciones universitarias, apoyos a peticiones en los Consejos Directivos de las facultades, silencios, y/o aceptaciones de las condiciones generales de precariedad laboral, representatividad política o injusticia socioeconómica y cultural.
21 Se hace referencia a los equipos UBACyT y a otras actividades de investigación vinculadas con la asociación de estos individuos con los referentes de las unidades pedagógicas. Se destacan las direcciones de proyectos y/o avales brindados aspirantes o becarios de los diferentes sistemas de promoción científica de la Universidad y/o de otros organismos o instituciones.
22 De acuerdo con lo relevado, el ingreso a las cátedras ha representado para los entrevistados la posibilidad de tener contacto (acercarse) a personas que consideraban reconocidas dentro del espacio y en relación con sus formaciones. De allí que hubieran destacado la importancia que les significó poder compartir charlas “cara a cara”, cenas, reuniones informales, etc. con sus responsables. Tal es el motivo por el cual las identificaciones con los miembros y referentes de estos espacios hayan estado relacionadas con situaciones que excedieron a la mera condición de membresía, al dictado de clases y/o al intercambio de conocimiento. Al sustraerse de las situaciones que dieron origen a los vínculos (práctica pedagógica), los actores tuvieron la posibilidad de realizar acercamientos de distinto género. Ya no en una posición subalterna (como alumnos o docentes de menor jerarquía) sino en otras de mayor grado de horizontalidad y estructuradas en torno a situaciones banales (charlas sobre deporte, literatura, arte, música, cenas, fiestas, etc.) permitiendo otras perspectivas sobre aquellas personas que inicialmente consideraron inalcanzables (por formación, jerarquía, edad, experiencia acumulada, etc.).
23 Hobert, op. cit. 2012.
24 De acuerdo con Pierre Bourdieu (1997) “una primera propiedad de la economía de los intercambios simbólicos: se trata de prácticas que siempre tienen verdades dobles, difíciles de unir (...) esta dualidad es posible, y se puede vivir, a través de una especia de self-deception, de autoengaño. Pero esta self-deception individual se sostiene a través de una self-deception colectiva, un verdadero desconocimiento colectivo cuyo fundamento está inscrito en las estructuras objetivas (...) y en las estructuras mentales, excluyendo la posibilidad de pensar y de obrar de otro modo” (163).
25 Bourdieu (1997) agrega que “para que la alquimia funcione, como en el intercambio de obsequios, es necesario que esté apoyada por toda la estructura social, y por lo tanto por las estructuras mentales y las disposiciones producidas por esa estructura social; tiene que existir un mercado para las acciones simbólicas correctas [con] recompensas, beneficios simbólicos, a menudo reconvertibles en beneficios materiales, tiene que poder ser interesante el desinterés” (171).
26 Weber, 1997.
27 Auyero, 1997, 1999, 2000, 2002; Stokes, 2005.
28 Soprano, 2002, 2003; Masson, 2002.
29 Auyero 2002, Sosa, 2010.
30 Buchbinder, Pablo (2005) Historia de las universidades argentinas. Sudamericana, Buenos Aires, pp .233.
31 Follari, Roberto (1996) “Docentes universitarios argentinos: no hagan olas”. Pensamiento Universitario, Nº 4/5. Buenos Aires, pp. 38.
32 Hobert, op. cit. 2012.
33 Durkheim, Emile (1997) El suicidio. Coyoacán, México, pp. 139-205.
34 De acuerdo con Emile Durkheim (1997:206-40), la regulación social expresa el modo en que los grupos sociales regulan y armonizan el comportamiento de sus miembros a través de la adaptación (moderación) de las pasiones colectivas en función de la consideración de legitimidad de jerarquías sociales socialmente constituidas. La autoridad moral que ésta ejerce sobre los individuos habilita a que las interacciones entre los miembros del colectivo se organicen en torno a jerarquías sociales; dotando de legitimidad al orden social, en virtud de obediencias fundadas en la validez de su poder y en las garantías que establece a sus miembros. La regulación erige límites sociales de carácter definido que permiten contener las múltiples orientaciones y pasiones de los sujetos que forman parte del colectivo.
35 Roberto Follari (1996) ha destacado que la informalidad en los procedimientos dentro del sistema universitario ha estado vinculada con que “se ha entendido a la Universidad como un espacio extrainstitucional. La laxitud de la institución se ha asumido como base para el descompromiso con ella y con las normas que rigen cualquier situación contractual” (36).
36 Mauss, Marcel (2009) Ensayo sobre el Don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas. Katz, Buenos Aires, pp. 73-79.
37 Mauss, op. cit. pp. 75.
38 Soprano, Germán (2003) Formas de organización y socialización en un partido político. Etnografía sobre facciones, alianzas y clientelismo en el peronismo durante una campaña electoral (año 1999, ciudad de Posadas, provincia de Misiones, Argentina). Tesis de Doctorado en Antropología Social, Universidad Nacional de Misiones, mimeo, pp. 272.
39 Auyero, Javier (2002) “Clientelismo político: Doble vida y negación colectiva”. Perfiles Latinoamericanos, Nº 20. México, pp. 40.
40 Si bien nuestros hallazgos no permitieron imputar a las prácticas discrecionales la ocurrencia del trabajo docente ad honorem en la universidad, es posible considerarla como un fenómeno que ha intervenido en coincidencia con la preeminencia de la informalidad por sobre los procedimientos formales. En algunos casos reforzando vínculos e invisibilizando los términos de la exclusión salarial; en otros, representado alternativas viables y satisfactorias para la reproducción laboral.
41 Como destaca Charles Tilly (2000:97), “la desigualdad categorial no es necesariamente mala; puede brindar beneficios al simplificar la vida social y facilitar la producción de bienes colectivos. Es perniciosa, sin embargo, en la medida en que causa daño a los excluidos, los priva de acceso a lo que podrían ser bienes colectivos y produce una subutilización neta de un talento con una capacidad potencial de mejorar la vida”. Al incluir la incidencia de estos aspectos sobre las trayectorias de los docentes, fue posible comprender parte de la complejidad de los sentidos inscritos en sus prácticas.

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