Reflexiones sobre emancipación (I parte)
¿De que hablamos cuando hablamos de emancipación?
“El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu”[1]
Para hablar de emancipación voy a tomar con centro las independencias de Nuestra América; esta fue el camino inconcluso, o no, que llevo a la independencia de nuestro continente, pero ¿fue una independencia en todo sentido?, un independencia que apuntaba a nuevos pensamientos políticos, a profundos cambios económicos y sociales, o sólo fue el reemplazo o la expulsión de los virreyes, las instituciones coloniales y funcionarios impuestos por la corona española.
Varias son las visiones y pensamientos que analizan este período emancipador, por ejemplo parte de la historiografía peruana considera que el camino hacia la emancipación e independencia de América comienza a finales del siglo XVIII, más precisamente entre 1780 y 1781, cuando en la zona del Cuzco, Tupac Amaru encabezó un levantamiento indígena, precisamente este no fue uno más en la historia del continente ya que el mismo pronuncio reformas más profundas que otros levantamientos que tuvieron características e ideologías diferentes que se oponían sólo a la nueva religión, la imposición de impuestos, o buscaban la vuelta anterior a la llegada de los españoles. El levantamiento del Cuzco reivindico más profundamente las cuestiones de la tierra, las libertades políticas y el camino de la independencia. Lamentablemente este levantamiento fue derrotado en el campo de batalla, pero no en la memoria de los pueblos sudamericanos, es por eso que a pesar de que los españoles intentaron silenciar y ocultar la historia de Tupac Amaru, este fue, para las próximas generaciones una piedra fundacional en el camino de la emancipación.
El segundo caso que sirve de ejemplo para hablar de la emancipación en el continente no los da el país más pobre y destruido, por el reciente terremoto de América, Haití, ya que fue, gracias al primer el levantamiento de esclavos encabezado por Louverture en 1802 y luego, en julio 1803, por Petion y Dessalines, en vencer al ejército napoleónico y proclamar la independencia de la isla. El 1 de enero de 1804 Dessalines fue ratificado como jefe máximo de los patriotas durante el II Congreso en donde también se proclamó la Constitución de la república de Haití. En octubre de ese mismo año el jefe máximo de la joven república llevó adelante una serie de transformaciones revolucionarias para la época y para el continente, asegurando la abolición de la esclavitud, el reparto de tierras entre campesinos y la prohibición de poseer tierras a los extranjeros blancos.
Esta primera independencia de un país de nuestra América fue una más de las influencias trascendentes que llevaron a la emancipación y posterior independencia del continente, pero el final de esta primera independencia quizás también anunció lo que podía llegar a suceder, ya que los enfrenamientos entre la oligarquía mulata de sur y oeste de la isla, y la nueva capa de terratenientes buscaron apropiarse de las plantaciones abandonadas por los colonos blancos que habían emigrado. Esto hizo que Dessalines implementara “una especie de dictadura militar”, que sólo en forma nominal tuvo carácter monárquico. Este régimen no llego a estabilizarse ni a evitar la guerra civil, sino que lo convirtió en rasgos endémicos de la primera nación latinoamericana”[2].
Ambos casos, el levantamiento en los Andes encabezado por Tupac Amaru y la independencia de Haití podemos mencionarlos como el comienzo o el camino de la emancipación y posterior independencia de América del Sur y Central, el camino hacia la posible conformación de dos grandes naciones como lo pudieron haber sido la patria grande de América del sur y las naciones centroamericanas, como lo pensaron y soñaron entre otros, Simon Bolivar y Cecilio del Valle.
En los comienzos del siglo XIX la idea de unidad no era descabellada, uno de los primeros pensadores en escribir sobre la emancipación de América fue Francisco de Miranda, quién a fines del siglo XVIII comenzó a difundir sus ideas emancipadoras a nivel continental y no provincial como sucedía en algunas regiones[3] queriendo acabar definitivamente con el sistema de opresión instaurado por España. Para ello, según Miranda, América se encontraba en una posición ventajosa en cuanto que contaba con una población superior y con riquezas muchos más importantes que España, pero en desventaja por las distancias que había entre las principales ciudades y los escasos medios de comunicación, que dificultaban la coordinación de las acciones, ésta fue una cuestión central en el pensamiento emancipador de Miranda como así también de otros pensadores y políticos de la época como Simon Bolívar, Manuel Belgrano y Bernardo de Monteagudo[4], sobre todo una vez que el camino de la independencia y la idea de una única nación se empezó a gestar más firmemente.
Estas grandes distancias obligaban a manejarse por vías marítimas que ofrecían mayor rapidez y seguridad, pero para asegurar esto, según la idea de Miranda, había que contar con el apoyo de Inglaterra, la principal potencia marítima, que además estaba interesada en expulsar a los españoles de América para poder establecer un intercambio comercial[5].
Alejandro Pisnoy
Prof. / Invest. CCC
[1] José Martí. Nuestra América. Ed. Nuestra América. Bs. As. 2005 pg. 19.
[2] Guerra Vilaboy, Sergio. El dilema de la independencia. Ed. Cs. Sociales. La Habana (2007). Pg. 22
[3] “…los pueblos de varias provincias de América en la desesperación con el exceso de tributo, injusticias y toda su suerte de abusos, se han sublevado en diversos períodos, más sin conseguir el alivio que buscaban, porque viniendo a someterse al fin, han aumentado más bien sus calamidades … Caracas se levantó por los años 1750, Quito en 1764, México trataba de su independencia con Inglaterra en 1773. El Perú estuvo sublevado en marzo de 1781, y en el mes de junio de ese propio año, el reino de Santa Fe en rebelión, expulsó al virrey y tropas europeas, quedándose el pueblo dueño del país …” Francisco de Miranda en: Bohóruqez Morán, Carmen. Francisco de Miranda. Precursor de las independencias de la América Latina. Ed. El perro y la rana. Caracas. 2006. pg. 160.
[4] Cabe mencionar el lugar que le da Bernardo de Monteagudo a las mujeres americanas durante el largo camino hacia la independencia del continente: “… Americanas: os ruego por la patria que desea ser libre imiteís estos ejemplos de heroísmo y coadyuvéis a esta obra con vuestros hijos; mostrad el interés que tenéis en la suerte futura de vuestros hijos, que sin duda serán desgraciados si la América no es libre … viva la exclamación que hacía en nuestra época una peruana sensible ¡¡¡libertad, libertad sagrada, yo seguiré tus pasos hasta el sepulcro mismo!!! y al lado de los héroes de la patria mostrará el bello sexo de la América del Sud el interés con que desea expirar el último tirano, o rendir el supremo aliento antes que ver frustrado el voto de las almas fuertes” (diciembre de 1811) En: Monteagudo, B. Horizontes políticos. Ed. Aterramar. Bs. As. 2008. pg. 34
[5] “Desde el punto de vista militar, Miranda llego incluso a describir la estrategia que a su juicio se adaptaban mejor al contexto americano, estimando que con doce o quince mil hombres y quince “navíos de línea”, el objetivo podía ser alcanzado. Para despertar aún más el interés de los británicos, concluye la propuesta con una idea largamente acariciada por Inglaterra: “la posibilidad de formar sin mayor dificultad un Canal de navegación en el Istmo de Panamá, que facilite el comercio de la China y del Mar del Sur con innumerables ventajas para la Inglaterra, América…” En: Ibidem pg 162.
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