INEXORABLE, por Eduardo Molinari
INEXORABLE
“(…) si Newton creía realmente que el tiempo era un río como el Támesis, ¿dónde estaba el nacimiento y en qué mar desembocaba finalmente? Todo río, como sabemos, está necesariamente limitado a ambos lados. Visto así ¿cuáles serían las orillas del tiempo? ¿Cómo serían sus cualidades específicas, parecidas por ejemplo a las del agua, que es fluida, bastante pesada y transparente? ¿De qué forma se diferenciaban las cosas sumergidas de las que el tiempo no rozaba?“
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Las comunidades establecen diversos tipos de relaciones con la tierra, dando origen a distintos modos de habitar la geografía. Del sedentarismo o del nomadismo surgirán a la vez - como parte de un mismo lazo - distintos modos de habitar el tiempo. El espacio y el tiempo son dimensiones de construcción siempre colectiva. Pero si el paso del tiempo no se puede evitar, podemos decir que existen infinitas posibilidades respecto de sus cualidades y usos.
El tiempo se nos aparece como el fruto de una relación: aquélla que se da entre la duración y el cambio o la mudanza. Para dar cuenta y testimonio de dicha relación hacen falta un observador y un objeto de medición, un sujeto y una herramienta o instrumento. Solamente a través de su presencia y accionar podemos transformar aquél flujo inexorable de microsucesos en una suerte de proceso “ordenado”: un pasado, un presente y un futuro. Es preciso señalar, sin embargo, que para todas las culturas este orden no implica una secuencia lineal.
Todo recorrido espacial (colectivo o singular) implica una experiencia temporal que le es propia. Durante este devenir, el recorrido es un espacio que es leído y escrito simultáneamente. Por un lado entonces, dependiendo de las identidades, subjetividades o encarnaduras en movimiento; y por otro, de los lenguajes escogidos para llevar a cabo dichas tareas, se habitarán temporalidades específicas que darán origen a relatos o narrativas distintas. Las prácticas artísticas y sus lenguajes propios tienen aquí mucho para decir.
Analía Donadío, Mariana Fontán, Lucila Simari y Mariana Viñas, a través de las obras que configuran esta exposición, nos proponen distintas lecturas y escrituras, visiones obtenidas durante sus recorridos a través del flujo inexorable del tiempo. Distintas sensaciones, reflexiones y preguntas en el viaje por el “tiempo-río” que parece no tener fin. Juntas, las artistas nos interpelan: ¿Cuántas cosas pueden expresarse en un instante? ¿Cuánto tiempo subjetivo lleva recorrer un duelo? ¿Cuánto dura un sueño? ¿Cuándo y de qué modo percibimos el ineludible paso del tiempo?
El historiador francés Georges Didi-Huberman nos dice que “siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo (…) Pero ¿de qué clase de tiempo?”. Y continúa:
“Ante una imagen - tan antigua como sea - el presente no cesa jamás de reconfigurarse (…) Ante una imagen - tan reciente, tan contemporánea como sea - , el pasado no cesa nunca de reconfigurarse (…) En fin, ante una imagen, tenemos humildemente que reconocer lo siguiente: que probablemente ella nos sobrevivirá, que ante ella somos el elemento frágil, el elemento de paso, y que ante nosotros ella es el elemento del futuro, el elemento de la duración.”
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Una de las principales potencias del arte es su capacidad para tornar materialmente concretos (aunque fuera de un modo efímero) nuevos mundos posibles. Las artistas que dan forma a Inexorable, lejos de comprender su fragilidad como una debilidad, nos invitan a compartir nuevos y mejores futuros. Mañana es mejor.
Eduardo Molinari, Febrero de 2015.
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