Una década difícil. Los años 90 y los bancos cooperativos | Centro Cultural de la Cooperación

Una década difícil. Los años 90 y los bancos cooperativos

14/04/2015


La Ley de Convertibilidad y crisis como el «efecto Tequila» no dejaron indemne al sector solidario, que sufrió las consecuencias del neoliberalismo.

Durante la década del 90, los países de América Latina, y en especial la Argentina gobernada entre julio de 1989 y diciembre de 1999 por Carlos Menem, fueron abanderados de las políticas neoliberales de apertura económica que condujeron a la privatización de las empresas de servicios públicos, enajenación de las reservas energéticas, facilidades para las inversiones extranjeras, desocupación y precarización laboral, liberalización del sistema financiero y la eliminación de controles de precios, entre otras medidas. El esquema se complementaba con una distribución regresiva del ingreso, desmontando las políticas sociales del Estado de Bienestar. El resultado fue una brutal concentración y una profundización de la brecha social.

El Instituto Movilizador se opuso tempranamente a esas políticas, ya que apuntaban a definir, tal como se consignaba en la Memoria y Balance del 31º Ejercicio, «un modelo de país orientado hacia el exterior, inserto en la reestructuración productiva internacional, la cual privilegia a un sector exportador eminentemente agrícola, las industrias petroleras, químicas y petroquímicas, celulosa y papel. En ese modelo, el Estado sólo tiene un papel subsidiario».

A pocos meses de asumir el nuevo gobierno, el conjunto de bancos cooperativos participaba con el 7,5% del total de los depósitos del sistema, registrando una significativa disminución en relación con el 9,7% del año anterior. Esto expresaba las particulares dificultades atravesadas por el sector social que operaba en la banca cooperativa, además de las difíciles condiciones en que obraba el sector por el desigual reparto de los redescuentos y el mayor costo operativo generado por la distribución territorial de sus filiales. La sanción de la ley 23.928 que impuso la llamada «convertibilidad», si bien tuvo éxito en su objetivo de reducir la inflación, agravó la situación del sistema financiero, ya que le exigía al Banco Central de la República Argentina  (BCRA) que respaldara la totalidad de la base monetaria con divisas. Esto limitaba la posibilidad de una política monetaria propia y reducía su rol de prestamista en última instancia.

Procurando el abaratamiento del costo del dinero mediante el aumento de la capacidad prestable, las entidades adheridas al Instituto Movilizador pusieron en marcha un plan de acción para obtener la rebaja de los encajes bancarios (porcentaje de los depósitos que deben mantenerse en reservas líquidas). Luego de una campaña bajo el lema «Los bancos cooperativos queremos dar crédito barato», en octubre de 1991 se publicó una solicitada y se hicieron presentaciones ante el BCRA y los bloques parlamentarios. Desde el movimiento cooperativo, se expresaba que «la banca cooperativa presta servicios financieros a millares de pequeños y medianos empresarios, artesanos y profesionales. Ese rasgo define nuestro carácter minorista; es decir, que realizamos muchas operaciones de reducido volumen. Por ello nuestros costos son mayores. La Ley de Entidades Financieras no diferencia entre bancos mayoristas y minoristas. Esta legislación tampoco es sensible ante los problemas sociales ni reconoce las diferencia regionales».

Por eso reclamaban, entre otras medidas, fijar una reducción general de los encajes bancarios y diferenciarlos por zona. Un informe que analizaba la reestructuración del sistema financiero entre diciembre de 1989 y 1991 señalaba que en dos años habían desaparecido 22 entidades, 444 sucursales y más de 19.000 puestos de trabajo. En ese contexto, se produjo en 1990 la fusión por absorción del banco Acción, con filiales en Mendoza y San Juan, por parte del Banco Credicoop; la intervención del banco Birco por el BCRA a mediados de 1991; y el comienzo del proceso de integración entre los bancos Local y Sycor, concretado a mediados de 1993. Al 31 de diciembre de 1994 quedaban 38 bancos cooperativos, ya que en los primeros 5 años de gobierno menemista habían desaparecido 11 entidades.

Cimbronazo mexicano

Durante 1994, una crisis en la economía mexicana, cuyo detonante fue la falta de reservas internacionales, provocó repercusiones en todo el mundo bajo el nombre de «efecto tequila». En la Argentina, ese fenómeno provocó -entre el 20 de diciembre de 1994 y el 10 de febrero de 1995- una fuga de 3.500 millones de dólares del sistema financiero local. A fines de mayo, los depósitos totales ya habían caído 8.520 millones de dólares (17,6% del total), y el BCRA había perdido 4.543 millones de dólares de reservas. La masiva salida de fondos del sistema no afectó a todas las instituciones por igual: según las cifras oficiales, entre diciembre de 1994 y abril de 1995, los bancos extranjeros vieron incrementados sus depósitos en un 1,5%, mientras que los bancos privados nacionales disminuyeron sus depósitos un 21% y los cooperativos, un 37%.

La banca nucleada en el IMFC, que tuvo una reducción del 30% de los depósitos, procuró minimizar las consecuencias negativas sobre sus asociados reorganizándose a través de fusiones, con el objetivo de crear una entidad más grande y sólida: los bancos Aliancoop, CES, Horizonte, Local, Nordecoop y VAF constituyeron el Banco Argencoop, que inició su operatoria en julio de 1995 con 95 sucursales distribuidas en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Corrientes y Chaco. Credicoop jugó un importante rol en ese proceso: incorporó 12 filiales del banco Local y participó de un acuerdo con el BCRA y el Fondo Fiduciario tendiente a dotar al banco Argencoop de recursos que le permitieran consolidarse.
El IMFC criticó que durante la crisis el BCRA actuara detrás de los acontecimientos, ya que «la supresión de su rol como prestamista de última instancia, así como la eliminación de la garantía de los depósitos fueron medidas que el modelo impuso y en las que se dio marcha atrás porque no hubo más remedio». Sin embargo, esa modificación incluía una trampa tendiente a erradicar al cooperativismo del sector financiero. La norma autorizaba al BCRA a asistir crediticiamente a los bancos en dificultades, pero si una entidad necesitaba más del 100% de su patrimonio o un crédito a más de 30 días, debía prendar el control de su capital accionario. Dicho capital no existe en las cooperativas, pues son «entidades de personas». En consecuencia, los bancos cooperativos no podían recibir esa ayuda. En esas circunstancias, Floreal Gorini expresaba: «¿Por qué no sociedad anónima? Es la gran pregunta de la hora actual. Porque la cooperación es la antítesis de la sociedad anónima, que es la expresión máxima de la concentración capitalista. Abrir las puertas de nuestras cooperativas a una sociedad mixta con capitalistas sería mezclar sangres no compatibles; uno de los dos va a desaparecer, y va a desaparecer la cooperativa porque su capacidad de acumulación es más lenta».

Guiados por estos conceptos los bancos adheridos al IMFC hicieron un gran esfuerzo para no traicionar sus raíces. Diferente fue la actitud de otros bancos cooperativos que optaron por transformarse en sociedades anónimas, política que no resolvió sus problemas y los llevó posteriormente a la venta a otras entidades nacionales o extranjeras, como ocurrió con los bancos BICA, Sudecor Litoral y BISEL, adquiridos en 1997 por los bancos Suquía, de Galicia y Credit Agricole de Francia, respectivamente. En agosto de 1995, solo quedaban 10 bancos cooperativos de los 38 existentes a fines de 1994.

Hacia una única entidad nacional

La convulsión financiera producto de la caída de las bolsas del mundo a partir de la crisis del sudeste asiático en 1997 puso nuevamente de manifiesto los riesgos de la globalización. En ese contexto, se aceleró el proceso de concentración y extranjerización del sector financiero argentino, causado por varios factores, entre ellos, la propia política del BCRA, que planteaba una sobreexigencia de capitales a los bancos locales (superior incluso a normas aplicadas en los países centrales), lo que los inducía a refugiarse en entidades más fuertes. La venta de bancos era además parte de la tendencia a la reorganización y especialización de los grandes grupos económicos nacionales. Por otra parte, se produjo el desembarco de capitales extranjeros que realizaron enormes inversiones, dada la posibilidad de obtener altas y rápidas ganancias en una zona poco bancarizada. Al promediar 1998, los bancos extranjeros tenían el 42% de los activos del sistema, cuando en 1993 alcanzaban solo el 17%. También se concentró el crédito: el 0,15% de los deudores poseía el 49% de los préstamos.

Una vez más, los bancos nucleados en el IMFC se vieron obligados a conciliar eficiencia y democracia. El mayor de ellos -Credicoop- encaró un proceso de adecuación al nuevo modelo de sistema financiero y a las redefiniciones estructurales de la sociedad imperantes en el marco de las políticas neoliberales, lo que implicó tomar conciencia del desfavorable escenario y trazar una política anticipatoria de las dificultades y necesidades de un proceso integral de adecuación. En ese marco es que finalmente se produjo su transformación definitiva en el gran banco realmente cooperativo del país, dado que la mejor forma de enfrentar el proceso de concentración y de preservar la presencia cooperativa en todo el país fue formando una única entidad.

En febrero de 1997, Credicoop adquirió activos y pasivos del banco Coopesur y, en diciembre, completó la fusión de las entidades adheridas al Instituto con la adquisición de activos y pasivos del banco Argencoop. Luego de ese proceso, quedó posicionado como el segundo banco privado de capital nacional y el primer banco cuyo capital es propiedad en su totalidad de titulares argentinos. Heredero de la tradición de las cajas de crédito aglutinadas y promovidas por el IMFC, el Banco Credicoop contaba a fines de 1997 con 194 filiales. De los otros cuatro bancos cooperativos no adheridos al IMFC, tres (el banco Mayo, el Almafuerte y Balcarce) desaparecieron entre fines de 1998 y principios de 1999. El Banco Empresario de Tucumán continuó operando hasta su intervención por el BCRA a fines de 2005.

Luego de un largo proceso de fusiones iniciado en la década del 80, en el Banco Credicoop sobreviven hoy 117 cajas de crédito que en 1979 habían conformado 16 bancos cooperativos.

Daniel Plotinsky

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