Construcción autogestiva: Maderera Córdoba, Buenos Aires | Centro Cultural de la Cooperación

Construcción autogestiva: Maderera Córdoba, Buenos Aires

26/01/2015


Tras emprender una difícil lucha, un grupo de trabajadores logró recuperar una empresa que hoy apuesta a seguir creciendo, inspirada en el modelo cooperativo.

En una maderera hay mucho de dos cosas: ruido y polvillo. La ropa y los zapatos adquieren la textura de un auto sucio a medida que las máquinas cortan, tornean, enchapan, enderezan y refilan pedazos de madera que, en poco tiempo, formarán parte de sillas, mesas, cunas.

Pero alguna vez este galpón de avenida Córdoba al 3.100 estuvo en silencio. Fue, como en otras historias, un diciembre, el de 2003. Las máquinas calladas, la cortina baja y, parado en la vereda, un puñado de hombres desconcertados ante la confirmación de una quiebra que se venía cocinando desde hacía meses, con falta de materia prima para trabajar y reducciones de sueldo de hasta el 20%. Entonces, esa mañana, los hombres se preguntaron: «Y ahora, ¿qué hacemos?».
Y algo hicieron: Maderera Córdoba fue una de las primeras recuperadas de la ciudad de Buenos Aires. Entre esos 6 hombres estaba Guillermo Sabatella, que trabajaba en el área de administración. Decidió quedarse para intentar sacar la empresa adelante, hacer lo que los patrones no habían podido. Fue el primer presidente de la cooperativa de trabajo que armaron por sugerencia de Eduardo Vasco Murua, en esa época referente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, que los apoyó durante los primeros meses, cuando tenían que entrar por un pasillo para trabajar con el poco material que había quedado. «Yo era de la idea de ver cómo podíamos zafar de la quiebra. Es el sueño del pibe: cualquiera que tiene una idea pseudo revolucionaria pretende alguna vez manejar la empresa igual o mejor que cualquier patrón y demostrar que se puede», cuenta ahora Sabatella en la oficina de administración.

«Los primeros cinco años crecimos a lo chino, nos matamos, fue un esfuerzo terrible», recuerda. Los primeros meses fueron los más difíciles, porque había poco trabajo y se llevaban 30 pesos por semana, la mitad de lo que ganaban antes. Carlos Saso, actual presidente de la cooperativa, define a los primeros tiempos como de pura lucha: «Al principio entrábamos por el vestuario, usábamos las maquinas, no teníamos materia prima, había unos recachos, y algunos clientes venían a buscar cosas que habían encargado». En setiembre, cuando les salió la expropiación, pudieron levantar las cortinas y abrir las puertas de la nueva cooperativa de trabajo Maderera Córdoba a la calle. Y fue una fiesta. «Una gloria», en palabras de Sabatella, que todavía se tiene que atajar las lágrimas cuando se acuerda de ese día. «Era una  gloria por lo que significaba para los más viejos, que entendíamos el significado que tiene tomar una empresa, recuperarla, sacarla a flote, con trabajo, esfuerzo y buenas ideas».

Decisiones colectivas

En aquel momento, arriba de la maderera había un piso vacío. Alguien les sugirió que lo ocuparan, que hicieran algo: una salita o un bachillerato. Se decidieron por «el bachi» e incluso varios de ellos aprovecharon para terminar ahí, en las aulas armadas sobre la maderera, los estudios secundarios que no habían podido completar antes. «El bachillerato es independiente en lo que se refiere al aspecto institucional, pero es parte de la cooperativa», explica Sabatella. «Acá hay una comunidad real y concreta».

La cooperativa hoy tiene 20 asociados, entre ellos cuatro mujeres. Todas las decisiones, explica Sabatella, se toman en la asamblea, por votación. Y las asambleas son tranquilas, hasta que se llega a la distribución de los excedentes: «Como todas las cooperativas los asociados tienen un retiro mensual, que incluye el monotributo y la seguridad social. Pero a fin de año hay un cúmulo de utilidades que si querés crecer tenés que dedicar a comprar materiales. Y esa lucha tremenda sobre cómo se capitaliza el excedente sigue hasta hoy. Siempre hay que seguir creciendo, demostrar que se puede». Para Sabatella la cooperativa tuvo a favor, desde el principio, que estaba inscripta en un rubro que funcionaba y que contaba con asociados que sabían cómo llevar adelante el negocio: «Aunque parece que todo reluce, de acá para adentro es cooperativa, pero de acá para afuera estamos inmersos en el mundo en que vivimos, donde tenemos que competir con empresas de primera magnitud. Nadie nace sabiendo cómo se arma esto. Que el rubro sea un éxito comercial es importante. No vas a ir a vender helado a la Antártida».

La toma de decisiones es, según Saso, lo más difícil de trabajar sin patrón. Todo el resto es ganancia: «Nosotros estamos más tranquilos, pero sin desatender nuestro trabajo. Teniendo un encargado es distinto, te controla hasta los minutos para ir al baño. Si me dan a elegir elijo cooperativa. Es mejor porque trabajás sin presión y cooperando con el compañero. Cuando vos trabajás bajo patrón tenés tu sección y nadie te va a venir a ayudar si no lo manda el encargado».


Emilia Erbetta

www.accion.coop

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