Buena cosecha en Florencio Varela | Centro Cultural de la Cooperación

Buena cosecha en Florencio Varela

07/02/2013


Bien temprano, cuando todavía el sol está oculto, Jesús Galeano se levanta para trabajar la tierra. El proceso es largo. Primero prepara el suelo, luego siembra las semillas, después viene la época del riego y los cuidados y, finalmente, llega el tiempo de la cosecha. Todos los lunes y jueves, sin falta, aunque el sol queme, el frío arrecie o la lluvia sea intensa, Jesús traslada su producción a la planta de acopio de la Cooperativa Agropecuaria de Productores Familiares (APF), de Florencio Varela.

Este ritual, que se repite todas las semanas, es parecido al que realiza el resto de los integrantes de la entidad solidaria. Con más de 20 años de existencia, APF nació por iniciativa del Centro de Educación, Investigación y Producción Agroecológica «La Parcela» (CEDEPO) como una herramienta organizativa de las familias productoras de la zona rural La Carolina, de Florencio Varela. El objetivo principal del emprendimiento es desarrollar proyectos productivos de carácter ecológico que permitan impulsar la seguridad alimentaria y facilitar la comercialización de excedentes.

Pollos, huevos, verduras, lechones y alimento balanceado para animales son algunas de las producciones de APF. La agricultura familiar es una de las principales fuentes de obtención de alimentos y de generación de empleo rural, y el modelo cooperativo es el principal aliado de este sistema de producción, más aún en los momentos de crisis, donde las cooperativas cumplen un rol fundamental en la contención de los trabajadores que no encuentran otra salida para su sustento.

«Yo era trabajador gráfico, vivía acá cerca, en el barrio El Tropezón, y hace 9 años con mi señora nos compramos un campito de 3 hectáreas y nos vinimos. Esta es otra vida, más tranquila, de mucho trabajo pero sin sobresaltos», cuenta Daniel Paladea, encargado de la planta de procesamiento de alimento balanceado para aves y cerdos. Al principio, el triturado del maíz, la alfalfa, la soja y el girasol se realizaba con una mezcladora de cemento, y gracias al esfuerzo de los cooperativistas se pudo instalar una planta para procesar entre 2.500 y 3.000 kilos de alimento por semana, que se utiliza íntegramente para mantener a los animales de los asociados.

«La producción se realiza de manera orgánica, sin ningún tipo de agregados tóxicos, ni aditivos químicos», explica Paladea, quien en sus 3 hectáreas de tierra recuperada cría gallinas y chanchos. «Cada 20 días se faenan entre 100 y 150 pollos», agrega Norma Araujo, vocal de la cooperativa y esposa de Daniel, mientras recorre con Acción los gallineros y el chiquero instalados en su campo.
Si bien la cooperativa tiene más de dos décadas de vida, los productores que se asociaron en los últimos años comenzaron a trabajar en ella a partir del programa «Manos a la Obra», impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que les otorgó subsidios para llevar adelante diferentes proyectos productivos, los que se desarrollaron con el asesoramiento técnico de CEDEPO.

«Hace unos 6 años que estoy en la cooperativa, nunca antes me había dedicado a esto, pero recibí capacitación y aprendí a criar animales y a trabajar la tierra», cuenta Norma. Ella también es una de las encargadas de la comercialización de los productos de la cooperativa en el mercado Bien Público de Palermo Viejo, más conocido como la feria de productos de la economía social y solidaria de Bonpland. Huevos, pollos y verduras, además de conservas y dulces, son vendidos en 3 puestos que tiene la organización en la feria capitalina. Allí, bajo la filosofía de comercio justo -modalidad de comercialización que prioriza que el productor primario reciba un pago justo por su mercadería y el consumidor abone un precio razonable- APF ofrece el fruto del esfuerzo colectivo.

«Empecé con un galpón donde criaba conejos -manifiesta Graciela Pagano- pero ése es un proyecto muy difícil porque tiene momentos de altas y de bajas, entonces cambié por la producción de gallinas ponedoras. En mi chacra también siembro hierbas aromáticas». Hoy, la secretaria de la entidad es una de las principales proveedoras de huevos. «La cooperativa te ayuda a conocer más a la gente, a trabajar en grupo, a ser compañero y, además, facilita la producción. Con APF podemos tener un pesito más porque vender de manera colectiva rinde más», asegura Graciela.

Domingo Bulla es el único de los asociados que no vive en la zona, su residencia está en la localidad de Lomas de Zamora, pero no duda en trasladarse cada semana más de 30 kilómetros hasta La Carolina para trabajar en la cooperativa. Durante la entrevista, explica la manera en que se organiza el emprendimiento. «Todos no pueden producir todo, tenemos un orden en la producción, por eso cada familia se dedica a diferentes productos -dice Bulla-. Este es un modelo solidario que da frutos para todos», sostiene el tesorero y productor de plantas y flores. «El campo es duro -comenta Jesús- hay que mantener los invernáculos, los gallineros y las estructuras. Por eso muchos abandonaron. A mí me robaron varias veces y cuando hay tormentas se rompen las veredas de los cultivos, pero no bajo los brazos, sigo adelante. Si me dejara doblegar por las dificultades, hace rato que tendría que haber abandonado», dice el productor, que llegó en bicicleta a la planta de acopio, acompañado por su esposa Zunilda, cargando dos grandes bolsas de verduras embebidas en agua para que soporten el calor del verano.

La mayoría de los integrantes de la cooperativa realiza otros trabajos para afrontar los gastos de la canasta familiar. Sin embargo, no dejan de invertir tiempo y esfuerzo en el proyecto asociativo. «No queremos que se caiga la cooperativa, estamos haciendo fuerza para mantenerla y sacarla adelante. Son muchos años de sacrificio y no queremos que el proyecto quede trunco», concluyen casi a coro los asociados.

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