Historia del Cooperativismo 4: | Centro Cultural de la Cooperación

Historia del Cooperativismo 4:

03/11/2009


cooperativa de crédito

En esta entrega de historia del cooperativismo hacemos un recorrido por el de crédito, una rama que contó con diferentes experiencias: bancos populares, cajas rurales de crédito, cajas regionales de préstamo y ahorro, secciones de crédito de cooperativas y cajas de crédito o cooperativas de crédito.

Daniel Plotinsky

 

La referencia más antigua en nuestro país al cooperativismo de crédito es un artículo publicado en el periódico socialista “El Artesano” en marzo de 1863: «Hemos dicho que para fomentar la prosperidad de la República era necesario rehabilitar al obrero fundando una caja de crédito popular. Comprendemos que semejante proyecto sólo puede llevarse a cabo con hombres que, a un verdadero amor al país, unan su gran fuerza y voluntad, pero como tales hombres no abundan, no extrañaríamos que nuestra idea fuese calificada de utópica...»[1]

Pocos años después, el cooperativismo de crédito comienza a desarrollarse a partir de cinco tipos de experiencias diferentes:

a)    Bancos Populares

b)    Cajas Rurales de crédito

c)    Cajas Regionales de préstamo y Ahorro

d)    Secciones de Crédito de cooperativas de otras ramas

e)    Cajas de Crédito, Cooperativas de Crédito y Cajas Populares

 

 

 

A)   Bancos Populares:

La primera entidad cooperativa de crédito en nuestro país fue el Banco Popular Argentino, creado en Buenos Aires en 1887 según el modelo de los Bancos Populares promovidos por Luiggi Luzzatti en Italia.

Luzzatti, un político que luchó por la unidad italiana y llegó a ejercer el cargo de Primer Ministro, desarrolló sus ideas sobre el cooperativismo de crédito en su obra Sulla diffusione del crédito e le banche populari, publicado en 1962. Planteó en ella que las entidades cooperativas debían apartarse de la caridad y la filantropía y basarse en una combinación de acciones económicas y sociales. «La cooperación debe ser filantrópica en los fines sociales que se propone alcanzar, pero financiera en cuanto a los medios técnicos con que ha de valerse, es  decir, los principios económicos que la rigen no han de ser diferentes de aquellos que son alma y garantía de toda sociedad comercial bien organizada».[2] El primer banco cooperativo en Italia se creó en la ciudad de Lodi en 1864, y su máximo desarrollo se produce hacia fines de siglo, cuando están en funcionamiento más de 800 instituciones crediticias.

El Banco Popular Argentino tuvo un importante desarrollo, llegando en 1924 a tener más de 3.200 asociados, pero se transforma en sociedad anónima en 1927. Entre 1887 y 1912 surgen otras 9 entidades bancarias de tipo cooperativo: Banco Escolar Argentino (1904), Banco Previsor de Ahorro (1905) Banco Familiar (1907), Banco Económico Argentino (1910) y Banco Policial Argentino (1912) en la ciudad de Buenos Aires; Banco Caja Económica (1903) en San Nicolás (Buenos Aires); Banco Popular de La Plata (1904), Banco Escolar Argentino del Rosario (1906) y Banco Comercial Agrícola (1907) en Pergamino (Buenos Aires)[3].

En 1914  los asociados a los 10 bancos cooperativos eran poco más 17.000. En 1925/26  los bancos cooperativos habían llegado a ser 15, con 80.061 asociados. De ellos, 9 entidades, con 20.600 asociados, estaban concentrados en la ciudad de Buenos Aires. Al igual que el Banco Popular Argentino, todas estas entidades se fueron transformando paulatinamente en Sociedades Anónimas, la mayoría de ellas por imperio de las normas implementadas por la Ley 11.388 de Cooperativas (1926) o por la reforma bancaria de 1935.

 

B)   Cajas Rurales:

Otra experiencia en el desarrollo de las formas de organización cooperativa de crédito fue la propiciada por la denominada Liga Social Argentina a partir de 1909. Esta entidad tenía por objeto la difusión de los ideales social- cristianos: «sustentar la organización cristiana de la sociedad, combatir todo error y tendencia subversiva en el terreno social e instruir al pueblo sobre los problemas y cuestiones que surgen del desarrollo moderno, a fin de cooperar en forma práctica a levantar intelectual y económicamente a todas las profesiones y clases sociales»[4]

La liga estimuló la creación de organizaciones cooperativas similares a las creadas en Alemania por Federico Raiffeisen desde 1864, con fines solidarios y basados en la ayuda mutua. Este describió sus experiencias en el libro “Las asociaciones de cajas de crédito como medida para evitar la miseria de la población rural, artesanal y obreros urbanos», el cual se difundió en todo el mundo.

Entre 1911 y 1915 la Liga fundó Cajas Rurales de Crédito en las provincias de Buenos Aires (Chacabuco, Conchitas y San José de Quilancita), Santa Fe (Arteaga, Colonia Ana, El Trébol y Roldán) y Córdoba (Cabrera, Playosa y Sampacho), las que nunca alcanzaron a tener un gran desarrollo. A estas Cajas Rurales solo podían asociarse los campesinos con cierto nivel de desarrollo económico, no pudiendo participar sectores urbanos. La crisis económica que sufrió nuestro país a partir de 1930 terminó liquidando a la mayoría de ellas.

 

C)   Cajas Regionales de Préstamos y Ahorro:

En 1941 el Gobierno Nacional aprobó un Decreto que -haciendo referencia a la Sección Crédito Agrario del Banco de la Nación Argentina creada en 1934- sugería: «que para el mejor cumplimiento de los fines perseguidos al dictarse la citada ley, es conveniente fomentar la organización de Cajas Regionales Cooperativas de Préstamos y Ahorro, que hagan llegar al pequeño productor rural los beneficios del crédito agrario»[5]

Estas Cajas, que tenían «su asiento en localidades donde no existe ningún organismo con funciones crediticias»[6], actuaban como organismos anexos de las cooperativas agropecuarias, eran supervisadas por la Inspección General de Cooperativas del Banco Nación y estaban obligadas a depositar todos sus fondos en el mismo, con lo que no se garantizaba uno de los objetivos fundamentales de una entidad regional y solidaria: que los depósitos se reinviertan en la zona. Por otra parte, carecían de cualquier tipo de autonomía, ya que era el Banco Nación el que fijaba «anualmente, a cada Caja regional el crédito dentro del cual podrá realizar estas operaciones directas con sus asociados»[7]. Sólo en el caso de que una Caja fuese designada por el Banco como corresponsal, quedaba autorizada para emitir y pagar giros y fijar créditos.

Las primeras Cajas Regionales abrieron sus puertas en 1941 en Gral. Rojo y Gral. Conesa (Buenos Aires) y si bien se creó gran cantidad de ellas, su accionar nunca fue significativo[8].

 

D)   Secciones de Crédito:

Algunas cooperativas agropecuarias, de consumo y de edificación desarrollaron “secciones de crédito”. En estos caso, naturalmente, el crédito estaba vinculado a la ocupación principal de la entidad y al ser una actividad complementaria carecía en ellas de gran envergadura y operaba -generalmente- en forma irregular.

Entre las cooperativas agrarias, se destacó la actividad crediticia de la ya mencionada  Fondo Comunal Soc. Coop. Agrícola Ltda.” de Villa Domínguez (Entre Ríos) durante las primeras décadas de este siglo. En el ámbito urbano, existían en 1914 cuatro entidades de estas características: el ya mencionado “El Hogar Obrero”, “La Casa Popular propia” (1407 asociados, fundada en 1906), “La Cooperativa de Artes y Oficios” (50 asociados, fundada en 1906) y el “Banco el Hogar Propio” (1150 asociados, fundado en 1910).

 

E)   Cajas de Crédito, Cooperativas de Crédito y Cajas Populares:

Estas instituciones nacen a principios de siglo como cajas mutuales de la colectividad judía ashkenazi, procedente de Europa oriental, donde se nucleaban los inmigrantes de acuerdo a su actividad económica o su lugar de origen (en idish: farein). Sus integrantes accedían a través de éstas instituciones a los medios de producción necesarios para instalarse en el país o se prestaban pequeñas sumas de dinero para adquirirlos.

Estos inmigrantes se instalaron fundamentalmente en las colonias agrícolas entrerrianas y en las grandes ciudades del país, donde se desempeñaron como artesanos, obreros o pequeños comerciantes e industriales. «Del grupo de fundadores, muchos de ellos inmigrantes sin conocimiento del castellano, sin conocimiento del comercio, sin estudios... se dedicaron algunos como vendedores ambulantes, otros se establecían con pequeños comercios, otros que venían con algún conocimiento de fabricaciones se dedicaban a la elaboración de algunos productos, fundamentalmente textiles ...»[9]

Las Cajas cumplían «un importante papel en estas comunidades, y a medida que crecen sus medios a través del ahorro de sus socios, mayor es la asistencia que prestan a sus asociados, que ya organizados en forma cooperativa adquieren preponderancia en sus funciones asistenciales con cantidades cada vez mas importantes, vinculándose con pequeñas industrias y comercios barriales»[10]. Las primeras experiencias de este tipo fueron:

§  Cooperativa de Crédito La Capilla[11] (Entre Ríos). Fundada en 1913, su primer Consejo de Administración lo «integraron un verdulero, un zapatero, un herrero, un carpintero, un talabartero, un tipógrafo y un funcionario del Fondo Comunal (...) La Cooperativa de Crédito La Capilla estimuló la creación de otras similares en localidades de la provincia de Entre Ríos. Al instalarse el Banco de la Provincia de Entre Ríos, dichas cajas pasaron a ser sucursales del citado banco oficial. Solo la de Villa Clara se mantuvo como tal, cumpliendo las funciones de caja de crédito»[12].                   De la creación de esta última existe un sencillo y emotivo testimonio: «reunidos en casa de uno de los socios de la cooperativa Fondo Comunal, decidimos juntar el poco dinero que teníamos, formar un fondo común, establecer prioridades para el crédito familiar y rural, contando para ello con el auxilio de un experto en temas contables, la idea resultó exitosa, y pronto pudimos respirar tranquilos en cuanto a esta necesidad...»[13]

§  Primera Caja Mercantil, en el barrio porteño de Villa Crespo, fundada en 1918. Un folleto editado en 1943 para conmemorar el 25 aniversario de su fundación describe vívidamente las características de la entidad durante los primeros años:

«Hace un cuarto de siglo jóvenes judíos se reunieron y fundaron una sociedad de ayuda mutua en Villa Crespo. La vida comunitaria judía local estaba todavía cruda y poco desarrollada, y muchos de los hoy fuertemente enraizados estaban todavía llenos de añoranzas del antiguo hogar. La prensa judía local todavía estaba en pañales, las entidades entre nosotros se podían contar con los dedos de una mano, nuestros hogares eran en su mayoría piecitas de jóvenes, y muchas ramas de nuestra propia vida en nuestro nuevo hogar, Argentina, aun no florecían».

«El 2 de febrero de 1918 es la fecha oficial de la fundación de la “Primera Caja Mercantil”, pero dicha entidad financiera empieza mucho antes. En realidad es el resultado de la división de dos grupos de personas . Cerca de dos años los asociados de la Unión Comercial buscaron  caminos, ellos  querían clarificar que tipo de institución querían construir. El pequeño grupo de socios, en todas las reuniones y encuentros se esforzó mucho. Como se puede ver en las actas, se llevaron a cabo fogosas discusiones acerca de: si la “Sociedad” debía comerciar también con «metzies» [menudencias], hilo para sastres y otros productos  para  artesanos».

«Leyendo los Libros de Actas se conoce no solo lo que los integrantes debatían, sino que aparece una parte del tiempo pasado, que es tan propio de nuestra inmigración masiva. En las palabras y los argumentos de muchos socios se escucha claramente el tono de las organizaciones en las que los jóvenes activaron en el viejo hogar».

«Todos hablan de altos principios éticos de la humanidad, traen citas de libros y repiten ideas de escritores rusos. Se ve gente joven con ideales, gente que se avergüenza de comerciar pero que vive de su trabajo. Ellos buscan desarrollarse en la sociedad, porque les falta un contexto. Cuando ellos se reúnen cantan canciones populares judías, motivos rusos y litúrgicos....»

«De reunión en reunión fue creciendo el numero de socios accionistas. La población judía de Villa Crespo fue aumentando, el número de talleres, fabriquitas y negocios fue creciendo con el transcurso del tiempo. Grupos de “gringos” iban llegando y buscaban en que ocuparse. Fueron creciendo las ramas de actividades y el comercio, nuevas industrias empezaron a aparecer: tejedores, devanadores, etc».

«En todas las calles y callejuelas se escuchaba el ruido de máquinas. El trabajador y el pequeño comerciante necesitaban préstamos y las nombradas capas sociales recibían los créditos en condiciones muy liberales...»[14].

Hasta la década del 40 estas Cajas de Crédito tienen un lento crecimiento vegetativo, destacándose por mezclar características cooperativas y mutuales. Funcionaban básicamente con capital propio o formas inorgánicas de ahorro y cubrían las necesidades de la actividad artesanal y comercial en las ciudades y de los arrendatarios y colonos rurales.

Su operatoria distaba mucho de la bancaria y la desarrollada por las cajas de crédito a partir de la década del 50. No operaban con “cuentas corrientes” o sistemas similares ni realizaban compra o negociación de valores. Los fondos eran depositados en “Cajas de Ahorro” y podían disponerse únicamente mediante la presencia personal del asociado en la entidad mediante la “libreta de ahorros”. Como es obvio, no podían brindar una adecuada asistencia crediticia al pequeño y mediano empresario, ya que las disponibilidades, muy escasas por cierto, sólo surgían de esos depósitos en cajas de ahorro o de contribuciones de buena voluntad que hacían personas imbuídas de ideas de bien común. Los préstamos eran casi exclusivamente de ayuda social en un marco muy cercano a la filantropía[15].

 Los siguientes testimonios son significativos de esa primer etapa del cooperativismo de crédito:

«Cuando se inició la Primera Caja Mercantil, se inició más bien como una entidad mutual, que facilitaba la adquisición de herramientas, máquinas, que en aquel tiempo no estaban al alcance de los artesanos, ni de algunos gremios de trabajo independiente, en su mayor parte inmigrantes. Había serruchos, máquinas de coser, lijadoras, bueno, todo tipo de elemento que la Cooperativa lo compraba como capital propio y el que las necesitaba pagaba como si fuese un... un alquiler de manera tal que, a través del tiempo, la Cooperativa recuperaba su capital y le permitía ir comprando nuevos elementos para satisfacer nuevas necesidades. Sucedió después con el desarrollo económico y el cambio de la estructura social que rodeaba a la Cooperativa que, en un momento determinado, la demanda de este tipo de elementos descendió paulatinamente porque cada uno de los usufructuarios de estos préstamos con el tiempo iban adquiriendo sus propios elementos. Y fue así, que lo que vino después, fue la necesidad de tener dinero para la compra de materia prima para que con las herramientas se pudiese producir algún elemento para comercializarlo. Todos la conocen como Primera Caja Mercantil pero en principio fue una organización más bien de tipo mutual» [16].

«El origen de nuestra entidad (Coop. de Crédito Ltda. Parque Chacabuco, fundada en 1927) es, como muchas entidades de este tipo, de inmigrantes europeos especialmente de la colectividad judía, que se unen para hacer frente a situaciones coyunturales, mas con un criterio mutualista que cooperativo. Los fundadores eran realmente jóvenes. Yo los conocí -por supuesto- ya hombres adultos, pero en su época eran todos jóvenes de alrededor de los 30 años, lo cual implica que tenían un criterio bastante progresista de ayuda mutua dentro de un ámbito no muy afecto a la presencia de inmigrantes»[17]

«La Cooperativa Libertador (fundada a mediados de la década del 40) que yo integraba, nace de un grupo de judíos que son de Lodz, una zona de Polonia, con el principio esencial de ayudar a los paisanos que venían de Europa después de la guerra. En aquel entonces, en una forma bastante informal nos constituimos para ayudarle no con dinero sino con alimentos, maquinas de coser y todas estas cositas que necesitaba la gente para empezar. En la primer época se habían nucleado alrededor de 400 personas, juntamos dinero entre nosotros y ayudábamos a los que venían... después se formalizó ya la cooperativa de crédito y se empezaron a dar los primeros dineros, con las acciones de los asociados y funcionó así prácticamente sin impedimento»[18].

«Claro, eran diferente, a tal punto que a veces con algunos de los  integrantes de aquellos  tiempos, recordamos hechos que hoy sería absurdo. Por ejemplo de vender mercadería digamos. Y como la integraban generalmente personas de origen judío ¿se da cuenta?, entonces, a lo mejor había elementos de comer que vendía el Gerente, un Gerente antiguo, que creo se llamaba Roissen de apellido, bueno... vendía hasta arenque, entonces resulta que era atípico... digamos: un crédito, más arenque, más otras  cosas...»[19]

La mayoría de estas Cajas de Crédito funcionaban en horario nocturno, en el domicilio comercial de alguno de sus asociados o en el interior de una institución comunitaria. Financiaban, además, la actividad de esas instituciones: bibliotecas, escuelas, clubes, hospitales, etc[20].

«Nuestra cooperativa se constituyó aproximadamente en el año 1950 y fue desarrollándose muy lentamente. Un grupo, la mayoría inmigrantes judíos venidos desde Rusia y Polonia y que estaban vinculados a un club y a una escuela judía que era el I. L. Peretz de Villa Lynch con motivo de las necesidades económicas de la escuela y las necesidades económicas y financieras de la gente que se vinculaba, vieron la necesidad de constituir esta Caja de Crédito Villa Lynch, que empezó funcionando en esa misma entidad, en la escuela, dos días por semana, si mal no recuerdo, que eran los Lunes y Jueves de 19 a 21 horas»[21].

 

Bibliografía

Banco de la Nación Argentina. «La creación de las cajas regionales de préstamos y ahorros», en Revista del Banco de la Nación Argentina Vol 5, Nº 1, 1941. pp. 11 – 26.

                                                       «Inauguración de nuevas cajas regionales de préstamos y ahorros, en Revista del Banco de la Nación Argentina Vol 5, Nº 3, 1942. pp. 119 – 201

Borea, Domingo. «La mutualidad y el cooperativismo en la república Argentina», en Tercer Censo Nacional. Buenos Aires: Talleres J.L. Rosso y Cía, 1917..

Grela, Plácido. Cooperativismo y Monopolio. Buenos Aires: Editorial Platina, 1965.

Kreimer, Jaime. Aportes de la colectividad judía al cooperativismo nacional. Rosario: Centro Cultural Israelita, 1984.

Mizrahi, Mauricio Luis. Cooperativas de Crédito. Naturaleza, desarrollo, régimen legal, propuesta de cambio. Buenos Aires: Depalma, 1976.

Montes, Verónica Lilian y Alicia Beatriz Ressel. Presencia del cooperativismo en Argentina. Unircoop. Vol. 1, Nº 2, 2003. Publicación web.

http://www.unircoop.org/unircoop/files/bibliotheque/Vol1No2.02.Unircoop.Argentine.pdf(1).pdf

Moirano, Armando A. «Síntesis histórica del cooperativismo argentino», en Boletín del Museo Social Argentino. Año LIV, Entrega 372. Buenos Aires, 1977.

Primera Caja Mercantil. 25 años. Buenos aires, 1943. original en idish. Traducción realizada por Bernardo Katz para el Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito

Rusconi, Amero. Sobre la cooperación, Buenos Aires, IMFC, 1980

Silver, Daniel. «Los primeros cien años de la colonización judía en Argentina», en Revista de Idelcoop Vol. 16,  Nº 63 – 1989. edición digital en CD.

Schujman, León.  «El cooperativismo de crédito y su aporte al desarrollo», en Revista del Instituto de la Cooperación Nº 2 – 1979 pp. 178

 

Entrevistas

Crippa, Eduardo Enrique. (12/10/1996). Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 15.

Cwaigemberg, Harry. (26/06/96) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 2.

Guelman, Raúl. (21/10/96) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 17.

Guinsburg, Oscar. (25/07/96) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 5.

Kapelusznik, Naum. (12/3/1975) Entrevistador: Efraim Zadoff. Biblioteca AMIA.

Sepliarsky, Jaime. (10/07/1996) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 3.

Waichman, Natalio. (12/11/1996) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 25.

Weinstein, Bernardo. (7/12/1996) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 27.

Zaritzky, Mauricio. (31/10/1996) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 19.

 


[1] El Artesano, 28 de marzo de 1863,  p. 1

[2] en Grela (1965)  p. 68.

[3] Borea (1917).

[4] Grela (1965),  p. 81.

[5] Banco de la Nación Argentina (1941), p. 11.

[6] Banco de la Nación Argentina (1941), p. 16.

[7] Banco de la Nación Argentina (1941), p. 14.

[8] Banco de la Nación Argentina (1942), p. 199.

[9] Weinstein. Entrevista (1996)

[10] Rusconi (1980) p  63

[11] Actualmente la localidad lleva el nombre de Ing. Sajaroff, en homenaje a uno de los pioneros del  cooperativismo.

[12] Grela (1965), 76/ 77.

[13] Efroím Elstein (Entrevista), 1985. Archivo Oral de la Dra. Celia Gladys Lopez.

[14] Primera Caja Mercantil (1943), pp. 5/ 7.

[15] Mizrahi (1976), p. 40.

[16] Guinsburg. Entrevista (1996)

[17] Zaritzky. Entrevista (1996)

[18] Waichman Entrevista (1996).

[19] Sepliarsky. Entrevista (1996)

[20] Kapelusznik. Entrevista (1973).

[21] Guelman. Entrevista (1996)

 

Daniel Plotinsky

 

La referencia más antigua en nuestro país al cooperativismo de crédito es un artículo publicado en el periódico socialista “El Artesano” en marzo de 1863: «Hemos dicho que para fomentar la prosperidad de la República era necesario rehabilitar al obrero fundando una caja de crédito popular. Comprendemos que semejante proyecto sólo puede llevarse a cabo con hombres que, a un verdadero amor al país, unan su gran fuerza y voluntad, pero como tales hombres no abundan, no extrañaríamos que nuestra idea fuese calificada de utópica...»[1]

Pocos años después, el cooperativismo de crédito comienza a desarrollarse a partir de cinco tipos de experiencias diferentes:

a)    Bancos Populares

b)    Cajas Rurales de crédito

c)    Cajas Regionales de préstamo y Ahorro

d)    Secciones de Crédito de cooperativas de otras ramas

e)    Cajas de Crédito, Cooperativas de Crédito y Cajas Populares

 

 

 

A)   Bancos Populares:

La primera entidad cooperativa de crédito en nuestro país fue el Banco Popular Argentino, creado en Buenos Aires en 1887 según el modelo de los Bancos Populares promovidos por Luiggi Luzzatti en Italia.

Luzzatti, un político que luchó por la unidad italiana y llegó a ejercer el cargo de Primer Ministro, desarrolló sus ideas sobre el cooperativismo de crédito en su obra Sulla diffusione del crédito e le banche populari, publicado en 1962. Planteó en ella que las entidades cooperativas debían apartarse de la caridad y la filantropía y basarse en una combinación de acciones económicas y sociales. «La cooperación debe ser filantrópica en los fines sociales que se propone alcanzar, pero financiera en cuanto a los medios técnicos con que ha de valerse, es  decir, los principios económicos que la rigen no han de ser diferentes de aquellos que son alma y garantía de toda sociedad comercial bien organizada».[2] El primer banco cooperativo en Italia se creó en la ciudad de Lodi en 1864, y su máximo desarrollo se produce hacia fines de siglo, cuando están en funcionamiento más de 800 instituciones crediticias.

El Banco Popular Argentino tuvo un importante desarrollo, llegando en 1924 a tener más de 3.200 asociados, pero se transforma en sociedad anónima en 1927. Entre 1887 y 1912 surgen otras 9 entidades bancarias de tipo cooperativo: Banco Escolar Argentino (1904), Banco Previsor de Ahorro (1905) Banco Familiar (1907), Banco Económico Argentino (1910) y Banco Policial Argentino (1912) en la ciudad de Buenos Aires; Banco Caja Económica (1903) en San Nicolás (Buenos Aires); Banco Popular de La Plata (1904), Banco Escolar Argentino del Rosario (1906) y Banco Comercial Agrícola (1907) en Pergamino (Buenos Aires)[3].

En 1914  los asociados a los 10 bancos cooperativos eran poco más 17.000. En 1925/26  los bancos cooperativos habían llegado a ser 15, con 80.061 asociados. De ellos, 9 entidades, con 20.600 asociados, estaban concentrados en la ciudad de Buenos Aires. Al igual que el Banco Popular Argentino, todas estas entidades se fueron transformando paulatinamente en Sociedades Anónimas, la mayoría de ellas por imperio de las normas implementadas por la Ley 11.388 de Cooperativas (1926) o por la reforma bancaria de 1935.

 

B)   Cajas Rurales:

Otra experiencia en el desarrollo de las formas de organización cooperativa de crédito fue la propiciada por la denominada Liga Social Argentina a partir de 1909. Esta entidad tenía por objeto la difusión de los ideales social- cristianos: «sustentar la organización cristiana de la sociedad, combatir todo error y tendencia subversiva en el terreno social e instruir al pueblo sobre los problemas y cuestiones que surgen del desarrollo moderno, a fin de cooperar en forma práctica a levantar intelectual y económicamente a todas las profesiones y clases sociales»[4]

La liga estimuló la creación de organizaciones cooperativas similares a las creadas en Alemania por Federico Raiffeisen desde 1864, con fines solidarios y basados en la ayuda mutua. Este describió sus experiencias en el libro “Las asociaciones de cajas de crédito como medida para evitar la miseria de la población rural, artesanal y obreros urbanos», el cual se difundió en todo el mundo.

Entre 1911 y 1915 la Liga fundó Cajas Rurales de Crédito en las provincias de Buenos Aires (Chacabuco, Conchitas y San José de Quilancita), Santa Fe (Arteaga, Colonia Ana, El Trébol y Roldán) y Córdoba (Cabrera, Playosa y Sampacho), las que nunca alcanzaron a tener un gran desarrollo. A estas Cajas Rurales solo podían asociarse los campesinos con cierto nivel de desarrollo económico, no pudiendo participar sectores urbanos. La crisis económica que sufrió nuestro país a partir de 1930 terminó liquidando a la mayoría de ellas.

 

C)   Cajas Regionales de Préstamos y Ahorro:

En 1941 el Gobierno Nacional aprobó un Decreto que -haciendo referencia a la Sección Crédito Agrario del Banco de la Nación Argentina creada en 1934- sugería: «que para el mejor cumplimiento de los fines perseguidos al dictarse la citada ley, es conveniente fomentar la organización de Cajas Regionales Cooperativas de Préstamos y Ahorro, que hagan llegar al pequeño productor rural los beneficios del crédito agrario»[5]

Estas Cajas, que tenían «su asiento en localidades donde no existe ningún organismo con funciones crediticias»[6], actuaban como organismos anexos de las cooperativas agropecuarias, eran supervisadas por la Inspección General de Cooperativas del Banco Nación y estaban obligadas a depositar todos sus fondos en el mismo, con lo que no se garantizaba uno de los objetivos fundamentales de una entidad regional y solidaria: que los depósitos se reinviertan en la zona. Por otra parte, carecían de cualquier tipo de autonomía, ya que era el Banco Nación el que fijaba «anualmente, a cada Caja regional el crédito dentro del cual podrá realizar estas operaciones directas con sus asociados»[7]. Sólo en el caso de que una Caja fuese designada por el Banco como corresponsal, quedaba autorizada para emitir y pagar giros y fijar créditos.

Las primeras Cajas Regionales abrieron sus puertas en 1941 en Gral. Rojo y Gral. Conesa (Buenos Aires) y si bien se creó gran cantidad de ellas, su accionar nunca fue significativo[8].

 

D)   Secciones de Crédito:

Algunas cooperativas agropecuarias, de consumo y de edificación desarrollaron “secciones de crédito”. En estos caso, naturalmente, el crédito estaba vinculado a la ocupación principal de la entidad y al ser una actividad complementaria carecía en ellas de gran envergadura y operaba -generalmente- en forma irregular.

Entre las cooperativas agrarias, se destacó la actividad crediticia de la ya mencionada  Fondo Comunal Soc. Coop. Agrícola Ltda.” de Villa Domínguez (Entre Ríos) durante las primeras décadas de este siglo. En el ámbito urbano, existían en 1914 cuatro entidades de estas características: el ya mencionado “El Hogar Obrero”, “La Casa Popular propia” (1407 asociados, fundada en 1906), “La Cooperativa de Artes y Oficios” (50 asociados, fundada en 1906) y el “Banco el Hogar Propio” (1150 asociados, fundado en 1910).

 

E)   Cajas de Crédito, Cooperativas de Crédito y Cajas Populares:

Estas instituciones nacen a principios de siglo como cajas mutuales de la colectividad judía ashkenazi, procedente de Europa oriental, donde se nucleaban los inmigrantes de acuerdo a su actividad económica o su lugar de origen (en idish: farein). Sus integrantes accedían a través de éstas instituciones a los medios de producción necesarios para instalarse en el país o se prestaban pequeñas sumas de dinero para adquirirlos.

Estos inmigrantes se instalaron fundamentalmente en las colonias agrícolas entrerrianas y en las grandes ciudades del país, donde se desempeñaron como artesanos, obreros o pequeños comerciantes e industriales. «Del grupo de fundadores, muchos de ellos inmigrantes sin conocimiento del castellano, sin conocimiento del comercio, sin estudios... se dedicaron algunos como vendedores ambulantes, otros se establecían con pequeños comercios, otros que venían con algún conocimiento de fabricaciones se dedicaban a la elaboración de algunos productos, fundamentalmente textiles ...»[9]

Las Cajas cumplían «un importante papel en estas comunidades, y a medida que crecen sus medios a través del ahorro de sus socios, mayor es la asistencia que prestan a sus asociados, que ya organizados en forma cooperativa adquieren preponderancia en sus funciones asistenciales con cantidades cada vez mas importantes, vinculándose con pequeñas industrias y comercios barriales»[10]. Las primeras experiencias de este tipo fueron:

§  Cooperativa de Crédito La Capilla[11] (Entre Ríos). Fundada en 1913, su primer Consejo de Administración lo «integraron un verdulero, un zapatero, un herrero, un carpintero, un talabartero, un tipógrafo y un funcionario del Fondo Comunal (...) La Cooperativa de Crédito La Capilla estimuló la creación de otras similares en localidades de la provincia de Entre Ríos. Al instalarse el Banco de la Provincia de Entre Ríos, dichas cajas pasaron a ser sucursales del citado banco oficial. Solo la de Villa Clara se mantuvo como tal, cumpliendo las funciones de caja de crédito»[12].                   De la creación de esta última existe un sencillo y emotivo testimonio: «reunidos en casa de uno de los socios de la cooperativa Fondo Comunal, decidimos juntar el poco dinero que teníamos, formar un fondo común, establecer prioridades para el crédito familiar y rural, contando para ello con el auxilio de un experto en temas contables, la idea resultó exitosa, y pronto pudimos respirar tranquilos en cuanto a esta necesidad...»[13]

§  Primera Caja Mercantil, en el barrio porteño de Villa Crespo, fundada en 1918. Un folleto editado en 1943 para conmemorar el 25 aniversario de su fundación describe vívidamente las características de la entidad durante los primeros años:

«Hace un cuarto de siglo jóvenes judíos se reunieron y fundaron una sociedad de ayuda mutua en Villa Crespo. La vida comunitaria judía local estaba todavía cruda y poco desarrollada, y muchos de los hoy fuertemente enraizados estaban todavía llenos de añoranzas del antiguo hogar. La prensa judía local todavía estaba en pañales, las entidades entre nosotros se podían contar con los dedos de una mano, nuestros hogares eran en su mayoría piecitas de jóvenes, y muchas ramas de nuestra propia vida en nuestro nuevo hogar, Argentina, aun no florecían».

«El 2 de febrero de 1918 es la fecha oficial de la fundación de la “Primera Caja Mercantil”, pero dicha entidad financiera empieza mucho antes. En realidad es el resultado de la división de dos grupos de personas . Cerca de dos años los asociados de la Unión Comercial buscaron  caminos, ellos  querían clarificar que tipo de institución querían construir. El pequeño grupo de socios, en todas las reuniones y encuentros se esforzó mucho. Como se puede ver en las actas, se llevaron a cabo fogosas discusiones acerca de: si la “Sociedad” debía comerciar también con «metzies» [menudencias], hilo para sastres y otros productos  para  artesanos».

«Leyendo los Libros de Actas se conoce no solo lo que los integrantes debatían, sino que aparece una parte del tiempo pasado, que es tan propio de nuestra inmigración masiva. En las palabras y los argumentos de muchos socios se escucha claramente el tono de las organizaciones en las que los jóvenes activaron en el viejo hogar».

«Todos hablan de altos principios éticos de la humanidad, traen citas de libros y repiten ideas de escritores rusos. Se ve gente joven con ideales, gente que se avergüenza de comerciar pero que vive de su trabajo. Ellos buscan desarrollarse en la sociedad, porque les falta un contexto. Cuando ellos se reúnen cantan canciones populares judías, motivos rusos y litúrgicos....»

«De reunión en reunión fue creciendo el numero de socios accionistas. La población judía de Villa Crespo fue aumentando, el número de talleres, fabriquitas y negocios fue creciendo con el transcurso del tiempo. Grupos de “gringos” iban llegando y buscaban en que ocuparse. Fueron creciendo las ramas de actividades y el comercio, nuevas industrias empezaron a aparecer: tejedores, devanadores, etc».

«En todas las calles y callejuelas se escuchaba el ruido de máquinas. El trabajador y el pequeño comerciante necesitaban préstamos y las nombradas capas sociales recibían los créditos en condiciones muy liberales...»[14].

Hasta la década del 40 estas Cajas de Crédito tienen un lento crecimiento vegetativo, destacándose por mezclar características cooperativas y mutuales. Funcionaban básicamente con capital propio o formas inorgánicas de ahorro y cubrían las necesidades de la actividad artesanal y comercial en las ciudades y de los arrendatarios y colonos rurales.

Su operatoria distaba mucho de la bancaria y la desarrollada por las cajas de crédito a partir de la década del 50. No operaban con “cuentas corrientes” o sistemas similares ni realizaban compra o negociación de valores. Los fondos eran depositados en “Cajas de Ahorro” y podían disponerse únicamente mediante la presencia personal del asociado en la entidad mediante la “libreta de ahorros”. Como es obvio, no podían brindar una adecuada asistencia crediticia al pequeño y mediano empresario, ya que las disponibilidades, muy escasas por cierto, sólo surgían de esos depósitos en cajas de ahorro o de contribuciones de buena voluntad que hacían personas imbuídas de ideas de bien común. Los préstamos eran casi exclusivamente de ayuda social en un marco muy cercano a la filantropía[15].

 Los siguientes testimonios son significativos de esa primer etapa del cooperativismo de crédito:

«Cuando se inició la Primera Caja Mercantil, se inició más bien como una entidad mutual, que facilitaba la adquisición de herramientas, máquinas, que en aquel tiempo no estaban al alcance de los artesanos, ni de algunos gremios de trabajo independiente, en su mayor parte inmigrantes. Había serruchos, máquinas de coser, lijadoras, bueno, todo tipo de elemento que la Cooperativa lo compraba como capital propio y el que las necesitaba pagaba como si fuese un... un alquiler de manera tal que, a través del tiempo, la Cooperativa recuperaba su capital y le permitía ir comprando nuevos elementos para satisfacer nuevas necesidades. Sucedió después con el desarrollo económico y el cambio de la estructura social que rodeaba a la Cooperativa que, en un momento determinado, la demanda de este tipo de elementos descendió paulatinamente porque cada uno de los usufructuarios de estos préstamos con el tiempo iban adquiriendo sus propios elementos. Y fue así, que lo que vino después, fue la necesidad de tener dinero para la compra de materia prima para que con las herramientas se pudiese producir algún elemento para comercializarlo. Todos la conocen como Primera Caja Mercantil pero en principio fue una organización más bien de tipo mutual» [16].

«El origen de nuestra entidad (Coop. de Crédito Ltda. Parque Chacabuco, fundada en 1927) es, como muchas entidades de este tipo, de inmigrantes europeos especialmente de la colectividad judía, que se unen para hacer frente a situaciones coyunturales, mas con un criterio mutualista que cooperativo. Los fundadores eran realmente jóvenes. Yo los conocí -por supuesto- ya hombres adultos, pero en su época eran todos jóvenes de alrededor de los 30 años, lo cual implica que tenían un criterio bastante progresista de ayuda mutua dentro de un ámbito no muy afecto a la presencia de inmigrantes»[17]

«La Cooperativa Libertador (fundada a mediados de la década del 40) que yo integraba, nace de un grupo de judíos que son de Lodz, una zona de Polonia, con el principio esencial de ayudar a los paisanos que venían de Europa después de la guerra. En aquel entonces, en una forma bastante informal nos constituimos para ayudarle no con dinero sino con alimentos, maquinas de coser y todas estas cositas que necesitaba la gente para empezar. En la primer época se habían nucleado alrededor de 400 personas, juntamos dinero entre nosotros y ayudábamos a los que venían... después se formalizó ya la cooperativa de crédito y se empezaron a dar los primeros dineros, con las acciones de los asociados y funcionó así prácticamente sin impedimento»[18].

«Claro, eran diferente, a tal punto que a veces con algunos de los  integrantes de aquellos  tiempos, recordamos hechos que hoy sería absurdo. Por ejemplo de vender mercadería digamos. Y como la integraban generalmente personas de origen judío ¿se da cuenta?, entonces, a lo mejor había elementos de comer que vendía el Gerente, un Gerente antiguo, que creo se llamaba Roissen de apellido, bueno... vendía hasta arenque, entonces resulta que era atípico... digamos: un crédito, más arenque, más otras  cosas...»[19]

La mayoría de estas Cajas de Crédito funcionaban en horario nocturno, en el domicilio comercial de alguno de sus asociados o en el interior de una institución comunitaria. Financiaban, además, la actividad de esas instituciones: bibliotecas, escuelas, clubes, hospitales, etc[20].

«Nuestra cooperativa se constituyó aproximadamente en el año 1950 y fue desarrollándose muy lentamente. Un grupo, la mayoría inmigrantes judíos venidos desde Rusia y Polonia y que estaban vinculados a un club y a una escuela judía que era el I. L. Peretz de Villa Lynch con motivo de las necesidades económicas de la escuela y las necesidades económicas y financieras de la gente que se vinculaba, vieron la necesidad de constituir esta Caja de Crédito Villa Lynch, que empezó funcionando en esa misma entidad, en la escuela, dos días por semana, si mal no recuerdo, que eran los Lunes y Jueves de 19 a 21 horas»[21].

 

Bibliografía

Banco de la Nación Argentina. «La creación de las cajas regionales de préstamos y ahorros», en Revista del Banco de la Nación Argentina Vol 5, Nº 1, 1941. pp. 11 – 26.

                                                       «Inauguración de nuevas cajas regionales de préstamos y ahorros, en Revista del Banco de la Nación Argentina Vol 5, Nº 3, 1942. pp. 119 – 201

Borea, Domingo. «La mutualidad y el cooperativismo en la república Argentina», en Tercer Censo Nacional. Buenos Aires: Talleres J.L. Rosso y Cía, 1917..

Grela, Plácido. Cooperativismo y Monopolio. Buenos Aires: Editorial Platina, 1965.

Kreimer, Jaime. Aportes de la colectividad judía al cooperativismo nacional. Rosario: Centro Cultural Israelita, 1984.

Mizrahi, Mauricio Luis. Cooperativas de Crédito. Naturaleza, desarrollo, régimen legal, propuesta de cambio. Buenos Aires: Depalma, 1976.

Montes, Verónica Lilian y Alicia Beatriz Ressel. Presencia del cooperativismo en Argentina. Unircoop. Vol. 1, Nº 2, 2003. Publicación web.

http://www.unircoop.org/unircoop/files/bibliotheque/Vol1No2.02.Unircoop.Argentine.pdf(1).pdf

Moirano, Armando A. «Síntesis histórica del cooperativismo argentino», en Boletín del Museo Social Argentino. Año LIV, Entrega 372. Buenos Aires, 1977.

Primera Caja Mercantil. 25 años. Buenos aires, 1943. original en idish. Traducción realizada por Bernardo Katz para el Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito

Rusconi, Amero. Sobre la cooperación, Buenos Aires, IMFC, 1980

Silver, Daniel. «Los primeros cien años de la colonización judía en Argentina», en Revista de Idelcoop Vol. 16,  Nº 63 – 1989. edición digital en CD.

Schujman, León.  «El cooperativismo de crédito y su aporte al desarrollo», en Revista del Instituto de la Cooperación Nº 2 – 1979 pp. 178

 

Entrevistas

Crippa, Eduardo Enrique. (12/10/1996). Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 15.

Cwaigemberg, Harry. (26/06/96) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 2.

Guelman, Raúl. (21/10/96) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 17.

Guinsburg, Oscar. (25/07/96) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 5.

Kapelusznik, Naum. (12/3/1975) Entrevistador: Efraim Zadoff. Biblioteca AMIA.

Sepliarsky, Jaime. (10/07/1996) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 3.

Waichman, Natalio. (12/11/1996) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 25.

Weinstein, Bernardo. (7/12/1996) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 27.

Zaritzky, Mauricio. (31/10/1996) Entrevistador: Daniel Plotinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 19.

 

[1] El Artesano, 28 de marzo de 1863,  p. 1

[2] en Grela (1965)  p. 68.

[3] Borea (1917).

[4] Grela (1965),  p. 81.

[5] Banco de la Nación Argentina (1941), p. 11.

[6] Banco de la Nación Argentina (1941), p. 16.

[7] Banco de la Nación Argentina (1941), p. 14.

[8] Banco de la Nación Argentina (1942), p. 199.

[9] Weinstein. Entrevista (1996)

[10] Rusconi (1980) p  63

[11] Actualmente la localidad lleva el nombre de Ing. Sajaroff, en homenaje a uno de los pioneros del  cooperativismo.

[12] Grela (1965), 76/ 77.

[13] Efroím Elstein (Entrevista), 1985. Archivo Oral de la Dra. Celia Gladys Lopez.

[14] Primera Caja Mercantil (1943), pp. 5/ 7.

[15] Mizrahi (1976), p. 40.

[16] Guinsburg. Entrevista (1996)

[17] Zaritzky. Entrevista (1996)

[18] Waichman Entrevista (1996).

[19] Sepliarsky. Entrevista (1996)

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