"Filosofia del teatro I: convivio, experiencia, subjetividad" por Jorge Dubatti. Buenos Aires, Atuel, 2007. | Centro Cultural de la Cooperación

"Filosofia del teatro I: convivio, experiencia, subjetividad" por Jorge Dubatti. Buenos Aires, Atuel, 2007.

Autor/es: Juano Villafañe

Sección: Comentarios

Edición: 2


Una nueva filosofía de la praxis

TapaJorge Dubatti, hace ya varios años, vincula el hacer académico, la comunicación periodística, la investigación, la crítica y la teoría, con el propio trabajo artístico. El Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini es uno de esos espacios donde se suman las acciones y las especialidades que aportaron de alguna forma a la escritura de este texto filosófico sobre el teatro. Se trata de un libro asociado con las funciones críticas, artísticas y políticas. Esta suma de funciones y especialidades se nutren en sus relaciones interdisciplinarias con la propia acción del trabajo cultural. Estas condiciones establecen un punto de encuentro y reflexión entre el libro, sus lectores y la propia producción artística que conforman el marco para elaborar este ensayo filosófico. Desde estas relaciones entre producción artística, elaboración crítica, función intelectual y proyectos políticos culturales se establece el primer abordaje necesario. Filosofía del Teatro I, Convivio, Experiencia, Subjetividad, trae consigo, entonces, todos estos vínculos culturales originales que se redescubren con su lectura.

Sin pretender imponernos un discurso filosófico preestablecido, Jorge Dubatti nos confirma la necesidad de pensar el teatro “como acontecimiento y zona de experiencia”, superando los conceptos de “teatro de la representación” y “teatro de la presentación”. Tanto desde lo empírico como desde el saber en este libro todos piensan: teatristas, teóricos y público. De esta forma, Jorge Dubatti nos ofrece un gran aporte a una nueva filosofía de la praxis realizada desde la Ciudad de Buenos Aires, una de las capitales más importantes del teatro occidental moderno.

Se trata de un trabajo del pensamiento y del saber. Filosofía del Teatro I nos anuncia el fin de unas formas y el nacimiento de otras. Pero estas confrontaciones entre lo nuevo y lo viejo no son el resultado de contrarios binarios ni una encerrona de moralejas. Se trata de una gran aventura al interior y al exterior de una cultura viviente, en las complejidades inéditas que alcanzan las artes escénicas en nuestro mundo contemporáneo. Se trata de un viaje para pensar y saber desde el interior del teatro y desde su “afuera" o desde sus límites. Parafraseando a Gilles Delleuze: el límite no está fuera del teatro, sino que es su afuera. El afuera es también el propio teatro. Esta condición de límites incorporados diluye las evidencias. “El teatro se ha des-definido” –nos dice Dubatti– y esta condición establece “un diagnóstico perturbador pero a la vez estimulante y positivo”.

Todos conocemos, de una u otra forma, las diversas interpretaciones y debates sobre el “fin del arte” pensado por Hegel en el Siglo XIX y, por otro lado, los debates contemporáneos que han estimulado teóricos como Arthur Danto. Pero volvamos una vez más sobre el tema. El propio Hegel había considerado que el arte iba a ser sustituido por la filosofía misma. El arte no terminó siendo sustituido por la filosofía necesariamente pero sí hubo un final para un cierto tipo de arte decorativo. Esta línea argumental es la que se desprende del libro de Jorge Dubatti, por lo que implica la vigencia actual del teatro frente al conjunto de las otras artes que por diversos motivos están mucho más afectadas a los sistemas de reproducción, donde lo mimético es mucho más identificable. Podemos acordar que se trataba entonces no del “fin del arte” sino de la finalización de un determinado tipo de arte. Dialécticamente se trata, pues, del “fin del fin” o de “la muerte de la muerte”: del fin de algo que termina para dar lugar a otra cosa. Entonces más que ante el “fin histórico del arte” estamos ante el fin de una forma determinada de arte. También se ha teorizado sobre el “fin de la filosofía”. Dice Adorno en uno de sus famosos aforismos: “La filosofía, que alguna vez pareció obsoleta, sigue viviendo porque se perdió el momento de realizarla”. Fredric Jamenson entiende que este aforismo de Adorno hace al fin de otro fin: el “fin” de la filosofía positivista que fue un imposible de la teorización. El propio Jorge Dubatti en este libro reconoce ahora sí una paradoja: un arte nacido en un espacio premoderno como el teatro se separa del legado iluminista-positivista moderno de los siglos XVIII y XIX que es continuado con mayor fluidez por el cine, la televisión y el periodismo.

En esta suma de proyecciones el análisis de Jorge Dubatti nos indica que no se trata entonces del fin del teatro, sino del fin de un tipo de teatro, del “teatro de la representación” y del “teatro de la presentación” y, por otra parte, si acordamos que no hay fin del teatro, la certeza no concluye como certeza unívoca, porque la continuidad de algo que no ha terminado o que recién empieza encierra en sí misma nuevas complejidades. “El teatro ya no es evidente”, nos dice Jorge Dubatti, y en ese extrañamiento está la potencia y ante ese anuncio de la complejidad, la aventura de pensar y conocer una cultura viviente como el teatro. Por otra parte, para Dubatti la praxis no diluye en este caso el arte en filosofía, la praxis de los protagonistas deviene en un nuevo teatro y en una nueva sensibilidad desde la cual también se puede pensar el mundo o algunas poéticas del mundo.

Entiendo que a cada disciplina artística le llega su propia Posmodernidad, sus propios finales y los finales de sus finales. Pero el elogio del teatro no se hace en detrimento de otros elogios posibles y de otras críticas posibles al cine, la música o las industrias culturales. El libro de Jorge Dubatti también dialoga con el debate cultural de la época, no podría ser de otra forma. Cuando Arthur Danto en 1986 anuncia el fin del arte lo establece desde lo que implica el agotamiento de la reproducción y del progreso; para Danto ya no hay nada más que conocer. “Los objetos de arte -dice Danto- tienden a desaparecer mientras que su teoría tiende al infinito. Sobre el final queda solo la teoría en un resplandor de mera auto-reflexión, convertido en el objeto de su propia conciencia teórica”. El arte se reproduce a sí mismo en una retórica casi sin conflictos y en esa fatiga encuentra su propia muerte. El cine sería la coronación de ese final. Arthur Danto, desde cierto elogio del tecnicismo como soporte de toda construcción de imágenes, instala en sus concepciones una suerte de positivismo “al revés” o de positivismo pos-histórico. El libro de Jorge Dubatti, más allá de proponérselo explícitamente como programa, dialoga con el debate contemporáneo en varias direcciones. No se trata del debate construido unilateralmente por los teóricos “opositores a lo dominante”, se trata de un debate desde la propia dinámica de un acontecimiento artístico donde los contrastes surgen también desde los nuevos descubrimientos y posibilidades. Para Jorge Dubatti el teatro de la “representación” y de la “presentación” son la culminación de un proceso teatral que no conduce necesariamente a la muerte del teatro.

En este caso el teatro, al hablar de sí mismo, al deshacerse del relato histórico preestablecido, hace su propia teoría y también se vuelve filosofía, pero con la característica de que el teatro es puro acontecimiento de presentes constantes, lo que implica justamente hablar de un saber de praxis permanente y de una multiplicidad de protagonistas que piensan y también saben: teatreros, investigadores, teóricos, críticos, público, piensan y saben en cada uno de los presentes que se construye la historia. El teatro entonces se piensa a sí mismo y a la vez se confronta como discurso ante la propia dominante: el capitalismo cultural de la época.

La mercantilización cubre ya casi todos los niveles humanos posibles. Por eso el tráfico de la mercancía pensado por Marx no sirve hoy únicamente para realizar la crítica a la economía política, como tradicionalmente se piensa, a veces vulgarmente, desde las ciencias sociales, sino que también sirve para la explicación histórica del modo de pensar abstracto y conceptual, para analizar la división del trabajo en intelectual y manual que nació justamente con la mercancía y para realizar la crítica de la cultura. Las metáforas, los símbolos, las imágenes se han integrado bruscamente al mercado como “producción inmaterial desterritorializada”. Se vende y se compra además mercadería experiencial. Los sueños también circulan por el espacio cibernético. Se ha modificado sustancialmente el tráfico de la mercancía y las características de la propia mercancía: vivimos la mercantilización directa de la experiencia humana misma. Vivimos un capitalismo cultural inédito. El teatro aparece ante este nuevo tráfico cultural como una zona de “resistencia, resiliencia y transformación”, titula Dubatti. El valor de uso del teatro y su trabajo des-alienante que éste nos ofrece se potencian como condición particular. En el espacio escénico puede estar representada la tienda tradicional de la mercancía: la mercancía puede ser la educación, los jugadores de fútbol, el amor, las maestras, la inseguridad, el terror. El teatro dice sobre la mercancía mientras se resiste a ser mercancía.

El teatro es político por la naturaleza del acontecimiento y no por la temática que aborda, pero además Jorge Dubatti nos aclara que el teatro es una práctica naturalmente anticapitalista, antiimperialista, antiglobalizadora y antihegemónica. El teatro representa la socialización en su propia historia desde la unidad que proyecta cada cuerpo, expectante o actuando. “Es pura resiliencia, -dice Dubatti- capacidad de construcción en tiempos de adversidad”.

En Filosofía del Teatro I se destaca el valor particular del convivio como una característica central del teatro y de un arte aurático y no reproductible. El convivio implica la práctica de un ritual de concurrencias: artistas, técnicos y espectadores conforman un presente que no admite reproductibilidad tecnológica. Cada función, cada presente es a la vez inédito. Esta condición confronta justamente con otras artes y con las industrias culturales.

Pero el trabajo de Dubatti abre otra discusión asociada: la función de la imagen en la historia y su función en el presente. Porque si el arte aurático representa cierta unidad indestructible y resistencia a la reproducción, no implica necesariamente instalar una contradicción insalvable entre arte e industria. Es importante también discutir qué arte queremos y cómo debieran circular las imágenes por la sociedad. En todo caso el gran conflicto contemporáneo se daría entre el arte y los propietarios de los grandes medios de comunicación. La reproducción de la imagen no es en sí el problema. La discusión sigue siendo para qué reproducimos y cuál es el mensaje. Jorge Dubatti reconoce, al considerar al arte como trabajo humano, la necesidad de pensar otro hecho determinante: las condiciones que impone la división del trabajo actual en la cultura. Regresamos una vez más a lo planteado por Marx y Engels en La ideología alemana,donde se reconoce que la función artística en una sociedad superior no será una profesión excluyente, ya no habrá pintores, músicos o actores, sino hombres que hagan pintura, música o teatro. Esta condición quizás se asocie más al devenir del arte en filosofía y a los presentes que impondría el ocio creador. El arte se asocia entonces al sentido de la vida, al sentido del ser en este mundo. Una nueva ontología coloca al teatro anticipando un ritual para los hombres que construyen otra sociedad en los presentes del post-capitalismo. 

Este libro no solo representa la caja de herramientas, es también la máquina, como lo es el teatro propiamente: una máquina de pensar, de generar sentidos, subjetividad. Este libro produce una suma de máquinas poéticas en cada uno de nosotros que somos a la vez también una “máquina subjetiva individual”, como le gusta definir a Daniel Veronese. No se trata sólo de la máquina moderna y de la técnica moderna que pueden representarse únicamente si están en movimiento; se trata de una máquina que es en sí misma el movimiento continuo de producción de sentidos. El teatro es la máquina que representa en sí misma al movimiento.

Quizás podamos acordar entre todos que el giro cultural, el giro subjetivo de la época, no es más que un descanso dentro de la historia y no contra la historia. Alteradas todas las distancias críticas con que se miraba el objeto, alterado el propio objeto, modificado el sujeto frente a un novísimo paisaje de deshechos industriales y espacios cibernéticos virtuales, el sentido del hombre navega en la perplejidad que le impone un mundo extraño y ajeno, pero propio y único. En esta condición, el llamado giro cultural puede ser aceptado como un descanso o paréntesis histórico. Un descanso ante la verdad que permite deconstruir la verdad pero no para diluirla en el sinsentido. El teatro sabe y Dubatti sabe que cada descanso también es un presente dentro de la historia y que el acontecimiento utópico deseado que venía para quedarse definitivamente todavía no ha llegado. La totalidad neoliberal y el pensamiento único no son para nosotros el acontecimiento final esperado. Jorge Dubatti, con la inteligencia del saber y con la sensibilidad del pensar, nos demuestra que la aventura puede ser también un asalto a lo imposible, pero a un imposible asaltable entre todos los que vamos al teatro o estamos en el teatro, por adentro del teatro y por afuera del teatro.

Este libro nos aporta desde el teatro lo que se sabe y todo aquello que todavía se puede inventar. Artistas, investigadores, espectadores estamos convocados para esta nueva lectura de convivios, experiencias y subjetividades.



Bibliografía

  • Las Máquinas Poéticas, artículo de Daniel Veronese, 2001.
  • El Giro Cultural, Fredric Jameson, Editorial Manantial, Bs As. 2002.
  • El Sublime Objeto de la Ideología, Slavoj Zizek, Siglo Veintiuno Editores, Argentina, 2005.
  • Crítica y Clínica, Gilles Deleuze, Editorial Anagrama.
  • El Final del Arte, Arthur Danto, Universidad Autónoma de Baja California (Tijuana-Mexicali).

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