¿Qué puede decirnos Álvaro García Linera sobre el Neoliberalismo? | Centro Cultural de la Cooperación

El Búho y la Alondra

¿Qué puede decirnos Álvaro García Linera sobre el Neoliberalismo?

Autor/es: Ramiro Parodi

Edición: Ciclos y viceversa


García Linera nos interpela desde un lugar doloroso, al recordarnos que todos somos ya sujetos neoliberales. Retomando los aportes del pensador boliviano y del francés Louis Althusser, este artículo propone una mirada compleja sobre el neoliberalismo, atenta a los modos en que éste ha logrado constituir nuestra propia subjetividad. A partir de ello, se pregunta por las formas de movilizar tendencias democratizadoras que pongan en juego otros modos de hacer, otras prácticas políticas y otras identidades.



Comencemos con una inquietante declaración del vicepresidente de Bolivia que pudo escucharse en la clausura del Décimo Encuentro de Intelectuales en Defensa de la Humanidad realizada en Venezuela:

Es fácil hacer una revolución aprovechando la crisis del orden neoliberal, pero es mucho más difícil anular el orden neoliberal en el espíritu, en el habla, en la ética, en la forma de organizar la vida cotidiana, en el sentido común.

¿Cómo puede resultar fácil hacer una revolución?

¿De qué manera el orden neoliberal puede estar en el “espíritu” de los sujetos?

Si algo resulta innegable respecto de Álvaro García Linera es su capacidad de síntesis a la hora de transmitir su pensamiento político. En este enunciado se condensan muchas de las tesis que, antes y durante su vicepresidencia, el político ha formulado. La afirmación citada dice tanto del neoliberalismo como de los obstáculos para las revoluciones del siglo XXI.

Si nos atenemos a la cita, el neoliberalismo no es ni un conjunto de teorías, ni un manual que aplican unos gobiernos (mientras que otros quitan), ni una doctrina que, con la fuerza de un percutor, unas clases (siempre las malas, siempre las dominantes) introducirían en la cabeza de otras clases (las nobles, las subalternas). No.

Siguiendo su razonamiento, el neoliberalismo puede entenderse desde lo que Louis Althusser llamó con el nombre de ideología. A lo largo de las décadas, se han formulado diversas metáforas para dar cuenta de esta cuestión. Podemos pensar a la ideología como el aire que respiramos o podemos interpretar que es para nosotros lo que la novela es para sus personajes, un mundo acabado, sin exterioridad posible. Todo nos remite a una misma sensación: no hay afuera. No hay exterioridad de la ideología neoliberal si ella habita el “espíritu” de los sujetos. Es el neoliberalismo lo que sostiene la escena en la que nosotros, como sujetos sostenidos por ella, actuamos.

Esto no implica afirmar que determinados gobiernos no hayan retomado las teorías económicas en torno al neoliberalismo. Friedrich Hayek y Milton Friedman efectivamente existieron, así como los Chicago Boys, pero también acontecieron procesos históricos concretos como las dictaduras en Argentina y Chile o el fracaso de la Marcha por la Vida en Bolivia para habilitar el avance del neoliberalismo como ideología.

Aunque no es solo eso, sino que también ciertas interpelaciones subjetivas como las del empresario de sí mismo, el emprendedor de la vida o el voluntario, resultaron ser fuertemente eficaces. Por otro lado, también se presentaron una serie de mandatos como el imperativo a gozar, a ser y mostrarse felices y a “venderse” como solidarios, los cuales también comenzaron a ganar terreno frente a otros imperativos superyóicos.

La encrucijada con la que nos encuentra esta afirmación de García Linera en torno a la presencia constitutiva del neoliberalismo en el espíritu de los sujetos implica que la relación que nosotros podemos tener con la ideología neoliberal no es de exterioridad ni es herramental. Es decir, nosotros no somos los sujetos y el neoliberalismo el objeto. Esta fantasía instrumental lo único que refuerza son salidas ilusorias que funcionan a modo de casilleros vacíos que el neoliberalismo establece de antemano, como una serie de lugares preestablecidos en los que se configurará la (inerte) resistencia. Nada menos útil en estos tiempos…

García Linera nos interpela desde un lugar doloroso, al recordarnos que todos somos ya sujetos neoliberales. El neoliberalismo nos constituye como sujetos y, ya sea respondiendo felizmente a sus mandatos (y gozando plenamente ahí) o contraponiéndonos a través de la indignación y el rechazo, estamos siendo interpelados. Más aún, negar la presencia en todos nosotros de las lógicas de la competencia, el individualismo o la mercantilización de los lazos sociales sería como oponerse a la ley de la gravedad.

Las críticas a esta ideología no se ubican nunca por fuera de ella. Pero es justamente en esta interioridad irreductible donde puede acontecer una práctica contra-hegemónica de una eficacia impensada.

¿Qué propone García Linera?

García Linera propone dos movimientos enlazados: guerra de ideas (momento gramsciano) y victoria política (momento leninista). Convencer y derrotar, respectivamente.

Disputar todos los medios, todas las herramientas: discurso, organización, libros, televisión, novelas, chistes, bromas, teatro, dibujo, todos los medios posibles de expresión para transformar los esquemas más profundos del orden ético y lógico de las personas.

Hay sin duda una dimensión de orden subjetivo que el vicepresidente de Bolivia llama a trabajar ya que encuentra que el “espíritu” de los sujetos se forja en la ideología misma, en los discursos y en las prácticas que allí circulan. Esto implica pensar en refundar ciertos sentidos comunes y “evidencias” ideológicas, no desde alguna compleja “enseñanza” sino a través de un largo proceso cultural que ponga en juego “esperanzas movilizadoras” alternativas.

Según García Linera es esta la vía revolucionaria para pensar una transformación en la actualidad. Es la guerra de ideas la que podría habilitar otro tipo de relación entre los sujetos y la democracia que revitalice el componente político de los pueblos, ya que si hay un efecto perverso del neoliberalismo es el de interpelar a un sujeto cuya relación con la política es “delegante” e “irresponsable”. El resultado de este proceso es una democracia “fosilizada” o, en términos de Zavaleta Mercado, una democracia “aparente”.

En este sentido, es posible pensar un desplazamiento entre una “democracia fosilizada” constituida por un “sujeto delegante” hacia una “democracia comunitaria” en la que se despliega un “sujeto soberano”. Es pertinente señalar este movimiento como una transición revolucionaria. Es decir, no como una invención desde cero ni tampoco como un corte abrupto, sino que tanto el Estado como la democracia en transición combaten al neoliberalismo desde las entrañas de este. Esta transición, al no ser un desarrollo gradual y armónico, no está exenta de derrotas parciales y retrocesos, tal como se pudo observar en la victoria del No en febrero de 2016, cuando la sociedad boliviana decidió que Evo Morales no podría presentarse nuevamente a elecciones.

La victoria política, la otra cuerda de la propuesta de García Linera para desandar al neoliberalismo, tendría más bien la forma de los picos de una cordillera. Claros, únicos, concretos e identificables en un momento justo del devenir histórico. No se trata solamente de victorias electorales democráticas sino también de aquellas otras instancias en las que se dio a torcer un proceso neoliberal (como cuando en Bolivia se detuvo la privatización de recursos naturales a través de la Guerra del Agua) o se forjó un momento democrático (en contra de la tendencia desdemocratizadora del neoliberalismo) como la creación de una nueva constitución nacional a través de una asamblea constituyente o incluso cuando en 2012 el gobierno de Evo Morales expulsó a la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), institución norteamericana que financiaba varis ONG en Bolivia.

Lo que aquí está en juego entonces no es sólo la expansión de ciertas ideas contrahegemónicas sino también momentos concretos de victorias y derrotas. La virtud de los sujetos políticos radica en diferenciar los momentos gramscianos de los leninistas y saber cuándo intervenir y de qué modo.

Podemos leer la intención de García Linera de pelear por un sujeto que se haga cargo de su condición política y no delegue la administración de su mundo a un grupo de tecnócratas como una advertencia sobre la democracia. El señalamiento parece indicar que la democracia no se agota en las prácticas de un Estado (aunque su importancia sea indiscutida) ni en las eventuales participaciones electorales por parte de la ciudadanía.

García Linera, al interior de un Estado que podemos asumir que practica una tendencia desneoliberalizadora, nos advierte que los procesos de democratización son también una responsabilidad de la ciudadanía, de los discursos que se reproducen en los medios de comunicación, de los sentidos comunes que se aceptan en la educación y de las prácticas organizativas que se ponen en juego en el trabajo. Por intermedio de este llamado de atención podrán ponerse en práctica esperanzas movilizadoras que, a través de tendencias democratizadoras, desidentifiquen parcialmente a los sujetos de la interpelación neoliberal y pongan en juego otros modos de hacer, otras prácticas políticas y otras identidades. En definitiva, otra clase de sujetos.


Cómo citar este artículo:
Ramiro Parodi. "¿Qué puede decirnos Álvaro García Linera sobre el Neoliberalismo? ". El búho y la alondra [en línea]  Enero / Junio 2018, n° Ciclos y viceversa. Actualizado:  2018-01-18 [citado 2024-04-18].
Disponible en Internet: https://www.centrocultural.coop/revista/ciclos-y-viceversa/que-puede-decirnos-alvaro-garcia-linera-sobre-el-neoliberalismo. ISSN 2618-2343 .

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