Que todo vuelva por este río 
se van los días y el sur del cielo 
me pide más de lo que fui 
agua frágil de rocío, 
que todo vuelva otra vez.

Lisandro Aristimuño

Una vez más, los fantasmas. Quizás uno de los temas más recurrentes y remanidos de la teoría crítica. Y sus buenos motivos tendrá. Los que resultan pertinentes para este segundo número de El búho y la alondra remiten inmediatamente a las condiciones de eso que llamamos “el momento actual”. Y, sobre todo, a los problemas a los que nos enfrentamos cuando queremos delimitarlo (en el espacio, en el tiempo) caracterizarlo o, peor aún, nombrarlo. La polémica entre “lo nuevo” y “lo viejo” vuelve a atraparnos de modos no necesariamente fructíferos.

Al revés de lo que sugiere una conocida canción del rock nacional, este número de El búho y la alondra sentencia: de cerca no se ve. A pesar de los sensatos y metodológicos consejos de mantener el hilo de la discusión, lo que tenemos aquí es una invitación a sumar y conjugar elementos disímiles, lejanos, casi inconexos que remiten –de un modo genérico y abstracto, a veces muy mediado– a una interrogación por las viejas/nuevas formas de las derechas/izquierdas. Dos gestos, pues: sacar los pies del plato de como “se viene dando” una discusión, no para desconocerla, sino para situarla. Y, en segundo lugar, renunciar a pensar “esto” sin volver sobre “aquello”.

En consecuencia, como será nuestra costumbre, presentamos aquí otro cadáver exquisito; un cuerpo compuesto de resabios, borradores y descartes de muchas discusiones que discurren a la vez sin atravesarse, pero aludiendo las unas a las otras. Los artículos que generosamente compartieron y debatieron en común los y las autoras de este segundo número abordan distintas aristas de lo que se nos presenta como un debate denso, escarpado y múltiple. El haz de preguntas se ensancha, se mueve y abarca desde los grandes temas y grandes nombres de la teoría política moderna, hasta los pliegues de la subjetividad narcisista que acuna el neoliberalismo en su actualísima versión. Desde las preguntas por la caracterización de las ¿nuevas? derechas como democráticas hasta la interrogación por los modos en que el ciclo previo –si elegimos quedarnos con esa incómoda metáfora biológica– intentó radicalizar (¿revolucionar?) la democracia. Y en todo ello, los ecos de otros pasados que asedian, que nos obligan a vérnoslas con las rugosidades de una historia que son muchas y de temporalidades que se superponen y se arremolinan. Algunas veces, con el horror, o, en realidad, con la memoria de muchos horrores. Pero también con las esperanzas; por ejemplo, las que enciende la acción colectiva cuando logra conmover lo más estable y evidente del trajín cotidiano, las formas de ver y de nombrar(nos). Y con las ilusiones, que suelen tener doble filo, por ejemplo, esa que llamamos “clase media”.

El orden de los textos es también una cierta propuesta de lectura. Aunque permanece abierta a otras búsquedas y otros recorridos, nos gustaría proponer al lector o lectora que se deje tentar por la heterogeneidad de estilos y abordajes, porque es precisamente la conjunción de lo dispar el modo en que quisiéramos aprender a hablar, a pensar y a hacer esta revista.