Sesenta años de presencia gramsciana en la cultura argentina, 1947-2007 | Centro Cultural de la Cooperación

Sesenta años de presencia gramsciana en la cultura argentina, 1947-2007

Autor/es: Raúl Burgos

Sección: Invitado

Edición: 9/10

Español:

Exponer la recepción y trayectoria del pensamiento gramsciano en Argentina es un desafío que no puede ser resuelto de forma adecuada por el mero trabajo de compilación de la bibliografía producida en el transcurso de esta trayectoria. Es que Gramsci en la Argentina, del mismo modo que en Italia, siempre estuvo asociado a la trayectoria, aciertos y errores de la izquierda política. En este sentido, la historia de este itinerario no podría dejar de intentar mostrar el devenir de sus ideas en relación con ciertos nudos de la historia de la propia izquierda.


Inicio de la trayectoria: Gramsci literato, héroe antifascista, ejemplo moral1

Antes de que la editorial Lautaro publicara, por primera vez en lengua no italiana, la edición togliatiana de la Cartas desde la Cárcel, en 1947, desde fuera de la cultura comunista el escritor, Ernesto Sábato brindaba las primeras noticias sobre el epistolario gramsciano en la revista Realidad.2 En ese mismo año, las Cartas acababan de ganar el premio Viareggio, máximo galardón literario de Italia y, en el número 6 de la revista (noviembre/diciembre de 1947), Sábato escribía un emotivo comentario sobre la publicación de las Cartas de la Cárcel, que sería la primera referencia relevante de la trayectoria de Gramsci en territorio argentino. En su comentario decía:

El que lea esta colección de cartas familiares se maravillará y se emocionará ciertamente por el coraje y el temple de este hombre físicamente débil; pero más se sorprenderá de su carencia de odio, de su imparcialidad, de su invariable sentido crítico, de su amplitud filosófica, de su falta de sectarismo.3 4

No obstante, el hecho más importante de la época en torno a la difusión gramsciana fue la publicación en 1950, por la Editorial Lautaro, de las Cartas de la cárcel, con un prólogo de Gregorio Bermann -que fue reproducido en separata por el semanario comunista Orientación- que hacía referencia a la entonces reciente publicación italiana de los Quaderni del Carcere y en el cual destacaba a Gramsci como dirigente político e intelectual de la clase obrera italiana.

En 1951, aparece el libro Echeverría de Héctor Pablo Agosti. En él, Agosti realiza una delicada operación político-historiográfica, usando como estructura teórica el modelo de análisis empleado por Gramsci para el estudio del Risorgimento italiano. El texto presentaba al lector argentino, por primera vez, la utilización de importantes elementos analíticos de la obra de Gramsci.

En febrero de 1953, en su número 9-10, la revista Cuadernos de Cultura publicó, bajo el título “El antifascismo de Antonio Gramsci”, una conferencia que Palmiro Togliatti había pronunciado el 23 de marzo de 1952 en la Sociedad de Cultura de Bari, Italia. La publicación traía dos novedades fundamentales: en primer lugar, en una breve presentación del texto denominada “Noticias sobre Gramsci”, Héctor Agosti ofrecía al lector argentino, por primera vez, una pequeña biografía política de Gramsci que permitía contextualizar de forma más precisa su trayectoria, y formulaba, también por primera vez, una tesis a la cual volvió repetidamente en los años posteriores: la tesis en cuestión, que ya se encontraba “en obra” en el libro Echeverría, postulaba la “similitud” de algunos problemas entre Italia y Argentina:

Sus notas de la cárcel (...) constituyen un aporte primordial para la elaboración de una teoría marxista de la cultura, y asumen singular interés para los argentinos por la similitud de algunos problemas de la formación nacional de la cultura y de sus comunes fuentes liberales.5 6

Agosti finalizaba su texto colocando a Gramsci como “acaso el ejemplo más admirable de energía moral y ejemplo igualmente admirable de penetración crítica”. Con estas palabras destacaba, junto con los aspectos morales, características teóricas relevantes -que podrían permitir, en tendencia, superar la matriz meramente ética de su difusión-, descubría el Gramsci teórico del marxismo y convocaba a los lectores para una lectura más asidua de su obra.

La segunda novedad se encontraba en la propia conferencia de Togliatti, en la cual el dirigente comunista italiano contrastaba el abordaje liberal de Benedetto Croce y la posición metodológica de Antonio Gramsci en la consideración del fascismo. Mientras que en Croce el fascismo era tratado como “una peste intelectual y moral”,7 el abordaje gramsciano se proponía buscar, en la malla de la historia italiana, las premisas para el hundimiento de la sociedad italiana en la experiencia fascista. Para el caso argentino, aunque Agosti forzara el texto de Togliatti en una traducción a-crítica de "fascismo" por "peronismo", el encuentro con la perspectiva gramsciana serviría de molde para una tentativa de explicación no liberal de la experiencia peronista.

Fuera de la cultura comunista, además del artículo liminar de Sábato, aparecen, ya en la década del 50, otros dos hechos de difusión de la figura de Gramsci que deben ser mencionados:

En primer lugar, en 1953, la revista literaria Sur, en un número dedicado a las letras italianas, incluyó algunas de las cartas de Gramsci, quien fue presentado al lector como "el iniciador y animador de la renovación de la vida social y política italiana".8 El hecho resulta relevante debido a la influencia de la revista dirigida por Victoria Ocampo (que contaba con figuras como Jorge Luis Borges) sobre camadas importantes de la intelectualidad. Las cartas escogidas destacaban el perfil civil y moral del autor, y fueron presentadas por los editores de la revista como “un extraordinario testimonio moral”.9

El segundo hecho fue la publicación, en 1956, por la editorial Raigal, del libro de Rodolfo Mondolfo El materialismo histórico en F. Engels. El texto original en italiano era de 1955, y traía como apéndice el ensayo "En torno a Gramsci y a la filosofía de la praxis". La publicación de ese libro fue importante, en primer lugar, por la celebridad intelectual de Mondolfo y el prestigio de que gozaba el filósofo italiano radicado en la Argentina desde 1939, entre sus pares argentinos. En segundo lugar, por los efectos teóricos producidos por el texto, ya que Mondolfo realizaba en el mencionado ensayo una especie de ajuste de cuentas con Gramsci.10

Situándolo en el interior de la tradición del marxismo italiano en una línea de continuidad con Antonio Labriola (y, con eso, próximo de su propio pensamiento), Mondolfo mostraba el Gramsci “filósofo de la praxis” indicando la profundidad de la crítica gramsciana al pensamiento catastrofista, al materialismo metafísico, al determinismo mecanicista -en particular al determinismo económico- dentro del marxismo y destacando el hecho de que Gramsci “reconoce a la orientación de las conciencias y de las voluntades una importancia esencial en el proceso histórico”.11

En la valoración del impacto cultural de este texto de Mondolfo se debe tener en cuenta todavía la gran influencia en la Argentina de la cultura italiana de pos-guerra. Pensadores como Mondolfo y Renato Treves difundieron la cultura italiana, tradujeron y editaron la obra de Benedetto Croce y Francesco de Santis,12 entre otros.

Los comunistas argentinos y Gramsci. Primera gran difusión latinoamericana y limitada influencia en el Partido Comunista de la Argentina

La relevancia del pensamiento gramsciano en el interior del PCA parece haber sido un hecho limitado al sector de los intelectuales comunistas vinculados al trabajo cultural. Para el partido como tal, no existía ningún tipo de expectativa teórica vinculada al pensamiento de Gramsci. Como ya indicamos, Gramsci era visto como un héroe político comunista, no como un “teórico” marxista.

De la época de la campaña por la libertad de Antonio Gramsci coordinada mundialmente por Romain Rolland provenía el conocimiento de Gramsci como mártir de la lucha antifascista y éste era el estatus de Gramsci en la cultura de los comunistas argentinos en el clima político de posguerra. Y ésta fue la matriz de difusión de la obra gramsciana del PCA desde el comienzo de los años 50. En el marco de esta matriz, el PCA producirá, a través de la editorial Lautaro y bajo la coordinación general de Agosti, la primera publicación en América Latina de los Cuadernos de la Cárcel, siguiendo (parcialmente ya que publicó sólo cuatro títulos) la edición italiana organizada temáticamente por Palmiro Togliatti en seis libros.

Los cuatro títulos de los Cuadernos de la Cárcel que Lautaro13 edita son publicados entre 1958 y 1961. Así, en 1958 fue publicado El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, con traducción de Isidoro Flaumbaum y prólogo de Agosti; en 1960, Los intelectuales y la organización de la cultura, traducido por Raúl Sciarreta; en 1961, Literatura y vida nacional, traducido por José Aricó con prólogo de Agosti; y, en 1962, las Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, con traducción, prólogo y notas de José Aricó.14

Teniendo en cuenta ese gran esfuerzo editorial del PCA, podría pensarse en una importancia particular de su pensamiento para el partido. Mas ¿cuáles fueron los resultados teórico-políticos, los efectos intelectuales de esa difusión en el interior del partido? Aricó pone en cuestión, y con razón, hasta la propia pregunta:

Apenas la pregunta se plantea no se puede dejar de reconocer que se funda en un equívoco. Porque en sentido estricto nunca hubo una incorporación de magnitud suficiente para que se justificara de manera plena la pregunta. La aceptación de su figura sólo se dio a expensas del virtual desconocimiento de la especificidad de su obra (...) Y es por esto que si se quiere hablar con propiedad, se debería aclarar que la labor inicial de hacer conocer a Gramsci fue, en realidad, una actividad ajena a la tradición y a la cultura de los comunistas y comprometió únicamente a un sector muy limitado de sus intelectuales.15

De hecho, son difíciles de encontrar los rastros de los efectos de la obra de Gramsci sobre el tipo de marxismo que cultivaban los comunistas argentinos. Ecos del pasaje por el PCA siempre se conservaron debido a la presencia gramsciana en la obra de Agosti, pero obscurecidos por el silencio teórico del Partido sobre el comunista italiano, por su ausencia en los documentos partidarios, en los cursos internos del Partido, en los textos formativos, etc.

El PCA nunca renegó oficialmente de la obra política y teórica de Gramsci, pero tampoco nunca hizo ningún uso de sus posiciones. No obstante, en el interior del Partido se encontraba una figura del calibre de Agosti. Sus posiciones teóricas y políticas expresan una modificación no trivial del tipo de intelectual que el PCA formaba y su influencia tuvo consecuencias relevantes para el tema que nos ocupa.

Héctor P. Agosti y la importancia posterior del grupo de trabajo de la revista Cuadernos de Cultura

Fue Héctor Pablo Agosti quien usó, por primera vez en la Argentina, los elementos gramscianos para intentar repensar la historia nacional fuera de la matriz liberal a la cual la historiografía de los comunistas argentinos estaba vinculada. Como ya indicamos, ese esfuerzo teórico de Agosti comenzó en 1951, en torno de la conmemoración de los 100 años de la muerte de Esteban Echeverría, con la publicación del libro homónimo.

El argumento central de Agosti giraba en torno de dos cuestiones fundamentales: en primer lugar, la definición del proceso revolucionario iniciado en mayo de 1810, como “revolución inconclusa” (traducción de la idea de “rivoluzione mancata”, de Gramsci), como un proceso que no desarrolló el conjunto de sus potencialidades, básicamente por el hecho de no haber resuelto el problema de la tierra. En segundo lugar, indicaba, como causa central del fracaso en la consecución de una adecuada solución al problema de la tierra, la endeblez de la burguesía revolucionaria encabezada por Bernardino Rivadavia, corriente que caracteriza como “jacobina a medias”.

Observando en esa “revolución inconclusa” las razones de la tragedia de la democracia argentina, y articulando de ese modo la visión sobre el pasado con la posición política de los comunistas desde su VIII Congreso, en 1928, Agosti señalaba la necesidad de completar aquella revolución, llevando adelante la revolución “democrático-burguesa”, tarea que cabría, en la nueva etapa, al proletariado moderno y a las fuerzas políticas a él asociadas.

Si bien la argumentación se fundamenta en el arsenal teórico gramsciano, Agosti no siempre deja suficientemente claro el origen gramsciano de los conceptos que usa.16 El hecho es relevante porque muestra cómo Gramsci se introduce en la argumentación de la posición de los comunistas sin que éstos, como Partido, destaquen en la difusión y discusión del argumento, el origen teórico gramsciano del razonamiento. Por lo tanto, si la elaboración de Agosti debe ser considerada el más importante rastro teórico del pasaje de Gramsci por el PCA, la referencia gramsciana no queda claramente explicitada. Sin embargo, para aquellos interesados en las posiciones del comunista italiano, el texto de Agosti mostraba las posibilidades teóricas de su obra.

Agosti representó el punto más alto de la cultura de los comunistas argentinos. Su intervención teórico-política principal -que nace con Echeverría y llega a la madurez en textos como Nación y Cultura y El mito liberal (ambos de 1959)- tornó posible una apertura de aquella cultura cerrada, para un diálogo más productivo con las diversas corrientes (marxistas o no marxistas) de la cultura de la época -apertura que luego se vio frustrada por el peso de una tradición dogmática que hablaba más fuerte. Elementos fundamentales de la lectura gramsciana de Agosti, encontramos en los dos prólogos a la obra de Gramsci que llevan su firma y que comentamos brevemente a continuación.

El prólogo al primero de los volúmenes de los Cuadernos de la Cárcel que Lautaro publicó en 1958, El Materialismo Histórico y la Filosofía de Benedetto Croce, es una excelente muestra del tipo de lectura de Gramsci que hacía y difundía Agosti. En él aparecía el Gramsci paradigma moral y aparecía el Gramsci continuador de Lenin, en torno de las ideas del partido como “príncipe moderno”. Pero, al mismo tiempo, Agosti destacaba la riqueza del pensamiento de Gramsci en algunos puntos de difícil digestión para el tipo de marxismo oficial entonces dominante. Lo fundamental del pensamiento de Gramsci, afirma Agosti, “consiste en el examen de las relaciones recíprocas entre estructura y superestructura”; sin embargo, dice el autor:

Esto se escribe fácilmente, pero bien sabida es la lucha por rescatar la autenticidad creadora del marxismo, liberándolo de las impregnaciones positivistas por un lado, así como del ciego determinismo económico (...) Hay en él una constante reacción contra la interpretación mecanicista de los acontecimientos sociales, tal como puede advertirse, por ejemplo, en la agudeza crítica con que examina los trabajos de Bujarin.17

Agosti sabía que la crítica de Gramsci a Bujarin le cabía entera al marxismo corriente del PCA y la reacción de Gramsci contra el mecanicismo fue presentada por Agosti como la reivindicación del “sentido creador” del marxismo y como una muestra de la “resistencia de Gramsci a entenderlo como un recetario de soluciones dadas de una vez y para siempre”. El ejemplo de esta actitud gramsciana que Agosti presentaba al lector argentino era el artículo de Gramsci del 5 de enero de 1918, publicado en el periódico Il Grido del Popolo, de Turín, e intitulado La revolución contra ‘El Capital’”. Colocando formalmente algunas prudentes reservas al texto mediante la afirmación de que “como lo hace notar Togliatti algunas de las premisas allí sostenidas están equivocadas”, inmediatamente decía:

Pero se percibe el grito de salvación del joven Gramsci comprendiendo que es posible eludir la interpretación pedante, casi talmúdica y chatamente materialista del pensamiento de Marx (...) Gramsci va a decirnos en ese escrito de 1918 -donde encontramos el germen de sus notables reflexiones de los Cuadernos- que el pensamiento marxista “coloca siempre como máximo factor de la historia no a los hechos económicos en bruto, sino al hombre, a la sociedad de los hombres, de hombres que se asocian entre sí, se entienden entre sí, desarrollan a través de estos contactos una voluntad social, colectiva, y comprenden los hechos económicos, los juzgan y los adecuan a su voluntad (...) hasta que ésta se convierte en plasmadora de realidad objetiva. Cualesquiera sean las observaciones que puedan hacerse a este escrito, es indudable que él subraya la concepción principal de Gramsci, consistente en entender el marxismo como historicidad absoluta.18

La actualidad teórico-política de este texto resalta su valor. Proveniente del seno de una organización marcada por la lectura "talmúdica" que Agosti criticaba a través de Gramsci, explica el tipo de lectura crítica que fomentaba en sus jóvenes discípulos.

En 1961, poco antes de que el PCA silenciase sobre Gramsci y de que el propio Agosti desistiera o retrocediera en el uso del filón teórico gramsciano,19 éste escribía en el “Prólogo a la edición argentina” del libro Literatura y vida nacional:

Para el lector sin especializaciones precisas ni preocupaciones eruditas por los pormenores de la cultura italiana, estas notas asumen de improviso un sabor argentino, una virtualidad argentina que estremece (...) El lector capaz de desafiar el vértigo de las entrelíneas y las analogías podrá encontrar en las notas de Gramsci corroboraciones muy sagaces sobre el retardo argentino. Inútil será que busque respuestas minuciosas, recetas. Gramsci le da mucho más que eso: le entrega un método de validez general, enriquecido por una contribución creadora en el campo de la metodología política de la cultura.20

Debe ser tenido en cuenta el significado de semejantes declaraciones provenientes de un intelectual y político del peso de Agosti, para las nuevas camada de jóvenes intelectuales. No sólo los jóvenes comunistas que rodeaban Agosti o que eran sus lectores, pero principalmente ellos, habrían de encontrar en esa convocatoria motivos legitimadores para ciertas rebeliones teóricas que, en su desarrollo, no encontrarían otra salida que la ruptura política con la organización partidaria.

Entre los jóvenes intelectuales vinculados a Agosti, dos de ellos tendrán particular importancia en la trayectoria gramsciana que estamos tratando: Juan Carlos Portantiero y José María Aricó. Portantiero, más próximo de Agosti, y en cierto modo su protegido intelectual había participado en varias de las empresas de Agosti como su colaborador inmediato. Aricó se vincula posteriormente a Agosti como colaborador de la revista Cuadernos de Cultura y en la edición de los Cuadernos de la Cárcel. Portantiero en Buenos Aires y Aricó en Córdoba serán cabezas visibles de movimientos de renovación política dentro del PCA, de gran relevancia en la configuración de la llamada “nueva izquierda” argentina en los primeros años de la década del 60.

Filosofía y praxis histórica: la primera disputa por el legado gramsciano. Los jóvenes gramscianos vs el Partido Comunista

La primera vez que, en América Latina, las ideas de Gramsci como corriente cultural independiente se corporificaron en actores sociales concretos para criticar el patrimonio cultural y político de los partidos comunistas y de la Tercera Internacional fue a comienzos de los años 60, en el interior del PCA. El espacio del debate fue la revista cultural del partido: Cuadernos de Cultura. El tema del debate fue filosófico: la "concepción de la objetividad" en la obra de Gramsci, pero el objetivo de los actores de esa verdadera "provocación teórica" era político: se trataba de forzar la apertura de espacios para una reflexión más ajustada a los nuevos vientos que soplaban a partir de la crítica jrushoviana a la era estalinista y, en América Latina, a partir de la revolución cubana.

El debate fue disparado por Oscar del Barco, un joven intelectual comunista cordobés, pero la empresa crítica era colectiva, del grupo que, capitaneado por José Aricó, se proponía el desatinado objetivo de la apertura partidaria. En el ensayo “Notas sobre Antonio Gramsci y el problema de la ‘objetividad’” (Cuadernos de Cultura número 59, septiembre/octubre de 1962), Oscar del Barco realiza una exposición de la crítica de Gramsci a lo que éste denominaba “materialismo metafísico”, expuesta en las notas críticas al Manual Popular de Sociología Marxista de Bujarin que se encontraban publicadas en el libro El Materialismo Histórico y la Filosofía de Benedetto Croce. El texto de Gramsci estaba disponible en la biblioteca de los comunistas desde el año 1958 y, tratándose de un autor que ya era un respetado héroe del movimiento comunista internacional, el “recurso a la autoridad” podía legitimar de cierta forma el uso de los argumentos. Del Barco (1962: 37) expone la “solución gramsciana” del problema de la subjetividad: “Lo objetivo es siempre lo ‘humanamente objetivo’ o dicho de otra manera lo 'históricamente subjetivo' (lo cual equivale a lo ‘universalmente subjetivo’)”, mostrando los vínculos íntimos de la respuesta gramsciana con la posición de Marx, expuesta en las once tesis sobre Feuerbach y afirmando que la “solución gramsciana (...) es la genuina solución del marxismo” al problema planteado.

El encargado de la respuesta, Raúl Olivieri, después de señalar que los textos gramscianos “encierran importantes errores”, advierte: las “tesis sostenidas por Gramsci en la obra citada y retomada por su epígono local, implican consecuencias que conducen inevitablemente a la negación del materialismo”. Esta advertencia, que ya se refería a Del Barco como un “epígono local” y no simplemente como un “camarada”, es fulminante respecto de las consecuencias de los conceptos expresados por aquél: “conducen inevitablemente a la negación del materialismo”, y esto significaba, en el lenguaje comunista de la época, “conducen inevitablemente hacia fuera del Partido”. Por lo menos en este último aspecto la insinuación de Olivieri se mostraría verdadera.

En el número 63 de la revista (mayo-junio de 1963) un artículo institucional firmado por Raúl Oliva y Raúl Sierra, intitulado “Crítica a una crítica revisionista”, cierra la polémica con una lapidaria advertencia:

El camarada Del Barco insiste en una serie de tesis, muchas de ellas tomadas de Gramsci, de Gruppi y otros marxistas, como así también adopta postulaciones y argumentos de filósofos como J. P. Sartre, M. Merlau Ponty, H. Lefèbre, que sostienen posiciones reconocidamente revisionistas (...) Estamos convencidos de que una autocrítica militante, necesaria hoy más que nunca, ha de ser un medio eficaz para aumentar la unidad ideológica en el seno de nuestro partido.21

Tal retractación autocrítica nunca vendrá. Un mes antes de la publicación del número de Cuadernos de Cultura que cerraba la polémica, había aparecido en Córdoba la revista Pasado y Presente. La polémica desatada casi inmediatamente por el primer número de la revista, junto con las consecuencias del debate en Cuadernos de Cultura, marcó el fin del pasaje de Gramsci por el Partido Comunista Argentino. Después del pedido de retractación y "autocrítica", vendrá finalmente la expulsión del colectivo que editaba la revista. El grupo, denominado a partir de entonces por amigos y adversarios, elogiosa o críticamente, como "los gramscianos”, pasará a ser el nuevo "portador" del pensamiento de Gramsci en la Argentina.

Pasado y Presente y la formación de un original “sujeto gramsciano” en Córdoba, la “Turín argentina”

Una suma de circunstancias teóricas y políticas condujo a que surgiera, en el seno del PCA, un grupo de jóvenes intelectuales que se atrevió a desafiar la cultura autoritaria y dogmática de este partido, postulando una interpretación crítica de la historia, de la teoría y de la política por éste construidas. El vehículo del cambio era una pequeña revista en formato de libro, impresa en papel rústico, pero con una inédita capacidad crítica y calidad teórica: la gramsciana Pasado y Presente, que rápidamente se transformará en un referente de la nueva izquierda que se gestaba en esos años.

Gramsci fue el guía teórico, pero el espíritu del emprendimiento estará marcado por otros elementos, en particular por el clima de radicalización que había traído para la historia de ese período la saga de la revolución cubana. En ese clima, el voluntarismo gramsciano se amalgamó con el voluntarismo guevarista y otras vertientes (en particular, el maoísmo), para formar un “cóctel de ideologías” como denominó J. C. Portantiero retrospectivamente a aquel entramado ideológico. Y en esas circunstancias el grupo de Pasado y Presente se vincula operativamente a la guerrilla de Jorge Ricardo Masetti en el norte argentino, al mismo tiempo que es elaborada, por la pluma de Aricó, una artificial justificativa teórica para la empresa guevarista.22

El lugar de nacimiento de la experiencia no era cualquiera. En Córdoba, en la misma época, surgió el sindicalismo llamado “clasista” o “combativo” y se constituyeron las condiciones sociales que condujeron al movimiento popular más importante de la época, transformándose en ejemplo de insurrección urbana en América Latina: el mítico "Cordobazo". José Aricó reflexiona de la siguiente manera sobre el lugar en el cual se desarrolló la experiencia de la cual fue el principal animador:

¿Porque éramos gramscianos al publicar la revista nos imaginábamos vivir en una Turín latinoamericana, o accedimos a Gramsci porque de algún modo Córdoba lo era? En los incandescentes años, y desde una perspectiva que fue por mucho tiempo leninista, leímos a Gramsci con pasión; aun más, aprendimos el idioma para leerlo en sus fuentes originales. Pudimos conocer sus escritos anteriores a los Cuadernos y toda una abundante literatura interpretativa que nos llegaba de Italia. Pero leímos también a Togliatti, Luporini, Banfi, Della Volpe, Coletti; traducíamos sus escritos y los hacíamos circular. Nuestro debate los incorporaba. De algún modo, lo que estaba germinando en Córdoba era un movimiento social y político de características nuevas y en ese grupo en fusión pugnamos por que las ideas de Gramsci circularan como si fueran propias.23

En ese “caldo primitivo”, social, político y cultural, Pasado y Presente generó un proyecto de transformación cultural en el seno de la izquierda política que trascendió las fronteras de la ciudad, pero que, por lejos que haya ido, conservó la marca de nacimiento en la convulsionada Córdoba de los años 60.

La revista Pasado y Presente tuvo dos etapas: una primera entre abril de 1963 y septiembre de 1965, cuando fueron publicados nueve números en seis volúmenes, y otra, muy breve, entre abril y diciembre de 1973, con la publicación de tres números en dos volúmenes. En el proyecto inicial de la revista se encontraban Oscar del Barco, Samuel Kieczkovsky, Héctor Schmucler y José Aricó, en la ciudad de Córdoba. Desde Buenos Aires, Juan Carlos Portantiero también acompañaba el proyecto.

El contenido del primer número, principalmente el editorial firmado por Aricó, en el que criticaba duramente la herencia comunista, fue la gota de agua para la expulsión de ese núcleo crítico del PCA -sobre el cual, como ya vimos, pesaban las consecuencias del debate desatado por Oscar del Barco en la revista Cuadernos de Cultura-.

La diversidad temática y de enfoques que la revista traía, traduciendo de varias lenguas autores de diversas corrientes, aunque conservando el perfil de una revista genéricamente “marxista”, se tornó un punto crucial del suceso. Y en el fondo de esa búsqueda, de ese desprecio por dogmas y estereotipos, se distinguían claramente la influencia del pensamiento gramsciano y de las discusiones del comunismo italiano.

Con el número 9 de septiembre de 1965 se cierra el primer ciclo de la revista Pasado y Presente. En esas circunstancias, por iniciativa de Aricó, comenzará a generarse una nueva empresa editorial destinada a hacer historia: en marzo de 1968 aparece el primer número de los Cuadernos de Pasado y Presente, rápidamente tornados un mito.

Los Cuadernos de Pasado y Presente y el rescate del marxismo heterodoxo

La edición de los Cuadernos es sin duda la marca más indeleble del trabajo cultural de difusión de la literatura marxista crítica realizado por Pasado y Presente y deben ser considerados un resultado fundamental del pasaje de Gramsci por la cultura argentina. Los Cuadernos, que se proponían publicar todas las variantes del marxismo y el pensamiento crítico ahogados por la ortodoxia soviética,24 se difundieron por América Latina, reeditándose sucesivamente con tirajes sorprendentes para lo que hoy es la editorialística de izquierda.25 Fueron publicados 98 Cuadernos entre 1968 y 1983.

Un elemento fundamental del poder de difusión alcanzado por el grupo que coordinaba Aricó se encuentra en su asociación con la editorial mexicana Siglo XXI, cuya filial argentina, la editorial Siglo XXI Argentina Editores, ayudó a fundar en 1971. Los Cuadernos y la publicación crítica de El Capital y los Gründrisse de Marx, entre muchos otros títulos, dieron renombre editorial a esta experiencia de renovación cultural de la izquierda. En relación al pensamiento Gramsciano son publicados algunos libros cruciales para el tema que nos ocupa: Gramsci y las ciencias sociales. Buenos Aires: Pasado y Presente, 1970 (Nº 19 de los Cuadernos, con textos de Gramsci, Pizzorno, Gallino, Bobbio y Debray); Antonio Gramsci/Antología, volumen preparado por Manuel Sacristán. México: Siglo XXI, 1970; Consejos obreros y democracia socialista. Buenos Aires: Pasado y Presente / SigloXXI, 1972 (Nº 33 de los Cuadernos, con textos de Gramsci, Gerratana, Magri, Salvadori, Boudet, Ferri, Foa, Collotti, Garavini y la introducción de José Nun); Hugues Portelli, Gramsci y el bloque histórico. Buenos Aires: Siglo XXI, 1973; M. A. Macciocchi, Gramsci y la revolución de occidente, Buenos Aires: Siglo XXI, 1975.

Es necesario indicar que junto a estas ediciones oriundas del grupo identificado inequívocamente en la cultura política de la época con el nombre de Gramsci, otros emprendimientos político-culturales publicaron textos de Gramsci. Entre ellos: Ediciones La Rosa Blindada (publicó en forma de libro: Antonio Gramsci: Las Maniobras del Vaticano y Antonio Gramsci: la concepción del Partido Proletario. Selección de escritos entre 1917 y 1926. La revista La Rosa Blindada había publicado en su nº 2 de1964 el artículo de Norberto Bobbio, “Notas sobre la dialéctica en Gramsci”)26; revista Los Libros (dirigida por Héctor Schmucler, del núcleo fundador de Pasado y Presente, que publicó innúmeros artículos de autores ligados al grupo de Pasado y Presente y otros, como el artículo Gramsci y la cuestión escolar de Christine Buci-Gluksmann); revista Comunicación y Cultura (dirigida por Armand Mattelart y Héctor Schmucler, publicada en Chile y en Argentina), se adscribía, en el editorial del nº 1, a la tradición gramsciana; ediciones Libros del replanteo (publicó el libro: El pensamiento político de Gramsci, de Jean M. Piotte); y, seguramente, otros.

La segunda disputa por Gramsci: Pasado y Presente vs los peronistas gramscianos

En el inicio de la década de 70, asistimos a una nueva batalla por Gramsci. Si en 1963 los disidentes del PC disputaron Gramsci con un partido poco interesado en su contribución teórica,27 en esta nueva época, los “portadores” del legado gramsciano desde 1963, verán reclamado ese patrimonio desde el seno del peronismo de izquierda. En este sentido observaremos una intervención provocativa: la publicación a fines de 1971 del libro El príncipe moderno y la voluntad nacional-popular, de Antonio Gramsci. Se trataba de la primera parte de la compilación de textos de Gramsci reunidos por Palmiro Togliatti y traducidos al español por José Aricó bajo el nombre de Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno. Según el editor del libro:

En una maniobra que hoy los académicos de la semiología llamarían operación semiológica, le cambiamos el nombre al libro de Editorial Lautaro. Si Togliatti le había puesto el nombre que se le antojó, ¿por qué nosotros no podíamos hacer lo mismo? Con un amigo que se llamaba Miguel Kurtz, y que era editor, inventamos una editorial y un aspecto para ese libro. Era un libro muy precariamente editado. A la editorial le pusimos Puentealsina. Ese fue el único libro de la Editorial Puentealsina.28

Uno de los objetivos explícitos de la publicación era la polémica con Pasado y Presente. El prólogo escrito por el propio Horacio González, titulado “Para nosotros, Antonio Gramsci, intentaba una apropiación del pensamiento gramsciano en código peronista-revolucionario. “Prisionero, Gramsci piensa en el poder”, dice en el inicio de su prólogo, indicando la dirección de sus indagaciones: el problema de la conquista del poder político. El hecho de que notas de los Cuadernos de la Cárcel fueran, según González,29 “notas abiertas, dimensiones preparatorias de una estrategia orgánica, completa y total para ocupar el poder”, definía la principal característica de la obra gramsciana reconocida por el autor, que se empeñará en destacarla y defenderla de las lecturas políticas que denominaba “neorreformistas” o “socialdemócratas”, aunque critica, al mismo tiempo a Gramsci, por su dura reprensión al “arditismo”, que era el camino que habían comenzado a tomar algunas de las organizaciones de la izquierda peronista, y con el cual González simpatizaba.

Si el primer aspecto destacado era el de ser un pensamiento revolucionario, el segundo gran aspecto que destaca González era el hecho de que esa revolución tematizada por Gramsci era una revolución “nacional”, fundida en los moldes de la historia nacional del pueblo. “Para Gramsci, el carácter nacional de la revolución es su centro preciso, su motivo central. Es centro y eje, no accidente o complemento”.30

Finalmente, González va diseñando el Gramsci que visualiza como interlocutor del peronismo revolucionario. Este Gramsci “peronista” exigía “superar la tentación de participar en las polémicas europeas entre los gramscianos” y se presentaba como un “modelo”, “por los anuncios vigorosos de una estrategia nacional que sintetice política, cultura, filosofía y organización popular”. Por lo tanto, insiste, se trata de construir una relación particular con Gramsci, una especie de diálogo no comprometido que no signifique una instalación en el mundo gramsciano. Por eso, afirma, “se trata de no ser gramscianos entre nosotros”, y argumenta en clara referencia crítica a Pasado y Presente:

Quienes lo son esgrimieron a Gramsci como explicación -en su momento- del “desencuentro de los intelectuales con el pueblo”, y eso produjo algún breve y fugaz temblor en ciertas ortodoxias de comités. Pero los que así comenzaron, se dedicaron luego a un grosero mimetismo sociológico con las categorías gramscianas. El peronismo se convierte, por ejemplo, en el “cesarismo progresista”, concepto más elegante que el bonapartismo de uso diario, pero fabricado con el mismo material de utilería con que hacen todos sus modelos cientificistas. El Gramsci que piensa las teorías movilizadoras queda convertido así en un Gramsci de madera balsa para uso de los sociólogos pedantillos y antiperonistas.31

“Para nosotros, peronistas -finaliza González-, el Gramsci que exigimos, que elegimos y traducimos aparece como disolvente para el propio ritualismo gramsciano”.32

Años más tarde, los gramscianos de Pasado y Presente enfrentarán nuevamente las acusaciones de “reformistas” y “socialdemócratas”. Sin embargo, en esa nueva época, como veremos, la proximidad con la socialdemocracia será real.

La segunda etapa de la revista Pasado y Presente: el Gramsci de los consejos de fábrica en tiempos de militarización de la nueva izquierda

El primer número de la segunda fase de la revista Pasado y Presente (abril-septiembre de 1973), es tal vez el más gramsciano de las dos series. Centrado en el problema de la “revolución socialista en la Argentina”, contiene tres artículos centrales: un largo y denso editorial del grupo editor; un estudio de las relaciones entre fuerzas sociales, que Juan Carlos Portantiero realiza bajo una perspectiva analítica nítidamente gramsciana;33 y un texto de José Aricó (Espontaneidad y dirección consciente en el pensamiento de Gramsci) introduciendo una serie de textos de Gramsci en torno del problema que la revista visualizaba como central en esa etapa: las relaciones entre movimiento social y dirección política en el proceso revolucionario que se consideraba en curso.34 En el segundo número de la revista –que continúa con la temática consejista a través de la cuestión del control obrero, con textos de José Nun y André Gorz sobre el tema- un largo editorial es dedicado a esbozar una estrategia política alternativa en momentos en que el desenlace trágico todavía no estaba instalado como perspectiva inevitable para la sociedad argentina. Es importante señalar el contraste entre esta tentativa de argumentación gramsciana en momentos en que se militarizaba la estrategia política de la nueva izquierda, en particular de la organización Montoneros, a la cual el grupo de Aricó se aproxima en cierto momento. El texto de Antonio Carlo, “La concepción del partido revolucionario en Lenin”, donde es realizada una meditada crítica a las tesis del libro ¿Qué hacer?, es fundamental para entender el pasaje del grupo del terreno de Lenin al terreno de Gramsci en términos de organización revolucionaria.

Encontraremos varios de los elementos analíticos que orientaron esta última serie de la revista Pasado y Presente, potenciados por una reflexión que desarrollará de forma sustantiva los elementos gramscianos, en un texto fundamental de la corriente gramsciana en América Latina, Los usos de Gramsci, de Juan Carlos Portantiero, publicado por primera vez en el número 54 de los Cuadernos de Pasado y Presente, en 1977, en México -aunque el cuerpo fundamental de este texto estuviese acabado en 1975-.

El golpe de Estado que a partir de marzo de 1976 tiñe de sangre el territorio argentino será un verdadero divisor de aguas en la historia del país. Entre las tantas rupturas históricas, culturales, políticas e individuales a que el golpe militar dio lugar, en torno del pensamiento gramsciano, particularmente, se abre una brecha profunda entre la generación intelectual formada antes del golpe y las nuevas generaciones que irrumpirán a la vida política con la apertura democrática en el período 1983-1984. En tanto un importante proceso de autocrítica y renovación del patrimonio teórico y político de la izquierda se desarrolla fuera del país, y los propios gramscianos argentinos se destacan en el debate teórico latinoamericano, en la Argentina prácticamente desaparece esta variante de la cultura política de la izquierda. Los más ricos debates teóricos de la intelectualidad de la izquierda argentina, en esta época negra, ocurrieron en otros países de Europa o de América. Un lugar especial le cupo a México.

El exilio mexicano, Gramsci, y la renovación conceptual de la izquierda latinoamericana

Describir el itinerario de Gramsci en Argentina después del golpe de Estado de 1976 requiere, para ser precisos con la descripción, de un rodeo geográfico-político: es que Gramsci es exiliado de Argentina junto con aquellos que habían hecho de su pensamiento el eje de reflexión privilegiado para elaborar una perspectiva transformadora.

México se destacó por abrigar generosamente exilados políticos de diversas tendencias; particularmente militantes e intelectuales de izquierda de varios países latinoamericanos, afectados por la trágica etapa de las dictaduras militares, encontró en éste país una acogida amable, convirtiéndose, a partir de la segunda mitad de los años 70, en un punto neurálgico del pensamiento transformador de América Latina.

En ese complejo pero pujante “caldo cultural” mexicano de la segunda mitad de los 70 llega al exilio mexicano una parte de la intelectualidad argentina, forjada en veinte años de un debate teórico extremamente rico, en un momento en que la reflexión sobre su propia historia intelectual y su derrota política se enlazaría con la reflexión que los mexicanos iniciaban sobre sí mismos, inmersos en un clima cultural de apertura política democrática. Era, sin duda, como será confirmado por las producciones teóricas de la época, una conjunción histórica extremamente productiva.

Los intelectuales argentinos exilados fueron situándose en diversas instituciones del país anfitrión. José Aricó sería acogido inmediatamente por la editorial Siglo XXI como director de la Biblioteca Latinoamericana de Ciencias Sociales y de la Biblioteca del Pensamiento Socialista, al mismo tiempo en que continuaría la sociedad de la editorial Pasado y Presente con Siglo XXI para la edición de los Cuadernos de Pasado y Presente; Juan Carlos Portantiero llegó a la Escuela Latinoamericana de Ciencias Sociales, así como Atilio Borón. FLACSO incorporó a otros, como Emilio de Ipola, y los propios Aricó y Portantiero como colaboradores. La UNAM y la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) fueron punto de encuentro, entre otros, para Oscar Terán, Liliana de Riz y Oscar del Barco. El antropólogo Nestor García Canclini también se radica en México en la misma época.

Ciertamente otros lugares del mundo sirvieron de refugio: José Nun, en Canadá, en la Universidad de Toronto; Ernesto Laclau (que había salido del país mucho antes del golpe de Estado) se radicará en Inglaterra;35 Horacio González encontrará abrigo en Brasil; etc. En el caso del grupo gramsciano nucleado en Pasado y Presente, México fue un lugar central, punto de observación y reflexión privilegiado para “descubrir” y pensar América Latina y repensar las posiciones políticas propias y ajenas. México se transformó en una especie de laboratorio teórico en el cual maduraron temas, opiniones y teorías, lejos de la militancia política y del trabajo teórico hecho a la exigencia de la hora, que habían ocupado veinte años de la vida de varios de estos intelectuales. Sobre la importancia de México en esa reflexión, señala Juan Carlos Portantiero, hablando de la influencia de la etapa mexicana en el pensamiento de Aricó:

En México suceden por lo menos tres cosas importantes en su vida: una, el descubrimiento de América Latina, el descubrimiento que muchos compartimos con él, pero que él llevó más allá que todos nosotros; otra, la reflexión sobre la crisis del marxismo y la revalorización de la relación entre democracia y socialismo; y por fin, muy personal, pero muy significativo, la posibilidad de Pancho de encontrarse a sí mismo, ya no como un editor, sino como un investigador meticuloso.36

Por otro lado, una importante parcela de la producción del propio Portantiero en torno de Gramsci proviene también del exilio mexicano.37

Entre la cantidad impresionante de encuentros académicos realizados en este período fértil de la cultura mexicana, el seminario de Morelia, en 1980, dedicado a la discusión de la funcionalidad metodológica y política del concepto de hegemonía fue de particular importancia. Concebido en esa intersección problemática de política y teoría, tuvo en Gramsci el eje aglutinador. Por el tema de la convocatoria y por la calidad y variedad de posiciones de los trabajos presentados el seminario se transformó en un marco histórico del debate de la cuestión de la hegemonía en América Latina. El libro con las ponencias del seminario (Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, Siglo XXI, México, 1985), organizado por Julio Labastida Martín del Campo y prologado por José Aricó, es una referencia fundamental sobre el tema en América Latina.

La importancia del seminario y de sus conclusiones radica en que, por un lado, expresaba un marco de máxima expansión de la influencia del pensamiento gramsciano entre la intelectualidad latinoamericana, estableciendo un código de lectura integral de Gramsci centrado en un concepto que permitía articular el conjunto de sus escritos, de la cárcel y anteriores. Por otro lado, la madura reflexión en torno de la problemática de la hegemonía abrió una perspectiva adecuada para que la izquierda pudiera recuperar para sí un concepto precioso de la tradición socialista que había sido abandonado y donado irresponsablemente a la “ideología burguesa”: el concepto de democracia.

En conjunto, el proceso de crítica del paradigma anterior de trasformación -el paradigma leninista de la revolución-, de adopción de la crítica gramsciana a través de una compleja elaboración del concepto de hegemonía, y de re-apropiación del concepto de democracia constituye el núcleo fundamental de aquello que denominamos como “nuevo viraje renovador” del pensamiento de la izquierda latinoamericana en el cual los intelectuales argentinos tuvieron un papel fundamental.

Junto con la lectura que coloca el acento en el Gramsci “teórico de la hegemonía”, dislocando, reordenando y completando los principales códigos teóricos de lectura de la etapa argentina (a saber: el Gramsci “filósofo de la praxis”, el Gramsci de la temática “nacional-popular” y el Gramsci “consejista”), podemos registrar otros dos elementos teóricos fundamentales ligados al trabajo del grupo de intelectuales argentinos, marcados a fuego por la orientación gramsciana: la revitalización del pensamiento de Mariátegui y la revisión crítica del pensamiento marxista sobre América Latina que Aricó realiza en su principal trabajo teórico en la época: el libro Marx y América Latina, publicado en 1980. Sobre estos tres puntos nos detendremos brevemente a continuación.

Gramsci y la estrategia revolucionaria en América Latina: de la revolución como “acto” a la revolución como “proceso”

En este punto, es imprescindible mencionar la interpretación de la estrategia gramsciana que Juan Carlos Portantiero realiza en su obra más famosa, Los usos de Gramsci. La concepción gramsciana sobre la revolución es tratada por Portantiero en este texto como la más consecuente elaboración de estrategia política que, después de las derrotas en el occidente de Europa, comenzó a ser elaborada en el III y el IV Congreso de la III Internacional.38 En ellos se intentaba “explicitar en las sucesivas ‘tesis sobre táctica’, el viraje que era necesario producir, ‘del asalto al asedio’”, esto es, se intentaba superar la dogmatización del “modelo insurreccional” -que, en su versión extrema, fue transformada muchas veces en una concepción "golpista" de la conquista del poder- y producir una nueva reflexión estratégica. Después de la muerte de Lenin, en 1924, esta nueva visión, que se pensaba necesaria para a nueva etapa, fue abandonada por la Internacional, pero no por Gramsci: "toda la obra de Gramsci, desde entonces hasta el momento de su muerte, ha de estar fijada en esa matriz", afirma Portantiero.39

Así, las reflexiones de Gramsci nos brindan, según Portantiero “el diseño de una estrategia no reformista ni insurreccionalista de la conquista del poder”, una estrategia que “implica una modificación de los instrumentos clásicos de la acción política”.40 Esta nueva comprensión de la transformación social implica una crítica a la comprensión instrumentalista, reificada, del poder, y tiene como resultado una concepción de la revolución como el proceso complejo de construcción de nuevas relaciones sociales avanzadas (socialistas).

Para fundamentar su “traducción” del cuerpo teórico gramsciano para el caso de la naciones latinoamericanas más desarrolladas, Portantiero toma una distinción que el propio Gramsci establece, en las sociedades capitalistas europeas, entre un “capitalismo avanzado” y un “capitalismo periférico”, introduciendo un "matiz" del concepto de "Occidente". En efecto, en uno de sus últimos trabajos pre-carcelarios, “Un examen de la situación Italiana”41 Gramsci tematiza una diferencia entre países europeos de capitalismo avanzado y una serie de países que llamó "Estados periféricos". Concluyendo su argumentación, Portantiero indica la aproximación de varios países de América Latina -y la propia Italia tematizada por Gramsci- con ese Occidente periférico, y con ello establece la legitimidad del uso de las herramientas gramscianas para pensar los procesos sociales en esas sociedades.

Mariátegui, Gramsci y la producción de un “marxismo heterodoxo”

Aunque en la investigación en torno de los efectos teóricos y políticos de lo que Aricó denomina “el encuentro afortunado en la posteridad” de Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui haya sido pionero el trabajo teórico e histórico comenzado por Robert Paris, la obra del propio Aricó es de interés fundamental en esta dirección, en particular el estudio publicado como introducción a su compilación de textos Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano. Sobre las relaciones entre los dos pensadores en el contexto latinoamericano, es esclarecedor este texto de Aricó en la mencionada Introducción:

No deberíamos olvidar que el ajuste de cuentas con las formas que adquirió el marxismo en nuestra región se nutrió fundamentalmente de Gramsci y también de Mariátegui para llevar adelante una tentativa de actualización (...) Ambos evidencian ser productores de un cierto tipo de maxismo -no reductible al leninismo- cuya vocación es radicarse en realidades nacionales que se admiten como específicas y expresarse en una práctica teórica y política diferenciada (...) Si en el Perú el reavivamiento del debate en torno a Mariátegui hizo irrumpir la figura de Gramsci, en cambio es muy posible que haya sido la difusión del pensamiento del autor de los Cuadernos de la Cárcel la que contribuyera decisivamente a redescubrir a Mariátegui.42

El descubrimiento de Mariátegui, por lo tanto, tendrá para la intelectualidad empeñada en ese debate43 la fuerza de un hallazgo que se asemeja (y complementa) al descubrimiento de Gramsci en una época anterior. La elaboración mariateguiana del “sujeto” de la transformación social en las condiciones de un país con marcada presencia social y cultural indígena, será visto y apropiado como emblemática de la heterodoxia fecunda del autor de los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana.

Aricó: Marx y América Latina. Crítica y redención del pensamiento marxista

El propósito central de esta obra, según indica el propio Aricó, era el de “indagar las razones que pudieron llevar a Marx a no prestar atención o a mantener una cierta actitud de indiferencia frente a la naturaleza específica, propia de las sociedades latinoamericanas”.44 Aricó llama “paradoja marxiana” al hecho de que Marx haya tenido esa actitud con América Latina “en el mismo momento en que emprendía la compleja tarea de determinar la especificidad del mundo asiático, o más en general, de las formaciones no capitalistas típicas”.45 Dado que la respuesta más común para explicar la posición de Marx fue la postulación de una ideología “eurocentrista”, Aricó, sospechando de la futilidad de esa respuesta, se dedicará a la crítica de esta posición y a la determinación de razones más adecuadas para tal desatención por parte de Marx, tarea en la cual detectará dos elementos explicativos principales: primero, la dificultad de Marx de “abandonar por completo la herencia hegeliana”, principalmente la temática embutida en el binomio hegeliano de “naciones (o ‘pueblos’) históricas” o “vitales”, y “naciones (o ‘pueblos’) sin historia”. En segundo lugar lo que denomina “el exacerbado antibonapartismo de Marx”.

A pesar de las críticas anotadas en el texto, el resultado general del emprendimiento crítico de Aricó será la reivindicación de la figura de Marx frente a una tradición que dogmatizó la teoría marxista (o marxiana, como prefiere Aricó) como “ley” o “verdad científica”. Frente a esta lectura talmúdica, Aricó reivindica la vitalidad del marxismo como “una doctrina aún capaz de sostener una confrontación productiva con la realidad y con la cultura contemporánea”.46 Siendo de este modo, ganaba, en su comprensión, un nuevo sentido la llamada “crisis del marxismo”: si “‘crisis’ del marxismo, desarrollo del movimiento [social de transformación] y crisis capitalista constituyen un nexo orgánico que no permite situar, en la teoría, las razones de su avance o estancamiento y que, por el contrario, los remiten siempre, y de modo extremamente complicado, a las vicisitudes del propio movimiento”, entonces, concluye Aricó,47 “la crisis del marxismo no es señal de su muerte inevitable, sino es más bien el indicador de su extrema vitalidad”, esto es, de su capacidad de acompañar el movimiento de la realidad, de poner en crisis su siempre provisorio sistema de conceptos, cuando la realidad produce transformaciones inéditas.

Profetas en tierras extrañas: la escasa incidencia en la Argentina

Como vimos, en este breve período del exilio mexicano la amalgama entre la relectura de Gramsci en torno del fundamental concepto de “hegemonía”, el descubrimiento del “socialismo indio” de Mariátegui y la iluminación de un Marx diverso de aquel establecido por la herencia “marxista”, permite construir una visión radicalmente nueva y productiva de la realidad latinoamericana y de su transformación. Una visión que, por la magnitud del cambio de perspectiva, representa una verdadera revolución conceptual dentro del universo teórico y político del marxismo latinoamericano.

Mientras ese proceso de renovación cultural florecía en México y otros lugares, el momento político-cultural interno en la Argentina quedaba preso de dos circunstancias fundamentales:

1) Era derrotado el movimiento transformador más extenso y profundo que, a partir de los sectores subalternos, se había desarrollado durante veinte años -desde mediados de los años 50, después de la caída de Perón en 1955-, movimiento que alcanzara su máximo esplendor entre los años 69 y 74. La conjunción de los viejos ideales socialistas y de la radicalización proveniente, principalmente, del ejemplo cubano, con el movimiento de masas vinculado al peronismo para la construcción de una fuerza política transformadora de enormes proporciones, se vio frustrada aun antes de desarrollar algunas de sus potencialidades más evidentes.

2) la derrota de ese enorme movimiento social y político fue perpetrada a través de la represión militar y paramilitar más trágica que la historia argentina conociera. El terror político, el silencio público y un período de oscurantismo arrasaron la cultura argentina. El precio de salirse de la norma establecida era la tortura, la muerte o la desaparición.

Ciertamente la resistencia interna continuó y se desarrolló paulatinamente hasta la caída de la dictadura en 1983; sin embargo, el contraste de experiencias nos muestra el abismo abierto entre las generaciones anteriores y las posteriores al período autoritario de 1976-1983. En el período anterior al golpe de Estado, no creemos exagerado decir, los intelectuales “gramscianos” cumplían tareas en cierto grado “orgánicas” a un complejo movimiento transformador expansivo de los sectores subalternos. En el período posterior, se quiebra esa relación, se separa el movimiento real de los sectores subalternos de la reflexión de esos intelectuales.

Separada la reflexión por la distancia histórica y teórica, quebrado el eslabón cultural, la primera reacción de las nuevas generaciones estudiantiles (y de otros estratos, pero fundamentalmente éstas) ávidas de transformación frente a los gramscianos fue el “desencanto” y después la crítica aguda.

Los gramscianos argentinos y la transición democrática

La experiencia del “largo, pródigo y doloroso” exilio mexicano -según las palabras de Oscar del Barco en un homenaje póstumo a Aricó- marcó a fuego los nuevos rumbos teóricos y políticos de los intelectuales vinculados al itinerario de Pasado y Presente. Un descubrimiento teórico y político particular fue determinante para esos nuevos rumbos, constituyéndose en eje de reflexión, matriz teórico-política y leitmotiv de toda experiencia colectiva posterior: el papel central de la democracia política en el proceso de transformación de la sociedad.

En la década de 80 se configura un complejo universo de izquierda renovada en América Latina. Aunque lo esquemático de las clasificaciones sea siempre peligroso, podemos distinguir las siguientes variantes más o menos definidas: a) una tendencia “institucionalista”, que colocará en primer lugar los aspectos político-institucionales de la transición a la democracia y será más sensible a los temas que colocaba la agenda neoliberal; esa tendencia se aproximó políticamente a la socialdemocracia latinoamericana; b) una tendencia “movimientista”, que destacará la importancia de los nuevos movimientos sociales que emergen en la escena política latinoamericana en el nudo de la crisis de los regímenes autoritarios; esta tendencia tendrá, a su vez, dos variantes fundamentales: la variante “autonomista”, que propone una intervención independiente de los movimientos sociales y se posiciona críticamente frente a los partidos políticos, y una variante “articuladora”, más próxima de la teorización gramsciana, que afirma la necesidad de una intervención coordinada de las diversas formas organizativas de los sectores subalternos.

En el caso de los “gramscianos argentinos”, de los cuales se esperaría, por su trayectoria política y sus elaboraciones teóricas, un abordaje próximo a esta última versión, encontramos una aproximación a la posición “institucionalista” en un proceso complejo y no exento de traumatismo, que podemos resumir en las siguientes etapas: (a) pasaje de la concepción teórica y política construida en el exilio, esto es, la “idea gramsciana de transformación social revolucionaria”, definida por la temática gramsciana de la hegemonía, para (b) el desplazamiento de la idea de “revolución” y el realce del concepto de democracia en el proceso transformador y, finalmente, para (c) la sobrevalorización del armazón institucional de la democracia política y el esfuerzo teórico y político en torno de temas como “pacto social”, “reforma política”, “gobernabilidad”, etc., para la consolidación de los procesos de transición democrática en América Latina.

El Club de Cultura Socialista y La revista La Ciudad Futura

Ampliado a partir de la estadía en México -aunque manteniendo en su núcleo las figuras principales de la etapa porteña de Pasado y Presente en los primeros años de los 70-, el grupo gramsciano se reintegra a la vida política y cultural argentina, conservando un perfil relativamente autónomo, en la experiencia del Club de Cultura Socialista y de la revista La Ciudad Futura. El Gramsci exiliado vuelve a Argentina de la mano de este grupo de intelectuales que había contribuido de forma sustancial para la traducción de las posiciones del comunista sardo a la realidad latinoamericana.

La fundación del Club de Cultura Socialista, en julio de 1984, fue el resultado de la fusión de los dos principales núcleos formadores de opinión de la época: el grupo de la revista Punto de Vista -dirigida por Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano-, que agregaba intelectuales que se habían quedado en el país, y el grupo “mexicano” de Pasado y Presente -que se había “ampliado” en las experiencias de la revista Controversia y del Grupo de Discusión Socialista, GDS, en México. Además de esos dos grupos, se reunieron en el Club otros intelectuales “independientes”.

En agosto de 1986 aparece el primer número del nuevo emprendimiento editorial encabezado por José Aricó: La Ciudad Futura. Revista de Cultura Socialista. Como la vieja Pasado y Presente, La Ciudad Futura tomó su nombre en referencia a Gramsci. En la dirección de la revista, junto con Aricó aparecen dos viejos compañeros de ruta: Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula.

Junto con la constitución del Club de Cultura Socialista, la revista fue la principal realización del grupo de los “gramscianos” en la nueva etapa, aunque envolviese personas de diversas corrientes de pensamiento liberal-democrático y socialista. Desde el punto de vista de esta presentación del itinerario de Gramsci en Argentina, estas instituciones son de fundamental importancia porque representaron, durante los primeros años de la recuperación de las instituciones de la democracia política en Argentina, el principal espacio cultural asociado al pensamiento gramsciano.

Una herencia disputada: la batalla por el legado de Gramsci en la segunda mitad de los 80

Con el retorno a la democracia política y como consecuencia fundamental del regreso del exilio y de la reinserción en la universidad de los intelectuales vinculados a esta corriente de pensamiento, se produce un resurgimiento del pensamiento gramsciano en la vida cultural argentina. El fenómeno es particularmente relevante en la más importante de las universidades argentinas, la Universidad de Buenos Aires (UBA). La redemocratización del país favorecerá esa difusión en función del lugar que el grupo de los "gramscianos argentinos" ocupará en el espacio político próximo al presidente Raúl Alfonsín.

Esta evidente modificación del espacio cultural, especialmente porteño, fue percibida y difundida por sectores de la derecha como una verdadera “invasión gramsciana”, particularmente en el ámbito universitario. Sin embargo los datos de una revisión simple de los catálogos de las principales bibliotecas universitarias del país nos muestran que aquella expansión de esta corriente de pensamiento no se expresó ni fue sustentada en una “corrida bibliográfica” de las bibliotecas universitarias para el “mundo gramsciano” ni en una extensa edición de textos gramscianos que, por algún motivo –por ejemplo, presupuestarios-, no habrían llegado a las bibliotecas universitarias. Ningún fenómeno editorial en torno del pensamiento gramsciano sucedió en la época. Los tres libros más importantes de intelectuales próximos al grupo estudiado, con temas gramscianos, fueron publicados en el final de la década: La cola del diablo, de José Aricó (Puntosur: 1988); La producción de un orden, de Juan Carlos Portantiero (Nueva Visión, 1988); La rebelión del Coro, de José Nun (Nueva Visión: 1989). Otros libros sobre Gramsci de autores de otras tendencias aparecen a partir de 1987.

Lo cierto es que la denuncia de la gran difusión gramsciana en la Universidad no pasó de un reflejo paranoico de la derecha más conservadora, causado por la democratización del mundo universitario dominado por el oscurantismo durante el período dictatorial e influenciado por el desvariado temor de la Comisión Trilateral y del Documento de Santa Fe II sobre el peligro gramsciano en la América Latina pos dictaduras.

La gran influencia cultural del grupo de los “gramscianos argentinos”, su “época de oro”, se configuró en los primeros tres años de la nueva democracia en torno del conjunto de iniciativas del grupo que ya indicamos: el Club de Cultura Socialista, la revista La Ciudad Futura, y su influencia intelectual en la vida cultural y en el entorno político del presidente Raúl Alfonsín. Mas, esa época de oro entró en crisis a partir de los dilemas planteados por los levantamientos militares de abril de 1987. Así, el año gramsciano de 1987, en el marco de la crisis del proyecto alfonsinista desatada por estos acontecimientos, marca una coyuntura de cambio en la configuración del cuadro de apropiación y difusión de las ideas de Gramsci en la Argentina. Finalmente, el naufragio de la experiencia alfonsinista en 1989 no pasó sin dejar secuelas en el grupo gramsciano que había apostado alto en la figura del primer Presidente pos dictadura y en el proceso político que se iniciaba con él.

Una controversia en torno de la vitalidad de la obra de Gramsci

En esta coyuntura, del lado de los “viejos gramscianos” ocurre un cierto cuestionamiento sobre la utilidad de Gramsci para el procesamiento adecuado de la realidad social argentina en la transición democrática. Este posicionamiento aparece de una manera públicamente significativa en torno de la primera Semana Gramsciana de Buenos Aires, organizada por la Fundación Juan B. Justo en los días 27 al 29 de abril de 1987.48 La cuestión envuelve dos series de problemas: en primer lugar, la crítica interna del pensamiento gramsciano en torno de su propia capacidad para pasar incólume por la crítica contemporánea al pensamiento de origen genéricamente marxista; en segundo lugar, las posibilidades del pensamiento gramsciano de servir para pensar la realidad política argentina en la época de la transición a la nueva democracia política en los años 80.

Un modo pertinente de entrar en esta cuestión es discutir algunas posiciones, a veces similares, a veces en oposición, de los dos más influyentes representantes de la corriente gramsciana en la Argentina, Juan Carlos Portantiero y José Aricó, con relación a las posibilidades del pensamiento gramsciano para ayudar a pensar los problemas de la transición y consolidación de la democracia política en los países latinoamericanos.

El mejor registro escrito de ese cuestionamiento lo encontramos en las declaraciones de Juan Carlos Portantiero para la revista El ojo mocho, en 1991:

Yo pienso que Gramsci es muy dúctil y versátil, y traté de decir eso en mi libro Los usos de Gramsci, titulado así con toda intención, pues ese discurso abierto, como es el gramsciano, admite interpretaciones nacional-populares, clasista-consejista, etc. Pero no me muestro tan dispuesto a aceptar que sirva para un discurso de la época del colapso de los socialismos reales (...) Como texto, no creo que Gramsci pueda acompañar este período. De hecho, en Italia es cane morto.49

La idea de “declinación” también es trabajada por Aricó en La cola del diablo, mas en una forma condicional y usada como plataforma para la defensa de las posibilidades intrínsecas de esta forma de pensamiento. En ese texto, a pesar de compartir la idea genérica de un momento de “declinación”, el pensamiento de Aricó se diferencia de las posiciones de Portantiero en cuanto a la utilidad de las ideas gramscianas para pensar los nuevos problemas. Así, aunque en el inicio del libro Aricó señale que “se debería admitir que también entre nosotros se ha iniciado una fase descendente de la gravitación de las elaboraciones gramscianas tal cual fueron éstas organizadas como ‘doctrina’ y difundidas no sólo aquí”, indica también que “al preguntarme por las razones de la difusión de Gramsci he procurado articular algunas respuestas colocándome a resguardo de una querella que considero vana, sobre su actualidad u ocaso”.50

Así, después de indicar la necesidad de “reconocer la pertinencia, también para nosotros, de los grandes temas que se planteó Gramsci trabajando ‘para la eternidad´” y después de mencionar la relevancia de temas gramscianos, tales como “reforma intelectual y moral”, la “crítica del sentido común”, “hegemonía”, construcción de una “voluntad nacional-popular”, una concepción de democracia “entendida como algo inseparable del proceso de autoconstitución de los sujetos populares históricos” y del socialismo “concebido como una ampliación y profundización del control democrático sobre la existencia real”,51 Aricó afirma que:

Es alrededor de estos temas que la frecuentación de los textos de Gramsci (...) demuestra ser fructífera para encarar los complejísimos procesos de democratización de la región y pensar al mismo tiempo proyectos alternativos de transformación, en una perspectiva genérica de socialismo. 52

En el texto presentado en el Seminario de estudios gramscianos realizado en Formia, en 1989, Aricó va todavía más lejos, afirmando que a partir de inicio de los años 80,

Comienza una fase ascendente de su presencia en la cultura latinoamericana, en la cual el debate teórico sobre la democracia, diferentemente de lo que sucedió en Italia, no ha disminuido. Es posible afirmar que, por las razones políticas e ideológicas antes expuestas, esta fase ascendente deberá crecer en el futuro.

Todavía en este punto de la “vigencia” del pensamiento gramsciano en América Latina, es importante mencionar las intervenciones críticas de dos intelectuales argentinos que utilizaron productivamente el instrumental gramsciano: el antropólogo Néstor García Canclini y el historiador Waldo Ansaldi. Con una extensa producción centrada en la investigación de las particularidades de la cultura latinoamericana, Canclini ha utilizado las herramientas conceptuales gramscianas, por ejemplo, en su libro Las culturas populares en el capitalismo (1982). No obstante, en los textos Gramsci e as culturas populares na América Latina (1988, ensayo presentado originalmente en el Seminario de Ferrara, 1985) y especialmente en Cultura y nación: para qué no nos sirve ya Gramsci (1991) encontramos la elaboración de agudas reflexiones críticas sobre el uso de las categorías gramscianas que advierten para “la fatiga que hoy envuelve el aporte gramsciano” –derivada de la “proliferación de sus usos y del carácter esquemático que su pensamiento fue adquiriendo”- y señalan la reducción de la capacidad explicativa de ciertas categorías (por ejemplo la de lo “nacional-popular”) y la necesidad de un cuidado redoblado en el uso de ese complejo instrumental en la contemporaneidad.

Por su parte, Waldo Ansaldi -próximo al grupo de Aricó, en términos de afinidad teórica y amistad personal, aunque no recorriera el mismo camino-, en un texto escrito entre 1987 y 1991,53 hace una evaluación positiva del uso del dispositivo teórico gramsciano, argumentando “a favor de las posibilidades de utilización de las categorías analíticas gramscianas” para pensar los nuevos y viejos problemas de la sociedad argentina:

Más allá de la intención original de Gramsci, sus propuestas teóricas y metodológicas para el análisis de la sociedad (incluyendo la historia), a menudo sin demasiada elaboración, apenas sugeridas, constituyen un utillaje formidable, especialmente en el campo de la política y de la historia política.54

Sin embargo, advierte Ansaldi, clamando para un trabajo de lectura no talmúdica, “el instrumental forjado por Gramsci no se encuentra oculto en una lámpara y cuyos secretos se obtienen por acto de invocación”:

El genio escondido no aparece por frotamiento, sino apelando a un acto de re-creación, innovación, modificación y hasta desechamiento. Entonces sí tiene sentido, conviene invocar al genio. Es decir, hay que estar dispuesto a admitir que no es un esclavo de nuestros deseos sino una aplicación de categorías eficaces de ser expresadas en los lenguajes de las situaciones concretas particulares. Siendo así, el genio no sólo es universal. También recibirá el mejor de los homenajes: el de su superación.55

En 1993, Ansaldi participa de la edición de un libro en el cual su sugerencia en torno de las posibilidades del uso de los conceptos gramscianos toma cuerpo. En el libro Representaciones inconclusas. Las clases, los actores y los discursos de la memoria, 1912-1946, el propio Ansaldi y Alfredo Pucciarelli junto con María Cristina Tortti, en sus respectivos trabajos, realizan una tentativa de utilizar las herramientas gramscianas para pensar el problema del poder en ese período particularmente rico de la historia argentina.56

Es obligatorio mencionar en este punto que, al mismo tiempo que se procesaba esa discusión sobre la capacidad de las ideas de Gramsci para pensar las nuevas realidades, la revista La Ciudad Futura (nº 6, agosto de 1987) publica, en su Suplemento/4, el dossier “Gramsci en América Latina” caracterizado por la calidad teórica de los artículos presentados por Juan Carlos Portantiero, José Aricó, Fernando Calderón, Arnaldo Córdova, Carlos Nelson Coutinho,57 junto con un anexo de textos de Ernesto Sábato, Giacomo Marramao, Adriano Sofri y Rossana Rossanda. La mayoría de los artículos había sido presentados en el Coloquio de Ferrara, Italia, en 1985 -varios publicados también en portugués por Carlos Nelson Coutinho y Marco Aurelio Nogueira-58 y constituyen un material obligatorio de consulta sobre el tema.

Sin embargo, debemos observar que, después de La cola del diablo, el grupo de los “gramscianos argentinos” produce muy poco en torno de Gramsci.59 En cambio, comienzan a aparecer diversos materiales reivindicando a Gramsci a partir de otras variantes de izquierda.

El redescubrimiento de Gramsci por otros sectores de la izquierda

En tanto esa complicada dialéctica de declinación y resignificación se procesaba en el ámbito de los que habían sido hasta ese momento los guardianes incontestados de la herencia gramsciana, en el frente de polémica con la izquierda que se auto-definía como revolucionaria, los “gramscianos argentinos” fueron dura y repetidamente criticados como “socialdemócratas”, “reformistas”, “renegados”, “desertores”, acusados de abandono de sus viejas ideas revolucionarias y de apoyo a un tipo de pensamiento y práctica política que pasó a ser conocido en la época como la “política de lo posible”, o posibilismo. La novedad más relevante en términos teóricos y políticos será la decisión de la esta parte de la izquierda de llevar adelante una intensa disputa por Gramsci.

Esta decisión quedó claramente expresada en torno de la conmemoración de los 50 años de la muerte de Gramsci, en 1987, con la publicación, en la revista Fin de Siglo, del “Dossier Gramsci”, en el cual escribían intelectuales afiliados a esa tradición, proponiéndose “rescatar” a Gramsci para su perspectiva de análisis. El dossier de la revista Fin de Siglo es dedicado a la crítica de lo que se consideraba una lectura "socialdemócrata" de Gramsci hecha por los intelectuales que rodeaban al presidente Raúl Alfonsín. Aunque sin novedades teóricas, la polémica es indicativa de la intención de esta parte de la izquierda de comenzar a trabajar de un modo más efectivo con los conceptos gramscianos para pensar el nuevo período.

El dossier publica la trascripción de una mesa redonda en homenaje a Gramsci, organizada por el Encuentro Nacional de Intelectuales por la Democracia y la Liberación.60 Veamos algunas de las intervenciones más significativas.

Atilio Borón, al comienzo de su intervención, denominada “Indignación ante el despojo”, afirma que “el sentimiento que a uno lo embarga cuando habla de Gramsci, a los cincuenta años de su muerte, es de indignación ante el despojo siniestro del que ha sido objeto”. El discurso gramsciano, dice Borón, fue popularizado en América Latina “de la mano de aquéllos que abandonaron el marxismo por considerarlo ‘superado’”. Por esto, en obvia referencia al grupo de Pasado y Presente, afirma: “Los principales propagandistas o ‘usuarios’61 del gramscismo en la Argentina no tienen nada que ver con él, pertenecen a otro universo teórico que no es el marxismo”.62 Ante esta “falsificación”, Borón afirma que “conviene hacer un encuentro para recuperar a Gramsci”.63

Pero, ¿cuál es la novedad de Gramsci que llevaría a la necesidad de recuperar su legado? Nada dice Borón al respecto en este texto. Simplemente señala que ese Gramsci “recuperado, reinterpretado y puesto en contacto con nuestra realidad” podría ser la base interpretativa sobre la cual sería posible “comenzar a articular una praxis realmente revolucionaria”. Borón nada dice tampoco sobre las características de esta “reinterpretación” capaz de producir tal modificación en la acción política de la izquierda. No obstante, el texto expresa la disposición de usar Gramsci para esta tarea.

Aldo Ferreres es el participante del dossier que propone el abordaje que más se ajustaba a la realidad cultural de la izquierda argentina de la época. En su artículo titulado “¿Por qué Gramsci hoy?”, después de indicar que es necesario rescatar a Gramsci “de una apropiación ilegítima”, afirma que, si es verdad que la izquierda sufriera una derrota y un debilitamiento inédito en el período de la dictadura militar, “no menos deletéreo ha sido el efecto de los sucesivos dogmatismos, de las certezas escolásticas y de las verdades de ‘aparato’” que sufrieron las organizaciones de izquierda. Entonces, concluye Ferreres, Gramsci es necesario “porque hay que salir del retraso teórico que afecta no sólo a la izquierda sino al movimiento revolucionario en su conjunto”.64

El Dossier Gramsci de la revista Fin de Siglo tiene la singularidad y la relevancia de ser el primer documento público colectivo de intelectuales vinculados a organizaciones políticas de esta parte de la izquierda que intenta apropiarse del pensamiento de Gramsci para la construcción de políticas concretas y hasta, como indica Ferreres, para “salir del atraso teórico”.

A pesar de las muchas expresiones críticas de la época, posiblemente ningún texto exprese mejor el contenido de las críticas de esta parte de la izquierda que el artículo del intelectual norteamericano James Petras, “La deserción de los intelectuales”, publicado por el diario Sur -un emprendimiento vinculado al Partido Comunista pos 16º Congreso-, el 20 de mayo de 1990. En América Latina, dice Petras, una de las principales víctimas de la “apostasía ideológica” fue Antonio Gramsci. En una operación que, según Petras, es tal vez “la pieza más acabada de reducción deshonesta y de distorsión”,65 a través de citas fuera de su contexto histórico, “los escritos revolucionarios socialistas de Gramsci se ponen al servicio de regímenes políticos neoliberales”. Las posiciones de Petras resumían los sentimientos de esta corriente en la época.

El proceso de intervención de esta fracción de la izquierda en el “debate gramsciano”, del cual tradicionalmente no había participado, será producto también de un complejo movimiento de reflexión autocrítica por parte de las organizaciones políticas que conforman esta variante de izquierda, y de un esfuerzo de adecuar las viejas concepciones al nuevo tiempo. Así, tiene lugar un importante proceso de crítica al dogmatismo y al autoritarismo de las concepciones anteriores, al tipo de organización política fundado en esas concepciones, y la búsqueda de nuevos elementos políticos y teóricos para fundar una nueva práctica.

Una disputante inusitada: la derecha reivindica Gramsci

En el medio del huracán neoliberal favorecido por la crisis del gobierno del presidente Alfonsín y el inicio del gobierno de Carlos Saúl Menem apareció, por primera vez en la vida político-cultural argentina, un cierto uso “perverso” –y pasajero- de las ideas gramscianas, realizado por intelectuales del grupo menemista, en julio de 1989. El principal portavoz de esta tendencia fue Jorge Castro, miembro de la cúpula ideológica del menemismo naciente. “Antonio Gramsci, uno de los grandes pensadores políticos del siglo reúne todas las condiciones para convertirse en un clásico; como tal no pertenece a nadie en particular, sino que [es] patrimonio general de la cultura de nuestro tiempo”,66 afirmaba Castro en un artículo publicado en el diario El Cronista Comercial, de octubre de 1989. Castro defendía de este modo un uso de los conceptos gramscianos que sabía ajeno al universo teórico y político del autor.

Así, en relación con repatriación de los restos mortales de Juan Manuel de Rosas, afirmaba Castro: “el regreso de los restos de Rosas, y su aceptación por el consenso general y político, es, en síntesis, una operación gramsciana de gran categoría”.67

Por lo tanto, siguiendo el rastro del análisis de Aricó en La cola del diablo sobre el aggiornamento de la derecha europea, sería posible indagar si los mencionados planteos de Jorge Castro en esa delicada coyuntura de la transición democrática argentina podrían ser considerados algún tipo de “ampliación virtuosa” de la cultura política de la derecha argentina, fruto inesperado de la “operación gramsciana” sobre la cultura política argentina de los años 80, o un simple devaneo de Castro en un clima propicio al uso del nombre del comunista sardo.

¿Un nuevo movimiento gramsciano en Argentina?

Nuestra investigación sobre las vicisitudes del pensamiento gramsciano en Argentina partió de la convicción, apoyada en fuertes evidencias, acerca de la importancia decisiva de lo que denominamos en otro lugar la “interferencia gramsciana en la producción teórica y política de la izquierda latinoamericana”68, proceso que tiene en la segunda mitad de la década del 70 un momento de auge de la producción teórica.

Sin embargo, en términos de la difusión del pensamiento gramsciano en Argentina, vimos que debemos hablar de una enorme brecha cultural entre las generaciones pre y pos dictadura militar. A pesar de esto, como fruto de la presencia cultural de Gramsci en la década de 80, nuevas perspectivas parecen haber surgido en los años siguientes. Tanto la tentativa de apropiación del pensamiento gramsciano por sectores de la izquierda que hasta entonces no habían utilizado el pensamiento de Gramsci como fundamento teórico principal, como las recientes aproximaciones de sectores del estudiantado universitario y las nuevas experiencias que trataremos brevemente a continuación, parecen indicar una ampliación inédita del universo gramsciano argentino en aquellos años.

Un desarrollo de la tentativa de “recuperación” de Gramsci por ese sector de la izquierda parece ser una serie de publicaciones que se adentran en el pensamiento gramsciano bajo diversas perspectivas. Partiendo de la tradición comunista se encuentran el ya mencionado texto de Mauricio Lebedinsky (Gramsci, pensador político y militante revolucionario, 1987), y el libro de Ariel Bignami, Antonio Gramsci, la conciencia de la revolución, de 1993. Pobres en relación a la calidad del debate gramsciano acumulado en América Latina, tienen el interés histórico de expresar un nuevo momento de la tradición comunista en una época en que el PCA comenzaba un cambio de orientación política, crítica, por lo menos en tesis, del viejo dogmatismo.

Diferente juicio merece el libro firmado por Leandro Ferreyra, Edgardo Logiudice y Mabel Thwaites Rey, Gramsci mirando al sur. Sobre la hegemonía en los 90, de 1994, también laudatarios de la tradición comunista refundada. A partir de una aguda introducción de Giuseppe Prestipino, diversos temas gramscianos son tomados como códigos de interpretación de algunos elementos de la realidad latinoamericana actual con un uso más refinado del instrumental gramsciano.

En 1997, en ocasión de las conmemoraciones del sexagésimo aniversario de la muerte de Gramsci, esta nueva situación parecía expresarse, en el mundo universitario, en el hecho de que la discusión del pensamiento gramsciano dejaba de ser patrimonio exclusivo de una elite de intelectuales y pasaba a ser apropiada de forma relativamente autónoma por la base estudiantil de izquierda.

Esta nueva discusión de Gramsci estuvo vinculada a una revitalización del pensamiento marxista en el ámbito estudiantil: “talleres”, “cátedras libres”, revistas, generadas por la militancia política de izquierda y por grupos “independientes” orientados hacia una opción de izquierda, volvían a traer un cierto matiz marxista a los corredores universitarios.

Es necesario destacar el carácter en parte “independiente” de esta especie de revival del pensamiento marxista en aquellas circunstancias. La novedad venía de grupos de estudiantes y profesores que no se identifican necesariamente con alguna de las expresiones políticas de la izquierda. Y es interesante ver cómo grupos más vinculados a un pensamiento de raíces peronistas -como el grupo El mate- o grupos más próximos a un pensamiento de izquierda marxista -como la organización El Viejo Topo-, utilizaron de algún modo el pensamiento gramsciano. Esta última, en el año gramsciano de 1997, publica un cuaderno denominado Ficha de discusión, sobre el tema “Crisis y protesta social. Una mirada a través de conceptos de A. Gramsci”, organiza, un curso sobre Gramsci, “Análisis de situación y correlación de fuerzas” y participa de la organización de la ya mencionada “Segunda Semana Gramsciana de Buenos Aires. Socialismo y revolución en el siglo XXI”, realizada los días 2, 3 y 4 de julio de 1997.69. Recientemente, el universo de las agrupaciones estudiantiles que utilizan el referencial gramsciano fue ampliado con la Agrupación Pasado y Presente que estableció su militancia en las facultades de Ciencias Sociales y Filosofía. Desde el comienzo la agrupación se mantuvo próxima a la figura del dirigente socialista e intelectual gramsciano, Jorge Tula.

Debemos recordar que Juan Carlos Portantiero, Waldo Ansaldi, Alfredo Pucciarelli, Hugo Calello,70 Emilio de Ipola, José Nun71, Horacio González, y otros intelectuales de la generación anterior al golpe de Estado del 76 y de las nuevas camadas pos-dictadura, continuaban trabajando con los textos gramscianos en sus aulas. La novedad, no obstante, parece estar en que el interés de las nuevas generaciones estudiantiles por Gramsci excede el uso meramente académico, extendiéndose al tratamiento de las cuestiones políticas.

Sin embargo, el hecho institucional más importante vinculado a este nuevo universo gramsciano en surgimiento, fue la fundación, en octubre del año 2000, de la Asociación Argentina Antonio Gramsci, presentada como “filial argentina de la International Gramsci Society” y que contó inicialmente con la presidencia del historiador Emilio Corbiere. La primera actividad pública de la nueva entidad fue la organización del Encuentro con el lema “Gramsci y la Revolución del Occidente: Europa-América”, realizado los días 20 y 21 de octubre de 2000 en las instalaciones de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, que contó con auspicio del Instituto Italiano de Cultura y de la Cátedra Libre Antonio Gramsci que funciona en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

El surgimiento de esta nueva asociación debe interpretarse como la continuación orgánica de la ofensiva de la izquierda neo-gramsciana de apropiarse del legado de Antonio Gramsci, cuyas primeras tentativas comentamos anteriormente. Esto queda claro en primer lugar, por la nómina de los fundadores, entre los que no se encuentran los gramscianos argentinos “clásicos”.72

La Asociación se propuso una importante agenda de trabajo que por razones de espacio no podemos describir aquí, destacándose un conjunto de eventos entre fines del 2002 y fines del 2003 que pueden consultarse en los reportes de Antonino Infranca al portal de la International Gramsci Society enviados en enero y diciembre de 2003.73 Sin embargo, después del fallecimiento de Emilio J. Corbiere, en marzo de 2004, parece haber dejado de funcionar públicamente.

El principal centro de referencia gramsciano argentino en la red mundial de computadoras, se encuentra en la dirección www.gramsci.org.ar, a partir del ano 2006. En este sitio, “un esfuerzo de la Cátedra Gramsci, de la Escuela de cuadros del PCA”, como señala la nota de presentación de los editores, encontramos un esfuerzo sistemático por vehicular en forma digital principales textos de universo gramsciano.

En términos de publicaciones, en los primeros años de este nuevo siglo se destacaron varios textos de Néstor Kohan (Gramsci para principiantes. Buenos Aires, Era Naciente, 2003; Antonio Gramsci, en la colección Vidas Rebeldes: Bogotá: Ocean Sur, 2006; y algunos artículos sobre Gramsci en la Internet). Los textos de Kohan están marcados -como el caso ya discutido de Borón- por el objetivo fundamental de “rescatar” a Gramsci como “revolucionario”, sin invertir un esfuerzo similar en mostrar la radical originalidad de la propuesta revolucionaria gramsciana y cómo ésta se traduce para el presente, sobre todo para las sociedades latinoamericanas. En el terreno revolucionario imaginario que diseña Kohan, Guevara y Gramsci podrán encontrase nuevamente y sin complejos. No por acaso Kohan reivindica para sí la figura del joven José Aricó (descartando radicalmente al Aricó maduro), que, como vimos, realizaba esta amalgama en los “incandescentes años” 60 y 70. El texto ¿Por qué Gramsci hoy?, publicado en el libro Pensar a Contramano, 2007, es un ejemplo elocuente. En la sección que denomina “el hilo rojo de los cuadernos”, las tesis teóricamente más relevantes (la concepción relacional del poder, la cuestión de la hegemonía, la cuestión de la crítica a economicismo y al materialismo objetivista, el énfasis gramsciano en el bloque histórico), son un resultado fundamental de las discusiones gramscianas de los años 60 y 70 y se encuentran tratadas de una forma precisa en Los usos de Gramsci (1975/77). ¡Hasta el hecho fundamental de que Gramsci era un revolucionario era el punto de partida de Portantiero en este texto! Sin embargo, Kohan repite en el texto -porque, argumenta, aún hoy se olvida-: “Gramsci fue un revolucionario”;74 como si por repetición pudiera exorcizar al enemigo “reformista”, o pudiera el carácter revolucionario de una teoría (o fuerza política) ser constituido por una autodefinición repetida discursivamente por los auto-proclamados “revolucionarios”.

Perteneciente a la misma generación gramsciana, Daniel Campione, coordinador de las Cátedras libres Antonio Gramsci en Buenos Aires y La Plata y autor de varios artículos de iniciación al pensamiento de Gramsci, publica, en 2007, un libro que parece ser una síntesis de sus investigaciones hasta el presente: Para leer Gramsci, Buenos Aires: Ediciones del CCC. Partícipe también del mismo esfuerzo de rescate de la vocación revolucionaria de Gramsci, diferentemente del caso de Kohan, se encuentra en el texto de Campione, por un lado, un sostenido esfuerzo teórico por alumbrar la novedad estratégica de la elaboración gramsciana (evidente en la selección y tratamiento de categorías en la primera parte del libro) y, por otro lado, una tentativa de aplicar la categorización gramsciana a la realidad latinoamericana, esbozada en los dos textos que aparecen como apéndices del libro: “Desde Gramsci hacia una nueva época” y “Latinoamérica, Argentina y el final del cosmopolitismo”.

En 2004 es publicado por la Editorial Siglo XXI el libro Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente, de nuestra autoría, en el cual acompañamos la trayectoria del pensamiento de Gramsci en Argentina haciendo foco en la experiencia política y cultural encabezada por José Aricó que quedó gravada en la historia latinoamericana como Pasado y Presente. El presente artículo puede ser considerado, una versión resumida y actualizada de aquel trabajo.

Para el año gramsciano de 2007 estaba programada la realización, en Buenos Aires, de la “IV Conferencia Internacional de Estudios Gramscianos”, cuya concretización fue frustrada por el fallecimiento de Juan Carlos Portantiero, el 9 de marzo de ese año. La conferencia fue realizada finalmente en México, del 29 de noviembre al 1º de diciembre. Sin embargo, la conmemoración del año gramsciano no pasaría en blanco en territorio argentino: la Biblioteca Nacional en colaboración con la Fondazione Istituto Gramsci, de Roma, organizaron el 8 de noviembre, la Jornada “Antonio Gramsci y la cultura latinoamericana”.75 Realizada en el salón Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional (dirigida por Horacio González desde 2005), bajo la coordinación general de Daniel Campione, con un público significativo y un día antes de la realización, en el mismo lugar, del homenaje organizado por el Club de Cultura Socialista a Juan Carlos Portantiero, la mención a las Jornadas, pueden servirnos de simbólico y corolario para este multifacético y fecundo recorrido de las ideas gramscianas en la Argentina entre 1947 y 2007.

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Notas

1 Artículo preparado en la coyuntura de las conmemoraciones del septuagésimo aniversario de la muerte de Gramsci, en 2007. El texto resume y actualiza elementos de la trayectoria del pensamiento gramsciano en Argentina trabajados en el libro Los Gramscianos Argentinos. Cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente, 2004.
2 Realidad, subtitulada “revista de ideas” fue publicada entre 1947 y 1949 por un grupo de intelectuales democráticos organizados en torno de la figura del filósofo Francisco Romero, que fue su director, contando con columnistas como Renato Treves y el por esa época desconocido Norberto Bobbio.
3 Sábato, Ernesto, “Epistolario de Gramsci”, en Realidad. Revista de ideas, Buenos Aires, 1947, p. 410.
4 Un estudio minucioso de los documentos con referencias gramscianas previas al artículo de Sábato debe todavía ser realizado. Preguntándose sobre lo que podría haber conocido Sábato sobre Gramsci antes de las Lettere, Aricó sugiere los siguientes textos: Germanetto, Memorias de un barbero, (Cenit, Madrid, 1932), en el cual aparece la figura de Gramsci; Trotsky, “Carta del camarada Gramsci sobre el futurismo italiano”, incluida por Trotsky en Literatura y revolución, Aguilar, Madrid, 1933; Weiczen-Giuliani, Historia del socialismo europeo en el siglo XX, (México, 1943), donde se presenta el movimiento de Ordine Nuovo, y a Gramsci como su fundador; Renato Treves, Benedetto Croce, filósofo de la libertad (Buenos Aires: Imán, 1944). Y, obviamente el texto de Romain Rolland, “Pour ceux qui meurent dans les prisons de Mussolini: Antonio Gramsci” que había conducido la campaña internacional por la liberación de Gramsci. Nestor Kohan (2007), menciona la referencia a los consejos de fábrica e a L´Ordine Nuovo realizada por José Ingenieros en el texto Los tiempos Nuevos, de 1921.
5 Agosti, Héctor P., “Noticias sobre Gramsci”, en Cuadernos de Cultura, No. 9-10, Buenos Aires, 1953, p. 40. Cursivas, RB.
6 Este tema será retomado, como veremos, por Juan Carlos Portantiero en otra perspectiva y bajo el concepto gramsciano de “traductibilidad” en el texto Los usos de Gramsci.
7 Togliatti, Palmiro, “El antifascismo de Antonio Gramsci, en Cuadernos de Cultura, nº 9-10, Buenos Aires, 1953, p. 49.
8 Revista Sur, 1953, p. 333.
9 Revista Sur, 1953, p. 333.
10 Debe recordarse que Gramsci había criticado duramente a Mondolfo en el artículo "Leninismo y marxismo de Rodolfo Mondolfo" en el nº 2 de L´Ordine nuovo, en 1919.
11 Mondolfo, 1986, p. 213.
12 En menos de 10 años se publicaron en Buenos Aires dos versiones de la Historia de la literatura italiana de Francesco de Santis: la edición de Americalee, en 1944, y la edición de Losada, en 1953.
13 Las ediciones de la Lautaro -que publicaba una serie de autores clásicos, como Miguel Hernández, Antonio Machado, Césare Pavese, etc.- eran de cinco mil ejemplares, mil de los cuales estaban destinados a los otros países de América Latina.
14 Posteriormente, en 1966, Lautaro se disuelve y vende los derechos de la traducción para la editorial Nueva Visión. En la mitad de los años 70, la editorial mexicana Juan Pablos Editor comienza una reedición completa de los Cuadernos a partir de la traducción argentina y completa los dos volúmenes restantes, siguiendo la edición en seis libros de la editorial Einaudi: en 1977 fue publicado Pasado y Presente, con traducción de Gabriel Ojeda Padilla, y en 1980, El risorgimento, con traducción y notas de Stella Mastrangelo. Debe anotarse, por lo tanto, el hecho que esos dos textos fundamentales no estaban disponibles en lengua española antes de esas fechas. En 1981 la editorial ERA inicia la publicación de la edición crítica de los Cuadernos de la Cárcel que culminará 20 años más tarde, en 2001.
15 Aricó, José María, La cola del diablo, Buenos Aires: Puntosur, 1988, p. 33. Cursivas, RB.
16 Aricó sugiere que este modo del planteo era debido a la “veleidad intelectual” de Agosti. Sin embargo, sería posible pensar también que Agosti sospechara o supiera de la resistencia que las posiciones teóricas del italiano tendrían en la dirección del PCA y, parafraseando a Togliatti, dejara de mencionarlo “para burlar la censura” partidaria.
17 Agosti, Héctor P., “Prólogo”, en Antonio Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, México: Juan Pablos, 1986 [1958], p. 7.
18 Ídem, p. 9.
19 Néstor Kohan se empeño en los últimos años en rescatar del olvido la figura de Agosti. Loable esfuerzo. Lamentablemente, en una lectura complaciente defiende la “virtud” de Agosti de “mantenerse firme” en el partido, de “no seguir la corriente”, abdicando en la práctica de sus posiciones, costándole esto “no pocas humillaciones en su rol de intelectual frente al rígido control de Codovilla y Ghioldi”, contraponiéndola con la actitud de José Aricó y Juan Carlos Portantiero que a diferencia de Agosti “se permiten romper” jugando un papel histórico importante, pero “terminan navegando siempre con la ola del momento”. “Lo que se ganó en libertad intelectual se perdió en coherencia ético-política” (Kohan, 2004). Extraña defensa ésta que hace del error virtud y del acierto defecto para acomodar la historia a una lectura prejuiciosa sobre Aricó y Portantiero. El rescate de la figura del intelectual comunista argentino debe todavía ser realizado; sin embargo, este rescate debe surgir del análisis histórico lo más libre posible de supuestos e prejuicios, si esto fuera realizable.
20 Agosti, Héctor P., “Prólogo a la edición argentina”, en Antonio Gramsci, Literatura y vida nacional, México: Juan Pablos, 1986 [1961], pp. 13-14.
21 Oliva, Raúl y Sierra, Raúl , “Crítica a una crítica revisionista”, Cuadernos de Cultura, n º 63 mayo-junio, 1963, p. 59.
22 “Examen de conciencia”, revista Pasado y Presente, nº 4, Córdoba, 1964. Tratamos más extensamente de estas experiencias en Los Gramscianos Argentinos. Cultura y política en la experiencia de pasado y Presente, Siglo XXI, 2005 y en Entre Gramsci y Guevara: Pasado y Presente y el origen de la concepción armada de la revolución en la ideología de la nueva izquierda argentina de los años sesenta, 2007.
23 Aricó, José M., op. cit., 1988, p. 72.
24 Fueron publicados textos de Bernstein, Kautsky, Pannekoek, Bauer, Althusser, Grossmann, Korsch, Chayanov, Borojov, Gramsci, Guevara, Luxenburg, Lukács, Sartre, Trotsky, Mehring,. Mao, sólo para mencionar a los más ilustres.
25 El número 1 de los Cuadernos, la Introducción general a la crítica de la economía política (1857), deKarl Marx, por ejemplo, fue reeditado 24 veces hasta septiembre de 1996, llegando en 1974 a un tiraje de 10.000 ejemplares. El Cuaderno número 4 (La filosofía como arma de la revolución, de Louis Althusser), reeditado veinte veces hasta enero de 1994, alcanzaría en 1974 el tiraje de 6.000 ejemplares. El número 13 de los Cuadernos (Huelga de masas, partido y sindicatos, de Rosa Luxenburgo), editado cinco veces hasta julio de 1978, alcanzó un tiraje de 14.000 ejemplares por la editorial Siglo XXI de España. Las publicaciones realizadas en Buenos Aires difícilmente bajaban de la cifra de 4.000 ejemplares.
26 En el libro La Rosa Blindada. Una pasión de los ´60, Néstor kohan insinúa que estas publicaciones y las colaboraciones entre su director, José Luis Mangieri y Aricó, darían a este emprendimiento político-cultural una definición “gramsciana” hasta tal punto que, afirma en su crítica al libro Los gramscianos argentinos, “sin La Rosa Blindada, no se puede comprender a fondo el contexto de Pasado y Presente” (Kohan, 2005, p.11). Sin desmerecer la importancia de La rosa Blindada en la cultura política de la época, la insinuación de paralelismo (y mucho menos de condición de inteligibilidad), en cuanto a Pasado y Presente en relación a Gramsci, no se sustenta.
27 De parte de la tradición comunista encontraremos en la década de 70 una solitaria defensa pública de Gramsci: el texto del intelectual comunista Emilio Troise “La verdad es revolucionaria”, en un suplemento del diario La opinión, denominado “Pasado y presencia de Antonio Gramsci”, publicado el 1º de septiembre de 1974. De hecho, el trabajo de Troise, donde se encuentra una tentativa de restituir Gramsci al campo de la tradición “marxista-leninista”, sea posiblemente un registro público único de una reivindicación del pensamiento gramsciano por un intelectual vinculado al PCA después de la expulsión del grupo de Pasado y Presente de sus filas. El suplemento reunía, junto a dos cartas intercambiadas por Gramsci y Togliatti, y el artículo de Troise, otro texto, “El educador de las masas”, escrito por José Aricó donde, como él mismo recuerda, encontramos “una lectura ‘de izquierda’ del gramscismo que pretendía forzar un punto de encuentro con el filón maoista” (Aricó, 1988: 212).
28 González, entrevista concedida al autor, Buenos Aires, diciembre de 1996.
29 González, Horacio, “Para nosotros, Antonio Gramsci”, en GRAMSCI, Antonio, El príncipe moderno y la voluntad nacional-popular, Buenos Aires: Puentealsina, p. 3.
30 Ídem, p. 12.
31 Ídem, p. 19.
32 Horacio González se exiliará en Brasil donde publica varios títulos, entre ellos dos libros significativos de su cruce entre marxismo y peronismo: Evita: a militante no camarín (São Paulo: Brasiliense, 1983) y Karl Marx: o apanhador de sinais (São Paulo: Brasiliense, 1984). En 1978 escribe una breve pero significativa nota para la revista Isto É, As melhores lições de Gramsci, en la que pasa revista a los principales conceptos gramscianos en el marco de una nueva edición de las obras de Gramsci por la editorial civilización brasileira.
33 Este trabajo de Portantiero, “Clases dominantes y crisis política en la argentina actual”, parece ser clave, en la evolución teórica de Portantiero. Es rico en citas de Gramsci (no sólo él, Mao también es repetidamente citado) y el concepto de hegemonía ya en clave más gramsciana que leninista (por la trama conceptual en que está inserto) es dominante en el texto. Debe recordarse, que poco tiempo antes, en 1971, era publicado Estudios sobre los orígenes del peronismo” de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero (que recogía artículos de 1969 y 1970) y donde el análisis estaba centrado en el concepto de “alianza de clases”, con un uso del concepto de hegemonía claramente definido en contorno leninistas. Aunque deba ser realizado un trabajo comparativo minucioso para demostrarlo, es posible apuntar estos desplazamientos conceptuales que serán claramente definidos, 2 años después, en el texto Los usos de Gramsci.
34 Se trataba de los siguientes textos de Gramsci: Democracia obrera (1919, escrito en colaboración con Togliatti; La conquista del Estado (1919); Sindicatos y consejos (1919); A los comisarios de sección de los talleres Fiat (1919); El consejo de Fábrica (1920); Sindicatos y Consejos II (1920); Dos revoluciones (1920); El programa de L´Ordine nuovo (1920); Espontaneidad y dirección consciente (1931); El Trabajador colectivo (1931); Pasaje del saber al comprender, al sentir y viceversa (1931).
35 Ernesto Laclau, quien trabajó junto a Gino Germani y José Luis Romero, militaba en la Izquierda Nacional dirigida por Jorge Abelardo Ramos y en 1969, a partir de una invitación académica del historiador británico Eric Hobsbawm, deja el país para desarrollar su trabajo de investigación en Inglaterra. Agudo lector de Gramsci, en textos como “Tesis acerca de la forma hegemónica de la política” (1980), Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia una radicalización de la democracia (Madrid: Siglo XXI, 1987), escrito en conjunto con Chantal Mouffe, y Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (Buenos Aires: Nueva visión, 1993), utiliza los conceptos gramscianos en forma creativa para pensar los procesos de transformación del capitalismo en la contemporaneidad.
36 Portantiero, 1995, pp. 65-66.
37 En español fueron editados dos libros-colecciones de artículos de J. C Portantiero demostrativos de su producción “mexicana”: la edición de la Editorial Plaza y Valdes-Folios del libro Los usos de Gramsci, México, 1987; y el libro La producción de un orden, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988. Diez de los trece artículos incluidos en estos dos libros pertenecen al período mexicano.
38 Los materiales de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista fueron publicados en los números 43 (I y II congreso) y 47 (III y IV Congreso) de los Cuadernos de Pasado y Presente, editados ambos en noviembre de 1973.
39 Portantiero, Juan Carlos, “Los usos de Gramsci”, en Antonio Gramsci, Escritos Políticos (1917-1933), Cuadernos de Pasado y Presente, nº 54, México: Pasado y Presente, 1977, p. 18.
40 Ídem, pp. 18-20.
41Un examen de la situación italiana”, julio-agosto de 1926. En versión española, el texto fue publicado en el nº 54 de los Cuadernos de Pasado y Presente, 1977. En italiano, la primera parte del texto fue publicado en 1928 (Stato Operaio, marzo de 1928) e íntegro en Rinascitá, del 14 de abril de 1967.
42 Aricó, J. M., op. cit., 1988, pp. 123-125.
43 Entre los cuales es necesario mencionar Discutir Mariátegui (1985), del intelectual argentino, recientemente fallecido, Oscar Terán; obra deudora también del exilio mexicano.
44 Aricó, José María, Marx y América Latina. Lima, CEDEP, 1980, p. 40.
45 Ídem, p. 40.
46 Ídem, p. 142.
47 Ídem, p. 47.
48 Decimos “públicamente significativa” porque dio lugar a textos críticos; entre ellos, el libro Gramsci, pensador político y militante revolucionario, de Mauricio Lebedinsky (1987). En el anexo, titulado “La semana gramsciana en Buenos Aires”, el autor critica la intervención de José Aricó, denominada “Gramsci y la crítica de la política”, enfatizando la idea de “declinación” discutida por Aricó en esa oportunidad.
49 Portantiero, 1991: 9. Cursivas, RB.
50 Aricó, J. M., op. cit., 1988, pp. 13-15.
51 Expresión tomada por Aricó de Robert Barros, “Izquierda y democracia: debates recientes en América Latina”, Zona Abierta, Nº. 39-40, abril-septiembre de 1986.
52 Aricó, J. M., op. cit., 1988, pp. 116-117. Cursivas, RB.
53 “¿Conviene o no conviene invocar al genio de la lámpara? El uso de las categorías gramscianas en el análisis de la historia de las sociedades latinoamericanas”, presentado en el Coloquio Internacional Memoria y vigencia de una pasión política. Homenaje a Gramsci en el centenario de su nacimiento. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2-7 de diciembre de 1991. Una primera versión de este texto fue publicada en el suplemento sobre Gramsci de La Ciudad Futura en 1987 en el artículo “Gramsci para historiadores”.
54 Ansaldi, Waldo, “¿Conviene o no conviene invocar al genio de la lámpara? El uso de las categorías gramscianas en el análisis de la historia de las sociedades latinoamericanas”. Revista Estudios Sociales, nº 2, Santa Fé (Arg.), 1 semestre de 1992 [1991], p. 49.
55 Ídem, p. 62.
56 Waldo Ansaldi: “Profetas de cambios terribles. Acerca de la debilidad de la democracia argentina, 1912-1945” (1995); Alfredo R. Pucciarelli y M. Cristina Tortti: “El modelo (y la noción) de hegemonía compartida” (1995),
57 Juan Carlos Portantiero, “Gramsci en clave latinoamericana”; José Aricó, “Gramsci y el jacobinismo argentino”; Arnaldo Córdova, “Gramsci y la izquierda mexicana”; C. N. Coutinho, “Revolución Pasiva y transformismo. Nueva lectura del populismo brasileño”; Fernando Calderón, “Hegemonía y bloque social. El camino de la transformación en Bolivia”; Waldo Ansaldi, “Gramsci para historiadores”; Ernesto Sábato, “Epistolario de Gramsci” (1º ed. 1947).
58 Carlos Nelson Coutinho y Marco Aurélio Nogueira (orgs), Gramsci e a América Latina, Rio de Janeiro, Paz y Terra, 1988.
59 Aricó realizará algunas precisiones a La cola del diablo en el texto que mencionamos de 1989 y, poco antes de su muerte, en el breve artículo “Actualidad de un pensador original” (1991a), pondrá de relieve la actualidad de la problemática gramsciana para el pensamiento crítico. Juan Carlos Portantiero escribió, en 1997, un nuevo artículo vinculado a Gramsci, “Gramsci y la crisis cultural del 900: en busca de la comunidad”, para el Convegno Internazionale di Studi Gramsci e il Novecento, organizado por la Fundazione Istituto Gramsci, en Cagliari, Itália, 15-18 de abril de 1997. Portantiero dedica la mitad del artículo a trabajar Gramsci. Partiendo de la idea de que no existe una “teoría de la acción” en el Materialismo Histórico, afirma Portantiero: Sin haber dilucidado la complejidad de este problema teórico que todavía el pensamiento marxista no ha podido resolver, no quedan dudas que, dentro de esta tradición, es en la fuente gramsciana -incompleta, asistemática- donde podrán, sin embargo, encontrarse las claves más sugestivas para un programa de investigación colocado en la misma área en que la sociología del 900 buscó fundar una teoría no determinista de la acción social (Portantiero, 1997: 20). Em 2003, Portantiero publica, como capítulo de libro, el texto Gramsci, lector de Maquiavelo que será posiblemente, descontando la posibilidad de inéditos, su texto póstumo sobre Gramsci (Publicado posteriormente también en italiano en el libro Studi Garmsciani nel Mondo. 2000-2005 publicado por la Fondazione Istituto Gramsci, con la organización de Giuseppe Vacca e Giancarlo Scirru, Bologna: Il mulino, 2007).
60 Evento promovido por la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISYP); Instituto de Estudios Sociopolíticos y de Acción Comunitaria; Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO); Centro de Investigaciones y Estudios de la Realidad Argentina (CIERA).
61 Referencia irónica a Los usos de Gramsci, de Juan Carlos Portantiero.
62 Boron, Atilio, “Indignación ante el despojo”, Dossier Gramsci, revista Fin de Siglo, 1987, p. 3.
63 Ídem, p. 4.
64 Ferreres, Aldo, “¿Por qué Gramsci Hoy?”. Dossier Gramsci, revista Fin de Siglo, nº 4, 1987, p. 2.
65 Petras, James, “La deserción de los intelectuales”, en diario Sur, 20 de mayo de 1990, p. 3.
66 Castro, Jorge, en El Cronista Comercial, de octubre de 1989, p. 14.
67 Ídem, p. 14.
68 La interferencia gramsciana en la producción teórica y política de la izquierda latinoamericana, en Periferias, año 2, nº 3, Buenos Aires, 1997. Realizamos un abordaje detallado de los resultados de la influencia de los conceptos gramscianos en los proyectos políticos de dos importantes fuerzas políticas de América Latina, en la investigación titulada Las peripecias de Gramsci entre Gulliver y Pulgarcito (Un estudio sobre los proyectos políticos del PT y del FMLN), tesis para la Maestría en Ciencia Política, Instituto de Filosofia e Ciências Humanas – Universidade Estadual de Campinas, Campinas, Brasil,1994.
69 La “Segunda Semana Gramsciana de Buenos Aires” (2-4 de julio de 1997) fue organizada por: Fundación Juan B. Justo, Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISYP); Foro de Debate Socialista; Cursos de Sociología y de Ciencia Política de la UBA; agrupamientos estudiantiles El Viejo Topo y El bloke.
70 Hugo Calello coordinó la edición del libro que compila las comunicaciones presentadas en el “Coloquio internacional memoria y vigencia de una pasión política. Homenaje a Gramsci en el centenario de su nacimiento” titulado Gramsci, memoria y vigencia de una pasión política, Mérida: ULA, 1993. Es autor también de: Gramsci, del Americanismo al Talibán, Buenos Aires: Altamira, 2003 y, junto con Susana Neuhaus y colaboradores, Hegemonía y emancipación. Fábricas recuperadas, movimientos sociales y poder bolivariano, Buenos Aires: Herramienta, 2006.
71 José Nun es autor de un texto bastante influyente en la década de 80, el artículo “Elementos para una teoría de la democracia: Gramsci y el sentido común” (1985). Éste y otros textos importantes como “La rebelión del coro”, “El otro reduccionismo” y otros fueron compilados en el libro La rebelión del coro. Estudios sobre la racionalidad política y el sentido común, Buenos Aires, Nueva Visión, 1989.
72 En la nómina de los fundadores que aparece en la “presentación de la asociación Argentina Antonio Gramsci” en Internet figuran los siguientes nombres: Emilio Corbiere; Daniel Campione; Antonio Infranca; Néstor Kohan; Andrés Méndez; Aldo Andréa Romero; Edgardo Logiudice; Leandro Ferreira. Antonino Infranca nos relata en mensaje del 9/11/2007 que Juan Carlos Portantiero había sido invitado repetidas veces, sin suceso, para participar de la Asociación, lo que es indicativo de la permanencia del distanciamiento político de los dos grupos gramscianos.
73 Disponible en: http://www.internationalgramscisociety.org/resources/online_articles/index.html. Antonino Infranca publicó en 2003, en el número 11 de la revista Periferias el artículo “La cola del diablo: el marxismo de Aricó y su interpretación de Gramsci”.
74 Kohan, Néstor, “¿Por qué Gramsci hoy?”, en Pensar a contramano. Buenos Aires: Nuestra América, 2007, pp. 493 y 495.
75 Las jornadas contaron con los siguientes participantes (y sus respectivos textos): Giancarlo Schirru: “Alemán, francés, inglés y ruso. Las traducciones de Gramsci en los Cuadernos”; Raúl Burgos: “Para una teoría integral de la hegemonía. Una contribución a partir de la experiencia latinoamericana”; María Pía López: “Gramsci frente a Sorel”; Alberto Filippi: “Los usos de Gramsci en los comienzos del siglo XXI, entre Europa y América Latina”; Daniel Campione: “Hegemonía y contrahegemonía en la América Latina actual”; Mabel Thwaites Rey: “Gramsci y la anticipación del futuro”; Horacio González, presentación del libro Studi gramsciani nel mondo 2000-2005.

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