¿De qué hablamos cuando hablamos de emancipación? | Centro Cultural de la Cooperación

¿De qué hablamos cuando hablamos de emancipación?

Autor/es: Alejandro Pisnoy

Sección: Opinión

Edición: 9/10

Español:

Para hablar de emancipación voy a tomar como centro las independencias de Nuestra América: ¿fueron independencias en todo sentido?, ¿independencias que apuntaban a nuevos pensamientos políticos, a profundos cambios económicos y sociales?, ¿o sólo fue el reemplazo o la expulsión de los virreyes, las instituciones coloniales y funcionarios impuestos por la corona española?


“El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu”. (José Martí, Nuestra América)1

Para hablar de emancipación voy a tomar como centro las independencias de Nuestra América: ¿fueron independencias en todo sentido?, ¿independencias que apuntaban a nuevos pensamientos políticos, a profundos cambios económicos y sociales?, ¿o sólo fue el reemplazo o la expulsión de los virreyes, las instituciones coloniales y funcionarios impuestos por la corona española?

Varias son las visiones y pensamientos que analizan este período emancipador. Por ejemplo parte de la historiografía peruana considera que el camino hacia la emancipación e independencia de América comenzó a finales del siglo XVIII, más precisamente entre 1780 y 1781, cuando en la zona del Cuzco, Tupac Amaru encabezó un levantamiento indígena. Precisamente éste no fue uno más en la historia del continente, ya que el mismo pronunció reformas más profundas que otros levantamientos que tuvieron características e ideologías diferentes, que se oponían sólo a la nueva religión, la imposición de impuestos, o buscaban la vuelta anterior a la llegada de los españoles. El levantamiento del Cuzco reivindicó más profundamente las cuestiones de la tierra, las libertades políticas y el camino de la independencia. Lamentablemente, fue derrotado en el campo de batalla, aunque no en la memoria de los pueblos sudamericanos. Es por eso que, a pesar de que los españoles intentaron silenciar y ocultar la historia de Tupac Amaru, este fue, para las próximas generaciones una piedra fundacional en el camino de la emancipación.

El segundo caso que sirve de ejemplo para hablar de la emancipación en el continente no los da el país más pobre, y destruido por el reciente terremoto de América, Haití. Gracias al primer el levantamiento de esclavos encabezado por Louverture en 1802, y luego, en julio 1803, por Petion y Dessalines, se logró vencer al ejército napoleónico y proclamar la independencia de la isla. El 1 de enero de 1804 Dessalines fue ratificado como jefe máximo de los patriotas durante el II Congreso en donde también se proclamó la Constitución de la República de Haití. En octubre de ese mismo año, el jefe máximo de la joven república llevó adelante una serie de transformaciones revolucionarias para la época y para el continente, asegurando la abolición de la esclavitud, el reparto de tierras entre campesinos y la prohibición de poseer tierras a los extranjeros blancos.

Esta primera independencia de un país de Nuestra América fue una más de las influencias trascendentes que llevaron a la emancipación y posterior independencia del continente, pero el final de esta primera experiencia quizás también anunció lo que podía llegar a suceder, ya que los enfrenamientos entre la oligarquía mulata de sur y oeste de la isla, y la nueva capa de terratenientes buscaron apropiarse de las plantaciones abandonadas por los colonos blancos que habían emigrado. Esto hizo que Dessalines implementara “una especie de dictadura militar”, que sólo en forma nominal tuvo carácter monárquico. Este régimen no llegó a estabilizarse ni a evitar la guerra civil, sino que lo convirtió en rasgos endémicos de la primera nación latinoamericana2.

Ambos casos, el levantamiento en los Andes encabezado por Tupac Amaru y la independencia de Haití, pueden ser mencionados como el comienzo o el camino de la emancipación y posterior independencia de América del Sur y Central, el camino hacia la posible conformación de dos grandes naciones, como lo pudieron haber sido la patria grande de América del Sur y las naciones centroamericanas, como lo pensaron y soñaron entre otros, Simón Bolivar y Cecilio del Valle.

En los comienzos del siglo XIX la idea de unidad no era descabellada. Uno de los primeros pensadores en escribir sobre la emancipación de América fue Francisco de Miranda, quien a fines del siglo XVIII comenzó a difundir sus ideas emancipadoras a nivel continental y no provincial como sucedía en algunas regiones,3 intentando acabar definitivamente con el sistema de opresión instaurado por España. Para ello, según Miranda, América se encontraba en una posición ventajosa en cuanto que contaba con una población superior y con riquezas mucho más importantes que España, pero en desventaja por las distancias que había entre las principales ciudades y los escasos medios de comunicación, que dificultaban la coordinación de las acciones. Ésta fue una cuestión central en el pensamiento emancipador de Miranda como así también de otros pensadores y políticos de la época como Simón Bolívar, Manuel Belgrano y Bernardo de Monteagudo4, sobre todo una vez que el camino de la independencia y la idea de una única nación se empezó a gestar más firmemente.

Las grandes distancias obligaban a manejarse por vías marítimas que ofrecían mayor rapidez y seguridad, pero para asegurar esto, según la idea de Miranda, había que contar con el apoyo de Inglaterra, la principal potencia marítima, que además estaba interesada en expulsar a los españoles de América para poder establecer un intercambio comercial5.

Claro que las distancias no fueron impedimento para que la revolución se llevará a cabo y se lograra expulsar a los españoles del continente, pero ¿cuál fue el camino de la emancipación que llevó a la revolución?, ¿se lograron cumplir esos objetivos que se habían trazado en un comienzo o sólo se lograron en parte, para luego terminar siendo traicionados? John Lynch (2009), historiador inglés, apunta sobre la Revolución de Mayo que Buenos Aires fue el hogar de dos bandos, uno español, compuesto por funcionarios peninsulares y comerciantes monopolistas, además de algunos comerciantes criollos que se beneficiaban de sus vínculos comerciales con España. El otro bando fue el de los revolucionarios, integrado por los burócratas y militares criollos que eran críticos con el gobierno español, los comerciantes, también criollos, especializados en el comercio neutral y no monopolista, además de los pequeños negociantes que se dedicaban al comercio minorista. Este análisis de la división y enfrentamiento entre criollos y españoles finaliza con la idea de que

(...) las raíces de la independencia, se ha sostenido en ocasiones, se encuentran en los intereses económicos y las percepciones sociales, o en una división ideológica entre conformistas y disidentes, más que en una dicotomía simple de españoles, por un lado, y criollos por otro. No obstante los americanos estaban adquiriendo conciencia de su identidad y sus intereses, y no dejaban de advertir que éstos eran diferentes de los de los españoles (..) las revoluciones hispanoamericanas fueron en primera instancia una respuesta a determinados intereses, y los intereses apelaron a las ideas.6

Varios historiadores, entre ellos el norteamericano Griffin, han negado a la emancipación su carácter revolucionario, considerándola sólo como un movimiento de liberación anticolonial. Otros autores hablan de que se trató de una guerra civil y algunos la han catalogado como un “conflicto de castas”, confundidos por la congruencia entre clases y castas en la sociedad colonial. Incluso, hay quien ha interpretado la independencia como una relación criolla frente a las reformas liberales metropolitana.

Tampoco la historiografía marxista está de acuerdo en la evaluación de la emancipación porque la independencia no generó transformaciones radicales, ni tampoco condujo al derrocamiento de la formación económica y social, ni apuntó a modificaciones profundas en el régimen de propiedad o las relaciones de producción. Por ello se limitan a denominarla “revolución de independencia” o “revolución anticolonial”, separando sus alcances políticos de los sociales7.

El camino de la independencia en nuestro continente estaba en marcha, pero no iba a poder llevarse a cabo después de la expulsión de los españoles sin que ello produjera diferencias entre las distintas clases, y sin traicionar los ideales emancipatorios que llevaron a la revolución. Podemos preguntarnos, como lo hace el historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy (2007), si se puede clasificar a la independencia de nuestro continente como una revolución, atendiendo a que la emancipación desató incontenibles ansias de justicia social, pero, por otro lado, no condujo a un cambio revolucionario de las viejas estructuras económicas y sociales, ya que después de 1826 los principales logros de la independencia que llevaron adelante Bolívar, Hidalgo, Morelos, Artigas, Moreno y demás representantes de la corriente democrático republicana comenzaron a revertirse.

¿Qué lugar ocupa hoy en día la emancipación?, ¿dónde podemos ubicarla en el curso de los gobiernos democráticos y progresistas de nuestro continente?; tomando los casos de Lula en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia. Podemos ubicarla de tres formas, la primera, antes de la llegada de estos gobiernos por medio del voto popular cuando la sociedad empieza a reclamar y tomar conciencia de que el cambio ya no iba a estar en los gobiernos neoliberales que gobernaron en la mayor parte del continente durante los 90, ni en los gobiernos de facto de fines de los 70 y comienzos de los 80 que operaron bajo el Plan Cóndor, en ambos casos bajo la aceptación y control de los Estados Unidos; la segunda forma, la podemos ubicar cuando se toman las primeras medidas de gobierno y se plantean políticas de igualdad social, poniendo, por sobre todas las cosas, en primer lugar, el acceso gratuito a la educación y a la salud.

Y la tercera es la combinación de la primera y segunda forma como parte de una nueva emancipación que se encamine hacia una nueva independencia y en una nueva búsqueda de unidad del continente, pero esta vez como lo pensaron los hombres y revolucionarios que marcaron el camino de la emancipación que dio lugar a la independencia del continente para luego ser traicionados por las clases altas que sólo buscaron su propio beneficio, y que finalizó con la división de un continente en pequeñas estancias a manos de unos pocos dueños locales o empresas extranjeras que se ocuparon, y aún lo hacen, de llevarse toda la producción y ganancia para sus países, quitándoles las tierras a los habitantes originarios y explotando en condiciones inhumanas a los trabajadores de Nuestra América.


Notas

1 José Martí. Nuestra América, Ed. Nuestra América, Buenos Aires, p. 19.
2 Guerra Vilaboy, Sergio. El dilema de la independencia, Ed. Cs. Sociales, La Habana, 2007, p. 22.
3 “(…) los pueblos de varias provincias de América en la desesperación con el exceso de tributo, injusticias y toda su suerte de abusos, se han sublevado en diversos períodos, más sin conseguir el alivio que buscaban, porque viniendo a someterse al fin, han aumentado más bien sus calamidades (…) Caracas se levantó por los años 1750, Quito en 1764, México trataba de su independencia con Inglaterra en 1773. El Perú estuvo sublevado en marzo de 1781, y en el mes de junio de ese propio año, el reino de Santa Fe en rebelión, expulsó al virrey y tropas europeas, quedándose el pueblo dueño del país (…)” Francisco de Miranda en: Bohóruqez Morán, Carmen, Francisco de Miranda. Precursor de las independencias de la América Latina, Ed. El perro y la rana, Caracas, 2006, p. 160.
4 Cabe mencionar el lugar que le da Bernardo de Monteagudo a las mujeres americanas durante el largo camino hacia la independencia del continente: “(…) Americanas: os ruego por la patria que desea ser libre imiteís estos ejemplos de heroísmo y coadyuvéis a esta obra con vuestros hijos; mostrad el interés que tenéis en la suerte futura de vuestros hijos, que sin duda serán desgraciados si la América no es libre … viva la exclamación que hacía en nuestra época una peruana sensible ¡¡¡libertad, libertad sagrada, yo seguiré tus pasos hasta el sepulcro mismo!!! y al lado de los héroes de la patria mostrará el bello sexo de la América del Sud el interés con que desea expirar el último tirano, o rendir el supremo aliento antes que ver frustrado el voto de las almas fuertes” (diciembre de 1811) En: Monteagudo, B. Horizontes políticos, Ed. Aterramar, Buenos Aires, 2008, p. 34.
5 “Desde el punto de vista militar, Miranda llegó incluso a describir la estrategia que a su juicio se adaptaban mejor al contexto americano, estimando que con doce o quince mil hombres y quince “navíos de línea”, el objetivo podía ser alcanzado. Para despertar aun más el interés de los británicos, concluye la propuesta con una idea largamente acariciada por Inglaterra: “la posibilidad de formar sin mayor dificultad un Canal de navegación en el Istmo de Panamá, que facilite el comercio de la China y del Mar del Sur con innumerables ventajas para la Inglaterra, América…”, en: Monteagudo, op. cit., p. 162.
6 Lynch, John. San Martín. Soldado argentino, héroe americano, Ed. Crítica, Barcelona, 2009, p. 63.
7 Guerra Vilaboy, Sergio, op. cit., pp. 228-229.

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