Entre “el campo” y “la tierra” | Centro Cultural de la Cooperación

Entre “el campo” y “la tierra”

Autor/es: Laura Bernstein, Jorge Ariel Pedregosa y Gelman

Sección: Investigaciones

Edición: 4

Español:

En el marco del Bicentenario, este artículo se propone enfocar el sector rural argentino. La importancia que adquirió en las vísperas de los jóvenes 200 años de nuestro país se observa tanto en el terreno económico como en el político. En el terreno político se impone la fracción propietaria no sólo de las tierras, sino de los agronegocios, visualizando aquellos años de la Argentina agroexportadora donde el país era la octava potencia mundial. Sin embargo, el sector rural es muy heterogéneo. También existe el sector de los pequeños productores que no entran en el comercio exterior, campesinos y trabajadores rurales, amparados bajo la categoría sociológica de la Agricultura Familiar, o productores directos en sentido amplio. En pleno desarrollo del proceso agroindustrial y de la agricultura comercial, la Agricultura familiar se debate su existencia y la de sus actores, su identidad y sus perspectivas, a la luz de la historia y de un presente signado por el resurgir de una alternativa Latinoamericana con su correlato en el sector rural, de movimientos indígenas, campesinos en la búsqueda de construir una sociedad más justa, solidaria y soberana (MPOPFBA).


En el marco del Bicentenario, este artículo se propone enfocar el sector rural argentino. La importancia que adquirió en las vísperas de los jóvenes 200 años de nuestro país se observa tanto en el terreno económico como en el político. La devaluación del año 2002 marcó ventajas competitivas y terminó de posicionar actualmente a la Argentina como el octavo exportador mundial de alimentos (Cátedra de Comercio-FAUBA). En el terreno político se impone la fracción propietaria no sólo de las tierras, sino de los agronegocios, visualizando aquellos años de la Argentina agroexportadora donde el país era la octava potencia mundial.

Sin embargo, el sector rural es muy heterogéneo. También existe el sector de los pequeños productores que no entran en el comercio exterior, campesinos y trabajadores rurales, amparados bajo la categoría sociológica de la Agricultura Familiar, o productores directos en sentido amplio. En pleno desarrollo del proceso agroindustrial y de la agricultura comercial, la Agricultura familiar se debate su existencia y la de sus actores, su identidad y sus perspectivas, a la luz de la historia y de un presente signado por el resurgir de una alternativa Latinoamericana con su correlato en el sector rural, de movimientos indígenas, campesinos en la búsqueda de construir una sociedad más justa, solidaria y soberana (MPOPFBA).1

A través de una recorrida por el proceso mundial de la integración agroindustrial, el avance de la agricultura comercial e industrial y su marco teórico dominante, nos insertamos en el presente agropecuario de la Argentina. Complementamos con los datos actuales de los sectores campesinos (o productores directos) de la Argentina y de los rasgos de su propuesta de producción con base en la Agricultura Familiar, como única variante existente de alternativa al despojo y al saqueo de los recursos naturales, enmarcada en la maximización de los beneficios y la rentabilidad “del campo”.

El marco teórico de los agronegocios

La Nueva Economía y Negocios Agroalimentarios (NENA) responde a un nuevo paradigma bajo el cual se estudia el sector agroalimentario a nivel mundial-local y a un diseño que genere eficiencia a nivel de sistema, centrando su atención en los “costos de transacción” (costo del funcionamiento económico y de la contratación).

Las grandes fuentes teóricas son el concepto de “La Firma” de Coase, en 1937, y el concepto de “Agribusiness” de Davis y Goldberg, en 1957.

Coase plantea La Firma como una organización social de la producción que administra las transacciones al igual que el mercado y ello despierta atención por los costos de transacción. En este sentido, el autor se enmarca en el enfoque de Nueva Economía Institucional, que reconoce las fallas del mercado y del capitalismo (principalmente las fallas de mercado relacionadas a la asimetría de la información a causa de una racionalidad limitada y de actitudes oportunistas/rentistas) y se basa en un análisis estructural, abarcando los ambientes institucional, organizacional y tecnológico, para decidir por la forma más eficiente de regulación de un sector económico: La firma, el mercado o una variante intermedia a través de los contratos.2

El concepto clave en los agronegocios es la gobernancia que identifica la forma en que se gobierna un sector económico, sus actores y la interrelación entre ellos.

Un sistema de agronegocios engloba a todos los participantes involucrados en la producción, procesamiento y marketing de un único producto agrícola. Tal sistema incluye proveedores de insumos agrícolas, agricultores, operadores de almacenaje, procesadores, mayoristas y los minoristas involucrados en un flujo de productos, así como al gobierno, los mercados de futuros, y las asociaciones de comercio.

Zylbersztajn y Farina desarrollan la confluencia original del concepto de la firma de Coase, extendiéndolo a todo el esquema de Agribusiness de Goldberg fundando el concepto de “modelo de agronegocios coasiano”. Entienden la coordinación en Agribusiness como “el resultado de la aplicación de mecanismos que provean la base para satisfacer las necesidades de los consumidores”. Sostiene el autor que la coordinación tiene dos dimensiones: incentivos y controles. “Incentivos a los agentes para obtener los resultados esperados, y el monitoreo de los agentes que llevan adelante la tarea”. Desde lo teórico, “Agribusiness system” sólo se confía en las coordinaciones vía el mecanismo de precios como una limitante derivada de la concepción neoclásica. Zylbersztajn introduce el concepto de firma, como un “complejo de contratos” y una alternativa a los mercados para resolver la misma problemática, las transacciones. A partir de allí, recorre un camino sobre la base de la economía de los costos de transacción.3

El marco teórico dominante busca la manera más eficiente para obtener rentabilidad. Comienzan a aparecer nuevos actores estratégicos en los SAA (Sistemas Agro Alimentarios). Supermercados surgen como actores de control y organización de los SAA, y a su vez son un eslabón de la integración vertical, y la internacionalización. “Los supermercados comercializan el 50 por ciento de los alimentos y los cinco más grandes concentran el 85 por ciento de esas ventas en el país”.4

Transformación del sector agropecuario

La agricultura se está transformando por la operación conjunta de diversos factores. Los sistemas económicos y sociales han sido sometidos a procesos de reestructuración profundos, acompañados por impactos sobre valores, instituciones y comportamientos. La apertura comercial, la creciente interdependencia entre mercados de productos y financieros, y la reestructuración de los actores y de los encadenamientos agroalimentarios hacen que la problemática de la competitividad se exprese de manera inédita, con resonancias críticas para la vida rural y la agricultura.

Ruttan identifica cinco conjuntos de relaciones de mercado que estructuran la economía agraria: el mercado de los productos (que puede variar considerablemente según la mercancía), el mercado de los inputs, el mercado de trabajo, el mercado de la tierra y el mercado de los bienes de consumo. Existe una tendencia dominante de creciente racionalización de la producción agraria, de la agricultura a la agroindustria. Proceso fomentado desde el cestado y consecuencia de sustitución de trabajo por capital.5

Agricultura Comercial

La agricultura comercial se basa en la sustitución de factores de producción. Dentro de esta sustitución de tierra por capital es donde cumple su papel la tecnología “de insumos”. Se entiende por tecnología de insumos aquella “lista para usar”: fertilizantes, herbicidas, insecticidas, funguicidas, semillas mejoradas, maquinaria agrícola, etc. Son de fácil adopción y poseen una dinámica propia. Con ello se pierden las especificidades ecológicas del suelo, que son reemplazadas por los insumos.

La tecnología de insumos no refuerza la capacidad fotosintética de la biósfera, pero aumenta la producción de unos cuantos cultivos comerciales, por lo que los beneficios de la agricultura comercial equivalen a pérdida de biodiversidad.

En el período actual, la agricultura se caracteriza por el predominio del conocimiento de creciente complejidad y rápida obsolencia. La tecnología en la agricultura comercial presenta una “tendencia creciente” a la “desincorporación” de tecnologías “blandas” (que implican los conocimientos adquiridos del agricultor), y cuanto más complejo es el proceso y reducido el espacio cronológico entre disponibilidad y obsolencia, más aumenta el costo de incorporación al productor, y supera al costo de oportunidad del capital humano preexistente. Esto se manifiesta por la disposición a pagar por el productor para la provisión en tiempo y forma, de información de alta especificidad.6 El eje de la agricultura por primera vez en la historia ya no pasa por el saber del agricultor. La tecnología del capital, incorporada en maquinarias, insumos y semillas, ya no necesita de un agricultor que reproduzca año a año la semilla. Ahora es el gran capital el motor y el agricultor, un operario más de la “agricultura de contrato”.

Transnacionalización y dependencia

La innovación tecnológica agropecuaria se basa en tecnologías, conocimientos y productos generados en el exterior y a su vez son propiedad de empresas transnacionales. Esta situación crea para América Latina, por lo menos, dos problemas.

La propiedad privada del conocimiento que está vinculado a la producción de insumos estratégicos lleva a la constitución de poder monopólico en el mercado. El segundo problema está vinculado con las actividades de investigación y desarrollo de las empresas agroindustriales procesadoras. La mayor parte del desarrollo agroindustrial reciente en América Latina ha sido hecho por grandes empresas transnacionales.

Es evidente que a medida que la aplicación de la biotecnología se extienda y se haga más dominante, aparecerán más oportunidades para que algunas empresas construyan un excesivo poder de mercado en tecnologías absolutamente necesarias para sostener la competitividad internacional, y la vida. Uno podría imaginarse un escenario extremo en el cual los países en desarrollo provean los recursos naturales y la mano de obra, mientras que la tecnología y, consecuentemente, una parte de la organización del negocio la provean empresas transnacionales, las cuales podrían así apropiarse de la mayor parte de los excedentes económicos generados7 (dos ejemplos en el país son la vitivinicultura y el sector lechero).

La integración vertical y globalización

El sector agrícola se está incorporando al proceso de globalización en un marco de políticas de apertura comercial. La productividad, la eficiencia y la capacidad de participar en el comercio mundial se constituyen en variables fundamentales para el desarrollo. Este escenario se torna cada vez más exigente para la agricultura. La reconversión productiva plantea retos inéditos en materia empresarial y de infraestructura. La mayor articulación de la producción primaria a cadenas agroalimentarias hace que la capacidad de negociación y la inocuidad de los alimentos adquieran creciente relevancia. Las exigencias de calidad no se refieren solamente a productos, sino a sistemas, tecnologías, procesos y factores de producción (Nogueira 2001). De esta manera, se impone a los productores que apuntan al mercado exterior los insumos, los procesos y los productos que deben hacer y usar, limitando su independencia y el poder negociador, incorporándose al proceso de la agricultura industrial y de contrato, donde pasan ser “operarios” en el ciclo agrícola.

En la época preindustrial, el productor rural era responsable de la actividad agropecuaria, de la provision de semillas, insumos e implementos agrícolas y de la producción artesanal de alimentos transformación/conservación (secado, fermentado, destilación, molineria).

Ahora ya no puede desde la explotación agropecuaria (EAP) explicar la dinámica económica de la producción de bienes, sólo provee materia prima. Se produce la transformación de la producción agropecuaria de bienes finales a materia prima industrial. Así, la configuración de la producción de alimentos es el resultado de un proceso no lineal de incorporación de la producción agropecuaria a la dinámica del capital industrial.8

Larson y Rogers plantean que la creciente dependencia de los agricultores a la agroindustria es un índice que señala la transición de la agricultura de subsistencia a la agricultura moderna. La integración de la agricultura es una estrategia de dominación por parte del capital industrial. El contrato no es solamente un elemento de coerción, asegura transferencia de productividades hacia empresas industriales y de riesgos hacia productores.

Agricultura comercial y biodiversidad

Toda especialización y estandarización puede tener un efecto desestabilizador en los agroecosistemas. Como regla general, los sistemas agropecuarios son más sencillos, más dependientes en recursos externos y más vulnerables a la incidencia de plagas y enfermedades o fluctuaciones climáticas que los ecosistemas naturales.

La especialización necesaria para asegurar la rentabilidad a corto plazo puede estar en conflicto con la diversificación que requiere la sostenibilidad del sistema en el tiempo. De esta manera, la humanidad en los últimos tiempos ha impulsado la conversión de sistemas complejos en sistemas simples, poniendo en peligro la estabilidad de los fundamentos biofísicos de la vida y desencadenando lo que se ha dado en llamar la “crisis de la biodiversidad”.9

La biodiversidad tiene dos dimensiones inseparables: biológica y cultural. Comprende la diversidad genética de especies y de ecosistemas que habitan la biosfera y los múltiples procesos culturales que en diferentes épocas y contextos ecológicos han caracterizado la relación del hombre con su ambiente natural. La biodiversidad es, por lo tanto, una propiedad de los ecosistemas vivos y culturales que los hace distintos, diferentes, únicos. Es una característica de la naturaleza y de las múltiples formas de adaptación e integración de la especie humana a los ecosistemas de la tierra y por tanto no es un recurso.10

La ecología nos enseña que la biodiversidad aporta en el mantenimiento de los servicios ambientales (bienes públicos) y a las tensiones provocadas directa o indirectamente por las actividades económicas sobre la biodiversidad, la resiliencia. Resiliencia es la capacidad del medio ambiente de soportar el stress generado por factores externos como el impacto de la actividad humana. La resiliencia es lo que determina en última instancia el valor de la biodiversidad, única garantía de estabilidad y sustentabilidad.

“La agricultura industrializada consume 50 veces mas energía que la agricultura tradicional, pues el 95% de los productos alimentarios exige la utilización de petróleo. Solo para criar una vaca y ponerla en el mercado se consumen 6 barriles de petróleo”.11 Por lo tanto, el modelo de agricultura comercial, con sus consecuencias culturales de emigración de la población rural y su simplificación con la tecnología de insumos, atenta a largo plazo contra la biodiversidad, biológica y cultural.

Agricultura Familiar: concepto

La Agricultura Familiar es un tipo de producción donde la Unidad Doméstica y la Unidad Productiva están físicamente integradas, la agricultura es la principal ocupación y fuente de ingreso del núcleo familiar, la familia aporta la fracción predominante de la fuerza de trabajo utilizada en la explotación, y la producción se dirige al autoconsumo y al mercado conjuntamente.12

Incluimos en esta definición genérica y heterogénea distintos conceptos que se han usado o se usan en diferentes momentos, como son: Pequeño Productor, Minifundista, Campesino, Chacarero, Colono, Mediero, Productor familiar y, en nuestro caso, también los campesinos y productores rurales sin tierra y las comunidades de pueblos originarios.

En el concepto amplio de “Agricultura Familiar” deben incluirse las actividades agrícolas, ganaderas o pecuarias, pesqueras, forestales, las de producción agroindustrial y artesanal, las tradicionales de recolección y el turismo rural.

El modelo Familiar tiene como característica la relación íntima entre el trabajo y la gestión, la dirección del proceso productivo por parte de los propietarios, el énfasis en la diversificación productiva, en la durabilidad de los recursos y en la calidad de vida y la utilización de trabajo asalariado en carácter complementario. (FAO-INCRA, 1994:2).

Pequeño Productor o Agricultor Familiar

Haremos prevalecer la categoría de “agricultor familiar” por sobre la de “pequeño productor”. Bajo esta perspectiva, comienzan a ganar importancia y a ser vislumbrados como nuevas estrategias posibles aspectos antes considerados como menores, la discusión acerca de las alternativas de comercialización, las formas de producción asociativas, el estímulo a la creación de agroindustrias que concentren eslabones en las cadenas de producción y comercialización, las implicaciones de las elecciones tecnológicas y las dimensiones ambientales de la producción agrícola. En este sentido, el objeto de estudio no es “la cadena productiva”, sino el “sistema productivo” y sus consecuencias tanto económicas como sociales, culturales, territoriales.

Origen de la Agricultura Familiar

El uso del concepto de Agricultura Familiar (AF) surge hacia fines de los años 80 en Brasil, luego de los asentamientos llevados a cabo por el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).

Medeiros13 consigna que, en los años 90, se vislumbra en Brasil el crecimiento de la visibilidad de dos segmentos sociales en el medio rural: los Sin Tierra y los Agricultores Familiares. Desde los años 50, y hasta mediados de los 80, las principales luchas agrarias pasaban por las demandas de los asalariados en los latifundios, lo que dio al uso de la categoría genérica de “trabajador rural” cimiento de la construcción de identidad a partir del trabajo y las posibilidades de sindicalización.

Hacia fines de los 70 y principios de los 80, surgen nuevos espacios de confrontación, protagonizados por nuevos segmentos, principalmente en el sur de ese país, fruto del proceso de modernización agrícola. Este proceso trajo, por un lado, pequeños productores que lograron tecnificarse e incorporarse a la modernización, y por el otro, sectores altamente pauperizados, mientras que otros fueron expropiados. Este último sector fue construyendo su identidad bajo la bandera de la reforma agraria y constituyéndose en el MST, que pasó a impulsar asentamientos y acciones de reapropiación de las tierras.

En el transcurso de este proceso, recobran fuerza los pequeños productores pauperizados, así como toman una entidad diferente los Sin Tierra “asentados” y dedicados a la producción en minifundios. Los pequeños productores progresivamente pasan a ocupar lugares de mayor importancia en la conformación de un nuevo modelo de desarrollo para el país. Esos elementos se sumaron al crecimiento del debate intelectual sobre la importancia económica y social de la AF.

Para S. Schneider14, frente a los desafíos que enfrentaba el sindicalismo rural en los años 80, frente a los impactos de la apertura comercial, la falta de crédito agrícola, y la baja de los precios de los productos agrícolas de exportación, la noción de AF se mostró capaz de albergar un conjunto diverso de categorías sociales, tales como los asentados, arrendatarios, integrados a las agroindustrias, entre otros, que no se identificaban cómodamente con las nociones de pequeños productores o de trabajadores rurales.

El Estado brasileño brindo una fuerte legitimación para la AF en el escenario político y social con la creación del Programa Nacional de Fortalecimiento de la AF (PRONAF), en 1996. Este programa surge como respuesta a las presiones del sector desde inicios de la década del 90, con el objetivo de proveer crédito y apoyo institucional a los productores que no estaban cobijados en las políticas públicas orientadas a los monocultivos para exportación desde la década del 80. Hoy el sector se representa en el “Ministerio de Desarrollo Rural”.

En nuestro país, las definiciones del concepto de AF también están fuertemente unidas al contexto histórico. La definición implica una toma de posición de los propios actores para definirse conjuntamente en tanto sector económico, sujeto social, actor político, todo ello englobando además tecnologías para la producción, estilos de vida, y aspectos culturales tradicionales propios de cada región.

En nuestro concepto, la agricultura familiar es una “forma de vida” y “una cuestión cultural”, que tiene como principal objetivo la “reproducción social de la familia en condiciones dignas”, donde la gestión de la unidad productiva y las inversiones en ella realizadas son hechas por individuos que mantienen entre sí lazos de familia, la mayor parte del trabajo es aportada por los miembros de la familia, la propiedad de los medios de producción (aunque no siempre de la tierra) pertenece a la familia, y es en su interior que se realiza la transmisión de valores, prácticas y experiencias.15

¿Agricultura comercial vs agricultura familiar?

La evolución actual de la agricultura en América latina va “...en detrimento de la producción local, diversa y autosuficiente, en la cual el sector campesino y los pequeños y medianos agricultores tuvieron un marcado éxito durante siglos”.16

El efecto que la supervivencia del campesinado tiene sobre la estructura de la tenencia de la tierra es el de poner freno a los dos amplios movimientos que distinguen al capitalismo agrario: la acumulación y la concentración. A su vez también generan un intercambio con la agricultura comercial al ser reservorios de mano de obra rural temporaria. La agricultura campesina no es absolutamente incompatible con un sistema industrializado en la producción de alimentos, es un refugio para trabajadores temporales mientras no trabajan en la agroindustria.

La agroindustria y la agricultura de contrato también conviven y son compatibles con las explotaciones familiares. La innovación tecnológica y la necesidad de acumulación de capital en la agricultura no solo amplían constantemente el margen de las parcelas de tierra económicamente viables, sino que al disminuir la necesidad de mano de obra contratada, crean unidades productivas que, aunque no sean campesinas en sus características, por lo menos son unidades donde la familia de nuevo es autosuficiente.

El hecho mismo de que la emigración sea la única alternativa en muchas de las zonas aisladas donde existe una agricultura familiar constituye un fuerte factor disuasorio a la hora de abandonar la agricultura.

Sin embargo, según el criterio utilizado en la Argentina, y de acuerdo al Censo Nacional de Población 2001, la población con residencia rural era, en ese año, de 4.179.418, lo que representaba el 10,6% de la población total. Dicha población rural se distribuía en dispersa y agrupada (7,2% y 3,4%). Entre 1991 y 2001, según los Censos de Población, la población rural cayó en 290.000 personas, un 7%. De esta caída, un 9% disminuye la población rural dispersa y aumenta un 8% la agrupada en pueblos de menos de 2.000 habitantes. Este es un indicador de otra forma de permanencia en el campo.17

Una explotación campesina siempre tiende a estar “en flujo hacia” o “resistiendo el flujo hacia” otros tipos de unidades productivas, y un productor de estas características puede “desplazarse” tanto hacia arriba, transformándose en capitalista, como hacia abajo, deviniendo en proletario.18

Sistemas productivos y pensamientos sistémicos

Desde los años 80, asistimos a la declinación del rol del Estado en el medio rural, como respuesta al avance neoliberal, consolidado en el Consenso de Washington (1990). Esto derivó, en Latinoamérica, hacia un dinámico crecimiento de la agricultura comercial, con sesgo altamente agro-exportador.

Desde los años noventa se viene instalando en nuestro País la prioridad de las cadenas productivas (o de valor), como enfoque central para el análisis. Sin desconocer la importancia de la integración vertical y sus distintos abordajes agroindustriales y agroalimentarios, aparece una omisión deliberada de los sistemas productivos. Hay que admitir que es una forma efectiva de privilegiar el producto, la productividad y la comercialización, por sobre la gente, el ambiente, el territorio o la sociedad.19

Hay buenas razones para justificar la especialización creciente que observamos, sin solución de continuidad: “Sin embargo, se hace cada vez más necesario complementar la especialización con la integración”.20 Eric Hobsbawm va más allá, aun, cuando advierte que “el gran peligro de la historia es la especialización”.21

Según Navarrete y Col. existe un campo casi inexplorado, relacionado con el diseño sostenible de agroecosistemas: “Este campo de investigación podría llevar al diseño de modelos alternativos de producción y de otras formas de pensar la agricultura...”22 Admitiendo la convivencia de varias formas de producción, se propone la pequeña y mediana Agricultura Familiar como núcleo sustentable del desarrollo rural y nacional.

Conclusión

La consolidación y la reproducción de la AF en la estructura agraria de los países desarrollados responde fundamentalmente a la intervención del Estado. Además esta intervención fue absolutamente indispensable teniendo en cuenta el carácter estratégico de la seguridad alimentaria y sobre todo de la base natural de la cual depende la producción agrícola.23

En Argentina, la pequeña y mediana AF se debate en una retirada silenciosa pero dramática, a nivel humano y de futuro nacional. Su resistencia trasciende lo productivo para transformarse en “...lucha por una cultura, por una forma de vida que las reglas del mercado y las políticas neoliberales cancelan e ignoran”.24

Según el Censo 2002, el número de explotaciones agropecuarias (EAP) se redujo, desde 1988 en un 25% (30% en la región pampeana). Correlativamente, la superficie promedio aumentó en un 28%, hasta alcanzar 538 has. La pérdida de unidades impactó de lleno en la Pymes, conformadas básicamente por producciones familiares. No obstante, éstas aun representan las 2/3 partes de las 317.800 EAPs. Ocupan un 14% de la superficie y producen hasta un 20% del Producto Bruto Agropecuario (INDEC, 2002).

Si consideramos nuestra superficie, nuestra población y su pésima distribución, nos encontramos con “un gran territorio vacío y no planificado, en términos de desarrollo y gestión geopolítica nacional”.25 La inversión en AF resulta altamente rentable, si pensamos en términos humanos, sociales, económicos y ecológicos, incluyendo una visión espaciotemporal. La promoción de la pequeña y mediana Agricultura Familiar se vislumbra como una materia sólida, para cimentar una Nueva Ruralidad -en Argentina como parte de un Proyecto de Desarrollo Nacional.26

Se puede ubicar a los campesinos como sector capaz de desempeñar un papel relevante en la reestructuración de las economías regionales, contrariamente a la visión que postula la marginación y desaparición de dicho sector en la conformación del nuevo orden económico.27

El estado en los últimos años ha avanzado en institucionalizar espacios de gestión del sector de la Agricultura Familiar. El INTA creó el Programa Nacional de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la PAF (pequeña agricultura familiar), con tres Institutos de Investigación en las Regiones NOA, NEA y Pampeana (IPAF pampeana). Recientemente se ha formalizado la subsecretaria de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar, a tono con las resoluciones del Mercosur (mercosur/gmc/res nº 25/07- directrices para el reconocimiento e identificación de la agricultura familiar en el mercosur).

La tecnología disponible acepta la posibilidad de que las comunidades rurales tengan el acceso a los servicios públicos que tienen los habitantes urbanos, como el agua y la luz, muchas veces causas de la emigración que en busca de calidad de vida las mayorías se asientan en villas de emergencia que generalmente cuentan con estos servicios. El avance del Estado en el Bicentenario, junto a la iniciativa de las poblaciones rurales, campesinas e indígenas, es necesario para reparar el avance anterior (genocidio de por medio) y para proteger el medio ambiente y su gente del avance del capitalismo desvastador y asegurar las condiciones para la vida en el medio rural, revirtiendo la tendencia de urbanización que hace insostenible, enfermante y atrofiante la vida en las grandes ciudades.


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  • Pedregosa y Gelman, Jorge. “Fundamentación ecológica de los derechos de exportación”, s/e.

Documentos

  • “Documento de la Mesa Provincial de Organizaciones de Productores Familiares de Buenos Aires”, 2008.
  • “Foro Nacional de la Agricultura Familiar: lineamientos generales de Políticas públicas orientadas a la elaboración de un plan estratégico para la Agricultura familiar”, Buenos Aires, 2006.
  • “Programa Cooperativo para el Desarrollo Tecnológico Agropecuario del Cono Sur (PROCISUR).”
  • Secyt-OEA. “Reflexiones sobre la política tecnológica en el sector agropecuario”. Presentación realizada en el Taller de políticas hemisféricas de Ciencia y Tecnología e Innovación para mejorar la competitividad del sector productivo, Buenos Aires, 2003.
  • “Tecnologías agropecuarias con características de bienes semipúblicos: Fondo regional de tecnología agropecuaria”, marzo, 1997.

Notas

1 “Documento de la Mesa Provincial de Organizaciones de Productores Familiares de Buenos Aires”, 2008.
2 Ordoñez, Héctor. “Aportes metodológicos de estudio e intervención en los agronegocios”, en publicaciones de la Catedra de Comercio-FAUBA, Buenos Aires, 2005.
3 Ibídem.
4 Navarro, Roberto. “Pantriste”, en Página/12, 7 de septiembre de 2008.
5 Gutman, Graciela. “El sector agropecuario y el sistema alimentario. Nuevas dinámicas, nuevos enfoques”, en Revista Argentina de Economía Agraria, 1999.
6 “Tecnologías agropecuarias con características de bienes semipúblicos: Fondo regional de tecnología agropecuaria”, marzo, 1997.
7 Secyt-OEA. “Reflexiones sobre la política tecnológica en el sector agropecuario”. Presentación realizada en el Taller de políticas hemisféricas de Ciencia y Tecnología e Innovación para mejorar la competitividad del sector productivo, Buenos Aires, 2003.
8 Gutman, Graciela, op. cit.
9 Pedregosa y Gelman, Jorge. “Fundamentación ecológica de los derechos de exportación”, s/e.
10 Soldbrig, O.T.; van Emdem, H. M.; van Oordt, P.G.W. (Eds). Biodiversity and global change, CAB International en asociación con la Internacional Unión of Biológical Sciences, UK, 1994.
11 Frei Betto. “Mercados bajo tensión”, en Página/12, Buenos Aires, 9 de septiembre de 2008.
12 “Programa Cooperativo para el Desarrollo Tecnológico Agropecuario del Cono Sur (PROCISUR).”
13 Servolo de Medeiros, L. “Sem Terra, Assentados, Agricultores familiares: consideraçoes sobre os conflitos sociais e as formas de organizaçao dos trabalhadores rurais brasileiros”, en Giarraca, N. ¿Una Nueva ruralidad en América Latina?, CLACSO, Buenos Aires, 2001.
14 Schneider S. A pluriatividade na agricultura familiar, Editora da UFRGS, Porto Alegre, 2003.
15 Foro Nacional de la Agricultura Familiar: lineamientos generales de Políticas públicas orientadas a la elaboración de un plan estratégico para la Agricultura familiar”, Buenos Aires, 2006. Destacado en el original.
16 Pengue, W. A. Agricultura industrial y transnacionalización en America Latina ¿Latransgénesis de un continente?, PNUMA, GEPAMA, Buenos Aires, 2005.
17 Reca, Lucio; Parellada, Gabriel. El sector agropecuario argentino, Editorial Facultad Agronomía, Buenos Aires, 2006
18 Murmis, Miguel. “Tipología de pequeños productores campesinos en América latina”, en Ruralia – Revista Argentina de Estudios Agrarios, Nro 2, Buenos Aires, FLACSO, junio, 1991.
19 Loewy, Tomás. “Indicadores sociales de las unidades productivas para el Desarrollo Rural en Argentina”, (M.Sc.), INTA Bordenave, Buenos Aires, 2007.
20 Murray Gell-Mann. “Transiciones hacia un mundo mas sustentable”, en EL QUARK y EL JAGUAR, Metatemas 38, Cap. 22, 1998, pp. 363-385.
21 Hobsbawm, Eric. “La historia del siglo”, Entrevista en revista de cultura Ñ, Clarín, Nº 193, 9 de junio de 2007.
22 Navarrete, D.; Gallopin, G.; Blanco, M.; Díaz Zorita, M.; Ferraro, D.; Herzer, M.; Laterra, P.; Morello, J.; Murmis, M.R.; Pengue, W.; Piñeiro, M.; Poderta, G.; Satorre, E.H.; Torrent, M.; Torres, F.; Viglizzo, E.; Caputo, M.G.; Celis, A. “Análisis sistémico de la agriculturización en la pampa húmeda argentina y sus consecuencias en regiones extrapampeanas: sustentabilidad, brechas de conocimiento e integración de políticas”, Serie Medio Ambiente y Desarrollo, Nº 118, CEPAL, Santiago de Chile, AR, 2005.
23 Abramovay en Schneider, S., op. cit.
24 Díaz Rönner, L. “Transformaciones de la producción agraria en Argentina y la situación de la agricultura familiar” www.grr.org.ar, 2005.
25 Pengue, op. cit.
26 Ibídem.
27 Cáceres Daniel; Felicitas Silvetti y Guillermo Ferrer. Y... vivimos de las cabras: transformaciones sociales y tecnológicas de la capricultura, La Colmena, Buenos Aires, 2006, p. 15.

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