La independencia de Haití y el bicentenario olvidado
Autor/es: Juan Francisco Martinez Peria
Sección: Especial
Edición: 23
En este trabajo me propongo llamar la atención y superar el lamentable olvido de la revolución de Haití en el marco de las celebraciones del bicentenario de las independencias de América Latina. En este sentido, analizo la última etapa de aquel proceso revolucionario sumamente radical que derivó en el nacimiento de Haití, la primera república negra del mundo y el primer país independiente de la región. Mi intención es demostrar que en 1801 se dio un quiebre entre el gobierno de Toussaint Louverture y el de Napoleón Bonaparte, debido a la política autonomista del primero y las medidas pro-imperialistas, racistas y esclavistas del segundo. Esto dio lugar a una expedición francesa recolonizadora y a una guerra de liberación protagonizada por los afrodescendientes rebeldes, que puede ser interpretada como el choque definitivo entre dos revoluciones, la de Saint Domingue y la de Francia, que expresaban dos formas contrapuestas de entender la aplicación de los derechos del hombre, una universalista y otra particularista. A pesar del éxito inicial de los invasores, la expedición terminó en un rotundo fracaso y en un evento sin precedentes, los ex esclavos se impusieron ante uno de los imperios más poderosos de la tierra. La revolución haitiana que había comenzado como una insurrección anti-esclavista y anti-racista devino así en una revolución anti-colonial, la primera que triunfó en América Latina. Su ejemplo produjo tal terror entre las elites blancas, que es el día de hoy que todavía continúa injustamente silenciada.
Introducción
En el año 2010 los gobiernos latinoamericanos y numerosos movimientos políticos, sociales y culturales celebraron con gran pompa el bicentenario de la independencia de la región. Aquellos festejos, aún con diversos signos políticos, fueron importantes dado que revindicaron una gesta de enorme relevancia para nuestra historia y nuestro presente. Sin embargo, lamentablemente el grueso de los que promovieron aquellas celebraciones omitió un hito fundamental y fundacional de nuestro pasado, la revolución de Haití. Esa primera revolución de independencia, alcanzada en 1804, brilló por su ausencia en la mayoría de los actos y discursos dedicados a conmemorar el proceso emancipatorio. En el 2010, poco y nada se dijo sobre el tema y en el 2004 sólo se festejó en tres países, Haití, Cuba y Venezuela. Y para colmo, en Haití, el presidente Jean Bertrand Aristide, quien aprovechó la efeméride para reclamarle a Francia el pago de una legítima indemnización por siglos de colonialismo, esclavitud y dominación económica, fue depuesto poco después por un golpe de estado en el que intervinieron las potencias imperiales. De esta manera, en el marco de lo que debería haber sido un ámbito de reflexión cultural y política sobre nuestro devenir se dejó casi totalmente de lado a una de las revoluciones más importantes de la historia de la región. Empero, este olvido no fue casual, sino que tiene una larga trayectoria que se remonta a la época misma en la que se desarrolló. Como bien explica Michel Rolph Trouillot, el silenciamiento de aquel proceso puede explicarse por el rechazo que las elites blancas sintieron ante él y su incapacidad de pensarlo como un genuino acontecimiento revolucionario. Su mentalidad racista y eurocentrica les impidió ver a los esclavos africanos y afrodescendientes como verdaderos actores políticos y, por ende, como protagonistas de un proceso racional de cambio social.1 Desde su punto de vista, eran básicamente bárbaros que habían creado el caos, masacrando blancos indefensos y destruyendo una de las colonias más prósperas de América. Esa dificultad de comprender aquel suceso, se reforzó posteriormente con el bloqueo que las mismas potencias occidentales le impusieron al novel estado y el olvido persistió en la medida en que la academia continuó signada por sutiles, aunque indelebles, marcas de racismo, colonialismo y eurocentrismo. Hoy en vísperas de la conmemoración del bicentenario de la independencia de la Argentina, considero que es menester volver a señalar esta omisión e insistir que años antes de la década de 1810, se dio un movimiento revolucionario, que no sólo alcanzó primero la independencia sino que fue por lejos el más radical de todos los que agitaron a la región y al mundo atlántico, dado que fue la única insurrección de esclavos triunfante en la historia de la humanidad. En este sentido, en este trabajo me propongo abordar brevemente la etapa final de la revolución de Haití en la cual los ex esclavos hicieron lo imposible, derrotaron a unos de los imperios más poderosos de la tierra y conquistaron definitivamente su ansiada libertad e independencia.
El nuevo orden revolucionario y la ruptura con Francia
En 1801 la revolución haitiana entró en una etapa de concreción de logros sociales y políticos.2 En aquel año, Toussaint Louverture se erigió en el gobernador de Saint Domingue y, en enero, conquistó Santo Domingo expandiendo la revolución hacia el este. 3 Desde 1795, por el tratado de Basilea, aquella colonia era formalmente francesa, empero, el gobierno galo se había opuesto a ocuparla debido al marasmo que estaba viviendo la isla. En este sentido, al tomar aquella audaz medida Toussaint Louverture dio un paso claramente autónomo que generó hondos recelos entre los españoles y el gobierno metropolitano. La conquista, aunque fue realizada sin demasiada violencia, produjo una masiva migración de dominicanos blancos que se exiliaron en Cuba y Venezuela. La mayoría de ellos, 1800, se escaparon a Maracaibo.4 Empero, otros 800 se exiliaron en otras ciudades costeras de Venezuela.5 Además, en la víspera de la conquista, se fugaron a dicha colonia Antoine Chanalatte y François Kerveseau, dos delegados franceses que previamente residían en Santo Domingo y que se habían opuesto a la ocupación. Estos se pusieron en contacto con el Capitán General Manuel Guevara Vasconcelos informando que: “Toussaint devorado de ambición ha corrido el velo que hacía tiempo cubría un proyecto dirigido a Santo Domingo, el hierro y el fuego y lo ha reunido a su dominio para privarlo para siempre a la Francia de quien no reconoce más su autoridad”.6 Esta denuncia generó pánico en el Capitán General quien le advirtió al gobierno español:
(…) es muy digno de la atención de los estados de Europa no dejarla caer y permanecer en las manos de un horda bárbara de negros que acaban de ser esclavos y abusando torpemente de las leyes que entienden mal y ha establecido la república de Francia manifiesta sin rebozo el furor de arrojar de aquella isla todos los blancos o hacer sufrir la última dureza a los que salieron, (…) en venganza de la que los negros piensan haber sufrido antes.7
En su opinión, esta vocación independentista y el peligro de un contagio hacía necesaria una acción conjunta de las potencias en contra de aquellos rebeldes: “por lo cual es interés conocido de todas reprimir este insulto cuanto antes aunque sea durando por desgracia la guerra actual entre algunas de ellas”.8
Misma tesitura plantearon los delegados al gobierno francés. François Kerveseau le escribió una misiva al ministro de Marina y Colonias de Francia, en la cual denunciaba los actos independentistas de Toussaint Louverture y le proponía la conquista militar. A su vez, presentaba a los españoles como aliados dispuestos a colaborar con Francia.9 Luego ambos delegados viajaron a París, donde François Kerveseau insistió en estas ideas ante el Cónsul. Así, el Capitán General venezolano y los referidos comisionados, se convirtieron en uno de los primeros promotores de la recolonización de la isla, una medida que Napoleón Bonaparte llevó adelante poco después.
Ahora bien, la gota que rebalso el vaso, fue el hecho de que Toussaint Louverture promulgase una constitución. Esta legalizaba el nuevo orden socio-político post racial y post esclavista, hegemonizado por los negros, garantizando la igualdad y la libertad. Asimismo, en cuanto a lo económico, aunque mantenía la estructura agroexportadora de plantaciones, fijaba el trabajo salarial y un fuerte estatismo. En lo político, establecía una Asamblea Central, un poder judicial y legitimaba el liderazgo de Toussaint Louverture designándolo como Gobernador de por vida con derecho a nombrar su sucesor, el cual sería un cargo de 5 años de duración. Empero, lo más rupturista era que, aunque reconocía a Saint Domingue como parte del Imperio Francés, no le otorgaba a la metrópoli ningún rol efectivo.10 Esto, representaba la independencia de facto. Pero, ¿por qué Toussaint Louverture, no declaró la independencia? Aunque, no está claro, al parecer su proyecto era el de establecer una suerte de commonwealth por el cual Saint Domingue fuese un estado asociado integrante del imperio, al que se le respetaría su autonomía política y comercial.11 Así, buscaba garantizar el fin definitivo del racismo y la esclavitud y renegociaba el lazo colonial con la metrópoli en términos de mayor igualdad y autogobierno. De esta manera, los revolucionarios de Saint Domingue habían dado un enorme paso soberano, aunque continuaban jurando lealtad a Francia. Sin embargo, con eso fue suficiente para escandalizar a las autoridades metropolitanas. Los ex-esclavos habían ido demasiado lejos, era hora de ponerle fin a aquel extraño experimento revolucionario caribeño.
Planeando la invasión, planeando la resistencia
Con la llegada de Napoleón Bonaparte al poder, en 1799, se terminó de consumar el giro hacia la derecha que la Revolución Francesa sufrió luego de la derrota de los jacobinos.12 El Cónsul profundizó la política colonial y eurocéntrica impulsada inicialmente por el Directorio, buscando re-particularizar aun más los derechos del hombre mediante la promulgación de la constitución del año VIII y reconstruir el imperio francés en América.13 A tal efecto, Napoleón adquirió Louisiana de España, mediante el tratado de San Ildefonso, en 1800.14 Asimismo, empezó a idear planes para restablecer el control en las Antillas. Empero, inicialmente dudaba sobre el camino a seguir con respecto a Toussaint Louverture. Por un momento barajó la posibilidad de entablar una alianza pragmática con el líder negro e incluso usar su ejército para expandir el imperio francés en el Caribe.15 No obstante, diferentes factores lo convencieron de que lo mejor era derrocarlo y reimponer el férreo orden colonial en la isla. La conquista de Santo Domingo y la promulgación de la constitución fueron los dos hechos centrales que llevaron a la ruptura definitiva. A esto debe sumársele la opinión de los referidos delegados y la burguesía comercial gala que promovían esta medida para recuperar la vieja prosperidad económica basada en el esclavismo.16 A aquellas influencias debe añadirse los importantes cambios que ocurrieron a nivel internacional. Gran Bretaña, España y Estados Unidos apoyaron una expedición francesa a Saint Domingue.17 Los gobiernos de dichos países estaban preocupados por el ejemplo de una revolución de esclavos que amenazaba con expandirse y preferían que la isla fuera dominada por Francia.18 Esta opción fue facilitada por las negociaciones de paz establecidas entre Gran Bretaña y Francia que le abría el camino a la metrópoli para enviar tropas.19 Por último, merece señalarse, el racismo de Napoleón y del núcleo gobernante, que discriminaban a los negros, viéndolos como bárbaros que no merecían la libertad y la igualdad “concedida” por Francia.20 Sus palabras son contundentes: “¿Cómo voy a otorgarle la libertad (…), a hombres absolutamente incivilizados que ni siquiera sabían lo que era una colonia, lo que era Francia?”.21 Todos estos elementos convencieron a Napoleón y a mediados de 1801 ordenó la preparación de una expedición de conquista. A los fines de darle legitimidad ante la opinión pública el gobierno público en el periódico oficial Gazzette National ou Le Moniteur Universel una carta de Toussaint Louverture y la constitución que este había promulgado, dando cuenta del camino independentista que este había iniciado.22
La expedición comenzó a organizarse en el otoño de 1801. Tenía su centro de operaciones en Brest, donde se fue preparando una gigantesca flota. Sin embargo, también se alistaron tropas y barcos en otros puertos de Francia como Le Havre, Rochefort, Lorient, Toulon y del extranjero como Cádiz y Vlissingen.23
En total la contaba, con alrededor de 43.000 hombres, la mitad soldados y la otra mitad marineros. La fuerza estaba integrada con los mejores hombres que habían luchado durante años en las últimas campañas en el Rhin, los Alpes, el Nilo, etc. El jefe y nuevo Capitán General de Saint Domingue, designado por Napoleón Bonaparte, era su cuñado, el joven pero experimentado Víctor Emmanuel Leclerc. Su segundo al mando era el Gral. Donatien Rochambeu, quien ya había peleado en Saint Domingue y Maritnica, y además lo acompañaba un excelente cuadro de oficiales como Charles Dugua, Pierre Thouvenot, Philibert Fressinet, etc. El ex delegado François Kervaseau, quien había propuesto inicialmente la necesidad de la expedición, también era de la partida.24 Además se sumaron a la misma una serie de affranchis exiliados, enemigos de Toussaint Louverture: André Rigaud, Alexandre Petión, Jean Pierre Boyer, Jean Louis Villate, etc.25 Por último, como presente troyano, Víctor Emmanuel Leclerc, llevaba a los hijos de Toussaint Louverture, Placide e Isaac, quienes habían estado estudiando en Francia y serían utilizados para negociar traicioneramente.26
Napoleón Bonaparte dio órdenes precisas a Leclerc de cómo debería actuar. Definía la operación en tres grandes etapas:
La primera se compone de los primeros 15 ó 20 días necesarios para ocupar los lugares, organizar las guardias nacionales, tranquilizar a los bien intencionados, reunir los convoys, organizar los trasportes de artillería, acostumbrar a las masas del ejército a las costumbres y la geografía y ocupar las planicies. La segunda época será la cual, con los dos ejércitos preparados, perseguiremos a los rebeldes sin misericordia y los expulsaremos de la parte francesa y luego de la española. (…). La tercera (…) será la Toussaint, Moyse y Dessalines no existirán más y 3.000 ó 4.000 negros que se habrán retirado a las montañas de la parte española formando (…) comunidades cimarronas, que lograremos destruir con el tiempo, constancia y un sistema de ataque bien combinado. 27
Con mayor detalle indicaba que durante la primera fase:
No seremos demandantes, trataremos con Toussaint, le prometeremos todo lo que pida, para poder tomar posesión de los lugares claves, e introducirnos en el país. (…). Toussaint será considerado vencido únicamente cuando (…) jure lealtad a la República. En ese mismo día debemos, sin escándalo (…) con honores y consideraron ponerlo en una fragata y enviarlo a Francia. 28
Luego en la segunda etapa, se debía encarcelar a Moyse, Dessalines y lo propio debía hacerse con Louverture si se negaba a rendirse, lo cual podría eventualmente llevar a una guerra que debería ejecutarse con ferocidad. Según Napoleón la tercera fase
Será el momento en el que se debe asegurar para siempre la colonia para Francia. Desde ese mismo día (…) arrestar a todos los hombres en posiciones de mando que no sean confiables, sin importar su color, y poner a los generales negros en los barcos (…). Todos los negros que se han portado bien, pero que por su grado no pueden ser dejados en la Isla serán enviados a Brest. Todos los negros (…) que se han portado mal (…) serán (…) dejados en el puerto de la Isla de Córcega. (…) Sin importar lo que suceda, nosotros creemos que en el transcurso de la tercera etapa debemos desarmar a todos los negros (…) y debemos ponerlo de vuelta a trabajar en las plantaciones.29
La expedición partió en diciembre de 1801, soberbia que se creía invencible, pero errores estratégicos, una serie de imprevistos y sobre todo la furiosa respuesta de los ex –esclavos, le deparaba un terrible destino.
Toussaint Louverture supo que Francia tramaba algo, aunque no estaba del todo seguro si tenía como objetivo reimponer la esclavitud o reafirmar su poder sobre las antillas.30 Esta duda y la ambivalencia que lo caracterizaba frente a Francia lo llevaron a sostener un discurso dual. Por un lado amenazaba a la metrópoli que de ser atacados se defenderían ferozmente y, por el otro, afirmaba su lealtad a la república. Como señala, CLR James, esta actitud dubitativa y su incapacidad para declarar la independencia fue un gran error, que le costó caro, porque, no solo le impidió obrar con libertad, si no que además no le permitió encolumnar a sus seguidores tras un objetivo preciso.31 A pesar de ello, actuó esperando lo peor, suponiendo que era una expedición de conquista. Sin saber dónde podían desembarcar los enemigos, trazó una estrategia inteligente, amplió sus cuerpos de milicianos, acopió pertrechos en las zonas más impenetrables de la isla y estableció las tropas en las ciudades costeras. Una vez que los franceses desembarcasen se intentaría resistir, pero de ser imposible las fuerzas se retirarían hacia las montañas, arrasando con todo, para continuar la lucha y aprovechar la temporada de fiebre amarilla.32 Ambos líderes, Bonaparte y Louverture, habían planeado sus estrategias, faltaba muy poco para que Saint Domingue viviese la última y más sangrienta etapa de su revolución.
La invasión imperial
El 29 de enero de 1802, la expedición arribó al extremo oriental de la isla. Allí se encontraba Toussaint Louverture, quien velozmente se encaminó hacia Saint Domingue y envió emisarios para poner en marcha la resistencia.33 Por su lado Leclerc también inició sus operaciones, como parte de su ofensiva encomendó a Boudet a tomar Port au Prince, a Kerverseau a Santo Domingo, y a Darbois al Sur.34 Él se dirigió a ocupar Le Cap y el 2 de febrero inició conversaciones con Henri Christophe. Le presentó una proclama de Napoleón donde definía la misión en términos pacíficos y le ordenó que entregase la ciudad.35 Este se negó y amenazó con incendiarla afirmando: “(…) Que los franceses no entraran aquí y que las cenizas y las tierra los quemarán”.36 Asimismo le dijo que debía esperar órdenes de Toussaint Louverture.37 No se sabe si Henri Christophe habló con su comandante, pero lo cierto es que Víctor Leclerc pasó a la ofensiva enviando a Donatien Rocheambeau a tomar Fort Dauphin.38 A su vez, respondió a las amenazas con duros términos:
Francia hizo la paz con Inglaterra, y su gobierno envía a las fuerzas de Santo Domingo capaces de someter a los rebeldes si se encuentran en la isla. (…) Te advierto que si en el transcurso del día, no rendís los fuertes Picolet y Belair (…), quince mil hombres aterrizará mañana al amanecer. Cuatro mil hombres desembarcaron en este momento en Fort Liberté y ocho mil en Port Republicain.39
Finalmente, el 4 de febrero, Víctor Leclerc comenzó la invasión. En respuesta Henri Christophe evacuó la población y prendió fuego a la ciudad. Dejando tras de sí una hecatombe ígnea, se retiró con su ejército hacia el interior.40 Así, ocupó Le Cap y declaró rebeldes a Toussaint Louverture, Jean Jacques Dessalines y Henri Christophe.41 Casi simultáneamente, la ofensiva avanzó exitosamente en otros puntos de la colonia. Rochambeau tomó Fort Duaphin y le escribió a Toussaint Louverture para informarle de lo sucedido y pedirle que se rindiese. El líder negro, furioso, le contestó:
¿Por qué había masacrado a esos bravos soldados que sólo cumplían órdenes y que además habían contribuido a la felicidad de la colonia y al triunfo de la república? ¿Era es la recompensa que el gobierno francés había prometido?42
A su vez, le advirtió que “Lucharé hasta la muerte para vengar la muerte de esos bravos soldados –como mi libertad– y para restablecer el (…) orden de la colonia”.43 A los pocos días, Boudet consiguió tomar Port au Prince luego de que Age junto con la población blanca y la mayoría de los mulatos se pasaran al bando francés. Asimismo, Kerverseau logró hacerse con Santo Domingo, ya que Paul Louverture la entregaría a los franceses luego de que le hicieran creer por una carta falsificada que su hermano había ordenado la capitulación.44 Las victorias militares se sucedieron con la ocupación de gran parte del Sur. En general en toda la colonia, un amplio sector de los affranchis, resentidos por la política represiva de Toussaint Louverture, dieron una alegre bienvenida a los franceses. Así, rápidamente Leclerc controló la mayoría de las ciudades de la costa, una porción muy relevante del Sur y Santo Domingo sin sufrir grandes bajas.45 Frente a este avance Louverture repetía su estrategia en una carta a Dessallines:
Mientras esperamos a la temporada de lluvias (…), no tenemos otro recurso que la destrucción y las llamas. Recuerda que el suelo bañado con nuestro sudor no debe otorgarle a nuestros enemigos ni el más mínimo alimento. Destruye las rutas a cañonazos, tira cadáveres y caballos en todas las fuentes, quema y destruye todo, en orden de que aquellos que han venido a reducirnos a la esclavitud tengan frente a sus ojos la imagen del infierno que merecen.46
De esta manera, siguiendo las líneas directrices del plan louvertiano, los ejércitos de exesclavos se retiraban destruyendo todo a su paso y, a pesar de la ofensiva, se mantenían sólidos en el interior y habían logrado algunas victorias parciales en una serie de batallas menores. No todo estaba perdido. Para el 12 de febrero Víctor Leclerc comenzó a darse cuenta de que sus enemigos eran mejores guerreros de lo que suponía. Por ello decidió abrir negociaciones con Toussaint Louverture, enviándole a través de Isaac y Placide Louverture una serie de cartas propias y de Napoleón Bonaparte. En estas misivas, se le informaba que su intención era asegurar paz en la colonia y se le ofrecía, a cambio de la rendición: el puesto de vicegobernador de la colonia, el reconocimiento de la libertad de los cultivadores y el mantenimiento de los negros en el ejército.47 En respuesta Toussaint Louverture propuso una breve tregua para pensar su decisión.48 El armisticio duró poco, ya que finalmente Louverture retomó el camino de la guerra revolucionaria.49 En respuesta, Leclerc lo declaró nuevamente en rebeldía y lanzó un exitoso ataque múltiple contra Gonaïves.50
Durante marzo, la guerra continuó en todo el territorio, desatascándose la batalla por el control del fuerte de Créte a Pierrot.51 Atrincheradas en él, las fuerzas de Dessalines resistieron inicialmente tres ataques seguidos y luego un largo sitio, manteniendo en vilo a sus casi 12.000 atacantes.52 Para sostener la moral alta, los exesclavos negros (en una muestra de su sincretismo cultural) cantaban la marsellesa dándole su propio sentido anti-esclavista. El general francés Lacroix relata que esto sorprendió a los soldados invasores, que empezaron a tener serias dudas sobre la justicia de la causa y se preguntaban: “¿Acaso estos no eran nuestros enemigos bárbaros? ¿No somos nosotros los únicos soldados de la república? ¿Acaso nos hemos convertido en serviles instrumentos políticos?”,53 interrogantes que en muchos casos erosionaron el convencimiento político de las tropas y que dieron lugar, no solo al desgano sino también al cambio abierto de bando. La contradicción entre la prédica falsamente universalista de la Revolución Francesa y su verdadero rostro eurocéntrico, comenzó a despertar dudas entre los invasores sinceramente republicanos. Asimismo, esta batalla aportó la formulación de un proyecto independentista. En una arenga militar, Jean Jacques Dessalines pronunció la palabra clave:
Los blancos de Francia no pueden con nosotros en Saint Domingue. (…) Les repito tengan coraje y verán que cuando los franceses estén reducidos a pequeños (…) números los atracáremos y golpearemos, quemaremos las cosechas e iremos a las montañas. Estarán obligados a partir. Después yo los haré independientes.54
Aunque todavía no representaba un ideario global de los rebeldes, anunciaba lo que estaba por venir.
Los franceses triunfaron, empero, fue una victoria pírrica, ya que el ejército negro al huir lo hizo rompiendo las filas enemigas, dejando un tendal de 2.000 muertos en su camino.55 A estas acciones les siguieron muchas otras, que permitieron un sostenido avance de las tropas rebeldes y de las guerrillas cimarronas de Macaya, San Souci y Sylla.56 Lacroix definía este duro enemigo: “Como una hidra de cien cabezas renacían ante cada ataque. Ante una orden de Toussaint Louverture aparecían de debajo de la tierra. El suelo estaba cubierto de ellos. Su nombre estaba en boca de todos. Hablaban solo de él”.57 Por su parte, Laujon, otro francés que combatió a los insurrectos cuenta que sufrían constante emboscadas y que cuando llegaban a los pueblos estaban “abandonados y no se ofrecían más que cenizas”.58 En tono irónico decía: “¡Esta es la guerra de Saint Domingue (…) el país a donde fuimos a llevar la paz!”.59
Asimismo, esta ofensiva se vio agravada por el comienzo de la epidemia de fiebre amarilla, la falta de suministros y la pérdida de apoyo de un sector de los affranchis, luego de que Rigaud y algunos de sus hombres fueran desterrados por Leclerc.60En aquel contexto, Leclerc profundizó su política de seducción de rebeldes, con gran éxito logrando que Christophe, defeccionara, a cambio de garantizarle su rango y de que no se esclavizaría a los cultivadores.61 Este duro golpe para los rebeldes, junto al arribo de la noticia de la paz de Amiens, llevó a Toussaint Louverture a pensar en una salida pactada al conflicto.62 Convencido de esta tesitura, abrió puentes de dialogo con Leclerc, que fueron bienvenidos. Finalmente, el 1 de Mayo, Toussaint se rindió a cambio de: el reconocimiento de la libertad, la continuidad de los oficiales negros en el ejército y que se le permitiese retirarse a sus plantaciones acompañado de su guardia personal.63 El 6 de Mayo, Toussaint entró a Le Cap, donde se formalizó el acuerdo, con la subsiguiente rendición de Dessallines y Belair. Ese mismo día Víctor Leclerc le escribió al ministro de la Marina y las Colonias Denis Decrès para informarle de la gran victoria y para explicarle que si todavía no había logrado desterrar a los líderes de la revuelta era porque la situación resultaba más compleja de lo esperado y que tenía pensado cumplir con lo planeado. Decía: “Si las circunstancias me llevan a veces, [a la] digresión de mis instrucciones, crea que yo no las pierdo de vista (…) yo cedo algo a las circunstancias (….) para ejecutar mi plan”64
Ahora bien, ¿por qué Toussaint dio ese paso cuando los franceses estaban golpeados? Para Korngold, Césaire y James, la rendición no fue más que una estrategia, que apuntaba a ganar tiempo y carcomer el ejército invasor desde adentro. Según aquellos autores Toussaint Louverture apostaba a que el enemigo finalmente sería derrotado cuando la fiebre amarilla irrumpiese con fuerza e hiciera posible una revuelta victoriosa.65 En contraposición, Ott sugiere que tomó esa decisión porque creía que los revolucionarios estaban debilitados y era mejor negociar en ese momento y no después.66 El propio Toussaint Louverture, en sus memorias, señaló que se rindió por las promesas y la actitud conciliatoria de Víctor Leclerc y debido a que siempre había sido leal a Francia.67 Empero, este testimonio debe ser analizado con precaución dado que escribió las memorias estando prisionero en Francia y como una forma de justificar su actuación frente a la metrópoli.
Creo que encontrar una respuesta certera a dicho interrogante es muy difícil. Empero, entiendo que ambas interpretaciones podrían conciliarse teniendo en cuenta los sucesos posteriores. Considero que Toussaint Louverture decidió negociar porque en ese momento pensaba que la guerra no podía ganarse inmediatamente y lo mejor era llegar a un compromiso, sin embargo, por su mente podía pasar la idea de continuar la lucha en condiciones más favorables si es que no se cumplía lo pactado. En definitiva, esto fue lo que finalmente intentó.
Víctor Leclerc creía que la guerra había casi concluido, pero muchos oficiales de segundo rango siguieron luchando junto con miles de soldados y cimarrones.68 En mayo, la resistencia debilitó seriamente a los invasores, que sufrieron una pérdida estrepitosa de hombres, por las acciones bélicas y por la fiebre amarilla.69 Ahora si los errores estratégicos cometidos por Napoleón, la subestimación del enemigo, la dificultad del terreno, la escasa cantidad de tropas y de recursos médicos comenzaron a hacerse evidentes dejando a Leclerc aislado y dependiente del grupo de soldados afrodescendiente para defender su posición.70 Desde su rendición, Louverture se mantenía en su plantación en Ennery. Empero, ante la decadencia de sus enemigos envió emisarios para generalizar el levantamiento de los cultivadores que todavía le eran leales. Esta táctica dio resultados y reforzó la posición de los rebeldes.71 Los franceses se enteraron de aquellos movimientos y Leclerc decidió que era necesario completar la primera parte del plan.72 Para ello, le tendieron una trampa, el 7 de junio lo invitaron a parlamentar con un general francés sobre los problemas de la guerra y al asistir al conclave fue apresado. Increíblemente, Toussaint, confió en Leclerc y pagó demasiado caro su error. Acto seguido fue puesto en un barco y, junto con su familia, deportado a la metrópoli.73 Para legitimar su accionar el Capitán General publicó una proclama en el periódico Gazette Officielle de Saint Domingue en la cual acusaba a Toussaint Louverture de haber estado conjurado, cosa que quedaba demostrada en una carta que se adjuntaba escrita por él mismo a su lugarteniente Fontaine. Decía la proclama:
Toussaint conspiraba, podes juzgarlo por la carta dirigida (…) a Fontaine. Yo no pienso comprometer la tranquilidad de la colonia. Por ello lo arresté, lo embarqué y lo envié a Francia, donde tendrá que rendir cuentas de su conducta ante el gobierno francés.74
En la referida misiva, Toussaint Louverture promovía desobediencia popular. Le decía a Fontaine: “Me han dicho que Leclerc está en La Tortuga muy enfermo, quiero que me mantengas informado del asunto. (…) Dile a Gingembre que se quede en Borgne y que se asegure que los cultivadores no trabajen”.75
Con el destierro, se iba el líder más importante de la Revolución Haitiana. En Francia fue mantenido prisionero en Fort Joux y durante meses reclamó justicia. Sus pedidos nunca fueron atendidos y finalmente murió de neumonía, el 7 de abril de 1803.76
Sin embargo, al momento de ser expulsado de la colonia, Louverture lanzó una amenaza que resultaría profética: “Al derrocarme, han cortado solamente el tronco de la libertad. Pero este renacerá nuevamente porque sus raíces son numerosas y muy profundas”.77 Sabía de lo que hablaba.
Resulta interesante que la prensa caribeña se hizo eco de la noticia y también advirtió sobre una posible rebelión popular. El Bermuda Royal Gazette señalaba que si algo le pasaba al líder negro en Francia “las consecuencias serán fatales para St. Domingo, debido a que los negros llevarían adelante una retaliación brutal, dado que él tiene una gran ascendencia sobre ellos”.78
¡Independencia o Muerte!
Cumplidas, la primera y segunda etapa, Leclerc decidió, en junio de 1802, que era hora de desarmar a la población afrodescendiente para asestarle la estocada final a la revolución.79 Para alcanzar aquel objetivo, comenzó a utilizar la tortura y el asesinato masivo de soldados y civiles.80 Empero, su voluntad y la de sus oficiales chocaron contra la dura realidad, ya que los cultivadores se rebelaron o fugaron en masa para unirse a la lucha guerrillera.81 Leclerc admitía: “Cuando desee desarmar a la región norte, explotó una insurrección general”82 y agregaba: “Hay un venerable fanatismo en esta insurrección. Estos hombres se dejan matar hasta el último, antes que rendirse”.83 Los cultivadores sabían que sus fusiles representaban su libertad y que si se los deseaban quitar, era para resclavizarlos por ello continuaron la lucha. De hecho, paradójicamente, la tragedia de este periodo fue que los antiguos oficiales, Dessalines y Christophe, fueron los encargados del desarme. En misiva a Napoléon Bonparte, Víctor Leclerc le decía que a pesar de contar con pocas tropas blancas, “Desallines desarmó el Oeste, (…) Clarveaux, Christophe desarmaron el Norte”.84 Empero, no todos siguieron este camino, otros más dignos como Belair, se negaron y se unieron a los cimarrones de Sans Souci, Sylla y Macaya. Muchos, entre ellos Belair, pagaron aquella actitud altiva con su vida, ya que terminaron siendo fusilados, por sus ex–compañero. Estas luchas intestinas, deben entenderse como enfrentamientos en torno al poder dejado vacante por Toussaint Louveture y conflictos entre la vieja guardia louvertiana y sus opositores los cimarrones que defendían otro proyecto político no estatista ni plantocrático.85
Mientras estos acontecimientos se sucedían en Saint Domingue, grandes cambios ocurrían en Francia y en el resto del Caribe. En mayo, Napoleón Bonaparte decidió develar sus verdaderas intenciones y dispuso: “En las colonias restituidas a Francia (…) la esclavitud será mantenida conforme y a los reglamentos anteriores a 1789”.86 Asimismo, se restableció la trata negrera y el racismo en todo el imperio Francés.87 La restauración fue defendida por Napoleón, con estas palabras, que dan cuenta de su cosmovisión eurocéntrica y colonial:
Sabemos cómo las ilusiones de la libertad y la igualdad fueron propagadas por estos países lejanos, donde las evidentes diferencias entre hombres civilizados y aquellos que no lo son y las diferencias climáticas, de colores y de hábitos y sobre todo la seguridad de las familias europeas, requieren de grandes diferencias en el estado político y civil de las personas.88
El decreto todavía no admitía que la esclavitud sería reinstaurada en Saint Domingue, sino que afirmaba que se tomarían medidas para reforzar el trabajo y la seguridad. Pero el objetivo real era evidente. El propio Ministro colonial Decres decía: “Quiero esclavos en la colonia. La libertad es una comida para la que el estomago de los negros no está preparado”.89 En paralelo a la de Saint Domingue, Francia había enviado otra expedición a Guadalupe, la cual tuvo éxito enseguida. A fuerza de masacres, lograron vencer a los afrodescendientes que prefirieron inmolarse antes que rendirse. A partir de esta victoria, los invasores, reinstauraron la esclavitud.90 Las autoridades francesas instaron a Víctor Leclerc para que hiciera lo mismo, pero se negó, por considerar que todavía no era oportuno. Sin embargo, prometió hacerlo en breve.91 A pesar de ello, noticias sobre lo que acontecía en Guadalupe arribaron a Saint Domingue y alarmaron a los negros.92 Por mucho que Leclerc intentará ocultarlo, ya era imposible tapar el sol con las manos y esto hizo que la rebelión se avivará, aun más expandiéndose por toda la isla liderada por cimarrones y por militares revolucionarios de segundo rango.93 Durante agosto y septiembre, Christophe y Dessalines siguieron reprimiendo a los insurgentes, pero ya no con la dureza de antes. Dándose cuenta de que los franceses tenían los días contados y de que no cumplirían sus promesas, empezaron a colaborar secretamente con la resistencia y a proyectar su pase de bando. Este finalmente ocurrió a mediados de octubre.94 A Christophe y Dessalines los acompañaron Clariveaux, Paul Louverture y Alexandre Petion, líder de los affranchis, sector que ahora también se rebelaba contra los invasores.95 Así, luego, de una serie de combates, la posición de los franceses, llegó a su pico mas bajo desde 1802, controlando sólo las ciudades más importantes: Le Cap, Port au Prince y Les Cayes. Leclerc, como represalia, mandó a ahogar a más de 1000 soldados en pocos días. Asimismo, le envió una carta a Napoleón, donde le señalaba que el único camino para restablecer la esclavitud y mantener la colonia para Francia era el genocida
Debemos destruir a todos los negros de las montañas hombres y mujeres y dejar solo los niños menores de 12 años, destruir a la mitad de las llanuras y no dejar un solo hombre de color que haya llevado galones militares. De otra manera la colonia, nunca estará tranquila (…). Si deseas ser el amo de Saint Domingue debes mandarme 12.000 hombres (…) sino (…) Francia perderá para siempre a Saint Domingue.96
Como vemos, aquellos que encabezaban una cruzada civilizatoria contra pueblos que definían como salvajes, proponían el genocidio como único método para alcanzar sus objetivos. Pompee De Vastey, intelectual haitiano, partícipe de los acontecimientos, denunciará años después aquel accionar genocida:
Todo el mundo sabe que la República Francesa proclamó la libertad en la isla. Después de haber disfrutado esta bendición (…) de haber luchado (…) por Francia (…) estos viles republicanos sin ningún motivo aparente, se propusieron robarnos la libertad (…), como si el hombre (…) pudiera dejar de lado y reasumir sus grilletes a su voluntad. No contentos con usar la fuerza para someternos (…) utilizaron todos los recursos para seducirnos (…). Nos dijeron (…) que éramos todos iguales ante Dios y la República, pero mientras hacían profesión de fe con sus labios, meditaban en sus corazones el horrible designo de reducirnos a la esclavitud, o si resultaba impracticable, de exterminarnos a todos.97
Angustiado y a la espera de refuerzos que nunca llegaron, Víctor Leclerc finalmente murió de fiebre amarilla, el 1 de noviembre. En su reemplazo, asumió Donatien Rochambeau. Este contó con la suerte de recibir los refuerzos tan deseados. Con la fiebre amarilla amainando y más de 10.000 nuevos soldados, este pudo fortalecer su posición y llevar adelante algunas ofensivas con relativo éxito. Empero, se caracterizó por profundizar la estrategia terrorista y genocida llegando a usar la marina para ahogar cientos de negros por semana. Para la misma época, en las fuerzas revolucionarias, también se vivió un cambio organizativo y programático de extrema importancia. Se realizó la conferencia de Arcahaye, en la cual Dessalines selló un pacto con Petion, en pos de la unidad de los affranchis y los negros, en contra de los franceses. Ahora el objetivo que antes había sido nombrado por algunas voces, se convirtió en el de todos los rebeldes: la independencia. Así, la reivindicación de la libertad, que desde la rebelión de 1791 había significado libertad individual contra la esclavitud, ahora ampliaba su contenido semántico, para expresar la libertad personal y nacional, contra el imperio. Para formalizar este acuerdo, se creó una nueva bandera, azul y roja, quitando el blanco del medio y se reemplazó la inscripción “República Francesa”, por la de “Libertad o Muerte”.98 Los colores simbolizaban, la alianza de los afrodescendientes contra los europeos, quien con su accionar, habían promovido, sin quererlo la radicalización de la revolución y su metamorfosis en una lucha independentista. Dessalines fue nombrado Comandante en Jefe del Ejército, que, en un giro americanista/indigenista, fue bautizado como el Ejército Indígena.99 Empero, aunque todos los sectores rebeldes convergieron hacia el mismo objetivo, los conflictos intestinos continuaron, especialmente entre los criollos de la vieja guardia y los cimarrones africanos, que eran recelosos de su autonomía y que siempre habían mantenido un proyecto más radical. En el contexto de la guerra, estas tensiones tendieron a mantenerse en un segundo plano, sin embargo, llegaron a estallar en varias oportunidades, siendo la más importante la del fusilamiento de Sans Souci a manos de Christophe.100 Luego de la muerte del caudillo cimarrón, Dessalines logró afianzar su liderazgo y una organización más sólida en su ejército. Estas alianzas y estas posiciones ideológicas muestran que la guerra no fue una lucha racial, sino un conflicto entre dos conglomerados sociales: la alianza de ex esclavos, affranchis y cimarrones contra el ejército francés, que enarbolaban dos concepciones políticas antagónicas en torno a los principios de la libertad y la igualdad y los derechos del hombre. Los primeros, revindicaban una interpretación universalista de aquellos derechos humanos, que ponía en jaque el patrón de poder racista/colonialista/eurocéntrico hegemónico en el mundo Atlántico, mientras que los segundos asumían una posición particularista que defendía aquel orden. Dos concepciones que desde los inicios habían caracterizado a la revolución haitiana y a la revolución Francesa y que, luego de tensiones, conflictos y concesiones ahora estallaba abrupta y definitivamente. En mayo de 1803, la suerte de los franceses pareció mejorar, ya que Rocheambau recibió refuerzos, que le permitieron conquistar algunas regiones rurales y dominar las ciudades costeras de la colonia. Pero la ilusión duró muy poco, ya que la insurrección se fortaleció adquiriendo un carácter absolutamente popular.101 Para colmo a mediados de 1803, sobrevino la ruptura de la Paz de Amiens y la flota británica comenzó a bloquear los puertos de Saint Domingue y a hostigarlos con incesantes bombardeos.102 La inesperada e involuntaria ayuda de los británicos facilitó la tarea del Ejército Indígena que en una ofensiva se alzó con todas las ciudades menos Le Cap. Hacia allí huyó Rochambeau con sus hombres, intentando resistir y salvar lo que le quedaba de fuerzas y de dignidad.103 La situación era totalmente crítica y la prensa caribeña se hizo eco de la misma. El Bermuda Royal Gazette decía: “Los tiempos de St. Domingo son verdaderamente alarmantes para todas las personas de las Indias Occidentales (…) Los negros y rebeldes de St. Domingo deben ser reprimidos ya que es de gran importancia para los estados de Europa”.104 Sin embargo, ya todo estaba perdido para los invasores.
Dessalines sitió Le Cap y el 18 de noviembre se dio la batalla final de Vertières en la cual los rebeldes se impusieron heroicamente. Los franceses tuvieron que admitir la derrota y el 30 de noviembre Rochambeau negoció la rendición con los británicos y evacuaron la isla. En un acontecimiento sin precedente los condenados de la tierra habían abatido a uno de los imperios más poderosos del planeta.105 Ante el triunfo, el comandante de los rebeldes pronunció las siguientes palabras, que representaban la gesta de todo un pueblo: “He vengado a América”.106 El 1 de enero de 1804, Dessalines, en un solemne acto en Gonaïves, declaró la independencia y reafirmó la universalidad de la igualdad y la libertad. Asimismo, en una manifestación de justicia histórica y de identidad indoamericana, repudió el nombre colonial y rebautizó al novel estado con su antigua denominación: Haití.107 Escrita por el affranchis Louis Boisrond Tonnerre, el acta de declaración de la independencia rezaba:
¡Libertad o Muerte! (…) No es suficiente con que hayamos expulsado a los bárbaros que han ensangrentado nuestra tierra por dos siglos (…). Debemos con un último acto de soberanía nacional garantizar que reinará por siempre la libertad en nuestra patria, debemos quitarle al gobierno que nos mantuvo en la situación más humillante cualquier esperanza de volver a esclavizarnos. En fin, debemos vivir independientes o morir. ¡Independencia o muerte! que estas palabras sagradas nos unan y sean nuestra bandera de batalla. (…) Ahuyentemos a todos aquellos que se atrevan a tratar de quitarnos nuestra libertad (…). Que tiemblen cuando se aproximen a nuestras costas, sino es por la memoria de las atrocidades que cometieron aquí, que sea por nuestra terrible resolución de asesinar a cualquier francés que ensucie nuestra tierra de libertad. (…) ¡Por ello juremos vivir libres e independientes y preferir la muerte antes que permitir que nos vuelvan a encadenar!108
Nacía así la primera república negra del mundo y el primer estado independiente de América Latina. Lo imposible había ocurrido y generó pánico entre las autoridades y las elites de las colonias vecinas. Pocos días después, el Capitán General de Venezuela le escribió al gobierno en Madrid, para avisar de lo sucedido y para advertir que aquel triunfo de los afrodescendientes, no sólo implicaba un durísimo golpe contra los franceses, sino una muy seria amenaza contra el sistema colonial, racista y esclavista en América: “nunca me cansaré de repetir a V.S. que esta colonia si se mantiene en el dominio de [los] negros que la poseen, tendrá a ser (…) la ruina del buen orden general con perjudicial y muy grave trascendencia en primer lugar a las antillas y el segundo al continente”.109 La revolución había terminado, sin embargo, comenzaba una nueva guerra entre las potencias y los haitianos, por la supervivencia del estado revolucionario y por evitar que su mensaje libertario se expandiese por América.
Fuentes
1. Inéditas
- Archivo General de Indias (AGI)
- Archivo General de la Nación de Venezuela (AGN)
2. Impresas
Periodicos
- Gazette National ou Le Moniteur Universel
- Gazette Officielle de Saint Domingue
- The Bermuda Royal Gazette
Documentos publicados y obras contemporáneas
- Boisrond Tonnerre, Louis, Memoires pour servir a l’historie de Haiti, París, 1851.
- Descourtilz, Michel Etienne, Voyages d'un naturaliste, París, Dufort, 1809.
- De Vastey, Pompee, Reflexions on the blacks and whites, Liverpool, 1817.
- Dubroca, Louis, Vida de J. J. Dessalines: gefe de los negros de Santo Domingo, Madrid, Imprenta Real, 1805
- Dubroca, Louis, Life of Toussaint Louverture, Londres, 1802.
- Lacroix, Pamphile, Memoires por servir A L’Histoire de la Revolution de Saint Domingue, II Tomos, Paris, Chez Pillet Aine, 1819.
- Laujon, Alexandre, Précis historique de la derniére expédition de Saint Domingue, París, Chez Delafolie, 1805.
- Louverture, Toussaint, Mémoires du Général Toussaint Louverture, París, Pangerre, 1853.
- Métral, Antoine, Histoire de L´Expédition des français, París, Fanjat Aine, 1825.
- Roussier, Paul, Lettres du Général Leclerc, Paris, Societé de L´Histoire des Colonies Francaise, 1937.
Bibliografía Secundaria
- Ardouin, Beaubrun, Étude sur l'Histoire d'Haïti, París, Dezorby et E. Magdeleine, 1853.
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- Beard, John, Toussaint Louverture, Toussaint Louverture Biography and Autobiography, New York, Cossimo Classics, 1886.
- Benot, Yves, La Démence colonial sous Napoleon, Paris, La Decouverte, 1992.
- Césaire, Aimé, Toussaint Louverture. La Revolución Francesa y el problema colonial, La Habana, Instituto del Libro, 1967.
- Cohen, Bernard, French encounters with africans, Knoxville, Indiana University Press, 2003.
- Dubois, Laurent, Avengers of the New World, Boston, Harvard University Press, 2004.
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- Stoddard, T. Lothrop, The French Revolution in San Domingo, New York, Kessinger Publishing, 2007.
- Trouillot, Michel Rolph, Silencing the Past, Boston, Beacon Press, 1995.
Notas