Un regreso de novela: debates sobre desarrollo, poder político y lucha de clases en América Latina | Centro Cultural de la Cooperación

Un regreso de novela: debates sobre desarrollo, poder político y lucha de clases en América Latina

Autor/es: Andrés Tzeiman

Sección: Especial

Edición: 21

Español:

El presente trabajo tiene el propósito de indagar en las discusiones teórico-políticas sobre el problema del desarrollo que han reemergido en América Latina a comienzos del Siglo XXI como consecuencia de la irrupción de los gobiernos “posneoliberales” en la región. Para ello, este artículo se valdrá y tratará de presentar sintéticamente las contribuciones de tres autores de particular interés para la temática de referencia (Luiz Carlos Bresser Pereira, Aldo Ferrer y Maristella Svampa), en vistas de elaborar una mirada crítica con respecto a ellas, y poder plantear de esa manera una lectura propia sobre la actualidad de la cuestión del desarrollo en nuestra región. Con ese objetivo, intentaremos recuperar críticamente los aspectos más salientes de los autores repasados, resaltando especialmente la relación analítica de la categoría de desarrollo con los problemas del poder político y las clases sociales en América Latina.


1. Introducción: un regreso intempestivo

El desarrollo está de regreso ¿Ha vuelto para quedarse? No lo sabemos. Su futuro es, al menos por ahora, incierto. Pero aquello sobre lo cual tenemos plena certeza es que luego de varias décadas de ocultamiento e invisibilización, el desarrollo como problema teórico y político ha regresado a la plana principal de la teoría y la política latinoamericana.

Tema principal en las agendas gubernamentales de la modernizadora década del cincuenta; criticado a la luz de la dependencia en los turbulentos años sesenta y setenta; fue desplazado violentamente de la palestra por las dictaduras militares instauradas promediando los años setenta. Luego, la crisis de la deuda lo terminaría de apartar en la “década perdida” de los ochenta, para ser convertido en una cuestión estéril en los años noventa, con el predominio del Consenso de Washington.

Pero llegando el fin del Siglo XX, y comenzando el XXI, nos encontramos nuevamente con su regreso al espacio protagónico del escenario latinoamericano, tanto en el plano político como en el teórico. Así, como consecuencia de la irrupción de los gobiernos que, junto con distintos autores (como Saderi, Guillenii y Thwaites Reyiii, entre otros), podemos genéricamente llamar “posneoliberales”, el desarrollo retorna al centro del debate, tanto para marcar las rupturas en relación con las políticas formuladas las décadas pasadas, como para tratar de inteligir o proyectar la existencia (o no) de un nuevo modelo de desarrollo en ciernes en América Latina. La reconfiguración del vínculo de los Estados de la región con el mercado mundial, junto con un reposicionamiento del rol de aquellos en las economías nacionales, se convierten en asuntos que no solo se erigen como aristas principales del análisis político. También convocan a la elaboración de herramientas teóricas que puedan abrir lugar a la comprensión de las transformaciones en curso.

De esa manera, las ciencias sociales latinoamericanas no han permanecido estáticas ante los cambios ocurridos. Más bien, podemos afirmar que han sido vastos en número y en variedad los intentos por explicar las continuidades y las rupturas de las nuevas experiencias políticas en relación a las fórmulas aplicadas en las décadas precedentes. El propio terreno de los conceptos resulta elocuente para dar cuenta de ello. “Neodesarrollismo”, “Posdesarrollo”, “Desarrollo nacional”, “Alterdesarrollo”, son todos conceptos que remiten al mismo problema y que han sido acuñados en los últimos años, en tanto renovados esfuerzos teóricos, con el fin de explicar las derivas del desarrollo en los comienzos del Siglo XXI latinoamericano.

Con un afán sistematizador, y a la vez propositivo, en las siguientes páginas nos dedicaremos a analizar algunos capítulos de este intempestivo regreso del desarrollo como problema teórico-político a la primera plana del pensamiento y del debate latinoamericano. Para tal análisis, hemos escogidos las propuestas teóricas de tres autores (Luiz Carlos Bresser Pereira, Aldo Ferrer y Maristella Svampa). Tres miradas que han conseguido una fuerte irradiación en el continente, y que a nuestro modo de ver, ponen en discusión los dilemas más trascendentes de nuestro tiempo, a la vez que merecen agudas observaciones y señalamientos. Luego de exponer aquellos que consideramos los principales aspectos de sus elaboraciones teóricas (que por supuesto no agotaremos aquí, y que bajo ningún aspecto intentan suplantar la riqueza de sus textos originales) trataremos de recuperarlos críticamente, y sumar algunos elementos conceptuales, en vistas de presentar una mirada sobre la necesaria vinculación entre desarrollo, poder político y lucha de clases, para comprender los procesos políticos contemporáneos en América Latina.

Antes de ingresar ya en el nudo de este trabajo -el análisis apuntado en el párrafo precedente-, vale aclarar que el énfasis de este artículo en la producción teórica elaborada en América Latina en los últimos años no tiene una vocación academicista, es decir, de entender el poder de las elaboraciones conceptuales como un elemento autosuficiente, capaz de producir explicaciones por sí mismo. Más bien nuestro interés se debe a que si bien consideramos de un modo intrínseco el vínculo entre teoría y política, le otorgamos a la primera cierta autonomía relativa en relación con el análisis inmediatamente político. Pues entendemos que la producción teórica constituye una práctica específica dotada de herramientas particulares, que en el marco de una totalidad orgánica (la sociedad en su conjunto), cumple una función y una tarea determinadaiv. Una práctica cuya insuficiencia –o inexistencia-, aún como elemento particular, supone consecuencias para el todo. Contribuir al desarrollo de esa práctica específica será entonces el propósito general en el que se enmarcarán las siguientes páginas.

2. Primer capítulo: como en un cuento de hadas

Reconocemos en la figura del economista brasilero Luiz Carlos Bresser Pereira uno de los aportes más trascendentes de las ciencias sociales latinoamericanas en los últimos años. Es que aun teniendo fuertes diferencias con gran parte de sus contribuciones teóricas, ciertamente sus trabajos constituyen, a nuestro modo de ver, explicaciones bastante cercanas a la realidad de las políticas macroeconómicas que se han aplicado en aquellos países que el propio autor da en llamar de “desarrollo medio”: Argentina y Brasil.

Si bien Bresser Pereira es el principal expositor de la estrategia “neodesarrollista”, debemos señalar que existen otros autores cuya propuesta encuentra importantes puntos de encuentro con la de quien fuera integrante del gabinete de Fernando Henrique Cardoso en su último mandato. Así, intelectuales como los brasileros Lecio Morais, Afredo Saad-Filho, João Sicsú, Luiz Fernando De Paula, Renaut Michel; el uruguayo Enrique Iglesias y el chileno Gabriel Palma comparten a grandes rasgos algunos de los planteos teóricos de Bresser Pereira que vamos a desarrollar a continuación.

Este economista brasilero sostiene que el “neodesarrollismo” es un tercer discurso que se posiciona y distingue de forma equidistante en relación con el “viejo desarrollismo” (aplicado en los años cincuenta) y el neoliberalismo (al que llama “ortodoxia convencional”). Así, el “neodesarrollismo”, aun cuando es definido como una estrategia nacional de desarrollo, expresa más bien en la propuesta de Bresser Pereira un conjunto de políticas macroeconómicas, cuya finalidad es la de lograr que los países de desarrollo medio consigan alcanzar los niveles de desarrollo alcanzados por los países más prósperos. Ahora bien, las medidas macroeconómicas que propone este economista brasilero (entre las cuales sobresale el establecimiento de un tipo cambio administrado que permita a las empresas locales competir en el mercado internacional), supone fundamentalmente la adaptación sin más a un aspecto sustantivo del capitalismo contemporáneo, el cual es tomado como un elemento de facto: la globalización comercial. Si bien Bresser Pereira rechaza la globalización financiera como si fuera posible en nuestros días distinguirla de la globalización comercial –los commodities que exportan los países latinoamericanos son en este sentido una muestra cabal de la efectiva integración existente entre comercio y especulación financiera-, promueve al mismo tiempo la inserción de los países de la región en la competitividad de los mercados comerciales internacionales, bajo el argumento de un necesario catch up. Es decir, como la vía para que los países como Argentina y Brasil, obtengan mayores niveles de desarrollo, en aras de alcanzar a las naciones avanzadas.

Esta concepción, que busca impulsar medidas macroeconómicas como recetas para insertar a nuestros países en el mercado mundial, desde nuestro punto de vista elude uno de los aspectos más importantes de la conformación del concierto político internacional, cual es la notable asimetría existente entre los diferentes países del orden global. Aun cuando Bresser Pereira reconoce la existencia de países imperialistas, esto no parece influir en su propuesta en materia político-económica, en la medida en que las condiciones para la inserción en el comercio internacional son despojadas de su carácter asimétrico, al menos como un punto que merece un tratamiento o un abordaje especial en el análisis. En ese sentido, la invitación a que países de “desarrollo medio” negocien acuerdos equitativos de forma pragmática en el marco de la Organización Mundial del Comercio, es una de las paradojas que se desprenden del planteo de Bresser Pereirav. Consideramos que si bien el problema de la dependencia debe ser sometido a una actualización, no puede ser desestimado ni dejado de lado, pues la realidad latinoamericana aún conserva dificultades estructurales que lo colocan en el centro del debate.

Por otro lado, Bresser Pereira hace referencia a la necesidad de llevar a cabo un gran acuerdo nacional, que involucre a todos los sectores sociales en el proyecto neodesarrollista. Empresarios, trabajadores, técnicos de gobierno e intelectuales deberían formar parte de un consenso articulado sobre la base de la promoción del desarrollo económico. Entendemos en ese sentido que el economista brasilero presenta como un aspecto central de su propuesta una cuestión que merece ser tratada desde una perspectiva sociopolítica como un problema complejo y conflictivo. Efectivamente América Latina fue testigo de la conformación de bloques o movimientos policlasistas que buscaron construir alianzas, en vistas de enfrentar los condicionamientos externos. Mas ello no ha resultado una tarea armónica, exenta de dificultades. Más bien ha significado fuertes contradicciones y recurrentes crisis de hegemoníavi. Por tanto, la construcción del acuerdo nacional del que nos habla Bresser Pereira, si bien constituye un elemento crucial de una nueva alternativa de desarrollo, debe contemplar el carácter conflictivo de ese proceso y asumir un punto de vista desde el cual ser encarado. Es decir, debe comprender también el problema sociopolítico de los sujetos históricos y del carácter político que implica la elaboración de un consenso y un proyecto nacional.

Probablemente uno de los mayores inconvenientes con los que cuenta en ese sentido la propuesta “neodesarrollista” de Bresser Pereira sea su inspiración, radicada, tal como él mismo lo indica, en las experiencias iniciadas en los años ochenta por países asiáticos como China e India. Pues su vocación es la de emular en América Latina los procesos que se abrieron lugar en esas naciones de Asia. Lo cual, a nuestro modo de ver, provoca ciertos desfasajes a la hora de concebir el desarrollo en tanto proyecto y proceso histórico, en la medida en que pierde de vista las notables diferencias existentes con los países en los que se busca inspiración. Porque tanto el sistema y el régimen político como la configuración de las clases sociales tienen características notoriamente disímiles que influyen de modo determinante en la construcción de un modelo de desarrollo. Solo a modo de ejemplo, es difícil pensar una comparación entre los países asiáticos y los latinoamericanos, cuando en los años ochenta los primeros encaraban transformaciones en sus economías en el marco de regímenes autoritarios, mientras que nuestra región atravesaba la crisis de la deuda, con fuertes constreñimientos externos, al mismo tiempo que experimentaba transiciones a la democracia en ese marco de debilidad macroeconómica.

En síntesis, con esta breve exposición de algunos elementos centrales de la conceptualización de Bresser Pereira acerca de la estrategia neodesarrollista intentamos poner en debate algunas de las que, para nosotros, resultan sus más importantes debilidades. En tal sentido, la principal dificultad que hemos mencionado es que ni el mercado mundial ni la nación pueden ser percibidas como un “cuentos de hadas”. Más bien resulta necesario remarcar y conceptualizar los conflictos que existen en ambos planos. Fundamentalmente sostenemos que la construcción de un modelo de desarrollo no puede tomar como variables exógenas los problemas de la dependencia externa y las particularidades sociopolíticas de las formaciones económico-sociales. Consideramos que precisamente esos dos aspectos son parte constitutiva y trama crucial a la hora de vislumbrar las características de un nuevo modelo de desarrollo y de un proyecto alternativo de Nación.

3. Segundo capítulo: esperando la Cenicienta (después de la medianoche…)

El economista argentino Aldo Ferrer continúa siendo una referencia ineludible cuando nos dedicamos a los debates sobre la cuestión del desarrollo en América Latina. Discípulo de Raúl Prebisch, fue autor de trabajos que han dejado una marca indeleble en las discusiones regionales.

El planteo central de Ferrer se basa en la afirmación según la cual un proceso de desarrollo se produce fundamentalmente en el espacio nacional. En ese sentido, sostiene:

La globalización no ha cambiado la naturaleza del proceso de desarrollo económico. Este continúa descansando en la capacidad de cada país de participar en la creación y difusión de conocimientos y tecnologías, y de incorporarlos en el conjunto de su actividad económica y relaciones sociales (…) El desarrollo es acumulación en este sentido amplio, y la acumulación se realiza, en primer lugar, dentro del espacio propio de cada país.vii.

Si bien Ferrer reconoce los problemas de la globalización y las asimetrías existentes entre los diferentes países en el capitalismo contemporáneo –fruto probablemente de la herencia de las clásicas categorías de centro-periferia–, sostiene que los aspectos claves del desarrollo se llevan a cabo al interior de cada país. Esto conduce a este economista argentino a afirmar polémicamente que: 1) La globalización no es en sí misma ni buena ni mala; y 2) Cada país tiene la globalización que se merece. Al mismo tiempo, señala que un país, para alcanzar un alto nivel de desarrollo, debe conseguir aquello que él denomina “densidad nacional”, a la que asigna una determinada serie de características. Estas son: 1) Participación y compromiso de la sociedad en el proceso de cambio; 2) Burguesía nacional con capacidad de liderazgo; 3) Presencia de reglas de juego institucionales, capaces de administrar los conflictos; y 4) La existencia de un pensamiento propio, críticoviii. Dentro de estas características señaladas por Ferrer, destacamos a los dos primeros ítems como los nudos problemáticos para alcanzar esto que él llama “densidad nacional”.

En lo que respecta al primero de ellos, podría hacerse un señalamiento similar al que realizáramos para el caso de la propuesta de Bresser Pereira. La participación y el compromiso de la sociedad con el cambio deben tener un respaldo en las bases materiales de su progresión. Difícilmente el conjunto social sostenga una transformación si no responde (al menos de forma parcial) a los intereses de cada uno de los sectores que lo componen. Y tal como es de esperar, la satisfacción de los intereses de los distintos grupos sociales, no está desprovista de un cariz conflictual. Por eso, en Ferrer ese primer punto no está disociado del segundo. Pues el sujeto histórico que según su perspectiva debe afrontar el liderazgo del proceso de desarrollo (en tanto proceso de cambio) es la burguesía nacional. Y aquí, según nuestro modo de ver, comienzan los problemas. Porque si acudimos a la historia para verificar el comportamiento tradicional de ese sujeto social en América Latina, no se ha caracterizado precisamente por su vocación hegemónica. Más bien, junto con el pensador boliviano René Zavaleta Mercado, podemos sostener que en nuestra región ha sido más apropiado hablar de burguesías incompletasix, más ávidas por obtener plusvalía que por cumplir con las tareas históricas correspondientes a una clase con aspiración nacional. En ese sentido, consideramos que resulta complicado depositar las expectativas de un exitoso proceso de desarrollo en la burguesía nacional (postergando además de forma temporaria el debate acerca de si en la actualidad, con economías transnacionalizadas, e integración vertical y horizontal de capitales, aún conserva valor explicativo e histórico tal concepto). El papel que le asignamos aquí entonces a ese sujeto social sería el de una especie de cenicienta, que nunca llega, o bien, cuya aparición, después de medianoche, provoca el desvanecimiento de su proyección imaginaria, para regresar a su estado real, a su ser de carne y hueso, en el que su ficticia belleza súbitamente desaparece.

El otro problema que encontramos en la propuesta de Ferrer, tiene que ver con la sobrestimación de las capacidades nacionales, y en contrapartida, con cierta subestimación del poder que ejercen las fuerzas globales al interior de los países periféricos (como es el caso de los latinoamericanos). Si bien juzgamos correcto su planteo sobre la vinculación directa entre la capacidad de enfrentar la globalización y la fortaleza nacional, consideramos que es menester inscribir esa vinculación en un marco determinado de relaciones de fuerza. El grado de soberanía alcanzado no puede divorciarse del poder político que logra concentrar el Estado, y menos aún, en países dependientes, de la orientación que éste asume, como condensación de las disputas que se desarrollan en el espacio nacional. La superación de la dependencia no solo no parecería poder residir en las burguesías nacionales, sino que implica, para nosotros, el fortalecimiento del Estado y la asunción de un papel protagónico por parte de éste en el direccionamiento social, en el marco de un proyecto popular que respalde el sostenimiento de políticas soberanas.

Para concluir, desde nuestro punto de vista, es acertada la mirada de Ferrer a la hora de colocar la atención en la acción política que se despliega en el espacio nacional. Mas no debe perderse de vista el carácter histórico de los sujetos sociales que inciden políticamente, así como tampoco debe ser dejado de lado el poder sustantivo que hoy ostentan las fuerzas globales (Estados potencia, agencias multilaterales y corporaciones transnacionales) y su capacidad de condicionar procesos de desarrollo, atravesando de esa forma lo que sucede en el espacio nacional.

4. Capítulo tres: el maleficio de la espada

Uno de los problemas que históricamente ha signado a los países latinoamericanos, desde la época de la colonia hasta nuestros días, es la estructuración de nuestras economías en torno a la extracción de recursos naturales. Aquella cuestión sobre la cual en la actualidad existe cierto consenso en denominar como extractivismo. Es decir, la explotación de las riquezas naturales de la región como motor de desarrollo (dependiente) de los países. En ese sentido, una de las intelectuales que se ha dedicado principalmente al estudio de este fenómeno en la América Latina contemporánea es la socióloga argentina Maristella Svampa.

Luego de la derrota sufrida por el “Consenso de Washington” a fines del Siglo XX y comienzos del XXI, como consecuencia de los levantamientos populares que atravesaron a buena parte de los países latinoamericanos, decíamos más arriba que se había iniciado una etapa en la región genéricamente calificada como “posneoliberal”. En un escrito reciente, Svampa denomina la nueva etapa abierta en América Latina como “Consenso de los commodities”. Una etapa cuyas características serían la aplicación de un modelo definido por la reprimarización de las economías, la profundización de la dinámica de desposesión territorial y la irrevocabilidad de la dinámica extractiva, y que según la socióloga argentina, ha sido atravesado tanto por los gobiernos progresistas como por los neoliberalesx.

Si bien acordamos con la vocación crítica de la autora al dedicar su atención a un fenómeno tan sensible para nuestra región como es el papel que desempeñan en los procesos políticos contemporáneos los recursos estratégicos con los que históricamente ha contado América Latina, consideramos que la colocación de la mirada de forma exclusiva en ese aspecto no contribuye a realizar una lectura precisa y en complejidad de la etapa que está atravesando la región. Pues aun cuando Svampa sostiene que este nuevo consenso tiene repercusiones en lo político, en lo económico y lo ideológico, y que por tanto, debe ser abordado desde una perspectiva múltiple, su interés parece residir casi únicamente en las consecuencias de la exportación de commodities por parte de los países latinoamericanos.

De acuerdo con nuestra perspectiva, la lectura de Svampa tiene un fuerte sesgo que no solo repercute en la interpretación de los procesos políticos, sino que también está basada en ciertas premisas conceptuales sobre las cuales se nos plantean serios interrogantes. Esto último es aquello que nos interesa principalmente en estas páginas.

Creemos que la limitación central del planteo de la socióloga argentina tiene que ver con la elusión del nuevo modelo de hegemonía surgido con los gobiernos posneoliberales. La concentración en un solo aspecto del patrón de acumulación (la exportación de commodities), no solo ocluye otros elementos del mismo, sino que también invisibiliza las transformaciones producidas en el Estado y la participación que en él tienen los sectores subalternos. Las estatizaciones de empresas que estaban en manos privadas (en muchos casos extranjeras) y la revitalización parcializada de ciertos sectores de la industria, junto con las políticas públicas democratizadoras, ocupan un papel accesorio sino inexistente en el análisis de Svampa. De esa forma, cambios que pueden resultar la base de una potencial transformación en el modelo de acumulación, son ocluidos para ocuparse exclusivamente de las consecuencias de la exportación de commodities como si se tratase de una contradicción simple. Precisamente las múltiples contradicciones que se avizoran en los procesos políticos de algunos países latinoamericanos, invitan a recuperar la necesidad de una visión holística que dé cuenta del conjunto de aspectos que definen la etapa.

Son causa de ese sesgo reduccionista ciertas imprecisiones conceptuales en las que, a nuestro modo de ver, incurre Svampa. La distinción que presenta la socióloga argentina entre un “neodesarrollismo progresista” y un “neodesarrollismo neoliberal”, quita densidad a las cruciales diferencias que se encuentran contenidas en los adjetivos de ambos conceptos. Esas disimilitudes son la raíz de profundos conflictos geopolíticos en la región, y podríamos decir, que para nosotros constituyen la verdadera contradicción principal de la actualidad latinoamericanaxi.

Al mismo tiempo, Svampa afirma que estamos en un nuevo período que puede caracterizarse legítimamente como “posneoliberal”, aunque eso no significa necesariamente para la autora la salida del neoliberalismo. El prefijo “pos” remite de alguna manera a que han existido cambios en relación a las políticas aplicadas fundamentalmente durante la década del noventa. Si bien debemos reconocer que aún presenta complicaciones establecer las diferencias, continuidades y rupturas, resulta difícil negar que algo ha cambiado en América Latina en la última década. Esta dualidad que aparece en Svampa, entre la negación y la aceptación de las transformaciones ocurridas en los últimos años, quita rigurosidad a su planteo, a la vez que la utilización entremezclada y a veces conjunta de conceptos como “neodesarrollismo”, “neoliberalismo” y “extractivismo”, provocan confusiones al momento de realizar análisis sobre los procesos, al perder precisión en aquel aspecto hacia el que se dirige el enfoque.

Para finalizar, creemos que existen dos temas muy sensibles a la realidad latinoamericana que son insuficientemente conceptualizados en la propuesta de Svampa: el Estado y el modelo de hegemonía (o bien, el grado de inclusión/exclusión de los sectores populares en la arena política). Temas que consideramos parte constitutiva de un modelo de desarrollo, en la medida en que el poder político y las relaciones de fuerza no pueden excluirse del análisis de la construcción de una matriz productiva. Percibimos un hueco en lo que respecta a esos problemas, que posiblemente reside en una matriz conceptual ciertamente “anti-estatal”, donde las transformaciones en el Estado y en sus mediaciones institucionales no son captadas con la relevancia que su impacto político realmente amerita. Un Estado actualmente desgarrado por contradicciones, que precisamente resultan, al menos desde nuestro punto de vista, la nota distintiva de la actual etapa latinoamericana.

5. Último capítulo: algunos aportes conceptuales a modo de conclusión

Para concluir este trabajo quisiéramos realizar algunos aportes conceptuales que quizá puedan contribuir a profundizar el análisis de la etapa que actualmente atraviesa América Latina, así como de las características del modelo de desarrollo en vigencia.

En primer lugar, creemos fundamental recuperar la distinción realizada por Antonio Gramsci en sus célebres Cuadernos de la cárcel entre las relaciones de fuerzas sociales y las relaciones de fuerzas políticas. Las primeras tienen que ver con la estructura, la situación objetiva en que se encuentra el modo de producción en una sociedad. Mientras que las segundas resultan “del grado de homogeneidad, autoconciencia y organización alcanzado por los diferentes grupos sociales”xii. Consideramos que las transformaciones producidas en los últimos años en la región se sitúan de forma más esclarecedora en las segundas que en las primeras. Lo cual ha repercutido notoriamente en la fisonomía de los Estados latinoamericanos. Por eso, si bien puede resultar acertado señalar críticamente que nuestros países aún presentan serias dificultades en cuanto a la dependencia externa y a una insuficiente transformación de sus matrices productivas, comprendemos como un factor sustantivo para potenciales avances en esos campos, la acumulación de poder político por parte de los sectores subalternos, así como su expresión en materia estatal. Las conquistas populares en un sentido democratizador obtenidas por las grandes mayorías en distintos países, deben constituir, según nuestro parecer, un punto central en el análisis del modelo de desarrollo. Pues cambiar la matriz productiva o romper con la dependencia externa resultan tareas irrealizables sin relaciones de fuerza favorables a aquellos sectores que pueden motorizar las transformaciones anheladas.

En ese sentido es que hemos tratado de remarcar la importancia del concepto de modelo de hegemonía en la configuración de un proceso de desarrollo. Es decir, hemos intentado ponderar analíticamente la distinción entre modelo de acumulación (relación Estado-economía) y modelo de hegemonía (relación Estado-masas). Porque no necesariamente las modificaciones de ambos aspectos recorren un camino lineal y acompasado. Aún así, el carácter analítico de esa distinción no debe hacernos perder de vista la organicidad que en los procesos sociales tienen ambas dimensionesxiii.

En segundo lugar, creemos adecuado retomar un concepto que acuñara el pensador chileno-alemán Norbert Lechner a fines de la década del sesenta. Hablamos de la categoría de lucha de clases internacionalxiv. Si bien en el Estado-Nación y las sociedades nacionales se condensa buena parte del flujo político de una sociedad, la injerencia de fuerzas globales tiene al mismo tiempo una incidencia notable en los procesos internos. En la medida en que el capital ha llegado a elevados niveles de concentración e internacionalización, la lucha de clases no puede limitarse al espacio nacional. El poder político debe ser proyectado a escala global. Es por eso que la geopolítica hoy resulta un campo de batalla crucial, una condición de posibilidad fundamental para la construcción de un nuevo modelo de desarrollo.

En ese mismo sentido, quisiéramos rescatar en tercer lugar el gran aporte que desde nuestro punto de vista realiza aún hoy Aldo Ferrer al pensamiento latinoamericano. El economista argentino nos habla no solo de densidad nacional –concepto sobre el cual ya hemos expuesto nuestras críticas–, sino también de densidad regional. Pensamos que las contradicciones políticas actuales, las cuales definirán el rumbo de América Latina para las próximas décadas, no se están desplegando solo en el plano nacional. La región constituye hoy un campo de disputa sobre el cual inciden con una mirada global y estratégica tanto potencias externas como agencias multilaterales y corporaciones transnacionales. Por ese motivo, no resulta un asunto menor que los gobiernos posneoliberales hayan apostado a la conformación de instancias supranacionales de decisión, que tratan de acotar los márgenes de las constricciones externas y fortalecer a la región ante la vulnerabilidad a la que puedan ser expuestos los diferentes países frente a amenazas que les son comunes (como golpes de mercado o intentos de golpes de Estado). Por supuesto, ese proceso de políticas unitarias no está exento de obstáculos ni de dificultades, mas no se puede obviar su impacto y trascendencia en el actual concierto político internacional.

En definitiva, coincidimos también con Ferrer en que para analizar y comprender los desafíos políticos que hoy se le presentan a América Latina, el mejor camino a seguir es el de construir un pensamiento crítico que cuestione las recetas aplicadas en el pasado. Pues solo asumiendo la tarea de producir conceptos, categorías e ideas que resulten apropiadas de cara a la singularidad de las problemáticas latinoamericanas, será posible entender los desafíos que deberá afrontar nuestra región en los tiempos que se vienen. Solamente con un pensamiento propio, que recoja las contradicciones históricas que han caracterizado (y aún caracterizan) a América Latina, será imaginable cerrar el círculo de un desarrollo que de forma conflictiva y recurrente vuelve a aparecer en la región, como fantasma de un pasado inconcluso.


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Notas

i Sader, E., Refundar el Estado. Posneoliberalismo en América Latina, Buenos Aires, CLACSO/CTA, 2008.
ii Guillén, A., “Estrategias alternativas de desarrollo y construcción de nuevos bloques de poder en América Latina”, en: VV.AA., Postneoliberalismo. Cambio o continuidad, La Paz, CEDLA, 2009.
iii Thwaites Rey, M., “Después de la globalización neoliberal: ¿Qué Estado en América Latina?”, en: OSAL, Buenos Aires, CLACSO, Nº27, abril, 2010.
iv Althusser, L., “Contradicción y sobredeterminación”, en: La revolución teórica de Marx, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010.
v Bresser Pereira, L. C., “Estado y mercado en el nuevo desarrollismo”, en: Nueva Sociedad, Buenos Aires, Nº 210, julio-agosto, 2007, p.118.
vi Zermeño, S., “Las fracturas del Estado en América Latina”, en: Lechner, N. (Comp.), Estado y política en América Latina, México, Siglo XXI, 1981.
vii Ferrer, A., “Globalización, desarrollo y densidad nacional”, en: Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano, Buenos Aires, CLACSO, Nº 4, enero, 2008.
viii Suárez, C.A. Diálogo con Aldo Ferrer, “El desarrollo es siempre un proceso de transformación en un espacio nacional”, en: Crítica y Emancipación, Buenos Aires, CLACSO, Nº4, segundo semestre, 2010.
ix Zavaleta Mercado, R., “La burguesía incompleta”, en: Clases sociales y conocimiento, La Paz, Los Amigos del Libro, 1988.
x Svampa, M., “´Consenso de los Commodities´ y lenguajes de valoración en América Latina”, en: Nueva Sociedad, Buenos Aires, N°244, marzo-abril, 2013, pp. 32-38.
xi Solamente a modo de ejemplo, consideramos que la disputa geopolítica alrededor del rumbo político de países como Colombia y Venezuela, así como los intentos golpistas que en ese marco ocurrieron en febrero de este año en éste último país, merecerían un lugar mucho más trascendente en la conceptualización de la etapa que el de un adjetivo adosado a un concepto principal.
xii Gramsci, A., Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003, p. 57.
xiii Portantiero, J C., “Notas sobre crisis y producción de acción hegemónica” en: Labastida, J. (Comp.), Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, México, Siglo XXI, 1998.
xiv Lechner, N. “La democracia en Chile”, en: Obras escogidas I, México, FCE/FLACSO, 2012, p. 36.

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