Sergio Amigo, un shakesperiano argentino en Londres (con una carta de los presos de la cárcel de Wandsworth) | Centro Cultural de la Cooperación

Sergio Amigo, un shakesperiano argentino en Londres (con una carta de los presos de la cárcel de Wandsworth)

Autor/es: Jorge Dubatti

Sección: Palos y Piedras

Edición: 21


Entre las presencias más relevantes convocadas por el Congreso Internacional William Shakespeare en la Argentina –oganizado por la Carrera de Artes de la UBA y el Centro Cultural de la Cooperación, con motivo de los 450° años del nacimiento del autor de Hamlet –, sobresalió Sergio Amigo, director argentino especialista en Shakespeare y radicado en Londres desde hace más de una década. La trayectoria de Amigo es fascinante: empezó con sus trabajos sobre Shakespeare y Beckett en la Argentina y actualmente enseña Shakespeare, teatro y política, a los presos de la cárcel londinense de Wandsworth.

En entrevista realizada en abril de 2014, contaba Sergio Amigo:

–Tímidamente, comencé en Buenos Aires a principios de los 90 a tratar de poner en marcha un grupo de actores con el propósito de experimentar y ver qué pasaba al trasladar Shakespeare del libro al escenario. Digo tímidamente, ya que sabíamos que la tarea era enorme, así que (ahora me doy cuenta) aplicamos sin saberlo la lógica marxista de negociar con la resistencia que la materia nos opone, y así crear esos objetos vivos que son las obras de teatro. Creamos La Cabeza del Jabalí en una época donde el concepto de “compañía” era rarísimo, en una época de individualismo y exitismo exasperante.

Comenzamos –continúa Sergio– con una versión adaptada de La comedia de las equivocaciones para chicos. Nos parecía una buena manera de jugar con Shakespeare, y así disminuir la brecha entre ese respeto reverente y nuestras posibilidades reales en aquel momento. La obra duro seis años en cartel, un récord, y financió prácticamente nuestros siguientes proyectos. El segundo fue Sonetos de amor, una creación colectiva que combinaba los sonetos shakesperianos traducidos por Miguel Montezanti con un saxo en vivo que tocaba Los Beatles. El espectáculo era tan flexible que lo hicimos en muchísimos lugares, aparte de teatros: los pasillos de la Facultad, salas de conferencia y hasta a la orilla del río en el Uruguay.

Seguimos con Will plus Will, medio en castellano y medio en inglés –evoca Amigo–. Era un trabajo escrito por Luis Gayol que combinaba textos de dos Guillermos: Shakespeare y Hudson. Unos años más tarde, seríamos invitados a Londres a presentarlo. Fue para mí un momento clave. Una vez allí decidí quedarme y profundizar mi inglés y mis estudios sobre Shakespeare. Pero antes de eso, fui invitado a Sydney, Australia, a montar un espectáculo, nuevamente usando los sonetos como material principal. Se llamaba Fever y combinaba actores australianos y latinoamericanos. Fue un éxito extraordinario, pero ahí apareció claramente para mí la limitación que me imponía el idioma.

De Australia, Amigo volvió a Buenos Aires, siempre guiado por Shakespeare:

–Volví y monté en el Payró Venus & Adonis con Bernardo Forteza, que hacía todos los personajes. El país claramente se venía abajo, el espectáculo televisivo prostibulario era repugnante allá por el cambio de siglo. Recuerdo que el público nos decía que el texto del poema, esta vez en traducción de De Vedia y Mitre, era música para sus oídos, un oasis en medio de aquel mundo menemista. Con el espectáculo en cartel, favorecido por la crítica, dejé el país y hasta hoy vivo en Londres donde, junto a tres socios más, tenemos The Calder Bookshop & Theatre, un espacio teatral muy original, detrás de nuestra librería y enfrente al Young Vic.

La adaptación no fue traumática:

– Una vez llegado a Londres, con mi inglés muy básico, pero con la misión de aprenderlo y ser capaz de leer a Shakespeare fluidamente, me parecía que no iba a poder sobrevivir sin hacer teatro. Así que recurrí nuevamente a la magnífica traducción de la poesía shakesperiana de De Vedia y Mitre, compre un proyector de diapositivas de segunda mano, y salí, ahora actuando, a hacer mi primer (y único) unipersonal en castellano con los poemas en inglés proyectados simultáneamente. Fue una movida afortunada. Me invitaron a hacerlo primero en Stratford-upon-Avon, luego a Estambul, después a Extremadura. La última función la hice en Calcuta. “Shakespeare desde la tierra de Diego Maradona”, así lo anunciaron. Una vez que mi inglés se volvió fluido, a modo de prueba, presenté una solicitud de trabajo en el mítico Morley College. Para mi sorpresa pasé la entrevista y al poco tiempo me ofrecieron enseñar Shakespeare, actividad que sigo hasta hoy. Pasados los años pude acceder a la ciudadanía británica. La ceremonia se realizo un 23 de abril, fecha del nacimiento y muerte de Shakespeare. También monté en Londres A Lover´s Complaint, espectáculo que giramos en Irlanda y Buenos Aires, en el Festival Shakespeare 2012. Sergio Amigo practica en Londres un teatro que define como radicalmente político:

–Aparte de seguir usando el texto de Shakespeare para mis clases –explica–, mi preocupación en estos últimos años es la política. La manera de hacer teatro como una herramienta política. Mis diez espectáculos en Londres intentaron eso. En el Congreso de la UBA dicté un taller que exploraba la influencia de Shakespeare en Marx, usando la obra Timón de Atenas como material. La dimensión política en Shakespeare, sé que es obvia, pero a mí se me pasaba por alto –observa–. Hasta que leí a Augusto Boal, donde explora la historia del teatro desde la tragedia griega al teatro foro. Todo teatro entonces es político. La pregunta que se me abre una vez más es: ¿por qué Shakespeare es todavía relevante? La respuesta más oída es siempre: ‘Porque habla de la naturaleza humana’, frase que para mí significa poco y nada. La que se me ocurre a mí es: ‘Porque la clase dominante es la misma que en su tiempo, y por lo tanto es el mismo el paradigma que la sostiene’”. Amigo afirma con orgullo:

–Mi otra tarea en Londres es enseñar teatro y política en la cárcel de Wandsworth. Y allí sí que se ve con claridad la dimensión política y de cambio que puede producir el teatro en general y Shakespeare en particular. ¿Cómo hacer para que los prisioneros, casi todos, por supuesto, de la clase trabajadora - ¡justicia de clase no es justicia!-, se adueñen de esos textos, los hagan propios? Para ellos, su experiencia previa con el Bardo, son las aburridísimas clases del colegio o algo ajeno a ellos, que pertenece a la clase burguesa, rica y blanca. Y tienen razón, eso es lo que uno ve en la cartelera londinense. Les pedí antes de venir que escribieran un testimonio sobre su experiencia con Shakespeare (ver abajo). Remarcaban cuán cercano y personal eran Romeo y Julieta, El Mercader de Venecia, Hamlet o Timón. Y la libertad (¡mirá vos, libertad en el encierro!) de oírlo y decirlo en un “calidoscopio de diferentes acentos, razas y culturas”.

Amigo concluye:

–Nuestro país, por suerte, es otro bien diferente al que dejé en 2000. Fue, sin duda, una década ganada. Por el contrario, la lucha de uno en Europa contra la apatía, la antipolítica, el individualismo de la mayoría de la gente, es titánica y sin cuartel. A veces muy desalentadora. Y ahí es donde Shakespeare aparece, en la sordidez de la prisión, a (según la palabras de mis alumnos prisioneros) “poner el espejo frente a nosotros y empezar a comprender”.


Documento citado:

CARTA DESDE LA PRISIÓNi

Carta de los alumnos de teatro de la cárcel de Wandsworth, Londres, a un imaginario grupo de prisioneros en la Argentina, dando testimonio de sus experiencias shakesperianas:

Hola amigos,

Somos sus hermanos en armas, actualmente encarcelados en la prisión de Su Majestad Wandsworth. Ninguno de nosotros tiene ningún tipo de educación o conocimiento formal de los trabajos de William Shakespeare. Ciertamente alguno de nosotros recuerda haber sido alimentado por la fuerza en la escuela con lo que ni siquiera parecía inglés, mirando fijo el reloj, contando los minutos, bostezando y generalmente deseando estar en cualquier otro lugar en vez de  leer ‘Ser o no ser una mierda’!! Para más de la mitad de nosotros aquí en la cárcel, el inglés no es nuestro primer idioma. Y así y todo, hemos avanzado no solamente recitando Shakespeare en nuestra miríada de acentos, algunos extremadamente graciosos, sino en apreciar mediante la guía de Sergio [Amigo] cada significado en profundidad, cada sutileza, cada aspecto del perfectamente elaborado lenguaje usado por Shakespeare para evocar ese calidoscopio de emociones humanas. ¿Qué uso posible puede tener recitar Timón de Atenas, el “¿Oro? ¿Amarillo, brillante, precioso oro?”, para un ladrón armado o un ratero? ¿Qué puede: “Si nos pinchan, ¿no sangramos?” enseñar a alguno de nosotros, miembros de bandos, gangsters, que vemos cada día sangre derramada en nuestras propias calles? Y también: “Ven cerca, amigo, dame tu mano” al ver a un criminal duro, para quien en su lenguaje no pasan más de dos palabras sin decir “puta” u otra grosería, componerse y decir ese texto con ternura y honestidad. “Pero despacio, ¿qué luz ilumina aquella ventana?”: hasta el más duro corazón de piedra no puede sino derretirse un poco. Disciplina, confianza, compostura, memoria, mutuo respeto, mutuo cuidado son solo algunas de las lecciones que hemos aprendido a través de las inmortales palabras de Shakespeare. Ojalá les dé a ustedes tanto placer como el que nos ha dado a nosotros. Nuestras oraciones y amor están con ustedes. Por favor, ¡¡devuélvannos al Camarada Sergio sano y salvo!! 


Nota

i Leída por Sergio Amigo en el acto de apertura del Congreso Internacional William Shakespeare en la Argentina, el 23 de abril de 2014, en la sede de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Compartir en

Desarrollado por gcoop.