Galo Mora Witt: “Ante la restauración conservadora de hoy, se requiere una nueva inyección de bríos con capacidad de alternativas” | Centro Cultural de la Cooperación

Galo Mora Witt: “Ante la restauración conservadora de hoy, se requiere una nueva inyección de bríos con capacidad de alternativas”

Autor/es: César Zubelet

Sección: Entrevistas

Edición: 21


Galo Mora Witt (Loja, Ecuador, 1957) es escritor, compositor, músico, antropólogo. Integró el conjunto musical ecuatoriano "Pueblo Nuevo" y dirigió los talleres literario-musicales de la librería "Albatros", de Ginebra. Es autor, entre otros libros, del estudio introductorio a las obras completas del destacado escritor ecuatoriano Pedro Jorge Vera, y de un reciente ensayo narrativo: Un pájaro redondo para morir. Fue ministro de Cultura de su país entre 2009 y 2010, secretario personal del presidente Rafael Correa, y secretario ejecutivo del Movimiento Alianza País entre 2010 y mayo de 2014. Al concluir el informe final sobre su gestión, presentado en el marco de la IV Convención Nacional (1º-5-2014), solicitó a la directiva del Legislativo que se diera paso a un debate para analizar la posibilidad de una enmienda constitucional que permitiese la reelección presidencial, “incluso más allá  de la natural resistencia que nuestro querido compañero Presidente ha mostrado ante tal anhelo de un país entero".

Entrevistado por la Revista Web del Centro Cultural de la Cooperación durante su visita a Buenos Aires el 29 de julio de 2014 –ocasión en la que brindó una conferencia sobre “La lucha por la unidad cultural de América Latina” –, Galo Mora respondió a nuestras preguntas.

¿Cuál fue el tratamiento que le dio el gobierno que encabeza el Presidente Rafael Correa al tema de la Deuda Externa?

En principio se hizo un comité internacional para develar su carácter legítimo o ilegítimo. Segundo: ¿quiénes eran tenedores de esos bonos de deuda? Resulta paradójico que existieran miembros del Banco Central, ex ministros de Economía, que también eran tenedores de esos bonos. Consecuentemente, el conflicto de intereses era gigantesco.

Más tarde, el presidente Rafael Correa anunció que se debía desvirtuar la naturaleza supuestamente independiente del Banco Central, porque decía que era independiente de las decisiones del Estado: de eso era independiente, mientras que al exterior era lacayo del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, a tal punto que, como más tarde también lo denuncia Evo Morales, el Banco Mundial tenía sus oficinas en el Banco Central del Ecuador; además no pagaban ni alquiler, para rematar la figura simbólica.

Se hace una negociación, creo que en las mejores condiciones posibles, al punto que desde el 2008 hasta el 2030 se ahorra el Estado ecuatoriano un millón de dólares diarios. Partiendo de allí, pienso que no solo la denuncia, sino la negociación tan coherente y correcta de esos fondos que antes, evidentemente, se esfumaban en manos privadas del capital transnacional sin nombre; sabemos que hay capitales numerarios simple y llanamente, que no son de nadie, supuestamente. Ahora eso se quedó en el país; pienso que la primera negociación importante fue aquella.

Luego fue lograr acuerdos definitivos con el Club de París como los que ha hecho Argentina, con pagos fundamentales al respecto. Pudimos cerrar los acuerdos, no es que estemos libres de los buitres. A propósito, lo he dicho varias veces, tenemos que dejar de ser tan políticamente correctos, es importante; porque no podemos llamar capital golondrina a los que más tarde son buitres, y luego son depredadores y carroñeros. Creo que hay que ser muy oportuno, la defensa de nuestra integración, y la soberanía van de la mano.

Esa agenda del presidente Correa, de la Revolución Ciudadana y de la Alianza País, se cumplió cabalmente; ha sido de extraordinario éxito para el Estado ecuatoriano, con un manejo impecable.

En su momento, como era obvio pensar, el canciller Ricardo Patiño fue acusado de todo, porque era el ministro de Economía, como ya somos testigos de lo que hace la tal llamada “prensa libre e independiente”, se desvirtuó todo aquello y, afortunadamente, hoy con la frente limpia y el corazón más limpio aun, podemos enfrentar cualquier juicio a la historia con respecto a la deuda.

¿En qué quedó el proyecto del Banco del Sur?

Pienso que con un extraordinario arranque, entramos en una cierta parsimonia, que ante la restauración conservadora de hoy, se necesita y requiere una nueva inyección de bríos con capacidad de alternativas.

Después de sufrir los impactos emocionales y políticos tan fuertes como las muertes de Néstor Kichner y Hugo Chávez, que siendo ambos baluartes ideológicos y humanos de esta unidad y esta transformación, era evidente que su ausencia debía impactar en este universo, en este escenario.

El Alba retrocedió; hay que reconocerlo. La Unasur ha estado crujiendo y la CELAC también está en parsimonia. Ante una necesidad universal, los Brics dieron el paso al formular que cinco países, entre los que se encuentra la segunda potencia del mundo, Rusia, y la segunda potencia económica, China, puede dar ese paso extraordinario para poner un freno al poder imperial.

Por otro lado, la inyección del Banco del Sur cambia también la perspectiva, en menor grado naturalmente porque es regional: es para América Latina. Creo que la CELAC es un punto determinando, y que Ernesto Samper esté al frente de la Unasur le da un carácter trascendente, ya que es un jefe de Estado de un país tan importante como Colombia, y que lucha por la paz.

Todos estos elementos, además, tienen que manifestarse frente a esta restauración conservadora que el Presidente Rafael Correa ha denunciado en el Foro de San Pablo y que se viene como una ola. ¿Qué pasará en el 2015 en Brasil y Argentina? Porque son dos polos fundamentales del pensamiento y del desarrollo económico del continente.

Pensamos que es factible que estos procesos y proyectos de integración de soberanía se mantengan, y que no debemos perder la pista y el sentido histórico; Fidel dice que lo que caracteriza a un revolucionario es su comprensión del sentido histórico, y no irse por el aventurerismo facilista de convertirse en levantador de banderas falsas. Por otro lado, tenemos que tener la convicción certera de que un error no puede permitir esa restauración conservadora.

¿Qué peso tiene el debate de ideas y la cultura dentro de la Revolución Ciudadana?

Pienso que Rafael Correa ha hecho muchas menciones de algo que él llama cambio cultural, y que luego transformó, al tomar una frase de Antonio Gramsci, en crítica de las costumbres. Porque sin duda alguna, es necesario un cambio de mentalidad, primero porque la soberanía nos puede cubrir a todos, pero reconozcamos que hay en América Latina un bárbaro manto de servidumbre yanqui: todo “lo mejor” es lo de ellos, la música, los actores, etc. A tal punto que, en un momento, un muchacho me decía que pocos saben quién fue Scalabrini Ortiz, pero de Justin Bieber nadie duda; eso es grotesco, pero se debe a que han logrado imponerse por medio de colocarnos máscaras y disfraces a todos los demás para que no nos reconozcamos, para que no seamos hermanos. Y lo lograron.

Todo el siglo XX ha sido de ellos, porque Fidel estaba solo, hasta que a partir de Chávez y Kirchner la cosa cambia, y eso es lo que los asusta, naturalmente.

La cultura no es solamente la expresión de las artes nada más, la cultura es esta cotidianeidad de lo que comemos, cómo lo hacemos, qué conversamos y, finalmente, a quién servimos, para qué nos reunimos. Pienso que si los latinoamericanos nos reunimos en este Centro Cultural de la Cooperación, o en la Casa de las Américas, o en el Teresa Carreñoi, ya no somos los mismos de ayer; afortunadamente, hoy tenemos la capacidad de dialogo.

Pero ese manto ha impedido que nos veamos entre nosotros: a ese manto hay que romperlo. Para saber cómo hacerlo, ahí están la CELAC y la Unasur, ahí están los fundamentos. Y se viene otro: abrirse en el marco diplomático, porque siempre hemos tenido representantes del Ejército, la Marina y la policía, pero de la cultura, cada vez menos; y no estoy atacando a las Fuerzas Armadas, estoy diciendo que si se necesita la agregaduría militar en las embajadas, con más razón, la cultural; en este espacio hay que avanzar con mucha más razón.

Recuerdo que en uno de los enlaces el presidente Correa contaba: “Imaginen que en el Centro Cultural de la Cooperación estuve con Federico Luppi”, y como nadie se inmutó, porque nadie sabía quién era, explicó nuestro presidente que Luppi es una especie de Robert de Niro, pero argentino; entonces todo el mundo supo quién era. Eso es lo que nos sucede.

Me parece tan significativo el no vernos, no mirarnos, a veces ni entre las cúpulas de intelectuales, debemos vernos el uno al otro, ahí esta el elemento determinado de cómo abrir el corazón y la cabeza.

En la integración regional la cultura es un puntal principal de nuestro trabajo.

Cuando asumió Rafael Correa a la presidencia, una de sus principales motivaciones fue revertir las consecuencias sociales y económicas derivadas del modelo neoliberal que imperaron en el continente durante las dos últimas décadas. ¿Qué es lo que se ha hecho y que es lo que falta realizar todavía?

Cuando se regresa y se contempla el camino hecho, se ve que hemos caminado mucho; pero de ahí en adelante, ese mismo camino es interminable: ese es uno de los problemas, porque además el mandante se convirtió en demandante; el que salió de la pobreza y va hacia la clase media quiere cada vez mejores condiciones. Lo que, además, es lógico y legítimo. El problema es que nosotros encontramos un país devastado y, quizá lo más grave, sin esperanzas, con una autoestima bajo cero, con la percepción de que todos sus sueños eran imposibles, que no habría posibilidad alguna de emerger con dignidad, y que aquel que nació pobre seguiría siendo pobre, y que el que nació negro tenía más posibilidades de seguir siendo pobre, y el que nació indígena, directamente, sería pobre para siempre.

Esto se ha revertido desde la conciencia. Primero, porque hoy se garantiza que Ecuador no es ya el mismo país de exclusión; hoy puede abrigar esperanzas fundamentales. Segundo, es seguro que la obra pública llega a todos los sectores de la patria; nosotros tenemos el proyecto de las Escuelas del Milenio, que son mejores que las privadas, mejores en todos los terrenos: por ejemplo, cuentan con laboratorios de idiomas, pero están donde antes estaba la basura, para hacer una simbología.

Y ahí ubicadas, permite que ese niño que hoy tiene siete u ocho años y que no conoce más que la Revolución Ciudadanaii porque nació en este tiempo, se sienta que este es un país grato para él; como no tiene conciencia y memoria del pasado, es más complejo que logre entender las transformaciones: es lo que le pasa a todo proceso revolucionario, donde aquel que tiene siete años se convierte en demandante, por lo que tenemos que exigirnos cada día más a nosotros mismos, porque no se da no se convierte en una dadiva, sino en un derecho adquirido.

Por eso tenemos la primera Constitución que reconoce los derechos de la tierra, porque dice que es un Estado de derechos y justicias, y que le da derecho a la Naturaleza: esos elementos son fundamentales.

Cuando comenzó el proceso de transformación de la Justicia, Rafael Correa fue acusado de todo, porque dijo: “Alguna vez voy a meter las manos ahí”, y se interpretó esto, no como una transformación de las cosas, sino que el Presidente iba a imponer los jueces.

Trabajamos por la transformación de la Justicia para que no sea solamente para “el de poncho” –como ha sido toda la vida–; yo creo profundamente en la transformación infraestructural del país.

Toda la infraestructura ha cambiado. Por ejemplo, en Quito y en Guayaquil, en treinta y ocho años, con el objetivo de privilegiar la educación privada, no se había construido ni un solo colegio público. Hoy sucede lo contario, muchas escuelas privadas han cerrado, y no fue porque estemos en contra, sino porque hoy la educación pública convoca por su alta calidad, por los profesores. Hicimos un censo de profesores y hemos hecho una transformación de la Universidad ecuatoriana; no hay ya una universidad más que sea de garaje, de esas que no tenían ni peso académico, ni grados, ni nada, y daban títulos a cuantos pagasen matrícula y cuotas, y esos salían nomás a ejercer: eso era lo grave.

Entonces fue el descalabro de todo aquello, lo que, obviamente, también generó dificultades y abrió frentes, pero era inevitable, porque la eficiencia de un proceso revolucionario es lo que puede brindar su futuro. En los sueños nos fuimos quedando muchos años; no es posible seguir eso, pienso que hay mucho por hacer, pero hay mucho que se ha hecho.

¿Cómo se puede combinar defensa del medio ambiente y desarrollo tecnológico?

Por ejemplo, no podríamos estar hablando de nada sin tecnología, porque esa grabadora, mis lentes, todo tiene minería; es imposible prescindir de ella, lo contrario sería volver a la edad de piedra. Lo que hay que hacer es garantizar que esa extracción no sea funesta para el ser humano, y se puede garantizar porque hay países que lo hacen.

Salvador Allende decía que el cobre es el suelo de Chile, y después del azúcar, el níquel es la más importante exportación de Cuba; el Che Guevara peleó por esa planta de níquel, no podemos pensar que eso tiene que estar guardado para esperar que vengan los imperialistas a expoliarnos otra vez; no.

Entonces hay que pensar a quién sirve, si va a aportar al desarrollo de un pueblo para sacarlo de la pobreza y la miseria y luchar porque se afecte lo menos posible, porque hay siempre algo que afecta al medio ambiente; con esos resguardos estaremos cumpliendo. Porque: ¿cuál es la agresión mayor al ser humano? La pobreza. Y Correa ha sido muy claro al explicitar que no son ni la minería ni el petróleo lo que más afecta el medio ambiente; es el desecho de las ciudades, y para rehacer eso, se necesitan miles de millones de dólares; entonces es absurdo no hacerlo.


i El Teatro Teresa Carreño es un complejo cultural, uno de los más importantes de América Latina, el segundo más grande de América del Sur, y el mayor de Venezuela.

ii La Revolución Ciudadana es un proyecto impulsado por el gobierno de Rafael Correa y el Movimiento Alianza País, que se propone implementar el socialismo del siglo XXI en Ecuador. Desde 2007 hasta la actualidad, es también el nombre otorgado al gobierno del presidente Correa.

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