Entre el Buen Vivir y los debates sobre Estilos de Desarrollo
Autor/es: Pilar Fiuza, Ramiro Coviello
Sección: Especial
Edición: 21
Este artículo se enmarca en el trabajo que venimos realizando desde el GEHD en el proyecto “Hacia una genealogía del Buen Vivir”. La hipótesis que lo guía plantea que las propuestas producidas en el marco de los debates sobre estilos de desarrollo (ED) cumplen un papel relevante, en tanto huellas y resonancias discursivas, en la producción de sentido de los discursos contemporáneos del Buen Vivir (BV); a la vez, señala que es posible establecer relaciones entre sus condiciones de producción. En ese sentido, presentamos las características de la perspectiva teórico-epistemológica que asumimos desde el GEHD: el Análisis Materialista del Discurso, anclado en un ejercicio de Historia del Presente. Esto supone, por un lado, una labor arqueológica, de localización de las condiciones de formación de los discursos y de las huellas de los procesos que los conformaron; por otro, una labor genealógica, que supone un análisis de las prácticas que habilitaron su inteligibilidad y permitieron su emergencia como parte de una relación de fuerzas. A partir de este trabajo es plausible localizar los elementos de formaciones discursivas previas que están presentes en los planteos contemporáneas del BV. Así, abordamos, desde la perspectiva señalada, el análisis de las propuestas más relevantes formuladas en los debates sobre ED hacia finales de los años sesenta, destacando tanto el alcance holístico de las mismas como el efecto de politización que introducen frente a las concepciones reduccionistas sobre el desarrollo y su efecto de unidad.
Introducción
El presente artículo tiene como propósito dar cuenta de la perspectiva, objetivos y avances de investigación desarrollados por el Grupo de Estudios sobre Historia y Discurso (GEHD) desde el año 2013, en el marco del área de “Racionalidades de Gobierno” del Departamento de Ciencias Sociales del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. De este modo, presentaremos algunas líneas que buscan resumir lo realizado en torno del proyecto “Hacia una genealogía del Buen Vivir”, programa de investigación que tiene como objetivo contribuir a la comprensión de los debates relativos al buen vivir o vivir bien (BV), a partir de la puesta en serie de estas formulaciones con las problematizaciones realizadas desde los debates de Estilos de Desarrollo (ED) producidos en América Latina entre 1968 y 1979.
En ese sentido, nuestro trabajo reconoce una serie reciente de antecedentes, los cuales se vinculan con un conjunto de discusiones sobre la caracterización de la etapa de transformaciones inaugurada por el ciclo de luchas abierta desde mediados de los '90 y conceptualizada como posneoliberal (Seoane, Taddei y Algranati, 2013). En dicho campo, se han inscripto diversas producciones que, por un lado, plantean una crítica en términos teóricos al concepto de “desarrollo” en tanto reducción a la noción de crecimiento del PBI (Larrea, 2010; Ramírez, 2012), y, por otro, subrayan la necesidad de una crítica epistemológica del mismo, entendido como un avance gradual hacia una idea de progreso capitalista de raíz eurocéntrica. En esa línea, se busca recuperar las tradiciones epistemológicas y gnoseológicas que habrían sido obturadas por la modernidad capitalista y colonial (Quijano: 2000, Ceceña, 2008).
En sintonía con estas críticas al “desarrollo” se han formulado alternativas de relación entre la organización social y la naturaleza, que proponen producir otras formas de reproducción ampliada de la vida, capaces de prevenir las consecuencias de los modos actuales de explotación capitalista y de garantizar así el futuro de estas poblaciones. En este marco, en la última década se constata el desarrollo de un movimiento de crítica económica, política y cultural en el que cobra centralidad la perspectiva del “Sumak Kawsay” (buen vivir/vivir bien) y perspectivas holistas para la formulación de modos de vida alternativos, todo lo cual trajo consigo una revalorización de las voces de las comunidades de los pueblos originarios y sus saberes. El caso de Bolivia constituye un ejemplo de aquello, con la integración de comunidades a instancias de decisión política y técnica de la administración pública y con la formulación de Planes Nacionales orientados por la perspectiva del BV (Giller, 2014).
Desde el GEHD entendemos que estas perspectivas críticas, al asociar unívocamente el “desarrollo” a los lineamientos de la Alianza para el Progreso, tienden a homogeneizar en términos de “discurso del desarrollo” las heterogeneidades y tensiones existentes alrededor de las múltiples definiciones, oposiciones y re-definiciones que se produjeron en nuestro continente en torno a la noción de “desarrollo”. En ese sentido, la hipótesis de trabajo que guía nuestro proyecto de investigación plantea que las propuestas producidas en el marco de los debates sobre ED –que denominamos “otros desarrollos”– aparecen bajo la forma de trazos, huellas y/o resonancias discursivas en la producción de sentido de los discursos contemporáneos del BVi; a la vez que señala que es posible establecer relaciones entre sus condiciones de producción, esto es, en el plano de las instituciones, organismos y sujetos involucrados en la emergencia y generación de los documentos que conforman ambas series (ED y BV)ii.
Ahora bien, la puesta en juego de la hipótesis de trabajo presentada implica, a nuestro entender, la configuración de una apuesta teórico-epistemológico que permita desmembrar aquellos discursos que se muestran como unidades homogéneas y coherentes, echando luz sobre el modo en que aquellos debates sobre ED han quedado soterrados en la historia de América Latina. De esta forma, desde el GEHD asumimos la perspectiva del Análisis Materialista del Discurso (AMD), anclándolo en un ejercicio de historia del presente (Dean, 1994; Foucault, 1987 y 2007)iii. Se trata de encarar, por un lado, una labor arqueológica, de localización de las condiciones de formación de los discursos del BV y de las huellas de los procesos que los conformaron; por otro, una labor genealógica, que supone un análisis de las prácticas que habilitaron su inteligibilidad y permitieron su emergencia como parte de una relación de fuerzas en un conjunto de circunstancias determinado. Es a partir del trabajo sobre el conjunto de ambas dimensiones que entendemos que es plausible localizar los elementos de formaciones discursivas previas que están presentes en los planteos contemporáneas del BV, sin que esto resulte en la producción de unas relaciones lineales o reduccionistas.
De este modo, y siguiendo el planteo de la historia del presente, nuestra apuesta teórico-epistemológica implica desestabilizar todo aquello que se presenta como unidad evidente, uniforme y producto de un despliegue más o menos lineal en el tiempo. Esto conlleva, a su vez, un modo singular de delimitar el objeto de investigación, ya que tras dispersar la evidencia de “la escuela”, “el autor”, “el tema” y los “ismos” (liberalismo, desarrollismo, estructuralismo), es preciso encontrar modos alternativos de construir un objeto de indagación. El par conceptual foucaultiano “problematización/re-problematización” cumple un papel fundamental en este aspecto. Con problematización nos referimos a los modos específicos en que ciertos temas, fenómenos, hechos se constituyen en objeto de interrogación, en problemas, cuyas características son identificables a partir de sus respuestas concretas, variadas, no siempre coherentes entre sí, pero que permiten captar la singularidad de aquello que devendrá naturalizado. Re-problematizar implica poner en juego relaciones entre diversos elementos: un haz de interrogantes que pueden combinarse de diverso modo y, con ello, producir nuevos sentidos (Castel, 2001; Foucault, 2008). En cuanto refiere al proyecto de investigación del GEHD, esto implica la puesta en serie de diversos materiales de archivo –cuya articulación no necesariamente responde a las remisiones explícitas que en ellos se encuentran–, reagrupando, condensando e incorporando nuevos elementos como parte de la problematización; en otras palabras, una operación que produzca un efecto de heterogeneización del presente.
Si bien en el siguiente apartado ampliaremos algunas nociones relativas a nuestra apuesta teórico-epistemológica, este artículo se centra especialmente en la presentación de la serie de debates que problematizaron el concepto de desarrollo, cuestionando el estilo hegemónico. Se trata de rescatar de los confines del archivo un conjunto de propuestas (ED-otros desarrollos) que fueron producidas y puestas en circulación desde América Latina entre 1968 y 1979.
¿Qué aporta el Análisis Materialista del Discurso a una genealogía del Buen Vivir?
Partiendo de la idea de que no es posible realizar análisis del discurso sin una teoría del discurso por detrás sin derivar en una práctica tecnocrática e ideológica (Althusser, 2011) las operaciones que realizaremos se apoyan en una serie de postulados. Por un lado, partimos de la premisa de que los discursos no “flotan en el vacío” sino que son el resultado de procesos de producción que se inscriben en una totalidad compleja de diversas prácticas sociales, cuya dinámica y organización no pueden reducirse a un principio rector. Del mismo modo, entendemos –siguiendo los planteos de Pêcheux (1975)– que los discursos/sentidos no pueden asignarse a un “yo” que, en su gesto enunciativo, se presenta como “dueño y señor” de su decir. Aunque la enunciación se presente como una instancia de agencia, su condición y contrapartida necesaria es la sujeción a un orden del decir, que no solo remite a ese hecho social que es el sistema de la lengua (como estableció Saussure) sino a cierto orden del discurso.
De este modo, analizar los discursos del BV desde la perspectiva del AMD supone partir de una cuestión nodal para la investigación sociológica en el archivo: la relación entre discurso y condiciones de producción. Si bien suele ser frecuente que se aborden las condiciones de producción de tal o cual discurso como un elemento más del estudio de discursos, esta noción no siempre funciona como aspecto de una teoría del discurso. En nuestro caso, entendemos que las “condiciones de producción” deben ser desarmadas en tanto evidencia y trabajadas como un haz de procesos de diverso orden, de los cuales destacamos dos: las Condiciones de Formación del discurso (CF) y las condiciones de producción del discurso (cp).
La noción de CF se deriva del concepto de formación discursiva, introducido por Foucault (2002) y trabajado luego por Pêcheux (1975, 1988) y Pêcheux y Fuchs (1975) desde una perspectiva althusseriana. Abordar el discurso a partir de esta noción implica considerar que toda secuencia discursiva, independientemente de la voluntad o “conciencia” de quien la enuncia, está sobredeterminada por matrices de sentido que delimitan lo que puede y debe ser dicho. La identificación de formaciones discursivas, tanto en un enfoque arqueológico y en los últimos trabajos de Pecheux (2012) como en Courtine (1981) y en propuestas más recientes (Indursky, 2005, Arnoux 2006), moviliza un dispositivo de lectura orientado a identificar regularidades (continuidades/reiteraciones/trasformaciones) en los trazos textuales de los materiales de archivo. Esto equivale a decir que los elementos que se inscriben en un documento (no solo sentidos sino también objetos de los que se habla, conexiones causales, etc.) se enuncian allí pero se forman en otra parte; así, para analizar un documento es preciso el análisis de sus relaciones con otras –múltiples– secuencias discursivas, que pueden ser entendidas en términos de “resonancias” (Serrani 1997). En ello confluyen dos nociones centrales para el AMD. Por un lado, el concepto de interdiscurso, que caracteriza ese “exterior constitutivo” de todo discurso en términos de un “cuerpo socio-histórico” de huellas, de materialidad discursiva, exterior y anterior a la existencia de una secuencia dada (Pêcheux 2012). Por el otro, la noción de heterogeneidad constitutiva (Authier-Revus 1984) que plantea que todo discurso contiene en su interior, además de las voces citadas que el sujeto reconoce como ajenas, elementos de otros discursos que aparecen “naturalizados” como propios.
En lo que respecta al análisis de las cp de un discurso, como dimensión del AMD, esta nos remite a las instituciones en las que se producen los discursos, a los organismos y redes en los que se inscriben y a las trayectorias de quienes los formulan. La caracterización de las cp de un discurso requiere entonces del desarrollo de un dispositivo orientado a la identificación, puesta en relación y análisis de datos, derivados del archivo documental o de otras dimensiones de la investigación sociológica. No se trata, en este plano, de describir relaciones interdiscursivas sino de situar cada documento o serie de documentos en sus cp y de analizar las relaciones de circulación entre las diversas instancias de producción de discursos.
En suma, el trabajo con problematizaciones que introdujimos anteriormente supone entonces una dislocación de la evidencia de los discursos del desarrollo, indagando en su singularidad histórica en pos de entender (y explicar) sus procesos de formación. Ello implica poner en juego una reflexión orientada a producir formas de articular documentos que puedan dar cuenta de las relaciones interdiscursivas que entablan las secuencias: des-componer sus elementos tal como se presentan, reorganizarlos en un haz de interrogantes y abrir el juego a la consideración de otros posibles, realizar –en términos de Foucault (2002)– una “rarefacción” que desanude las múltiples suposiciones que están implícitas en el discurso.
Problematizar o, en este caso, re-problematizar, es realizar una nueva puesta en serieiv en base a hipótesis respecto de relaciones (inter)discursivas, todo lo cual redunda en la construcción de un corpus (Aguilar et al., 2014c). Cada uno de los diversos elementos que conforman la nueva unidad supone además su propia genealogía, sus temporalidades, su imbricación en relaciones de poder, la puesta en relación de instituciones y trayectorias. El cuerpo documental producido a partir de una problematización determinada constituye, entonces, una unidad compleja fruto de un ensamblaje cuyas suturas, expuestas, dan cuenta de las heterogeneidades de las condiciones de producción y de los procesos de formación de las “partes” ensambladasv.
Es en el sentido arriba expuesto que desde el GEHD nos interesa poner en relación los Planes del BV con los discursos producidos en el marco de los debates sobre ED, atendiendo de manera singular a una serie de interrogantes que remiten a “crecimiento económico”, “modernización”, “tecnología”, “soberanía”, “población”, “nación”, “lenguas”, “recursos naturales”, “consumo”, “división del trabajo y la distribución de sus productos” tanto a nivel nacional como internacional, “participación”, “tiempo de trabajo y de ocio”; la idea es identificar tanto los sentidos que adquieren estos elementos en cada serie, así como también las relaciones que se plantean entre ellos para luego poder analizar las continuidades y desplazamientos existentes en el nivel interdiscursivo entre los documentos producidos en ambas coyunturas.
El artículo “Hacia una genealogía del Buen Vivir. Contribuciones desde el Análisis Materialista del Discurso” (Aguilar et al. 2014b) representa un avance claro del GEHD en este sentido. Centrado en el análisis de las CF, allí se expone empíricamente cómo la serie relativa a los debates sobre ED funciona como dominio de memoria interdiscursivo de los discursos actuales sobre el BV.
El rescate parcial de los debates sobre Estilos de Desarrollo. La mirada del PLACTED
En los últimos años se observa un creciente interés por ciertos aspectos de los debates sobre ED. La reedición en Argentina y Venezuela de algunos de los trabajos de Oscar Varsavsky, de Amílcar Herrera y de la Fundación Bariloche (FB) es uno de los síntomas de este interés. Sin embargo, la atención parece haber estado concentrada fundamentalmente en una de las dimensiones que estuvo en juego en estos debates: la relación entre la política científico-tecnológica y la dependencia económica y social de los países periféricos. En este sentido, un ejemplo fue la celebración de la Cumbre del Buen Conocer realizada este año en Quitovi, en la cual se subrayó la relevancia de la dimensión científico-tecnológica de aquellos debates en la coyuntura actual de la región.
Si bien la propuesta que venimos llevando adelante desde el GEHD contempla la atención sobre algunos de estos elementos, entendemos, sin embargo, que la circunscripción de los debates sobre ED al ámbito de la ciencia y la tecnología corre el riesgo de limitar su alcance. Así, aunque los materiales de archivo con los que hemos comenzado a trabajar resultan documentos nodales para el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED), consideramos que las cuestiones allí analizadas y propuestas exceden el ámbito de las políticas de ciencia y tecnología. Nos encontramos, por el contrario, con el diseño de modelos y alternativas que pretendían superar la organización de las sociedades de su tiempo, lo que conllevaba posicionamientos políticos respecto de la economía, la educación, la cultura, el cuidado del medio ambiente, la organización del tiempo de ocio, etc.
Consecuentemente, el abordaje que propone nuestro proyecto implica recuperar una región “olvidada· del archivo, lo cual permite poner bajo análisis un conjunto de discursos que, tal como sucede en los planes del BV, suponen la introducción de una perspectiva holística, propositiva y compleja en la problematización del desarrollo, al tiempo que otorgan relevancia a las instancias estatales y a distintas formas de la planificación (Main, 2010; Ramírez, 2010; García Linera, 2008).
La emergencia de los debates sobre Estilos de Desarrollo
La emergencia de estos discursos críticos de la mirada reduccionista y economicista del desarrollo se enmarca en una coyuntura que comienza a fines de los años sesenta, cuando tuvo lugar un balance a nivel internacional respecto de la denominada “primera década del desarrollo”; fue un debate que, producto de la agitación política en ascenso tanto en Europa como en América Latina y de la consolidación de un escenario de crisis económica y energética, se volvió entonces urgente.
Puntualmente, en 1968 las Naciones Unidas formularon una agenda de iniciativas para el “Segundo decenio del desarrollo” en la que se destacaba la preocupación por el medio ambiente y por la distribución del ingreso. En sintonía con la primera inquietud, en 1972 se organizó la “Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano” en Estocolmo, de amplia repercusión internacional. Dicha preocupación movilizaría en América Latina seminarios y publicaciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), así como también la inclusión del tema ambiental en la agenda política. Esta tuvo singular vigencia en la Argentina a partir de 1973, tal como muestra la creación de la Secretaría de Ambiente Humano del Ministerio de Economía, a cargo de Yolanda García (Leyba, 2003).
Acompañados por este clima de problematización global de la relación entre “desarrollo”, “población”, “tecnología”, “nación”, “recursos naturales” y “consumo”, se movilizaron nuevos dispositivos y tecnologías informáticas que hicieron de “la economía mundial” un ámbito para la proyección de escenarios. Uno de los primeros ejercicios estuvo a cargo del Club de Roma, un grupo de científicos y políticos reunidos desde 1968 alrededor de las preocupaciones por el desarrollo. Los resultados del denominado “Modelo Mundo III”, encargado al Massachusetts Institute of Tecnology (MIT), fueron presentados en 1970 y publicados por Dennis Meadows bajo el título Límites del Crecimiento (1972).
Partiendo del postulado que afirmaba la existencia de “límites naturales del desarrollo”, el modelo propuesto recomendaba un congelamiento del crecimiento económico para los países centrales y un estricto control de la natalidad en los países periféricos. En ese sentido, se afirmaba que “el mayor impedimento a una distribución más igualitaria de los recursos mundiales es el crecimiento demográfico” (Meadows, 1972: 224). En consecuencia, alcanzar un estado de equilibrio mundial “exigiría cambiar ciertas libertades humanas, como la de la producción ilimitada de niños o el consumo de cantidades irrestrictas de recursos, por otras libertades como el alivio de la contaminación y el hacinamiento” (Meadows, 1972: 225).
Diversos sectores recibieron el informe como una propuesta neomalthusiana dirigida a los países del “Tercer Mundo”, que cuadraba muy bien con las campañas de control de la natalidad para los países “subdesarrollados” sobre las que entonces insistían el Banco Mundial y el Consejo de Seguridad Nacional del Gobierno de los Estados Unidos, bajo la dirección de Henry Kissinger. En el ya famoso “National Security Study Memorandum 200: Implications of Worldwide Population Growth for U.S. Security and Overseas Interests” de 1974, se señalaba: "la economía de EE.UU. requerirá grandes y crecientes cantidades de minerales del extranjero, especialmente de países menos desarrollados. Este hecho le da a los EE.UU. un creciente interés en la estabilidad social, política y económica de los países proveedores. Donde sea que una disminución de las presiones poblacionales por medio de menores tasas de natalidad puede incrementar las perspectivas de tal estabilidad, la política poblacional se convierte en relevante para el suministro de recursos y para los intereses económicos de los Estados Unidos” (Capítulo III-Minerales y combustibles. Traducción propia).
Frente al diagnóstico sombrío del Club de Roma surgirían desde América Latina posiciones que trocaban la pregunta en torno de los futuros límites naturales del desarrollo por otra centrada en los límites sociales y económicos del estilo hegemónico de desarrollo. Así, desde instancias colectivas e instituciones regionales se profundizarían los debates sobre otros estilos de desarrollo, en plural. Desde estas posiciones se diseñaron modelos matemáticos multivariados alternativos que mostraban la factibilidad de un orden social en el que todos los hombres tuvieran (en el presente) sus necesidades materiales y espirituales resueltas. Entre ellas se destacan las propuestas de Fundación Bariloche (FB) y las de Oscar Varsavsky, así como también algunos pasajes del seminario “Estilos de desarrollo y medioambiente en América Latina” organizado en 1979 por la CEPAL.
La FB fue creada en el año 1963 en la ciudad homónima por un grupo de científicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Luego de presenciar una reunión de presentación del modelo de Meadows en Río de Janeiro en 1970, FB organizó a un grupo de científicos de diversas disciplinas (Amilcar Herrera, Carlos Mallmann, Hugo Scolnik, Jorge Sábato, Enrique Oteiza, Celso Furtado, entre otros) con el objetivo de rebatir el argumento sensacionalista según el cual “las computadoras” del Club de Roma habían demostrado que el año 2000 traería un fin apocalíptico. Con esa orientación, desde FB se diseñó una propuesta alternativa que sería conocida como “Modelo Mundial Latinoamericano” (MML).
Por su parte, Oscar Varsavsky participó, a partir de su exilio en 1966, del diseño de planes en el Centro de Estudios de Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (CENDES) y de la elaboración del Plan Inca en Perú, durante el gobierno de Velasco Alvarado. De regreso a la Argentina formó parte del Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Peronista, organizado alrededor del regreso de Juan Domingo Perón (Fernández Pardo y Frenkel 2004), fundó el Centro de Planificación Matemática y participó, junto a una comisión de CEPAL dirigida por su amigo Eric Calcagno, en el diseño del Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional (PTRLN) de 1973 (Fiszbein 2010, Grondona 2014). Vale mencionar que uno de los “estilos de desarrollo” que Oscar Varsasvky define, caracteriza y cuya viabilidad se propone mostrar, es el denominado Socialismo Nacional Creativo (SNC).
Más allá de las particularidades teóricas y técnicas –por ejemplo, el MML tenía escala global– los esquemas del MML y del SNC compartían múltiples aspectos: partían de un modelo teórico construido a partir de determinadas necesidades (en un sentido abarcativo) que consideraban que era menester cubrir para toda la poblaciónvii; luego, en virtud de diversas hipótesis y experimentaciones matemáticas (realizadas con las primeras computadoras), se establecían los valores que debían asumir las distintas variables, para determinar las medidas necesarias para alcanzar los objetivos propuestos, así como el tiempo en que estos podían alcanzarse.
Por otro lado, es importante señalar que la problematización de las alternativas al patrón de desarrollo centrado en el crecimiento económico apareció no solo bajo la forma de “modelos” sino también bajo otros géneros discursivos, más inmediatamente vinculados a la acción política, como el ya mencionado PTRLN y el "Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del Mundo" de 1972. Ambos documentos remiten a la figura de J. D. Perón pero, mientras que el “Mensaje a los pueblos…” representa una toma de posición en el marco del debate por la Conferencia de Estocolmo de 1972, el PTRLN constituyó un intento de articular la doctrina peronista, vinculada a los populismos democráticos nacionales y a la doctrina social de la iglesia, con los saberes expertos desarrollados por la CEPAL (Leyba 2003, Fernández Pardo y Frenkel 2004).
De este modo, la serie de los debates sobre ED que hemos conformado incluye los siguientes documentos:
- Proyectos Nacionales, planes y estudios de viabilidad de 1971, escrito por O. Varsavsky. Buenos Aires: Periferia.
- Sobre las necesidades del ser humano y su relación con las teorías del mundo, de Carlos Mallman de la Fundación Bariloche, 1972.
- El Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del Mundo, presentado por Juan Domingo Perón en 1972.
- Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional de 1973, Presidencia de la Nación Argentina.
- Estilos tecnológicos: propuestas para la selección de tecnologías bajo racionalidad socialista de 1974, escrito por Oscar Varsavsky. Buenos Aires: Periferia.
- Anteproyecto para la realización de un modelo matemático de simulación de paradigmas de desarrollo en América Latina, de Carlos Mallman de la Fundación Bariloche, 1975.
Por último, no podemos soslayar que los debates sobre ED emergieron y se desarrollaron en una coyuntura significativa, en la que se pondrían en cuestión muchos de los presupuestos que habían funcionado como evidencias para el gobierno de la economía durante la segunda posguerra en el mundo capitalista, al tiempo que comenzaba a avizorarse la denominada “crisis del marxismo” como horizonte político. Precisamente, este iba a ser el marco para el desbloqueo del gobierno neoliberal de las poblaciones, especialmente en lo que respecta a América Latina (Grondona 2011, Haidar 2011).
Los planteos sobre otros desarrollos. La politización del concepto
Resulta indudable que existen importantes diferencias entre los documentos mencionados. A las diferencias genéricas ya referidas, se suma tanto la de su alcance (global, nacional) y como la de la red de formulaciones en las que cada uno de los documentos se inscribió. Asimismo, es necesario advertir que existieron polémicas explícitas entre las posiciones aquí presentadas, por ejemplo entre FB y Oscar Varsavsky.
Ahora bien, pese a estas diferencias, entendemos que frente al discurso del Club de Roma, que los precedió, estos documentos componen una serie que converge en postular discursos en términos de alternativas concretas para la configuración de otros desarrollos. Lo que venimos sosteniendo desde el GEDH es que es posible observar tal convergencia de los debates sobre ED, haciendo foco en el análisis de las regularidades que en ellos emergen, tal como presentamos a continuación.
Una de esas regularidades es aquella que reside en la desconfianza respecto de los diagnósticos sobre los límites del desarrollo como un problema de carácter físico/natural que remitiría al futuro. En ese sentido, Carlos Mallmann –uno de los científicos vinculados al diseño del MML– afirmaba que “la catástrofe predicha por algunos modelos en boga (matemáticos o no) constituye una realidad cotidiana para gran parte del género humano” (1972: 9).
Cabe señalar que dichos diagnósticos se fundaban en una fuerte valoración del “realismo como punto de partida para el análisis”. Así, en el texto que el Club de Roma dio a conocer en 1972 se aboga por un “objetivo realista a largo plazo que pueda guiar a la Humanidad hacia la sociedad de equilibrio” (1972: 230). Frente a esta posición, Varsavsky sostendría su creencia en una “filosofía constructiva” que “parafraseando a Marx” no se ocupará de explicar el mundo tal cual es sino de “construir otro que nos guste más” (Varsavsky 1974, 29).
Así, a la operación de naturalización de los límites del desarrollo que presuponía y reforzaba la separación entre naturaleza y sociedad, característica del Informe del Club de Roma, los discursos alternativos sobre desarrollo opusieron una operación de politización que unía ambas dimensiones, tanto en la explicación de la crisis como en la diagramación de su solución. Desde esta perspectiva, los límites que amenazaban la supervivencia de la humanidad, y que se oponían a “su desarrollo armónico”, no eran físicos sino “sociopolíticos”, y dependían de “la actual distribución del poder, tanto internacional como dentro de los países”. Así, Mallmann señalaba: “esto se manifiesta en la creciente desigualdad tanto internacional como dentro de cada país” (1975: 126).
Esta preocupación por la desigualdad a nivel internacional remite a una segunda regularidad, la cual se relaciona con la delimitación de un “nosotros” enmarcado geopolíticamente, que confrontaba los intereses de los países periféricos con los de los países centrales (“ellos”). En esa línea, en el “Mensaje a los pueblos…” Perón afirmaba: “cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología donde rige la economía de mercado” (1972).
Asimismo, atendiendo a las desigualdades geopolíticas, los discursos vinculados a los debates sobre ED llamaban –con matices y aun tensiones– a la constitución de bloques regionales de países periféricos en defensa de sus propios intereses, así como al diseño de estilos propios de desarrollo, alternativos. No parece casual que la integración latinoamericana constituyera uno de los objetivos expresados en el PTRLN.
Ahora bien, aun cuando en la mayor parte de los documentos que componen la serie de debates sobre ED la tensión entre centro y periferia aparece como estructurante de modelos de desarrollo en conflicto, es importante destacar que también se incorpora en ellos, de diversos modos, el problema de la desigualdad social entre clases. Retomando esta dimensión, desde la CEPAL (1979) se sostendría el argumento de que los procesos históricos de apropiación desigual de la naturaleza, tanto a nivel de los países como de las distintas clases sociales y sectores económicos, explicaban las formas que adoptaba la estructura social.
Por su parte, según el MML de FB, el uso dispendioso de los recursos y la contaminación estaban atravesados por el problema de la desigualdad y la lógica de acumulación: en los países centrales la contaminación estaba asociada al consumo irracional, mientras que en los segundos era resultado de las condiciones insalubres de la pobreza (2004: 57). En virtud de estas diferencias, se establecían responsabilidades asimétricas en busca de una solución.
Pues bien, esta politización general del discurso de los debates sobre ED conlleva una serie de efectos, entre los que se destaca la predicación en “plural” de aquello que desde la perspectiva del Club de Roma se predicaba en singular. Construcciones como “estilos de desarrollo”, “pautas de desarrollo”, “modelos” constituyen en gran medida modos de desestabilización del efecto de unicidad y evidencia que implicaba el discurso naturalizador del Club de Roma. Este funcionamiento –la aparición recurrente de frases nominales indefinidas y/o en plural, del tipo “estilos de desarrollo”– no afecta solamente a la noción de “desarrollo”, sino que también aparece referido a otros conceptos, tales como “consumo”, “tecnología”, “contaminación” y “recursos naturales”.
La operación de desestabilización referida trae consigo la crítica al pensamiento reduccionista que entiende al desarrollo como mero crecimiento cuantitativo del producto y al estilo de vida consumista a él asociado. Esta crítica conllevaría, como contrapartida, la aparición de modulaciones cualitativas, tales como las planteadas por Varsavsky (1971): el estilo consumista (modernista o desarrollista), el estilo autoritario (esencialmente contradictorio, tradicional y modernizante, nacionalista pero dependiente), el estilo creativo (también socialista, nacionalista y solidario), el estilo lunar y el estilo hippie. A partir de ello, ya no correspondería pensar en una progresión entre economías plenamente y subdesarrolladas, sino dar lugar a múltiples formas de relación entre los pueblos y su medio ambiente. Desde esta perspectiva, el desarrollo no se subsume, entonces, a una medición del crecimiento económico asociado ni al “avance” en la productividad o la tecnología, es decir, a lo que Varsavsky denominaba “desarrollismo”. La consideración de la existencia de múltiples formas disponibles da paso, así, a la acción política transformadora. Esto se vislumbra en la manera en que fueron planteadas las alternativas propuestas, en particular por FB y Oscar Varsavsky, que bregaban por soluciones radicales.
Por otra parte, debemos destacar que los discursos sobre otros desarrollos insistían no solo sobre la necesidad de pensar alternativas para cada una de las dimensiones vinculadas con el desarrollo, sino sobre el modo en que estas se interconectan. Así, Varsavsky subrayaba que “la tecnología” era un conjunto de elementos indisociablemente unido a un proyecto político y cultural, y no un instrumento de este. En este sentido, rechazaba el argumento de la “superioridad tecnológica” del norte por sobre el sur, frente al cual postulada que los estilos tecnológicos debían adaptarse a los proyectos nacionales y no a la inversa.
De este modo, “tecnología”, “consumo” y “uso de recursos” se imbricaban en el ámbito de lo que se delimitaba como “proyectos nacionales” o “modelos de desarrollo”. En tanto se trataba de variables interconectadas, quedaba poco espacio para el gradualismo. En ese sentido, Mallmann señalaba que los límites del desarrollo estaban asociados a “un sistema de valores intrínsecamente destructivo”, de modo que “la solución a estos problemas no puede articularse sobre la aplicación circunstancial de medidas correctivas, sino sobre la creación de una sociedad intrínsecamente compatible con su medio ambiente” (1972: 7-8). El punto de partida del diseño de esa sociedad compatible con su medio ambiente suponía una operación en la que “las necesidades” (humanas, esenciales, populares) funcionaban como piedra basal. Esta centralidad de “lo humano” (y sus necesidades) como medida del desarrollo opera como contrapartida y complemento de los diagnósticos sobre la alienación de las sociedades de consumo en las que, precisamente, es “el hombre” quien se ha extraviado.
Ahora bien, es preciso subrayar que las necesidades humanas de las que parten los discursos sobre otros desarrollos no son asimilables a los mínimos biológicos en los que se basarían los dispositivos neoliberales de gobierno de la pobreza años más tarde. Por el contrario, los listados y ordenamientos incluidos en las propuestas de Varsavsky y FB incluyen un conjunto extenso y complejo de necesidades que, desde ambas perspectivas, solo se satisfacen en el marco de sociedades igualitarias.
Podemos decir, entonces, que las perspectivas formuladas en el marco de los debates sobre ED asociaban los “límites” actuales del desarrollo tanto a la problemática de la “alienación” humana como a las condiciones desiguales de explotación y sometimiento, a nivel local e internacional, en las que ese proceso de enajenación se inscribe. Las propuestas sobre otros desarrollos tienen, de modo consecuente con dicho diagnóstico, un signo emancipador. Mientras que el Club de Roma proponía un estado de equilibrio que “exigiría cambiar ciertas libertades humanas, como la de la producción ilimitada de niños o el consumo de cantidades irrestrictas de recursos, por otras libertades como el alivio de la contaminación y el hacinamiento” (1972: 225), las propuestas latinoamericanas convocaban a los países subdesarrollados (y en el caso del MML a los sectores progresistas de los países centrales) a un proyecto de liberación, que filiaban a una racionalidad socialistaviii, en la que el concepto de propiedad carece en gran parte de sentido. En ese sentido, en el MML se afirmaba que “el concepto corriente de propiedad debe ser reemplazado por el más universal de uso de los bienes de producción y de la tierra” (1975: 45). Esto implica un cuestionamiento de aspectos fundamentales del modo de producción capitalista, que redunda en la desestabilización de la forma de vida existente como la única disponible. A la par, se abre el juego a formas alternativas de vivir; incluso a lo que podríamos denominar una biopolítica alternativa.
Respecto de esto último, tanto el modelo de FB como los planteos de Oscar Varsavsky incluían estrategias que apuntaban a la conservación y la maximización de la vida humana, pero de una manera radicalmente distinta al modo en que esto aparecía en el modelo del Club de Roma. Incluso, FB se preocupó por cuestionar e historizar las leyes malthusianas de crecimiento demográficoix a partir de las cuales aquellos expertos habían organizado su diagnóstico y su propuesta. La diferencia central reside en que los promotores de los debates sobre ED no estaban preocupados por el quantum de la población sino, por el contrario, por su calidad de vida, en un sentido opuesto al del bienestar consumista de los países desarrollados. Por ejemplo, se muestran interesados en la conquista de un tiempo de ocio, es decir, un tiempo fuera del trabajo.
Conclusiones
Como hemos señalado los debates sobre ED emergieron y se desarrollaron en una coyuntura significativa para América Latina, especialmente marcada por el desbloqueo del gobierno neoliberal de las poblaciones. En ese sentido, entendemos que la politización que introducen los debates sobre ED se halla íntimamente relacionada con el reconocimiento de las contradicciones y antagonismos que atravesaban dicha coyuntura de emergencia, así como a la inclinación –ligada por la posición de aquellos desfavorecidos en la coyuntura de las relaciones de fuerza– a dar batalla. Lejos del temor al conflicto y a la emergencia de posibilidades que desestabilicen los equilibrios del presente, estos discursos latinoamericanos sobre otros desarrollos supieron disputar “la verdad” en el campo mismo en la que ella se plantea –la ciencia, los foros internacionales, etc.
Así pues, retomar estos otros discursos, que en aquella coyuntura proponían modos alternativos de problematizar e intervenir sobre el desarrollo, y ponerlos en relación –a través de la perspectiva del AMD– con los debates actuales sobre el BV, resulta entonces más que relevante, en particular en vistas de que actualmente el BV se presenta como una superación del neoliberalismo.
Por otra parte, cabe decir que las redefiniciones sobre los modos de conceptualizar la realidad presentes en los discursos sobre otros desarrollos exceden la mera constatación de un determinado estado de cosas para abordar una problematización de los modos de transformación, de creación de un orden nuevo. En este sentido, desde el GEHD sostenemos que estos debates “de la periferia” remiten al centro, para hacer estallar su “narcisismo”: la parte (negada) siempre ha estado allí, no como lo “otro” de la modernidad, no a espaldas de una evolución de la que sería un atraso accidental, sino como parte fundamental y constitutiva de ella. Esta presencia resiste los mecanismos de invisibilización, incluso los más recientes que, paradójicamente, consienten la negación de la historia de luchas y silencios bajo una “crítica al desarrollo” que, desconoce, justamente, su propia historicidad.
Es en este punto donde la asunción de la perspectiva del AMD, anclada en un ejercicio de historización del presente, cobra toda su fuerza, ya que son sus fundamentos teórico-epistemológicos los que permiten desarmar las unidades discursivas que se presentan como dadas y establecer relaciones hasta entonces soterradas. En esta línea, la noción de problematización (en su complejidad) juega un papel fundamental, ya que permite analizar genealógicamente los modos en que se fue moldeando aquello que se presenta como dado. Esto implica, como venimos planteando desde el GEHD, recuperar el estruendo de la batalla para hacer tambalear las unidades y poder entender las circunstancias de su emergencia en tanto tales: el resultado de las confrontaciones atravesadas, las maneras de pensar-hacer derrotadas y confinadas al olvido.
Nuevas indagaciones
Tal como hemos presentado, desde el GEHD ya dimos algunos pasos en lo que refiere al análisis de las CF de los discursos sobre el BV, atendiendo específicamente a uno de sus dominios interdiscursivos: los debates sobre ED. Si bien resta profundizar esa línea de trabajo con nuevas incursiones en el archivo, actualmente el equipo se encuentra trabajando en el análisis de las cp relativas a la coyuntura en la que emergieron los discursos sobre otros desarrollos. Así, algunos de los descubrimientos realizados resultan una muestra de la potencialidad que puede tener el análisis de las trayectorias y redes de circulación desde esta perspectiva. Por ejemplo, el descubrimiento del papel que tuvieron las figuras destacadas del PLACTED en diversos procesos de planificación de la región; entre ellos, la experiencia del CENDES, el Plan Inca y el PTRLN, resulta un dato clave respecto de la hipótesis que señala que la problematización puesta en juego por los debates sobre ED excedió la discusión de la política científico-tecnológica.
Por último, en este plano, el trabajo actual también se dirige a una exploración de las relaciones –en términos de cp– entre el campo experto en el que se despliegan actualmente los Planes del BV y las propuestas sobre ED alternativos, exporación que pone en marcha una lectura del archivo documental no solo en términos de trazos, sino también de datos, a partir de los cuales consultar otras fuentes. Por ejemplo, los avatares del exilio y la participación en diversas instituciones de ciencia y planificación en América Latina por parte de Oscar Varsavsky o de Amílcar Herrera, dos figuras clave de los debates desarrollados entre 1968 y 1979, resultarán un dato pertinente para establecer relaciones entre ambas coyunturas. En este sentido consideramos, por ejemplo, la constatación de un “legado varsavskiano” en Venezuela (país en el que vivió en dos momentos: 1959-1960 y 1966-1968) y el hecho de que uno de sus discípulos, Enrique Vila Planes, sea responsable de la reedición reciente de textos de Oscar Varsavsky. Circunstancias como esas nos abren preguntas respecto de la pertinencia de investigar sobre una posible ruta de re-recepción (diferida en el tiempo) y su papel en la re-problematización actual en torno del desarrollo y sus límites.
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Notas