Nuestra América y el “cambio de época”: logros, acechanzas y desafíos | Centro Cultural de la Cooperación

Nuestra América y el “cambio de época”: logros, acechanzas y desafíos

Autor/es: Juan Carlos Junio

Sección: Editorial

Edición: 20


Este número de la Revista Electrónica se presenta en un año marcado por acontecimientos y efemérides muy caras a nuestra historia y, por eso mismo, a nuestro porvenir.

El 5 de marzo de 2014 se cumplió un año del fallecimiento de Hugo Rafael Chávez Frías, cuya influencia continental no puede soslayarse a la hora de evaluar lo que oportunamente fue caracterizado por Rafael Correa como “cambio de época”. Su primer triunfo electoral en 1998 fue la expresión de un nuevo momento histórico del pueblo venezolano en particular, y de América Latina y Caribeña en general. Entre muchas otras cosas, tal vez el mensaje más significativo de ese triunfo político –junto con otros gobiernos surgidos con el cambio de siglo– fue la resurrección del proyecto de la Patria Grande, derrotado más allá de 1824, como contrapartida de la victoria militar de Ayacucho.

Esa voluntad transformadora que el pueblo venezolano puso de manifiesto con el inicio de la Revolución Bolivariana habilitó una década que muchos analistas definen como “ganada”. En este período, los nuevos gobiernos –o muchos de ellos– se plantearon la reparación de los efectos de las políticas neoliberal-conservadoras, la recuperación de la política como instrumento de transformación de la sociedad, el papel del Estado como relación social y herramienta para políticas públicas fundadas en la justicia social; la lenta pero persistente reconstrucción de una subjetividad y una cultura descolonizada, endógena, crecientemente nuestroamericana.

Los resultados de esas apuestas están a la vista. La región –en el marco de políticas de creciente integración fundada en principios de reciprocidad, solidaridad y justicia– ha sido en esta década la que más creció, la que más distribuyó, la que más contribuyó a superar herencias socialmente inadmisibles y sus gobiernos plantearon en el escenario mundial la imperiosa necesidad de ensayar nuevos caminos y viejos debates en torno al presente y al futuro de la Humanidad.

La denuncia de un capitalismo de casino, voraz y predador, que pone en riesgo la continuidad de la especie humana, ha sido parte de la tarea civilizatoria que la América Morena vino llevando adelante.

Si en el plano de la justicia social nuestros países han generado alternativas heterodoxas y democratizadoras, algunas de las sociedades nacionales incursionaron en búsquedas más ambiciosas. La construcción del Socialismo del Siglo XXI viene germinando desde la simiente y, como toda invención que no puede resolverse a través de manuales o fórmulas, está sujeta a los vaivenes del ensayo y el error. Las conquistas sociales se evidencian en la disminución de los indicadores de pobreza, en la superación del analfabetismo, en la generalización de la atención sanitaria, etc. Pero otras apuestas más complejas van mostrando sus primeros frutos, no exentos de tensiones, contradicciones y resistencias. La emergencia del Estado Comunal en Venezuela o el Estado Plurinacional en Bolivia son la nave insignia de cambios de enorme profundidad en curso, cuyo éxito no está asegurado de antemano pero que ya revela una enorme potencialidad en la construcción de democracias protagónicas y participativas.

Todo este inventario renovador y revolucionario no se despliega de manera lineal, sin resistencias ni obstáculos.

El 12 de febrero se lanzó en Venezuela una brutal ofensiva que, aunque combinando distintas motivaciones, liberó fuerzas fascistas que vienen generando un clima de zozobra y violencia contra personas y bienes públicos y privados. Estas acciones desestabilizadoras se vienen estrellando contra la sabiduría de un pueblo que se moviliza y un gobierno que está rodeándose de la cohesión interna y la solidaridad internacional. Como bien advierten los análisis más lúcidos, éstas agresiones son parte de una estrategia imperial en la región para desestabilizar a los gobiernos democráticos y, especialmente, al venezolano por razones que resultan evidentes. Su ejemplo ético, impulsando el socialismo bolivariano y la unidad regional, así como la reorganización del orden mundial hacia un escenario multipolar es inadmisible para los sectores más retardatarios de EEUU. El potencial energético y las reservas petroleras venezolanas constituyen otra inocultable tentación imperial. El gendarme mundial del orden ha iniciado el siglo XXI a sangre y fuego en “países enemigos” cuyo común denominador fue la propiedad de grandes reservas de petróleo y gas.

Este tiempo histórico plantea enormes desafíos civilizatorios para la Humanidad. Mientras en Europa se aplica sin piedad las fórmulas social e históricamente de ajuste, represión e injusticia que el neoliberal-conservadurismo propone como fórmula (inviable) de presente y de futuro, la América Morena está exhibiendo otras alternativas en todos los planos de la vida social.

La “década ganada” se continúa en los próximos años con una “década en disputa”, en la que los sueños de Patria Grande de unidad para la justicia y la igualdad tienen una oportunidad histórica, cuya victoria no está escrita pero que, como nunca en nuestra joven historia, tiene concretas posibilidades de concreción.

En ese plano, adquiere fundamental importancia para dar pasos firmes la intervención en la batalla de ideas, probablemente el combate más influyente a la hora de lograr una nueva subjetividad, una cultura más rica y plural, una civilización emancipada y emancipadora.

En estos momentos, el Gobierno Nacional está librando una crucial batalla contra una expresión del capital financiero súper concentrado: los llamados “fondos buitre”, que pretenden asfixiar la economía argentina para restablecer el proyecto neoliberal, culpable de crisis que llevaron a nuestro país –y a otros países del mundo– a índices casi inéditos de desocupación y miseria. No les resultará fácil esta vez, porque otro proyecto, el de la Patria Grande, cuenta con instrumentos de respaldo a la gestión que lidera nuestro Ministerio de Economía: hoy existen la Unasur y la Celac, el Mercosur y el Banco del Sur –que hay que seguir fortaleciendo–, y están la reciente invitación del grupo Brics –con su flamante fondo de desarrollo y fomento–, más las muy cercanas resoluciones del G77 + China. Está también lo más importante: el respaldo del pueblo argentino a un proyecto nacional y popular que lo llevó a recuperar enclaves y derechos perdidos, a volver a soñar con el provenir,y a tener vocación de soberanía e integración regional.

Este número de la Revista Digital interviene activamente en esta disputa de época. Marzo fue el mes en que se conmemoró en la Argentina un aniversario más del trágico golpe de Estado de 1976. La lucha popular ha resignificado esta fecha, convirtiéndola en un lugar de homenaje, de recuerdo fértil, preñado de futuro.

Como advierte Eduardo Galeano, al hablar de aquellos mártires que nos interpelan y nos invitan a las construcciones del porvenir:

Crear y luchar son nuestra forma de decirle a los compañeros caídos: Tu no moriste contigo.

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