El medio, el campo y sus metáforas: análisis del discurso de la prensa acerca del uso de agroquímicos | Centro Cultural de la Cooperación

El medio, el campo y sus metáforas: análisis del discurso de la prensa acerca del uso de agroquímicos

Autor/es: María Silvia Biancardi

Sección: Investigaciones

Edición: 20

Español:

En este artículo analizaremos cuál es el tratamiento que algunos medios masivos de comunicación (nacionales, provinciales y locales) hacen de una problemática ligada a la producción agraria y su impacto ambiental: el uso de agroquímicos y las ordenanzas que se establecen para su regulación. Nos detendremos en el uso de un recurso lingüístico particular: las metáforas, en especial aquellas ligadas al sistema conceptual de lo bélico que se plantean al referir a la relación entre el hombre y la naturaleza. A partir del análisis discursivo de este recurso, daremos cuenta de cómo este modo de explicar al mundo se relaciona con la construcción de “mitos” que ocultan las posiciones de la clase dominante y con un proceso de colonización lingüística ligada a la colonización económica.


Introducción

La extracción de recursos de la naturaleza es hoy el modelo productivo más importante y polémico del país. Se obtiene oro de la cordillera mediante voladuras de montañas, se obtiene petróleo a partir de la perforación de la tierra, se obtienen toneladas de soja gracias a la tala indiscriminada y el consumo excesivo de nutrientes de las llanuras. Todo ello, en desmedro de pueblos cuyas escuelas y viviendas son fumigadas o que padecen la contaminación de tierras y aguas. Mientras este modelo extractivista plantea una tensión que parece irresoluble entre hombre y naturaleza, se lo justifica por una determinada concepción de “progreso” que sobrevuela los discursos y plantea este modo de producir como único posible.

Pero, a la vez, crece también un discurso a favor de la defensa del medio ambiente que insta a los ciudadanos a cuidar la naturaleza reciclando las bolsas del supermercado, o defendiendo los derechos de algún oso exótico en peligro de extinción en alguna región inhóspita. Nos preguntamos entonces: ¿por qué el cuidado del medio ambiente se asocia en primer lugar con un accionar individual y aislado a cargo de ciudadanos-consumidores? ¿Por qué cuando la agenda política se ocupa del medio ambiente, generalmente lo piensa en contraste con el desarrollo económico y la modernización? ¿Por qué lo ambiental, si bien es un tema del que nadie dice estar desatento, no suele convertirse en un tema de la agenda pública ni de la agenda de los medios?

Estas preguntas han sido el puntapié inicial de nuestro trabajo desde hace tiempoi y forman parte de una investigación que tiene como propósito abarcar diferentes problemáticas ambientales y analizar cuáles son las representaciones sociales que hay sobre ellas, esto es, cuáles son los preconceptos desde donde pensamos la relación con la naturaleza; nos interesa en particular saber cómo se construyen estas representaciones en el discurso y con qué otros signos y zonas del sentido común están ligados.

En tiempos en que parece natural la intervención humana sobre los productos de la tierra, también se naturaliza cada vez más la irrupción de la ciencia y de la técnica con el fin de generar “mayor productividad”, sin que eso involucre reflexionar sobre –o al menos hacer referencia a– las consecuencias de ese “avance”. Para que se produzca ese vacío discursivo, esa imposibilidad de decir sobre el tema, es necesario que algo en el orden del discurso se active con el fin de justificar y sostener estas posibilidades. Es decir, para que se pueda hablar sin cuestionamientos de la necesidad de usar venenos tóxicos en la tierra para conseguir mayor rentabilidad, es porque hay algo en los discursos sociales previos que anula la posibilidad de activar esos cuestionamientos.

El discurso y las prácticas sociales: el rol de la prensa

Especialmente en los tiempos de auge del pensamiento posestructuralista, la noción de discurso sufrió una “inflación” –en palabras de Eagleton (1997)– de modo tal que se lo ha considerado el organizador de toda práctica social, en detrimento de otras prácticas que no son discursivas. De ese modo, los límites entre discurso y realidad material comenzaron a diluirse en los estudios teóricos sobre el tema. Por otra parte, en los últimos tiempos ha crecido el interés por analizar el discurso de la prensa, en tanto el rol de los medios en la formación de opinión pública ha quedado al descubierto, lo que pone en dudas concepciones previamente sostenidas, como la posibilidad de un periodismo “objetivo” e “independiente”. Frente a esto, se ha extendido en los espacios de divulgación de ideas el interés por analizar lo que se dice, y cómo se lo dice, en los medios de comunicación.

Nos interesa entonces hacer algunas salvedades frente a estas tendencias: no consideramos que todas las acciones humanas sean discursivas; de ser así, con sólo cambiar los modos de decir cambiaríamos la realidad que nos rodea. Sin embargo, creemos que la dimensión discursiva es fundamental para transformar las relaciones sociales; incluso podríamos afirmar que no es posible pensar en procesos de cambio si no hay ruptura, en el plano del discurso, con determinados modos de nombrar. En segundo lugar, creemos que analizar los discursos de la prensa requiere pensarlos –inevitablemente– como ideológicos, en tanto el uso del lenguaje siempre lo es. Pero a ello hay que agregar algo con respecto al rol del analista, en especial en tiempos que, como decíamos, cuestionar el discurso de los medios resulta una práctica extendida. Quien se adentra a pensar el discurso de los medios lo hace desde determinado punto de vista y desde concepciones previamente establecidas. Este trabajo no es la excepción, sin embargo, nos proponemos como desafío indagar en la materialidad de los discursos para desnaturalizarlo sin forzar interpretaciones, sino desvelando aquello que, por la propia naturaleza del lenguaje, permanece oculto.

Ahora bien, si nuestro interés es analizar las representaciones que circulan con respecto a la relación entre el hombre y la naturaleza, ¿por qué indagar en la prensa? ¿Por qué no analizar discursos que circulan en otros ámbitos ligados a las prácticas extractivistas? Debemos señalar al respecto que la construcción de noticias en los medios masivos de comunicación es un espacio privilegiado para la cristalización y reproducción de representaciones sociales sobre el mundo que luego se conviertan en creencias y conocimientos en el sentido común. Una de las razones para que esto sea así tiene que ver con el efecto de verosimilitud, novedad e inmediatez que generan, en tanto permanentemente como lectores buscamos leer y releer sobre los mismos temas y buscamos en las noticias la actualización de un determinado suceso. Asimismo, los medios “no ofrecen opciones para las imágenes que construyen porque la realidad es conocida en su totalidad por los medios y es única, se limitan a sensibilizarnos para que tengamos opinión u opiniones sobre la agenda establecida. El detalle, la precisión que presentan sobre lo que sucede hace que no sea necesario que el consumidor deba buscar más allá de lo presentado: “no permite ver el bosque” (Raiter, 2002: 28). Es por eso que la imagen que construyen de un emisor omnipresente les otorga un espacio simbólico de importancia desde el cual emitir información indiscutible y aceptable.

Sin embargo, decíamos previamente que esa construcción de una imagen objetiva e independiente que los medios hacen de sí mismos ya no es una concepción innegable. Se pone en discusión la elección de cada medio sobre qué se elige contar y qué no, e incluso se analiza cómo se dice aquello que sí se elige contar. Sin embargo, esto no resulta tan evidente cuando hacemos referencia al uso de expresiones como las que aquí mostraremos (las metáforas) que, paradójicamente, deben ser interpretadas de manera diferida –esto es, se debe acceder al sentido figurado, no transparente de ellas– pero no por ello modifican la neutralidad aparente del discurso periodístico.

Veamos entonces cuál fue la selección realizada, cuáles fueron los criterios que se tuvieron en cuenta y qué es lo que nos interesará analizar en las notas elegidas.

El caso que se analiza: el uso de agroquímicos en el campo

Desde hace décadas, el modelo de extracción de productos agrícolas se ha ido tecnologizando. El argumento que se sostiene para continuar con esa incorporación de nuevas tecnologías para aumentar la productividad de los suelos y del agua se relaciona con la necesidad de “paliar el hambre en el mundo”. Si bien este discurso se ha sostenido desde hace unos cincuenta años (con la llamada “revolución verde”) lo cierto es que el hambre ha estado lejos de disminuir a causa de los avances tecnológicos en el campo, aunque sí ha aumentado la capacidad financiera de algunas multinacionales. Pese a eso, aún hoy los promotores de la biotecnología pregonan la falta de alimentos en el mundo y se presentan como la única solución posible. Se incorpora así, por ejemplo, a la producción agraria, el uso de semillas modificadas genéticamente y, como consecuencia, la necesidad del uso de determinados productos químicos –fertilizantes y herbicidas– que se esparcen por la tierra mediante aviones o máquinas fumigadoras que afectan a los poblados que la rodean de manera indiscriminada.

Este modelo de producción acarrea diversas dificultades. La primera de ellas tiene que ver con la falta de rotación de cultivos –cada cultivo toma y da a la tierra diferentes tipos de nutrientes, su falta de rotación, por lo tanto, desgasta las capas más fértiles de la tierra en la que se está sembrando–; en segundo lugar, nos encontramos con la extensión de las zonas de sembrado hacia lugares donde antes era impensado plantar semillas debido a la calidad de la tierra. De ese modo, a fuerza de tala de árboles autóctonos, depredación de especies animales y vegetales y exclusión de las economías locales de pueblos originarios y campesinos, el monocultivo, principalmente sojero, se extiende a todo el país. En tercer lugar, nombrábamos más arriba las problemáticas ligadas al uso de fertilizantes y herbicidas, lo cual plantea numerosos debates en las localidades más afectadas por su aplicación.

Si bien la agenda política y la agenda de los medios no plantean el uso de agroquímicos como “problema”, el hecho de que sí aparezca como tema la necesidad de una regulación sobre este uso es una señal: si hay algo que regular, es que hay un problema posible. Así, muchas localidades de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba hacen sus propuestas de ordenanzas para regular el uso de agroquímicos que enfrentan a productores, vecinos afectados y autoridades municipales. Pero la prensa masiva no se ocupa demasiado de esta temática, ni siquiera lo hacen los medios locales de las zonas afectadas, puesto que las perspectivas urbanocéntricas hacen que ocupe más líneas de un periódico el último caso policial de la ciudad de Buenos Aires, o de Rosario, o Córdoba, que la problemática local de niños y adultos afectados en su salud por la aspiración recurrente de los venenos para el agro.

Es de destacar que el conflicto conocido por los medios como “campo versus gobierno” en el año 2008 permitió, en algún sentido, romper esa preponderancia mediática de los centros urbanos e instalar en la agenda de los medios la existencia de la producción agraria en el país. No es este el lugar para ese análisis, pero es importante diferenciar esta aparición del “campo” como actor –y la construcción de determinada representación social– que lejos de está de poner en debate la relación del productor y la naturaleza, los efectos en la salud del uso de químicos en el agro o las secuelas en la tierra por su aplicación.

Esta es la cuestión que, en este artículo en particular, nos interesa analizar: el tratamiento de la prensa acerca de la regulación del uso de agroquímicos. Partimos para ello de considerar que, en los esporádicos casos en los que los medios de comunicación hacen referencia a esta problemática, se reproducen ciertos modos de decir, ligados a un discurso metafórico que no hace sino afirmar la noción de “mito burgués” que retomamos de Roland Barthes (1999), en tanto ese uso particular del lenguaje tiene como fin “sitiar a las fuerzas capaces de contrariar o desenmascarar la impostura de la clase dominante y su sistema” (Mattelart, 2005: 33). De este modo...

...la mitología es la reserva de signos propia de la racionalidad de la dominación de una clase, una reserva de signos adscriptos, ya que deben ser funcionales al sistema social cuyas bases enmascara. De no ser funcional, revelaría la mistificación de la clase que dictamina la norma de lo que es la realidad y la objetividad. ii

Con las herramientas del análisis del discurso, lo que proponemos aquí tendrá como fin desmenuzar esos signos enmascarados y, con ello, “contribuir al desenmascaramiento de mitos, suposiciones e ideologías que subyacen a las nociones públicas y científicas de la naturaleza” (Verhagen, 2008: 1).

Dónde se analiza: selección de notas en medios masivos

El primer paso para llevar a cabo este trabajo fue decidir qué medios de comunicación analizaríamos. Por tratarse de una problemática que afecta a diferentes localidades provinciales, la búsqueda no sólo se concentró en los medios autoproclamados nacionales (que más bien deberían ser considerados diarios “porteños”), sino que rastreamos además medios provinciales y locales cuyo alcance regional sea significativo.

De ese modo, decidimos concentrarnos, en primer lugar, en el diario Clarín. La selección de este medio en particular tiene que ver con la fuerte incidencia de sus noticias rurales entre los productores agropecuarios, que buscan allí las últimas noticias del sector. En relación con lo hallado en este medio, agregamos algunas noticias sobre el tema en Página/12 que, si bien tiene un alcance evidentemente más acotado en función de su distribución –de hecho, en muchos de los pueblos de la pampa húmeda es inconseguible, a menos que sea encargado con anticipación al quiosquero– ha publicado algunas notas en particular que, en una lectura en superficie, parece alejarse de las de Clarín y se ocupa de cubrir noticias que otros medios no han hecho como, por ejemplo, la acción de Madres de Ituzaingó en la localidad de Malvinas Argentinas, Córdoba, para detener la instalación de una planta de Monsanto, la multinacional de productos para el agro más reconocida a nivel mundial.

Luego, elegimos algunos medios provinciales y locales de las regiones más afectadas por la problemática en los que creíamos que hallaríamos mayor número de noticias y debates sobre el tema. Para ello, rastreamos los siguientes periódicos: El Litoral, principal diario de la ciudad de Santa Feiii, el diario El Día, publicación histórica de la ciudad de La Plata, y La Voz del Interior de Córdoba, perteneciente al Grupo Clarín. Los tres periódicos nombrados pertenecen a las ciudades capitales de las provincias que conforman la pampa húmeda: Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.

Para agregar la posición local en el análisis hicimos el mismo rastreo de noticias en el diario La Verdad de la ciudad de Junín, provincia de Buenos Aires, cuya distribución en el noroeste de la provincia lo convierte en una referencia importante de la región que conforma el núcleo de la producción sojera: noroeste de la provincia de Buenos Aires y sur de Santa Fe.

Análisis: las metáforas

La “noticia”, como todo género discursivo, es un discurso social, o sea, es el resultado de determinados recursos culturales y negociaciones activas. Un acontecimiento convertido en noticia se destaca de los demás por alguna característica especial, ya sea por su novedad, su imprevisibilidad o por los efectos futuros que puede producir en un grupo amplio de sujetos (Martini, 2000). Si bien se trata de una interpretación del mundo, se presenta como una nueva información sobre sucesos recientes que resulta verosímil para quien accede a ella (Van Dijk, 1990; Dellamea, 1994).

Decíamos previamente que en la producción de noticias, la posibilidad de una mirada objetiva sobre el mundo está puesta en discusión; sin embargo, eso no quita la apariencia de neutralidad con la que los medios masivos presentan los sucesos. Esta regla no escapa a las noticias seleccionadas para este análisis, aunque sorprende, en un primer acercamiento al corpus, el exceso de la presencia de un recurso lingüístico que, desde su propia formación, aleja al discurso de su aparente transparencia. Nos referimos a la “metáfora”, entendida, en términos amplios, como aquella construcción que nos permite entender y experimentar un tipo de cosa en términos de otras. En ese sentido, justamente lo que se exige a quien interpreta la metáfora es que no lea en sentido literal. Ante expresiones como:

las malezas son enemigos del cultivo

rápidamente descartamos la interpretación lineal de la frase, que requeriría pensar que existe un conjunto de plantas no-queridas (denominadas malezas, porque serían las “malas” de la competencia) que se disputan con otras, las cultivadas por el hombre. Pero ese uso metafórico de la “enemistad” no hace menos creíble o más poético el suceso que se relata. Esto es así porque la metáfora, como plantean Lakoff y Johnson, “impregna la vida cotidiana, no solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción” (1995: 39). Nuestro sistema conceptual es en gran medida metafórico, por lo que al hablar de metáforas no hacemos referencia a excepciones en el modo de comprender el mundo, o de un sentido poético que quisiéramos adjudicar a un concepto, sino de un modo de pensar cotidiano que nos permite relacionar lo nuevo con lo ya conocido de un modo que tenga sentido para la mayoría de los sujetos pertenecientes a un mismo grupo cultural.

En nuestro análisis, y siguiendo a Bowers (2009), daremos cuenta de cómo ese sistema de conocimiento basado en las metáforas no sólo se relaciona con la pertenencia cultural a un grupo o la experiencia individual del sujeto, sino que son parte de un determinado proceso de colonización lingüística.

En el corpus seleccionado, nos encontramos con una serie de expresiones distintas que pueden ser agrupadas en una misma metáforaiv, esta metáfora es:

El campo de cultivo es un campo de batalla.

Veamos algunos ejemplos:

a. “La ventaja del avión [fumigador] es la velocidad de respuesta que permite que el productor que encuentra una plaga pueda esperar el momento justo para atacarla.”

Clarín, 16 de septiembre de 2013

b.Tolerancia cero con las malezas.”

c. “Los problemas con las especies que muestran resistencia al glifosato.”

d. “Varias especies están desarrollando resistencia a múltiples modos de acción.”

Clarín, 2 de septiembre de 2013

(La negrita nos pertenece). En estos ejemplos, todos ellos tomados de Clarín, se atacan plagas, es decir, seres vivos que producen efectos indeseados en aquellos cultivos que el propietario de la tierra quiere producir (ejemplo a) y plantas “malas” (ejemplo b) a las cuales, incluso, se las pone en relación con un enfoque particular de seguridad ciudadana: aquella que plantea el castigo severo de cualquier delito, la “tolerancia cero” (Skiba, 2000). Por otra parte, el ataque no se produce a seres indefensos, puesto que estos presentan resistencia, con lo cual, el escenario no es de destrucción, sino de acción bélica entre rivales (ejemplos c y d).

Si avanzamos en el análisis, notaremos también que, en el marco de ese escenario de guerra, hay diferentes niveles de interpretación de lo bélico. De ese modo, no sólo hay ataques y resistencias, sino también una serie de expresiones que se corresponden con una nueva metáfora:

La vegetación conforma un espacio peligroso.

En ese sentido:

e. “[el gobierno de Santa Fe] prohibió el uso de agroquímicos para controlar la vegetación.

El Litoral, 20 de agosto de 2013

f. “...el control herbicida con glifosato fue muy eficaz.”

g. “...acción precoz para un control efectivo.”

Clarín, 20 de agosto de 2013

h. “...establecer una superficie delimitada de protección que por naturaleza y por su ubicación requiere de un tratamiento especial para garantizar la conservación de un espacio protegido”.

La Verdad, 17 de enero de 2014

i. “...la aplicación de productos fitosanitarios es parte esencial de la custodia del rendimiento de los cultivos.”

Clarín, 16 de septiembre de 2013

j. “[la multisectorial Paren de fumigarnos] impulsa una ley que [...] legisle un resguardo de 800 metros libre de agroquímicos.”

Página 12, 18 de noviembre de 2013

k. “El Concejo Deliberante de Alta Gracia aprobó por mayoría una ordenanza que crea una zona de resguardo

La Voz del Interior, 3 de octubre de 2012

De ese modo, cuatro diarios que difieren en su posición, su alcance geográfico y sus destinatarios expresan sus opiniones respecto de la relación con la naturaleza como algo que debe ser “controlado” (e, f, g) a través de la intervención humana y tecnológica.

En cuanto a este punto, en otras oportunidades analizamos los “presupuestos” en los discursos sobre medio ambiente (Biancardi, 2012), es decir, aquello que no se dice porque ya es conocido por el destinatario o como estrategia –no consciente– para ocultar la construcción del mito: “Lo no dicho, lo que se ha elegido omitir, constituye un lugar privilegiado para analizar la ideología, el ‘algo’ –modelos, valores, hipótesis– que determinó qué no decir al emitir, al decir” (Raiter, 1999: 41).

En ese sentido, entendemos que si la vegetación “debe de ser controlada por x”, es porque esta tiende a ser descontrolada y, como consecuencia, exige de otros que la custodien. Si recorremos el ejemplo (i), nos daremos cuenta de que aquello no dicho que merece ser custodiado en la vegetación es su “rendimiento” en términos de regalías. A su vez, en lo presupuesto del discurso exige protección de otros sectores externos a esa vegetación protegida, puesto que puede sufrir a causa de esas rebeliones que exigen control. De tal manera, los ejemplos (h) y (j) pertenecen a ese ámbito que está fuera de la vegetación “controlada” y que necesita “protección” de ese posible descontrol.

Las metáforas relacionadas con lo bélico también están presentes en otro sistema conceptual al que cotidianamente hacemos referencia y que es analizado por Lakoff y Johnson (1995), esto es, el conjunto de expresiones que se refieren a la metáfora:

la discusión es una guerra.

Así,

(l) “...los pueblos dan batalla a los agrotóxicos.”

Página 12, 18 de noviembre de 2013

(m) “el avión defiende sus virtudes para fumigar.”

Clarín, 20 de agosto de 2013

(n) “los dirigentes volvieron a hacer blanco sobre la fuerte presión tributaria.”

El Día, 16 de agosto de 2013

En los ejemplos (l) y (m) nos encontramos con dos concepciones opuestas, quienes no aprueban el uso de agroquímicos (o agrotóxicos, como los nombra, especificando así una postura particular) y quienes sí lo aprueban, representados metonímicamente por el avión. Ambas posturas utilizan el mismo recurso: la personificación, esto es, la posibilidad de otorgar rasgos humanos a objetos inanimados (el avión, en el ejemplo (m) y los agrotóxicos a quienes se da batalla en el ejemplo (l)).

Los ejemplos (l) y (n) se relacionan además por tratarse de agentes humanos que actúan sobre pacientes inanimados que cobran vida al presentarlos como “enemigos”. En el primer caso, requiere acciones por parte del paciente (el agrotóxico), pues se le “da batalla”; en cambio, la presión tributaria del ejemplo (n) permanece pasiva, aunque, volviendo al planteamiento de lo presupuesto en el lenguaje, notamos que requiere de agentes animados, puesto que la “presión” se ejerce siempre que ‘x presiona a y’. Por otra parte, puesto que los dirigentes “hacen blanco” sobre esa presión (o bien sobre aquellos que ejercen la presión), forman parte de este campo metafórico en el que las palabras que se emiten, en este campo de lo bélico, tienen como fin apuntar hacia otros.

Presentamos estos tres últimos ejemplos porque ellos nos permitirán afianzar nuestro acercamiento a lo que en realidad nos interesa aquí, que es analizar por qué pueden ser posibles, en el marco de un lenguaje de aparente neutralidad como el periodístico, las metáforas en las que la naturaleza aparece asociada al mundo de la guerra. Lakoff y Johnson analizan el uso de expresiones ligadas a la metáfora: “la discusión es una guerra”, como aquellas que plantean la relación entre quienes polemizan en términos de ganar o perder una discusión. De acuerdo con los autores, esto es así porque...

Aunque no hay una batalla física, se da una batalla verbal, y la estructura de una discusión -ataque, defensa, contraataque, etc.- lo refleja. En este sentido, la metáfora 'una discusión es una guerra' es algo de lo que vivimos en nuestra cultura, estructura las acciones que ejecutamos al discutir. (1995: 41).

Entonces, de acuerdo con los autores, hablamos de las discusiones como si fueran guerras porque así es como las vivenciamos en el marco de nuestra cultura. De ese modo, las metáforas tienen un asidero en la realidad y, lejos de ser arbitrarias o construcciones poéticas, están motivadas por nuestra experiencia.

Ahora bien, si esa referencia al campo de lo bélico aparece también ligada a la relación del hombre con la naturaleza ¿cuál sería, en el marco de la teoría de Lakoff y Johnson, lo que aparece en el marco de nuestra cultura para que esas metáforas sean posibles? ¿Qué experiencias individuales permiten arraigar estas expresiones ligadas a la idea de que “la vegetación es un espacio peligroso”?

Permanentemente escuchamos discursos que realzan la importancia de proteger al medio ambiente. Nadie en su sano juicio podría reconocer que “el campo de cultivo es un campo de batalla”, sino más bien la representación social de lo “verde” está ligada al lugar al que se va a despejar, relajar, a respirar aire puro, y no a “disputar” o “combatir”. Habría entonces una aparente contradicción entre esa idea de vegetación y aquella que la ve como un espacio peligroso. Por el contrario, en el campo de la discusión, sí podemos percibir a esta como un espacio de disputa, en términos bélicos, de ideas y discursos. Por lo tanto, hay algo aquí que debemos diferenciar: si este tipo de metáforas es posible no se trata de una relación con nuestras vivencias, sino de algo que excede la relación entre cómo experimentamos el mundo y cómo lo representamos metafóricamente. En ese sentido, deberemos retomar la concepción de “mito burgués” a la que hacíamos referencia al principio.

Metáforas de guerra en la naturaleza: el mito burgués

Hombre y naturaleza constituyen hoy más que nunca dos términos de una relación indisoluble; no se puede salvar el uno sin salvar el otro. El dominio del hombre sobre la naturaleza (el desarrollo de las fuerzas productivas) tiene que ejercerse contando con las barreras naturales sin tratar de saltarlas.

Adolfo Sánchez Vázquez, 1967

 

El mito burgués, decíamos en la introducción a este trabajo, tiene como finalidad no permitir el desenmascaramiento de lo que la clase dominante y su sistema quiere presentar como postura universal e indiscutible. De este modo, a partir de la construcción de mitos, la clase dominante no oculta la realidad de un fenómeno, sino que le asigna a ese fenómeno una explicación que oculta las contradicciones del sistema. En palabras de Barthes (1999), deja al sistema inocente, lo purifica.

El mito se formula y se expande por medio del lenguaje, y se cristaliza en el sentido común. Por “sentido común” entendemos el conjunto de conocimientos y creencias de los miembros de una comunidad que son recibidos e incorporados de manera no crítica. Es importante reconocer que los conocimientos y creencias del sentido común no necesitan una comprobación empírica, se trata de verdades universales que son consensuadas, “consenso que descansa en que todos –o la mayoría de aquellos con los que un miembro de la comunidad en particular tiene contactos– las aceptan como tales” (Raiter, 2003). Así es como las metáforas, como herramienta de uso cotidiano en el lenguaje, cumplen su rol: se cristalizan en el lenguaje para reproducir un determinado sistema de cosas y se instalan luego en el sentido común de modo tal que no se percibe en ellas el uso figurado que conlleva la propia definición de metáfora.

El estilo de vida promovido por el actual sistema productivo de la tierra es, al menos, cuestionable; y su sustentabilidad en términos ecológicos es, al menos, debatible. Sin embargo, como plantea Bowers (2009), la ausencia de cuestionamientos tiene que ver con que la colonización económica –que reproduce un sistema de producción como el único posible– se liga a una colonización lingüística (o un mito) que impacta en el comportamiento de los individuos, incluso en sus sistemas individuales de percepción e imaginación. De ese modo, la destrucción de la tierra para obtener de ella regalías económicas se liga a un ámbito metafórico en el que la destrucción no sólo es posible, sino también necesaria para la sobrevivencia: la guerra. Así, expresiones de uso cotidiano que se nos presentan como “naturales” no lo son tanto, ya que van de la mano de una práctica económica que se intenta mantener.

Como veíamos en las expresiones ligadas a la metáfora “la discusión es una guerra”, el uso que hacemos de esta herramienta lingüística está ligado al modo en que experimentamos al mundo. Sin embargo, no es posible, en el caso del “campo de cultivo como escenario bélico”, reducirlo sólo a lo que se experimenta, pues muchas veces esos usos metafóricos exceden lo vivenciado de primera mano por el sujeto y se convierten en aquello que damos por natural en el lenguaje y, por lo tanto, en nuestras percepciones.

Ahora bien, como aclaramos al inicio de este trabajo, de ningún modo pretendemos afirmar que si se cambian los modos de decir se cambiarán las relaciones humanas. No estamos planteando aquí que la elección de un nuevo campo metafórico –pensar la vegetación como un parque de diversiones, por ejemplo– nos permitiría relacionarnos de otra manera con el mundo. Lo que sí afirmamos es su inversa: no es posible pensar en procesos de cambio si no hay ruptura, en el plano del discurso, con los mitos que la clase dominante genera.

Mientras las víctimas de la contaminación, el envenenamiento y el saqueo no puedan nombrar y, por lo tanto, no puedan percibir a los responsables de esos actos; mientras las contradicciones de la clase dominante sean omitidas en el plano del lenguaje y eso no provoque fallos en la comunicación, esto es, mientras no haya sujetos críticos que puedan transformar las representaciones sociales sobre el mundo, y no sólo reproducirlas, será difícil que tales sujetos intervengan, mediante prácticas discursivas y no discursivas, con el fin de que quienes nos contaminan, envenenan y saquean dejen de hacerlo.


Bibliografía

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Notas

i Nos referimos a las investigaciones realizadas en el departamento de Comunicación del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. En el período 2009-2010 nos detuvimos particularmente en los discursos sobre la basura en la ciudad de Buenos Aires y su repercusión en la prensa, y en el período 2012-2013 trabajamos el tratamiento de la prensa en notas relacionadas con las “semillas” y los productos agrarios.
ii Mattelart, Armand, La comunicación masiva en el proceso de liberación, México, Siglo XXI Editores, 2005 [1973]. 2005: 31).
iii El Litoral se imprime en la planta Artes Gráficas del Litoral, cuyo capital social “está integrado en partes iguales por El Litoral SRL y Artes Gráficas Rioplatense SA, perteneciente al Grupo Clarín” (“Quedó inaugurada Artes Gráficas del Litoral”, El Litoral, 29 de mayo de 2009. Disponible en: http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/40774. Fecha de última consulta: 5 de febrero de 2014.
iv Nos limitaremos aquí al uso de la expresión “metáfora” en un sentido amplio, sin hacer una distinción profunda entre metáfora, metonimia, personificación y otros recursos que tienen en común el uso de un sistema conceptual determinado para explicar un término perteneciente a otro sistema conceptual.

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