“Antología de cuentos” de Álvaro Yunque. Buenos Aires, Desde la Gente, 2013 | Centro Cultural de la Cooperación

“Antología de cuentos” de Álvaro Yunque. Buenos Aires, Desde la Gente, 2013

Autor/es: Ana María Ramb

Sección: Comentarios

Edición: 20


Será éste un comentario polifónico. Porque sólo acompañada de una pluralidad de voces de respeto y prestigio innegables, puedo asumir el desafío de hablar de esta antología. Se trata de una selección de cuentos de uno de los máximos exponentes de nuestra literatura: Álvaro Yunque.

24 de marzo. Larga noche del 76. En la Argentina, el cielo se partía en dos, y el infierno tomaba por asalto la fracción más diáfana. En cualquier esquina nos ametrallaban los sueños. En túneles o vuelos secretos trituraban todo vestigio de vida. Por entonces, Álvaro Yunque (nacido en 1889 como Arístides Gandolfi Herrero) era una figura mítica del legendario grupo literario Boedo. En 1945 había sufrido prisión durante el gobierno de facto del general Edelmiro J. Farell por dirigir el semanario antifascista El Patriota. Y no pocas veces apeló a firmar como Enrique Herrero varios de sus ensayos históricosi, a fin de poder publicarlos. Pionero de la literatura para niños y jóvenes, muchos de sus libros se reeditaron a lo largo de décadas. En 1978 la nueva dictadura juzgó peligrosas tres obras suyas: Niños de hoy, El amor sigue siendo niño y Nuestros muchachos, y las prohibió.ii La editorial Plus Ultra retiró de librerías toda la producción del autor, en una paradigmática actitud de censura agregada.iii

Escribía yo estas primeras líneas (las primeras suelen ser las más difíciles), cuando la casualidad quiso que por Radio Nacionaliv surgiera la voz del periodista Mario Wainfeld, que colocaba a Yunque en el Parnaso de los narradores argentinos, donde están Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Julio Cortázar, Manuel Puig, y algunos nombres que aportó en ese momento la joven escritora Mariana Enríquez: Juan José Saer y Ricardo Piglia, entre otros que no alcancé a registrar. Sin ser crítico literario, Wainfeld habló de cómo los textos de Yunque combatieron la estigmatización de la pobreza y las formas de la discriminación, con una mirada afectuosa hacia a los sectores populares y los más vulnerables. Siguió una admirable lectura de “Vida de perros” por Carolina Francisco. Mario había aportado antes la voz de aquellos que en los verdes años habíamos disfrutado de esas historias plenas de emoción, protagonizadas por niños con los que podíamos identificarnos. Porque los chicos pintados por Yunque nos resultaban tan próximos, ya que no estaban al amparo de las tensiones y los problemas sociales, sino que, muy por el contrario, eran (y son) los primeros en sufrirlas. Y porque nos ayudaban a reflexionar sobre nosotros mismos, a adquirir un espíritu crítico que iba a permitirnos tal vez, llegado el momento, rehusarnos a asimilar prejuicios encastillados y a obedecer órdenes injustas. Algo que la dictadura etiquetaba como “peligroso”.

Dice Marc Soriano:

¿Puede desinteresarse la literatura infantil de esta violencia que soportan millones de niños? De ser así, estaría abandonando su vocación universal y dirigiéndose sólo –so pretexto de que su vocación es lúdica– a los hijos de las clases privilegiadas y protegidasv.

Así como los estudiosos hablan de “novelas de aprendizaje” –el Werther de Goethe, el anónimo Lazarillo de Tormes, el Viaje alrededor de la jaula de Haroldo Conti–, podemos decir que para muchos argentinos, los de Álvaro Yunque fueron cuentos de aprendizaje, jamás anclados en la nostalgia, sino que aportaban visión de futuro. Y siendo la mayor parte de sus historias hondamente dramáticas, algunas con final abierto, no dejaban a sus lectores hipotecados en la autoconmiseración, sino con la confianza de que con obstinación, trabajo y solidaridad, otra vida es posible, y hay que buscarla, como decía Rimbaud, poeta adolescente.

Es cierto que, como señala Soriano, no hay una sola infancia, como tampoco hay un “eterno niño”, inmutable y sin estar atravesado por su época y por la clase social a la que pertenece. Pero un clásico de la literatura infantil es un libro que interesa a todos los niños, y también a los adultos. Cierto es también que un texto publicado hace varias décadas no es el mismo hoy, cuando el canon de la literatura para niños y adolescentes está tan influido por el mercado, que llega a imponer libros que catalogan, si bien con rasgos de humor, los conformismos típicos del período neoliberal.

Pero la exuberancia de la vida de las páginas que presentamos aquí muestra que esta literatura tiene todavía mucho que decir. Porque sabe combinar emoción, aventura, sensibilidad y trabajo intelectual, y por eso el contacto con ella es intenso. Otro hallazgo que Yunque comparte con escritores de la talla de Charles Dickens (autor de Oliverio Twist) y Mark Twain (autor de Huckleberry Finn), que escribieron novelas para adultos, donde los niños son protagonistas en libros que otros niños leímos con fervor, es que comprendió que, en palabras del mismo Soriano, “no hay una frontera que separe a los héroes de las personas comunes y corrientes, y que el heroísmo, el verdadero heroísmo, es el pan de todos los días”.

Mientras que en la Argentina de los 80 y 90 se ponía en un cono de sombra la literatura que el mercado tachaba de “contenidista”, triunfaban en el llamado Primer Mundo María Grippe, Roald Dahl y Christine Nöstlinger, cuyos heroicos personajes infantiles se debatían en un mundo adulto hostil. ¿A qué se debía su éxito? Respondemos con palabras del mismo Soriano:

Y eso sin duda se debe a la ternura con que el artista pudo remontar los golpes y los rencores de su infancia desdichada y evocar sin pesimismo la vida de otros niños también desdichados que aprenden a defenderse y que, contra viento y marea, terminan por conquistar su lugar en el mundo.

Marc Soriano desconfiaba de los libros que pretendían ser puro entretenimiento, y sin mensaje. Y se preguntaba: “¿Literatura sin mensaje? No es seguro. Una literatura sin mensaje contienen por lo menos uno: que no hay mensaje”. Oímos ya las voces de Wainfeld, lector empedernido, y de Soriano, académico. Sumemos ahora otras, como la de la periodista Laura Isola:

Cuando Arístides Gandolfi Herrero se decidió a escribir, cambio de nombre. Eligió uno más combativo, más pesado, el Yunque de su apellido materno, para modelar una literatura que, por la época de Boedo, se creyó que se hacía a los golpes. Fue uno de los integrantes más importantes –junto con Leónidas Barletta, César Tiempo y Roberto Arlt– del desparejo grupo que, a principios de la década del veinte, se formó a la sombra de un cúmulo de presupuestos estéticos y políticos: la categoría de verdad, el compromiso social, la obligación moral –de vuelta esa palabra– de develar lo que está oculto bajo las apariencias del sistema (en ese tiempo, apuntan sus cañones lingüísticos hacia las mentiras de la prensa y el fraudulento sistema electoral) son el programa estético político con el que risueñamente los de Boedo se pelearon con los niños bien de Florida.vi

Recuerda un destacado poeta, César Tiempo, compañero del grupo de Boedo, que el padre y el abuelo de Yunque, los arquitectos italianos Gandolfi, ayudaron a Dardo Rocha a diseñar La Plata, capital bonaerense donde nació don Álvaro.vii Los Herrero del apellido materno se encontraban afincados en el Río de la Plata desde antes de 1810. Tenía sus riesgos festejar los 90 años de Álvaro Yunque cuando sus libros estaban prohibidos. Por eso cuesta comprender hoy que la página laudatoria que don César le dedicó fuese publicada en Clarín cultura y nación el 21 de junio de 1979, pero digamos que algunas brechas podrían abrirse en ese suplemento cuando lo dirigía Guillermo Ariza, que tenía ya un hermano desaparecido. Dice allí César Tiempo:

La obra de Yunque, celosa y poderosa, cuyo exceso de ternura es una extravasación de su voluntad de amor, no tiene rivales en nuestra literatura. Sus libros son testimonio de una inteligencia quer indaga la vida y se conmueve ante el destino humano. Deseos superiores, nostalgias y necesidad de superarse y superarnos ante el destino, bienquereres y decepciones se agolpan en el corazón y en la piel de las sienes que laten fuertemente como si repercutieran sobre ellas los tambores de nuestra fe y nuestro desencanto.

Raúl González Tuñón, poeta del grupo de Florida, y compañero de ideales del grupo de Boedo, reconoce en Yunque:

Y bien, resulta que en el cuentista palpita el poeta o subsiste la actitud poética ante la vida, ante el mundo, ese aliento lírico que se ha dado en otros autores de cuentos, y baste con citar a Chejov, a Catherine Mansfield, a O. Henry., en cierta parte de su obra, a Enrique González Tuñón, cada cual en lo suyo. Su gran acierto es haber logrado llegar, en general, tanto a la inocente comprensión del niño como a la más adivinadora y captadora de matices de la adolescencia, con esos relatos suyos que enlazan la realidad y la fantasía trascendiendo una grave y honda ternura.

Álvaro Yunque estrenó varias obras suyas en el Teatro del Pueblo de Leónidas Barletta, y trabajó en la formación del teatro La Máscara. El autor y director Carlos Gorostiza recordó cómo un cartel de esta última sala lo estimuló a dedicarse a las tablas: “El teatro no es un templo, es un taller. Bienvenidos a este taller donde venís a trabajar con nosotros”. Su autor: Álvaro Yunque. El crítico Luis Ordaz, jamás complaciente, señaló la participación de Yunque en el nacimiento y desarrollo del teatro independiente argentino. Y reconoció en sus obras “destreza en el manejo de la farsa y cierto humorismo satírico que evidencia su honda comprensión humana”.

Alba Gandolfi, hija de don Álvaro y alma mater de esta antología, evoca a su padre:

Yunque nos educó supongo como todo anarquista hubiera educado a sus hijos: apostó a la libertad individual como objetivo último del hombre y siempre nos demostró coherencia entre su pensamiento y acción. Pero el aprendizaje que brinda la experiencia de la vida y la necesidad de sentirse al lado de los desposeídos, de los que sufren, lo condujeron definitivamente al marxismo. (…) Son varios los escritores que confesaron haber descubierto su vocación literaria y sensibilidad social al leer a Álvaro yunque, entre ellos, Pedro Orgambide y Humberto Costantini. También es posible que hoy, después de medio siglo, haya otros chicos que, como ellos, repitan esa historia y vivan la misma emoción que ellos, que lo leían habitualmente. viii

Adalbo Gandolfi, hermano de Alba, dijo de su padre que él fue…

…un batallador incansable a quién sólo la muerte, a los 92 años, pudo detenerlo en la lucha por los débiles y los desposeídos, los necesitados de pan y justicia. Adoptó desde sus primeros escritos la imagen maciza de la herramienta básica del herrero: el indeformable yunque, nombre que adoptó como seudónimo y símbolo de sus ideas.

Y cita el mismo Adalbo al escritor Raúl Larra, quien dijo de don Álvaro:

En el Yunque él labró y forjó, como un herrero, un ancho mundo poético donde se mueven criaturas antológicas arrancadas a la vida. La labor del escritor es, en suma, sustraer lo que pasa viviendo y fijarlo en el presente eterno…

También Alba recuerda a Raúl Larra quien, junto a Alfredo Varela y otros jóvenes escritores, mantenía con su padre sustanciosas charlas literarias y políticas. Y se sabe que antes de que sobreviniera la ruptura entre Boedo y Florida, a las tertulias que, presididas por Yunque tenían lugar en el restaurante El Globo, solía acudir Jorge Luis Borges.

En 1969, convocado a celebrar el 80º cumpleaños de Yunque –cuando aún sufría el país la dictadura militar que antecedió a la de 1976–, escribe Humberto Costantini:

Claro que sí. Con ganas. Con alegría. Sin perder un minuto en consultar libros ni revisar papeles. Agradeciendo el haberme invitado a este número-fiesta de cumpleaños. Contentísimo y creyéndome un montón de cosas por decir. Esto, por ejemplo. Que a Yunque lo tenemos. Que es nuestro. Que estás junto a nosotros, apoyándonos, hablándonos, señalándonos el camino. Que no estamos tan solos ni tan inermes por lo tanto, frente a tanta cosa agazapada y sucia que este Benito oficio de escritor (o de mirar, o de juzgar, o de vivir, simplemente) nos hace ver a diario en Buenos Aires.

Por su parte Alfredo Varela, autor de El río oscuro, que sirvió de argumento para el filme de Hugo del Carril Las aguas bajan turbias, dice de su muy admirado Yunque:

La naturalidad, la limpieza de corazón y de miras, le son consustanciales cuando escribe, cuando alterna con los demás, en el combate social. Su conducta de siempre podría definirse como la sencillez en la dignidad.la dignidad con mayúscula. Quién sabe si esa ausencia poco común de afectación y engreimiento, en un ambiente donde tantos literatos han creído indispensable el cuello duro de la solemnidad, no en la subestimación de su obra por algunos... Que otros corran tras el deslumbramiento de famas y honores. En cuanto a él, no le interesa el estrépito vacuo:

Dejadme ser un río silencioso,

dejadme ser profundo y navegable.

Así hablaba Álvaro Yunque. Nada mejor que seguir oyendo su propia voz, y las voces que sus historias despertarán en viejos y nuevos lectores.


Notas

i Por ejemplo, Historia de los Argentinos, Calfucurá, Alem.
ii Ver Capítulo “Alvaro Yunque”, en: Invernizzi, Hernán, y Gociol, Judith, Un golpe a los libros. Represión a la cultura durante la última dictadura militar, Buenos Aires, Eudeba, 2002, p. 291.
iiiDecía el decreto Nº 1937/78, firmado por los genocidas Jorge Rafael Videla y Albano Harguindeguy, que el libro Niños de hoy… “agravia a la institución familiar y a los valores que ella transmite, por cuanto actitudes como ésta provocan la disgregación social tanto o más disolventes que las violentas”.
iv Programa….. del 21 de agosto de 2012.
v Soriano, Marc, Guide de litterature pour la jeunesse. Courants, problèmes, choix d’auteurs, París, Flammarion, 1976. Traducido y comentado por Graciela Montes con el título de La literatura para niños y jóvene. Guía de exploración de sus grandes temas, Buenos Aires, Colihue, 1995.
vi .Isola, Laura, “Educar al soberano”, P/12, año 2000.
vii Yunque fue el mayor de ocho hermanos, y por tradición familiar, sus nombres comenzaban con A: Arístides, Ángel, Adrián, Angelina, Augusto, Ada, Alejandro y Alcides. En binomio con su esposa Olga Casares Pearson, y bajo el seudónimo de Ángel Walk, Ángel fue uno de los pioneros del radioteatro en la Argentina. Augusto, renombrado médico reumatólogo y poeta, firmó sus versos como Juan Guijarro.
viii Desde Boedo, Año VI, Nº 53, junio de 2006.

Compartir en

Desarrollado por gcoop.