Sobre Las grietas del relato histórico: A un siglo del doble fusilamiento, homenaje a los mártires del movimiento obrero | Centro Cultural de la Cooperación

Sobre Las grietas del relato histórico: A un siglo del doble fusilamiento, homenaje a los mártires del movimiento obrero

Autor/es: Federico Randazzo

Sección: Investigaciones

Edición: 2

Español:

Luego de las múltiples lecturas de la masacre conocida como Campaña del desierto y de la profunda trascendencia que adquirió con los años la labor periodística de Osvaldo Bayer con su investigación sobre las matanzas de peones rurales en 1921, la patagonia argentina resultó impregnada de cierto perfil genocida.  La matanza de inmigrantes en Ingeniero White, el puerto de Bahía Blanca, en 1907, viene a sumar una insólita página salvaje al accionar del Ejército argentino.  Las grietas del relato histórico presenta una investigación periodística dedicada a reconstruir los detalles de aquel doble asesinato que acabó con la vida de dos inmigrantes. Se trata de una historia de sucesos crueles, que despertaron la rabia de la población de todo el país y generaron la huelga solidaria más importante de aquella etapa heroica del movimiento obrero nacional.  El texto también contiene una primera aproximación a la realidad que se vivía en Bahía Blanca a comienzos de siglo XX y la llegada a esa ciudad de las dos grandes matrices del pensamiento revolucionario de la época, el socialismo y el anarquismo. En julio de 2007, al cumplirse un siglo exacto de esta matanza emblemática para Ingeniero White, se presentó este trabajo en Bahía Blanca como parte de un homenaje a los primeros mártires del movimiento obrero bahiense. 100 años después de la sangre, hubo reuniones en la ciudad y en el puerto para reivindicar la entrega de aquellos inmigrantes a quienes, en estas tierras, les arrebataron prontamente la vida. Aquí retratamos los fragmentos más salientes de Las grietas del relato histórico y una reseña del recordatorio homenaje.


"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo..."

Rodolfo Walsh

Invitación a La Nueva Liverpool

Bahía Blanca fue fundada el 11 de abril de 1828 por el Coronel Ramón Estomba, como un destacamento militar de avanzada territorial llamado Fortaleza Protectora Argentina, casi 700 kilómetros al sur de Buenos Aires. Desde aquel fuerte el estado argentino tomó una posición militar para confrontar con los malones aborígenes que resistían la ocupación de sus tierras. Era la antesala de la matanza del desierto de Julio Argentino Roca.

A partir de la Constitución Nacional de 1853 donde se consolida el Estado nacional y se invita a los extranjeros a poblar nuestras tierras, pero más claramente en las últimas dos décadas del siglo XIX, comenzó a llegar a la Argentina la segunda gran oleada migratoria.

Entre 1880 y 1914 se produjo un ingreso de extranjeros al país, que significaría el aporte fundamental para el desarrollo de la Argentina como nación y de Bahía Blanca como ciudad industrial. Arribaron a los puertos argentinos familias enteras respondiendo al llamado oficial de esta patria que en sus campañas de difusión por el viejo continente ofrecía tierras, propiedad, progreso y riqueza.

Los pasajes para acceder a los enormes vapores que cruzaban el océano Atlántico fueron costeados en muchos casos por el estado argentino, que repartía boletos para llenar la tercera clase de los buques. En condiciones de hacinamiento miles de inmigrantes se embarcaron escapando de la pobreza y las epidemias.

Cuando finalizó este proceso de constante flujo de extranjeros, Bahía Blanca había multiplicado su población, saltando de 2096 habitantes en 1881, según el primer Censo General de la Provincia de Buenos Aires, a 37.555 pobladores en 1906, según el Censo Municipal de ese año. De aquellos 37.555 habitantes, 19.140 eran extranjeros, más del 50%.

Este sería el capital humano con que la ciudad se nutría para su ingreso a la modernidad.


“Será un coloso apenas se la deje tender el vuelo”

Para finales del siglo XIX se decía en los diarios que el escenario geográfico para el desarrollo industrial que presentaba Bahía Blanca era estratégicamente inmejorable. La rivera del puerto reunía las condiciones ideales y el clima adecuado para la instalación de grandes establecimientos fabriles. En los proyectos del gobierno local imaginaban saliendo por aquella boca al océano todo el cereal cosechado en el sur de la provincia de Buenos Aires.


Su situación a orillas del océano, al lado de la cabecera de muchos ferrocarriles hace ver que será un coloso apenas se la deje tender el vuelo, y entonces…¡Qué será de Bahía! Ese acrecentamiento de necesidades nos pondrá en situación de que pudieran sostenerse fácilmente líneas de vapores directos de aquí a Europa, y tendríamos un no soñado abaratamiento en todos los artículos de primera necesidad.La Tribuna, Bahía Blanca, 12 de Noviembre de 1889.

A Bahía Blanca e Ingeniero White, pero más específicamente a la barriada que se encuentra justo entre la ciudad y su puerto, se la llamaba en aquella época “La Nueva Liverpool”, confiando en su auspicioso futuro. Durante esos últimos años del siglo XIX los medios de prensa oficialistas crearon un ensueño social sobre los destinos de “La Nueva Liverpool”, una población que en las dimensiones que ellos afirmaban nunca existió.


No falta quien abriga el temor que una vez fundada La Nueva Liverpool en las inmediaciones del puerto, ese nuevo pueblo vendrá a quitar a Bahía Blanca muchos de sus elementos, dificultando su vida y aminorando su comercio (...) Todo aumento de población –lo vemos por la inmigración que crece cada día– trae aparejado consigo un aumento de riqueza, en estos países que solo necesitan hombres. No ha de quebrantarse esta ley en contra de nosotros. La Tribuna, Bahía Blanca, 12 de Noviembre de 1889.

Un espejismo encantador-engañador

Los medios de prensa locales, realizaban un festejo exagerado del progreso, cómplices de los proyectos de la oligarquía que ya se asentaban en el gobierno municipal. Si bien las obras y el constante crecimiento poblacional y de las actividades de la ciudad, presentaban una realidad próspera para una parte de los habitantes, se ocultaba la situación de abandono que padecían muchos de los inmigrantes. En los sectores humildes que crecían en torno a la ciudad y el puerto, se multiplicaba el descontento y comenzaba a gestarse el germen del movimiento obrero bahiense. La política social de los gobiernos de la época se caracterizaba por ignorar los problemas sociales, las malas condiciones de vida de las capas bajas de la población, considerando que la agitación social se debía a la presencia de elementos extranjeros que intentaban transponer en la Argentina conflictos europeos que aquí no tenían razón de ser.

Detrás de la figura del progreso, se asomaban las grietas de una comunidad fragmentada, claramente identificable ante cualquier lectura clasista. En torno a la representación que se constituía sobre la idea de progreso, es preciso tener en cuenta el trabajo de la Lic. Diana Rivas, del Dto. de Historia de la Universidad Nacional del Sur, quien desglosa los mecanismos de dominación aplicados por los grupos de poder, a quienes define como “perversos”: El progreso constituyó una ideología que estuvo al servicio del sector dominante y fue utilizado para desmovilizar a la clase dominada promoviendo una integración ficticia de la sociedad en su conjunto… La brecha existente entre los discursos y las prácticas permitirían suponer que el progreso fue un elemento que legitimó el orden establecido fundamentado sobre el establecimiento de jerarquías excluyentes. Es en esa fisura en donde puede advertirse el manejo perverso aplicado mediante diversas estrategias.

Entre las páginas oficiales se van escurriendo los relatos que describen con un rostro vulnerable y triste al obrero sometido a la miseria, rodeado de un conflicto social violento con enfrentamientos y grupos radicalizados.

Entre los inmigrantes vinieron muchos exiliados que en sus países de origen desarrollaron una importante experiencia de lucha. En la segunda mitad del siglo XIX, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y España eran el centro del escenario donde se debatían las grandes matrices ideológicas del socialismo y el anarquismo. Los inmigrantes de estos países fueron quienes impregnaron con reflexión y organización las demandas del floreciente gremialismo nacional.

Con la incorporación de estos hombres a la comunidad bahiense se abría el desafío de saber si los lugareños tendrían la amabilidad de todo convidado que abre sus puertas a los extranjeros.

Los inmigrantes morían y se les oscurecía el rostro...

Hay quien afirma que los diarios son la primera versión de la historia. Es importante entonces remitirse a las páginas de La Tribuna, el matutino que fundó Roberto J. Payró en Bahía Blanca en 1898, para presentar una prueba irrefutable sobre la agonía que sufrieron muchos de los inmigrantes negados en la historia de esta región.


¡Pobres Inmigrantes!
Si a los tantos ejemplos que han comprobado las escandalosas y crueles especulaciones que se han hecho de la colonias en general y de los centros agrícolas, explotándose los Bancos, haciendo víctima de su sed de oro a los pobres inmigrantes que ha(n) tenido la ingenuidad de confiarse a los lobos, disfrazados de corderos, vamos a estampar otro ejemplo más a continuación que tomamos de La Prensa y que revela manifiestamente la degradación humana de este período nacional. Estancia Curamalan, FCS, Marzo 19 de 1890 – Señor director de La Prensa. Muy señor mío: Habiendo oído rumores de que en el establecimiento “Cochico” del Sr. Mecks, cerca de Guaminí, había un número de familias en la mayor miseria por falta de abrigo y de alimentos necesarios, he averiguado por medio de varias personas respetables si había fundamento para dichos rumores.
Los informes que he obtenido son los siguientes: Para formar la colonia “Cochico” se mandaron familias que contaban más o menos doscientas personas. Desde algunos meses los colonos empezaron a hacer paredes de barro, esperando que se les diera los materiales necesarios para cubrir y concluir las casas que intentaban construir, pero hasta ahora absolutamente nada se las ha suministrado, ni tampoco instrumentos de agricultura. Ya cincuenta y cinco de esos infelices han sucumbido víctimas de una enfermedad en que quedaban las caras negras al tiempo de morir. Los pocos que quedan son los enfermos y los que por falta de energía o medios suficientes no han podido irse. Viviendo al campo raso como salvajes y careciendo de todo alimento menos la carne y sin asistencia médica no es extraño que tantos hayan muerto. Los colonos son franceses y holandeses.
¡Qué cuadro triste se ha visto en ese paraje! Un holandés decía que se le había muerto padre, madre y seis hermanos. Al principio se envolvieron los cadáveres en bolsas y alzándolos entre varios los llevaron a enterrar. Ahora tienen una especie de trineo que los conduce pero no tienen madera para hacer cajones. Estos escándalos no deben quedar escondidos y espero del Señor Director la publicidad de ésta con mi nombre al pie.
Su atento y S.S.- Juan Sacell.
La Tribuna, Bahía Blanca 23 de marzo de 1880.

De la llegada del Socialista

Las primeras asociaciones importantes llegaron en 1894 con la fundación del Centro de Unión Obrera de orientación socialista, y en 1896 con la Sociedad Fascio Operaio Italiano.

Por esos años comenzaron a editarse en la ciudad publicaciones que reflejaban el pensamiento de las organizaciones, y que nos permiten ahora reconstruir su funcionamiento. Se trata de periódicos que se editaban inicialmente como Número Único, una tirada excepcional que se correspondía con las fechas emblemáticas del movimiento revolucionario mundial. La actividad de la redacción apuntaba mayormente a desarrollar los fundamentos ideológicos y filosóficos de los nuevos imaginarios que comenzaban a construir los proletarios uníos del mundo.

Uno de estos ejemplares da cuenta de la llegada organizada de las ideas que venían a cuestionar el orden vigente, en la fundación del Centro Socialista Obrero de Bahía Blanca en 1897:


18 de Marzo-1898. Número Único
En conmemoración de la Commune de Paris y el primer aniversario de fundación del Centro Obrero Socialista de Bahía Blanca.
Se invita a participar de una conferencia el viernes 18 de marzo a las 8 ½ pm. y una celebración el domingo 20 a las 3 ½ pm. en Donado 143, el nuevo local social, del Centro Socialista. En ambos casos, los oradores harán uso de la palabra en Español y en Italiano.

En esta misma proclama se encuentra el testimonio fundacional de aquella organización:


Ocho trabajadores, dos italianos, dos alemanes, dos franceses, un holandés y un austriaco, reunidos en una modesta pieza, y considerando, que en la sociedad burguesa, basada en la propiedad privada, el trabajador recibe un salario que no representa el valor real de la mano de obra y que ese salario apenas alcanza para cubrir los gastos indispensables…deciden constituirse como Centro Socialista Obrero de Bahía Blanca.

En los textos de este ejemplar también se recuerda a La Comuna de París, experiencia de poder popular obrero, que se desarrolló en la primavera de 1871. Los editores transcribieron la declaración que realizó la comuna llamando a universalizar la propiedad y conquistar el útil de trabajo para el obrero, y la tierra para el que la cultiva.


Los fusilamientos de 1907
Hasta que un día cualquiera te fusilan...

Al amanecer del martes 23, en las obras que ampliaban el muelle de Ingeniero White, minutos antes de las 7 de la mañana, un grupo de obreros ingresó al área de trabajo lanzando consignas y llamando a la huelga. A poco de recorrer los talleres, decenas de empleados comenzaron a seguirlos sumándose a la agitación. Los huelguistas arrojaban las herramientas al agua y descargaban la bronca contra las máquinas. A los pocos minutos, con las primeras luces del día y la helada matinal cayendo sobre el puerto, los vigilantes de la empresa comenzaron a perseguir y dispersar la protesta. El clima se tornó confuso, algunos gritaban, otros corrían; hasta que en medio del playón se dieron los primeros incidentes, luego de que los capataces Williams Kelly y Patrics O´Bryan, ambos de nacionalidad inglesa, quisieran obligar a golpes a un obrero a permanecer en el trabajo. Los custodios cargaron sus armas de fuego y chocaron con los rebeldes. Se produjo un forcejeo que terminó con los dos vigilantes heridos. Éste fue el motivo expreso que encontraron las autoridades de Ingeniero White para desatar una violentísima cacería de obreros nunca antes protagonizada en la historia de la ciudad.

Minutos después de este incidente, los trabajadores estaban reunidos en asamblea en la emblemática sede de la Casa del Pueblo, un local construido por los grupos libertarios que servía como punto de encuentro de todo el movimiento huelguista el puerto. De inmediato se izó en lo alto de la casona una bandera negra que flameaba con el viento que soplaba desde la ría. Los obreros colmaron el local para debatir a los gritos, con intervenciones preferentemente en castellano, pero con comentarios en varios idiomas más.

Pasadas las 10 de la mañana, los marinos salieron formados desde la sede oficial, caminaron 100 metros y se pertrecharon frente a la Casa del Pueblo en dos hileras. Sin dar aviso alguno, el Teniente Posse dio la orden de abrir fuego, pero los marineros no se animaron a apretar el gatillo. Entonces, enojado, sacó su propio revólver y al repetir la orden fue él mismo quien comenzó a disparar. Ahora sí los verdugos acataron la directiva y lanzaron una primera ráfaga cerrada de Máuser, generando desconcierto entre los asambleístas sorprendidos por los ruidos. Desconociendo el origen de las explosiones, alguien desde adentro de la casa respondió con un ¡Viva la Anarquía! al que le contestaron con 7 descargas más, que penetraron en el frente del local sembrando el pánico en el centro del puerto. La cacería estaba desatada. Los impactos destrozaron las paredes y bañaron con sangre todo el piso del salón. Los obreros gritaban, se apilaban en los rincones, buscaban refugio saltando el pequeño paredón del fondo que lindaba con un terreno. Los represores, desencajados, derribaron la puerta y comenzaron el desalojo.

Entre los gritos, los soldados continuaban disparando a menos de 5 metros de distancia a quienes iban saliendo. Con las pericias médicas posteriores se supo que todos los heridos estaban lastimados en su torso o en las piernas, evidenciando las intenciones asesinas de los disparos. Los agentes requisaron y palparon de armas a más de 500 personas y ni siquiera a uno solo le encontraron armamento alguno. Solo cinco cuchillos, habituales atuendos de los hombres de la época, fueron las armas detalladas en la investigación oficial.

En el centro del puerto y a plena luz de la mañana se estaba protagonizando un fusilamiento sangriento. La gente que pasaba y aquellos que escuchaban desde lejos los disparos se acercaban curiosos a la esquina del conflicto. Nadie reconocía una revuelta obrera, ni distinguía huelguistas de otras víctimas; los Máuser apuntando en todas las direcciones se apoderaban de las miradas.

La brutalidad no se limitó a los huelguistas. Violentos golpes de culata eran lanzados por los marinos a quienes en aquel momento pasaban circunstancialmente por el escenario de los hechos.

José Falcioni, un joven italiano católico, miembro de la sociedad recreativa La Siempre Verde de White y desvinculado totalmente de cualquier actividad política, pagaría con su vida aquel encuentro casual con las fuerzas del orden.

Luego el puerto quedó desolado, en silencio. El clima se tensó y el temor se sentía en cada esquina, ante la presencia de los ejecutores. Los comercios cerraron sus puertas atemorizados por la sensación general.


El primer despacho a La Vanguardia

El corresponsal local de La Vanguardia, el emblemático periódico del Partido Socialista, no demoró en llegar al lugar de los hechos y enviar el primer despacho periodístico que se conoce de este conflicto. El cronista, veloz y preciso, dictaba el telegrama que encendía la redacción porteña.


-Bahía Blanca, 23 (2 PM). Los obreros constructores y remachadores de este puerto, que se hallan en huelga, reunidos ayer en la Casa del Pueblo, han sido asesinados cobardemente.
Corresponsal.
-Bahía Blanca 23. Comprobando lo comunicado a la tarde, adelantó las siguientes noticias. A las 10 AM de ayer, se encontraba reunido en la Casa del Pueblo de Ingeniero White un número considerable de huelguistas, la Subprefectura, en conocimiento de la reunión, envió un piquete de marineros armados a Máuser, por encargo, según parece, de proceder sin miramientos, contra los huelguistas que serían unos 800. Al abandonar el local, los asistentes, fueron recibidos a balazos por la marinería.
-Bahía Blanca, 23. Después de la matanza de la que fueran víctimas los huelguistas, se ha enarbolado en la Casa del Pueblo, una bandera roja con un crespón negro, en señal de duelo, como protesta por la barbarie con que se han masacrado cobardemente a los trabajadores en huelga.
-Bahía Blanca, 23. Los obreros de la ciudad, en conocimiento de los hechos sucedidos, organizaron una columna de manifestantes, con la intención de recorrer el pueblo, pero las fuerzas de línea la disolvieron.
La Vanguardia, Buenos Aires, 24 de julio de 1907.

Este es solo el comienzo de la peor cacería de la época.


Uno de esos días tristes de Bahía

En Ingeniero White en la tarde de ese martes 23 de julio los trabajadores intentaron dos veces realizar movilizaciones pidiendo la libertad de los detenidos alojados en los calabozos de la Subprefectura. En Bahía Blanca, grupos pequeños de obreros se presentaban en el Hospital Municipal donde se atendía a los heridos.

En Lamadrid 199 donde funcionaba la sede de la Federación Obrera Local (FOL) de Bahía Blanca, lanzaron una campaña de suscripción de socorro para las familias de los heridos. En la puerta de la FOL colgaron un cartelón que llamaba a una asamblea de gremios, condenando la acción del Subprefecto de Marina Enrique Astorga a quien señalaban como el cerebro de la matanza. Para la noche, la colecta solidaria que se difundía de boca en boca ya era abundante.

A última hora del día, el cronista del diario El Comercio llegó a la redacción luego de conversar en forma exclusiva con José Falcioni, el joven que fue gravemente herido al pasar por la Casa del Pueblo. Diría el diario del día siguiente:


Visitamos en su domicilio, al herido José Falcioni. Es un hombre joven de 30 años, casado, italiano y desempeñaba el puesto de capataz de apuntadores. Los antecedentes de Falcioni son de una persona honesta, instruida y ajena a las luchas proletarias. Perteneció al Ejercito Italiano revistando con el grado de Sargento. Su estado es gravísimo. Difícilmente salvará. Tiene una herida de Máuser, cuyo proyectil le ha atravesado los pulmones y ha rosado la espina dorsal.

Se dirigía a su casa cuando vio un enorme gentío en la Casa del Pueblo. Dice que había más de mil personas reunidas allí. Deseando saber lo que ocurría, aproximóse al local quedando en un grupo cercano a la puerta.

Los marineros –agrega Falcioni– estaban formados en mitad de la calle, en dos filas. De pronto, sintió unas detonaciones y seguidamente varias descargas. Cayó herido no sabe por quién ni cómo.

El Comercio, Bahía Blanca 24 de julio 1907.

Ingeniero White durmió custodiado como quien espera una declaración de guerra. Los uniformados despertaban el polvo de las calles, patrullando la noche. En cada esquina se veían las armas del Estado listas para disparar. No era una previsión exagerada, sino una exhibición del potencial de fuego que deberían enfrentar quienes se opusieran a esas fuerzas resentidas y xenófobas.

Por la noche circuló la noticia fatal. La muerte de Atiliano Pascual, un obrero español de 44 años, casado, de oficio herrero, corrió velozmente por el puerto y la ciudad, despabilando a todos los pobladores. Una bala de Máuser en la región derecha de su torso y otra en el muslo izquierdo acabaron con su vida. La Protesta lo reconoció como uno de los obreros con mayor participación en el conflicto.

La inmediata repercusión nacional

En Buenos Aires, en la noche de ese mismo martes 23 se reunió el Consejo Federal de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) y emitió una circular a las federaciones locales y sociedades del interior consultando sobre la actitud a adoptar.


Compañeros: Salud
En vistas de los infames atropellos llevados a cabo por la policía y el ejército de Bahía Blanca, con los obreros de aquel puerto, que en son de protesta por la actitud arbitraria de uno de sus jefes, habíanse [sic] declarado en huelga, este Consejo Federal en su reunión de esta noche, resolvió someter a vuestra consideración para que la hagáis conocer a la vez que a las respectivas sociedades, la actitud que en esta emergencia debe adoptarse frente a la cobarde acción del capitalismo y su secuace [sic] el Estado.
La urgencia del caso y la seguridad de que ya estarán al corriente de lo acaecido nos impide ser más extensos en detalles, limitándonos a pedirles la más pronta contestación a la presente.
Sin más salúdales fraternalmente. Por el C. Federal.
José Pañeda, Secretario

Federación Obrera Regional Argentina

La Protesta, 24 de julio de 1907.

El comunicado estaba acompañado de una invitación para los delegados a participar de una asamblea extraordinaria, que se realizaría el jueves a las 8 p.m. en la secretaría general, ubicada en el barrio porteño de la Boca, en Montes de Oca 972.

Los socialistas también emitieron de inmediato una comunicación interna de su brazo sindical, la Unión General de Trabajadores (UGT), condenando los hechos y consultando a sus bases sobre la posición a adoptar.


A la sociedad:
La Junta Ejecutiva de la Unión G. de Trabajadores resolvió en la reunión extraordinaria de hoy, dirigir la siguiente circular a la Sociedad a fin de que a la mayor brevedad llamen a Asamblea general del gremio para tomar en consideración la conducta a seguir en estos momentos de nuestra organización frente al brutal asesinato cometido por los esbirros policíacos y militares en las personas de los obreros hermanos nuestros, de Bahía Blanca.
Esperando que trataran de contestar a la mayor brevedad para obrar en consecuencia, los saluda fraternalmente por la Junta Ejecutiva.

Juan Cuomo, secretario general.

La Protesta, 26 de julio de 1907.

Como se desprende de ambas comunicaciones, la democracia directa que proclamaban en sus discursos funcionaba como mecanismo habitual de estas organizaciones, que antes de asumir una posición pública consultaban a sus representados. Esta actitud también se sobrepuso por el carácter urgente del movimiento, que pretendía una respuesta importante, acorde al dolor generado por la agresión armada del Estado. Luego las direcciones de las dos grandes centrales obreras se vieron superadas por las circunstancias y demoraron sus convocatorias hasta generar críticas en sus filas.

Las siguientes horas fueron de intenso trabajo para los telégrafos de las redacciones que recibían cables desde Rosario, Córdoba, Chivilcoy, Santa Fe, La Plata, Mar del Plata, etcétera; con las decisiones que tomaban los distintos gremios, sociedades y federaciones. Todos se inclinaban por la moción de huelga general.

Un ambiente extraño desde el amanecer

Luego de tres días de intenso conflicto, el viernes 26 la población de Bahía Blanca amaneció debatiendo sobre si debía salir a exteriorizar su pena, o si debía adherir desde el silencio del miedo a los susurros de la calle. Desde muy temprano los obreros se agrupaban de a 30 o 40 y salían a caminar por la ciudad; entre la plaza Rivadavia, la estación de ferrocarril y la zona donde funcionaban los locales obreros.


En cualquier esquina, sobre un balcón o sobre una pared, se improvisaba una tribuna y un orador. Los curiosos se amontonaban y a los cinco minutos, el grupo ascendía a 200 o 300 personas. Terminado el discurso, los manifestantes se disolvían para reunirse a las 2 o 3 cuadras y allí repetir la operación. Muchos obreros desfilaban cantando Himno de Turati o Hijos del Pueblo. Los incidentes entre socialistas y anarquistas, se repetían en cada cuadra y a cada momento, pero afortunadamente ninguno pasó a mayores.

Bahía Blanca, 27 de julio de 1907.

Aquel día, estos hombres colmaron las calles de Bahía Blanca entonando en distintos idiomas el himno de los anarquistas del mundo. El penetrante invierno de la ciudad escuchó por un momento la melodía de los libertarios. Entre las distintas canciones se escuchó Hijos del pueblo:


Hijos del pueblo (versión original)

Hijo del pueblo, te oprimen cadenas
y esa injusticia no puede seguir,
si tu existencia es un mundo de penas
antes que esclavo prefiero morir.

Esos burgueses, asaz egoístas,
que así desprecian la Humanidad,
serán barridos por los anarquistas
al fuerte grito de libertad.

Rojo pendón, no más sufrir,
la explotación ha de sucumbir.
Levántate, pueblo leal,
al grito de revolución social.

Vindicación no hay que pedir;
sólo la unión la podrá exigir.
Nuestro pabés no romperás.
Torpe burgués. ¡Atrás! ¡Atrás!

Los corazones obreros que laten
por nuestra causa, felices serán.
si entusiasmados y unidos combaten,
de la victoria, la palma obtendrán.

Los proletarios a la burguesía
han de tratarla con altivez,
y combatirla también a porfía
por su malvada estupidez.

Otro grupo de huelguistas tomó el tren a Bahía y en la estación esperó el arribo del primer Diputado Socialista de Latinoamérica, el Dr. Alfredo Palacios. El líder llegó a las 2:45 p.m. en el ferrocarril vía Lamadrid. Palacios bajó trajeado, con su chambergo y un maletín, ante unos mil obreros que lo saludaban y le trasmitían apoyo. Custodiado por un niño que movía una bandera roja en lo alto de una caña, el diputado caminó con los obreros hasta Lamadrid 199, el local de la FOL.

El dirigente socialista desplegó de inmediato su accionar logrando restituir las llaves de la Casa del Pueblo, liberar a los detenidos y recabar testimonios de testigos directos de los asesinatos. Estos relatos sirvieron a Palacios como pruebas en la interpelación que realizó a los responsables de la masacre, días después en la Cámara de Diputados.

Los anarquistas rechazaban la presencia del legislador. Veían en él un funcionario político que cobraba un sueldo muy superior al de un obrero. En las reuniones le reprocharon sus dietas y su disposición a compartir una Cámara con lo que llamaban parásitos del régimen. “Usted no pertenece al gremio obrero. Cobra $1500 como diputado. No es de los nuestros”, le cuestionó a Palacios un anarquista en plena asamblea. Los socialistas respaldaban a su dirigente y calificaban como estúpidas las exposiciones de los libertarios. En la experiencia local se presentó con claridad la histórica división del movimiento obrero.

A pesar de esto, las dos corrientes comprendieron que la agresión de Astorga estaba dirigida al conjunto obrero y no a alguna de las fracciones en particular.

Al caer la tarde, ni el apoyo del diputado, ni los pedidos a dios de la familia habían alcanzado para salvar la vida del más grave de los heridos. Luego de tres días de agonía, el 27 de julio de 1907 murió en su casa José Falcioni.

Otro inmigrante, un joven italiano libre de toda culpa y cargo de atentar contra el proyecto del capitalismo para el desarrollo de la Argentina, moría en Bahía Blanca por el accionar del brazo armado del Estado.

La casa de la familia Falcioni se convirtió en un velorio masivo, por donde desfilaron los allegados al difunto y los delegados obreros. La esposa del joven italiano estaba embarazada de 6 meses esperando su primera hija. Entre las habitaciones y la puerta se escuchaban plegarias religiosas y discursos libertarios. Todos intercambiaban opiniones sobre cuál era la posición a adoptar, dada la gravedad del conflicto que ya acusaba dos víctimas fatales. Los más derrotados se mezclaban entre quienes planeaban una respuesta colectiva poblando las calles, desconociendo las prohibiciones.

Falcioni quedará en la memoria de las luchas de la ciudad y se lo reconoce como un mártir sin haber arribado nunca a posiciones revolucionarias. En aquel momento todos comprendieron que se trataba de una víctima, de un fusilamiento salvaje, y por eso nadie podía suponer lo que pasaría al día siguiente cuando la comunidad despida a aquel joven. Todos buscaban respuestas para comprender aquella condena de luto. El hecho de la segunda muerte reavivaba el dolor que se estaba tratando de sobrepasar, con el antecedente del primer caído en White.

El velorio del domingo

Una de las casas del puerto levantadas, como la mayoría, con el esfuerzo y el trabajo de una familia de italianos, servía de salón para el velorio de su hijo. Entre la gente, se dio un debate en torno a la participación activa en la despedida del cuerpo. Y finalmente la acción fue contundente.

A las 2 de la tarde del domingo 28, nuevamente, los habitantes de Ingeniero White salieron a las calles y acompañaron el cortejo, en mayor número que el anterior. Los manifestantes se concentraron en la Casa del Pueblo y con el cajón sostenido por los obreros, se dirigieron primero a la sede de la Sociedad Recreativa La Siempre Verde, de la cual Falcioni era miembro. Allí pronunciaron algunos discursos que concluyeron con las palabras del presidente de la Sociedad de Estibadores.

Luego, encabezados por la orquesta de La Siempre Verde que interpretaba marchas fúnebres, caminaron hasta la estación del Ferrocarril para luego viajar a Bahía Blanca y dar sepultura al compañero. Pero en el camino surgió la parada obligada. Frente a la sede de la Subprefectura se detuvo la columna y cuando la orquesta terminó la pieza que ejecutaba, comenzaron los insultos.

Los diarios cuentan que Toscanito, un joven proletario, se subió a la baranda del almacén de Gusandizaga ubicado justo en diagonal a la oficina de Astorga y descargó su odio contra los agentes. El Teniente de Navío ubicado detrás de un piquete de marinos armados en el frente de su dependencia, se sacó el sombrero y se mostró para exacerbar aun más el clima tenso. Al multiplicarse los insultos, el jefe de los marinos no vaciló y eligió nuevamente el camino violento. Ordenó a dos de sus soldados que avancen entre la gente y calmen a quienes arengaban. Y como era de esperarse el hecho sólo generó mayor tensión. Acto seguido vino el choque y otra vez la cacería. Cuando los soldados llegaron a la muchedumbre, comenzó un forcejeo que acabó con la orden de Astorga de abrir fuego sobre la movilización.

Nuevamente los Máuser apuntando hacia la gente. Y disparando.

Una polvareda cubrió la esquina de Cárrega y Guillermo Torres, mientras se escuchaban gritos y corridas. El cadáver de José Falcioni quedó tendido en medio de la calle, con varios balazos perforando su ataúd. Un humo espeso salía por los agujeros del cajón. Tres disparos impactaron sobre él, uno de los cuales le mutiló la nariz y parte del rostro.

Inicialmente la gente se dispersó horrorizada, hasta que algunos valientes recogieron al difunto y continuaron con el cortejo. Minutos más tarde, en el cementerio de Bahía Blanca tuvo sepultura el maltratado cuerpo de José Falcioni.

Algunos vecinos aportaron con su testimonio la prueba que confirma a Astorga en el sillón del verdugo. Los testigos aseguran haber visto al propio Teniente desenfundar su revólver y detonar varios cartuchos en dirección al cajón donde yacía el joven italiano. En el libro de sesiones de la Cámara de diputados quedó asentado el testimonio de un vecino que afirmaba haber sido víctima de los disparos de Astorga, a quien describía revolver en mano.


Declaro que cuando me encontraba rodeando el cadáver de Falcioni vi al comandante Astorga, que, revolver en mano, hacía fuego sobre la muchedumbre. Fui herido por él, en el brazo izquierdo.

Diario de sesiones de la Cámara de diputados de la nación, 2 de agosto de 1907.

En todas la tapas: La Huelga!

Los diarios de aquellos días presentan un abanico de interpretaciones que despliegan valioso material para proponer diversas lecturas. Entre ellas vale apuntar que estos sucesos de Ingeniero White fueron señalados como uno de los ejemplos más claros de la auténtica huelga solidaria. Un método de lucha típico del proletariado combativo de la época que se convirtió en objeto de profundos análisis en diversos ámbitos. En este marco, resulta atractivo y necesario leer algunas de las editoriales que repartían los canillitas esos días.

La mirada más “neutral”, desde su posición de diario extranjero, podría ser la de La Patria degli Italiani, que se repartía en nuestro país.


A cincuenta kilómetros de la capital no hay más ley, no hay jueces, no hay gobierno, no hay civilización. El salvajismo campea hoy con el fusil como ayer con la lanza.”

La Patria Degli Italini, Buenos Aires, 30 de julio de 1907.

En un tono crudo, describía la brutalidad oficial que se vivía en “La Nueva Liverpool”.

El conflicto despertó varios cruces editoriales donde se enfrentaban las cosmovisiones de los periodistas. El más jugoso de esos choques fue el que protagonizaron La Protesta y La Nación, quienes se criticaron mutuamente en el debate sobre la huelga solidaria que se gestaba. En la parte de abajo de la tapa de La Protesta del domingo 28 de julio, se lee:


La Nación” y la huelga general
De cuando en cuando, un diario que dogmatiza en la alta política con tonada pontifical, se digna mirar al bajo y dar consejos paternales impregnados de honda conmiseración y saturados de añeja experiencia, a los trabajadores.
Ahora como en otras ocasiones, repítenos su eterna centinela, tomando como pretexto ocasional la solidaridad obrera que los obreros de Bahía Blanca han puesto en práctica con sus camaradas de Ingeniero White, proclamando la huelga general.

La Protesta, Buenos Aires, 28 de julio de 1907.

Luego los anarquistas reproducen un fragmento del texto que un día antes había publicado el diario de la familia Mitre donde decía:


La huelga

Los sucesos que se han desarrollado en Ingeniero White han parado en un desenlace que hubiera sido difícil comprender entre las previsiones racionales del conflicto: la huelga general de Bahía Blanca. Es un recurso heroico al que suelen apelar nuestros gremios cuando cualquier dificultad los desorienta. Declaran la huelga general como medio de tomar una actitud, sea para formular protestas, sea para afianzar propagandas. El móvil no importa. La panacea resulta de aplicación universal. Puede servir para cualquier conflicto y se la emplea indistintamente, siempre que no se encuentre a mano mejor salida…
Lo que no entendemos esta vez como otras, es que para realizar tal propósito (reclamar derechos) apelen al paro general. La huelga es una actitud de inercia cuya fuerza estriba en la paralización económica que produce. Cabe emplearla cuando se la esgrime como un argumento conminatorio a favor de aspiraciones determinadas. No significando nada por sí misma, desde que es una simple negación, necesita responder a un objetivo preciso para tener aplicación racional. De otra manera, resulta una simple parodia, un acto vacío y estéril, más propiamente holgazán que huelga, cuyos perjuicios recaen sobre los mismos obreros que la promueven. Sin embargo goza en el país de una boga, que según parece continua aumentando…
La adhesión de los obreros rosarinos al paro acentúa esos aspectos de la cuestión, agregándoles un perfil risueño. Estas solidaridades localizadas, que obran a las distancias y que limitan sus efectos a un reposo forzado de algunos días, muestran en todo su extremo la pueril vaciedad del recurso…
La falta de orientación que se observa en general, y las confusiones elementales de concepto en que suelen incurrir los gremios prueban que no están habilitados para dirigir con eficacia su propia marcha. Es de esperar que ellos mismos acaben por comprenderlo alguna vez y que, declinando un poco sus cavilosos recelos, confían en la sinceridad de pilotos menos inexpertos.

La Nación, Buenos Aires, 27 de julio de 1907.

Luego seguía La Protesta:


Como se ve, La Nación no es precisamente adversa a la huelga general, sino que en su interés por los trabajadores lo apena realicen un acto inútil, perjudicial.
¿Los obreros pierden los salarios de los días de la huelga? Pues no les conviene declararse en huelga. ¿No ganan nada con hacer la huelga? ¿No buscan un aumento en los salarios, etc? ¿La hacen solo por solidaridad?
Pues no les conviene la huelga…
¿Y si reciben los salarios aún sin trabajar? ¡Caso de conciencia! Ha sido sin ganarlos y esto entraña cierta gravedad. De un modo u otro, la huelga general es, según La Nación, perjudicial para los trabajadores y como ni aún se conquista con ella un tinte de prestigio moral (nada, como ocurrentemente escribe el editorialista en vez de poner: ninguno) de ahí que lo que procede es nombrar nuevos pilotos –Don Emilio Mitre, aspirante a Presidente de la República…–, que dirijan la marcha de los obreros con eficacia.
Si tomásemos en serio la nota editorial del cesado, experto y bien intencionado colega, nos entretendríamos en desmenuzar su argumentación en demasía inhábil… pero la cosa no vale la pena, máxime cuanto que argumentaríamos para convencidos, ya que La Nación y los obreros saben muy bien que la huelga general da a los asalariados algo más que un “tinte” de prestigio moral, y llegará un momento en que acabe con los asesinatos que el estado realiza y con la explotación de los capitalistas.
Ejercitar con frecuencia para hacerla más práctica cada vez, hasta que se use en la forma revolucionaria en que fue concebida por los anarquistas hace ya años es lo que hace falta.
Y dispense La Nación el piloteo…
Eduardo G. Gilimón.

La Protesta, Buenos Aires, 28 de julio e 1907.

Ese era el tono en que se estaba dando el debate del domingo, el mismo día en que se repitieron los disparos en el puerto.

Luego del trágico desenlace del velorio, el lunes 29 de agosto La Nación se negó a pasar nuevamente el ridículo justificando las actitudes del jefe de Astorga y modificó radicalmente la línea editorial de su crónica.


En su reseña [la del corresponsal propio], aunque inspirada en datos oficiales, vemos aparecer otra vez al comandante Astorga reincidiendo en su actitud de intemperancia y de violencia, y mandando a sus subordinados que hicieran fuego sobre el pueblo inerme…”
Los obreros ya no están hacinados en un rancho de madera y sinc, sino agrupados en gran número alrededor del ataúd de uno de sus compañeros, caído en la triste jornada del 23. Bastó que un orador exaltado acuse a las autoridades de haber fusilado al pueblo, para que mismo autor de los hechos anteriores tome una actitud agresiva y vuelva a producirlos con el mismo doloroso desenlace. Si el sumario de los sucesos del 23 se hubiera iniciado con la seriedad que el conflicto exigía, y si se hubiera separado de un puesto que en tales circunstancias reclama mucha imparcialidad y sangre fría, a una persona necesariamente apasionada, tal renovación de los sucesos no vendría hoy a agitar de nuevo la opinión pública.
Parece evidente que el comandante Astorga no debía habérsele permitido que siguiera en la difícil misión de mantener el orden en momentos tan graves, desde que ya demostró una vez –harto elocuentemente por cierto– que no tiene siempre, y menos ahora, las condiciones de carácter, la calma y el dominio de sí mismo, imprescindibles en situaciones de esta especie… Astorga volvió a obrar con la más condenable precipitación, es decir, como la primera vez…El comercio de Ingeniero White tiene razón cuando pide al presidente de la república que no deje continuar allí a tan mal defensor del orden, de sus vidas y de sus intereses.

La Nación, Buenos Aires, 29 de julio de 1907.

El cronista que observaba los hechos presentaba con claridad cuál era el escenario en que se estaban dando los fusilamientos. A pesar de esto, en ese mismo ejemplar se continuaban publicando notas que atacaban a los obreros. De hecho, 48 horas más tarde, La Nación decía:


Entre las huelgas sin objeto, ésta es la que ocuparía el primero y más extraordinario lugar. Se explicaría una manifestación de solidaridad con los obreros bahienses de duelo por los caídos; pero una huelga no tiene razón alguna de ser; es decir, tiene una, la única: el prurito anarquista de ir “haciéndose la mano” para esa utópica huelga universal que tantos sinsabores está acarreando a los obreros que no saben vislumbrar el futuro inmediato y sin embargo señalan que ven un remoto porvenir…
Los obreros sensatos renunciarán a un movimiento sin objeto moral…

La Nación, Buenos Aires, 31 de julio de 1907.

Por el despliegue de coberturas, con enviados y corresponsales en Bahía Blanca, y las decenas de columnas centrales que dedicaron los periódicos, se puede apreciar la repercusión nacional que tuvieron los hechos de White en todos los ámbitos. No quedó matutino que no reflejase a diario los acontecimientos violentos.

Alimento para la memoria

Esta primera matanza obrera de la ciudad quedó grabada en la memoria colectiva de los habitantes del puerto. Al comenzar la década del 70 fue rescatada por el grupo Teatro Alianza, que realizó una profunda investigación antes de presentar la obra Puerto White, historia de una pueblada, basada en los sucesos de 1907. Este grupo, involucrado con el debate y la estética de su época, estrenó el espectáculo en Villa Nocito, una de las barriadas más emblemáticas de la ciudad. El golpe de estado de 1976 los encontró presentando el espectáculo en Colombia, donde a causa de la enfermedad de uno de los miembros del grupo, la compañía finalizó imprevistamente la gira. El 27 de octubre de 2007, en el patio del Museo del Puerto de Ingeniero White, donde funcionara la cárcel que encerró a los huelguistas de 07, se presentó la misma obra con un renovado grupo de teatro a cargo de Julio Teves, quien en los años 70 había interpretado al salvaje Teniente Posse.

La investigadora de la Universidad Nacional del Sur, Licenciada Maria Jorgelina Caviglia, y el poeta y Profesor de Letras Sergio Raimondi, junto con el equipo del Museo del Puerto de Ingeniero White, realizaron en los últimos años otros aportes fundamentales para que este hecho forme parte del relato histórico del puerto.

Al cumplirse un siglo de los fusilamientos, este episodio regresa para instalarse en la agenda pública de la ciudad y de esa forma amplificar la dimensión del recordatorio, convertido en momento de reflexión y homenaje. El último 27 de julio, cuando se cumplió un siglo de la muerte de José Falcioni, ni la situación del movimiento obrero ni del revolucionario ni de la izquierda, según cada uno quiera calificar, permitió que este día se convierta en una jornada de lucha, de confrontación callejera, como le hubiera gustado a aquellos pioneros de principio de siglo.

Pero la presencia de diferentes miembros de las tradiciones de izquierda y de otros espacios sociales en las diferentes actividades, confirmaron la dimensión del hecho político que conquistó la atención de amplios sectores. En las reuniones de homenaje se vieron viejos trabajadores clasistas y jóvenes estudiantes rebeldes, profesores atentos, maestros, artistas, obreros, profesionales, había comunistas, cristianos, socialistas, trotskistas, maoístas, peronistas, había señoras empleadas, viejos desocupados, desencantados por convicción y enamorados por principios, todos se sumaron para recordar a aquellos pioneros e intentar quebrar el círculo de la historia oficial.

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