1
Aquí cerca, Aquí a la vuelta, Aquí al lado, Y al otro también. Así es que proliferan con prepotencia, Los hijos de las sirvientas. Por un lado y por otro, Llegan al mundo los mocosos, -¡Y cómo llegan! A los gritos, en estampidas, Barriendo la mierda que traen encima. Así llegan al mundo, Los hijos de las sirvientas, Con ruido y con llanto, En cunas y en tachos. –¡Así es como llegan! Con mugre y venéreas, Con plegarias, con fe, O sin ellas. ¡Así llegan a la vida, Los hijos de las sirvientas! A los gritos, En estampidas, Barriendo la mierda que traen encima. ¡Así llegan a la vida los hijos de las sirvientas! ¡Peleándose con la muerte, Haciendo doler a sus madres su suerte!
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2
¡Mal hecho!. Le dijo la madre al pendejo.
Lavaba su ropa Pan de jabón, contra la roca. ¡No llore!, sentencia de chirlo. Silencioso inquilinato, De domingo a domingo.
A la bomba hay que buscar, Con un balde de pintura, Sin ella, Al agua acarrear.
Seis pisos por escalera, Aventura o castigo, De acuerdo a la gana.
El pendejo pequeño Se come el garrón. Los más grandecitos, Juegan vela al frontón. ¡Vaya ahora! Y cuidado al volver, Tenerlos cortitos es su menester.
¡Mal hecho! Le dijo la madre al pendejo. Quien volvió a llorar.
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3
En el barrio bravo hay cinco ñatos, Que no llegan a la mesada. Son amigos de la mugre, De la tapita revoleada. Rodilla de barro, Moco colgando. Manos en la cintura, Gomera de caucho y de rama.
Y ahí están, Como postal. Los cinco ñatos mirando en silencio, Las transparencias de alguna hermana en el baño.
¿Pero quién es la joven, De tetas rosadas, Que se baña a las siete, Y sale empilchada?
Se rompe el eclipse, Ella se tapa, Y el ñato pequeño, Encima se caga.
Vamos, vamos dice el mayor, Que las de mi vieja son mejor. Y arranca la competencia, Y a las piñas termina, Llanto por medio, Es la rutina.
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4
Dos orinan y otro que mira. Roberto la tiene así. No alcanzan los brazos, Para semejante bolazo. Por las dudas se lo mea, No vaya a ser cierto. Los dos la guardan, Y miran al cielo, Escupen cortito Y peinan su pelo. Se acicalan los niños Con pose de viejos. Otro arremete... Mi tío el preso, Tiene las bolas grandes, Se agarró a patadas con el gendarme. Se hace un silencio. Y miran al cielo, Suspiran los niños, Con pose de viejos. ¿Y eso? Un barrilete en el parque, Vamos a verlo, que no se haga tarde.
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5
Noche, Maldición eléctrica. Sirena, grito, linterna. La oscura villa, Cae aun sin sueño, A un azul más gris, Más negro. Sopa, guiso, puchero, Al caldo y al kerosene, Calienta las tripas del villero, Que cae al catre Y se atornilla oyendo. Ecos, voces, vientos, fuegos. Acústica de chapa y hierro. La noche, Maldición eléctrica, Disemina altanera Un terror por las dudas. Callejón, callejuela, Sin luz la muerte más cerca. Pero hay que dormir Dormir igual, entre el susto y el miedo y la mieda. Mañana, mañana, Mañana temprano El cuerpo erguido, Aunque quebrado. Pero arriba, arriba, La fe habita estos pagos. Hay que salir, galleta, Mate cocido y salir. Pero arriba, arriba, La fe la villa habita. Y mañana, y mañana, Y Mañana arriba, Aun mucho más arriba, Y temprano.
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6
Solito a la tarde andaba, Con pañal invitando a la mosca. En su mano un caracol Y barro en su otra.
Cada tanto un meneadito, De culito con regalo. Ya que a lo lejos invita y suena fuerte, La cumbia del pibe, El Malo.
Con parlante veinte y veinte, Haciendo flamear blusa y falda, Los prepotentes decibeles, Enciendes los fuegos y las danzas.
Sí, dicen las cabezas, Al movimiento afirmativo, Este pibe es de mi barrio, Este pibe es de mi tribu.
El caracol ya está en su boca, Entre baba, intriga y asco. Pide auxilio el gurrumín, A su hermana extiende el brazo.
Se hace a la fiesta, El tetra. Cuadrado envase, Paquete, envoltorio, Para el vino tinto, Para el vino blanco, Para del pico mandarse aquel trago.
Y cumple él con su propósito, Patearnos la cabeza, Dejarnos inconscientes para no sentir pobreza.
Pero se siente, Pero va, Corre el vino en la cajita, Que no es gringo, Es barato. Al compás de la cumbia la risa, Monocorde del pibe el malo. Y suma la hierva y va, En canuto el paco, En su sobre la merca, Y a fumar y a tomar, La cajita viene, La cajita va.
Y cumplen con su propósito, Partirnos la cabeza, Dejarnos inconscientes para no sentir pobreza.
Pero se siente.
Ha sido ya auxiliado por su hermana, El que solito por la tarde Se paseaba. Será bañado por la mañana, Y como ofrenda En su cuna Al sueño entregado.
Ahora es tiempo del baile, Del exceso, del enchastre, Del borracho. De vomitar la vida por la boca, De los por siempre, Por siempre olvidados.
Es tiempo del desahogo, Del exceso, del maltrato, De la explosión animal, Del explotado.
Y será, será Será la cumbia, La cumbia del pibe el malo, La que describirá la escena, Con su sonido, Con su canto.
Mientras, Duerme el pequeño (Hagan ustedes silencio, aquí hablemos bajo) Duerme el pequeño Y sueña un sueño imaginario, Donde todos los pibes juegan, Con caracoles Sobre el pasto.
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7
Viene al galope, Con carrito deshecho. El pingo gastado, Muerde jadeante su freno.
A la orden de alto, Llega el pregón, ¡Botellero!, ¡Botellero señor! Impone un muchacho intranquilo, Que revisa basura, Y vuelve a su sitio.
Rodeando su carro Con ojos de chinito temprano, Ahí está, Aunque no quiera, La brigada del piojo.
Esos mocosos rapaditos, Que van descalzos por la tierra, Escoltan al caballo Golpeando puerta a puerta.
Como en un juego de la infancia, En las horas de las siestas, Ellos, Los piojosos rapaditos, Van tras el vidrio, Y se ríen igual,
¡Vamos! ¡Vamos! El oro verde no puede esperar, Grita el inquieto mayor. Busquen, hurguen, Penetren con su cuerpo la mugre! ¡Vamos! ¡vamos! ¡Rompan los sacos, Y que el grueso vidrio Corte sus manos!
La brigada del piojo aun no comprende, Pero sabe, Que el dolor por los tajos, En su sangre se mete.
¡Vamos! ¡Vamos! ¡Hay que llegar! La montaña de basura, No puede esperar. Y allí van, Tironeando, tironeando, Cargando el vidrio, el carro, El ánimo, El caballo.
¡Y allí van! Hacia lo inmundo, Hacia lo indigno, A tragarse el olor, De un sucio mundo.
¡Y allí van!, Al montoncito. A cabalgar con delirio, Jugando a ser indios.
¡Y allí van!, A llegar a la sima Trepando los indios Esa colina.
Saben pelear, Dar gritos de guerra, Con cáscaras de bananas y arcos. Latitas de conservas y flechas, Liquidan enemigos y alimañas, Que por allí proliferan.
Ellos saben. Se mata las rata. Se la mata a los palos. Se la toma por la cola, Y se propone un juego claro. “El Rata zampando va”.
Y la rata volando por el aire va, Y a los gritos se festeja, La tamaña destreza De liquidar de un garrotazo, A un roedor que no es murciélago, Ni vampiro enajenado. Solo bicho feo y malo, Que aparece con la muerte, E indiferente se come y roe, La tristeza de alguna gente.
Pero el juego se corta, Se corta como el vidrio, Y nos quema, Ese fuego que emana, De la tierra ciega. Y sube, Por las piernas, Como grasa y como aceite, Ese olor de la mierda Que se nos mete.
Y nos quema, Nos envuelve. Y la nube de moscas negras, Que nos huele. Y no distingue, Entre pañales, Ratones, Y chiquilines.
Y así van, A escalar, El semejante paisaje que no se borra jamás.
Y lo saben, lo saben. No comprenden, Pero saben. Porque ese dolor, En la carne, Los endurece. Y allí está, Sigue estando, La brigada del piojo, Entre lo rancio.
Y allí está, Y seguirá estando, Con caballo, con vidrio, Y sin zapatos.
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8
Abrazándose, En los adentros, Mariza madre, divide sus pechos, A los mameros, Mamones, Ávidos pequeños de única leche, Y afecto.
Hijos, mis hijos.
La tarea primaria, Idílica, Requiere despliegue, La casilla diminuta, No la conmueve. Chupan y chupan Unos y otros, De la teta madre Con fuerza, Furiosos, Sanándose del trauma, Del despertar, De abrir sus ojos.
Que venga el engorde, Que llegue, Rapidito señor, Ensánchense prontamente, Imprescindible es, Aquí señor. Grasa y músculo En sus huesos, Venas rojas, Rojas venas para, Un gran corazón, Señor. Reza Mariza, Pide, suplica, Sin esperar respuesta, Pues no se arrodilla, No se conmueve, No se intimida, En angustias, De diminuta casilla.
Que crezcan, que crezcan Que no quepan mis hijos, Por esta puerta. Que su esqueleto se pare, Se yerga, Que se disparen al cielo, En forma violenta. Duros, deseosos, Vitales, honestos, Volteando estos muros, De chapa y desprecio. Hijos, mis hijos. Repite Mariza, Que nadie borre su fe, Su sonrisa.
Hijos, mis hijos, Lloren y lloren, Ahora pequeños, Gasten su queja, En un llanto de dientes y ardores.
Les imagino mañana, Y me atrevo a ello, A suponerles un mundo, Sin odio y lamento.
Hijos, mis hijos, A mis hijos en mis brazos, Mi cuerpo yo entrego. Crezcan sanos, humildes, Aquí yo, Los espero. Hijos.
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9
Y arribó al barrio, Uno que hablaba de paciencia, A los guachines que sin reverencia, Supieron ver la trampa en el verso.
¿Paciencia cuándo y cómo? ¿Paciencia dónde y por qué?
No hay paciencia cuando el frío, ¡loco! No hay paciencia como el hambre, ¡vieja! No hay paciencia donde el llanto, ¡ñato! No hay paciencia porque es tarde, ¡fiera!
No habrá forma de detener, Lo que es irremediable.
Cuando la muerte venga a buscarnos, Vestida de injusta, incomparable, Abriremos fuego hacia ella, Y a todo el que este por delante. ¡Cumbia!
La paciencia, Es cosa elegante, Para hombres cuyo tiempo, Es vivido desde el gozo.
Y aquí, En el umbral de toda ocurrencia, La espera la muerte es favorable.
Un minuto determina, La suerte del sin cautela, Y si entre hermanos no se mata, Y eso es un cuento cierto, No tengamos tanta fe, Cuando escasea el alimento.
Pero existe algo loco, Que la necesidad no da por tierra, vieja, Es sentimiento y es conciencia, ñato, Del que vive en la miseria, fiera.
Y el que hable del honor, De conductas propias de los hombres, Que se meta hasta la mierda, Y que esta le llegue al cuello, Y desde ahí, Que se pronuncie y narre, Sus ideas, sus anhelos. ¡Cumbia!
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10
Yo sé, Siempre lo supe. Me vi reflejado un día, En aquel vidrio roto, Y el rostro devuelto, Por el cristal desolado, De aquel taller ceniciento, Dormido, Que a la vuelta del olvido, Supo ser, La sonrisa de montones, Me partió.
Me partió la mueca, Los hombros, El torso, Mi figura, Mi sueño pasado, Mi condena en presente, Tácito, Yo ahora, Sin nombre aunque lo tenga, Me pregunté nuevamente por mi suerte.
Pero yo lo supe siempre, Siempre me supe, Hijo y hermano, De cien, De quinientos, De miles fraternos, Y deseosos brazos, Ocupados, Ocupantes.
Soy feliz Rosa, -Insistió taciturno a su doña.
Soy feliz Rosa, Aun en este, El peor paisaje.
Sé de estas cosas. Sé del árbol, La manzana que cae, Y del ñato que escribió, Sobre el tiempo y el aire.
Sé de tormentas, De grises y cargadas nubes, Sé de rayos, de truenos, De centellas.
El cielo se cierra, Y vos y yo en la espera, Impaciente, grave. Codo con codo, Hasta que aclare.
Y aclara Rosa.
Porque eso que llega, Fatalmente a su extremo, Digamos la sed, El hambre, los muertos. Se transforman en lluvias de fuego, Haciendo arder y brotar, De lo viejo lo nuevo.
Yo sé, Siempre lo supe, La derrota y el dolor, Se asoman, Llegan, Parten. Huyen.
Yo lo sé Rosa, Siempre lo supe. Por caminos torcidos, El desamor nos conduce.
Pero tú y yo, Rosa, Amándonos sin ser dos nomás, Así, de uno a mil, Vamos.
Así vamos, Al cruce, Al encuentro, Al peligro, Enderezando todo, Por el camino. Vamos.
Y ahí sí Rosa, Tu serás la peligrosa. Criando crios, Mostrando dientes, Tirando tiros. Tu serás la peligrosa, La madre de madres, Rosa, Educando, afanosa, laboriosa, En días y noches Apilarás la aurora, En instrucciones interminables, Entre ideas, balas, Y pañales.
Yo lo sé rosa, Siempre lo supe. No es el azar, no es la suerte, Ni un libro ya escrito, Quien nos empuja.
No es una falsa mirada, Un descuido, O un reflejo turbado. Mi rostro en ese espejo, No dice que fui malo.
No habla de mi destino, Mi indumentaria, Mi aspecto, Mi desalineo. Habla de temor O de miedo, Pero es distinto.
Y yo lo sé Rosa, Lo supe siempre, No se divide lo que se parte, Nos multiplica Rosa, Yo lo sé, Lo supe ahora, El valor, A la ciencia la trastoca. Rosa.
Y el momento llega Y llega amando Rosa, Armado llega junto al sueño, Rosa, El momento llega, El momento llega, Y es ahora.
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