"El libre comercio en lucha: más allá de la forma ALCA" por Rodrigo Pascual, Luciana Ghiotto y David Lecumberri Dalía (con prólogo de Ana C. Dinerstein). Buenos Aires, CCC, 2007. | Centro Cultural de la Cooperación

"El libre comercio en lucha: más allá de la forma ALCA" por Rodrigo Pascual, Luciana Ghiotto y David Lecumberri Dalía (con prólogo de Ana C. Dinerstein). Buenos Aires, CCC, 2007.

Autor/es: Javier Marín

Sección: Comentarios

Edición: 2


TapaHablar más allá de la forma ALCA es hablar más allá de las formas políticas en que se cristaliza, en cierto período histórico, un estado determinado de correlaciones en la lucha de clases. Es hablar, entre otras cosas, más allá del estado. En el caso del libro al que hacemos referencia, es, sobre todo, hablar más allá. No como búsqueda de esencias trascendentes, sino, muy al contrario, como superación de las diversas formas de encantamiento a las que estamos atados generalmente. Es un intento audaz y estimulante por trascender importantes marcos habituales para posicionarse en otro lugar, diferente de aquél en el que la dominación del capital quiere situarnos.

Cuando fijan los puntos de partida para su trabajo, los autores hacen un rescate de la bibliografía crítica anterior que trata el tema del ALCA pero, a la vez, plantean la necesidad de salirse de la mirada de los acuerdos entre gobiernos para incluir en el análisis al “trabajo” como categoría crítica. Al hacerlo, retoman algunos conceptos básicos de Marx, mientras se ubican en el denominado marxismo abierto.1

La noción de “trabajo abstracto” es uno de los conceptos centrales que utilizan. Remitiendo a la relación contenido-forma, se entiende que el contenido no se expresa de modo inmediato sino “a través de múltiples formas (...) ni el trabajo, ni la violencia que implica su vivencia en el capitalismo (trabajo abstracto y forma valor) se muestran inmediatamente como lo que son”.2 Con la última afirmación de esta cita nos ubicamos en una forma de leer esta investigación que nos induce al lugar de la sospecha ante lo que percibimos habitualmente.3 El trabajo no se muestra como lo que es, y su importancia en la organización de la sociedad lleva a que tengamos que sospechar necesariamente del resto de las cosas.

“La capacidad de diferenciar trabajo (concreto) del trabajo en el capitalismo, es decir el trabajo en su forma abstracta, el valor, es fundamental para iniciar una crítica desde el proceso de fetichización de todos los aspectos de la vida social”. (p. 28) Con esta afirmación, nos adentramos en una desmitificación de la mirada común, de la mirada con la que todos los días naturalizamos el mundo que se nos presenta como si estuviera realmente ante nuestros ojos. Una realidad donde pensamos el tiempo en función de jornadas laborales, las relaciones con los otros como intercambios mercantiles y el propio trabajo como un producto más que intercambiamos por dinero (otra mercancía) para comprar otros productos necesarios, a los cuales nunca vemos como resultado del trabajo humano.

Distanciar de nuestra percepción diaria la realidad del trabajo concreto, es decir, perder de vista que toda la realidad material en la que vivimos es producto del trabajo humano, nos lleva hacia una abstracción que el capital intentará siempre profundizar. La abstracción del trabajo lleva a una abstracción general de los procesos y las relaciones sociales. Se pierde de vista que las relaciones sociales son no sólo de producción sino también de dominación y disputa. Esta confrontación inevitable entre capital y trabajo, la lucha entre clases, también es un contenido que se abstrae, un contenido que se expresa en diversas formas institucionales en las que se cristaliza.

El estado es una de las forma en las que la lucha entre el capital y el trabajo se cristaliza. El capital trata de presentarlo como algo con existencia propia, independiente de la lucha de clases. Sin embargo, su configuración depende siempre del equilibro alcanzado en determinado momento de esta lucha. Tanto sus leyes, sus medios de comunicación, su policía, como el resto de sus instituciones nacen en respuesta a la necesidad del capital de continuar su reproducción, superando todo tipo de oposiciones que se presentan desde el trabajo. El estado, entonces, no es una forma estática ni atemporal sino un producto mutable, cuyas maneras de ser dependen, a cada momento, de la dinámica que adquiere la lucha entre capital y trabajo.

Como parte del trabajo, somos parte de esa lucha y pasamos por prácticas diarias que nos hacen parte del estado, aunque sólo percibamos esto de manera fragmentada y como nos propone el capital. Es decir, somos parte del estado como ciudadanos que votan (aunque es difícil decir que eligen), pero nos sentimos ajenos al estado cuando escuchamos definiciones oficiales tales como “avanzan los acuerdos de libre comercio” u otras por el estilo. Estas definiciones parecieran concernir sólo a los gobiernos, nunca a los trabajadores, los reales productores de valor. Sin embargo, es necesario observar que no se trata de que los gobiernos procuren acuerdos comerciales sino de que, a partir de la lucha, el trabajo fuerza al capital a buscar otras formas si desea asegurar su dominio.

Es importante remarcar lo que venimos diciendo por varias razones, pero la principal en este caso es reconocerle al trabajo la incidencia real que tiene y a partir de la cual logra poner en crisis las formas que asume el capital, las diversas formas que asume el estado, por ejemplo. Estas formas cambian a partir de estas crisis y tienden a buscar cierto grado de estabilidad, el “Estado Benefactor”, por ejemplo, es la manera en que la ciencia política define ciertos rasgos, recortados entre otros, que fueron estables durante un período y que surgieron a partir de la necesidad del capital de redefinir las formas del estado. Desde otras disciplinas se pueden observar otros rasgos para el mismo proceso, que serán denominados de otra manera; Keynesianismo, por ejemplo, desde la economía (p. 49). Lo importante es observar que todas las formas que se describen como características de una etapa son configuraciones que surgen de la necesidad del capital de dar respuesta a las confrontaciones con el trabajo. Sin embargo, a pesar de su relativa persistencia temporal, estas formas nunca son estables, ya que la lucha a la que están sometidas y que la configura tampoco lo son.

A la hora de asumir la lucha contra una forma determinada del capital, ya sea una ley, el estado, el ALCA, o incluso otras formas de concreción de áreas de libre comercio, debemos enfocarnos de tal manera que seamos conscientes de que la lucha es, en realidad, contra el contenido mismo de las relaciones de las que las diversas formas derivan. La importancia reside, justamente, en negarle al capital la posibilidad de salir de las crisis por la vía del cambio de formas, que permite que el contenido se mantenga, incluso cuando se ve alterado, ya que la lucha contra la formas es en algún punto una lucha contra el contenido que expresan.

Hablar más allá del ALCA es proponerse pensar más allá de las formas políticas ya que, como el estado, el ALCA responde a una necesidad del capital de someter al trabajo a formas cada vez más abstractas y representa no sólo un acuerdo de libre comercio, sino una forma, entre otras posibles, de expresar la relación del capital.4 Los autores ubican el proceso que lleva a la propuesta de conformación del ALCA en la crisis de lo que denominan formas Welfare5 a fines de los setenta.

Más allá de los aportes teóricos y analíticos del ensayo tratado aquí, me interesa rescatar el ejercicio de pensamiento que nos propone. Si bien el intento del capital por abstraer el trabajo concreto y pretender naturalizarlo como valor capitalista es propio de todas las etapas del capitalismo, en los tiempos en que vivimos se hace más necesario que nunca desmontar, desde el pensamiento para la acción, las formas que el poder nos ofrece como realidad y como norma.

Los dispositivos y aparatos de creación y difusión de conocimientos con los que cuentan los sectores del capital concentrado, así como los mecanismos de estos sectores para hacer perdurar las maneras de relacionarnos con los otros y con el mundo material, han adquirido una relevancia tal que la mayor parte del mundo acepta vivir una realidad triste y angustiante, pensando que es la única posible. Que amplios sectores y sujetos empecemos a sentir que existe un cambio posible depende, entre otras, de que empecemos a sospechar de lo que se nos ofrece como natural, de que nos salgamos del lugar del niño que piensa que la leche sale del supermercado. De que desarrollemos modos de conciencia que tiendan a concebir como históricas las formas en las que se nos presentan el capital, el trabajo y la lucha entre ellos, como concreciones determinadas entre otras posibles y, por lo tanto, susceptibles de ser modificadas.

El libre comercio en lucha, con su reflexión más allá de las formas, acierta en trascender el divertimento intelectual, propio de tantos estudios en el ámbito académico, para recuperar el ejercicio práctico de la duda como punto de partida para la acción política.



Notas

1 En palabra de los autores: “Con ‘marxismo abierto’ nos remitimos a las elaboraciones y sugerencias teóricas realizadas por el conjunto de autores contemporáneos que formaron parte de una compilación de textos aparecida en tres volúmenes en Gran Bretaña, titulada Open Marxism. A su vez, éstos también participaron en la compilación recientemente aparecida en lengua castellana titulada Marxismo Abierto (2005), donde colaboraron tanto marxistas europeos como latinoamericanos. Si bien no constituyen una escuela de pensamiento marxista, podríamos decir que la característica fundamental de esta perspectiva es que entiende a los conceptos como la forma teórica en que se expresa la lucha de clases. Por lo tanto, las categorías son históricas, transitorias a la vez que expresan la incertidumbre inherente a la relación de clase. En tal sentido, se recupera la categoría de forma, dando cuenta con ella el modo de existencia de la lucha de clases en los conceptos. Para una explicación sintética de esta visión, recomendamos ver la introducción a Marxismo Abierto (2005) y su primer capítulo elaborado por John Holloway, como así también sugerimos la lectura de Dinerstein, Ana C., “Subjetividad: capital y materialidad abstracta del poder (Foucault y el marxismo abierto)” en Boron (comp.), Teoría y filosofía política; la tradición clásica y las nuevas fronteras, Buenos Aires, CLACSO, 1999.”

2 Pascual, Rodrigo; Ghiotto, Luciana y David Lecumberri Dalía, El libre comercio en lucha. Más allá de la forma ALCA, Ediciones del CCC Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Buenos Aires, 2007, p. 29. Subrayado mío.

3 Paul Ricoeur incluye a Marx junto a Freud y Nietzsche entre los exponentes principales de la “hermenéutica de la sospecha”. Ver: Ricoeur, P., Freud: una interpretación de la cultura, Siglo XXI, México, 1999.

4 Ver El libre comercio en lucha... apartado 6.5.1 “Analizando el Capítulo de Inversiones del ALCA”.

5 “Es el período que desde la sociología del trabajo se ha denominado como fordismo, que la ciencia política conoce como del Estado Benefactor y la economía llama Keynesianismo. Entendemos que estas denominaciones se ubican en las formas del contenido de la relación capital-trabajo. No obstante estas visiones, en este capítulo sugerimos que el posicionarnos desde el contenido nos llevará a denominar, genéricamente, el período en cuestión como de las formas welfare. De ese modo queremos mostrar que esta etapa es un resultado y un modo histórico en que se desenvuelve la lucha de clases y no una forma necesaria y natural del capitalismo, como se podría desprender de ciertos análisis de origen keynesiano.” (p. 49)

Compartir en

Desarrollado por gcoop.