Presencia argentina en el Festival Grec de Barcelona | Centro Cultural de la Cooperación

Presencia argentina en el Festival Grec de Barcelona

Autor/es: Roberto López

Sección: Palos y Piedras

Edición: 19


En el marco del gran festival internacional de teatro "Grec Festival de Barcelona", donde el teatro, la danza, la música, el cabaret, el circo del mundo se dan cita cada año desde su creación en 1976, tuve el placer de ver dos espectáculos con presencias argentinas que el público español admira y celebra agradecido.. El Grec Festival de Barcelona (nombre en honor al anfiteatro al aire libre –Teatre Grec– construido para la Exposición Universal de 1929 en la montaña de Montjuïc y promovido por el Ayuntamiento de Barcelona) ha congregado este año 2013 –y a pesar de la crisis económica por la que atraviesa el país– unos 119.040 espectadores aproximadamente, cifra que colmó las expectativas de los organizadores considerando que la concurrencia a los teatros en la ciudad de Barcelona decreció notablemente este año y, sin embargo, el festival mantuvo el nivel de calidad y de asistencia que se había previsto.

Dos de las puestas que más interés concentró el teatro en este festival fueron, sin sin duda, las que se llevaron a cabo en el hermoso Teatre Romea de Barcelona y que protagonizaron artistas argentinos. Hablo de "El veneno del teatro" del autor valenciano Rodolf Sirera, dirigida por el catalán (nacido circunstancialmente en Uruguay) Mario Gas e interpretada espléndidamente por los notables argentinos Miguel Ángel Solá y Daniel Freire. La segunda propuesta –totalmente argentina–  es la del grupo Timbre 4 dirigidos por el talentoso Claudio Tolcachir, con la obra de su autoría y dirección "El viento en un violín", otra maravilla del teatro argentino actual. Con orgullo y placer enorme pude ver cómo el público heterogéneo del festival obligó a dos actores de la talla de Solá y Freire a salir varias veces más de lo normal en su saludo final en un aplauso enorme, junto con ¡bravos! que los actores merecieron justamente. Un trabajo agotador y de una calidad teatral creativa y estéticamente admirables. Pude deleitarme también con una función de despedida a sala llena del espectáculo de Tolcachir, empapado el público de gratitud ante casi dos horas de humor, de emociones y de entrega actoral inigualables, en una ovación impresionante y gente de pie vivando a los actores. Y es que a continuación, vuelco mi humilde opinión de un argentino que trata de ser objetivo, dejando de lado su origen y evaluando el trabajo de los equipos de ambos espectáculos, con el agradecimiento de haberme hecho vivir dos noches inolvidables.


El veneno del teatro

  • Autor: Rodolfo Sirera.
  • Dirección: Mario Gas.
  • Teatro Romea. En el marco del Grec Festival de Barcelona
  • Intérpretes: Miguel Angel Solá – Daniel Freire.

El teatro que envenena, que seduce y miente, que especula en emociones creíbles o poco sinceras, que enamora, que visceralmente nos lleva a la muerte de la propia realidad para convertirnos en testigos de un acontecimiento creativo.

No estamos en el año 399 antes de Cristo donde la cicuta acaba con la vida de Sócrates encontrado culpable de corrupción y de no subordinarse a creer en sus dioses atenienses. Estamos en los años 90 de fines del Siglo XX que aún conserva el candor de los sofismas y las metáforas cuando el escritor valenciano Rodolf Sirera nos cuenta descarnadamente esta historia con dos excelentes actores que transmiten el hecho teatral en su sangre más cruda y viva.

Cómo se puede pasar del poder a la miseria y de la miseria al poder, la sutil interpretación de Miguel Angel Solá puede devenir de mayordomo a Señor en un solo gesto y cambio de vestimenta. Y aquí juegan los roles con las apariencias: "No quieres creerme por no ir vestido como debiera", le demanda el mayordomo a su víctima indefensa. El artificio, la actuación, la mentira, el engaño. Y un actor magníficamente interpretado por Daniel Freire que se deja atrapar en las redes del verdugo. Un Señor que finge ser mayordomo para ver hasta donde un actor puede reconocer la verdad o la ficción, o hasta dónde un actor puede dejar de impostar y someterse a su autenticidad. Puro teatro a borbotones. El Señor escribe el texto de la muerte de Sócrates envenenado y urde su estrategia para convencer y contratar un actor que interprete su propia creación. Pero no le basta con la actuación, sino que requiere su entrega absoluta y su sinceridad más realista. "Creer el personaje hasta perder conciencia de su propio yo", sugiere el despiadado Señor convertido en verdugo-director.

De aquí en más el espectáculo crece en intensidad dramática hasta conmovernos con un duelo actoral de excepción. El espectador se sentirá violado en su propia credibilidad. Y tal vez lo justifiquemos en las palabras severas del Señor: "El teatro es el placer de violar las reglas establecidas".

Gracias a la notable dirección de Mario Gas, el texto profundo, escrito en una década pasada engañosa y de falsas promesas donde la metáfora ya no nos engaña en este Siglo desangrado de mentiras, este texto se renueva y recobra validez a pesar de sus años. Con la acertada ambientación escenográfica de Paco Azorín, creando los climas de suspenso y sordidez, la trama se enriquece con las excelentes interpretaciones de un medido, cínico, calculador, colérico, estremecedor verdugo que interpreta Solá y un Daniel Freire dotando de un histrionismo angustioso a su personaje enredado en esta trampa teatral, hasta interpretar la desgarradora muerte de Sócrates en varias ocasiones, logrando convencer con ese veneno interno que requiere el morir por una vocación, por el convencimiento exacto de que no nos hemos equivocado en beber la vida que nos hicieron creer.

Barcelona, 10 de julio 2013.


El viento en un violín

  • Autor y Director: Claudio Tolcachir.
  • Teatro Romea. En el marco del Grec Festival de Barcelona
  • Intérpretes:  Inda Lavalle, Tamara Kiper, Miriam Odorico, Araceli Dvoskin, Claudio Tolcachir, Gonzalo Ruiz.

"¿Cómo se hace cuando el presente es negro y el futuro también?" El protagonista masculino de esta excelente obra de teatro de Claudio Tolcachir nos introduce con este dilema al universo de dos familias de diferentes niveles sociales imposibles tal vez de conciliar y enfrentadas por pero coincidentes en: la imposibilidad, la inacción, el fracaso, las desgracias imprevistas, el desamor. 

Una madre que confunde los calificativos "trabado" o "graduado" al querer sobreproteger a su hijo. Un psicoanalista psicoanalizado por su propio paciente. El mismo paciente dado de alta o expulsado del consultorio por su inoperancia. Dos mujeres jóvenes que se aman y buscan concretar un deseo en el desesperado juego social que las asfixia. La madre de una de ellas que se niega a comprender quién es esa otra chica que duerme con su hija. Y un objetivo no expuesto pero sensiblemente imaginado: escalar el pozo de la nada para dejar de lado un pasado de frustraciones y de sin sentidos.

Y en este escape de los abismos heredados aparecen brillantemente resueltos los personajes y sus contradicciones. El hijo dominado por una madre gerente de una compañía importante vive con angustia irritable la impotencia de ser el hijo de nadie, en una relación de amor odio casi insostenible, como una mitad inacabada de persona que ha asesinado su futuro ya desde su cordón umbilical. Un psicoanalista que trata de sacarlo de su inercia pero que acaba inerte de respuestas. La madre del paciente, capaz de toda clase de corrupciones con tal de conseguir sus fines para con su hijo a medias, mujer abusiva y abusadora hasta de su asistenta personal, a quien insulta y adula como a un miembro más de su familia. La asistenta, quien tiene una hija débil y soñadora, que vive en su cama tramando ilusiones y se entrega al amor de una muchacha que comparte su lecho y su corazón. Y por último, el enorme deseo de la pareja, un hijo que debe nacer de una de ellas. 

Planteado el conflicto, la obra sorprende con un humor directo y desgarrador llevándonos por diferentes situaciones absolutamente tensas pero deliciosas a esta unión de las dos familias en puntos en común inimaginables, a golpe de cuchillos y cámaras de seguridad, de violaciones necesarias y de condones innecesarios (momento en el que la tensión crece en un emotivo sueño cumplido) y donde se ve como nunca la extraordinaria técnica de semejantes grandes actores para llevar al público a un acto de reconocimiento y repulsión de nuestras propias represiones.  A la comprensión de lo que un instrumento musical puede sonar diferente cuando el viento se filtra inesperadamente.

El viento en un violín nos sopla tolerancia, respeto, igualdad, dignidad. Valores que Tolcachir nos libera en la frase última de una madre del pasado: "La vida no tiene sentido", aunque el sonido del violín nos devuelva justo lo contrario, la vida es el presente. Emotivo final en que uno no puede evitar ponerse de pie y agradecer tanta humanidad en las manos de un autor, actor y director de calidad indiscutible: Claudio Tolcachir. Asumiendo asimismo el papel del hijo, integra este grupo de seis actores extraordinarios, que nos permiten soñar que no todo está perdido, mientras los actos de fe se conjuren para crear nuevos modelos de vida posibles.

Barcelona, 27 de julio 2013.

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