Festival El Porvenir: La dirección joven que crece | Centro Cultural de la Cooperación

Festival El Porvenir: La dirección joven que crece

Autor/es: Ricardo Dubatti

Sección: Palos y Piedras

Edición: 19


Para un festival, entre la enorme cantidad de desafíos que se deben encarar, siempre hay al menos dos que representan importantes puntos de quiebre: el puntapié inicial, es decir, el comienzo, y, especialmente, el sostener lo hecho y hacerlo crecer aún más. El Festival El Porvenir sin duda está creciendo cada vez más. Recientemente ha concluido su quinta edición, celebrada durante cuatro fines de semana de agosto, pero eso no es todo. También ha alcanzado el número para nada desestimable de 60 directores presentados a lo largo de sus ediciones. Entre la larga lista de nombres, podemos mencionar algunos casos, como los de Miguel Israilevich, Mariano Tenconi Blanco, Ramiro Guggiari, Sol Rodríguez Seoane, Melina Marcow, Eugenia Pérez Tomas, Lucas Lagré, Gael Policano Rossi, Sofía Guggiari y Pablo Quiroga, por solo nombrar una pequeña parte.

El Porvenir crece, y su importancia es cada vez mayor. Fundado en el 2009 por Paula Baró con la producción del colectivo Efímero, el festival posee actualmente en su staff a Julieta Potenze y Nacho Ciatti en producción técnica; Rosario Alfaro, Antonella Querzoli, Maia Minovich y Julieta Potenze en producción ejecutiva; Isa Crosta, Juan Aranovich y Maia Minovich en Web; Pepo Zamora en gráfica, Paula Baró en idea y coordinación de producción; y producción general del Colectivo Efímero y el Centro Cultural Matienzo. En su Fundamento, el festival propone como algunos de sus objetivos:

  1. "Generar un espacio de encuentro de artistas emergentes e las artes escénicas."
  2. Dar a conocer al público general su trabajo."
  3. Promover la visibilidad del circuito escénico joven y autónomo de Buenos Aires."
  4. Fortalecer el vínculo de este circuito con el interior del país y el resto de América Latina".

El nombre del festival ya deja en claro que lo interesante está en el devenir, en lo que está por delante, en todas las posibilidades futuras que tiene el teatro a partir de las posibilidades que tiene cada director participante pasado y futuro.

Tras cinco ediciones, El Porvenir continúa difundiendo y visibilizando la labor de directores menores de treinta años, con miras a fortalecer esos vínculos de ida y vuelta que construye al mismo tiempo. El formato trabajado es el de doce directores divididos en cuatro grupos de tres directores de cada uno. Así, cada función consta de tres partes semimontadas de alrededor de 20 minutos, que permiten un visionado de varias poéticas en un breve período. El criterio de selección es uno de los elementos más peculiares y característicos del festival, ya que se concibe la curaduría como la última actividad de cada director. Una vez que ha terminado su participación, cada director tiene la posibilidad de seleccionar al que ocupará su lugar, generando así una verdadera "red de artistas", tal como señala una de las declaraciones de los organizadores. A su vez, se realizan diversas mesas de debate entre otros directores y breves cursos de distinta índole, abarcando un espectro amplio de actividades, no solo la pura práctica sino también la teorización y formación.

En la quinta edición las doce obras que participaron demostraron un auge de lo heterogéneo, de la subjetividad, proponiendo poéticas sumamente diversas y de gran riqueza. El Grupo A (viernes 2 y sábado 3), realizado en Club de Teatro Defensores de Bravard, contó con la partipación de Sofía Wilhelmi, Fabio Golpe y Agustina Gurevich. En Baby call, de Wilhelmi, asistimos a la desopilante situación de una criada y su patrona –interpretada por la fantástica Cecile Caillon–, quien posee un baby call con el que se comunica con la habitación de la criada. Gracias a la presencia del mismo, se construye un espacio particular que permite remitir al espacio exterior de la habitación, hecho muy significativo cuando entren dos ladrones a la casa. En La guarra enloquecida, Fabio Golpe nos introduce en la vida de una actriz que quiere dar vuelo a su carrera pero es contratada para participar, sin saberlo, en una película pornográfica. El texto, co-escrito con Marcela Arza, juega con un interesante humor atrevido y picante, que recuerda particularmente al género de revista, mostrando un repertorio distinto al habitual del teatro under. En Naufragios 1: Jamás una embarcación fue tan hermosa, Gurevich propone el vínculo sentimental de un capitán que se lanza a la deriva con su amor, un barco llamado Don Félix, en un devenir simbiótico, en una necesidad mutua. Así, el abandono y la monotonía del agua y la noche se convierten en con-tensión, en el peso de pensar en el otro.

En el Grupo B (viernes 9 y sábado 10), realizado en La Casona Iluminada, quedó conformado por Patricio Ruiz, Sofía Guggiari y Camila Fabbri. En Ojalá te mueras, Ruiz construye un relato sencillo en el que Jota y Be se encuentran tras haberse separado. A medida que crecen las insinuaciones de ella, también vuelven las sombras de conflicto, interrumpido por la terrible buena fortuna del protagonista en un sorprendente final. Las fantásticas actuaciones de Natalia Señoriales y Nicolás Goldschmidt dotan a los personajes de una riqueza aún mayor, así como el fascinante procedimiento de las luces manejadas desde una torta. En cuanto a Bestias, Sofía Guggiari propone un Buenos Aires post-apocalíptico en el que quedan dos mujeres que se alimentan de sobrevivientes que les trae El hombre. Desde esa ruptura social se erige el valor del amor, fundamental para sostener lo humano de los personajes, cada vez más afectados e insensibilizados por la carencia. Añejo, de Fabbri, propone, en cambio, el momento posterior de una fiestita infantil que ha sido catastrófica debido, en parte, a la falta de control de una animadora disfrazada de dinosaurio. En esta obra se hace clave la idea del vínculo entre pasado y futuro marcado por los cumpleaños como puntos de inflexión, como saltos/quiebres dentro de la vida de uno, así como esa noción siempre extraña que es "el balance".

En el Grupo C (viernes 16 y sábado 17), realizado en La Vieja Guardia, participaron Tatiana Santana, Meret Kiderlen y Eugenia Pérez Tomas. Santana toma el texto de Andrés Gallina, La última película de Paul Ellis, y nos lleva al pueblo balneario de Miramar. Allí tres ancianos cinéfilos, descendientes de los Arbelaiz (fundadores de la ciudad), secuestran a un enfermo Paul Ellis y lo someten a la filmación de su última película. En esta versión reducida del texto de Gallina, Santana genera un ambiente grotesco, cargado de un humor absurdo que piensa el arte en su vínculo con la vida, pensando en sus principios y sus límites. En el caso de Koenigskinder, la directora alemana Meret Kiderlen nos introduce en un juego poético sobre el mito de Hero y Leandro (mito trágico de dos amantes mantenidos a distancia), explorando distintos modos expresivos emparentados con el trabajo corporal y el tecnovivio (es decir, la reunión entre cuerpos intermediada por medios tecnológicos). En Rodolfo, Beatriz y Fantasma Unicornio, Pérez Tomas genera un encuentro entre dos personajes marcados por el deseo y por la palabra. Estos dos elementos se entrecruzan, se modifican entre sí y proyectan a los personajes más allá de las corporalidades, convirtiéndolos en sombras, repeticiones, en ecos de esas palabras. La escritura cargada de poesía de Pérez Tomas se ve potenciada por las notables actuaciones de Cristian Jensen y Rocío Stellato.

En el Grupo D (viernes 23 y sábado 24), realizado en el Club Cultural Matienzo, se presentaron Nicolás Capeluto, Horacion Nin Uría y Agustina Gutiérrez. Capeluto aporta un fragmento del unipersonal Estamos fritos. En él encontramos a una niñera que debe cuidar a una niña pequeña, llamada Malena, que se ha encerrado dentro de una valija. La desesperación original se duplica al momento en que la niñera se entera que la madre está en camino. Sobre esa base, la obra crece en tensión –en parte gracias al potente trabajo de Yanina Gruden– y termina generando un pequeño homenaje al Dailan Kifki de María Elena Walsh. En Solsticio de verano, Horacio Nin Uría propone los devenires de un triángulo amoroso marcado por la aparente casualidad de un incendio. El espacio de acción se corporaliza mediante tres piezas geómetricas que funcionan como espacios interiores de los personajes, al tiempo que una luz amarilla enrarece el ambiente. Por último, en El pasado y lo imposible: una forma de tiempo, Agustina Gutiérrez nos coloca en una oficina donde una recepcionista y un guardia de seguridad cumplen mecánicamente sus labores. En ese vacío comienzan a manifestarse deseos, necesidades, recuerdos. El presente deviene en un punto donde el pasado parece ser simplemente un relato perdido, al tiempo que el futuro parece huir de los personajes, evadiendo cualquier posibilidad de escape.

Como señalábamos antes, El Porvenir realiza una propuesta que busca abarcar una amplitud mayor del espectro del hacer teatral, proponiendo tres mesas de encuentro en la que debatían y comentaban su labor directores participantes en ediciones anteriores. Así, en la mesa del martes 6 de agosto, bajo la coordinación de Cristian Cutró, dialogaron Pablo Quiroga, Laureano Lozano y Marcos Perearnau; en la mesa del 13 de agosto, con la coordinación de Melina Marcow, participaron Juan Arena, Lucía Möller y Marina Jurnberg; por último, en la mesa realizada el día 20, bajo la dirección de Nacho Ciatti, intervinieron Luz Lassisuk, Sol Rodríguez Seoane y Fiorella De Giácomi. Dentro del marco de talleres, también realizados por directores que participaron en ediciones anteriores del festival, se realizaron tres actividades: "El dramaturgo como escritor", dictado por Ignacio Bartolone y Mariano Tenconi Blanco, dedicado a la escritura desde formatos diversos no teatrales; "Un cuerpo en escena. Tiempo acá, espacio ahora", coordinado por Bárbara Molinari y Carolina Defossé con el objetivo de generar un trabajo corporal alternativo; y "Laboratorio de actuación y composición escénica", al cuidado de Nahuel Cano y Diego Echegoyen, con miras a la creación en la puesta en escena a partir del trabajo actoral.

El Festival El Porvenir es, sin lugar a duda, un valioso espacio de desarrollo y crecimiento para el teatro y los directores "jóvenes", una emocionante experiencia para creadores y espectadores por igual. Se trata de una verdadera ventana al futuro del teatro, un espacio que propone mirar a través, donde basta con asomarse para poder conocer nuevas formas de entender y aproximarse al acontecimiento teatral, marcado siempre desde el saludable desafío de la búsqueda y la apertura. El Porvenir es eso y mucho más, es todo lo que ha sido y todo lo que queda por ser. Y, tal como dice la canción: "mañana es mejor".

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