La deuda como instrumento de dominación en América Latina | Centro Cultural de la Cooperación

La deuda como instrumento de dominación en América Latina

Autor/es: Andrés Asiain

Sección: Estudios de Economía Política y Sistema Mundial

Edición: 18


Exceptuando el diablo, no hay en el mundo mayor enemigo del género humano que los avaros y los usureros, pues tantos unos como otros pretenden reinar como dioses sobre la humanidad (…) preferirían si de ellos dependiese, ver al mundo entero muerto de hambre, de sed, de miseria y de penuria, con tal de acapararlo todo, para poder repartir sus bienes entre los demás con su cuenta y razón y reducirlos a perpetua esclavitud.

Lutero y la usura

Endeudar un país a favor de otro, hasta las cercanías de su capacidad productiva, es encadenarlo a la rueda sin fin del interés compuesto (...) Tarde o temprano el acreedor absorbe al deudor. Primero al débil y pequeño. Luego al más poderoso y resistente. Forzosamente y muchas veces contra su propia voluntad, el capital centraliza y concentra.

Raúl Scalabrini Ortiz

La economía de mercado se caracteriza por una organización impersonal de la producción. Las mercancías, sean muebles, verduras o televisores, son producidas y lanzadas a la venta sin saber quién será su destinatario final. Una vez en el mercado se produce la validación social de las mismas a partir de la interacción entre compradores y vendedores, de la cual resultará el precio al que se realizarán. En caso de concretarse las transacciones y que el productor pueda colocar su producción a buen precio, obtendrá una ganancia que le indicará que debe continuar con su actividad.

Sobre esa base de relaciones impersonales se constituyó la idea moderna de sociedad civil formada por individuos libres, no por grupos, clases, clanes, etc.; que se enfrentan en el mercado como poseedores de mercancías. El pensamiento económico anglosajón lo asume al aplicar el individualismo metodológico en esa abstracción de la compleja sociedad moderna que caracteriza como una sociedad puramente mercantil. Los principales hechos sociales se explican sumando comportamientos individuales, la más de las veces, intercambios mercantiles hechos en plena libertad con una única pero importante restricción: la riqueza inicial.

Pero este mundo de individuos que en condiciones de igualdad y libertad ejercen sus intercambios mercantiles se termina cuando se analizan las relaciones sociales que los vinculan. En la fábrica, unos se transforman en obreros y otros, en patrones donde se establecen relaciones de vigilancia, obediencia y compañerismo. Del mismo modo, en el mercado financiero unos se constituyen en prestamistas y otros, en deudores. De esta forma, al analizar la sociedad y los vínculos que de esta se desprenden, puede observarse que la igualdad del mundo mercantil desaparece y surgen asimetrías en las relaciones de poder, donde es muy distinto ser obrero o patrón, deudor o acreedor.

Esto mismo pude analizarse no solo a nivel individual o de grupos sociales, sino también en los vínculos que existen entre diferentes países. El supuesto de un desarrollo convergente, siempre que los países se especialicen de acuerdo al principio de las ventajas comparativas, pretende restar importancia a las diferencias que hay entren una nación industrializada y un país predominantemente agrícola, donde existen fuertes asimetrías en el desarrollo productivo y social, y en las relaciones de poder entre ambos.

En este marco, es donde cobra relevancia un elemento central: la deuda externa. Históricamente, los países desarrollados han utilizado a las deudas como un instrumento de dominación y condicionamiento que impidió la aplicación de políticas que impulsen el desarrollo de los países latinoamericanos.

Un poco de historia: la independencia política latinoamericana

El reconocimiento de la independencia de los Estados Latinoamericanos por parte de las potencias de comienzos del siglo XIX estuvo condicionado a la apertura de sus puertos a los productos importados y a la aceptación de préstamos externos. La libre importación fue una carta que los revolucionarios americanos jugaron para hacerse del apoyo británico frente a la amenaza de una restauración absolutista. La desesperación inglesa ante al cierre de los mercados europeos a sus productos, en el marco del enfrentamiento con Bonaparte, la llevó a ver con ojos codiciosos las colonias de su aliada en aquel conflicto. Por ello su diplomacia apoyó discretamente la emancipación americana.

La colocación de préstamos e inversiones era una forma de crear una influencia permanente sobre las nuevas naciones. En ello competía con EEUU y Francia, pero Inglaterra parece haber tomado la delantera endeudando a México, Chile, Perú y el Río de la Plata (ver recuadro) a lo largo de la década de 1820. Al respecto, Raúl Scalabrini Ortiz en su Política Británica en el Río de la Plata, cita al ministro de negocios extranjeros de Francia por aquellos tiempos, el vizconde Chateaubriand, quien señala que:

(…) de 1822 a 1826 diez empréstitos han sido hechos en Inglaterra a nombre de las colonias españolas (…) A éstos empréstitos ya excesivos, fueron a unirse esa multitud de asociaciones destinadas a explotar minas, pescar perlas, dragar canales, explotar tierras en ese nuevo mundo que parecía descubierto por primera vez.i

Tras describir los mecanismos por los cuales con un desembolso de 10 millones de libras se contabilizaron inversiones y préstamos por casi 36 millones remata: “Resulta de este hecho que en el momento de la emancipación, las colonias españolas se volvieron una especie de colonias inglesas”.ii

Las inversiones permitían el desarrollo de los sectores de la economía local que se complementaban con la economía británica. Mientras, el resto de las actividades no recibían aliento y sucumbían frente a los productos europeos más baratos gracias a la aplicación de la máquina a vapor. De esta manera fue consolidándose en América Latina una estructura económica ajena a las necesidades de su población y atenta a los requerimientos del mercado mundial.

El primer crédito externo argentinoiii

En 1822, por insistencia del ministro de gobierno de Buenos Aires, Bernardino Rivadavia, se formó una comisión encargada de la toma de crédito en Londres. Los integrantes de la misma eran hombres vinculados a los intereses comerciales ingleses, como el recientemente fundado Banco de Descuento, y con otros honorables antecedentes como el de haber estafado al general Tomás de Iriarte jugando con dados cargados de mercurio. La excusa para el endeudamiento fue la construcción de un puerto, la construcción de fortines en la frontera con los indios y el dar agua corriente a los habitantes de la ciudad, obras que jamás se realizaron ya que la poca plata que llegaría se desvió para la capitalización del Banco de Descuentos que manejaban los comerciantes ingleses.

Se emitieron bonos de deuda por un millón de libras que se colocaron al 70% (o sea que se reciben, en realidad, 700 mil libras), otorgando como garantía las rentas, tierras y territorios de la provincia de Buenos Aires. Pero, en realidad la deuda se colocó en el mercado al 85%, la diferencia (150 mil libras) se la repartieron entre la casa Baring (30.000 libras) y los “argentinos” encargados de contratar el préstamo (120.000 libras), en un acto fragante de corrupción. Además, acordaron el pago anticipado de intereses y amortizaciones (130 mil libras) y gastos y comisiones (17.300 libras). De esta manera, la provincia de Buenos Aires reconocía una deuda externa por un millón de libras a cambio de 552.700 libras. Pero, por si esto fuera poco, sólo se envió metálico por 20.678 libras. El resto permaneció depositado en la banca Baring percibiéndose un interés del 2% anual, y fue remitiéndose en forma de letras sobre casas comerciales inglesas en Buenos Aires que terminaron utilizándose en gran parte para capitalizar el Banco de Descuento manejado por los ingleses.

El pago del crédito se realizó puntualmente hasta el 1º de julio de 1827. Luego, Rosas pagó algunas mensualidades con el objeto de ganar el apoyo de los acreedores para el levantamiento del bloqueo británico a nuestro país. En 1857, Norberto de la Riestra gestionó la renovación de los pagos reconociendo los intereses atrasados mediante la emisión adicional de un nuevo bono por 1.641.000 libras (empréstito de los bonos diferidos). Ambos bonos, el de la Baring y el de los Diferidos, se terminaron de pagar en 1901 y exigieron al país unas 4.889.361 libras, casi 9 veces más que las 552.700 libras recibidas en préstamos.

Entre el esfuerzo industrial y los petrodólares

Las dos guerras mundiales, el surgimiento de la URSS, la crisis de 1929-30 y la competencia norteamericana, crearon grandes fisuras en el dominio inglés del continente. En ese marco lograron florecer regímenes de corte antiimperialista y amplio apoyo popular que más allá de sus matices ideológicos coincidían en un fuerte nacionalismo económico y una apuesta a la industrialización como medio para alcanzar el desarrollo.

La ley de expropiación del petróleo sobre 17 empresas –en su mayoría de capital británico y estadounidense- que implementó el presidente mexicano Lázaro Cárdenas del Río en 1937; la creación de grandes empresas estatales para la gestión de servicios públicos y el fuerte impulso a la industria nacional de los gobiernos de Juan Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil; el intento de reforma agraria sobre tierras de la United Fruit de Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala, y su concreción años más tarde en Cuba al asumir el gobierno Fidel Castro; la nacionalización de las minas en Bolivia tras la revolución de 1952, y las de cobre -propiedad del grupo Rockefeller y Rothschild- al asumir Salvador Allende en Chile dos décadas después; son algunos hitos de un ciclo regional que será prácticamente sepultado con el advenimiento de las dictaduras militares de los años setenta.

La década del setenta marca también, el fin de la denominada “edad de oro” del capitalismo en los países centrales. En ella se socavan las bases políticas del Estado de Bienestar (consenso entre la clase obrera organizada, las capas medias y las burguesías productivas), la regulación keynesiana del espacio económico nacional (políticas de demanda efectiva asegurando el pleno empleo) y el régimen monetario internacional del acuerdo de Bretton Woods (tipos de cambios estables con referencia en el dólar como dinero mundial). Detrás de estos cambios se encuentra el replanteo de las formas de regulación de las economías nacionales ante su creciente interdependencia y de la hegemonía norteamericana frente al desarrollo de Europa y Japón.iv

Durante la Guerra Fría, los Estados Unidos llevaron a cabo una política que Joseph Halevi (2003)v denomina de imperialismo “gramsciano”vi, dado que al asumir el rol de guardianes del capitalismo frente a la expansión del bloque soviético y chino, fomentaron el desarrollo de Europavii, Japón y Corea del Sur. Este desarrollo fue acompañado de un creciente comercio exterior que será uno de los elementos que pondrá en crisis la regulación de las economías centrales.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, Europa y Estados Unidos basaron su crecimiento económico en políticas keynesianas de demanda. En el caso europeo, éstas se relacionaron con la consolidación del nivel de vida de los trabajadores y la instalación de los denominados Estados de Bienestar. En el segundo caso, cobran relevancia, en un principio, el financiamiento de la reconstrucción europea y, a lo largo de todo el período, los gastos militares en función de su rol de defensores del bloque capitalista en el marco de la guerra fría.

La base de la regulación del período se deteriora con el desarrollo del comercio exterior. Los sectores del capital comienzan a ver las políticas keynesianas como generadoras de un elevado costo laboral e impositivo que les impide competir en los mismos términos que las empresas de otros países (especialmente del sudeste asiático). Muchos empiezan a pensar en la devaluación de su moneda para responder a ello, disminuyendo el apoyo a la política de tipos de cambios estables. La elevada conflictividad social, desatada en varios de los países más industrializados (cuyo exponente más simbólico es el “mayo francés” de 1968), deteriora aún más el consenso en los sectores del capital por una regulación económica que tiene como uno de sus elementos constitutivos una clase obrera poderosa.

En paralelo a la pérdida de apoyo interno se desarrollan oposiciones externas a la hegemonía monetaria del período. Desde el fin de la segunda guerra mundial EEUU ha venido perdiendo reservas debido a una menor competitividad comercial frente a Alemania y Japón, los gastos militares en el exterior - especialmente durante la guerra de Vietnam- y las salidas de divisas por la creciente transnacionalización de sus empresas.viii Si bien el papel monetario del dólar establecido al finalizar la segunda guerra mundial requería de déficits de balance de pagos en EEUU para alimentar la liquidez mundial, a medida que ello sucedía la hegemonía del dólar parecía (especialmente para los europeosix) haber dejado de tener un sustento real.

La declaración unilateral del dólar como moneda inconvertible el 15 de agosto de 1971 y las sucesivas devaluaciones que le siguieron1, marcan el final de la regulación monetaria de Bretton Woods. Ésta establecía una política de cambios que ataba todas las monedas a una estabilidad fija con el dólar y a éste a una suma fija de oro (35 dólares por onza de oro). Por eso, la variación del valor del dólar afecta el sistema de precios mundial y rompe con la base de todos los acuerdos monetarios del período.

Al final del período de estabilidad monetaria siguió el de los acuerdos sobre control de los movimientos internacionales de capitales. Ésto cobrará notable importancia cuando al mercado de capitales privado desregulado de Londres se le sumen las fuertes masas de petrodólares generada a raíz del incremento del precio del petróleo que logra imponer la OPEP a lo largo de la década del setenta.

El control de esa enorme masa de capital líquida pasa a ser ejercido por la banca privada de los países centrales (especialmente por bancos norteamericanos), lo que indica una profunda transformación respecto al hasta entonces fuertemente regulado mercado financiero internacional.x Parte importante de esos capitales líquidos, que no encontraban actividad rentable donde valorizarse en los países centrales (en los que el aumento del precio del petróleo acentúa la crisis de su regulación económica), fueron dirigidos hacia las economías latinoamericanas, especialmente México, Brasil y Argentina.

El mencionado flujo financiero dirigido por los bancos de los países centrales hacia América Latina en los setenta, impondrá nuevas condiciones a su desarrollo económico. Los procesos de industrialización por sustitución de importaciones que se habían consolidado en varios países del continente a partir de la segunda guerra mundial, a pesar de sus características particulares, tenían un denominador común. Más allá del grado de desarrollo industrial alcanzado, de la expansión del mercado interno y mejora en el nivel de vida popular, del nivel de penetración de las empresas transnacionales, y del régimen político que los dirigiera, la principal barrera al desarrollo la constituían sus frecuentes crisis de balanza de pagos (ciclos de freno y arranque).

El desarrollo industrial y social de estos países requería para consolidarse crecientes importaciones de insumos y bienes de capital. Pero el estado incipiente de ese desarrollo no permitía expandir las exportaciones industriales al mismo tipo de cambio que el de las exportaciones tradicionales (del período previo primario exportador) sin afectar profundamente el mercado interno y por tanto la base misma del desarrollo.xi

Los créditos a bajo costo que ofrecían los bancos extranjeros fueron vistos como una alternativa para superar la crónica escasez de divisas. Especialmente, por la nada azarosa vigencia de regímenes militares que, independientemente de su nivel de apoyo o enfrentamiento con el proceso de industrialización2xii, coincidían en su “confianza” en el papel del capital extranjero como fuente del desarrollo. Ello llevó a crecientes niveles de endeudamiento externo desproporcionados en relación con la capacidad de generación de divisas a futuro de nuestras economías (ver gráfico). Este desajuste se pondría en evidencia cuando el cambio en la política monetaria norteamericana modifique las condiciones financieras mundiales y desate en Latinoamérica la “crisis de la deuda”.

Grafico 1

La dependencia financiera

A los primeros intentos norteamericanos de equilibrar su balance de pagos por la vía clásica de la devaluación le siguió un nuevo patrón de ajuste mediante el fortalecimiento del poder de las finanzas3. El incremento de la tasa de interés propiciado desde la Reserva Federal a finales de la década de los setenta, implica utilizar el reciente mercado mundial de capitales para financiar los déficits de cuenta corriente de la economía norteamericana, modificando las fuentes de liquidez internacional de los demás países desde el mercado de capitales, a la necesidad de lograr superávits comerciales. De ahí en adelante el crecimiento de los Estados Unidos se desarrollará conjuntamente con fuertes déficits de cuenta corriente y una impresionante succión de ahorro real del resto de mundo.

Este cambio en la política norteamericana tuvo consecuencias explosivas en Latinoamérica. Los elevados niveles de endeudamiento externo a corto plazo y tasas variables se tornaron impagables. Incluso, tras el brusco ajuste interno impuesto por la devaluación de las monedas nacionales que consolidó fuertes superávits comerciales durante la década robada (vía reducción de importaciones asociadas al nivel de inversión y un creciente esfuerzo exportador), continuó creciendo el endeudamiento externo a raíz de la acumulación de intereses impagos.

Grafico 2

En forma paralela y bajo la excusa del elevado endeudamiento crece el poder sobre la región de los países centrales, sus bancos y empresas interviniendo en las políticas económicas locales a través de los organismos multilaterales de crédito. Éstos, a la par que imponen una salida de la crisis de la deuda lo menos costosa para la banca privada acreedora y para los grupos, empresas y bancos transnacionales residentes en Latinoamérica deudores, comienzan a rediseñar la estructura económica del continente a favor de sus intereses globales.

La transformación de la deuda externa privada latinoamericana en deuda pública (tanto del lado acreedor como deudor) implicó la sumisión de nuestros Estados nacionales a los organismos de poder supranacionales de las grandes potencias mundiales. La estatización de los acreedores se logró a partir de la cancelación de deuda con los bancos con las divisas ingresadas por préstamos de organismos internacionales. De esta manera se sustituyó un acreedor privado – el banco- por otro público –el organismo multilateral de crédito -. La de los deudores se la instrumentó por la doble presión de deudores que querían deshacerse de sus deudas y acreedores que querían reducir riesgos en sus carteras4. Durante los ochenta, y a través de múltiples mecanismos, los Estados Latinoamericanos fueron absorbiendo las deudas contraídas por el sector privado, en una de las más fenomenales nacionalizaciones que contó, paradójicamente, con el apoyo de los grandes voceros del libre mercado5.

Esta nueva relación de dependencia política que significó la nacionalización de la deuda externa permitió a los organismos acreedores presionar para imponer medidas tendientes a la destrucción de las bases de desarrollo autónomo generadas durante la industrialización por sustitución de importaciones. La agenda norteamericana para la región reaparecerá como el “Consenso de Washington”6. Las políticas impuestas en la mayoría de los países de América Latina significaron resignar el control de sus economías a las fuerzas que controlan el mercado mundial. Toda la batería de políticas económicas neoliberales se estructuraron sobre la base de la liberalización del comercio exterior y de los movimientos internacionales de capitales en todas sus formas. Los países centrales, sus bancos y empresas productivas tenían interés en que el continente latinoamericano se entregara al poder del mercado mundial de capitales y mercancías.

Poder que controlan con la mano invisible sus grandes corporaciones y con la visible, sus Estados nacionales y organismos internacionales. El elemento de presión a través del cual se impuso dicha tarea fue la deuda externa.

Un nuevo amanecer en la región

Sobre las ruinas dejadas a su paso por el neoliberalismo fue brotando en la región una esperanza. La revolución bolivariana en Venezuela dio la señal de largada de un cambio político que pronto contagiaría a la región. El PT en Brasil, el kirchnerismo en Argentina, el Frente Amplio en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, el sandinismo en Nicaragua, el Frente Farabundo Martí en El Salvador, son parte de un proceso que más allá de sus matices coinciden en una visión crítica al libre mercado –especialmente el financiero- y una interpretación de los intereses regionales relativamente independiente de la agenda de Washington.

Estos procesos políticos han contado con el inesperado favor de un fuerte incremento en el precio internacional de las materias primas, que aflojó la soga al cuello de la dependencia externa. Un impresionante crecimiento económico regional desterró la idea de que los gobiernos conservadores son una condición necesaria para un buen desempeño económico; mostrando más bien lo contrario.

De la mano de los nuevos tiempos políticos renace un incipiente nacionalismo económico. La estatización de empresas en Venezuela y de los hidrocarburos en Bolivia son los casos más difundidos. Pero no menos importantes son los procesos de desendeudamiento de la Argentina y el Ecuador que avanzan sobre el núcleo de poder de la etapa neoliberal: la dependencia financiera.

La historia previa de Ecuador y Argentina muestra muchas similitudes. Dictaduras militares inauguran un proceso de fuerte endeudamiento que estallará en crisis a comienzos de los ochenta, cuando la autoridad monetaria de EEUU decida una brusca alza de la tasa de interés de referencia mundial. Una década robada, con estatización de la deuda externa privada y una creciente injerencia de los organismos financieros internacionales en el diseño de la política interna. Políticas de privatización de empresas y recursos naturales, ajuste del gasto público e hiperinflaciones que dieron paso a renuncias del control de la política monetaria, ya sea con la instauración de una caja de conversión en Argentina o, directamente, la dolarización en el Ecuador7. Negociaciones y renegociaciones de una deuda que pese a la permanente sangría de dólares no paró nunca de crecer y constantes estallidos sociales que terminaron en un proceso de ingobernabilidad con presidentes de mandatos breves, que incluso no llegaban a durar más que un par de meses.

Sin embargo, los procesos políticos que llevaron a Néstor Kirchner y Rafael Correa al poder fueron muy diferentes. El primero surge de la continuidad del régimen neoliberal y como candidato de uno de los partidos más comprometidos con el mismo (el justicialista), para empezar a diferenciarse haciendo camino al andar. El otro aparece en el marco de un proceso de profunda renovación política, y triunfa declarando objetivos socialistas. Estos diferentes orígenes se evidencian durante los procesos de desendeudamiento que vamos a estudiar, más en los aspectos políticos y culturales que lo rodearon que en los resultados económicos de quita sobre las deudas. Pero no nos adelantemos y vayamos hacia ellos.


Bibliografía

  • Arceo, Enrique, El ALCA: neoliberalismo y nuevo pacto colonial, Buenos Aires, CTA, 2001.
  • Diamand, Marcelo, Doctrinas económicas, desarrollo e independencia, Buenos Aires, Paidós, 1973.
  • Furtado, Celso, La nueva dependencia: deuda externa y monetarismo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985.
  • Galasso, Norberto, De la banca Baring al FMI. Historia de la deuda externa argentina (1824-2001), Buenos Aires, Colihue, 2002.
  • Green, David, The Containment of Latin America. A history of the myths and realities of the good neighbor policy, Chicago, Quadrangle Books, 1971.
  • Rosa, José María, Rivadavia y el Imperialismo Financiero, Buenos Aires, Peña Lillo, 1964.
  • Scalabrini Ortiz, Raúl, Política Británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Cuadernos de FORJA, 1936.
  • --------------------------- Bases para la reconstrucción nacional, Buenos Aires, Plus Ultra, 1965.
  • Williamson, John, “What Washington Means by Policy Reform?”, en J. Williamson (ed.), Latin American Adjustment: How Much Has Happened?, Institute for International Economics, Washington DC, 1990.

Notas

1 Desde este punto y toda la posterior explicación sobre el desarrollo del mercado internacional de capitales nos basamos en Arceo, Enrique. El ALCA: neoliberalismo y nuevo pacto colonial, Buenos Aires, CTA, 2001.
2 Los casos más extremos pueden ser el de la dictadura brasileña y argentina. Como señala Furtado, Celso La nueva dependencia: deuda externa y monetarismo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985, la primera utiliza el crédito externo para financiar planes de inversión que profundicen el desarrollo industrial de la etapa anterior y la segunda para desmantelarlo.
3 Este cambio de política se corresponde con un desplazamiento en el poder norteamericano de los sectores productivos locales hacia los financieros y productivos transnacionalizados que se expresa en la arena política con el triunfo de Reagan y en la literatura económica por el retroceso del pensamiento keynesiano frente al monetarismo [Furtado, Celso. La nueva dependencia: deuda externa y monetarismo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985., p.61-88].
4 El riesgo se reduce porque es más probable la quiebra de una empresa que un Estado, aunque en el caso de algunas grandes corporaciones que figuraban entre los deudores ello no es del todo cierto.
5 Este es un ejemplo más de los innumerables en nuestro continentes que muestran como, más allá de los falsos dilemas entre Estado y mercado difundidos por la gran prensa y la academia, el poder económico muestra una elevada heterodoxia doctrinaria en la defensa de sus intereses.
6 La estrategia que fuera recopilada y luego conocida como Consenso de Washington Williamson, John “What Washington Means by Policy Reform?”, en J. Williamson (ed.), Latin American Adjustment: How Much Has Happened?, Institute for International Economics, Washington DC, 1990, impulsaba el siguiente decálogo de políticas:
  1. Disciplina presupuestaria (superávit fiscal o al menos déficit cero)
  2. Reorientación del gasto público, de los “subsidios indiscriminados a actividades ineficientes”, hacia la sanidad, la enseñanza primaria e infraestructuras.
  3. Reforma fiscal encaminada a ampliar la base imponible.
  4. Liberalización financiera.
  5. Tipo de cambio competitivo.
  6. Apertura comercial.
  7. Liberalización de la inversión extranjera directa (IED).
  8. Privatización de empresas públicas.
  9. Desregulación (eliminación de barreras a la entrada y salida en los mercados de trabajo y de productos).
  10. Derechos de propiedad bien garantizados

De esta manera se imponen sobre la región las viejas pretensiones norteamericanas de erradicar el “nacionalismo económico” que ya fueran formuladas en la “Carta Económica para las Américas”, durante la conferencia de Chapultepec de febrero de 1945 [Green (1971)].

7 Procesos que se dan a finales de los ochenta y principios de los noventa en Argentina y una década más tarde en el país andino.
i Scalabrini Ortiz, Raúl. Política Británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Cuadernos de FORJA, 1936, p. 71.
ii Scalabrini Ortiz, R., ibíd.
iii La información es tomada de Scalabrini Ortiz, Raúl. Política Británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Cuadernos de FORJA, 1936; Rosa, José María, Rivadavia y el Imperialismo Financiero, Buenos Aires, Peña Lillo, 1964, y y Galasso, Norberto, De la banca Baring al FMI. Historia de la deuda externa argentina (1824-2001), Buenos Aires, Colihue, 2002.
iv Ver una lectura similar de los cambios ocurridos en Furtado, Celso. La nueva dependencia: deuda externa y monetarismo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985.
v Joseph Halevi, charla sobre el imperialismo en la Facultad de Ciencias Económicas organizada por AGD en el año 2003.
vi El término “gramsciano” se debe a que logró su hegemonía en el bloque capitalista fomentando el desarrollo de los mencionados países y no mediante la violencia. Ello no ha sido así para el resto de las regiones, especialmente para América Latina.
vii Con ciertas trabas hacia Inglaterra en el marco de la disputa por el dominio del petróleo, como menciona Halevi en dicha conferencia, y también Raúl Scalabrini Ortiz en un folleto sobre la disputa imperialista por el petróleo argentino durante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu, recopilado en Scalabrini Ortiz, Raúl, Bases para la reconstrucción nacional, Buenos Aires, Plus Ultra,1965.
viii La presión sobre el balance de pagos se genera tanto por la exportación de capitales que caracterizó la expansión de las empresas norteamericanas por el mundo durante dicho período como por el replanteo del comercio exterior que dicha expansión generó. Señala Furtado, Celso. La nueva dependencia: deuda externa y monetarismo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985, que “hacia mediados de la década del setenta, un tercio de las importaciones de los Estados Unidos provenían de filiales de empresas con sede en ese país”.
ix El pedido de De Gaulle para la conversión de sus reservas en dólares por oro, significa el intento por parte de Europa de replantear su posición subordinada en el sistema monetario mundial, tal cual había sido establecido en Bretton Woods. Ante ello, EEUU rompe esos acuerdos manteniendo su posición hegemónica, esta vez, mediante la mano invisible del mercado. El desarrollo del mercado del EuroDólar, la política de desregulación de los mercados de capitales, los masivos flujos de ahorro mundial manejado por bancos privados se producirán de la mano del fortalecimiento del dólar como moneda mundial, incluso después del abandono de su convertibilidad en oro (15 de agosto de 1971). El dólar, tras ser varias décadas la moneda mundial, era la única capaz de asumir ese roll en un sistema financiero internacional desregulado. Esto se confirma durante la primera alza pronunciada del precio mundial del petróleo en 1973. Los fuertes ingresos que obtienen los países exportadores de petróleo serán colocados en activos financieros en dólares y gestionados mayormente por bancos norteamericanos, de ahí su denominación: petrodólares.
x Al punto que consistía casi exclusivamente en operación entre Estados y/u organismos internacionales. Este desarrollo del mercado de capitales se ve facilitado por factores técnicos asociados a cambios tecnológicos en el área de las comunicaciones y la informática.
xi Para un análisis del caso argentino ver Diamand, Marcelo, Doctrinas económicas, desarrollo e independencia, Buenos Aires, Paidós, 1973.
xii Los casos más extremos pueden ser el de la dictadura brasileña y argentina. Como señala Furtado, Celso La nueva dependencia: deuda externa y monetarismo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985, la primera utiliza el crédito externo para financiar planes de inversión que profundicen el desarrollo industrial de la etapa anterior y la segunda para desmantelarlo.

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