El status en la comicidad | Centro Cultural de la Cooperación

El status en la comicidad

Autor/es: Christian Forteza

Sección: Palos y Piedras

Edición: 18


Ahora me dicen que en París hay condes polacos a quienes

la insurrección y el despotismo han obligado al exilio y a la miseria;

hacen de cocheros pero miran a sus clientes burgueses con tal ceño

que los pobrecillos suben al coche, sin saber por qué, con el aire de un perro en una iglesia.

Giuseppe Tomasi de Lampedusa, El gatopardo

Keith Johnstone se refiere al status en un capítulo de su libro IMPRO: Improvisación y Teatro. Este término deviene en una herramienta muy interesante, para el actor en general y para la comicidad en particular.

El ya castellanizado término estatus o también la denominada “imagen” alta o baja no está ligado necesariamente a una cuestión económica o de estrato social, si bien en muchos casos acompaña de forma “natural”. En cuanto al término “natural” son los casos que están ligados al estereotipo, al prejuicio, y la fisiognomía. Son aquellos en los que, por ejemplo, a un linyera le corresponde (imaginariamente) un estatus bajo y a un señor con un auto importado y vestido de traje le corresponde une estatus alto.

Pero también esto se puede ver, sin llegar a los extremos de los estereotipos, en la vida cotidiana, en las personas comunes. Siempre hay un estatus ligado a la persona. Este se puede hacer visible sobre todo en la interacción social. Hay ciertos gestos, movimientos, acciones, miradas, formas de hablar, que interpretamos de estatus alto como así también las hay de estatus bajo.

Siempre nos relacionamos con los demás, con los objetos e, inclusive, con el espacio (la forma de habitarlo) a partir de determinado estatus. Por ejemplo, si observamos atentamente un local de comercio donde hay varias personas atendiendo al público, podemos intuir quién es el dueño aunque él no esté en la caja o dando órdenes. Es posible que su manera de moverse y la forma de relacionarse con el espacio sean diferentes de las del resto de las personas.

Asimismo, cuando observamos una pareja que discute en un bar, aunque no podamos escuchar lo que se dice porque está alejada, podemos interpretar por sus gestos, sus posturas, sus miradas, parte de la discusión y qué estatus está utilizando uno sobre el otro en ese momento.

En general, en la comicidad se juega muchas veces con los extremos de estatus para invertirlos. Cuando ponemos a interactuar dos personajes, uno con un estatus alto y el otro con estatus bajo, si por alguna circunstancia se invierten los estatus puede aparecer la risa. Y si esto se da sin transición, mucho mejor.

Los famosos bloopers están basados en este mecanismo. Alguien que baila muy entusiasmado en una gran fiesta, se resbala y cae. Otro que quiere mostrar una habilidad falla y se golpea. Todas las parejas de cómicos tienen bien definidos los estatus. El Gordo y el Flaco, Jerry Lewis y su partenaire Dean Martin, el Clown y el Tony. Los tres chiflados incluso, a pesar de ser tres, Moe es el que tiene el estatus más alto y los otros dos (Larry y Curly), bajo e intermedio. Siempre que Moe golpea a los otros dos podemos reírnos, pero nos reímos más cuando por un error termina golpeado él mismo. Siempre los golpes de los tres chiflados, si bien no están exentos de cierta violencia, lo que produce también la risa; es la forma de hacerlos y los objetos que utilizan.

Cuando alguien que anda en una bicicleta se cae, posiblemente nos podamos reír cuando se da un tremendo porrazo, pero si luego se levanta como si no hubiese pasado nada, nos reímos mucho más. Esto es así, porque vemos cómo está tratando de levantar su estatus generando ante nuestros ojos lo que se llamaría un falso estatus alto.

Con el estatus partimos de la supuesta desigualdad y del sentimiento de “superioridad”; como sostiene Thomas Hobbes –autor de Leviatán, la risa es el resultado de la percepción de que otra persona es inferior a nosotrosi. Esto se da entre las personas o entre las personas y objetos y/o animales.

El móvil que anima el movimiento de las masas es el mismo que el de los espíritus superiores, el mismo que hace mover a la sociedad sobre sí misma de época en época: el sentimiento de desigualdad de las inteligencias, ese sentimiento que sólo distingue a los espíritus superiores al precio de confundirlos en la creencia universal. Y todavía hoy ¿qué otra cosa permite que el pensador desprecie la inteligencia del obrero, sino el desprecio del obrero por el campesino, el del campesino por su mujer, el de su mujer por la mujer del vecino, y así al infinito?ii

El humor y la comicidad fuerzan y refuerzan de alguna manera la desigualdad. La lucha de estatus es una lucha para diferenciarse y por lo tanto genera desigualdad.

Sólo los partidarios de la igualdad de las inteligencias pueden comprender esto: si un cadí se hace obedecer por sus esclavos, un blanco por negros, es porque ninguno de ellos es superior ni inferior en inteligencia. Si las circunstancias y las convenciones separan y jerarquizan a los hombres, crean mandamientos y fuerzan a la obediencia, es porque somos por naturaleza todos iguales, debemos ser desiguales por las circunstancias.iii

Ante un ejercicio que propone Johnstone a su grupo de actores en el que les indica: “traten de colocar su estatus sólo un poco más arriba o más abajo que el del de su compañero”; el resultado fue el siguiente: “De pronto comprendimos que cada inflexión y movimiento implica un estatus”

Luego transcribe en su libro, a modo de ejemplo, una conversación de un grupo citada por W. R. Bioniv, en el cual realiza los comentarios sobre el estatus en las interacciones:

Sra. X: Pasé un mal rato la semana pasada. Estaba haciendo la cola para entrar al cine, cuando me sentí muy rara. Realmente pensé que me iba a desmayar o algo así.

(La señora X está tratando de subir su estatus a través de un problema médico interesante. La señora Y inmediatamente la sobrepasa).

Sra. Y: Tiene suerte de ir al cine. Si yo pudiera ir al cine, no tendría nada de que quejarme.

(Ahora la Sra. Z bloquea a la Sra. Y).

Sra. Z: Sé lo que quiere decir la señora X, yo me he sentido exactamente igual, sólo que habría tenido que abandonar la cola.

(La Sra. Z es muy hábil, ya que apoya a la Sra. X contra la Sra. Y, y al mismo tiempo declara ser más digna de atención, su condición es más grave. Ahora interviene el Sr. A, disminuyéndolas a todas al hacer que la situación de ellas parezca algo corriente).

Sr. A: ¿Han intentado inclinarse hacia abajo? Eso permite que la sangre vuelva a la cabeza. Supongo que sintieron como si se fueran a desmayar.

(La Sra. X se defiende.)

Sra. X: No es realmente un desmayo.

Sra. Y: A mí siempre me da buenos resultados hacer algunos ejercicios. No sé si es eso a lo que se refiere el Sr A.

(Ella parece estar haciendo causa común con el Sr A, pero da a entender que él no fue capaz de explicarse bien. Ella no dice “¿Es a eso a lo que se refiere?”, sino que se protege con su típico circunloquio de estatus alto. Ahora la Sra. Z opaca a todos e inmediatamente se disminuye a sí misma para evitar el contraataque).

Sra. Z: Creo que hay que usar la fuerza de voluntad. Eso es lo que a mí preocupa, no tengo.

(Entonces interviene el Sr B, sospecho que en un estatus bajo o más bien tratando de ser de estatus alto pero sin lograrlo. Es imposible deducirlo solo por sus palabras).

Sr B: A mí me ocurrió algo similar la semana pasada, pero no estaba en una cola. Estaba sentado tranquilamente en mi casa cuando…

(El señor C lo destroza).

Sr C: Tiene suerte de poder estar tranquilamente en su casa. Si yo pudiera hacer eso, no tendría nada de que quejarme…

Este ejemplo es interesante ya que está sacado de la vida real, sin embargo, se puede apreciar la “lucha” de estatus sólo a nivel de la palabra. Por supuesto que faltan los matices de las palabras, y el acompañamiento fundamental del cuerpo (las posturas, los movimientos, las miradas, etc.)

Otro ejemplo que quisiera plasmar, si bien tiene la misma restricción que el anterior, se diferencia en que este diálogo está escrito por el grupo Inglés Monty Python para un sketch, y se llama “Viejos Tiempos”. Se trata de una reunión de cuatro amigos adultos, vestidos de frac, tomando vino y fumando puros (connotación de la alta burguesía) que recuerdan cuando eran pobres. Lo interesante es cómo cada uno intenta, exagerando y llevando a la saturación, la explicación de lo pobre que era. Logrando una clara contradicción entre exaltar pobreza y levantar el estatus.

Reunidos en el jardín de una mansión:

Obadiah: Buena copa de Chateau de Chatelet, Josiah.

Josiah: Sí tienes razón, Obadiah.

Personaje 3: Quién habría pensado hace treinta años que estaríamos aquí, tomando un Chateau de Chatelet.

Josiah: Sí. Entonces apenas teníamos para una taza de té.

Personaje 4: Sí. De té frío.

Personaje 3: Sin leche ni azúcar.

Obadiah: Ni té.

Josiah: En una taza rota.

Personaje 3: Oh, nosotros no teníamos taza, lo bebíamos en un periódico enrollado.

Personaje 4: Nosotros lo máximo que podíamos permitirnos, era chupar una tela empapada.

Obadiah: Pero éramos felices aunque éramos pobres.

Personaje 3: Sí, yo era feliz y no tenía nada. Vivíamos en una casa destartalada con un agujero en el techo.

Personaje 4: ¿Casa? Nosotros vivíamos en una habitación los 26. Sin muebles, faltaba la mitad del suelo, nos amontonábamos en un rincón para no caernos.

Josiah: Suerte que tenían una habitación. Nosotros dormíamos en un pasillo.

Obadiah: ¡Nosotros soñábamos con vivir en un pasillo! Vivíamos en un depósito de agua sobre un montón de basura. Nos despertaban tirándonos encima una carga de pescado podrido. ¡¿CASA!? Ja….

Personaje 3: Cuando digo casa era un hoyo cubierto con tela asfáltica.

Personaje 4: A nosotros nos desalojaron de nuestro hoyo y tuvimos que ir a vivir a un lago.

Josiah: Suerte que tenían un lago. Nosotros vivíamos 150 en una caja de zapatos en el medio de la carretera.

Obadiah: ¿En una caja de cartón?

Josiah: Sí.

Obadiah: Tenían suerte. Nosotros vivíamos tres meses en un periódico enrollado en una fosa séptica. Nos levantábamos a las seis de la mañana y limpiábamos el periódico, trabajábamos 14 horas al día por 6 peniques a la semana y cuando llegábamos a casa, nuestro padre nos pegaba con el cinturón y nos mandaba a dormir.

Personaje 4: Un lujo. Nosotros salíamos del lago a las 3 de la mañana, debíamos limpiar el lago, comer grava caliente (especie de canto rodado) y trabajar 24 horas al día en la fábrica por 2 peniques al mes y cuando volvíamos nuestro padre nos pegaba con una botella rota si teníamos suerte.

Josiah: Para nosotros sí que era duro. Salíamos de la caja de zapatos en plena noche y limpiábamos la carretera con la lengua, comíamos medio puñado de grava y trabajábamos 24 horas al día por 4 peniques cada seis años. Y cuando llegábamos a casa nuestro padre nos cortaba en dos con un cuchillo de pan.

Personaje 3: Sí. Yo me levantaba por la mañana a las diez de la noche, media hora antes de acostarme. Comía un terrón de veneno frío, trabajaba 29 horas al día en la fábrica, y pagaba al dueño para que me dejase trabajar, y cuando llegábamos a casa nuestro padre nos mataba y bailaba sobre nuestra tumba cantando Aleluya.

Obadiah: Sí. Y uno les cuenta eso a los jóvenes de hoy y no te creen.

Josiah: No.

Hay otro aporte importante que no se puede dejar de lado y es el de Jaques Lecoq. Si bien no utiliza la palabra estatus, también intuía en su trabajo con los clowns y con los personajes de la comedia del arte la fuerza de este recurso:

Un día pedí a los alumnos que se pusieran en círculo, reminiscencia de la pista de circo, y que nos hicieran reír. Uno tras otro, lo fueron intentando con payasadas, piruetas (…) ¡Todo inútil! El resultado fue catastrófico (…) todo aquello se estaba volviendo trágico. Cuando se dieron cuenta del fracaso, pararon la improvisación y se volvieron a sus sitios (…) despechados, avergonzados, incómodos. Fue entonces, al verlos en aquel estado de abatimiento, cuando todo el mundo se echo a reír…El descubrimiento de que una debilidad personal podía transformarse en fuerza teatral…v

En este caso Lecoq descubre también el pasaje de un estatus a otro, a partir de la risa de los otros compañeros que estaban fuera de la escena. Y quizás Lecoq conocía la teoría de la “superioridad” de Hobbes porque nos dice:

El clown “acepta el fracaso” el que malogra su número y, con ello, coloca al espectador en un estado de superioridad. El trabajo clownesco consiste en poner en relación la proeza y el “fracaso”.vi

Para Lecoq hay dos tipos de fracasos, uno es el “fracaso de la pretensión”; esto se da cuando hay una relación desproporcionada entre lo que anuncia el clown que va a realizar y el resultado lamentable, pero que él cree que es una genialidad. El otro es el “fracaso del accidente”, cuando un clown no consigue realizar lo que se propone porque se cae, pierde el equilibrio o tropieza, etc.

Por supuesto que se puede pertenecer a un estatus social bajo y actuar un estatus alto y viceversa. Una de las anécdotas que se cuentan de Diógenes Laercio, un destacado filósofo de la escuela cínica, es cuando lo pusieron a la venta como esclavo, un interesado en su compra le pregunta qué sabe hacer y él le responde “mandar”. Por eso de alguna manera el cinismo es un comportamiento de estatus alto.

Charles Chaplin trabaja con su famoso personaje Charlot desde un lugar de estatus bajo, y como no puede bajarlo aun más siempre logra bajarle el estatus a los demás y por inversión se levanta el estatus de él.

Esto se da especialmente en los personajes que tienen un estatus alto “inherente” por ocupar ciertos roles en la sociedad, como el policía, el rico, etc. En cambio, tanto Buster Keaton como Mr. Bean trabajan desde un estatus alto y siempre suceden cosas que terminan bajándole el estatus para luego inmediatamente tratar de levantarlo, y es ahí donde nos reímos.

La lucha de estatus

Todos los actos cómo se realicen y las palabras cómo se digan tienen su estatus. Por eso la ironía (decir una cosa por otra), el sarcasmo (burla cruel) y el cinismo (que no respeta las reglas de las “buenas costumbres”) son todas ellas de estatus alto. En una discusión de pareja, en el peor de los casos, se trata de atacar la imagen del otro con frases irónicas y sarcasmos para bajarle el estatus. Las palabras a veces tienen un poder tan fuerte de destrucción de la imagen del otro, que se justifica la frase “hubiera preferido un cachetazo a escuchar lo que me dijiste”.

La lucha de estatus se da en un espacio determinado y también está íntimamente relacionado con la proxemia.

Imaginen a dos extraños aproximándose en una calle (…) Ambos van al mismo ritmo, y en algún momento, uno de ellos tendrá que hacerse a un lado para poder pasar (…) Ambas personas se examinan buscando signos de status y luego la que tiene status más bajo se mueve hacia un lado. Si piensan que son iguales, ambas se moverán, pero la posición más cercana al muro es de hecho la más fuerte. Si cada una de ellas cree ser dominante, ocurre algo muy curioso. Se acercan hasta detenerse cara a cara y hacen una especie de baile oblicuo, mientras murmuran confusas disculpas. Si la persona con quien nos enfrentamos es una viejita, medio ciega, este baile de “espejo” no ocurre. Le cedemos el paso.vii

El baile en “espejo” se produce sólo cuando las dos personas son de estatus alto o las dos de estatus bajo.

La importancia de la “lectura” del espacio y del estatus del comportamiento se puede relacionar y reflejar en un pasaje muy ilustrativo del libro La canoa de papel de Eugenio Barba:

En el extranjero había perdido mi lengua materna y me debatía en la incompresibilidad. Intentaba defenderme como aprendiz de soldador entre compañeros de trabajo noruegos, que, en razón de mi “exotismo” mediterráneo, a veces me trataban como un osito de peluche y otras veces como un deficiente mental. Estaba inmerso en el esfuerzo constante de escrutar comportamientos no descifrables inmediatamente. Concentraba mi atención para captar muecas, guiños, sonrisas (¿de benevolencia? ¿de superioridad? ¿de simpatía? ¿de desprecio? ¿ de complicidad? ¿de ironía? ¿de afecto? ¿de hostilidad? ¿ de sabiduría? ¿ de resignación?.. pero sobre todo, ¿una sonrisa en contra o a mi favor?

Cuando me subía a un tranvía no “expresaba” nada y sin embargo algunos se apartaban para compartir el espacio conmigo, mientras que otros lo hacían para tenerme a distancia (…) La exigencia de percibir la actitud de los otros respecto a mí fue una condición diaria que mantenía alerta todos mis sentidos. Me hacían advertir los mínimos impulsos, las reacciones inconscientes, la “vida” de las tensiones más microscópicas que cargaban para mí, observador atento, de significados y propósitos.viii

Por lo tanto, todas las actitudes, todas las inflexiones de la voz marcan un estatus particular y una lucha silenciosa cubierta por el velo de la interacción social. Aprender a descubrirlas es importante para poder recrearlas en escena tanto desde el cuerpo, como también para la dramaturgia.


Bibliografía

  • Barba, Eugenio, La canoa de papel, Editorial Catálogos, Buenos Aires, 1994.
  • Johnstone, Keith, IMPRO. Improvisación y el teatro. Cuatro Vientos Editorial, Santiago de Chile, 1990.
  • Lecoq, Jacques, El cuerpo poético, Barcelona, Alba Editorial, 2004.
  • Rancière, Jacques, 2007, El maestro ignorante, Buenos Aires, Libros del Zorzal.
  • Monty Python. “Monty Python en Hollywood - Viejos tiempos (Spanish)” [en linea] 05/04/2007 [http://www.youtube.com/watch?v=9dt0drBsFKY] Consulta: 11/06/2013

Notas

i De Proverbia.net. Thomas Hobbes:La risa no es más que la gloria que nace de nuestra superioridad.”,
iiRanciére, Jacques, El maestro ignorante, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2007.
iiiIbídem.
iv Bion, Wilfred Rupert, Experiencias en grupo, Buenos Aires, Paidós, 1963.
v Lecoq, Jacques, El cuerpo poético, Barcelona, Alba Editorial, 2004, p. 210.
vi Ibídem, p. 214.
viiJohnstone, Keith, IMPRO. Improvisación y el teatro. Cuatro Vientos Editorial, Santiago de Chile, 1990. p. 51.
viii Barba, Eugenio, La canoa de papel, Editorial Catálogos, Buenos Aires, 1994., p. 17.

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