Los Villafañe, la vida entregada al arte | Centro Cultural de la Cooperación

Los Villafañe, la vida entregada al arte

Autor/es: Jorge Boccanera

Sección: Comentarios

Edición: 17


El libro Los Villafañe, denominación que recuerda la de losgrandes circos, resume en papel una elección de vida y una extensa labor de arte en movimiento a cargo de una familia-troupe dedicada por entero a los títeres, la poesía, el teatro y la pintura.

El volumen subtitulado “Poesía familiar”, publicado por la editorial Colihue, reúne textos del patriarca Javier Villafañe (1909-1996), su esposa Elba Fábregas (1928-1984) y uno de sus hijos, el poeta, periodista y gestor cultural Juano Villafañe (1952).

Este último resume el entorno en que fue criado: “Me formé en una familia de tipo renacentista. En mi casa había un teatro, bibliotecas y un taller de arte. Mis padres cultivaron la tradición de las vanguardias para las cuales la vida y el arte eran la misma cosa. De niño, rodeado de libros, títeres y cuadros, estudié música, pintura, idiomas.

Javier, titiritero, poeta y narrador era, según su hijo: “Todo eso a la vez. Una personalidad polifacética con gran calidad para manejar distintos escenarios. El vínculo entre el juglar, el cuentero, el viajero, el escritor y la política, estaba naturalizado por su personalidad y el tiempo que le tocó vivir. Para él, ser titiritero fue el mejor oficio del mundo”.

Sobre su madre, Elba, cuenta que se inició con la pintura e incorporó luego la poesía, el teatro y los títeres: “Transitó el dibujo con una línea clásica y moderna a la vez, de impronta picasiana y también muy personal. Estudió con Enea Spilimbergo y Enrique Larrañaga; admiraba a Klee y a Kandisky. Tuvo talleres en muchos países de América Latina y expuso en casi toda Europa, China y la ex URSS”.

La familia está atravesada por la identidad latinoamericana: “Siempre pensé mi nacimiento en Quito como una extensión de la patria. El viaje de mis padres por América Latina en los años 40 y 50 marcó sus vidas e hicieron grandes amigos, entre ellos Pablo Neruda, Delia del Carril, Miguel Ángel Asturias, Jorge Icaza y Jorge Enrique Adúm”.

La obra de Javier Villafañe comprende el relato, la obra de títeres y la poesía; dentro de ésta transita con soltura de las formas clásicas al verso libre, de la ronda infantil a la copla, siempre combinando ternura y absurdo, el elemento lúdico y el humor.

“El juego era fundamental en la lógica renacentista que invadía mi casa, la ilusión era parte del juego. Los asombros tenían siempre una explicación mágica, la casualidad era el resultado de un destino que generaba la alquimia de la vida. Lo lúdico es primordial para la poesía, para poder creer en la poesía”.

Los textos que Juano prefiere de la obra de Javier están relacionados con su infancia: “Es así. Desde que aprendí a leer, ‘Cuentos y Leyendas’ o ‘El Gallo Pinto’ me acompañaron en mi formación. Al cuento ‘Patita’ y al poema  ‘Adivina adivinador’ los sabía de memoria”.

No cabe duda de que Juano Villafañe vivía ese anclaje en el arte como un niño dentro de un parque de diversiones. “El retablo de títeres era mágico para mí; tanto el ritual de la preparación de la función, como la propia obra. Me impactaba reconocer en los otros niños la sorpresa y el placer. Cada función era un acto original, único”.

Al iniciar un camino propio, Fábregas retira el títere del retablo y coloca el objeto y el muñeco en una función teatral diferente: “Ingresaba al teatro con una valija, hacía la cola como un espectador más, subía al escenario, abría la valija y se vestía y maquillaba frente al público”.

Fueron esos, según Juano, algunos de los aportes de su madre: “Con el tiempo reconocí, con otras formas, el acto original de darle vida a los objetos y los actos mágicos que prefiguraron, de alguna forma al Periférico de los Objetos. Elba es el eslabón entre el teatro de cámara de muñecos y objetos que ofrecía Daniel Veronese y el gran espectáculo de títeres de Ariel Bufano.

Llama la atención una concordancia de los Villafañe: su trabajo con texturas, tramas cromáticas, grafías: “Creo que el arte de lo visual fue muy fuerte; esto asociado a la tradición de la ilustración. Una imagen se ilustra, una ilustración es la construcción sintética de un relato y su sentido. A ello se agrega la gran comunicación gráfica que exaltaron los artistas populares en nuestro país por aquellos años”.

Tras recordar que su padre le encargaba sus escenografías a pintores de la talla de Emilio Petorutti y Antonio Berni, añade: “Un poema es una pintura, una pintura es un poema; los títeres son metáforas móviles”.

Juano reconoce al mar como uno de los símbolos recurrentes de su poesía: “Un compañero de la vida, del amor y de la lírica. No hay poesía para mí sin la existencia del mar. Las obsesiones personales forman un mundo central y acotado, y en esa centralidad y en ese acotamiento, el mar es la máxima extensión posible con todo lo que se puede asociar”.

Respecto a la personalidad de “Los Villafañe”, subraya Juano: “Elba fue pasional e irreverente y toda su obra tiene esa marca; Javier fue también muy pasional y original, pero más contenido en sus formas artísticas. Siento que he reelaborado esas tradiciones tan particulares, trato de seguir con las pasiones, con las búsquedas transformadoras”.

Las enseñanzas de vida como legado de Javier y Elba están, concluye Juano, en: “La cultura del trabajo. En entender el arte como un trabajo intelectual, humano y cotidiano. Y la creación de imágenes y  metáforas como algo necesario a una vida plena”.

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