“El conventillo de la Paloma. Teatro II: El buey corneta. A mí no me hablen de penas. El conventillo del Gavilán. San Antonio de los Cobres” de Alberto Vacarezza. Buenos Aires, Colihue, 2011. | Centro Cultural de la Cooperación

“El conventillo de la Paloma. Teatro II: El buey corneta. A mí no me hablen de penas. El conventillo del Gavilán. San Antonio de los Cobres” de Alberto Vacarezza. Buenos Aires, Colihue, 2011.

Autor/es: Ezequiel Gusmeroti, Mariana Cerrillo

Sección: Palos y Piedras

Edición: 17


La colección Colihue Teatro ha editado recientemente el segundo de los cuatro volúmenes previstos en homenaje a Alberto Vacarezza (1886-1959). Dicha obra reúne cinco piezas fundamentales del autor: el drama rural El buey corneta, los sainetes A mí no me hablen de penas, El conventillo de la Paloma y El conventillo del Gavilán, y el drama San Antonio de los Cobres.

La edición y el estudio crítico que completa el volumen están a cargo de Jorge Dubatti. El editor e investigador argentino recupera una “autobiografía” de Vacarezza, y acompaña el estudio biográfico con imágenes de la cédula de identidad y del pasaporte del dramaturgo.

El prolífico autor argentino cuenta con más de un centenar de obras, en su mayoría sainetes; “…en la producción total de Vacarezza, sainete en primer lugar, y nativismo en segundo, tensan sus predilecciones estéticas” (Dubatti, 2011: 229). Además, es autor de reconocidas letras de tango como “La copa del olvido”, “Adiós, que te vaya bien”, “A mí no me hablen de penas”, “Araca, corazón”, “Atorrante”, “Botines viejos” y “Calle Corrientes”, entre otras, escritas para los músicos Enrique Delfino, Francisco Canaro y Mariano Mores.

La obra más antigua que se incluye en el volumen es El buey corneta, de 1912, el segundo de los dramas rurales de Vacarezza, perteneciente a una etapa inicial, de aprendizaje, enmarcada “…en las estructuras ya asentadas del drama rural (romanticismo tardío, nativismo y proyecto nacionalista de principios de siglo XX)” (Dubatti, 2011: 248). El buey corneta se estrenó en El Nacional, tras haber ganado el año precedente el concurso organizado por Pascual Carcavallo con el sainete Los escrushantes, que le permitió al dramaturgo el acceso a las salas comerciales del teatro de Buenos Aires.

El volumen incluye, además, tres sainetes: A mí no me hablen de penas, de 1923, El conventillo de la Paloma, de 1929, y El conventillo del Gavilán, de 1931, género que le abrió camino al reconocimiento popular y comercial en el teatro argentino. El sainete, según Dubatti...

…puede definirse como una pieza breve (generalmente acto único, dividido en dos o tres cuadros), de carácter popular, eminentemente cómica pero que también puede (y suele) incluir componentes dramáticos o trágicos según diferentes dosificaciones. Uno de sus artificios fundamentales son los ‘tipos’, personajes ‘codificados’ en su caracterización y desempeño por una práctica regularizada en los que se reelaboran figuras de la realidad inmediata, entre el costumbrismo y la caricatura (estos dos últimos ingredientes, implementados también según diferentes dosificaciones en cada caso)” (2011: 239).

El conventillo de la Paloma es, sin duda, uno de los sainetes más importantes de Alberto Vacarezza. El espectáculo se estrenó en 1929, con el récord de haber contado con mil representaciones en un año, debido a una favorable respuesta del público. Desde entonces es una obra que no ha dejado de ser puesta en escena por incontables elencos a lo largo y a lo ancho del país. Tal ha sido el éxito, que dicho sainete inspiró a Vacarezza la escritura intratextual de El conventillo del Gavilán, subtitulado por el dramaturgo “Inversión de El conventillo de la Paloma”. Vacarezza continúa la poética del sainete de 1929, buscando “…la complicidad lúdica de un espectador que conoce El conventillo de la Paloma y puede identificar y disfrutar dialógicamente las modificaciones y novedades” (Dubatti, 2011: 260).

Cierra el presente volumen la pieza San Antonio de los Cobres, de 1938, subtitulada por Vacarezza “Drama montaraz en tres actos”; es un espectáculo estrenado en el Teatro Nacional el 1° de julio de 1938 por la compañía Muiño-Alippi. La obra fue premiada por la Comisión Nacional de Cultura y por la Intendencia Municipal como el Mejor Drama estrenado ese año. Como manifiesta Jorge Dubatti en el “Estudio preliminar”, es una de las obras más “ambiciosas” y “logradas” del autor; “Se trata de una variante del drama rural (con componentes de romanticismo tardío, nativismo y concepción nacionalista de rescate de la realidad de las provincias, en el ‘interior’ del país)” (2011: 263).

Es de gran valor el proyecto editorial que está llevando a cabo la colección dirigida por Jorge Dubatti, Colihue Teatro, no solo para la historiografía teatral argentina, sino también para el lector contemporáneo, que podrá hallar por fin obras de otro modo inhallables de uno de los autores más relevantes de la primera mitad del siglo XX, don Alberto Vacarezza.

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