Cárcel y Democracia: ¿una contradicción? El caso de la Escuela Media “Agustín Tosco” de la Unidad Penal Nº 39 de Ituzaingó
Autor/es: Marcelo Musante, Facundo Alonso, Antonella Dotti, Maximiliano Troisi
Sección: Investigaciones
Edición: 17
Introducción
Este trabajo fue elaborado para un encuentro colectivo cuya propuesta era repensar la democracia, con sus límites y tensiones, y nos llevó a plantearnos la discusión sobre un espacio donde los valores fundamentales del sistema democrático encuentran uno de sus talones de Aquiles: la cárcel.
Como grupo de investigación y como docentes, participamos de la Escuela Media Nº7 “Agustín Tosco” que funciona en la Unidad Penal Nº 39 de Ituzaingó. Por lo tanto, es desde este particular lugar de clausura de derechos (la cárcel) pero también de resistencia (la escuela), desde donde queremos plantear algunos ejes para el debate.
Y esta paradoja, de formar parte de un espacio donde se promueve la educación en clave de absoluta libertad de pensamiento y análisis crítico, pero que funciona en el marco del servicio penitenciario bonaerense, que es uno de los más cuestionados del país, va a plantear tensiones y disputas casi a diario.i
Un interno y estudiante nos echa un poco de luz sobre esta situación:
Es difícil la educación en contexto de encierro. Las rejas o las demoras para entrar y salir pueden parecer una película de terror para quienes vienen y van, pero eso es una mínima parte de la gran problemática interna.
La educación en contexto de encierro es la libertad para un hombre que padece enclaustro, pero el acceso a ella depende exclusivamente del Servicio Penitenciario.
De todas maneras, esto no sería un problema, si no fuera que se mezcla el criterio personal de cada guardia con lo que le corresponde por ley a un detenido.
Hago hincapié en esto, no sólo por padecer el rigor penitenciario, sino porque todo el mal que se le atribuye al cemento y a la reja es, en definitiva, lo que menos miedo produce.
Lo que reprime, hiere y disminuye las posibilidades de enriquecer con valores y conocimiento al hombre que se encuentra detenido, es ese factor humano que parece no a haberse dado cuenta que la dictadura militar terminó hace más de tres décadas.
Pero dejando de lado este aspecto, me parece importante discernir qué significa la educación para alguien que padece encierro.
Es una realidad que la educación libera. La escuela y la orientación cooperativista que tenemos, nos permite a los internos una mirada solidaria entre nosotros y con el medio.ii
Entonces, cuando se habla de cárcel, no se debe pensar en muros y rejas, sino en un sistema mucho más complejo que se sostiene sobre criterios de discrecionalidad, represión, violencia y negación de cualquier tipo de derechos.
Ciudadanos sin derechos
El sistema carcelario es uno de esos espacios donde los aires de la democracia rara vez logran entrar y, si lo hacen, es con muchas dificultades y limitaciones. Desde 1983 hasta aquí los diferentes gobiernos nacionales y provinciales, con sus diferentes signos y agendas políticas, no se propusieron dar una mirada crítica sobre el funcionamiento y el rol del sistema penitenciario. Una mirada que contenga al sujeto detenido como una persona que perdió por un lapso de tiempo la libertad pero no los derechos de acceso al trabajo, a la salud, ni a las condiciones de existencia digna.iii
Si bien hubo avances en términos de acceso a la educación en las cárceles, el derecho a la escuela muchas veces queda en manos de la decisión del personal penitenciario que lo utiliza como premio o castigo. Esto genera que, si bien la escuela tiene potestad absoluta sobre contenidos, actividades, etc., “el servicio” opera discrecionalmente sobre los cuerpos (a quiénes y en qué momento) al momento de tener que llevar a los alumnos desde los pabellones a las aulas.
Como contraparte, desde los grandes medios y las agendas políticas se prioriza constantemente en escena el qué hacer con los “índices de inseguridad” y como discurso consiguiente la necesidad de crear más cárceles, con cada vez más gente dentro. Ahí radica el marco teórico sobre el que se asienta la llamada “Ley Blumberg” que promovió el endurecimiento de las penas y la multiplicación de cárceles en la provincia de Buenos Aires. De allí también parten las constantes propuestas para la promoción de la pena de muerte, o bajar la edad de imputabilidad para aquellos adolescentes que cometieron delito.
Una vez que el detenido entra a la cárcel, la preocupación desaparece. Lo que pase del otro lado del muro no va a ser algo que incumba ni moleste al resto de la sociedad. Los detenidos dejan de ser sujetos públicos. En términos de Giorgio Agamben, se ingresa en un espacio de excepción donde la ley se suspende. Sólo queda el arbitrio del sistema penitenciario.
Son repetidas las veces que los estudiantes relatan los crueles métodos que se utilizan en las cárceles del sistema, de los que aquí sólo se enunciarán algunos, ya que ameritan la realización de un trabajo específico.
Traslados de personas de un penal a otro como forma de castigo: una persona puede ser enviada de Ituzaingó a Bahía Blanca en medio de la madrugada, sin dar aviso a su familia, con la consiguiente ruptura de lazos familiares. En muchos casos, las personas detenidas suelen ser trasladadas en camiones a lo largo de varios días consecutivos.
Simulación de tiros: el personal del servicio suele irrumpir en los pabellones gatillando a altas horas de la noche, gatillando sus armas y simulando que van a disparar.
Buzones: se envía a los sujetos que se quiere castigar a celdas más pequeñas, aisladas del resto, donde se restringen las comidas, la higiene, las visitas. Las ratas son una compañía constante.
El acceso a la salud es sumamente deficitario; los detenidos pueden pasar semanas solicitando una visita médica que, nuevamente, queda sujeta a la decisión del personal penitenciario. Si el guardia o director del penal no quiere, el detenido no puede acceder servicio de salud.
Comidas en malas condiciones, requisas violentas a las familias y formas de trabajo esclavo (dirigidos por el propio servicio penitenciario o en connivencia con empresas privadas), son otras de las maneras de maltrato constante que sufren las personas detenidasiv.
Espacio de resistencia: la escuela
Pero incluso en este marco existen formas de resistencia, resquicios desde donde se puede trabajar para no caer en la inmovilidad absoluta, en el “ya nada se puede hacer”.
Unos de esos espacios es la escuela “Agustín Tosco” que funciona dentro del penal.v Fue nombrada de esta manera por medio de un proceso de elección realizado en forma democrática entre alumnos, profesores y personal de la escuela.vi Tener ese nombre, el de uno de nuestros dirigentes gremiales más importantes, es un símbolo de identidad para todos los que integran la escuela.
En las clases, y en los pasillos de la escuela/pabellónvii florecen los aciertos, los errores, las pequeñas grandes victorias de una educación que se promueve dentro y fuera del aula, con espacios curriculares y extracurriculares que se van mezclando y retroalimentando.
Es así como aparecen tres proyectos comunicacionales: la revista La Astilla, la radio La Cautiva, y el taller de producción de cortos audiovisuales.viii A éstos se suman un sistema de biblioteca ambulanteix, diferentes publicaciones en sistema Braille para personas no videntes, un CD de cuentos prohibidos por la dictadura que son leídos por alumnos y por Nora Cortiñas, presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, talleres literarios, charlas debates y el programa “Jóvenes y Memoria” de la Comisión Provincial por la Memoria...
...desde donde se plantea la problematización de la educación en cárceles, las condiciones carcelarias (…) por eso acá, en el contexto de encierro, el contacto con la realidad hace que haya mucho más interés en el programa que el que se da en muchas escuelas del “afuera”. x
El ejercicio de la educación dentro de una cárcel obliga a un constante replanteo de propuestas y objetivos. Porque cada una de las iniciativas se desarrolla en conjunto con incertidumbres sobre el futuro que tienen los alumnos privados de su libertad. En las notas de “La Astilla”, aparecen reflexiones que expresan esta problemática: “tener antecedentes se transforma en una traba, en el impedimento fundamental para conseguir trabajo”.xi
Conseguir un trabajo para el “día después” va a ser una de las principales preocupaciones. Es una de las demandas (de las personas encerradas y de las organizaciones de DDHH) a un Estado que no tiene estrategias para incorporar a los ex detenidos en un sistema de trabajo formal.
La estigmatización de la desigualdad social va funcionar en un doble sentido, porque por un lado el mayor porcentaje de presos en nuestro país es de personas con bajos recursosxii, marginadas y excluidas, y cada vez que estos sujetos adquieran antecedentes penales las posibilidades de incorporación a un empleo formal serán igual a cero. ¿Cuál sería la supuesta propuesta de “re-inserción” para alguien que nunca estuvo “inserto”?
El mayor enemigo de los muchachos no son ni sus compañeros de pabellón celosos de sus estudios, ni el S.P.B. con sus golpes, sus castigos y su no “bajada” a la escuela, sino el afuera que excluye y margina sin dar un lugar en la sociedad tras los muros. xiii
El espacio de encierro asume su rol más cruel cuando produce exitosamente en las personas privadas de su libertad una sensación de acostumbramiento y desilusión. Es aquí donde la función del penal se ha cumplido: la internalización de la condición de “preso”. La situación pasa de ser extraordinaria a natural.
La escuela adquiere acá también un rol de activo. La posibilidad de convertir un lugar de encierro y opresión en una posibilidad de libertad. Como dicen algunos estudiantes:
...cuatro horas de libertad son la que paso en la escuela Agustín Tosco” xiv
Estar en la escuela es estar cerca de la calle, ya que acá no somos asesinos, ni ladrones, ni narcotraficantes, sino todos alumnos que quieren cambiar para no volver a cometer el mismo error. xv
La escuela se transforma en espacio de resistencia y lucha. Abre lo que se cierra y muestra lo que se oculta. En palabras de los estudiantes, “un camino”, “la única puerta abierta hacia la libertad”, la única forma de expresión sin represión. La libertad se ejercita desde la propia relación entre pares, ya que en la escuela el sujeto ya no queda asociado a su causa penal sino que todos se convierten en estudiantes.
Y el concepto de libertad también adquiere otro matiz en el contexto de encierro. La libertad va a estar relacionada con el “sentirse libre”. Según el texto de un interno: “...como sociedad no creamos que la inseguridad es la pérdida de bienes materiales, sino que lo verdaderamente inseguro es cuando logran que pensemos y actuemos como quiere el poder”.xvi
En esta frase, escrita para una nota por un alumno de tercer año, trasciende la reflexión de pensarse como sujetos de derecho y como parte de un colectivo en el que se intenta romper la base sobre la que se sostienen las prácticas del sistema penitenciario: el individualismo, la soledad, la violencia.
Ser por un rato parte de la sociedad (lazo que la cárcel intenta romper constantemente) se da en el marco de la participación en la escuela: “...el simple hecho de que nuestras notas lleguen a la gente para nosotros es un fragmento de libertad”.
Para finalizar y retomando las ideas sobre las que nació este artículo, nos interesa preguntarnos por los claros límites que encuentra la democracia en un contexto de encierro, pero sobre todo por nuestro rol como sujetos que estamos en el “afuera” y formamos parte de una organización que promueve el cooperativismo y la educación. Los muros están ahí. Tienen la función de hacer invisibles a los que sobran. Nosotros tenemos la obligación de hacernos esa pregunta clásica que mueve a la acción: ¿qué hacer?
La experiencia cooperativa en el plano educativo tal como se viene haciendo en la “Agustín Tosco” creemos que es una de las maneras. La experiencia del trabajo como una práctica solidaria y colectiva es otro de los ejes sobre los que se puede plantear la disputa dentro de un sistema que todavía tiene sus pies afirmados en el cemento del neoliberalismo.
Notas