Pedro Lemebel y la crónica urbana. Nuevas voces y miradas | Centro Cultural de la Cooperación

Pedro Lemebel y la crónica urbana. Nuevas voces y miradas

Autor/es: Maricruz Gareca

Sección: Investigaciones

Edición: 16

Español:

El presente artículo se propone abordar las crónicas del escritor y performer chileno Pedro Lemebel tomando como punto de partida el carácter transgresor de su escritura –tanto en el plano de lo discursivo como del mundo representado-  como también la manera en que configura una memoria alternativa, entendida ésta como resistencia y transgresión al olvido institucionalizado.


En los últimos años, la crónica pasó a convertirse, sin dudas, en la niña mimada de revistas digitales y blogs a lo largo y ancho de toda Latinoamérica. Publicaciones como Anfibia u Orsai en Argentina, Etiqueta negra en Perú, Gatopardo en Colombia, Marcapasos en Venezuela, Pie Izquierdo en Bolivia o Letras Libre en México –entre otras-, a las que se suman cientos de blogs dedicados al tema, son apenas una muestra del fenómeno que actualmente convoca a miles de cronistas cuyas historias abarcan una infinita y variada temática.

En una época signada por la vorágine informativa, en la que las noticias pierden su actualidad e interés vertiginosamente, la crónica aparece como una alternativa que permite “instaurar lo fugaz en la eternidad”, al mismo tiempo que da al cronista la posibilidad de experimentar con el lenguaje, apelando para ello a la infinidad de recursos que le ofrece el discurso literario. Este cruce entre lo periodístico y lo literario es, precisamente, lo que convierte a la crónica en un género particularmente atractivo, no solo para quienes ejercen el oficio de cronista, sino también para el público lector que, en los últimos tiempos, ha manifestado por ella una adhesión que casi roza el fanatismo.

La crónica, además de despertar interés por su estructura fronteriza y caleidoscópica, también resulta atractiva en virtud de la amplitud y variedad de temas que el cronista elige a la hora de investigar y escribir. Desde los sucesos más cotidianos en la vida de cualquier ser humano hasta las tragedias más devastadoras, pasando por los hechos más extraños y bizarros, todo es susceptible de convertirse en materia de un texto cronístico. Sin embargo, más allá de la heterogeneidad de temas, es posible observar un eje común que pareciera atravesar, sino a todas, a una inmensa mayoría de crónicas: lo “marginal”. Pero ¿qué debe entenderse por “marginal”? Por un lado, aquello que, ya sea de manera voluntaria o involuntaria, permanece al margen de las normas establecidas y, por el otro, aquello que se sitúa al costado de algo, generalmente los espacios urbanos. En este sentido, el cronista elige como protagonista de su relato a seres que, por diversas razones, se encuentran marginados y, por eso mismo, silenciados por los discursos hegemónicos. Casi a la manera de un testimonio, el cronista apuesta a este grupo excluido e ignorado por la sociedad y les cede no solo la mirada, sino también la voz.

El cronista y performer chileno Pedro Lemebel1 (Santiago de Chile, mediados de los 50) es, en este contexto, uno de los ejemplos más paradigmáticos, ya que muchas de sus crónicas se sumergen en el margen del margen, sobre todo al retratar el universo de la homosexualidad, el travestismo y el Sida. Asimismo, Lemebel se ocupa en sus relatos de aquellos personajes que, por su condición social, se ubican en la periferia de las grandes urbes, pero lo hace no desde una visión paternalista ni demagógica, sino desde un compromiso profundo con sus personajes. Ahora bien, cabe destacar que Lemebel, a diferencia de la mayoría de los cronistas, no habla desde afuera, sino que el mismo pertenece o proviene de esos universos de los que escribe; esto, sin dudas, no constituye un dato menor en tanto le brinda a su escritura una doble legitimidad y autenticidad que permite una mayor empatía con los personajes por parte del lector.

Pedro Lemebel, nuevas voces y nuevas miradas

Pedro Lemebel, en una entrevista realizada por Fernando Blanco y Juan Gelpi, brinda la respuesta cuando afirma:“Creo que pasé a la crónica en la urgencia periodística de la militancia. Fue un gesto político, hacer grafitti en el diario, ‘cuentar’, sacar cuentas sobre una realidad ausente, sumergida por el cambiante acontecer de la paranoia urbana”.2 El paso de la escritura de ficción a la escritura de crónicas no fue, entonces, para el escritor chileno, una decisión azarosa o producto del capricho. Al contrario, tuvo que ver con la necesidad de dar cuenta, al mismo tiempo que denunciar, las atrocidades cometidas por el régimen militar durante los diecisiete años que duró la dictadura pinochetista en Chile. Cabe aclarar, sin embargo, que Lemebel empezó a escribir y publicar sus crónicas a partir de los años 90, es decir, cuando ya la dictadura había finalizado y el Gobierno de la Concertación había empezado a dar sus primeros pasos en el proceso de transición democrática3.

Ahora bien, aunque las crónicas lemebelianas aparecieron con el inicio de la transición democrática, la militancia político/artística de Lemebel ya había comenzado a hacerse visible durante los años 80 cuando, junto a Francisco Casas, creó el colectivo de arteLas Yeguas del apocalipsis. Al respecto, Fernando Blanco –en su artículo “Comunicación política y memoria en la escritura de Pedro Lemebel”– expresa:

Por casi una década se mantendrían en el ojo del huracán como activistas insobornables en la resistencia estético-urbana de la ciudad sitiada/sidada de la dictadura, transformada progresivamente a través de los 17 años del régimen en filial macabra del capital trasnacional.4

Ambas instancias, es decir la visual y la escritural, terminaron por fundirse finalmente en las crónicas, muchas de las cuales recuperarían en sus páginas las múltiples intervenciones realizadas por las Yeguas del Apocalipsis. Por citar un ejemplo, en la crónica “La feria del libro en tres actos” – publicada en el Zanjón de la Aguada– Lemebel escribe:

Por ahí pasó Carmen Berenguer, Sergio Parra, Diamela Eltit, Raúl Zurita, hasta Nicanor Parra en el día de su cumpleaños, y las Yeguas del Apocalipsis le hicimos el regalo de mostrarle nuestros desnutridos culos tercermundistas.5

El cruce de la literatura al periodismo no significó para Lemebel, sin embargo, el abandono de la ficción. Al igual que los poetas modernistas, el cronista chileno se vale de los recursos de la literatura para redactar sus crónicas, convirtiéndolas en auténticas obras de arte. Más aun, la opción de la crónica en detrimento de la novela o el cuento –géneros en los que había incursionado Lemebel hasta principios de los 90– obedece más a una decisión ética que estética, en tanto considera a la literatura escrita a partir de esa época –salvo contadas excepciones– un discurso muy poco comprometido con la realidad más inmediata: la post-dictadura y la emergencia del neo-liberalismo:

Tal vez fue la crónica el gesto escritural que adopté porque no tenía la hipocresía ficcional de la literatura que se estaba haciendo en ese momento. Esa inventiva narrativa operaba en algunos casos como borrón y cuenta nueva. Especialmente en los escritores del neoliberalismo. Ese mercado, esa foto familiar de la cursilería novelada. El Chile novelado por el whisky y la coca del status triunfalista. Un país descabezado, sin memoria, expuesto para la contemplación del rating económico.6

Ahora bien, la militancia de Pedro Lemebel es, al mismo tiempo que política, sexual. En este sentido, el escritor no sólo no va a renegar de su condición homosexual, sino que al contrario la reivindica haciendo de ella un verdadero manifiesto. De hecho, en una intervención que hizo durante un acto político de la izquierda en septiembre de 1986, Lemebel leyó un “Manifiesto” donde da cuenta, precisamente, de su militancia político-sexual. En el texto -publicado luego en Loco afán- Lemebel escribe:

No soy Pasolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor7

Más adelante, expresa:

Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer.8

Esta doble militancia política y sexual adquiere a lo largo de la producción lemebeliana una importancia fundamental, al punto que casi la totalidad de las crónicas toma como eje básico esta cuestión, aunque no siempre de manera simultánea. Por ejemplo, en De perlas y cicatrices, la militancia política ocupa un alto porcentaje, al punto de dedicarle al tema diversos capítulos: “Sombrío fosforecer”, “Dulce veleidad”, “Sufro al pensar” y “Relicario”; este último, a diferencia del resto, no contiene crónicas, sino fotografías que recuperan personajes y espacios diseminados a lo largo del libro, convirtiendo este apartado en un relato visual que refuerza lo narrado a través de la escritura. En el primero, titulado “Sombrío fosforecer”, el cronista denuncia a los personajes vinculados con la dictadura pinochetista, desde los militares hasta los civiles que actuaron como cómplices del régimen: artistas, escritores, curas, políticos, etc. Estas crónicas aparecen unidas bajo un mismo y más que significativo epígrafe sacado de la película Mississippi en Llamas: “Esta lata de gusanos se abre desde adentro”. Como contracara de este apartado, el capítulo titulado “Sufro al pensar” –esta vez con un poema de Néstor Perlongher como epígrafe– se enfoca ya no en los victimarios, sino en las victimas de la dictadura. En estas crónicas la mirada del cronista toma otra dirección, se conmueve, se sensibiliza pero no por eso abandona toda forma de denuncia ante los atropellos del régimen militar. Al contrario, estos textos se erigen como testimonio de las atrocidades cometidas durante estos años, haciendo visibles los cuerpos torturados por la violencia dictatorial, pero también permitiendo oír las voces acalladas por la censura y la represión.

La militancia sexual, por otra parte, se deja ver sobre todo en Loco afán, cuyo subtítulo, “crónicas de sidario”, sitúa ya al lector en la problemática del sida y la homosexualidad. Esto último se torna más explícito en el epígrafe que da inicio al libro, donde se puede leer: “La plaga nos llegó como una nueva forma de colonización por el contagio. Reemplazó nuestras plumas por jeringas, y el sol por la gota congelada de la luna en el sidario”.9 La relación entre homosexualidad y VIH, sin embargo, cobra real sentido a partir de la lectura de la primera crónica – “La noche de los visones (o la última fiesta de la Unidad Popular)”- en la que se perfilan los personajes que van a protagonizar los relatos del libro.

Conclusiones

A partir de lo expuesto en estas breves páginas, me interesó brindar un pequeño panorama a través del cual sea posible afirmar por qué Pedro Lemebel se presenta como un cronista particular y único. Su doble militancia política-sexual, al mismo tiempo que su pertenencia al mundo que describen sus crónicas, lo convierten en un escritor que va más allá del deseo por contar una historia, ya que pretende generar en el lector un mayor compromiso frente a lo que está leyendo; el mismo compromiso que él mantuvo y sigue manteniendo con aquellos seres silenciados, ignorados y maltratados tanto por las dictaduras militares, como por las políticas económicas liberales que aquellas generaron y supieron heredar.


Bibliografía

  • LLANOS, Bernardita y otros, Reinas de este cielo. Modernidad y autoridad en la obra de Pedro Lemebel, Fernando Blanco
  • LEMEBEL, Pedro, De perlas y cicatrices, Santiago: LOM, 1998.
  • -------------------, Loco afán, Barcelona. 2000.

Notas

1 Nacido en Santiago de Chile a mediados de los años 50, Pedro Lemebel es escritor, artista visual y un militante comprometido con su realidad. En 1987, crea junto a Francisco Casas el colectivo de arte Yeguas del Apocalipsis que incluyó trabajos de fotografía, video, performance e instalación. Como cronista, difundió sus textos en diversos medios de comunicación –revistas y periódicos- tanto nacionales como extranjeros, siendo éstos recopilados y publicados posteriormente en los siguientes libros: La esquina es mi corazón, De perlas y cicatrices (1995), Loco afán, Zanjón de la Aguada, Adiós mariquita linda, Bésame forastero y Serenata cafiola. Asimismo, se desempeñó en radio a través de un programa de crónicas llamado Cancionero en Radio Tierra (Santiago de Chile). Actualmente, escribe como columnista en el diario La Nación de Chile, donde publica crónicas en su edición dominical.
2 Lemebel en Blanco F., 2004, p. 151.
3 El propio Lemebel lo cuenta en la entrevista ya citada: “La crónica fue un desdoblamiento escritural que se gestó cuando los medios periodísticos opositores me dieron cabida en el año 90” (Ibídem; el subrayado es mío).
4 Blanco, 2004, p. 45.
5 Lemebel, 2004, p. 292.
6 Lemebel en Blanco, op. cit., p. 151.
7 Lemebel, 2000, p. 93.
8 Ibídem, p. 96.
9 Ibídem.

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