Frente a la crisis internacional nuevos lenguajes y nuevos sujetos en América Latina | Centro Cultural de la Cooperación

Frente a la crisis internacional nuevos lenguajes y nuevos sujetos en América Latina

Autor/es: Sylvia Valdés

Sección: Investigaciones

Edición: 16

Español:

La crisis actual, más violenta que la de 1929, pero no la más generalizada, ¿puede ser vista como el anuncio del fin de una época, es decir, como la culminación de un sistema de acumulación capitalista que ha llegado a su límite? Esta crisis ha hecho surgir una realidad nueva en el panorama internacional: los países en desarrollo, especialmente los de Asia, pero también los de América del Sur (salvo los que tienen TLC con USA) han sufrido menos sus embates, gracias a una transmutación de la política económica de gobiernos progresistas que algunos califican de socialismo del siglo XXI.
Por su amplitud y su aspecto inédito la crisis actual puede ser calificada de crisis orgánica, según la definición de Antonio Gramsci.
En forma paralela a la crisis económica se ha desatado una crisis climática de consecuencias gravísimas que tiene el mismo origen que la crisis económica: la depredación capitalista.
Los emprendimientos intelectuales, políticos y sociales que han marcado recientemente una transformación de la realidad latinoamericana marcan la irrupción de una novedad en las reglas de la sociedad y del discurso político que está relacionada con una nueva formulación de la ética que vincula a gran parte de estos países en un programa conjunto de integración que implica mejores niveles de vida en materia de salud, cultura y educación para los pueblos de la región. Sin embargo, los medios de comunicación monopólicos, gigantescas empresas capitalistas vinculadas al pensamiento hegemónico, desconocen esta realidad.


La crisis actual, más violenta que la de 1929, pero no la más generalizada, ¿puede ser vista como el anuncio del fin de una época, es decir, como la culminación de un sistema de acumulación capitalista que ha llegado a su límite? Mariano Ciafardini en su libro Globalización tercera y última etapa del capitalismo dice que sí, pero no todos tienen la misma mirada optimista de crisis final del capitalismo. Lo cierto es que esta crisis ha hecho surgir una realidad nueva en el panorama internacional: los países en desarrollo, especialmente los de Asia, pero también los de América del Sur (salvo los que tienen TLC con USA) han sufrido menos sus embates, gracias a una transmutación de la política económica de gobiernos progresistas, que han desoído las recetas neoliberales del FMI y han adoptado modelos de distribución que algunos califican de socialismo del siglo XXI.

Casi el 55% del crecimiento de la producción mundial de la última década ha tenido como protagonistas a los países emergentes y el 40% se ha producido en los países del BRIC que, según se predice, dominarán la economía mundial en el 2050.

A pesar de esta realidad evidente se sigue comparando esta crisis con la del 29, que golpeó con fuerza a los países dependientes y en la que se tomaron medidas contra cíclicas reales como el New Deal de Roosevelt que implicaba mecanismos productivos de tipo keynesiano en vez de los actuales salvatajes a los bancos que lo único que hacen es aportar sumas cada vez más gigantescas de dinero a la especulación.

¿A qué crisis se parece la crisis actual?

En realidad quizás es más oportuno comparar la crisis actual con la de 1873 a la que Scott Reynolds Nelson llama “La Real Gran Depresión” (The Real Great Depression, The Cronichle of Higher Education Washington, octubre 2008). Desencadenada en Europa, que era entonces el centro del capitalismo, se propaga a los Estados Unidos y dura seis años. Su origen fue la especulación inmobiliaria que comienza en 1870 en el imperio austro-húngaro, en Alemania y en Francia, países que emitieron sin reserva préstamos hipotecarios de gran riesgo. La crisis se extiende a U.S.A y alcanza a las empresas ferroviarias que transportaban capitales como la “West Fargo”. Esta crisis es la que marca el fin del capitalismo competitivo y el comienzo del imperialismo, definido por Lenin en su célebre obra de 1916: El imperialismo estadio supremo del capitalismo. El significado del término imperialismo utilizado por Lenin es la del capitalismo como sistema global de acumulación dominado por el capital financiero y las grandes empresas luchando por la conquista del mercado mundial y de las fuentes de aprovisionamiento. En esa nueva realidad, los pequeños y los grandes estados forman, como dice Lenin: los eslabones de la cadena del capital financiero que se erige como una oligarquía financiera parasitaria que ejerce una hegemonía sobre toda la estructura del capital.

Estos propósitos formulados hace casi 100 años son de una actualidad sorprendente. Es preciso señalar que estas categorías ya estaban presentes 50 años antes en los escritos de Marx y Engels, especialmente en La ideología alemana (1845-46) y en El Manifiesto del Partido Comunista (1848). La comprensión de la naturaleza del capital financiero consignada ya en estos textos se explica con especial claridad en el Libro III de El Capital. (Ese Libro III fue publicado en 1894 por Engels, a partir de los textos de Marx después de su muerte). Esos conceptos son fundamentales para la apreciación de los desarrollos actuales de la hipertrofia financiera. En el capítulo XIX de El Capital, denominado “El Capital financiero”, Marx describe este tipo de “capital como una fracción bajo la forma de capital-dinero o capital de préstamo surgida de la acumulación real pero separada del capital total (industrial o comercial) que se ha vuelto autónoma”1.

Una parte del producto de la acumulación, escribe Marx:

(...) se cristaliza y se vuelve autónomo bajo forma de interés de manera que la clase de los capitalistas financieros se opone a los capitalistas industriales como una categoría particular de capitalistas, el capital financiero como una suerte de capital autónomo y el interés como la forma independiente de la plus valía que corresponde a ese capital específico.2

Marx define al tipo de capital financiero derivado de las acciones, los títulos y las obligaciones emitidas por las empresas y los bancos como capital ficticio. Este capital que se supone representa al capital real pero que se ha vuelto autónomo opera de manera paradójica, Marx escribe “incluso una acumulación de deudas llega a pasar por ser una acumulación de capital”.3

En efecto la historia del capitalismo puede resumirse fácilmente en tres etapas: el capitalismo comercial que aparece en la Baja Edad Media de la mano de una nueva clase social: la burguesía; el capitalismo industrial que surge con la revolución industrial del siglo XVII; y el capitalismo financiero del siglo XVIII y XIX, al que se le ha abierto ahora, con la implementación de políticas neoliberales, un espacio de valoración planetaria y posee, como jamás antes, una fuerza impersonal orientada exclusivamente hacia su autovaloración lo cual implica una indiferencia radical hacia los problemas sociales y ecológicos.

La crisis financiera internacional desatada en el 2007/2008 puso al descubierto el sistema mortífero y los métodos de este capitalismo orientado exclusivamente a la valoración ilimitada del dinero. Las entidades financieras, frente a la insolvencia de sus deudores de la clase empresaria, que ha sufrido la contracción de la producción por falta de demanda, decide extender el crédito a las clases medias, lo cual lleva al endeudamiento crónico de los grupos familiares y genera demanda de bienes en el corto plazo, así como la competencia en el sector empresario para captar esa demanda.

Marx señalaba que

(...) cuando todo va bien la competencia juega el rol de amiga de la clase capitalista. Esta se reparte el botín común en forma proporcional a la capacidad de oferta de cada uno. Pero desde que ya no se trata de repartir beneficios sino pérdidas, cada uno trata de reducir su cuota-parte y hacerla recaer en las espaldas del vecino. De esa manera la fuerza y astucia de la competencia se transforma en combate entre hermanos enemigos4.

Esto es lo que ocurre ahora en la Unión Europea donde la crisis parece imposible de superar y donde se penaliza a los países más pobres del grupo, Irlanda, Portugal, España, Italia y especialmente a Grecia que, luego de la renuncia de Papandreu, será gobernada por el ex vicepresidente del Banco Central Europeo desde el 2002 al 2010, Lucas Papademos, portavoz del neoliberalismo, quien fuera director del Banco Central de Grecia entre el 1994 y el 2002 y el arquitecto de la entrada de Grecia en la Unión Europea. Con la asunción de este Primer Ministro, son los medios financieros y los países del directorio de la UE quienes gobiernan a Grecia con el desprecio de todo mandato popular lo que puede considerarse “un golpe de estado blanco” (así lo llama Sthatis Kouvelakis, profesor de filosofía política del King’s College de la Universidad de Londres ver Contretemps Grèce: coup d’Etat européen face au soulevement populair 17/11/2011).

La situación de Grecia y de Italia, después de la asunción de Mario Monti, ex funcionario de Goldman Sachs, recuerda las afirmaciones de Marx en La lucha de clases en Francia, en realidad en la actualidad toda Europa se ha convertido en “el reino de una fracción de la burguesía. la aristocracia financiera” Marx agregaba algo que suena extrañamente actual:

El endeudamiento del Estado era de un interés directo para la fracción de la burguesía en el poder (…) De hecho el déficit del Estado era el objeto mismo de su especulación y de su enriquecimiento (…) Cada nuevo préstamo al Estado ofrecía a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar al Estado que, mantenido artificialmente al borde de la bancarrota era obligado a negociar con sus banqueros en las condiciones más desfavorables5.

El triunfo de la derecha en Grecia, después de las elecciones del 17 de junio del 2012, da cuenta de la intensa campaña de terror desencadenada por los medios de comunicación. Aunque según la ciencia política clásica SYRIZA (izquierda unida fue el gran ganador de estas elecciones, pasando del 4,5% de los votos en 2009 al 27% en estas últimas elecciones, lo cierto es que el país será gobernado por la coalición de derecha, la Nueva Democracia liderada por Antoni Samaras, más el Pasok de Evangelos Venizelos y la izquierda democrática de Fotis Kouvelis, con esta coalición el país deberá seguir rindiendo tributo al Fondo Monetario Internacional y muy pronto recibirá la visita de los “hombres de negro”, que vendrán a ver si las medidas de austeridad que han desatado la pobreza en la mitad de la población y la ola de suicidios más importante de la pos guerra mundial se cumplen tal como lo ordena Ángela Merkel y sus secuaces de la eurobanca.

La profundización de la crisis política y el capital ficticio

Por su amplitud y su aspecto inédito, la crisis actual puede ser calificada de crisis orgánica, según la definición de Antonio Gramsci. El aumento y la generalización de las protestas populares en los países de la UE revela una ruptura entre los grupos sociales y sus formas de representación partidaria y se traduce por “el pasaje de estos grupos de la pasividad política a una forma de actividad y de reivindicación que en su unidad no-orgánica constituye una revolución”. Esta crisis, prosigue Gramsci, “se transforma en una crisis de poder y esto es exactamente una crisis hegemónica o crisis del Estado en su conjunto”6.

Confrontado a una situación de crisis generalizada, el sistema político tiende a autonomizarse de las relaciones de representación y de los sistemas de alternancia parlamentaria. Gramsci hablaba de la tendencia al bonapartismo o al cesarismo que pudieron imponerse incluso sin César, sin personalidad heroica y representativa. En un régimen parlamentario, estas soluciones toman la forma de “gran coalición” que ligan de manera directa los intereses económicos y sectoriales de las clases dominantes con fracciones del personal político desvinculado de sus lazos partidarios para transformarse en aliados del capital financiero7. Esto es lo que ha ocurrido en Grecia, donde en la nueva coalición gobernante el socialismo se alió con la derecha del partido Nueva Democracia e incluso con el LAOS de extrema derecha que, con esta coalición, por primera vez desde la caída de la dictadura de los coroneles en 1974, ha conseguido un ministerio.

Las máscaras han caído y la UE tanto como los Estados Unidos de Norteamérica aparecen como lo que son, empresas neocoloniales, una amenaza mortal para las reglas democráticas más elementales y cómplices declarados de la banca y el capital financiero. La UE, conducida por un directorio franco-alemán que responde a los intereses de las finanzas ha desencadenado en Europa una ola de desocupación y pobreza.

Siguiendo las leyes del capital financiero, cuando el endeudamiento de las familias resultó un mecanismo reducido para resolver el problema de escasez de demanda de las empresas, los bancos recurrieron a un sistema para encubrir de manera redituable sus pérdidas: la titularización o creación de capital ficticio. Marx habló de esta “duplicata del capital real a través de pedazos de papel, como si un certificado de carga pudiera tener el mismo valor que la carga misma en forma simultánea8.

Varios hechos marcaron el dominio progresivo del capitalismo financiero y la hipertrofia de las finanzas:

  1. el abandono en 1971 de las paridades fijas de las monedas establecida en Bretton Woods en 1945.
  2. el monetarismo neoconservador de Reagan y Tatcher en 1979-1981 que liberalizó las tasas de interés y los movimientos de capitales.
  3. la titularización masiva de los activos bancarios a partir de 1990 con la emergencia de un “sistema bancario de las sombras”, es decir, fondos especulativos y fondos privados que escapan a toda regulación.

La crisis climática derivada de la crisis económica

El problema de la crisis climática azota al mundo entero con consecuencias gravísimas, a las que se añaden los efectos de la crisis alimentaria provocada de forma directa por las políticas comerciales que los países llamados centrales han puesto en práctica desde hace 20 años con la difusión del modelo económico neoliberal.

La conjunción entre la crisis económica mundial y la progresión de la crisis climática no es fortuita. Sus orígenes son los mismos: la naturaleza y las formas de producción capitalista.

La sobreproducción originada en una carrera sin fin hacia la obtención de beneficios se combinó, por un lado, con una emisión de títulos que configuraron sumas gigantescas de capital ficticio. Por otro lado, esa misma carrera hacia una capitalización sin fin estuvo acompañada por macro emisiones de CO2 sin ningún control (ya que una medida de esta naturaleza hubiera significado una leve inversión y, por lo tanto, reducción de ingresos) que determinaron el cambio climático y sus efectos ecológicos desastrosos.

Si bien se han dado grandes pasos hacia la comprensión de la crisis económica en tanto crisis de sobreproducción, sobreacumulación, de titularización y creación de capitales ficticios, no se han señalado suficientemente las conexiones, los efectos y los alcances que ella tiene en relación al agotamiento de los recursos naturales del planeta. En realidad, el movimiento de acumulación capitalista cuyo motor es la valorización sin fin y sin límites del capital conduce simultáneamente a:

  1. La sobreacumulación derivada de la sobreinversión en el terreno exclusivo de la capitalización económico-financiera.
  2. El derroche de recursos no renovables que es consubstancial con el capitalismo neoliberal y su vocación de ahorro.

El sistema mortífero engendrado por la valoración ilimitada del dinero y el descuido del sistema ecológico ha sido encarado a partir de 1990 por expertos en los efectos del cambio climático agrupados en el (GIEC), quienes esbozaron una serie de previsiones que auguraban el agotamiento de los recursos planetarios si no se encaraban seriamente los problemas ambientales. Estos augurios no han sido desmentidos pero sí vastamente ignorados. La gravedad de los vaticinios de los expertos del GIEC llevaron a la ONU a convocar, en 1992, una convención permanente sobre cambio climático que recién entró en vigor en 1994. Cada informe posterior del GIEC no ha hecho más que confirmar las conclusiones precedentes y demostrar que la indiferencia frente al problema no ha hecho más que acelerar los procesos. A pesar de las advertencias relativas, especialmente, a la desaparición de los glaciares andinos y africanos, y a los hielos árticos y antárticos, ninguna medida de importancia ha sido tomada por los gobiernos y aun menos por los grupos industriales y financieros directamente responsables de esta situación derivada de las decisiones económicas acerca del consumo de energía y su comercialización.

Es preciso recordar que los grupos que comercializan y distribuyen la energía son transnacionales, que desde hace 30 años son además y sobre todo entidades financieras, grandes bancos, empresas de seguros y fondos de pensión y capitalización.

Este proceso estuvo acompañado de la utilización hasta el agotamiento de los recursos naturales no renovables como la destrucción de las selvas amazónicas, africanas y las del archipiélago de Indonesia y la extensión creciente de cultivos, como los de soja, que destruyen el suelo.

Por otra parte, el empleo creciente de maquinarias agrícolas y de agrofertilizantes de alto poder han generado la supresión de la mano de obra y, en consecuencia, un incremento de la pobreza. La siembra simultánea de granos altamente redituables como la soja, junto con las enfermedades producidas por los agroquímicos y la miseria derivada de la supresión de mano de obra han generado una polarización social creciente y un aumento considerable de la indigencia a escala internacional en aquellos países sometidos a la lógica de las recetas neoliberales del FMI sostenido y orientado por las políticas transnacionales de estas empresas.

Frente a la realidad de esta urgencia ecológica algunas expresiones políticas deben ser repensadas:

  1. en primer lugar, la vocación socialista de algunos gobiernos latinoamericanos, especialmente el de Bolivia, debería ser calificada de ecosocialista, ya que las preocupaciones del respeto a la naturaleza están allí planteadas en primer plano.
  2. Es preciso recordar que en el momento de la creación de las cooperativas agrarias cubanas se tuvieron muy en cuenta los conceptos de Marx acerca de los productores asociados y su relación con la naturaleza.

En efecto, en uno de los últimos capítulos de El Capital Marx abre “a los hombres socializados transformados en productores asociados” la perspectiva de “combinar racionalmente y de controlar sus intercambios con la naturaleza, de manera de realizar el menor desgaste de esos recursos y en las condiciones más dignas y más conformes a la naturaleza humana”.

Divididos entre su condición de productores y consumidores, los ciudadanos, privados por el sistema de toda instancia susceptible de ayudarlos a comprender su experiencia social deben asumir sus relaciones con la sociedad y procurar transformarse en productores asociados agrupados en estructuras cooperativas capaces de equilibrar sus relaciones con el entorno natural a través de una racionalidad colectiva.

Es importante destacar que es fundamental que los grupos progresistas de toda Latinoamérica impulsen a sus gobiernos a transformar el to big to fail que ha sido la consigna del FMI para salvar a los bancos en detrimento de los pueblos con sumas astronómicas, en un demasiado grande para ser privado to big to be private, e impulsar a los estados latinoamericanos a nacionalizar y/o cooperativizar la banca y las empresas monopólicas del sector privado: medios de información, establecimientos rurales, empresas automotrices, metalúrgicas etc. Venezuela y Bolivia ya han emprendido una acción interesante en este sentido, profundizar y generalizar esta política en el resto de América Latina debe ser nuestra meta.

El rol de los medios de comunicación hegemónicos

Los emprendimientos intelectuales, políticos y sociales que han marcado recientemente una transformación de la realidad latinoamericana marcan la irrupción de una novedad en las reglas de la sociedad y del discurso político. Esta novedad está relacionada con una nueva formulación de la ética que vincula a gran parte de estos países en un programa conjunto de integración que implica mejores niveles de vida en materia de salud, cultura y educación para los pueblos de la región. Sin embargo, los medios de comunicación monopólicos, vinculados al pensamiento hegemónico impuesto por los imperialismos de turno, se resisten a dar cuenta de esta nueva realidad porque constituyen, ellos mismos, las más poderosas empresas capitalistas que han pretendido y pretenden manejar a los gobiernos y a los pueblos.

El capitalismo introdujo en el campo de la cultura su caballo de Troya: la cultura de masas. Y dentro de ella, los medios masivos de comunicación (de holdings privados) son los que definen no sólo los límites y pautas del campo cultural, sino también los significados. Es impactante invasión audiovisual, que no somete ni obliga, sino que seduce y persuade. En algunos países se dice que “lo que no pasa por los medios, no pasa por la política”. Guy Debord describió el fenómeno en lo que tituló La sociedad del espectáculo.

Los progresos de la integración latinoamericana

Cada vez que se habla de integración vuelven a surgir los nombres de San Martín, de Bolívar o de Artigas; pero muchas veces faltan los conceptos para sedimentar la consolidación de un bloque regional, en especial, en el campo de la cultura. El relato pos-colonial que perduró hasta el siglo XX (y sigue vigente para los agentes del neoliberalismo) nos presentaba como países irremediablemente subordinados a los centros internacionales de poder; esta idea fue reafirmada por la prédica de los medios de comunicación, locales o internacionales. La nueva situación de la región en materia político-económica, sustentada en la conducción progresista de gobiernos que han logrado capear las embestidas de la crisis internacional, permite tomar conciencia de una situación favorable para la integración regional y dar pasos trascendentes en ese sentido. En los organismos de integración entre estados hay dos cuestiones básicas que marcan su índole. La primera es si se trata de una integración entre iguales o entre potencias y países subordinados; las integraciones del Mercosur, de la Comunidad Andina, de Unasur y de la Celac son entre iguales.

La segunda cuestión es si prevalece la política o el comercio; un organismo integrado por presidentes es de naturaleza política.

El Mercosur que en sus inicios fue simplemente una herramienta del libre comercio se ha ido transformando, gracias a los gobiernos progresistas de los cuatro países que lo integran, en un foro de debate de los problemas de la sociedad civil y en una herramienta de transformación positiva de la realidad social.

En la última cumbre del Mercosur realizada en Mendoza se decidió excluir al Paraguay, a causa del reciente golpe de Estado que destituyó al presidente Lugo, dado que el estatuto de la institución tiene una cláusula que excluye de la misma a los gobernantes de facto. Esta exclusión de Paraguay, cuyo parlamento impedía la entrada de Venezuela en el Mercosur, posibilitó la inclusión de Venezuela que es ahora miembro pleno del bloque regional.

La Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) que surgió oficialmente el 14 de diciembre de 2004 ha sido un importante mecanismo de consolidación de libertades regionales. La Unasur, cuyo tratado constitutivo se firmó el 23 de mayo del 2008 en la ciudad de Brasilia, ha significado un avance sustancial en las relaciones Norte-Sur en América, especialmente desde que se estructuró y oficializó la creación del Banco del Sur, cuya acta de constitución fue suscripta por Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay Uruguay y Venezuela. La reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) realizada en Caracas el 2 y 3 de diciembre del 2011 marcó un hito fundamental ya que, por primera vez, se consolida en América Latina un organismo internacional libre de la participación y la tutela de EEUU y de Canadá.

La CELAC, hacia una integración de América del Sur y el Caribe

La CELAC, cuya constitución obedece a la necesidad de crear un foro que politice la solución de los problemas de América Latina y el Caribe sigue una de las premisas de la izquierda que, por otra parte, adoptó el ex presidente Néstor Kirchner, quien sostenía que los problemas no tienen soluciones técnicas, sino políticas. Esto lo dijo en su discurso la presidenta de Brasil, Dilma Roussef, quien señaló que se estaba creando un espacio para estructurar programas políticos, y afirmó que llegó la oportunidad de politizar el proyecto de integración. La constitución de este nuevo organismo tuvo una repercusión reducida en los medios de difusión hegemónicos y su importancia fue minimizada, por eso vale la pena subrayar su importancia fundamental.

El 2 y 3 de diciembre de 2011, como se dijo anteriormente, se realizó la Primera Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que reúne a 33 países de la región; es decir, todos los americanos menos Estados Unidos y Canadá. Se trata de un espacio geopolítico de importancia mundial. Tiene un territorio de 2.041 millones de km2, 590 millones de habitantes y un Producto Interno Bruto por habitante de 8.300 dólares.

En las deliberaciones se aprobaron la Declaración de Caracas, el Plan de Acción y el procedimiento para el funcionamiento orgánico de la CELAC; solamente quedó para resolver más adelante un punto acerca del sistema de toma de decisiones (si se adoptarán por consenso o por votación, y en este caso si se requerirán mayorías especiales). Se resolvió la constitución de una troika que dirigirá las actividades, que durante 2012 presidirá Chile, que organizará la reunión principal del año próximo, secundado por Venezuela (que estuvo a cargo de la reunión de 2011) y Cuba que preparará la de 2013; es un sistema análogo al del G-20.

Los discursos de los presidentes latinoamericanos y del Caribe marcan la futura orientación de la CELAC. En particular, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner señaló los temas fundamentales: la soberanía nacional –en especial en el caso de Malvinas–, la crisis financiera internacional, la integración física, el comercio intralatinoamericano, la lucha contra el narcotráfico, la necesidad de instrumentar y ejecutar políticas y medidas concretas y activas. “Mercosur, Unasur y Celac son como un anillo pequeño que se va abriendo en grandes círculos.”

No es casual que el texto de adhesión del presidente Chávez a la asunción presidencial de Cristina Fernández dijera: “…con tu querida presencia volviste a reafirmar tu condición de adalid y forjadora de la unidad y la integración latinoamericana”.

La Celac tiene atribuciones muy amplias y forma parte de un nuevo sistema de integración latinoamericano. En cierto modo, se continúan las dos orientaciones históricas antagónicas. La primera tiende a la independencia e integración regional, cuya primera manifestación fue el Congreso de Panamá convocado por Bolívar en 1826. La otra posibilidad es aceptar la hegemonía de Estados Unidos, cuyos intentos remontan a la Primer Conferencia de la Unión Panamericana de 1889. En los hechos, la orientación pro Estados Unidos está representada por la OEA y la Junta Interamericana de Defensa, y no es hegemónica gracias a la frustración del ALCA. La posición de independencia regional que ahora predomina es la defendida en el plano político por la Unasur y la Celac, y en el financiero por el Banco del Sur. La aparición reciente de estas instituciones es la consecuencia de los regímenes políticos de signo nacional y popular que predominan en la región, de los cuales es un ejemplo de unidad político social la nueva conformación del Mercosur.


Notas

1 Marx, Karl. Le Capital, Libro III, París, Editions Sociales, 1969, p. 324.
2 Ibídem, Libro III, tomo 2, pp. 41-42.
3 Ibídem, p. 55.
4 Ibídem, Libro III, cap. XV, p. 265.
5 Marx, Karl. Las luchas de clases en Francia, París, Gallimard, 2002, pp. 11 y 12.
6 Gramsci, Antonio. Cuadernos de la cárcel, Nº 13, París, Gallimard, 1978.
7 Gramsci, Antonio. Cuadernos de la cárcel, 10-11-12, París, Gallimar, 1978.
8 Marx, Karl. “Los componentes del capital bancario”, en El Capital, ed. cit., Libro III, cap. XXIX.

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