“Poesía ante la incertidumbre: antología de nuevos poetas en español”. Jorge Galán, et al. Buenos Aires, El suri porfiado, 2011. | Centro Cultural de la Cooperación

“Poesía ante la incertidumbre: antología de nuevos poetas en español”. Jorge Galán, et al. Buenos Aires, El suri porfiado, 2011.

Autor/es: Ana María Ramb

Sección: Comentarios

Edición: 13


"Poesía ante la incertidumbre: antología de nuevos poetas en español". Jorge Galán, Raquel Lanseros, Federico Díaz-Granados, Carlos J. Aldazábal, Ana Wajszczuk, Damsi Figueroa, Daniel Rodríguez Moya, José Carlos Yrigoyen, Francisco Ruiz Udiel, Fernando Valverde, Andrea Cote, Alí Calderón. Buenos Aires, El suri porfiado ediciones, 2011.

Reseña por Ana María Ramb

El prólogo de esta antología tiene el carácter de un manifiesto. Y como todo manifiesto que se precie de tal, enarbola signos de disconformidad. Hay en la historia de la literatura antecedentes de ilustres rebeldías, como el Manifiesto Romántico en contra del Clasicismo imperante, presente en los prólogos al Cromwell y al Hernani de Víctor Hugo. O como el Primer Manifiesto del Surrealismo de André Bretón, aparecido en 1924 junto con el primer número de La Revolution Surrealiste (“No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación”).

En nuestro campo intelectual, se recuerdan los primeros editoriales de El pan duro, donde se nucleaban poetas del fuste de Juan Gelman, Navalesi, Harispe, Negro, Bignozzi, Ditaranto, Mase, Silvain, Hierba; hablaban ellos de un propósito todavía no definido: “Balbuceo de un puñado de jóvenes que ‘además escribían’ y que ensayaban un acercamiento, un juntar fuerzas, un sentir a alguien cerca de uno, a alguien que también crea que la poesía es un artículo de primera necesidad como el pan y el fusil”. Debemos mencionar también las primeras ediciones o “Informes” de El Barrilete, revista fundada por Roberto Santoro, a quien se sumaban Ramón Plaza, Horacio Salas, Marcos Silber, Daniel Barros, Carlos Patiño, Rafael Alberto Vásquez, Martín Campos; y siguen las firmas. En los dos últimos números, en línea con el Nº 13 (y aquí es donde desde la revista se habla de una segunda época), hay una radical toma de posición, acorde a un período de mayor convulsión política en nuestro país. Ambos grupos florecieron en los 60, y habían elegido inscribirse en una poética donde el compromiso social no rebajaba, sino más bien obraba como estímulo de la mayor exigencia en lo estético.

El mayor compromiso de los autores de Poesía ante la incertidumbre es con la palabra, sus sentidos y poderes. No quieren transitar el callejón sin salida del nihilismo gratuito; intuyen que se impone pasar a una actitud ofensiva, y a la vez, constructiva, quizá “por prepotencia de trabajo”, como predicaba Roberto Arlt. Y se plantean de inicio una opción de hierro. Por una parte, se le abre a cada uno la tentadora posibilidad de abrazar la poesía mimada, o más bien, marcada por algunos círculos académicos y otros apetecibles espacios de legitimación, para convertirse así en uno de esos poetas “calígrafos” que hacen del oficio una “carrerita literaria”, y que en ese cauce producen una poesía críptica, elaborada desde las alturas de su torre de marfil. En esa elección, los “calígrafos” –la etiqueta corre por nuestra cuenta– se enrolan en una búsqueda exasperada del formalismo puro, y así corren el albur de caer en absurdos reduccionismos. Frente a esa disyuntiva, los poetas ante la incertidumbre se declaran partidarios de una poesía que formalmente alcance incluso el preciosismo, pero no sin advertir que


Los discursos fragmentarios, el irracionalismo como dogma y el abuso del artificio han supuesto la ruina de la poesía en muy diferentes etapas de la historia de la literatura. Han hecho tanto daño, que hoy la poesía está considerada como un género difícil que sólo leen los poetas, porque sólo parecen entenderse entre ellos como los habitantes de unas ínsulas extrañas.

De modo que, ante la incertidumbre, estos poetas eligieron desafiar al establishment y el vaivén de las modas. Pensamos que, aun a riesgo de ser catalogados como “contenidistas”, prefirieron abordar un discurso poético que, tal como lo entendió Rainer María Rilke, presuponga la “experiencia de lo real”. La experiencia de lo real como referente en continuo movimiento, admitiendo que la materialidad verbal es por sí misma un marco referencial que involucra y a la vez condensa la realidad social, cultural, política, histórica, personal de un poeta, y tal vez de muchos que no lo son. No están solos en esta opción. Dijo el poeta y diplomático griego Vassilis Vitsaxís:


Contrariamente a lo que sucede comúnmente con la prosa, cuando un poeta dice “yo” habla por el mundo entero. Habla por sí mismo, como también por ti y por mí. Universalismo entrelazado con un toque individual es la naturaleza del verdadero verso, el cual se dirige a todos y sin embargo a cada uno por separado.

Dijo también Lautréamont: “la poesía debe ser hecha por todos, y no por uno solo”, mientras que Paul Eluard ha proclamado que “verdadero poeta es el que inspira, no el que se inspira”. En este sentido, nuestros poetas se hacen una pregunta enfática:


Pero, a fin de cuentas, ¿la musa para qué y por qué? Porque todo se hace para alguien, y la musa es la emoción y el talento, una metáfora de la necesidad de comunicación que tienen todas las personas, de sentirse comprendidas, de encontrar respuestas. Y también para dar cuenta de nuestra experiencia concreta, del aquí y el ahora, de la manera en que participamos en el mundo.

La genealogía que reconocen los poetas ante la incertidumbre tiene nobles exponentes: entre otros, nada menos que Gonzalo Rojas, Claribel Alegría, Jorge Boccanera, José Emilio Pacheco, Mario Benedetti (hoy por hoy, rabiosamente devaluado por algunas Academias), Gioconda Belli, Waldo Leyva, los poetas del grupo español Poesía como Experiencia. Y antes: Alberti, Machado, Vallejo, el primer Octavio Paz, Neruda, Hernández, García Lorca, Cernuda.

No vayamos a creer que estos poetas están escasos de laureles y posiciones expectables. Por ejemplo, Fernando Valverde (Granada, España, 1980) obtuvo prestigiosos galardones: el premio Emilio Alarcos del Principado de Asturias, el Federico García Lorca y el Juan Ramón Jiménez. Es periodista cultural de El País, y codirige el Festival Internacional de Granada. Aquí, un fragmento de “La caída”.


¿Recuerdas cómo mueren los pelícanos?
Bajo el sol de la tarde
que golpea la costa del Pacífico
el agua los engulle como al plomo.

Nada puede salvarlos.

Hay tanta dignidad en el vacío,
tanto amor en sus vuelos,
que en el último instante escogen el silencio.
Sólo queda el golpe de sus cuerpos contra el agua
como un rumor de viento imperceptible.

(…)

Poeta, crítico literario y antólogo, Alí Calderón (México D.F., 1982) mereció en 2004 el Premio Nacional de Poesía Manuel López Velarde, y en 2007 el Premio Latinoamericano de Poesía Benemérita de América. En su poesía pueden hallarse impresiones de viajes cosmopolitas, pero también aparece, intensa, la realidad latinoamericana, como en la tercera de sus “Postales”:


De la ceiba más alta, del guano más salvaje, de la más verde parvada de loros y pitorrearles vivos, del graznido punzante de la urraca y las hojas solemnes del cedro.

De la hojarasca y los pasos tras las huellas, de la iguana en el agua y su ramal camuflaje, de la flor acuática y los herbazales enlamados…

De la mañana y su cáliz inminente blancor,
de los rayos albos y todo aquello que su claridad alcanza,
oh tristes, leve y ligera extiende una caricia,

(…)

En otros poemas de Alí, en la recuperación de autores de la antigüedad clásica y la poesía erótica se filtran términos de mercadeo internacional y metáforas maquínicas, como en “[Pole Position]”:


Y mi pecho una supercarretera
de ocho, dieciséis, treinta y dos carriles
con miles y millones de caballos de fuerza
vertiginosos corriendo
y derramando lumbre en mis arterias.
Aquellas peligrosísimas curvas
impostergables y letárgicas
y particularmente inabordables
cada vez que tú, Lesbia, no me miras.

Ese misterioso arrancar en segunda
cuando tus se vuelven indecibles,
impronunciables,
inminentemente pospuestos turbiamente y con perfidia
por tus no unánimes e inconmovibles.

(…)

Hay en esta antología, como hemos visto, voces hispanas, mexicanas, pero también de Perú, El Salvador, Colombia, Nicaragua, Chile. Y de Argentina, la quilmeña Ana Wajszczuk y el salteño Carlos J. Aldazábal, coordinador del Espacio Literario Juan L. Ortiz. Este poeta ha merecido, entre otros, el Primer Premio Regional de Poesía (NOA) de la Secretaría de Cultura de la República Argentina, el Primer Premio en Ensayo del Fondo Nacional de las Artes, y el Primer Premio del II Concurso “Identidad, de las huellas a la palabra”, organizado por las Abuelas de Plaza de Mayo. De Carlos J. Aldazábal transcribimos el poema “Tumbas en Río Grande”, donde el autor rezuma aquella tan rica “experiencia de lo real” de la que hablamos antes:


Esta ciudad fue fundada por la poesía:
primero sustantivos, después verbos,
y finalmente la gracia de lo anónimo.
Antes de la ciudad: tumulto de guanacos,
buscadores de oro, mercaderes.
¿Y mucho antes?: los selk’nam.

Como en todas las ciudades
existe otra ciudad detrás de sus muros:
la casa de los muertos”, podríamos llamarla,
ya que la poesía, en Río Grande,
permite esas licencias.

Aquí se juntan a charlar amenamente
personas que en la vida tuvieron sus disputas,
sus préstamos, sus deudas,
su cuota de poder y de desdicha.

¿Y doña Angela Loij?

Dialoga con Lola y con Segundo.
Con los antepasados y con los hijos.
Conmigo, que busco entre las lápidas su nombre,
porque su nombre me habla del destino,
la futura parcela dispuesta a mi descanso.

Pobre Loij, pobre. Fuego en la casa.
Pobre Loij, pobre. Tierra en las patas,
Toda la posesión de la sin tierra.
Pobre Loij, pobre, me cuenta la señora.

Yo también digo “pobre”
cuando cansada de buscar
entre las lápidas
me siento en una tumba
Y soplo entre mis manos.

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