Teatro y Desmanicomialización | Centro Cultural de la Cooperación

Teatro y Desmanicomialización

Autor/es: Julián Bokser

Sección: Palos y Piedras

Edición: 12


Consideramos como terapéutica a una técnica cuando es usada en la lucha contra la alineación.

Eduardo “Tato” Pavlovsky

El teatro es el único lugar del mundo

y el último medio general que tenemos aún

de afectar directamente al organismo.

Antonin Artaud

El Htal. Neuropsiquiátrico Interzonal J. Esteves fue fundado en 1908 en la localidad de Temperley, en el sur del conurbano bonaerense. Originalmente estuvo a cargo de una Congregación religiosa; hoy depende del Instituto Nacional de Salud Mental. Tiene una estructura que cuenta con 15 servicios, salas y consultorios externos y asiste a más de mil mujeres mayores de 18 años.

Dentro del hospital funciona un servicio de aprendizaje y recreación llamado Crear que surge como parte de los dispositivos que buscan trabajar en la rehabilitación de las internas, con el objetivo de lograr la externación. Dentro de este espacio funciona desde hace 20 años un taller de teatro a cargo del Profesor y Psicólogo Social Oscar Ponzio. Junto a él, trabaja, desde hace cinco años (en forma ad-honorem), Melisa Sagarnaga, estudiante de Psicología con formación artística; ellos dos son los encargados de sostener la actividad.

Crear se encuadra dentro de las luchas que existen a favor de la desmanicomialización, una reivindicación que en nuestro país suma cada vez más voluntades y que pelea por una profunda re-estructuración de los modelos de atención de la salud mental: incluye el cierre de los manicomios y su reemplazo por dispositivos comunitarios, casas de medio camino, atención ambulatoria e internaciones solo por periodos breves. Este reclamo toma una relevancia mayor si se tiene en cuenta que en nuestro país, según datos del CELS, más de la mitad de la población de los hospitales psiquiátricos tienen el alta médica pero no tienen adónde irse. A nivel mundial, el referente de este movimiento es Franco Basaglia y en nuestro país las experiencias más conocidas son la de San Luis y la de Río Negro. Como planteó Michael Foucault, los hospitales psiquiátricos son paradigmas del poder normalizador y lugares privilegiados de aplicación de dispositivos disciplinatorios que luego se expandieron por el resto del cuerpo social: “Lo que aparecía de algún modo, sin disfraces, desnudo, en la práctica psiquiátrica era un poder cuya forma general es lo que he denominado disciplina”.

Acerca de la dicotomía que existe entre pelear por lograr la desmanicomialización desde adentro del manicomio o desde afuera del mismo, Ponzio plantea claramente cuál es su postura: “hay que trabajar desde los dos lados, el manicomio hay que romperlo por afuera y por adentro. Nosotros estamos adentro porque sigue siendo un manicomio, pero tenemos que romper con esto. Hay gente que dice “deja que esto se caiga”, pero si se cae son mil pacientes que no salen nunca más…”. Esta frase ilustra claramente que la discusión citada parte de una falsa disyuntiva y que la mejor forma de salir de ella es diversificando las estrategias de resistencia contra los manicomios.

Aproximadamente 300 pacientes concurren todas las semanas a los encuentros que propone Crear. En los talleres de teatro, las mujeres están divididas en grupos de entre 20 y 30 personas y realizan dos actividades por semana: una para trabajar plástica teatral (construcción de máscaras, realización de escenografías, etc.) y la otra actuación. Concurrir a las mismas no tiene un carácter obligatorio para las pacientes, que asisten en forma voluntaria en algunos casos y como parte del tratamiento en otros, dependiendo de lo que indiquen los profesionales encargados de las salas.

La actividad comienza a las nueve y media y termina alrededor de las once. Lentamente las participantes van llegando y el taller comienza con una entrada en calor, una serie de ejercicios corporales realizados en algunos casos con mucha dificultad, producto de la sobre-medicación. Luego de eso hay un segmento de danza, donde bailan y realizan coreografías en las que dramatizan la letra de las canciones, a la vez que cantan. Más adelante con telas y máscaras se disfrazan y trabajan sobre alguna escena que ensayan en cada encuentro. Hacia el final, realizan un espacio de reflexión y evaluación conjunta sobre la actividad del día, que es otro de los modos que tienen en el taller de restituir la palabra y de intentar restablecer el lazo con el otro.

En el espacio de actuación combinan distintas técnicas teatrales con modalidades terapéuticas, como ser el psicodrama, ejercicios de psico-motricidad, músicoterapia, danza, títeres, expresión corporal, multiplicación dramática, clown, etc., consiguiendo con esta combinación una herramienta que denominan “Teatro Terapéutico”. La finalidad principal de esta forma de trabajo no es la producción de hechos estéticos, sino que se usan técnicas teatrales fundamentalmente con objetivos terapéuticos y vinculares. Si bien no se descuidan ni se desdeñan los aspectos artísticos, el eje del trabajo está puesto en las necesidades de las pacientes y en poder colaborar en el proceso de rehabilitación. El objetivo no es formar actores sino generar, con la especificidad que brinda el trabajo teatral, un acompañamiento al proceso terapéutico. En relación a esto, Oscar Ponzio relata que “Si alguien se forma ahí adentro es para pensarlo, porque si una persona está internada tantos años y se puede formar adentro hay algo grave, porque se podría formar afuera y no debería estar internada”. Si bien tienen en cuenta aquello que surge durante las escenas, no realizan un trabajo de interpretación sobre las historias que las pacientes eligen para dramatizar o los comportamientos de los papeles que asumen.

En la definición lógico-genética que da J. Dubatti del teatro, este aparece compuesto por tres sub-acontecimientos relacionados: el convivio, la póiesis y la expectación. En este caso, podría pensarse en la importancia que tiene el convivio (la necesidad de reunión de cuerpo presente, sin intermediación de la tecnología, en una unidad espacio temporal) dentro del trabajo que realizan en el hospital. La grupalidad suele estar negada en los manicomios y los coordinadores del taller han encontrado en el teatro una herramienta que les permite reestablecerla, aunque sea de modo pasajero. En estos talleres se trabaja con la capacidad intrínseca del teatro de establecer vínculos, ya que se trata de una práctica que necesariamente se da con la presencia y la interacción de los cuerpos, lo que da como resultado un quiebre en la lógica del aislamiento y el silencio que inundan al manicomio. En las posibilidades de creación de otros sentidos y de otras relaciones (con otro y con uno mismo) que brinda el teatro se encuentra una de las claves para captar la potencialidad terapéutica de esta práctica.

Tomando a la experiencia de Crear, se puede afirmar que son muchos los beneficios que brinda el trabajo con técnicas teatrales dentro de un hospital psiquiátrico: mejora la motricidad y la postura corporal, desarrolla aspectos cooperativos en los grupos, permite trabajar en el recobro de la mirada, ayuda en la recuperación del esquema corporal y habilita a un contacto distinto con el otro. Se realiza una recuperación de las capacidades expresivas, que abre una puerta hacia la re-configuración de los deseos y los posicionamientos subjetivos de las asistentes al taller. Todos estos aspectos son fundamentales en las tareas previas a la externación. Son numerosos los casos de pacientes a las que el taller, junto con otros dispositivos terapéuticos, les ayudó a poder salir del hospital. Las 3 primeras pacientes del servicio de pre-alta concurrían al taller, una paciente de las que se cataloga como “de patio” pudo reconstruir su historia y abandonó el hospital, otra paciente logró un importante desarrollo madurativo a partir de los juegos del taller. Los progresos que se identifican a partir del taller de teatro son argumentos corrientes en las presentaciones legales que se hacen ante los jueces para los pedidos de externación.

El poder empezar a “jugar” y a representar distintos roles precisa de una plasticidad y de una creatividad (al mismo tiempo que las promueve) que son de mucha importancia en el proceso de la cura, ya que permiten novedosos abordajes sobre aspectos de la estructura psíquica. El estado creativo grupal facilita la capacidad lúdica individual y allí comienza el trabajo terapéutico. Al mismo tiempo, teniendo en cuenta el contexto de encierro en el que se producen, son actos de una radicalidad política innegable, ya que se oponen al statu quo manicomial, a su rutinaria temporalidad y a su gris espacialidad. Suely Rolnik afirma que “(…) el arte es una práctica de problematización (…) una práctica de interferencia directa en el mundo (…) una práctica de experimentación que participa de la transformación del mundo”. De modo colectivo rompen con la repetición, y el teatro les permite instalar otro tiempo y otro espacio que se constituyen en un territorio de resistencia dentro de la estructura del manicomio.

Las afectaciones, los sueños, los deseos y la capacidad de imaginar de las pacientes del hospital se encuentran en gran parte anuladas por el destrato y el aplastamiento subjetivo que esta clase de instituciones generan en aquellos que las habitan. Asimismo, los cuerpos van cambiando de un modo tal que la capacidad de auto-reconocimiento también se ve afectada, al igual que la coordinación y la motilidad corporal. Como escribió Fernando Ulloa: el manicomio, institución del maltratro por excelencia, inspira desalmados, cuerpos apátridos de vida. Los ejercicios teatrales funcionan en estos casos como un disparador para poder empezar a armar un proyecto de un futuro distinto, que incluye al otro y que tiene como horizonte la salida del hospital. A través de estos ejercicios en los que se pone en juego la imaginación creadora, se abre una posibilidad distinta a las paralizantes estructuras de repetición y sufrimiento. De este modo, se convierten en eficaces herramientas para el tratamiento de la salud mental que permiten desmontar los efectos cosificantes y que además favorecen a los procesos de externación. Es decir que a partir de las posibilidades que brinda la actividad artística colectiva del taller de teatro se produce una recuperación de las capacidades corporales y simbólicas y un trabajo sobre las angustias, los miedos y las inhibiciones; posee propiedades terapéuticas y marcha a contramano de los maltratos cotidianos que sufren las pacientes del hospital. A partir de asistir al taller, un grupo de cinco pacientes empezó a reunirse diariamente para ensayar escenas. Estos encuentros se dan de modo autogestionado y por propia iniciativa, lo cual es una muestra más de los desarrollos colectivos de autonomía que genera el taller de teatro.

La relación entre la locura y el arte esta plagada de prejuicios y posturas, muchas de las cuales se definen en torno a una supuesta “libertad” que proporciona la locura, lo cual permitiría un mayor desarrollo de la creatividad. Ponzio es muy tajante al respecto: “Hay mucha visión idílica de la locura que dice “guau, hacemos teatro con los locos” y me parece hay que trabajar para romper el muro y que la persona salga. La locura es sufriente, es oscura, y la persona puede ser creativa cuando sale de sus crisis”. Los procesos de cronificación atentan contra las posibilidades expresivas de las pacientes, que encuentran en el taller de teatro un espacio donde pueden empezar a desandar los caminos de destitución subjetiva que los manicomios promueven. La movilización (tanto corporal como emocional) que los ejercicios teatrales proponen generan efectos terapéuticos al transitar de otro modo las conflictivas de las pacientes.

Por otro lado, es imposible dejar de considerar las pésimas condiciones de vida que existen en los manicomios y que tornan muy difícil pensar en una creación artística “libre” y por fuera de los conflictos y malestares de las pacientes. Oscar Ponzio es sumamente gráfico cuando se refiere a las posibilidades de desplegar la creatividad en este contexto: “Peleamos todos los días contra la medicación, el maltrato de sala, el encierro, la familia que no viene, con que no hay papel higiénico, con que se bañan con agua helada… en la escena, el conflicto del personaje está atravesado porque hoy a la mañana le tiraron agua helada, se limpió el culo con los dedos y además está sobre-medicada. Y con eso tiene que hacer teatro”. Sin desconocer estas condiciones, se intenta luchar contra ellas, a la vez que se intenta facilitar y promover los procesos terapéuticos utilizando las posibilidades que brinda el teatro para inventar espacios de creación y reflexión.

Esta experiencia permite también volver a pensar en el indisociable lazo que existe entre el teatro y la producción de subjetividad. La participación en espacios de creación colectiva, el recobro de la capacidad creadora y la producción de hechos culturales constituyen espacios de subjetivación1en tanto proponen y propician nuevas formas de habitabilidad del mundo. El espacio de creación compartido genera en la territorialidad grupal una producción micropolítica de subjetividad. La producción teatral es una de las múltiples formas humanas de dar sentido a nuestra vida y eso es producción de subjetividad. Como plantea Gramsci, en la apuesta por producir nuevos modos culturales hay también un intento por construir nuevas formas de sentir y de ver la realidad. Las modalidades de expresión del cuerpo, de las sensaciones, de las emociones y de los pensamientos adquieren en este taller un nuevo camino donde desplegarse, en un proceso que resulta terapéutico por las posibilidades que brinda.


Bibliografía

  • Artaud, A (2005) El Teatro y su doble, Sudamericana, Buenos Aires
  • CELS y MDRI (2007) Vidas arrasadas: La segregación de las personas en los asilos psiquiátricos argentinos. Siglo XXI, Buenos Aires
  • Dubatti, (2008) Cartografía Teatral, Atuel, Buenos Aires, Argentina
  • Foucault, M (2005) El poder Psiquiátrico, FCE, Buenos Aires
  • Gramsci, A. (2004) Antología, Siglo XXI, Buenos Aires
  • Pavlovsky, E. (1982) Proceso creador,Terapia y existencia . Busqueda, Bs As.
  • Rolnik, S. (2001) ¿El arte cura? Quaderns Portatils en www.macba.es
  • Ulloa, F. (1995) Cultura de la mortificación y proceso de manicomialización: una reactualización de las neurosis actuales en La clínica psicoanalítica. Historial de una práctica, Paidós, Buenos Aires.

1 Dubatti, (2008) Cartografía Teatral, Atuel, Buenos Aires, Argentina

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