Escribir desde la infracción: Un recorrido sobre la literatura de David Viñas | Centro Cultural de la Cooperación

Escribir desde la infracción: Un recorrido sobre la literatura de David Viñas

Autor/es: Leonardo Candiano, Lucas Peralta

Sección: Investigaciones

Edición: 12

Español:

El presente artículo se enmarca en nuestra investigación en curso referida a la práctica narrativa de David Viñas, y pretende generar aportes críticos y nuevas herramientas de análisis con el fin de revisar y repensar las vinculaciones existentes entre literatura y militancia. Es por esto que pretendemos trabajar en torno a la relación entre práctica estética y acción política a través de un recorrido sobre sus obras literarias escritas en el período 1955-1976, focalizando en aquellos pasajes en los que se problematiza la función del intelectual y de la práctica literaria en la sociedad.
La prolífica narrativa de este autor entre el derrocamiento de Juan Domingo Perón y el advenimiento de la última dictadura militar -que incluye la publicación de nueve novelas y un libro de cuentos- indica, por un lado, su valoración hacia la práctica estética aún durante el transcurso de fragosos debates culturales y encarnizadas luchas políticas, y por el otro, lo convierten en uno de los exponentes más representativos de la generación de los años sesenta, por lo cual este tipo de estudios pueden resultar también un punto de aproximación para indagar el campo intelectual de toda una época.


“El hombre es su trabajo, su laburo concreto, su faena;

lo demás es el charloteo: gambeta o inflacionismo.”

David Viñas

Hablemos de la sinceridad

Cuando nos propusieron este ensayo la cosa todavía no había pasado. David Boris Viñas era uno de esos pocos estandartes que enarbolamos y que aún permanecía entre nosotros. Nos quedaban él, Bayer, Rozitchner, Gelman en un distrito federal tan lejano a nuestra tierra, y alguno que otro más. No hace mucho que se nos fueron los Nicolás –Rosa y Casullo, a ellos nos referimos-, y así lo que consideramos una de las más importantes generaciones intelectuales del país se terminaba de desgajar silenciosa e inevitablemente, luego de tanto exterminio y exilio de años pasados.

Pero entre ese día en que nos ofrecieron escribir sobre él y ahora que ustedes están leyéndonos, la cosa pasó -era uno de los absurdos previsibles después de todo-, y aunque eso no modifica lo que diremos sobre su escritura, que quedará para siempre entre lo más destacado de la producción artística argentina, no cabe duda que estas palabras se sienten conmovidas por la noticia de su muerte.

Por eso es que queremos destacar en esta nota particular su itinerario político-cultural, modelo para quienes entendemos el pensamiento crítico como una acción imprescindible a la hora de construir una sociedad más justa e igualitaria.

Perdonen la tristeza, entonces, de estas páginas que se tiñen dolorosamente con el recuerdo a este viejo de bigotes un tanto ridículos que modificó para siempre la manera de leer y de pensar nuestra literatura, y que la escribió de una manera muy distinta a las que conocíamos, una manera que en medio de tanta extranjería artística, teórica y crítica que puebla la literatura argentina, siempre nos resultó bien nuestra.

Historia ceñida; literatura concreta

Viñas llevó a cabo una múltiple actividad política, social y cultural: se destacó como novelista, cuentista, dramaturgo, guionista de cine y televisión, profesor universitario, ensayista y militante. En su obra refleja una conjunción de análisis histórico, accionar político y práctica literaria que funciona como plataforma de un proyecto estético que recorre su escritura de principio a fin. Viñas nos exhorta a través de sus textos a repensar los acontecimientos en los que emergen los antagonismos sociales, sobre todo a través del rol que ha cumplido la oligarquía nativa en la conformación de las desigualdades existentes en el país. Debemos señalar, a su vez, que no se trata de una selección aleatoria de hechos del pasado a los que Viñas se remite en su obra narrativa, sino de un hurgar –meterse- en aquellas situaciones donde se plasma con mayor crudeza la lucha de clases en la historia argentina.

La escritura de Viñas, tanto a través del ensayo como de la ficción, puede considerarse como un continuo cruce entre literatura, historia y política, tres esferas imbricadas e interrelacionadas de tal forma en cada uno de sus textos que no pueden considerarse como dominios con fronteras difusas, sino como partes de un mismo territorio. La literatura es una manera, para Viñas, de repensar la historia y de hacer política.

Este autor buscó asumir desde sus textos esa ligazón entre especificidad literaria y proyecto político comunitario, tomando a la literatura como un espacio plausible para analizar –y desenmascarar- la ideología de los sectores dominantes de la Argentina. Es por eso que en su obra también se observa el debate en torno a la utilidad del desarrollo de una práctica literaria en un contexto calificado como revolucionario –y medido en reiteradas ocasiones más en términos de eficacia política antes que desde una especificidad estética; un análisis respecto de la posibilidad/imposibilidad de la palabra escrita para promover una función cognitiva respecto de un referente; todo esto enmarcado en una propuesta de exploración de diversas técnicas narrativas mediante las cuales pretendió construir una estética de matriz realista que genere a su vez un quiebre con la escritura existente, inclusive la producida dentro del denominado realismo literario o tradicional.

Enumeremos. Cayó sobre su rostro, publicada en 1955, relata el último día de vida del hacendado Antonio Vera y, a través de su figura, se da cuenta del proceso que llevó a la organización del estado moderno argentino a partir de la presidencia del General Julio Argentino Roca.

Si el gobierno oligárquico fue el escenario en el que comienza la narrativa de Viñas, en los años inmediatamente posteriores su análisis se centrará fundamentalmente en las épocas de los gobiernos denominados “populistas”. Esto es: Los años despiadados (1956), se desarrolla durante la primera presidencia de Perón, y Los dueños de la tierra (1958), alude a los fusilamientos sufridos por peones rurales durante los últimos años del primer gobierno del radical Hipólito Yrigoyen en un espacio –la Patagonia- donde la oligarquía parecía mantener aún sus propias reglas.

A su vez, el rol que cumple Vicente Vera en dicha obra –un joven abogado hijo del Antonio Vera de Cayó sobre su rostro, que es elegido por Yrigoyen como el interventor en los conflictos del sur argentino- es el que desempeñó Ismael Viñas –dirigente radical y padre de David- en los sucesos reales del año ´21. Así, historia política y biografía se entremezclan en lo que será una de las principales características del proyecto literario de este autor.

Entre ambas obras, Viñas publica Un dios cotidiano (1957), texto que se desarrolla en un ambiente escolar católico y franquista de la argentina durante los años ´30. Si en los tres textos anteriores puede rastrearse la biografía familiar entremezclada con la historia argentina, aquí comienza a fusionarse lo nacional, el contexto mundial –Guerra Civil Española-, la autorreferencialidad literaria –qué y cómo narrar– y la historia del propio David Viñas, quien cursó parte de su escolaridad en un colegio con tales características.

Ya en la década del 60 surgieron Dar la cara (1962); donde problematiza la traición del gobierno de Frondizi vista desde un grupo de jóvenes intelectuales; Las malas costumbres (1963), volumen de cuentos que abordan la etapa peronista y, en menor medida, la desarrollista; En la semana trágica (1966), novela corta que gira en torno a la masacre obrera de 1919; Hombres de a caballo (1967), que relata las operaciones militares conjuntas de los ejércitos latinoamericanos en nuestro continente; y Cosas Concretas (1969), una de sus novelas más disruptivas y experimentales, en la cual lo autobiográfico se superpone con los debates que se estaban dando en ese entonces en el continente respecto de la diferenciación entre intelectual comprometido e intelectual revolucionario, y el lugar de la ficción dentro del proceso político en curso.

Como observamos, salvo con su novela corta En la semana trágica, en los textos publicados en los años 60, Viñas se vuelca a problematizar su presente en lugar de saldar cuentas con la historia propiamente dicha. Si de las cuatro novelas publicadas en los 50 tres tienen como escenario el pasado histórico –fines del siglo XIX en Cayó sobre su rostro, principios de los años 20 en Los dueños de la tierra y mediados de la denominada década infame en Un dios cotidiano–, y solamente una refiere a un contexto más próximo –como es el caso de Los años despiadados–; en los 60 esa ecuación se invertirá, pues cuatro de las cinco obras publicadas en esta década toman problemáticas de la sociedad argentina contemporáneas al momento de su publicación. Su búsqueda de una militancia más activa en una coyuntura histórica que, según sus propias palabras, le estaba exigiendo otros planteos, no pasó, entonces, por dejar de escribir novelas, sino por reflexionar en ellas sobre los procesos políticos y los debates ideológicos del momento.

Los 70 comienzan con Jauría (1971) y terminan con Cuerpo a cuerpo (1979) ya en el exilio. O sea, la huída y las traiciones en derredor del asesinato de Urquiza en el siglo XIX hasta la puesta en ficción de cien años de historia argentina a través una de las instituciones que protagonizaron el (sub)desarrollo nacional: el ejército, el cual para Viñas densifica la sobrevivencia de toda la estructura liberal burguesa.

Este proyecto de análisis de la historia política nacional a través de la literatura fue parte, a su vez, de un interés propio de toda una generación que tuvo a Rodolfo Walsh, a Paco Urondo y a Haroldo Conti entre sus principales exponentes. Resulta imposible entender la literatura de Viñas –y su itinerario político– sin el contexto de los años 60, pues, siguiendo sus propias palabras “un texto sin su contexto se convierte en mito. Y a las mitologías se las dejo a los espíritus beatos”.

David perteneció a una generación artística que sin conformar un grupo homogéneo cuestionó las tradiciones políticas, sociales, culturales y artísticas preexistentes; buscó mediante diferentes estilos provocar una ruptura estética, forjar una nueva imagen del intelectual, defender un determinado rol social para la literatura y militar políticamente por una transformación radical de la realidad en la que aquellos intelectuales estaban inmersos.

Viñas fue una de las principales voces de aquel amplio espectro de escritores que sostuvo enfoques que hicieron base en el compromiso del autor con la realidad social de sus pueblos pero a la vez con la de sus textos –y con la especificidad y consiguiente autonomía de la escritura dentro de la complejidad social en la que se establece un combate revolucionario–. Es más, será uno de los que participará en esta disputa estrictamente como intelectual, apelando a la producción artística y a la intervención crítica como actividades imprescindibles dentro de la lucha política, e incluso convirtiendo estos debates en material de sus producciones narrativas, criticando su oficio desde sus novelas, siendo su generación –y él mismo– objeto de crítica y autocrítica en cada texto, y marcando las potencialidades y a la vez las limitaciones de la práctica literaria a la hora de realizar una transformación de la sociedad.

Es por esto que durante los efervescentes años 50 y 60no participó orgánicamente de fuerza política alguna, pero se vinculó con varias de manera constante desde su especificidad intelectual. Se ligó a la Revolución Cubana (vivió un tiempo en La Habana y viajó por América y Europa como funcionario cultural del gobierno castrista), fue jurado literario del concurso de Casa de las Américas, jurado de festivales de cine impulsados por el Partido Comunista y miembro del Consejo Editorial del periódico La Comuna, órgano de difusión del Partido Comunista Revolucionario de la Argentina –PCR–. Años antes, desde Contorno, se relacionó fugazmente con el frondizismo, y entre 1949 y 1952 ocupó cargos ejecutivos en organismos gremiales vinculados con el campo intelectual al asumir las presidencias del CEFyL y la FUBA, brazos políticos del estudiantado de la Facultad de Filosofía y Letras y de la Federación Universitaria de Buenos Aires respectivamente.

Y también es por esta manera de entender la función del intelectual que en los tiempos más encomiables de la gesta heroica de la revolución latinoamericana durante el siglo XX, Viñas no cejó en la publicación de textos narrativos. Es decir, no sólo su vinculación con los procesos políticos la ejerció de manera estricta desde su actividad intelectual, sino que incluso ésta no se instituye prioritariamente desde ensayos políticos o de crítica literaria1, sino que su principal participación en esos tiempos la llevó adelante a través de su narrativa, la cual se convirtió, a su vez, en una forma de intervención crítica.

En estas producciones literarias se observan distintas constantes, como por ejemplo la denuncia de todo tipo de autoritarismo y del rol de la oligarquía en el país desde su propia constitución en clase dominante, el fracaso y la traición como tópicos de nuestra sociedad y la trágica circularidad de los procesos históricos de la Argentina. Pero las características más salientes de su narrativa resultan ser la mencionada relación entre escritura, historia y política; y la reflexión, desde los propios textos, sobre la producción literaria; es decir, una vuelta de los relatos sobre sí mismos que resulta poco común dentro de la estética realista. Esto en Viñas lleva al cuestionamiento de ambas instancias, lo que podemos denominar nuestra historia política y, también, la escritura, que se convierte en materia y referencia a la vez.

Así, la historia argentina y latinoamericana encuentran en la literatura de Viñas un tipo de abordaje que polemiza con el discurso histórico, sobre todo, con la historiografía de raíz liberal. La literatura pasa a ser una forma discursiva que le permite al autor recorrer los hechos clave de la historia nacional denunciando los mecanismos políticos e ideológicos que los sustentaron. Contra el discurso histórico dominante, contra la oligarquía y los sectores sociales hegemónicos, contra el pensamiento liberal, contra la neutralidad abstracta, contra las instituciones que sostienen el staus quo (el ejército, la escuela, la iglesia, la prensa), y para denunciar las traiciones políticas, Viñas utiliza la novela.

Pero, si la historia política es uno de pilares del proyecto literario de Viñas, el otro será la reflexión sobre la propia práctica literaria. Cada novela abre un proceso de indagación sobre sí misma. ¿Sirven las palabras para llevar adelante un proyecto emancipador? ¿Alcanza con la denuncia escrita? Eso cuestionan las obras de Viñas.

Sus novelas son un enjuiciamiento a sí mismas y a su autor. Y así como critica la evasión de los escritores liberales, también rechaza las producciones de aquellos autores que toman a la literatura como mera propaganda política. Viñas enfatiza la imposibilidad de dar un mensaje con la literatura, a lo que denomina como utópico. Para él, narrar es cuestionar. No dar soluciones, sino plantear problemas.

En múltiples entrevistas y textos críticos Viñas sostuvo esta clase de posturas, y en prácticamente la totalidad de su obra encontramos propuestas semejantes. En sus textos se encarga de construir personajes escritores –Lorenzo, Edi y Drago en Cosas Concretas, o los protagonistas de los cuentos “Las malas costumbres” y “El último de los martinfierristas”–, directores de revistas –Kleichman en Cosas concretas–, periodistas –Corti en Cayó sobre su rostro, Borrero en Los dueños de la tierra, Yantorno en Cuerpo a cuerpo–, estudiantes -Mendel en Un dios cotidiano, Bernardo en Dar la cara–, cineastas –Mariano y León en Dar la cara–, profesores –Ferré y Porter en Un dios cotidiano–, y hasta generales –Valeiras en Hombres de a caballo, Mediburu en Cuerpo a cuerpo– que quieren publicar sus memorias. El hecho es que en cada texto hay un momento en que alguno de los protagonistas reflexiona sobre el proceso escriturario, en una puesta en abismo de la obra en sí, y de su propio oficio de escritor.

Esta iniciativa llega a su momento cúlmine cuando es el propio David Viñas quien aparece personificado en una de sus novelas. Dar la cara presenta una despiadada autocrítica llena de ironía. Mientras Bernardo –el protagonista del relato espera en la antesala de un cine para entrar a ver una película, encuentra un afiche sobre el próximo estreno de un film guionado por David Viñas, lo que le da pie al personaje para dar su opinión sobre su autor:

Próximo estreno en esta sala: El Jefe. Dirección de Fernando Ayala y libro de David Viñas, leía Bernardo con aire aburrido. “David Viñas”. Él lo había conocido: los bigotes excesivos, un poco ridículos. (…) Viñas, sí, siguió Bernardo. Uno de esos veteranos que siempre daban la lata con eso del 45 esto y lo del 45 aquello. Bueno, hicieron lo suyo. Es decir, se habían hecho romper la cabeza para no comprender nada durante diez años. 1945-1955: diez años repitiendo lo mismo, inflándolo a un Mayor que escribía sobre filosofía y a una colección de viejos liberales que creían en la República española, el poeta Alberti y Haya de la Torre. “Pobres”. (…) Mucho 1945, mucha Federación Universitaria y aires de veterano que palmea la espalda a los nuevos, pero que termina haciendo pamplinas para cine.2

De este fragmento se puede destacar, ante todo, la burla del personaje para con su autor por causa de sus posiciones políticas. El ataque es hacia un intelectual que no realiza un pensamiento crítico, que no actúa socialmente, que utiliza su producción artística en beneficio individual sin ningún tipo de compromiso comunitario, es decir, lo opuesto al tipo de intelectual sartreano con el que Viñas se referenciaba entonces.

En contraposición con esta autorepresentación, un año más tarde escribe en la solapa de Las malas costumbres -luego de explicar que la solapa sirve para expresar la imagen de sí mismo que da un autor en un libro-, la siguiente sentencia respecto del lugar y la función que tiene como escritor:

Prefiero usar mis solapas (…) primero, para decir por qué escribo (por humillación y para salir de eso). Alguna vez dije que escribía por venganza, pero para salir de la humillación una literatura de venganza no puede ser arbitraria ni abstracta. Mi humillación está condicionada por vivir en un país ambiguamente humillado: la Argentina no es una colonia; es algo más equívoco: una semicolonia. Así mi humillación es compleja y la tensión por arrancármelase carga con una ambigüedad mayor. En segundo término cómo escribo: asumiendo esa situación de sometido, de esclavo (peor, esclavo a medias en tanto puedo actuar con cierta autonomía y creerme que no lo soy). (…) Escribir aquí es como preparar una revolución de humillados: opaca, empecinada, dura y cotidiana. O, mejor, casi opaca, casi empecinada, casi dura y casi cotidiana. Como vivo en un país semicolonial soy un semihombre y un casi escritor que escribe una literatura a medias. O lo que es lo mismo ¿Para quién escribo? Por ahora para los que tienen mi mismo sabor de boca. Es decir, ni especulo sobre un posible público populista ni me interesan los bienpensantes. Más claro aún, pretendo escribir para los cuadros. Y lo correlativo, ¿para qué escribo? Muy simple. Para que esos posibles lectores que se me parecen contribuyan al movimiento que los arranque y me arranque de la humillación, para superar ese nivel de casi país que padecemos y para que nuestra literatura sea algo completo. Y para que yo, usted y los hombres de aquí dejemos de ser casi hombres para serlo en totalidad.3

Así, Viñas parte por contextualizar su propia producción de acuerdo al espacio cultural, social y político en el que se encuentra. No concibe la literatura por fuera, o ajena, a su contexto. Vemos que se presenta como un hombre humillado que escribe para dejar de serlo. La posibilidad de superación de ese estado en el que está envuelto se dará a través de la escritura. Pero no se trata solamente de la superación de una cuestión espiritual e individual, sino que se orienta hacia lo social y lo político. Luego de la traición frondicista, en los comienzos de los años 60 la literatura es la destinataria excluyente de esa esperanza.

En otro de sus libros -Un Dios Cotidiano- publicado en 1956, es en el propio cuerpo de la novela donde leemos una reflexión sobre la escritura, en lacual el maestro de un colegio católico, el PadreFerré, indica a sus alumnos que realicen un relato con tema libre:

Piensen en una cosa cualquiera –miré hacia las ventanas, después hacia el patio–, en los árboles del patio, en el aljibe, en la campana o en los bebedores y los describen. Nada más que eso. Eligen una cosa que ustedes quieran. O a la que tengan rabia y sobre eso escriben4.

Entonces, escribir para salir de la humillación, tanto la del escritor como la del lector, escribir para los cuadros, y escribir desde la rabia. Escribir en contra de algo. Sobre esto, sobre escribir respecto de aquello a lo que hay que oponerse, se trata la narrativa de David Viñas, que transita por los fusilamientos de la Patagonia, las calles ensangrentadas del Enero porteño de 1919, las maniobras militares conjuntas de las distintas dictaduras latinoamericanas, las traiciones de las alternativas políticas que fueron apareciendo yque se amoldaron al sistema político-económico que decían combatir.

O sea, contra la evasión, la traición y la neutralidad fija el compromiso, la responsabilidad, la desmesura y la toma de partido, lo cual, coherentemente en quien decidió poner en juego en su escritura cada una de sus propuestas, quedó reflejado en sus relatos.

Paredón y después

Todo esto lo realiza a partir de una particular manera de entender el realismo. Esto es, si bien su obra puede incluirse dentro de esta estética, vemos que el realismo está puesto en cuestión a través de la inclusión de diferentes procedimientos formales nacidos bajo el amparo deotras corrientes literarias. Viñas rompe con la linealidad temporal, con la unidad narrativa, utiliza con frecuencia el monólogo interior y hace estallar el punto de vista. Existe en sus textos una absoluta tensión y lucha entre los personajes respecto de la percepción de los acontecimientos. Un texto de Viñas jamás es un entramado armónico, sino un conflicto que genera una multiplicidad de configuraciones. El realismo para él no es una cuestión de formas, sino de interpretación de la realidad social que lo circunda. Por eso Viñas tironea del realismo hasta llevarlo a sus contornos. Lo demás le resulta copia, barullo, la literatura como un culto entretenimiento, un producto kitsch para burgueses.

Esto es lo que queremos rescatar hoy de la obra de Viñas, y ante su reciente fallecimiento, le decimos que donde estés, si es que estás, si estás llegando, será una pena que no exista dios, pero habrá otros –y mientras escribimos recordamos a Rodolfo, a Paco, a Haroldo, al propio Mario dueño de estas palabras-, claro que habrá otros, dignos de recibirte.

Hasta siempre.


Bibliografía

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Notas

1 A lo cual se dedica pero en menor medida, publicando Literatura argentina y realidad política (1964), Laferrére: del apogeo de la oligarquía a la crisis de la ciudad liberal (1965) (y la consiguiente reedición modificada de ambas obras en diversos tomos a inicios de los ´70), Argentina: ejército y oligarquía (1967), De los montoneros a los anarquistas (1971) y Grotesco, inmigración y fracaso: Armando Discépolo (1973).
2 Viñas, David, Dar la cara, Siglo XX, 1975. pp. 94 a 96.
3 Viñas, David, Las Malas costumbres, Editorial Jamcana, Buenos Aires, 1963. Solapa del libro.
4 Un Dios cotidiano. Ceal, Buenos Aires, 1981. P. 41.

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