¿En qué pensamos cuando preguntamos sobre Cuba? | Centro Cultural de la Cooperación

¿En qué pensamos cuando preguntamos sobre Cuba?

Autor/es: Alexia Massholder

Sección: Opinión

Edición: 12

Español:

La Revolución Cubana fue, es y será siempre terreno de disputas, opiniones encontradas, adhesiones, detracciones, interrogantes. Cuba vive hoy un momento de tremendas definiciones en vísperas del VI congreso del Partido en abril de este año. Hay conciencia de la necesidad de cambios profundos, y no solamente en las esferas gubernamentales sino en la gente. Se está discutiendo, sugiriendo, construyendo, criticando. Los cubanos saben que tienen que tomar decisiones importantes, cruciales en algunos casos, para continuar adelante.


¿En qué pensamos cuando preguntamos sobre Cuba?

La Revolución Cubana fue, es y será siempre terreno de disputas, opiniones encontradas, adhesiones, detracciones, interrogantes. Si hay algo que llama la atención es que mucha de la gente que viaja a Cuba, lo hace buscando respuestas a muchas preguntas acerca de “cómo se vive”, “qué piensa la gente”. En muchos casos, además, las personas van a ver lo que quieren ver. Los que sostienen que en Cuba hay carencias se ensañan en encontrar elementos que permitan “confirmar” sus teorías previas (en muchos casos también construidas a partir de los discursos que circulan en nuestros países acerca de los gobiernos “no democráticos”, como serían los Cuba o Venezuela). Por supuesto que esa operación es realizada también por quienes apoyaron y apoyan a la Revolución, sin saber en muchos casos cómo se vive cotidianamente allí. Es decir, buscando todo lo bueno que puede encontrarse para “confirmar” que la posición de apoyo a Cuba es correcta. Pero lo que es innegable, en todos los casos, es que difícilmente Cuba sea un país que permita a quienes lo visitan irse sin hacerse algunas preguntas.

Estamos tremendamente formados y acostumbrados a observar los procesos usando, a veces inconscientemente, categorías de análisis contraídas y legitimadas por el propio sistema en el que vivimos. Y eso, indefectiblemente, nos limita en nuestras percepciones cuando nos enfrentamos a una realidad que no es la propia. Agreguemos también un dato que no es menor: la gente que tiene posibilidades de viajar a Cuba no es la que vive las mayores carencias provocadas por el capitalismo en nuestros países. Y algo más, en algunos casos se observa el “cómo vive la gente” con mucho mayor detenimiento e interés que el que se emplea al mirar la propia realidad. Aquellas categorías que arrastramos en nuestra formación, sumadas al ensañamiento de “mirar la paja en el ojo ajeno” suelen resultar en conclusiones poco felices. Y en definitiva, ¿por qué nos importa tanto lo que pasa en Cuba?

Los grandes medios suelen o bien omitir a Cuba de los análisis de política internacional o bien hablar de la isla para mostrar lo que “deben” mostrar, en defensa de sus grandes intereses. Pero estamos también lo que prestamos mucha atención a Cuba porque creemos que, en cierta forma, nuestras perspectivas de transformación social están iluminadas y apuntaladas por ejemplos como el cubano. Y por eso creemos necesario reflexionar sobre algunos puntos, mirándonos a nosotros mismos.

Primero, ¿se pude afirmar que “el pueblo cubano” está a favor o en contra de su gobierno? Hay aquí varias cuestiones. Una de ellas tiene que ver con que es prácticamente imposible que un pueblo (cubano, argentino, peruano, italiano o sudafricano) tenga una posición unánime respecto a los acontecimientos y procesos de su país. Pero hay que tener muy en cuenta algo: ni los argentinos, ni los peruanos, ni los italianos, ni los sudafricanos tienen las posibilidades de participación democrática que sí tienen los cubanos. El pueblo cubano opina, debate, discute, en sus tantísimas instancias de participación política que solo pueden tener lugar en una verdadera democracia (si por democracia entendemos algo más que lo que nos han enseñado: votar cada 4, 5 ó 6 años y después quedar a merced de la voluntad de los gobernantes). Las instancias de participación política, los Comité de Defensa Revolucionaria, la Unión de Mujeres Cubanas, el Círculo de Adultos, las agrupaciones juveniles, las organizaciones culturales, y tantas organizaciones más, permiten a los cubanos transmitir sus inquietudes, críticas y sugerencias en toda una cadena de ámbitos que van desde la cuadra, pasan por lo municipal, provincial y llegan a lo nacional. Y eso es un proceso de todos los días. En todo momento hay en Cuba reuniones, charlas, votaciones en algún lugar. Incluso los “pioneros” (los niños de lo que sería para nosotros la escuela primaria) tienen sus “congresos pioneriles”. Y eso no importa solamente por poder trasmitir a sus maestros lo que opinan de tales o cuales temas que los afectan. Se trata de comenzar a construir desde una edad muy temprana una cultura política radicalmente diferente a la nuestra. Porque en Cuba se educa civilmente para la participación, que no es una opción, sino un deber. Eso es algo que tiene que tenerse muy presente antes de emitir juicios sobre el régimen cubano. Y eso es porque la responsabilidad que implica poder efectivamente participar de las decisiones del propio país requiere de una formación política particular. No puede entenderse si no que Cuba haya mantenido su sistema, su gobierno, durante más de 50 años, sin llenar las cárceles de opositores, sin “desaparecer” gente y sin criminalizar la pobreza para reservarse luego el deber de poner orden.

Segundo, el escatimoso tema de “los cubanos no pueden salir de Cuba”. Pregunto ¿nosotros podemos salir todos de Argentina? Ciudadanos de los más recónditos y pobres rincones del Chaco ¿pueden salir de Argentina? Porque si vamos a establecer comparaciones, cosa que no suele traer resultados felices, ya que comparamos desde “estructuras de pensamiento” diferentes en muchos casos, tenemos que hacerlas en todos los planos y no sólo en aquellos que nos convienen para “confirmar” nuestras teorías. Contarle a un cubano que en Argentina hay gente que duerme en la calle, chiquitos que trabajan haciendo malabares en los subtes, gente que vive de revolver basura, gente que incluso se muere de hambre, es generar las más variadas reacciones de incomprensión. Y eso también hay que decirlo, en Cuba la gente no se muere de hambre, el Estado se encarga de que no haya gente durmiendo en la calle (dándoles techo y no encerrándolos como delincuentes, como tantas veces vemos en nuestra ciudad de Buenos Aires). Y tantas cosas más que uno solamente puede ver si “mira” Cuba con una actitud de mayor franqueza. ¿Hay problemas? ¿Hay carencias? Por supuesto, máxime teniendo en cuenta que la isla sufre ya décadas de un bloqueo que en muchos casos la ha obligado a “ajustarse los cinturones” para poder repartir verdaderamente lo que había de forma que la subsistencia quedara garantizada para todos. ¿En qué sistema, gobierno, régimen o como se lo llame no hay opositores, carencias, críticos y errores? Pero pensemos realmente en qué es lo que tenemos y si lo tenemos todos. Pensemos si entre las prioridades pondríamos la salud, la educación y la alimentación básica, por sobre tantas otras cosas. Y pensemos siempre que lo que tenemos como individuos no necesariamente es lo que tenemos como sociedad.

Cuba vive hoy un momento de tremendas definiciones en vísperas del VI congreso del Partido en abril de este año. Hay conciencia de la necesidad de cambios profundos, y no solamente en las esferas gubernamentales sino en la gente. Se está discutiendo, sugiriendo, construyendo, criticando. Los cubanos saben que tienen que tomar decisiones importantes, cruciales en algunos casos, para continuar adelante. Hay entre ellos una gran expectativa, con mayor o menor optimismo. Pero saben que tienen ellos mismos la oportunidad de decidir sobre su propio destino, más allá de lo que diga la prensa que responde a los países que siempre se han obstinado por defenestrar a la isla. Porque saben que Cuba sigue siendo un ejemplo inspirador que cuestiona y desafía cotidianamente el capitalismo salvaje que tan “democráticamente” se ensaña en enviar tropas para “ayudar” a que los pueblos sigan un determinado camino. Cuba ha elegido el suyo, hace más de 50 años, y seguirá adelante no por voluntades foráneas, sino solamente si el camino es el elegido por los únicos beneficiados de cualquier régimen político: los seres humanos.

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