Comercio Exterior y Desarrollo ¿Límite u oportunidad? | Centro Cultural de la Cooperación

Comercio Exterior y Desarrollo ¿Límite u oportunidad?

Autor/es: Miguel G. Straffela, Arturo S. Lewinger, Patricia Iannuzzi

Sección: Estudios de Economía Política y Sistema Mundial

Edición: 12

Español:

A partir de la caracterización de nuestra economía como una Estructura Productiva Desequilibrada (EPD), Diamand señala al problema del cuello de botella en la disponibilidad de divisas como el principal límite al proceso de desarrollo argentino. El análisis de Braun y Joy (1968), formaliza en un modelo económico, conocido como “Modelo de Stop and Go”, la dinámica económica en la que interactúan los distintos sectores dentro de una economía con una EPD. En ese marco, el objetivo de este artículo es evaluar la vigencia actual de esta teoría durante el contexto económico que tuvo lugar en el período post-convertibilidad. Para alcanzar nuestro propósito, contrastamos algunos de los supuestos sobre los que el modelo se fundamenta, frente a la coyuntura económica (local e internacional) vigente en la actualidad.
Los resultados alcanzados muestran que los factores que llevaban a la restricción externa a erigirse como el principal factor que impedía un crecimiento sostenido, se han debilitado. Tanto la frontera agrícola como las cantidades producidas se expandieron fuertemente. Asimismo, se redujo significativamente la participación en la composición de las exportaciones de los productos del sector agropecuario, con mínimo valor agregado. Por su parte, la canasta de bienes exportadora se encuentra cada vez menos ligada a la de consumo de los trabajadores. Sin embargo, dado que el sector industrial sigue siendo fuertemente deficitario concluimos que la restricción externa no ha desaparecido sino que se ha desplazado; no obstante, hayamos en el comercio exterior, la oportunidad para superarla.


Introducción

Siguiendo la tradición estructuralista en economía que nos precede, entendemos el desarrollo económico como un proceso complejo de transformación de la estructura productiva fundamentalmente ligado al aumento de la productividad, al avance tecnológico y a la industrialización. Asimismo, el desarrollo implica una trasformación de magnitud tal operada en el seno de una sociedad que provoca una modificación profunda en sus formas de vida, en sus procesos culturales, en sus instituciones políticas; en definitiva, en cada aspecto del acontecer de una sociedad, que marca un quiebre profundo en su devenir histórico.

Tal proceso en la mayoría de los países latinoamericanos se ha encontrado fuertemente condicionado por la forma en la que estos se han insertado en el mercado internacional, como países productores-exportadores de materias primas. Las sucesivas crisis económicas por las que ha atravesado nuestro país y sus gravísimas consecuencias (caída del producto, alta desocupación, pobreza, inflación explosiva, crisis de endeudamiento, destrucción de la capacidad productiva instalada, etc.) han demostrado el fracaso, como estrategia de desarrollo sostenible, del perfil de especialización heredado, por defecto, de las ventajas comparativas naturales.

En este artículo proponemos abordar el análisis del fuerte crecimiento de la economía argentina desde el 2003 en adelante, que ha repercutido en una disminución del desempleo y la pobreza, a la luz de los trabajos de Marcelo Diamand1 y de Oscar Braun y Leonard Joy2, puesto que el eje sobre el cual estos autores trabajan es la influencia del comercio internacional en el proceso de desarrollo económico.

En su texto “El Péndulo Argentino” Diamand realiza una descripción sintética de lo que para él son los ciclos políticos de nuestro país. Identifica dos corrientes principales, la “popular” y “la ortodoxa”. “La primera reconoce influencias del keynesianismo y del nacionalismo económico y sus principales preocupaciones son la distribución progresiva del ingreso y el pleno empleo, objetivos que pretende alcanzar mediante el sostenimiento de un elevado nivel de demanda”3. La segunda adopta como propio un discurso a favor del orden y la eficiencia en materia económica, el equilibrio del presupuesto y el ahorro, que identifica inevitablemente y de forma errónea con la atracción de capitales externos.

El corazón de la argumentación de Diamand es que la razón por la cual ni una ni la otra pueden alcanzar sus promesas de desarrollo económico sostenible no debe buscarse en el supuesto “empate trágico” entre ambas, postulado por ciertos analistas políticos4, sino en la inadecuación de las ideas económicas que sostienen sus medidas. Es decir, la no superación de los problemas surgidos durante el proceso de desarrollo se produce por el diagnóstico erróneo realizado sobre nuestra economía por las ideas económicas en que ambas corrientes políticas se sustentan. En consecuencia, a partir de la caracterización de nuestra economía como una Estructura Productiva Desequilibrada (EPD), Diamand señala, al igual que Braun y Joy, al problema del cuello de botella en la disponibilidad de divisas como el principal impedimento al desarrollo.

El objetivo de este artículo es, por tanto, en el marco de la búsqueda de los desafíos al desarrollo, evaluar la vigencia de esta idea en el contexto actual de la economía argentina.

El presente artículo se estructura de la siguiente forma. En la primera sección describiremos el marco teórico de nuestro trabajo, basado en los trabajos de Diamand, desarrollando qué entendemos por restricción externa y sus consecuencias sobre nuestro país. A continuación, presentaremos el modelo de Bran y Joy y los respectivos supuestos que pondremos bajo análisis. En el siguiente apartado, evaluaremos dicho modelo a la luz del contexto actual de la economía argentina. Para ello, pondremos bajo la lupa tres supuestos básicos del modelo “Stop and Go”, a saber: rigidez de la oferta agrícola; el sector agropecuario como único exportador (la canasta de exportación se superpone con la canasta alimentaria de los trabajadores); que en “pleno empleo” necesariamente se cae en déficit comercial y que con la devaluación no es posible modificar el salario en dólares. Para ello, haremos un repaso de las transformaciones en el modo de producción agropecuario (expansión de la superficie sembrada agrícola, modernización de la máquina agrícola, aplicación de semillas híbridas, inversión extranjera en nodos claves), en las modificaciones dentro de los actores privados de producción y en la evolución de los precios internacionales, que tuvieron lugar durante la década del 90. A su vez, revisaremos la composición de las exportaciones, la participación del sector externo con relación al producto interno bruto y el balance comercial por grandes rubros, a los fines de evaluar posibles cambios durante el período de estos indicadores, con respecto a la estructura histórica de los mismos. Luego, realizamos un ejercicio a los fines de considerar únicamente los efectos, sobre el saldo del balance comercial, de las modificaciones en las cantidades comerciadas, descontando la influencia de las variaciones de los precios internacionales. Por último, repasaremos las condiciones del mercado de trabajo durante los años en cuestión. Finalmente, en el último punto, expondremos nuestras conclusiones.

La restricción externa como límite intrínseco al desarrollo económico argentino

El corazón de la argumentación de Diamand gira en torno a la idea de que ninguna fuerza política en la Argentina ha podido alcanzar sus promesas de desarrollo sostenible debido a la inadecuación de sus ideas económicas con las medidas que promueven. En efecto, se ha tendido a pasar por alto el crucial problema del cuello de botella en la disponibilidad de divisas, que se presenta como un límite al proceso de desarrollo argentino. Diamand lo describe sintéticamente de la siguiente manera:

En las Estructuras Productivas Desequilibradas como la Argentina, debido a su menor nivel de desarrollo, la industria tiene efectivamente una productividad mucho menor que los grandes países industriales. Pero la diferencia señalada, que justifica un nivel de salarios reales más bajos, nunca puede justificar la falta de competitividad internacional, ya que esta tendría que lograrse con un tipo de cambio apropiado. La falta de competitividad en la EPD se debe a que en ella no actúa el mecanismo de adaptación cambiaria antes descripto. Habiendo dos sectores de productividades netamente diferentes -el primario y el industrial- el tipo de cambio puede traducir adecuadamente a nivel internacional a una sola de ellas (...) De este modo, la actividad primaria, que tiene una marcada ventaja comparativa respecto a las demás actividades fija un estándar de referencia de una productividad excepcional, imposible de alcanzar para el resto de las actividades productivas que el país realiza. De allí los altos precios en dólares y la aparente ineficiencia de las demás actividades y en especial la de la industria5.

Este problema de inadecuación cambiaria otorga un sesgo antiexportador a la industria, que entonces sólo puede destinar su producción al mercado interno, amparada por medidas proteccionistas como los aranceles a las importaciones. La primera consecuencia de dicho panorama es un rechazo de la sociedad a su propio proceso de industrialización, al cual rotula como ineficiente por la incapacidad o desidia de los empresarios; siendo solo sostenido de manera “artificial” mediante el favoritismo político y la corrupción.

La evaluación del sector productivo descripta por Diamand lo conduce a identificar una segunda problemática característica de las EPD: la tendencia recurrente a crisis del sector externo. La sostenibilidad del desarrollo productivo del sector manufacturero requiere importar de manera creciente insumos y bienes de capital para el crecimiento de la actividad industrial. La otra cara de esa necesidad incremental es la consecuente absorción de divisas en mayor cuantía. En la medida que las divisas aportadas por el sector primario (el único con capacidad de generarlas al nivel dado del tipo de cambio) no sean suficientes para afrontar aquellas necesidades crecientes de importaciones, la especificidad del proceso de desarrollo local conducirá indefectiblemente al deterioro progresivo de la balanza de pagos, puesto que las compras de bienes del exterior crecerán a una mayor tasa de lo que lo harán las exportaciones. El autor expresa la problemática de la siguiente manera:

Debido a estar obligada a competir a precios industriales superiores a los internacionales, la industria, a menos que cuente con incentivos diferenciales a su favor, no puede exportar y la generación de divisas queda a cargo exclusivo del sector exportador primario. Sin embargo, por limitaciones de producción, de la demanda mundial, o de ambas, el crecimiento de las exportaciones primarias casi siempre es más lento que el crecimiento potencial de la industria. Por ello en los periodos de expansión industrial las necesidades de divisas crecen mucho más rápidamente que su provisión. El desarrollo económico de las EPD se caracteriza así por una divergencia crónica entre el consumo de divisas y su generación6.

Vemos como el rol del comercio exterior es fundamental para entender las trabas al desarrollo de nuestro país.

Cada período de expansión desemboca en el agotamiento de las reservas internacionales y en una crisis de balanza de pagos. Al no contar el país con suficientes divisas para alimentar su aparato productivo, la producción de una u otra forma se ve forzada a bajar al nivel de la disponibilidad de divisas. Una parte considerable de la capacidad productiva instalada queda ociosa; el nivel de vida alcanzado por la población desciende; el nivel de empleo cae; el proceso de inversión se detiene, y todo ello debido a la restricción que ejerce el sector externo7.

En el presente trabajo, nos proponemos analizar la vigencia actual de tal conclusión principal a la que arriba el autor.

Los ciclos “Stop and Go”

En una primera instancia, el análisis de Braun y Joy8, profundizan sus estudios en el rol que desempeñaba el sector agropecuario en el desarrollo económico argentino. Sin embargo, en la misma línea que la argumentación de Diamand, para comprender la naturaleza del proceso de desarrollo como un todo, debieron ampliar su análisis desarrollando un modelo que les proporcionara una posible solución a la paradoja de la inflación unida al estancamiento económico y al fuerte desempleo.

Para ello, formalizaron un modelo, conocido como “Stop and Go”, que resume la dinámica económica en la que interactúan los distintos sectores dentro de una economía con EPD. Las conclusiones a las que arriban se sustentan en los siguientes supuestos:

  1. El precio interno de aquellos productos agropecuarios que la Argentina exporta será igual al precio de exportación (los impuestos a las exportaciones reducen dicho precio).
  2. La respuesta de la oferta agrícola a variaciones de precios se produce con cierto retraso.
  3. La producción agropecuaria no requiere insumos importados.
  4. La producción, excluida la agropecuaria, se clasifica en manufacturera y de servicios, y en el caso de las manufacturas, los insumos variables consisten solo en mano de obra homogénea, e insumos importados en proporciones fijas, para los cuales en el margen de variaciones relevantes la productividad marginal es constante (elasticidad infinita de la oferta en el margen relevante).
  5. Los servicios solo requieren de mano de obra para producir. Ni servicios, ni manufacturas pueden exportarse.
  6. El único sector capaz de exportar es el agrícola y su demanda externa es infinitamente elástica (bajo peso de las exportaciones argentinas en el comercio mundial).
  7. La elasticidad precio de la demanda interna de la producción agropecuaria es baja.
  8. El valor de las exportaciones es insuficiente para cubrir el costo de los insumos importados al nivel de pleno empleo, dado que la relación del nivel monetario de los salarios con respecto al tipo de cambio, con pleno empleo, puede modificarse muy poco.
  9. El gobierno aspira a alcanzar el equilibrio de balance de pagos sin recurrir a los controles directos.

De modo que será de nuestro interés tratar de contrastar la estructura productiva vigente en la actualidad frente a la coyuntura económica (local e internacional) en la que se enmarca la Argentina durante el período post-convertibilidad, con algunos de estos supuestos. A saber:

  1. Derivado del supuesto 2: la rigidez de la oferta agrícola.
  2. De los supuestos 5 y 6: que el único sector exportador, y que forma parte de la canasta alimentaria de los trabajadores, es el agropecuario.
  3. Finalmente del supuesto 8: que en “pleno empleo” las exportaciones no cubren las importaciones, (necesariamente se cae en déficit comercial) y que con la devaluación no es posible modificar la relación entre el salario y el tipo de cambio (no se puede variar el salario en dólares). Este supuesto será considerado además en perspectiva dinámica teniendo en cuenta el proceso de crecimiento y no solo el análisis estático.

En base a ellos, los autores describen la dinámica de los ciclos de la economía argentina. El proceso comienza con el “Go”: la demanda interna y el empleo se encuentran en continuo aumento, hasta que la economía alcanza su techo y la restricción externa se impone, llegándose al punto donde las importaciones no son cubiertas por las exportaciones. Sobreviene una crisis de balance de pagos, la cual conduce a la necesidad de una depreciación de la moneda. “El equilibrio externo termina reestableciéndose, pero más que todo por obra del efecto ingreso, similar al viejo efecto del patrón oro y diferente del efecto precio que presupone la teoría”9.

A raíz de la devaluación, aparece mediante varios caminos simultáneos la recesión, el primer mecanismo correctivo automático. En principio aumentan fuertemente los costos y los precios internos de los bienes transables: en los productos agropecuarios de igual magnitud que la devaluación, y en las manufacturas, en menor medida10: 1) aumento de los costos de todos los productos importados que se propaga a los precios; 2) por arrastre aumenta el precio de muchas materias primas básicas producidas localmente, directamente competitivas con las importaciones; 3) alza del precio de los alimentos en el mercado interno por arrastre del aumento de precios que reciben en moneda nacional los exportadores de productos agropecuarios.

El salario real se contraerá; puesto que los salarios nominales no se ajustan automáticamente y se produce una transferencia de ingreso a favor de los productores agropecuarios y de los exportadores tradicionales, la cual trae una significativa reducción de la demanda global bajo el supuesto poskeynesiano de que la propensión marginal a consumir de los trabajadores es mayor que la de los capitalistas.

En consecuencia, cae la demanda de los sectores manufactureros y el de servicios absorbiendo en mayor medida la caída del salario real. Asimismo resulta coherente suponer que el empleo disminuirá en dichos sectores, lo cual agravará la caída de la demanda interna. Por otra parte, no se registra, simultáneamente, un aumento de la inversión en respuesta al mayor ahorro capitalista, por los mayores beneficios del sector que produce el bien exportable. En suma, la suba del tipo de cambio provoca una caída del consumo, la inversión y la producción.

Así, el ajuste se produce como en el viejo patrón oro por una caída en el nivel de actividad por el aumento de precios de los insumos, se reducen las importaciones y aumentan levemente las exportaciones, por el aumento de los saldos exportables ante el menor consumo interno. Ello reequilibra la balanza de pagos reiniciándose el ciclo11. Como explica Diamand, “aparece el superávit de balanza comercial y el sector externo se equilibra gracias a la disminución del nivel de actividad”.

Además de producir una recesión, verdadera causa de reequilibrio del sector externo, la devaluación produce un fenómeno adicional: inflación cambiaria, combinando “paradójicamente” dos de los mayores problemas económicos. La inflación cambiaria reconoce tres causas principales. La primera ya fue mencionada: el aumento de costos de los insumos importados y de las materias primas de exportación que se traslada a precios (ante una posición ventajosa en un mercado interno fuertemente concentrado).

Braun y Joy en su octavo supuesto, mencionan que ante este panorama, los trabajadores luchan por recuperar la caída de sus salarios reales, presionando nuevamente hacia arriba los costos de las empresas, que los suelen trasladar inmediatamente a precios. Así la relación entre el salario y el tipo de cambio eventualmente retorna a los niveles anteriores a la devaluación.

Paralelamente, la caída del nivel de actividad impacta en la recaudación del Estado, produciendo un déficit que será financiado a través de la expansión monetaria. Ello agrega un nuevo impulso a la espiral inflacionaria ya desatada.

Finalmente, dentro del contexto de alta inflación, el nivel de actividad suele recuperarse, pero el agro pierde las ventajas iniciales conquistadas, las importaciones vuelven a crecer y el ciclo se repite (generalmente con un cambio del signo político del gobierno).

Desafíos al desarrollo: ¿se mantiene la vigencia de la restricción externa?

Luego de la devaluación de 2002 se aplicaron retenciones a varias exportaciones de productos primarios de gran envergadura, como cereales, oleaginosas y petróleo. El esquema de derechos de exportación implementado jugó en cierta medida un rol de “tipo de cambio diferencial” para los productos agrícolas al mismo tiempo que redujo el impacto alcista sobre los precios internos de la devaluación. La apropiación de parte de la renta extraordinaria agrícola que ello significó incrementó fuertemente la carga impositiva respecto al PIB (junto con otros impuestos nuevos como el aplicado a los cheques) a niveles que no conocía la Argentina. Como resultado, se obtuvieron consecutivos superávits fiscales que sumados a la caída de las importaciones redundaron en superávits gemelos inéditos por tamaño y duración.

Si bien Diamand planteaba la implementación de un tipo de cambio diferencial como posible solución, ¿está aún presente el fenómeno que subyace e inherente a las EPD? La idea de nuestro estudio es analizar si el panorama así planteado por Diamand y Braun y Joy, hace ya varias décadas atrás, ha sufrido o no modificaciones en la actualidad. Es evidente que los últimos años de alto crecimiento experimentado por el país, con superávits del sector externo y fiscal plantean ciertos interrogantes. Concretamente, ¿por qué esta vez no se ha producido la crónica escasez de divisas que solía interrumpir los procesos de crecimiento anteriores?

Para respondernos esta pregunta, realizaremos a continuación una revisión de los supuestos básicos del modelo de “Stop and Go” a fin de evaluar su vigencia actual.

A. Rigidez o inelasticidad de la oferta agrícola

¿Reaccionó efectivamente la oferta agrícola tras la brusca devaluación del 2002? ¿Hubo efectivamente retraso en su reacción? ¿Qué hechos económicos jugaron un rol impulsor y cuáles fueron obstaculizadores? La evolución de la producción de cereales y oleaginosas puede colaborar a echar luz sobre la tendencia de largo plazo en el sector.

Grafico 1

En el Gráfico 1 se pueden observar, a grandes rasgos, cuatro cortes en la serie histórica. El primero de ellos abarca el período de auge 1900-1935 durante el cual el país fue conocido como el “granero del mundo”. En este lapso la producción tuvo un crecimiento promedio de 4,5% anual. Le siguen tres décadas de estancamiento (1936-1965) para retomar luego el crecimiento y romper la tendencia apática mediante un auge sostenido desde los años 70. Cabe señalar que desde los 90 hasta 2008 la tasa de crecimiento fue aun mayor, promediando 5,5% anual.

Es importante destacar que esta aceleración de la producción de cereales y oleaginosas de las últimas dos décadas se dio, en parte, gracias a la expansión de la frontera agrícola o superficie sembrada. En 1990 la misma contaba con 20 millones de hectáreas, 27 en 2002 y más de 33 millones en la cosecha 2008. Al mismo tiempo, y pese a haber sido desplazadas a nivel territorial, la ganadería y lechería alcanzaron niveles máximos de producción históricos. Estos crecimientos concomitantes implican un aumento significativo en la productividad de sectores como el ganadero; el cual, pese a haber visto reducida la superficie donde se desarrolla su actividad (de unos 8 millones de hectáreas a poco menos de 5,1) produjo un leve incremento en sus stocks.

Estructura productiva del sector agropecuario

¿Qué cambios estructurales se encuentran detrás de esa modificación de la tendencia, que no arranca en 2002, sino en la década del 70 y se profundiza en la del 90?

La modificación en la tendencia responde a diversos factores que no siempre se mueven coordinadamente y en un mismo sentido12, entre ellos se puede nombrar el impulso oficial dado indirectamente a través de instituciones de generación, adaptación y difusión de tecnologías (como el INTA, AACREA y algunas universidades), programas públicos de difusión de determinados cultivos; modificaciones favorables de los precios relativos; dinamismo de los mercados internacionales de ciertos productos; cambios al interior de los actores privados, inversiones extranjeras en nodos claves de determinadas redes de negocios.

Fue a mediados de los años 60, de la mano de una mayor mecanización (tractores y siembra directa) y del uso de semillas híbridas, que se comenzaron a observar los primeros indicios de cambios en la producción. Posteriormente, tuvo lugar el desarrollo de la soja comercial como un cultivo alternativo en materia de grano grueso. Así, “los esfuerzos públicos y algunas iniciativas privadas para la introducción de nuevos cultivos y tecnologías de proceso fueron el punto de partida de la reconversión productiva. Incluso, la falta de rentabilidad, junto con otros problemas (como la erosión) produjeron algunos cambios de conducta hacia los nuevos cultivos”13.

Para fines de los 70, inversiones, tanto locales como extranjeras, y un régimen de restricciones a las exportaciones de granos facilitaron el desarrollo de las primeras etapas de industrialización de las oleaginosas y algunas actividades complementarias, como las terminales portuarias14,15.

Bisang16 hace referencia a que durante los 90, la apertura de la economía modificó en gran medida el escenario del campo afectando: precios (si bien señala que en los insumos el efecto es ambivalente, la mejoría de los precios internacionales termina definiendo la tendencia); oferta de algunos insumos (con la importación clave de tractores y maquinaria de mayor potencia para la Siembra Directa y fertilizantes) y, finalmente, políticas públicas (como rebaja de aranceles y otras que facilitaron la salida de exportaciones y el relanzamiento de líneas de crédito al sector para compra de insumos y/o leasing).

Durante la década de los 90, la apreciación cada vez más marcada del tipo de cambio, así como la progresiva caída de los precios internacionales de las materias primas, forzaron una mayor concentración de la producción 17,18,19. Es decir, bajar costos con la intensificación en el uso de innovaciones a modo de “fuga hacia delante”, asumiendo riesgos como forma de supervivencia frente a las inversiones realizadas y al nivel de endeudamiento que ya tenían. En cambio, los que no se encontraban al nivel de escala para conseguir financiamiento, o quebraron y vendieron sus tierras o bien tercerizaron la producción transformándose en arrendatarios.

Esto generó una profunda transformación no solo en la forma de producir sino en la composición de los actores que llevaban adelante dicho proceso. De manera que, en primer lugar, se separa el dueño de la tierra del agente productor o contratista20. En segundo lugar, se acentúa un proceso de deslocalización de la producción, es decir, estas nuevas empresas o “pooles de siembra” se abastecen de insumos y gastan sus excedentes en lugares tal vez distintos de aquellos donde realizan la labranza. La lógica de funcionamiento de estos pooles21 los lleva a incorporar innovaciones en su búsqueda por ampliar el negocio, expandiendo al mismo tiempo las fronteras agrícolas a zonas extra pampeanas para producir y elevando la productividad. Asimismo, tiene lugar un proceso de ingreso de empresas multinacionales a la actividad agrícola argentina: Monsanto, Syngenta, Cargill, Bayer y otras empresas. Se trata de multinacionales que provienen de la química fina o la industria farmacéutica, que ejerciendo el control de activos biotecnológicos aplicados a la genética vegetal, absorben semilleros a fin de lograr ofertas completas de paquetes técnicos.

Teniendo en cuenta estos profundos cambios estructurales vividos por el sector durante los 90, cabe preguntarnos si los mismos no trajeron aparejada alguna modificación en la reacción de la producción agropecuaria frente a nuevas señales de precios como la del 2002. Para analizarlo se descartó variables tales como evolución de las exportaciones primarias o sus derivados, medida en dólares, que generan confusión entre movimientos reales por distintos comportamientos y variaciones de precios. Veámoslo pues en forma desagregada:

Gráfico 2

Las señales de precios o bien pueden provenir de un reacomodamiento del tipo de cambio con lo que se modifica su ingreso en moneda local, o bien de alteraciones en los precios internacionales. Como puede verse en el Gráfico Nº 2, tanto el índice de tipo de cambio real multilateral (ITCRM), como el índice de precios de materias primas (IPMP)22 evolucionaron favorablemente desde 2002. El ITCRM por la devaluación y el IPMP desde enero de 2002 hasta abril de 2004 casi llegó a duplicarse, fenómeno que se acentúa al final de la serie.

Claramente la devaluación de 2002 es un factor clave que dinamizó la oferta de productos primarios de exportación. La misma, por su inusual y bajo pass-through (traspaso a precios), le permitió al sector agropecuario reducir sustancialmente sus costos nacionales sobre todo gracias a la reducción de los salarios en dólares, entre otros insumos nominados en moneda nacional, en relación a sus ingresos obtenidos en divisas de la exportación.

Recién hacia el 2004/5, se observa una fuerte reacción en el volumen de la cosecha gruesa, aunque las condiciones climáticas distorsionan en gran medida el análisis acerca de las decisiones del sector frente a cambios en los precios. Para eliminar estos aspectos distorsivos del comportamiento de los nuevos protagonistas a cargo del grueso de la producción agropecuaria, se analiza a continuación las superficies sembradas a nivel general y particular:

Gráfico 3

Resalta aquí el proceso de “fuga hacia adelante” en respuesta a la caída de los márgenes de rentabilidad entre el 1995 y 1997, año en el que se estabiliza la frontera agrícola total hasta fines del 2001. Entre estos dos años la soja continuó fuertemente avanzando al tiempo que otros cultivos típicamente de las economías regionales, como así también el girasol y el maíz se vieron forzados a relegar tierras, manteniéndose casi constante la superficie total sembrada.

Sin embargo, en este caso se ve más notoriamente que frente al fuerte reacomodamiento de precios relativos favorable a los transables, casi de manera inmediata desde 2002 la frontera agrícola retomó la senda de expansión. Si bien ello se enmarca en un proceso complejo de transformación de más larga data, que depende en gran medida de la tecnología y de la fertilidad de los suelos, se observa que la expansión de los márgenes provocada por la devaluación hizo posible la puesta en actividad de muchas tierras de menor fertilidad, expandiendo en total la superficie sembrada.

En conclusión, no existe suficiente evidencia para refutar estrictamente el segundo supuesto de Braun y Joy, el cual recordemos que sostiene que la oferta agrícola responderá sólo tras un período de tiempo a las variaciones de precios. Si bien luego de la devaluación, la producción de granos reacciona con cierto rezago (como se desprende del gráfico 2, en diciembre de 2005 se incrementa en 15,3 millones de toneladas con relación al mismo período del año previo), la superficie sembrada exhibe en el gráfico 3 una reacción inmediata frente a la señal de precios positiva. La expansión de la frontera agrícola no sólo se refleja en el incremento total de la superficie sembrada23, sino que se agrega como elemento un cambio en la composición de las semillas sembradas, con un extraordinario crecimiento de la siembra de soja en detrimento del resto de los cultivos. Tal capacidad de reacción frente a la mejora en los precios relativos, fue facilitada por la reconversión productiva y la concentración de la producción agrícola en manos de nuevos actores productivos a quienes la tierra no les pertenece.

En suma, los productores agrícolas, ante la mejora en las señales de precios, expanden la frontera de producción agropecuaria hacia regiones donde antes no era rentable sembrar, incrementándose así la producción agrícola en el mediano plazo.

B. “El único sector exportador, el agropecuario”

Existe un factor clave en un modelo de estancamiento por restricción de divisas como el que esta bajo análisis: la estructura productiva desequilibrada resultante de la mayor productividad relativa del campo frente al sector industrial (no traducida de manera acorde mediante tipo de cambios diferenciales) imposibilita la exportación de otro sector que no sea el agrícola.

Frente al actual auge exportador, entonces, nos preguntamos, ¿cómo se inscribe ese crecimiento en un marco histórico ampliado?

En el siguiente Gráfico, se observa la participación de la agricultura (en su conjunto) y la ganadería como porcentaje respecto al total de las exportaciones en el total de la canasta de exportación argentina:

Gráfico 4A

Gráfico 4B

A partir de estos Gráficos podemos obtener una primera aproximación de su evolución. En el caso de la ganadería24 los números son contundentes: mientras que en 1958-64 casi la mitad del total de las exportaciones eran ganaderas, para el 2009 su participación se redujo hasta tener un peso relativo menor al 5%. En el caso de la agricultura en su conjunto (gráfico 4B) tanto los productos con mayor como los de menor elaboración vieron disminuir su participación en el total de las exportaciones, desde un 82,6% en 1970 a un promedio de aproximadamente 45% para la última década. A su vez los productos de menor nivel de elaboración vieron disminuir su participación a casi un tercio entre 1970 (38%) y 2009 (13%). Adicionalmente, se observa que desde la década del 80 las manufacturas de origen agropecuario no solo crecieron en concomitancia con las exportaciones totales, sino que superaron dicho nivel, incrementando su participación hasta un 33%. Ello implica que parte de los productos agrícolas que antes se exportaban en bruto hoy reciban cierto nivel de procesamiento dentro del país.

Por otra parte, es destacable lo ocurrido en la exportación de servicios. Este tipo de actividades intensivas en el uso de mano de obra se vieron muy favorecidas con la reducción de salarios en dólares luego de la devaluación. Por ello, han crecido desde el 2002 hasta el 2007 a una tasa promedio mayor al 24% mientras que la mundial rondo el 14%. Durante 2007 los ingresos alcanzaron los u$s 10.283 millones, es decir más del doble del mejor año de la convertibilidad, 2000, con u$s 4.936 millones. En el 2007, las mismas representaron casi el 18,5% de las exportaciones de bienes y su balanza por primera vez luego de muchos años se encuentra casi en equilibrio, al tiempo que rubros como viajes o transportes son superavitarios, como puede observarse del siguiente Gráfico:

Gráfico 5

Balanza comercial

Luego de la suba del tipo de cambio, se verificó otro fenómeno que venía desarrollándose a partir de la convertibilidad: el mayor peso del comercio exterior en el total de la economía. Esta característica en realidad estaba presente pero era más compleja de observar debido al tipo de cambio sobrevaluado que sobredimensionaba al resto de la economía en relación con su comercio exterior.

Gráfico 6

Como puede apreciarse en el Gráfico N° 6, la balanza comercial fue continuamente deficitaria durante el periodo 1992-2000 con excepción de 1995; año en que la recesión disminuyó fuertemente las importaciones. Este hecho concuerda plenamente con la asimetría entre las elasticidades-producto de las importaciones y exportaciones descriptas por Diamand y Braun y Joy, ya que al ser la primera mucho más grande, las correcciones frente a los déficit siguen siendo más fáciles de alcanzar mediante recesiones (y su correspondiente reducción de compras al exterior) que por crecimiento de las exportaciones.

La situación deficitaria de los 90 fue revertida durante la recesión del 2001 y 2002, fundamentalmente por la reducción de importaciones que trajo aparejada, con variaciones interanuales de -19% y -54%, respectivamente. El año 2002 marcó un record con un superávit mayor al 16% del PIB. Medido en millones de dólares, desde el 2002 el balance se mantuvo fuertemente superavitario aunque fue disminuyendo lentamente desde los u$s 16.661 millones en aquel año, hasta los u$s 11.273 millones en 2007. Con la crisis mundial de 2008/2009 el superávit volvió a ampliarse a partir de la reducción de las importaciones a u$s 12.556 millones y u$s 16.888 millones respectivamente; es decir en dólares corrientes representa el mismo nivel del 2002, aunque como porcentaje del PBI fue mucho menor (5,6%).

Si bien la desagregación de exportaciones e importaciones difiere bastante, se puede realizar un análisis del balance comercial por rubros, desagregando al máximo nivel. Lo anterior es sumamente relevante, porque como señalan en su artículo Bianco, Porta y Vismara:

(...) la composición de la balanza comercial por sectores o ramas productivas permanece sin modificaciones significativas (con anterioridad y posterioridad a la devaluación); en este sentido, la nueva dinámica asumida por el sector externo luego del cambio de régimen macroeconómico no ha implicado la transformación de un patrón de inserción y especialización productiva largamente consolidado. De acuerdo con los datos registrados en 2005, el 93% del superávit comercial total es explicado por el resultado en sectores afirmados en ventajas naturales -principalmente los agrícolas- y sólo un 5% por la balanza de productos industriales. En concordancia con esta observación, si se considera el contenido tecnológico directo de los bienes manufactureros comerciados, la industria argentina presenta un elevado superávit solamente en los productos de baja tecnología y déficit en todas las otras categorías.25

Así, en el siguiente Gráfico se observa que el componente de manufacturas de origen industrial (MOI) del comercio exterior, es decir, el que concentra los bienes de mayor contenido tecnológico y valor agregado, continúa siendo fuertemente deficitario.

Gráfico 7

En cuanto a los servicios, ya hemos visto en el Gráfico Nº 5, el recorrido hacia el equilibrio en su saldo comercial.

Por último, y teniendo en cuenta el gran incremento del precio internacional de las materias primas reflejado en Gráfico Nº 2, a los fines de dimensionar los efectos del movimiento de los términos de intercambio en el balance comercial, realizamos el siguiente ejercicio: evaluar el saldo comercial en dólares constantes de 1993 para netear el efecto sobre el mismo de la mejora/empeoramiento de los términos de intercambio y considerar solamente la modificación en las cantidades exportadas/importadas. El resultado se presenta en el siguiente Gráfico26:

Gráfico 8

Es decir, si las exportaciones y las importaciones de cada año son valuadas a los precios constantes de 1993, obtenemos un nuevo resultado de balanza comercial. Lo interesante es ver que utilizando ese año como base para netear los favorables términos de intercambio luego del 2002, el balance comercial resultaría para el 2007 casi en equilibrio. Ello no es poco si se tiene en cuenta que comprende el período de mayor crecimiento sostenido en un quinquenio en la historia argentina.

De modo que, tras una etapa de fuerte crecimiento, que implicó un déficit externo del sector industrial cada vez más acentuado, existen elementos para sospechar que la economía argentina no hubiese incurrido en un déficit comercial profundo como los que frecuentemente experimentaba hace un par de décadas atrás, incluso si no se hubiese verificado la mejora en los precios de las materias primas que Argentina exporta, observada fuertemente a partir del 2005.

En este sentido, la incorporación de China e India al comercio mundial ha provocado en las últimas décadas, una reversión de la caída histórica de los términos de intercambio y un enorme aumento de la demanda mundial de commodities agrícolas que permiten concluir que el nivel de divisas generadas por el sector agrícola (productos primarios + MOA) bastó, hasta el momento, para abastecer de las crecientes  necesidades del desarrollo industrial.

C. Rigidez de los salarios en dólares en pleno empleo

Como hemos sugerido anteriormente, la economía argentina de los 60 tenía severas dificultades para poder reducir los salarios en dólares en relación al tipo de cambio de pleno empleo. En gran medida ello se debía a la superposición de canastas de bienes de consumo y para exportación, y a la organización de la clase obrera en fuertes sindicatos que imposibilitaban la reducción del salario real en dólares para el equilibrio externo y en pesos para los márgenes de ganancias internos. El caso de la superposición de canastas ya lo hemos visto, por lo que en este apartado se repasará brevemente las nuevas características del mercado laboral.

La persistente acumulación de dificultades en el plano laboral y distributivo, durante un largo período que comenzó a mediados de los 70 llevó a que la sociedad argentina comenzase el nuevo siglo atravesando una frágil situación social (la tasa de desocupación superaba el 20%, un 18% adicional de trabajadores se encontraba en situación de subempleo, sumado 7,8% de beneficiaros de planes trabajar). Ello se expresaba en una elevada incidencia de la precariedad laboral, la pobreza y la indigencia, así como en las amplias brechas de bienestar existente entre diferentes sectores. Sobre este difícil cuadro social se descargaron los efectos que produjo el abandono de la convertibilidad, que se había tornado insostenible hacia el final de los 90.

La devaluación del año 2002 implicó una caída del salario real cercana al 30%. La precariedad del mercado laboral y la debilidad de la organización sindical de la clase obrera impidieron que esta caída se revirtiese hasta bien entrada la nueva etapa. Así, contrariamente a lo descripto por Braun y Joy, en el 2002 la devaluación significó, precisamente, una modificación de la relación entre el salario y el tipo de cambio, lo que redundó en un fuerte incremento de los márgenes de ganancia de las empresas exportadoras. De hecho, para los asalariados del sector informal, hacia el 2009 aún no se habían recuperado los niveles salariales previos a la suba del tipo de cambio.

Resumiendo, en materia de puja distributiva, Argentina atravesó profundos cambios entre ambos períodos, que se tradujeron en un mercado laboral con altos niveles de informalidad, mayor flexibilidad, rotación y subutilización de la fuerza laboral en su conjunto. Toda esta situación de mayor fragilidad de los asalariados impidió la rápida recuperación del salario real luego de la abrupta caída durante el 2002, otorgándole mayor flexibilidad a la relación salario/tipo de cambio27.

Comentarios finales

A partir de la evaluación de las variables relevantes tanto para el análisis de Diamand, como el de Braun y Joy, observamos que los cambios estructurales que tuvieron lugar en la economía argentina a partir de la modificación de la producción agropecuaria, así como una mayor diversificación de las exportaciones, sumados al cambio que la entrada de China e India al comercio mundial como grandes demandantes de materias primas, provocaron que el último ciclo de crecimiento no se viese interrumpido por la restricción externa. A raíz de la revisión de los supuestos en cuestión podemos concluir que la situación de la economía argentina en la actualidad presenta significativas diferencias respecto al contexto económico de la década del 60 evaluado por los autores.

En primer lugar, la oferta agrícola superó su largo período de estancamiento y, como observamos, a partir de los mencionados cambios en el sector agropecuario, tanto la frontera agrícola como las cantidades producidas se expandieron fuertemente en respuesta al cambio de precios relativos provocados por la devaluación y al incremento de precios internacionales.

Por otra parte, en la composición de las exportaciones se redujo significativamente la participación del sector ganadero y agropecuario con mínimo valor agregado, al tiempo que sectores industriales comenzaron a exportar, en un marco de aumento del peso relativo del sector externo en el conjunto de la economía. Asimismo se destaca que la canasta de bienes exportadora se encuentra cada vez menos ligada a la de consumo de los trabajadores.

Finalmente, las precarias condiciones del mercado laboral en el momento de la devaluación provocaron que se modificara efectivamente la relación entre el salario nominal y el tipo de cambio y que esta modificación perdurara en el tiempo.

A pesar del debilitamiento de los supuestos, el análisis de la balanza comercial (Gráfico Nº 7) pone de relieve que, dado que el sector industrial sigue siendo fuertemente deficitario, los factores analizados previamente no implican una desaparición de la restricción externa, sino a lo sumo su desplazamiento. Respecto de la sostenibilidad en el tiempo, el esquema sigue siendo fuertemente dependiente de los precios internacionales de las materias primas, lo que queda reflejado en el Gráfico N° 8 como un equilibrio comercial durante el año 2007 (y no un marcado superávit) si se dejan de lado los efectos provocados por la mejora en los términos de intercambio, a pesar de que, como muestra el Gráfico N° 7, el déficit comercial del sector industrial sigue profundizándose durante dicho año y el siguiente. Por lo tanto, descontando los efectos de la mejora en los términos de intercambio, podría haberse esperado la ocurrencia de un déficit comercial de la balanza total a partir de entonces, aunque la crisis internacional en el año 2009 modificó todo el panorama.

Es por esto que consideramos que la falta de un plan integral, articulado y sistematizado orientado al objetivo de que las empresas nacionales alcancen las escalas y los niveles de productividad estándares para la economía globalizada en la que Argentina está inserta, de modo tal de evitar que su crecimiento se torne insostenible al volverse crecientemente deficitario y dependiente de las divisas que provienen del sector agropecuario, es uno de los puntos frágiles de la actual etapa de crecimiento. Por supuesto, queda claro que el aumento de la escala de producción de las empresas y las políticas destinadas a dicha finalidad no pueden restringirse al ámbito nacional sino que deben ser discutidas y negociadas en el marco del Mercosur, como plataforma imprescindible para alcanzar competitividad a nivel mundial. En el momento actual, una política de sustitución de importaciones a escala nacional sostenida en el cierre del comercio exterior no tiene posibilidad de ser sustentable en el tiempo, ni de mejorar las condiciones de vida en Argentina.

Por consiguiente, se desprende del análisis precedente, adicionalmente, que la simple devaluación y el establecimiento de un tipo de cambio diferencial (tipo de cambio subvaluado combinado con retenciones a las exportaciones de productos básicos) que reconozca la divergencia de productividades relativas no es suficiente, sino que a lo sumo es una condición necesaria del proceso. En este sentido, las propuestas de Diamand y de Braun y Joy apuntaban en una dirección que es importante tener en cuenta, pero que no pueden agotar los esfuerzos.

En tanto, en el contexto internacional actual de devaluaciones competitivas entre los países centrales y los emergentes (denominado, sugerentemente, “guerra cambiaria” por el ministro de economía brasileño, Guido Mantenga) la discusión acerca de las políticas necesarias para impulsar el crecimiento, basado en las exportaciones, pasa a un primer plano. Nuestro análisis, sin embargo, refleja que la política cambiaria no debe ser la única a tener en cuenta.

En definitiva, creemos que la posibilidad de que las empresas argentinas puedan exportar, e incluso internacionalizarse, es la única forma de aumentar su escala y productividad, verdadera condición necesaria de un desarrollo nacional genuino y sostenido que redunde en la mejora del salario y en las condiciones de vida de la población, desde un mercado reducido como el argentino. De ahí que consideremos al comercio exterior como la oportunidad para el desarrollo; pese a que hoy por hoy, al no poder superar la restricción externa, se presente como un límite.


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Notas

1 Diamand, Marcelo. "El péndulo argentino ¿Hasta cuando?". Revista Argentina de Política Económica y Social. Ed. Instituto de Política Económica y Social. Buenos Aires, ene-abril 1985, ejemplar Nº 4, pp. 93-134.
2 Braun, Oscar y Leonard Joy. ¨A Model of Economic Stagnation- A Case Study of the Argentine Economy”. The Economic Journal. Ed. Blackwell Publishing for the Royal Economic Society, Vol. 78, No. 312, Dec., 1968, pp. 868-887.
3 Ídem, p. 100.
4 Esta posición sostiene que no importa tanto qué programa de las dos corrientes principales se adopte, ambos podrían tener éxito en lograr el desarrollo del país si pudieran imponerse y sostenerse un período considerable de tiempo en el poder.
5 Ídem, p. 102.
6 Ídem, p. 103.
7 Ídem, p. 104.
8 Ídem.
9 Ídem, p. 107.
10 Los bienes no transables, servicios, no corrigen sus precios de forma automática ya que no poseen insumos importados.
11 Las autoridades monetarias suelen introducir un segundo mecanismo recesivo, la restricción monetaria, negándose a expandir la cantidad de dinero en circulación a la par del aumento de los costos y de los precios. Ello deriva muchas veces de una interpretación equivocada del aumento de precios como resultado de un exceso de demanda. Por consiguiente sobreviene una suba de las tasas de interés, profundizándose la recesión.
12 En algunos periodos son mas relevantes las señales de precios, mientras que en otros los incentivos indirectos se tornan relevantes (por ejemplo contar con nuevas semillas generadas por instituciones públicas, apoyo a difusión de ciertas tecnologías, etc.)
13 Ver página 192 en Bisang, Roberto. “El desarrollo agropecuario en las últimas décadas. Volver a crecer?”, en Bernardo Kosacoff (editor) Crisis, recuperación y nuevos dilemas. La economía argentina 2002-2007. Ed. Naciones Unidas-CEPAL, Colección de Documentos de proyectos Nº20, Santiago de Chile, Nov. 2007.
14 Gutman y Gatto. Agroindustrias en la Argentina: cambios organizativos y productivos (1970-1990). Bibliotecas Universitarias. Centro Editor de América Latina, Cepal. Buenos Aires, 1990.
15 Obstchatko; Basco; Cirio; Ras; Torres Soto. El sector agroalimentario argentino en la década del ’90. Ed. Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). Buenos Aires, 1997.
16 BISANG, Roberto. El desarrollo agropecuario en las últimas décadas. Volver a crecer?, en Bernardo Kosacoff (editor) “Crisis, recuperación y nuevos dilemas. La economía argentina 2002-2007”. Ed. Naciones Unidas-CEPAL, Colección de Documentos de proyectos Nº20, Santiago de Chile, Nov. 2007, pp. 187-260.
17 Lattuada. Acción colectiva y corporaciones agrarias en la Argentina. Transformaciones institucionales a fines del siglo XX. Ed. Universidad Nacional de Quilmes. Buenos Aires, 2006.
18 Federación Agraria Argentina. “Documento Base”, en Eduardo Buzzi y otros (editores) La tierra, para qué, para quiénes, para cuántos. Ed Ciccus. Congreso Nacional y Latinoamericano sobre uso y tenencia de la tierra. Buenos Aires, 2005.
19 Teubal, Domínguez y Sabatino. “Transformaciones agrarias en la Argentina. Agricultura industrial y sistema alimentario” en Giarraca, Norma y Teubal, Miguel (coord). El campo en la encrucijada, Estrategias y resistencia sociales, ecos en la ciudad. Ed. Alianza. Buenos Aires, 2005.
20 Los datos del censo agropecuario 2002, realizado por el INDEC, indican que cerca de 2/3 de las principales actividades agrícolas son llevadas a cabo por unidades económicas distintas a los propietarios.
21 Obtener fondos bancarios o privados y contratar lo necesario para producir haciéndose cargo del riesgo climático.
22 Ambos elaborados por el Banco Central de la Republica Argentina. Los mismos son móviles según el peso del comercio con otros países y según una canasta de 9 materias primas con fuerte peso en las exportaciones argentinas.
23 Recordemos que mientras en 1990 registraba 20 millones de hectáreas, en el 2002 dicha cifra se eleva hasta 27 y en el 2008 trepa a 33 millones de hectáreas.
24 Dado que el nivel de agregación de las exportaciones no es homogéneo para el periodo bajo análisis, se tuvo en cuenta: Animales vivos, Carnes, Pieles, Cueros, Lanas Sucias, Extractos y Curtiembres.
25 Bianco, Carlos; Porta, Fernando; y Vismara, Felipe. "Evolución reciente de la balanza comercial argentina. El desplazamiento de la restricción externa", en Bernardo Kosacoff (editor) Crisis, recuperación y nuevos dilemas. La economía argentina 2002-2007. Ed. Naciones Unidas-CEPAL, Colección de Documentos de proyectos Nº20, Santiago de Chile, Nov. 2007, pp. 107-148.
26 Nota metodológica: Para el cálculo de los saldos comerciales a precios de 1993 en primer lugar se realizó un índice de precios en base a las variaciones de precios y cantidades publicadas por el INDEC en el Intercambio Comercial Argentino (ICA), tanto para las exportaciones como las importaciones. Posteriormente se deflactaron los valores anuales de exportaciones e importaciones a precios de 1993 con dicho índice, para utilizarlos en el recálculo del nuevo saldo comercial.
27 Sin embargo, de no haber sido por las retenciones (que redujeron el precio de los productos consumidos internamente) y la separación de canastas de exportación y consumo interno, la reducción de los salarios reales de los trabajadores hubiera sido aún mayor.

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