Haití hoy | Centro Cultural de la Cooperación

Haití hoy

Autor/es: Luis Pablo Giniger

Sección: Opinión

Edición: 11


El 2010 no comenzó bien para el pequeño país. El 12 de enero Puerto Príncipe y otras ciudades fueron destruidas por un terremoto de más de 7 puntos en la escala de Richter. Desde entonces sus plazas, parques y espacios libres se poblaron de refugiados que perdieron sus casas y todo lo que hasta ese momento constituía su realidad cotidiana.

Transcurrió el tiempo y, a fines de octubre, cuando parecía que ya nada peor podía ocurrir, se conocieron los primeros casos de cólera, una epidemia que se expandió inmediatamente y que ya afectó a más de 120 mil personas y por la que murieron más de dos mil quinientas. Una situación previsible teniendo en cuenta las condiciones en las que se vive en Haití. A un año del sismo, la situación no mejoró, las casas siguen en ruinas, sin los servicios básicos y con los campamentos de refugiados cada vez más llenos de gente.

Las elecciones del 28 de noviembre pasado, lejos de ayudar a resolver la situación sumergieron al país en una crisis política. Es que los dos candidatos electos para competir en el ballotage del 16 de enero, Jude Celestin y Mirlande Manigat, no son reconocidos por los otros 17 que participaron y toda la elección es objetada por fraudulenta.

Esta situación ha generado hasta estos días distintas situaciones de violencia y protestas de todo tipo y, sobre todas las cosas, obstaculiza la ayuda a las víctimas del terremoto y a los enfermos de cólera. Es que las calles de Puerto Príncipe parecen las de un país en guerra, hasta ahora sólo se levantó poco más del 4% de los escombros y la presencia militar de Naciones Unidas es muy fuerte.

Haití es uno de los países más pobres del mundo y ocupa el último lugar en América, tres cuartas partes de su población vive debajo de la línea de pobreza, prácticamente no hay agua potable de red y la infraestructura sanitaria es mínima.

Pero Haití no está así sólo por responsabilidad de los haitianos. Durante siglos el país fue saqueado y su crecimiento bloqueado por una comunidad internacional que lejos de ayudarlo lo ha sometido. La lógica de las Naciones Unidas y muchas de las ONG que desarrollan allí sus políticas tampoco ha ayudado, ya que el asistencialismo y la total ausencia de un Estado activo y planificador mantienen congelada en el tiempo una situación que es muy difícil de seguir sosteniendo.

El hacinamiento en los campamentos es muy alto y -por las condiciones en que se vive y la falta de información- se hace difícil la toma de recaudos a la hora de tener relaciones sexuales. La mayoría de los habitantes de Haití son negros, el 30% son mulatos y sólo el 10% es blanco. Quizás por su fuerte convicción religiosa es un pueblo paciente y totalmente convencido de que por algo que no alcanzan a comprender les están pasando estas cosas.

Hoy en el país conviven dos poderes de hecho. Por un lado el que encabeza el todavía Presidente, René Preval, que apoya al candidato Jude Celestin y que lidera el gobierno desde el 2006. Por el otro lado, está la gestión de la Misión de Paz de Naciones Unidas, la MINUSTAH (Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití) que comenzó en 2004 y que cumplió un importante rol en la expulsión del presidente Jean-Bertrand Aristide del gobierno. Hoy la Minustah es el garante de la seguridad, con tropas entre las que se encuentran también soldados argentinos.

La mala situación general, y las pésimas condiciones sanitarias en particular, explican la rápida expansión del brote de cólera. Sus hospitales están muy lejos de lo deseable y en muchos casos no cuentan con las condiciones mínimas de higiene. Los que están en mejores condiciones son los apadrinados por alguno de los organismos de la ONU, como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), una agencia de cooperación internacional que colabora con la maternidad Croix des Bouquets, en las afueras de Puerto Príncipe, con dinero para medicamentos e infraestructura. Sin embargo, y a pesar del apoyo, el personal es muy limitado, los recursos son menos y los escombros siguen acumulados dentro del edificio. Las embarazadas en trabajo de parto están tiradas sobre frazadas en uno de los patios del hospital, ya que no hay camas suficientes. En el piso superior están las madres que acaban de parir.

Los médicos de la Brigada Cubana son quienes con más dedicación, y desinteresadamente, hacen lo posible por cambiar la realidad. La misión llegó al país en 1998 y el gobierno terminó poniéndolos a cargo de distintas clínicas, por lo general en las zonas más alejadas y donde nadie más quiere ir. Estos hospitales son 10 en total y están mucho más limpios y mejor equipados que los demás. Todo esto sin otra ayuda que los recursos del pueblo cubano.

El Estado tampoco puede resolver los problemas que existen en materia educativa. El 40% de la población mayor de 15 años es analfabeta, todos los niveles educativos están arancelados y no hay establecimientos públicos suficientes.

La economía es absolutamente informal, el principal ingreso proviene de la ayuda que gobiernos y organizaciones destinan al país, el segundo lugar lo ocupan las remesas que los haitianos en el exterior envían a sus familiares y en tercer lugar se ubican las distintas formas de agricultura que aún sobreviven.

¿Cuál es la salida? Es difícil de imaginar. Poco tiempo antes de morir Néstor Kirchner, por entonces presidente de UNASUR, fue muy solidario frente al brote de cólera y prometió ayuda económica y asistencia sanitaria. Es sensato pensar que de construcciones regionales solidarias, y de la comprensión cabal de que no hay salida aislada para ningún país pobre de América, surgirá la posibilidad para que el pueblo haitiano levante cabeza y pueda mirar hacia el futuro con otros ojos.

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